Novela: poder, amor y dolor.
Parte 1
Capítulo 1: 2010
“La nieve y la adolescencia son los únicos problemas
que desaparecen si los ignoras el tiempo suficiente”. Earl Wilson.
Restaban pocas horas para el examen. Aprobar
implicaría ingresar al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. No hacerlo, en
cambio, agravaría su incertidumbre financiera.
Llevaba más de diez años criando sola a su hijo, Esteban,
desde que se animó a denunciar a su pareja por violencia doméstica.
Alquilaba y no tenía empleo. Se desempeñaba como
arquitecta… cuando había trabajo.
Respaldada por Sofía, su mamá, hacía cuanto podía.
El diagnóstico psiquiátrico del pequeño no facilitaba
las cosas: Síndrome Tourette.
Desde hacía años le procuraban los mejores
tratamientos posibles, a partir de los cuales mejoraba. Otrora profesora de
piano, la abuela invertiría todos sus ahorros en la Navidad pasada para regalarle
su primer piano. Hacía tiempo le había enseñado algunas melodías y el interés
del joven por aprender, en conjunción por el inmenso amor que sentía por él,
ameritaban el obsequio.
Secretamente acordaron que se lo entregarían de parte
de ambas, mamá y abuela.
La musicoterapia requeriría un instructor. Para lo
cual contactarían al prestigioso director de orquesta Ariel Arrazabal. Su
academia musical tenía fama de ortodoxa y eficaz. No admitían alumnos que no
fuesen a aprobar. Lo que implicaba rigurosos exámenes de ingreso.
Coordinarían con su secretaria una entrevista para el
viernes 11 de febrero a las 18 hs.
Pasaban los días y la espera se convertía en ansiedad
¿cómo evaluarían a un neófito? ¿habría otros aspirantes? ¿podrían costear el
lujoso servicio? el pequeño entendía las complejidades de su situación
doméstica, a pesar de los esfuerzos de sus cuidadoras.
Llegaron al edificio. Antiguo, de estilo y sin
ascensor.
Se anunciaron y una voz femenina autorizó el ingreso
mientras un uniformado les abría la puerta:
-
Buenas tardes ¿tienen
entrevista con el profesor?
-
Buenas tardes
señor, efectivamente- respondió la abuela.
-
Tercer piso por la
escalera… suerte.
Tras agradecer su cortesía, procedieron. Esteban tenía
algunos tics nerviosos y mientras subían casi se cayó. Pero su madre Hilda y su
abuela Sofía estaban para sostenerlo.
En el tercer piso yacía una única puerta. Alta, tres
metros al menos, de madera. Ostentaba un llamador dorado. Golpearon y
esperaron.
Instantes después una señora abrió la puerta. Llevaba
un corte Isabelino acorde a su edad aparente.
-
Buenas tardes ¿son
la familia Aparicio? - preguntó.
-
Buenas tardes, sí,
nos citaron a las 18 hs. para una entrevista- replicó Hilda.
-
Soy la secretaria
del profesor. Los estábamos esperando. Son las 18:15 hs. Aunque pronto hay otro
compromiso pautado se los atenderá igual. Es una excepción…
La madre estuvo a punto de observar la excesiva
severidad de la mujer cuando su madre la tomó por el brazo. Entendió que era
prescindible. Ni iban a confrontar. Esperaron en la sala. Desde las aulas
sonaban fragmentos de piezas de Bach, Tchaikovsky y Beethoven. Eran
interrumpidas para repetirse una y otra vez con imperfecciones apenas
perceptibles.
Salió una mujer quien se dirigió a la secretaria. Con
un tono extenuado pidió que llamen a los responsables del estudiante a su
cargo. No continuaría con sus lecciones. Estaba ocupando el lugar que
correspondía a un músico más talentoso.
La familia que escuchaba atentamente se interpelaba,
si una profesora de la academia imprimía tanta rigurosidad sobre el alumnado,
cómo sería el director. Pronto lo sabrían.
Diez minutos después sonó el teléfono de la mujer en
la puerta. Atendió.
-
De inmediato-
contestó.
Colgó e invitó a todos a pasar al aula número tres. Al
fondo.
Golpearon y una voz masculina ordenó el ingreso.
Cumplieron.
Aquella aula parecía un híbrido entre auditorio y
despacho jurídico. Las paredes estaban revestidas con paneles de madera,
diplomas y fotografías, acogían entre sí un piano de cola con la inscripción “Steinway&Sons”.
Sofía lo identificó inmediatamente. Era la élite de los instrumentos. El valor
de aquella pieza oscilaría los cinco millones de pesos. No sorprendía
considerando el amplio escritorio rodeado por sillones, todo de estilo Luis XV.
Tapizados en chenille turquesa. Detrás una biblioteca repleta cuyos lomos solo
dejaban de exponerse para dar lugar a esculturas; algunas plateadas y otras
doradas.
En las fotos, el prominente hombre acompañaba
políticos, deportistas, celebridades y otros artistas ¡hasta el Papa!
-
Perdón por la
demora, no me gusta hacer esperar a la gente. Es descortés. Pero como pasadas
las 18 hs. no se habían anunciado presumí que podrían no venir y continué con
algunos deberes.
Contestó la abuela:
-
Perdone usted
señor. Es verdad que llegamos tarde. Cuando estábamos listos para salir de
casa, por la artritis demoré mucho en levantarme. Es enteramente mi culpa.
Evidentemente Sofía asumiría cualquier responsabilidad
con tal de preservar las posibilidades de ingreso de su nieto a aquel
establecimiento. El profesor lo notó:
-
No hay problema.
Valoro que acompañe a su familia. Y que la cuide. Yo haría lo mismo. Debo
aclararles que admití su pedido de una entrevista por cortesía. Pero no tengo
cupos disponibles. Ni enseño a menores de edad. No es personal. Aun así, me
gustaría saber sobre ustedes.
Dubitativa, Hilda optó por satisfacer aquella
petición. Describió las dificultades de criar sola al pequeño, antecedentes
familiares, su diagnóstico psiquiátrico e interés por la música. Mientras, la
soberbia oficina permanecía en silencio, expectante.
Una vez concluida la explicación se dirigió al chico:
-
¿Cómo estás, Esteban?
-
Algo nervioso,
pero bien ¿y usted? - respondió el muchacho intentando disimular los
movimientos involuntarios propios de su afección.
El profesor reía mientras indicaba:
-
Indeciso… pero más
importante que como estoy ¡es que no te avergüences! no sos responsable de lo
que te pasa, si no de lo que hagas con ello ¿y no te parece que con doce años
querer estudiar piano es motivo de orgullo? me recordás a un caso de estudio
llamado Wolfgang Amadeus. Tenía tu misma enfermedad. Y lejos de avergonzarse se
expuso al mundo entero. Hoy lo reconocemos como uno de los grandes maestros de
la historia de la humanidad ¿alguna vez escuchaste a alguien menospreciarlo por
tener tics? más vale que no ¿qué música te gusta?
-
No la que escuchan
los otros. Odio el reggaetón y la cumbia. Prefiero algo más sinfónico, lírico,
instrumental, tangos…
-
No odies ningún
género. Todos pueden significar algo para alguien. Lo importante, más allá de
la técnica, es lo que te hagan sentir. Y hay gente que al escuchar una banda de
cumbia siente lo mismo que vos al escuchar a Vivaldi. No somos quién para
juzgar- ilustró el pianista.
Siguieron conversando durante algunos minutos hasta
que la secretaria del profesor lo llamó para recordar otro compromiso.
Se disculpó, saludó amablemente e indicó que agradecía
la visita. Pero no enseñaría al joven.
La decepción era evidente. Mas no podían reclamar nada
al docente. Hilda quiso hacerlo y Sofía lo impidió.
-
¿Vos pensás que un
hombre en esa posición invertiría tiempo en alguien a quien simplemente
rechazaría?
Orientó la abuela, calmando a su hija.
Aunque no estuviera de acuerdo, pelear no tendría
sentido. Concentraron sus energías en motivar al entristecido Esteban que decía
haber fallado. Pensaba que, quizás, tampoco era digno integrar aquella academia.
De la misma manera que desde hacía años sentía no ser digno de un padre,
amigos, o compañeros de escuela que lo respetasen.
Como cada año, en marzo volvería al colegio Tanimarias
para continuar sus estudios.
Inició el siempre traumático primer año de secundaria.
La (inevitable) madurez cosechada durante años de
experiencias traumáticas a tan corta edad estaba a flor de piel. Lo que llevó a
sus pares a presumir el éxito académico del estudiante. Algo propio de
imbéciles, confundir madurez con inteligencia, y esta con responsabilidad. Si
bien pueden coincidir en algunos casos, son diferentes entre sí.
Por primera vez se adaptaba.
Lo trataban bien, invitaban a jugar y aceptaban en los
grupos de estudios.
El contraste con el tortuoso recuerdo de la primeria
era absoluto. Incluso quienes hasta el año anterior se burlaban de su
enfermedad y situación familiar empezaron a tratarlo respetuosamente.
Aquellas experiencias de la primaria le valieron la
necesidad de un refugio. A pesar de los esfuerzos de su madre, abuela y
psicólogos; la conjunción de los malos tratos con un padecimiento psiquiátrico
y padre ausente son un cóctel peligroso. No obstante, hubo algo por lo cual
salir adelante. La expectativa. Una idea de lo que planeaba para sí. En la que
nadie más que él mismo podría tomar determinaciones. Lo que quería ser ¿y cuál
podría ser el potencial ideal de quien se encontrare tanto tiempo, en tantas
circunstancias, en condiciones de vulnerabilidad? una persona fuerte,
obviamente.
Más allá del ejemplo de las dos mujeres que lo
criaron, debía descubrir qué significaba ser fuerte para sí mismo.
Recordaba cuando, aun siendo un infante, en la casa de
la abuela Sofía, encontró llamativas medallas en el interior de una cajonera.
Entre especies de delantales coloridos y libros antiguos.
Al descubrirlo, su abuela exclamaría.
-
¡Esteban, eso no
es para jugar! eran cosas privadas del abuelo Katz. Guardémoslas.
Él había fallecido antes de poder conocer a su nieto.
En una explosión producida por una pérdida de gas. Político y reformista.
Quienes lo conocieron jamás dejaban pasar la oportunidad de reivindicarlo como
el gran hombre que fue. Comentario que, a la postre, influenciaría la
conceptualización de un ideal de fortaleza en el joven Esteban.
A veces preguntaba sobre el hombre. Si bien no le
ocultaban nada, toda explicación resultaba insuficiente.
Lo único seguro era que, en la mente de un niño de doce
años, aquel caballero parecía un intelectual casi omnipotente. Algo bastante
próximo al ideal que desearía encarnar alguna vez.
Ese fue su refugio, la expectativa. Nadie ni nada
evitaría que accediera a la versión de sí mismo que deseaba. Y cuando lo
lograra creía que no habría más sufrimiento.
Por el momento la prioridad sería estudiar y preservar
tanto como fuere posible el respeto de los demás estudiantes.
La conformación de una incipiente jerarquía social
estudiantil, prontamente conllevó las primeras confrontaciones. Era sabido que Esteban
tenía uno de los temperamentos más sumisos entre los varones. Y hubo quienes lo
aprovecharon.
Fue solo cuestión de tiempo para que volviera a ser el
eje del acoso escolar.
Quienes estaban cerca, por precaución, se
distanciaron; y los pocos que no, compartían los malos tratos.
Cada tarde al volver a casa conversaba por teléfono
con su abuela.
-
¿Cómo te fue en la
escuela?
El tono del muchacho era respuesta suficiente. Aunque
el pequeño inventase con todo su empeño mentiras sobre cómo sobrellevaba la
escolaridad, los setenta años de Sofía le valían algún talento para intuir qué
ocurría. Conversaciones de horas suplían las dificultades motrices por las
cuales no podía visitarlos tanto como deseaba. Aun así, estaba siempre
presente.
Discretamente, conversando con su hija le planteó sus
sospechas. Algo ocurría en el colegio. Pero no podían preguntar. Sería
demasiado invasivo. Un preadolescente que mentía sobre su bienestar no quiere
tratar el tema con dos señoras mayores. Debían resolver cómo hacer que alguien
lo guíe por senderos que ellas no podrían.
-
¿Si hablo con Eugenio?
después de todo, es el padre, al menos un consejo debe tener- planteó Hilda.
-
Ese inútil no
sirve ni para escuchar. El profesor Arrazabal te espera el viernes 8 de abril a
las 7:00 hs., vayan con
Esteban, quizás tengamos otra oportunidad para que ingrese a la academia. Eso
le va a hacer bien. La música lo va a sanar.
Asistieron, esta vez puntualmente, a la cita. Se
anunciaron, el mismo caballero les dejó pasar y la misma secretaria los estaba
esperando:
-
Buen día. Hoy sí
llegaron a tiempo. Gracias.
-
A usted- dijo Esteban.
Se acomodaron en la sala de espera. Esta vez no había
música y la puerta del despacho número tres permanecía entre abierta.
En un momento los recibiría el profesor. Quien salió, los
saludó amablemente e invitó a pasar. Una vez sentados planteó haber hablado con
Sofía. Reconoció que su colega era una mujer terca, pero si era capaz de
amenazar a un desconocido por su nieto valdría la pena darle una oportunidad.
Admiraba el carácter de aquella mujer.
-
Yo no enseño a
niños, Esteban ¿igual querrías intentarlo? puede ser difícil- Advirtió Ariel.
El joven, más confiado que la vez anterior, aclararía:
-
Aunque tenga doce
años trato de no comportarme como niño; quiero estudiar música y leí que, con
vos, perdón, con usted nadie falla.
-
Efectivamente, si
pudieras fallar no estaríamos hablando. Sostuvo el director ¿puedo conversar
unos momentos con tu mamá por favor?
El muchacho se retiró a la sala de espera.
-
Mis honorarios son
muy costosos y conozco su situación. No puede pagarme, Hilda.
-
Su servicio es invaluable
para nosotros, porque la música es mucho más que un pasatiempo, profesor; Esteban
lo necesita. Ponga el precio que sea y lo abonaré.
-
Lo sé. Pero si le
cobrara los cientos de dólares que cuesta la cuota en mi academia todos los
meses, ni hablar de la matrícula anual, los progresos que lográsemos en las
clases quedarían opacados por las insorteables dificultades monetarias
domésticas. Si queremos que el chico progrese de verdad, habrá que concertar un
abordaje integral de la situación. No voy a cobrar por este trabajo. Me daré
por pagado con el compromiso que Esteban demuestre. Si dejase de hacerlo,
perdería mi contraprestación y cesaría el servicio. Dependerá de él
exclusivamente. Pero no se lo diga. Es un trato entre él y yo, que hago con usted
como su representante legal ¿le parece bien?
Con los ojos llorosos atinó a abrazarlo, para percibir
que el imponente caballero era reticente al contacto físico. Se limitaría a
agradecer.
Salieron juntos de la oficina y al despedirlos le dijo
a Esteban:
-
Voy a ser tu
profe. Vení todos los viernes a las 18:00 hs. Y portate bien.
Al retirarse llamaron a la abuela para agradecer su
intervención.
Durante una tarde de aquella semana de julio, mientras
merendaban, sonaría el teléfono.
Una voz requirió comunicarse con Hilda. Indicó que los
resultados de sus exámenes de ingreso al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
habían sido aprobados con las mejores clasificaciones; debería presentarse el
lunes próximo a primera hora.
Esa noche celebraron con una rica comida casera. Por
primera vez la familia contaba con un ingreso fijo del cual valerse para
costear el alquiler, expensas, impuestos, cuota del colegio, y vivir…
Los funcionarios estatales recibieron cálidamente a su
nueva compañera. Tras requerirle la incorporación de alguna documentación,
estrictamente burocrática, empezaron a enseñarle sus funciones. Las cuales
asimiló de inmediato dada su inconmensurable experiencia en cuestiones
infraestructurales. Como arquitecta, desde sus jóvenes veinte años se había
dedicado al rubro, aunque de manera independiente, internalizando nociones que
profesionales mucho mayores desconocían.
Casi inmediatamente se adaptó al trabajo,
consagrándose como una de las pocas inspectoras del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires.
En cambio, el ámbito en el cual se desempeñaba su hijo
convidaba un panorama desalentador. Algunos compañeros sintieron la necesidad
de fundar una jerarquía social de estudiantes. Para lo cual, pretendiendo
imponerse en su cúspide, se valdrían de víctimas sobre cuyos hombros
impulsarse. Y, como los cobardes atacan en grupo, serían al menos cinco los
varones quienes se ensañaron con Esteban.
Al comienzo se trataba de meras exclusiones
infundadas. Luego burlas. Y, finalmente, agresiones físicas. Siempre en grupo.
Las pocas personas que podrían haber intervenido no lo hicieron.
El joven desamparado creyó que su única opción podría
ser soportar. Ignorar el problema hasta que, quizás, desapareciese. Se
equivocaba.
Una vez reconocidos en el eslabón pretendido, lo
importante era mantenerse en él. Por lo cual debían renovar su “autoridad”
periódicamente. Con la garantía del temperamento sumiso de una víctima habitual
solo sería cuestión de repetir el flagelo.
Alguna vez sus ambiciones habrían trascendido las
habituales, porque sus prácticas lo hicieron.
Terminaba un recreo y los alumnos debían retornar a
sus aulas.
Esteban había estado leyendo en la biblioteca, como
solía hacerlo.
Salió de allí con un libro en préstamo. Cerró
cuidadosamente la puerta y transitó el pasillo del subsuelo hasta la escalera
desde la cual accedería al patio. Una vez allí solo restaría caminar hasta
otras escaleras y mediante ellas a su aula.
Llegó al patio. Nada más.
Seis compañeros esperaban para interceptarlo.
A traición lo tomaron del cuello por detrás. Mientras
otros dos sujetaron las piernas.
Aprovechando que el baño estaba prácticamente al lado
lo llevaron allí.
Dos tenían las piernas, dos los brazos, uno el cuello
y el sexto… golpeaba.
Primero los golpes se concentraron en el estómago, las
costillas y excepcionalmente la cara. Perdía la conciencia, y con ella, las
ganas de defenderse. Estaba rendido.
Alertando el riesgo de ser descubiertos, ambos que
sostenían los inmóviles brazos se postraron en la puerta. Vigilarían y se
asegurarían de que nadie interrumpiese.
Los gritos y pedidos de auxilio eran más débiles en
cada infructuoso intento.
Cansado, o más bien aburrido de golpear; el líder de
aquella banda ordenó a sus cómplices dar vuelta a Esteban. Se miraron estupefactos.
Pero cuando alguno atinó a cuestionar la indicación bastó una mirada para efectivizar
el sometimiento. Obedecieron.
Dubitativo quien golpeaba siguió haciéndolo sobre la
espalda de su víctima, aunque ya en un tono más propio de una excusa o un
preludio que el de un ataque. No se atrevía a concretar sus verdaderas
intenciones hasta que un curioso centinela interpeló:
-
¡Mirá ese culito
amigo, si no le entrás vos lo hago yo!
Fue suficiente. Con el miserable coraje que puede
inspirar tan retorcida insinuación, mientras tres chicos continuaban sujetando,
un cuarto bajó los pantalones y calzoncillos de su víctima; le mordió un glúteo
hasta hacerlo sangrar.
Apoyó sus genitales, aún vestido, sobre el trasero
desnudo de un casi inconsciente Esteban. Los débiles intentos por desprenderse
no impedirían que también besaran su cuello. Mientras le preguntaban si le
gustaba lo que le hacían.
Increíblemente el subyugado joven logró espetar los
gritos más fuertes de aquella tarde, así como liberarse. Recobró energías que
ya no había en su cuerpo. Y hasta logró hacer temer a algunos de sus compañeros.
El alma le ordenaba defenderse…
Aquel terror fue insuficiente. Uno de los agresores
situados en la puerta se acercó con la excusa de ayudar a retener. Finalmente,
todos participaron del hecho. Al concluir abandonaron, inconsciente, a su
víctima.
Excusaron su demora con la supuesta espera por un
libro que les habrían prestado en la biblioteca… el que le robaron a Esteban.
Lo más perverso del episodio resultaría ser que, un
accionar supuestamente motivado por la intención de “ascenso” social en una
jerarquía siniestra nunca trascendería los muros de aquel lugar.
Pocos minutos después despertó. Se encerró en un
compartimento privado del baño y esperó a que sonara nuevamente el timbre.
Entonces ingresó furtivamente al aula, recogió sus cosas y huyó.
Caminó las pocas cuadras entre el colegio y su hogar.
Analizó, como pudo, lo ocurrido, sus opciones y potenciales consecuencias.
Concluyó no importunar a su madre. La veía feliz por primera vez en mucho
tiempo y no obstaculizaría aquella sensación. Debía poder resolver por sí mismo
lo que pasaba. Pero, aunque ocultase los moretones sobre su cuerpo, los del
rostro eran perceptibles. Lógicamente Hilda lo interrogaría sobre ellos, y él
improvisaría el relato de una supuesta pelea… nada grave. Minimizaría la
cuestión.
Tras varias semanas, sin necesidad de aclararlo,
resultaba evidente que delatar a sus victimarios solo se traduciría en algo
peor de lo ya sufrido. Miradas y gestos, además del mal recuerdo, fueron
suficiente para prolongar el peor de los sometimientos.
Para entonces ya habían iniciado las lecciones de
piano.
Primeros pasos prometedores, fundados en las lecciones
de una gran maestra como lo había sido la abuela, auguraban cierto talento que
el profesor supo felicitar. Hablaba de Sofía como si, en algún punto, la
conociera. Con admiración.
Lejos de inmiscuirse en lo que no era asunto suyo, el
muchacho se limitaba a practicar cuanto se le ordenaba. Y cada semana ser
evaluado sobre ello.
El cumplimiento generó cierta distensión en virtud de
la cual hablaban de cuestiones ajenas a la clase. Contó lo que le pasaba y el
maestro opinó al respecto con la correspondiente mesura.
Conversando sobre situaciones traumáticas en general
le recomendó al pequeño tratarlas, si alguna vez las hubiera, celosamente con
gente de extrema confianza. La cual, lejos de juzgar, siempre acompaña.
Entonces, no pudo más que pensar en Sofía. Hablaba con ella a diario por
teléfono, pero durante la siguiente charla le planteó la necesidad de
reflexionar juntos. Nunca lo había hecho; y ella entendió que era necesario.
Contra toda prescripción médica le dijo que en una
hora lo vería en la entrada de su edificio. Que la espere. Nada en la vida
importaba más que su nieto. Se vistió, tomó un taxi y al llegar lo encontró
allí… su rostro era distinto. Estaba afligido.
Bajó, lo abrazó y sintió como caían sus lágrimas.
Sacó un pañuelo amarillo con flores bordadas, siempre
impoluto, y lo uso para secarlas.
-
Ayudame a caminar
por favor, llevame del brazo, te invito a merendar- ordenó la señora.
Cruzaron juntos la calle y se sentaron en una mesa en
la vereda. Pidieron té para ella, chocolatada para él, y un tostado para
compartir. Hasta aquel momento la charla era casual. No lo apremió. Todo lleva
su tiempo. No era un problema de confianza con ella, si no consigo mismo. Aquel
muchacho desbordaba miedo.
Al cabo de una hora y media, tras hablar un poco sobre
todo… excepto la escuela. Ella preguntó. Él respondió.
-
Bien, a todos nos
cuesta primer año de la secundaria y son muchas nuevas materias. Pero me siento
bien, mucha gente que no conocía y nuevas amistades. Es otra dinámica. Estoy
bien. Son menos horas de cursada que en la primaria, pero se requiere más
estudio. Igual está bien. Apenas arrancó el año me llevaba bien con todos.
Pensaba que iba a ser mejor que la primaria. Nadie peleaba. Iba bien. Y
después… fue más raro todo. Pero raro bien. Se empezaron a armar grupitos y yo
no quedé en ninguno. Era el único. Empecé a ir mucho a la biblioteca. Manejándome
así me sentía bien. Creí que iba a seguir bien. Solo quería estar bien, nada
más. Pero no me dejan abue… no me dejan- dijo el muchacho.
Volvió a llorar, esta vez desconsoladamente. Y aunque Sofía
se sentía conmocionada por la situación, las circunstancias demandaban una
extraordinaria compostura. Escuchó sin interrumpir.
-
¿Por qué no puedo
ser feliz? no me meto con nadie, solo quiero sobrevivir. Nada más. Ya no espero
nada de la vida y aun así se la agarran conmigo ¡quiero matarlos y matarme!
Ese era el límite. Debía ayudarlo.
-
¿A quién mijito? -
dijo ella.
La mirada de su nieto expresaba todo lo que nadie
quiere percibir en un pequeño a quien crió: dolor, impotencia, incertidumbre y,
sobre todo, odio.
-
A quienes me
torturan. Hace meses me excluyen, me golpean… y me violaron- dijo él.
Casi se desmayó, pero no podía hacerlo, su nieto la
necesitaba.
-
¿Mamá sabe? - preguntó
la abuela.
-
- No, nadie lo
sabe ni quiero que lo sepa. Elegí contártelo a vos y a nadie más. Voy a
matarlos. Es lo único que me haría feliz. Mi vida ya no tiene sentido.
Entonces, que la de ellos tampoco lo tenga- sentenció él.
Sofía recurrió a todas sus habilidades. Había criado a
una gran mujer, experiencia suficiente para intentar lidiar con el problema
actual; sin pasar por encima de lo dispuesto por Esteban. Optó por respetar la
discreción requerida. Aunque quizás Hilda debiera enterarse, no era una
decisión que le correspondiese. A su vez, lo que le hicieron a su nieto era
indiscutiblemente horrible, pero peor aún las ganas de matar que manifestaba.
Eran verosímiles. Se percibía la expresión de deseo en aquellas declaraciones.
Entonces le plantearía:
-
Te amo, Esteban.
Me duele mucho lo que te hicieron. Voy a estar siempre para ayudarte. Mamá
también, aunque no le cuentes. Pero más importante que lo que hicieron esos
malvivientes, es lo que vos decidas hacer. Porque sobre sus conciencias nadie
puede hacer nada, ni nos corresponde tampoco, al final de cuentas. Allá ellos.
Más temprano que tarde, todo cae por su propio peso. Pero sí podemos resolver
qué vas a hacer vos ¿matarlos? ¿y privarte de una vida hermosa que vas a tener?
sos un chico sensible, inteligente y por sobre todo con un buen corazón. Yo no
voy a estar para ver el hombre maravilloso en que te vas a convertir. Pero al
menos, por favor, no me quites esa expectativa. Hay gente buena. Y ya la vas a
conocer. Me gustaría proponerte una alternativa. Recién estás en primer año;
queda mucho camino por recorrer. No vuelvas al lugar donde yacen los monstruos
que te hicieron… eso. No necesitás explicarle a mamá por qué. Si me dejás yo lo
resuelvo con ella y vamos a encontrarte un colegio lindo. Donde te traten bien
y no tengas nada que temer ¿qué te parece?
El joven, aún con su corazón lleno de odio, no pudo
sostener aquella violenta postura ante el planteo de la persona que más amaba,
el cual realmente se asemejaba a un ruego.
Accedió, sin dejar de condicionar su sujeción a la
discreción.
Así fue como, en octubre, iniciaron las diligencias
necesarias para el cambio de colegio. Sofía hablaría con Hilda sin revelar el
secreto de su nieto, aunque planteando una gravedad suficiente como para que
entendiese. Tras algunas reuniones entre la madre del joven y los directivos
del colegio admitirían que rindiese libres las materias en las fechas de
diciembre y marzo. Aunque no castigarían a ningún estudiante, dado que no había
acusaciones sobre actos concretos ni, menos aún, evidencias.
Se salieron con la suya.
Pero como sabiamente enseñaría la abuela. Lo único en
verdad importante sería lo que cada quien hiciera consigo mismo.
El complejo proceso sería acompañado atentamente por Ariel.
Quien, al enterarse, comentaría a su estudiante que él era regente en un
colegio llamado Poixi. Un establecimiento cuyo plantel sentía orgullo de
integrar.
Aunque la cuota fuere excesivamente elevada, no
tendrían que preocuparse por ello, dado que él la costearía. Así como se
comprometía a resguardarlo de cualquier amenaza que pudiera acaecer.
Tal gesto, para un niño que jamás tuvo un padre, fue
lo más cercano a la protección de uno.
Por indicación del docente transmitió la propuesta a
su madre. Quien lo acompañó a la clase de la semana siguiente.
Llegaron y pidió amablemente a la secretaria una audiencia
con el profesor, quien la recibió de buena gana. Esteban aguardaba en la sala
de espera mientras comía golosinas que le convidaba la señora de corte
isabelino.
-
Gracias por
preocuparse, Ariel. No fueron fáciles tantos años sola, haciendo lo que normalmente
corresponde a dos personas. Vine para aceptar su propuesta, pero no la beca.
Con que favorezca el ingreso de Esteban a su colegio será suficiente. No quiere
hablar mucho conmigo, supongo que será una etapa de la adolescencia. Aunque mi
mamá es su confidente y ella asegura que se trata más de una huida que de un
capricho. Es, casi, cuestión de supervivencia. Por lo que valoro especialmente
que se comprometa a vigilarlo. Toda ayuda es bienvenida en estos momentos- planteó
Hilda.
-
Nada que agradecer
señora. Entiendo a la perfección la situación y lo menos que puedo hacer en mi
posición es facilitarles, al menos un poco, las cosas. Respeto su decisión
respecto de la beca. Y si después se arrepiente no tiene más que avisarme para
que no se le acumule deuda. Que la plata no sea un problema. Por favor que la
próxima clase Esteban me traiga fotocopia de su DNI, yo resuelvo lo demás- respondió
el profesor.
Se despidieron y prosiguieron normalmente con la clase
del joven. Quien por primera vez en meses presumía un semblante esperanzador.
Podría despreocuparse lo suficiente de los males como para avocar sus energías
en la preparación del concierto de fin de año de la academia de piano. Donde se
le permitiría exponer una interpretación. Seleccionó la pieza cuya melodía,
tantos años atrás, su abuela le enseñó: Para Elisa.
Las semanas no fueron más que parpadeos, en los cuales
preparaba materias para rendir libremente y practicaba piano.
Si bien no aprobó todas las materias, solo restaban
tres para rendir en marzo. Y aprobando al menos una de ellas ingresaría sin
problemas en segundo año del colegio Poixi. En el cual el panorama resultaba
completamente alentador.
Días antes de Navidad realizaron el concierto, al cual
asistieron Hilda y, con un inconmensurable esfuerzo, la abuela Sofía. La
artritis se agravaba, pero no era excusa.
La interpretación no fue brillante, y a pesar de sus
errores técnicos fue suficiente para enorgullecer a las mujeres que lo criaron.
Tras tanta adversidad, el muchacho en el escenario, con logros detrás y tantos
otros por delante, era un triunfo en sí mismo.
Capítulo 2: 2011
“De todo laberinto se sale por arriba”. Leopoldo
Marechal.
Durante enero y febrero de aquel 2011 no habría
colegio, ni compañeros, ni piano.
Se dedicaría, entonces, enteramente al estudio.
Ariel sugeriría empezar a estudiar cuanto antes, y
fragmentar los programas de cada materia en contenidos diarios. Así todo sería
menos extenuante. Su alumno obedeció.
Debía preparar exámenes de inglés, matemáticas e
historia. Los rendiría el 24, 25 y 28 de febrero respectivamente. Y aprobar al
menos uno para poder ingresar al nuevo colegio.
El tiempo pasó casi imperceptiblemente. Aunque no fue
garantía.
Tras desaprobar dos materias, aquel fin de semana
resultaría tortuoso.
Si no sacaba seis o más en historia perdería el ciclo
lectivo. Además de que les fallaría a quienes ayudaron cambiándolo de colegio.
Entendió que el problema fue no aplicar un método de
estudio eficaz en las materias perdidas. Pero no volvería a pasar con historia.
Puesto que, dado el formato de la materia, había sintetizado todo su contenido
en cuadros conceptuales. Mientras los escribía, repetía y memorizaba. Lo que no
podía hacer con matemáticas o inglés. Sentía confianza. Quiso ser optimista.
El lunes 28 a las 10:00 hs. fue al colegio acompañado
por su madre. El regente y amigo de la familia los esperaba. Saludó, deseó
muchos éxitos a Esteban y recomendó estar tranquilo. Auguró que todo estaría
bien.
El muchacho subió las escaleras hasta el aula
indicada. Fue el cuarto estudiante en rendir verbalmente la prueba. Los tres
anteriores fueron aplazados e incluso, uno de ellos, repetiría. La mesa de
examen era implacable. Lo llamaron.
Tímidamente se sentó. Le pidieron que girara un
bolillero del cual saldría una esfera. En ella constaba inscripto el número
nueve. Inició así una exposición sobre historia antigua y particularmente el
imperio romano. Habló durante minutos y, por el contrario a sus expectativas,
solo fue interrumpido con una pregunta respecto del funcionamiento de la
investidura del dictador. Respondió y fue el único evaluado en aprobar.
Perplejo se dirigió hacia su madre, quien lo esperaba
en la planta baja.
La abrazó y puso al corriente.
No celebraron meramente la aprobación de una materia,
ni el pasar de año. Si no el culmen de todo el sufrimiento atravesado y los
esfuerzos aunados.
Partieron para disfrutar juntos los pocos días que
restaban de las vacaciones de verano. Mientras, el regente los miraba desde su
oficina sin que lo percibieran. Sonreía.
Tras un breve descanso inició la cursada de su segundo
año, esta vez en el colegio Poixi.
Para ello, Ariel encargó a un joven preceptor
recientemente egresado, Bastián.
Le ordenó hablar con todos los demás estudiantes sobre
la enfermedad de Esteban y los antecedentes de bullying. Así como esperar al
nuevo alumno en su primer día para enseñarle el lugar. La prioridad sería que
no se sienta solo, sin tampoco agobiarlo.
Resolvieron que, aunque las clases iniciaran un lunes,
Esteban lo hiciera el martes. Dedicarían el día anterior a conversar con los
estudiantes y aclarar la situación. Así como las severas consecuencias de
violentarla de cualquier manera.
Llegaron juntos Ariel y Bastián. El preceptor planteó:
-
¡Chicos, por
favor, silencio!
Tras repetir infructuosamente el intento nadie
obedecía… así que lo secundó el regente:
-
¡Todos cállense y
a sus asientos!
De inmediato primó la calma entre el ajetreado grupo
de más de cuarenta jóvenes. La amenazante figura, que no solía salir de su
oficina, imponía lo suficiente.
Prosiguió Bastián:
-
Bienvenidos al
segundo año de la secundaria. Entendemos que es un momento complejo para todo
el mundo. Voy a estar acompañándolos a partir de este ciclo lectivo para ayudar
en lo académico y personal que precisen. La idea es mejorar la experiencia en
el cole y hacerla lo más amena posible. En relación a ello, también quería
comentarles que mañana se va a incorporar un nuevo alumno al colegio. Y,
particularmente, a este curso.
Un incipiente murmullo fue acallado por la severa
mirada de Ariel.
-
Él atravesó
situaciones complejas hace poquito. Por eso se va del colegio anterior y viene
acá. Lo trataban muy mal haciéndole algo que se llama bullying. Consiste en el
acoso escolar por parte de otros alumnos. Y es algo que como educadores
sufrimos mucho. Tenemos la responsabilidad de evitarlo. Por eso necesitamos que
nos ayuden. Pueden quererlo o no, nadie está obligado a sentir afecto por otra
persona. Pero sí a respetar y, mínimamente, no atacar. Lo que me lleva a otra
cuestión, advertirles que cualquier hostilidad con su nuevo compañero o
cualquier otro va a ser sancionada. Así que seamos inteligentes. Si sienten el
impulso de cometer una malicia, que la torpeza no esté al mismo nivel… ya no
por los demás si no pos ustedes mismos. Además, nada mejor que un grupo que se
trata bien. Yo voy a procurarlo. En último lugar. Está diagnosticado con
Síndrome Tourette; enfermedad por la cual puede emitir gestos, locuciones o
movimientos involuntarios. Sean tolerantes y discretos por favor- culminó el
joven preceptor.
Aunque aquel conjunto de estudiantes no pareciera
entender del todo esperaban que aquellos que sí lo hubieran logrado aclararan
el panorama al resto. Hasta que uno de ellos profirió:
-
¡Nos van a meter
un retrasado entonces!
Bastián no sabía qué hacer ante tal improperio. Pero
el regente sí.
Mientras la mayoría reía; se dirigió directamente al
irrespetuoso. Lo tomó por la oreja y susurró:
-
Si no querés que
te la arranque me acompañás.
Volvieron a callarse y permanecieron en el aula con el
preceptor amateur.
Ariel llevaba al muchacho a su despacho a través de
extensos pasillos y escaleras. Cuando esté amenazó con acusarlo con sus padres,
él le respondió que en breve tendría oportunidad. Porque los llamaría para
notificar su suspensión. Él sería el ejemplo de por qué no debían molestar a
nadie allí. Y así ocurrió.
La mañana siguiente Esteban llegó por primera vez al
lugar.
No quiso que su mamá lo acompañe.
Eran las 7:00 hs. y atravesó el gran portón por el
cual ingresaban los alumnos. Inmediatamente se encontraba en un patio central,
descubierto, de al menos doscientos metros cuadrados. Flanqueado por varias
estructuras. Bastián lo esperaba para orientarlo, cuando lo supo identificar se
acercó y presentó.
-
Hola, disculpá
¿vos sos Esteban?
-
Hola, sí- respondió
tímidamente el muchacho.
Entonces el preceptor le dijo:
-
Mi nombre es Bastián.
Soy el preceptor de segundo año. Te explico. Cada mañana los estudiantes se
forman donde las indicaciones señalicen. En tu caso, por ejemplo, segundo C del
bachillerato con orientación en Comunicación Social. A las 7:20 hs. suena
Aurora mientras izamos la bandera. Y después el profesor Arrazabal, a quien
creo que ya conociste, guía el orden en que cada curso se dirige a su aula.
Igual vamos a ir hablando periódicamente, si querés, hasta que te acostumbres.
Con la afirmativa del joven, el preceptor prosiguió
con sus tareas. Había establecido un primer contacto en virtud del cual generó
la sensación de contención buscada.
Permaneció donde correspondía. Llegaban más y más
jóvenes. Pero no se animó a hablarles.
Aquella mañana el regente demoró más de lo esperado en
asumir la conducción del izamiento de la bandera y guiar a los cursos hacia sus
aulas. Discutía con el director, Timoteo “el griego” Agathos.
-
No debías traerlo.
Es un problema. Provocás a los demás pendejos que ya de por sí son un quilombo
entre hormonas y pelotudez. Me llamaron los padres del pibe que suspendiste.
Que le levantaste la mano y qué se yo ¿sos boludo? - planteó el director.
-
Mirá, en treinta
años juntos educando nunca me mandé una cagada. Y no voy a empezar ahora…- espetó
el profesor hasta que su colega lo interrumpió.
-
Parece que sí.
Porque el caramelo de la reunión, las explicaciones y demás me lo como yo,
cabezón. Si tenés una relación personal con el pibe es tema tuyo. Pero no
quiero líos. Sabés que estoy pegando el salto a la política y lo último que
quiero es que una pavada así me complique- explicó “el griego” Agathos.
El director no estaba de acuerdo con la (irregular)
incorporación de Esteban al colegio. Pero había sido una resolución unilateral
de su amigo que no combatiría. Solo se limitaría a advertir los potenciales
contratiempos que podría producir.
Tras el intercambio llegaría Ariel a la bandera. La
izaron los estudiantes seleccionados y ordenó el recorrido de las formaciones a
sus respectivos destinos.
Los primeros días transcurrieron tranquilamente. Pronto
el chico aprendió el recorrido de ida y vuelta al nuevo colegio. Se animó a
iniciar conversaciones con algunos de sus pares y hasta fue admitido en grupos
para la realización de los llamados trabajos prácticos.
Una tarde al llegar al departamento notaría allí a su
abuela. Fue una grata sorpresa dado que sus dificultades motrices restringían
sus reuniones a unas pocas anuales. Tampoco se dejaba visitar en su casa por la
peligrosidad de aquel barrio.
La alegría duraría poco cuando ella le notificase al
joven que Hilda había sido internada. Desde hacía años sufría cólicos renales y
las tensiones recientes agravaron los dolores. Por lo cual al acercarse a la
guardia de la clínica fue puesta en observación. Debían operar.
No corría peligro, pero el disgusto y la preocupación
eran inevitables. En especial para un adolescente de escasos trece años. Y más
aún cuando hubiere atravesado tanto.
Al llamarla por teléfono podía hablar muy poco y
pausadamente. Entendieron que sería mejor dejarla descansar.
Durante aquellas semanas Sofía permaneció con su nieto
cuidándolo, cocinándole y acompañando el proceso de adaptación al nuevo
colegio. Viendo el vaso medio lleno, quizás sería la persona idónea tratándose
de la confidente del muchacho. La única que sabía cuánto había sufrido. Cada
día le preguntaba cómo le fue. Y él respondía con absoluta transparencia. La
confianza era total.
En marco de esas conversaciones, una tarde le planteó con
sutileza:
-
Hay tres grandes
aspectos en tu escolaridad, diría. El primero de ellos nunca requirió mayor
tratamiento porque lo cumplimentás de manera espontánea, el conductual. El
segundo nos implicó cierto grado de trabajo que supiste afrontar con un nivel
de madurez digno de felicitación, el social. Por lo que me contás vas
encaminado al respecto. Pero hay un tercero igual de importante que los demás,
quizás el más obvio y se trata del académico. No vas a poder desempeñarte si no
te familiarizás con el contenido visto por tus compañeros el año pasado. No
todos los colegios abordan la currícula con programas idénticos. Procurá
indagar si podés- indicó la abuela.
Para entonces la eficacia de sus consejos era
incuestionable. Él obedecería.
Si bien había empezado a tener trato con algunos
compañeros, aún no lo hacía con todos. Lo que restringía sus posibilidades. Uno
de ellos se llamaba Aquiles. Era amable con todos y manifestaba una madurez
excepcional para la edad. Mientras conversaban sobre otras cuestiones se
animaría a plantearle:
-
Amigo, perdón,
pero quería saber si podría pedirte algún material de lo que estudiaron el año
pasado. Como para ponerme al corriente con lo que no hubiera visto en mi otro
cole.
Su compañero respondería:
-
¡Obvio! Junto todo
y te lo puedo llevar a tu casa si querés. Pero porfa no me pidas más perdón. Ya
te dije que no tenés nada que temer. Contá conmigo.
Aquella actitud hacía sentir muy cómodo a Esteban. Por
primera vez encontraba alguien con quien podría ser él mismo más allá de su
madre y abuela.
Ese fin de semana su nuevo amigo, según habían
acordado, le alcanzaría sus apuntes y libros hasta el departamento. Quiso
invitarlo a pasar, charlar y quizás hasta merendar, pero no supo encontrar las
palabras para dar aquel paso. Se limitó a agradecerle y se saludaron
cordialmente.
Al subir al departamento la abuela observaría el buen
gesto del otro muchacho.
El contraste entre la actitud de los ex compañeros y
los actuales resultaba evidente.
Parecía orgullosa de haber propuesto el cambio de
colegio. Los problemas parecían resueltos.
Pronto Hilda estaría recuperada y podría volver a casa
con su hijo. Hasta entonces el vínculo entre la abuela y Esteban continuaba
afianzándose. Le pidió por favor que la acompañe a cobrar la jubilación. Y él
naturalmente aceptó.
Cada quien se vistió con prendas cómodas presumiendo
que el recorrido sería prolongado, dada la lentitud con que Sofía caminaba. En
una hora llegaron a la parada del colectivo, ubicada a cinco cuadras de allí.
Ascendieron y en solo minutos este los dejó a metros de la sucursal bancaria.
Hicieron la fila. El día era precioso, por lo que ella manifestó sus ganas de
volver caminando al finalizar el trámite. Y así lo hicieron.
Sofía tomaba el brazo de su nieto para sostenerse.
Cada cuadra les tomaba entre veinte y treinta minutos. Pero los ánimos de la
señora prevalecían por sobre su edad. No desaprovecharía otra oportunidad para
conversar en profundidad con el muchacho. Le explicó que pronto su mamá estaría
totalmente recuperada. Era imprescindible que la misma confianza con que se
había dirigido a ella la mantuviese con Hilda. Porque en algún momento sería su
único apoyo. Será ideal llegar a ese momento con un vínculo plenamente
trabajado.
Los planteos de la anciana sobre su potencial
defunción incomodaron a Esteban:
-
No quiero perderte
abu. Sos la persona más importante del mundo para mí.
Su voz temblaba. Ella en un tono calmo respondió:
-
Nadie habló de
perderme. Pero morir, como vivir, son dos etapas de quién sabe cuántas haya en
nuestra existencia. Entiendo que hoy sea la persona más importante para vos.
Así como que algún día lo será alguien más. Mi única expectativa es acompañarte
cuanto me lo permitas de la mejor manera posible, y ni la parca puede
interceder en ello porque depende solo de vos y cuánto tengas presente mi
recuerdo. Estaré siempre que así lo elijas.
El niño no pudo entender cabalmente la profundidad del
razonamiento. Aunque el tono per se bastaría para tranquilizarlo.
Continuaron caminando hasta el departamento.
Pocos días después, plenamente recuperada volvería su
mamá. La alegría fue inmensa. Aunque aún permanecía debilitada, ayudada por su
madre e hijo cocinaron una deliciosa cena para celebrar. Comieron y Sofía pidió
un taxi. Saludó afectuosamente a la familia y partió a su modesta casa.
Un paso en el marco de la confianza plena que querría
construir Esteban para con su madre sería el manifestarle preocupación por los
exámenes “previos” que tendría que rendir en agosto, faltaba muy poco.
-
¿Te gustaría
empezar clases particulares hijo? podemos averiguar- sostuvo Hilda.
Así lo hicieron. En matemáticas optaron por una
profesora que enseñaba a muchos compañeros. Pero para inglés, habiendo
intentado inútilmente en el pasado con particulares, resolvieron inscribir al
chico en un instituto. El dato les fue brindado por Aquiles, quien hacía tiempo
se formaba allí y era uno de los mejores alumnos en la materia, aunque no así
en historia. Así que sugirió:
-
¿Qué te parece si
yo te ayudo con inglés y vos a mí con historia? podemos aprovechar el tiempo
entre que terminamos de cursar acá y tenemos que ingresar al instituto.
-
Hecho. Vamos a
tener martes y jueves bastante intensos, entonces- sentenció su compañero.
Esos días ingresaban al colegio a las 7:20 hs.
Cursaban hasta las 16:00 hs. e iniciaban las clases en el instituto a las 19:00
hs. Hasta las 21:00 hs. Tenían tres horas entre ambos lugares en las cuales,
además de viajar y estudiar, consolidarían una amistad como Esteban nunca antes
había conocido. Merendaban, opinaban sobre lo que ocurría en el grupo, se
pasaban tareas y hablaban de chicas. Pronto empezaron a acordar otros días de
reuniones para avocarse exclusivamente al estudio de las materias previstas.
Pasaban días enteros juntos, más allá de los martes y
jueves. Estudiaban, pero, sobre todo, disfrutaban lo compartido.
Llegadas las fechas establecidas cada quien rindió lo
que debía. Aquiles aprobó historia. Esteban,
matemáticas e inglés. Fue gracias a cuánto se complementaban.
Para celebrar sus triunfos organizaron una pijamada.
Un sábado de septiembre llegó su invitado. Él estaba
bien vestido y la casa ordenada. Su mamá preparó nuggets de pollo y papas
fritas, cenaron juntos y miraron una película. Al rato ella se iría a
descansar. Los chicos permanecieron en la sala de estar jugando videojuegos.
Mientras tanto conversaban. Un poco, sobre todo. El
colegio, los estudios, compañeros, compañeras y sus historias. Aquiles consultó:
-
¿Por qué elegiste
bachiller con orientación en comunicación social? digo, tenías varias opciones
al ingresar, podrías haber optado por informática, o técnico industrial que
tiene más salida laboral. Pero viniste con nosotros.
-
Nunca hablé con
nadie del cole sobre por qué me cambié. Ni nada al respecto- tomó agua- me
trataban muy mal en el Tanimarias. Pero muy… y a partir de todo eso entendí que
la mejor manera de superarlo podría ser convirtiéndome en el hombre que mi
versión más chica no podía ser. Parte de eso tendría que ver con un oficio al
cual dedicarme. Entre todos el más relacionado con las inquietudes de mi mal
estar es la abogacía. Yo quiero ser abogado. Porque son quienes conocen mejor
que nadie el sistema, cómo funciona, para bien y para mal, y a partir de eso
pueden (o no) intentar cambiarlo… voy a combatir todas las injusticias del
mundo para que ningún otro chico pase lo que yo pasé- respondió el anfitrión.
Las lágrimas en sus ojos enunciaban cuánto sentía aquellas palabras que acababa
de pronunciar.
Su amigo entendió que yacía frente a otro muchacho que
atravesó mucho más de lo que contaba y estaba resuelto a trabajar sobre ello.
El resto de la velada se divirtieron y comieron golosinas. Hasta que por la
mañana su padre lo pasó a buscar.
Día tras día, desde hacía años, conversaba
telefónicamente con su abuela. Por lo menos una hora. Hablaban de cómo iba el
colegio, jugaban a “ni sí, ni no, ni blanco ni negro” y él tocaba la melodía
que debía estudiar durante la semana para las clases de piano. Ella hacía
observaciones sin dejar de felicitarlo por su afición. Sentía orgullo por el
muchacho. Y aunque no lo dijera directamente, se lo hacía saber.
Algunas veces no atendía, lo cual era extraño. El
médico había prescripto una prohibición de actividad física, y aunque podría estar
ocupada, las llamadas infructuosas a veces se repetían en un mismo día. Tras
interpelarla varias veces lo admitió:
-
Hace tiempo era
enfermera, lo saben. Desde que me diagnosticaron con artritis casi no me puedo
mover. Me siento una inútil, Esteban. Tengo más de setenta años y lo único que
hago es comer, dormir y hablar por teléfono. Estudié durante décadas. Piano,
pintura y enfermería. Tengo grado de maestra en los tres oficios. No puedo, no
quiero resignarme a la nada. Cueste lo que cueste voy a seguir dándole sentido
a mi vida. En el barrio hay un montón de gente que no tiene un mango.
Necesitan, al igual que quienes tienen prepagas y médicos privados, algún tipo
de atención, así que yo me ocupo de ellos. Y antes de que me hagan cualquier
tipo de cuestionamiento les propongo lo siguiente. Si no quieren que continúe
haciéndolo, lo que no me importa, ustedes mismos se van a ocupar de venir a
cuidar a las personas, darles las inyecciones, tomarles la presión y por sobre
todo escucharlos- planteó la abuela.
Ni Hilda ni su hijo se atrevieron a cuestionar la
decisión de la señora. No la aprobaban. Pero había dejado lo suficientemente
claro que aquello resultaría insignificante.
Las conversaciones prosiguieron con normalidad.
Se alegró en especial cuando supo que había aprobado
las previas y más aún, gracias a haber estudiado con un nuevo amigo. Fue la
primera vez que supo de un amigo de su nieto. Lo que ratificó su consejo del
año anterior, cambiarse de colegio resultó la mejor opción.
Similar fue el caso del profesor Ariel. Si bien era el
regente del colegio, no solían encontrarse allí. Aunque él estuviera atento al
desempeño académico y social del alumno. Debía velar, también, por otros casi
mil quinientos estudiantes del establecimiento. Sin contar, además, a los
compañeros del joven en la academia; ni sus compromisos profesionales como
artista, conciertos, eventos, giras y demás.
Al conocer el éxito de Esteban en todos los aspectos
ostentaría una mueca que emularía una sonrisa. No era expresivo.
-
Me parece muy bien
que estés abocándote al estudio, tanto como para aprobar las dos previas.
También que estés haciendo amigos nuevos. Pero no te duermas en los laureles.
Estás iniciando un camino muy extenso y complejo. Al margen de cuánto te
acompañemos quienes elijamos hacerlo, lo único verdaderamente determinante es
tu afán por crecer. No hablo de edades. Si no de llegar a ser aquella persona
que te gustaría… y en relación a ello, a ver si estás estudiando para el concierto
de fin de año- dijo el maestro.
El muchacho, motivado, empezaría a digitar con algo de
inseguridad las notas en el piano.
La elección habría sido un ensamble de Libertango, de
Astor Piazzolla. Cada artista prepararía sus partituras y ulteriormente se
reunirían cuanto fuese necesario para armonizar las ejecuciones ¡pero el joven
aún no estaba listo! y el ceño fruncido del severo profesor lo haría notar:
-
La clave del éxito
no tiene que ver con cumplir un objetivo, sino con mantener el progreso simultáneamente
en todos ellos. Si por un triunfo vas a fracasar en lo demás, no sirve. Hoy
estás más próximo al fracaso que a cualquier otra cosa. Porque tu
interpretación viene de mal en peor. Si vas a participar del concierto de fin
de año vas a empezar a venir dos veces por semana a practicar. Y si querés
continuar estudiando en esta academia, además de venir, vas a tocar bien.
La advertencia fue lo suficientemente clara. Y el niño
entendió que alcanzar una meta no excusaba el descuidar las demás. Debía esforzarse
aún más.
El 3 de noviembre celebró su cumpleaños. Para lo cual
optó por una reunión discreta en casa. Solos mamá, la abuela y su amigo. Era la
primera vez que tenía uno con quien compartir la ocasión. Comieron juntos
escuchando la música que Esteban elegiría, jugaron un juego de mesa y
finalmente sopló las velitas. Que ya eran catorce.
Mientras Hilda y Sofía ordenaban y limpiaban, los
pequeños continuaban viendo televisión. Interrumpían con algunos comentarios
hasta que el cumpleañero se animó a preguntar:
-
Aquiles, siento
que algunos me están haciendo a un lado ¿puede ser? me pasa, por ejemplo, que
cuando hay que hacer trabajos prácticos me ponen excusas tontas para no
integrarme en los grupos. O, si no estás vos, me responden mal cuando les
hablo… como cortante. Lo hablé con Bastián, el preceptor, pero todavía no hizo
nada al respecto. Me dijo que me quedara tranquilo. Y a mí me cuesta decirte
esto- empezó a gimotear- pero tengo miedo. Porque esto ya me lo hicieron y sé
cómo termina. Me cuesta decírtelo, pero sos el único con quién puedo hablar
bien.
Las adultas no percibieron la escena. Estaban
ocupadas.
Mientras que, lejos de desentenderse como harían la
mayoría de los niños de su edad, Aquiles abrazó a su amigo.
-
No te sientas así.
Puede ser lo que decís. Prometo estar atento y ayudarte. No va a pasar nada
¿confiás en mí? - indagó.
Tras asentir con la cabeza y tranquilizarse continuaron
mirando la televisión.
Los últimos días de aquel mes se definirían las notas.
En diciembre todo mundo tiene la cabeza más en las vacaciones que en el
estudio. Así las cosas, con la contención recíproca que se brindaban, ambos
estudiantes lograron aprobar todas las materias. No eran sobresalientes. Pero
tampoco lo pretendían.
Podrían tomarse el verano plenamente para descansar.
Aunque Esteban debía enfrentar el último desafío de
aquel 2011.
A partir de las correcciones técnicas y conductuales
del profesor Ariel, su compromiso con las clases de piano se renovaría. Tanto
que aprendió a la perfección las notas, tempos y acordes que debiera
interpretar para la ejecución conjunta de la obra seleccionada. Durante aquel
cálido diciembre se reunieron diez veces los integrantes del ensamble. Incluido
el maestro. En más de una oportunidad, sin ánimos de presumir, expuso su
talento frente a los presentes.
Llegó la fecha del concierto y tanto Hilda como Sofía
estuvieron allí. Listas para regocijarse con uno de tantos aspectos que
evidenciaban los progresos del niño que habían criado y protegido.
Lo llamaron al escenario con los otros ocho artistas.
Que tocaron simultáneamente en la misma cantidad de instrumentos.
Compás a compás las interpretaciones se armonizaban
tanto para oírse como una sola. Era como si el mismísimo Piazzolla los
dirigiese. Pero no. Era su mentor, profesor y regente, el director Ariel Arrazabal.
Quien a la vez tocaba en uno de aquellos pianos.
Al finalizar el auditorio estalló en aplausos de pie.
Era la primera vez en mucho tiempo que la academia
ofrecía un ensamble. Y fue un éxito rotundo.
Concluida la muestra, antes de que Sofía partiese a su
modesto hogar, Hilda los invitó a merendar. Té para la abuela, café para mamá y
chocolatada para el jovencito. Compartieron una torta de manzana mientras
miraban desde un ventanal el parque frente a la confitería, conversaban sobre
el año que terminaba y el que pronto iniciaría.
Capítulo 3: 2012
“Hay padres que no aman a sus hijos; no hay abuelo que
no adore a sus nietos”. Víctor Hugo.
Hacía poco más de un año que Hilda tendría su primer
trabajo en relación de dependencia. Una buena posición en el gobierno local con
la cual se correspondía una retribución proporcionalmente cuantiosa. Ello más
los trabajos autónomos que continuaba realizando por su cuenta colmaron el hasta
entonces modesto patrimonio familiar.
Alquilaban con muchísimo esfuerzo un departamento tres
ambientes.
Pero surgió la oportunidad de comprar su primera
propiedad.
Se trataba de otro departamento ubicado a algunas
cuadras. Con la misma cantidad de ambientes, piscina y salón de fiestas. Para
colmo, el pago no debía realizarse de manera íntegra. Sino que podría depositar
un capital y luego afrontar el saldo en cuotas mensuales. Una opción
inmejorable que tomó de inmediato.
Aquel febrero de 2012, en poco más de una semana y con
ayuda de la abuela, clasificaron, guardaron, embalaron y transportaron todas
sus cosas.
En uno de los recorridos, arriba del vehículo y a
sabiendas de que su nieto hacía mucho quería una mascota, dijo a su hija:
-
Que lindo que vayas
a tener tu casa propia. Lo que además de ser una tranquilidad financiera,
significa que no tenés obligación de adaptarte a reglas impuestas por nadie.
Osea… podrían tener un perrito si quisieran. Al nene le haría bien. Aunque
superamos un montón de cosas y la músico terapia parece ayudar. Siempre podemos
aspirar a más… por cierto, me parecen especialmente lindos los bulldogs, esos
que se muestran en televisión.
-
Mamá, ya te dije
que es demasiado trabajo. Tengo suficiente. No me siento en condiciones. Bastante
miedo me da el paso que estoy dando ¿no te parece? - sentenciaría Hilda.
La decisión estaba tomada. Y la idea, planteada.
Tras un mes de esfuerzos, madre e hijo se encontraron
habitando el nuevo hogar.
Cada quien se acomodó en sus dormitorios, así como sus
pertenencias.
Aquella mudanza significó la consolidación de los
cimientos para una nueva etapa. Una que parecía más prometedora que la
anterior.
Por aquellos días inició el ciclo lectivo. Esteban
cursaría su tercer año secundario. Sin que el preceptor olvidase las preocupaciones
sobre las cuales conversaron hacia fines de 2011.
Las actitudes denunciadas subsistían y se
intensificaban casi de forma imperceptible.
Aquiles seguía al lado de su amigo, pero no se podía
pretender la exclusividad del muchacho. Tenía una vida también. Ni correspondía
que trabajase en la resolución del problema.
Dada su poca experiencia, Bastián pediría a Ariel una
reunión.
El regente del colegio, como encargado de la
disciplina, sería la autoridad ideal para aconsejar al inexperto joven:
-
Tu firmeza debe
ser proporcional al sufrimiento que le hacen padecer a las víctimas. Los chicos
son inconscientes. Lo que generalmente está relacionado a la idiotez ¿qué es la
idiotez si no la falta de conciencia? allí, entre los límites del discernimiento,
que en este tipo de casos son espacios amplios, se cuela la crueldad. Entonces
uno como adulto debe intervenir. Es imposible enseñar con un reto lo que una
vida de mal formación doméstica omitió. Pero mínimamente podemos evitar que
lastimen a otros… eso sí, nada mejor que complementar las sanciones entre
padres y estudiantes culpables. Yo no castigo individuos, sino familias. Porque
suspendo indeterminadamente hasta que cumplan las condiciones pedagógicas que dispongo;
difieren de caso en caso. Y si no cumplen, se sostiene la suspensión hasta que
el menor quede libre. Lo único peor es cuando hipócritamente aparentan haber
aprendido la lección. Cumplen mis requerimientos. Vuelven y reinciden. Allí es
cuando procedo con las expulsiones. Todo, por supuesto, con la venia del
director Agathos. Hace treinta años nos manejamos así y somos un
establecimiento modelo- enseñó Ariel.
El preceptor maravillado asentía con la cabeza.
-
Al más mínimo
atisbo de malos tratos, resolvelo así. Y solo si pasa a mayores me buscás
directamente- aclaró el directivo.
-
Gracias profesor,
delo por hecho, me ocuparé de la situación- acotó tímidamente el muchacho.
Volvió a su oficina, cerca del aula. Puso a hervir el
agua en la pava eléctrica. Se preparó un mate cocido. Amargo. Se sentó y pensó…
¿debería hablar con el alumnado sobre lo que pasaba? ¿lo haría en general o
particularmente con quienes correspondiese? ¿qué les plantearía? se tomó el
tiempo necesario. Sonó el timbre del recreo de cinco minutos, durante el cual
los chicos permanecían conversando en el pasillo, y resolvió proceder.
Salió, buscó uno por uno a quienes correspondía y les
pidió que lo acompañen a su despacho.
Obviamente tal actividad se prolongó más allá de la
duración del recreo, pero Bastián contaba con la venia de los profesores para
retirar de las clases a estudiantes en casos así.
Había logrado individualizar a quienes excluían al
nuevo e incluso alcanzaban a despreciarlo con determinadas actitudes. Si bien
los malos tratos aún no escalaban, era un riesgo potencial cuya actualización
tenía a su cargo impedir.
Con cada cual el diálogo era similar. Empezaba
consultándoles sobre cómo se sentían con los estudios. Qué les incomodaba. Y a
partir de allí preguntaba sobre las relaciones interpersonales. Esencialmente
entre pares. Después, sobre el nuevo. En algunos casos la disconformidad se
manifestaba directamente; en otros requería indagación. En el caso de las mujeres
bastaba con hablar de las fiestas de quince. Todas las chicas invitaban a sus
cumpleaños a todos los compañeros… excepto a uno. Lo que significaba tema de
conversación suficiente como para evidenciar la mala conducta.
Los varones, en cambio, carecían de un denominador
común. Por lo que el abordaje sería aún más casuista. El joven preceptor
tendría el primer gran desafío de su carrera, para el cual emplearía todas sus
herramientas pedagógicas.
Tras extensas pláticas con más de treinta jóvenes
descubriría la fuente del conflicto. Un reducido número de varones se sentía
intimidado por Esteban. Sin razón. Por eso lo hacían a un lado. Claro que no lo
expresaron en esos términos, tampoco era necesario. Y era a raíz de ellos que
se generalizaba una evasiva conducta grupal.
No tendría sentido hablar con todo mundo y sus
familias para la resolución de la cuestión. Bastaría con trabajar la causa. Uno
de aquellos chicos era aquel que en su momento cuestionó, burlonamente, si el
nuevo estudiante sería “retrasado” por su diagnóstico psiquiátrico. Acto
seguido el regente lo llevó a la dirección tomándolo por la oreja. Según
entendía, en esa oportunidad se había cursado la advertencia correspondiente.
Pero el resurgimiento de la conducta ameritaba algo más. Siguió el consejo de Ariel.
Y tras una razonable justificación, notificó amablemente a cada muchacho sobre
la suspensión que entraba en vigencia. No podrían reingresar al establecimiento
por un plazo indeterminado. Al menos hasta que ellos y los adultos a su cargo
cumpliesen con los requerimientos que oportunamente el colegio les enunciaría
vía mail. Los efectos de la suspensión, en cuyo peor caso implicaría que
quedasen libres y debiesen rendir la totalidad de las materias del año en las
mesas recuperatorias de diciembre, subsistirían en tanto y cuanto tardasen en
cumplimentar sus deberes.
Progresivamente, con los incitadores en penitencia, presumía
que mermarían las conductas indeseables.
El hasta entonces desfavorable contexto social de la
escuela, salvo por contadas excepciones, dejaba a Esteban solo y expuesto. Por
lo cual admitió la sugerencia de su madre; debía frecuentar otros ámbitos donde
hubiera jóvenes.
Justo frente al edificio al cual se habían mudado
funcionaba un centro cultural. Ofrecía múltiples talleres para gentes de todas
las edades.
Llamó particularmente su atención uno de ellos: radio
para adolescentes, viernes a las 19:00 hs. Decidió inscribirse.
Por ser menor debía pedir autorización a Hilda:
-
Mami ¿te acordás
que dijiste que me busque algún lugar para ir donde haya otros pibes?
-
Sí, pero no
encuentro ninguno por la zona y sé que ir al gimnasio no te interesa- respondió
ella.
-
Encontré uno,
frente a casa. Es un taller de radio, justo tiene que ver con lo que estudio,
pero necesito que me anotes vos porque solo no me dejan ¿puedo ir porfa? - consultó
él.
-
Mañana a la tarde
vamos juntos y te inscribimos- respondió.
La tarde siguiente cruzaron la calle e ingresaron al
lugar donde fueron atendidos por dos recepcionistas. Quienes explicaron que los
cursos eran gratuitos. Solo aceptaban donaciones a voluntad.
Completaron los formularios pertinentes y les
explicaron que el curso ya había comenzado, pero el joven podía sumarse a
partir de aquel viernes.
Aunque una hora antes iniciaban sus clases de piano,
consideró que podría ingresar algunos minutos tarde al taller de radio. No
incumpliría con ninguna de las actividades. Y así lo hizo.
Llegó tan entusiasmado como cansado a su primer
encuentro.
Golpeó la puerta y una voz femenina autorizó el
ingreso. Era la profesora.
Con ella yacía, alrededor de varias mesas juntadas, un
grupo de quince jóvenes de distintas edades.
Quizás por tratarse de una actividad que todo mundo
realizaba por placer, o por sus personalidades, o ambas, el clima era ideal.
Sin gente excluida, ni confrontaciones de ningún tipo,
realizaban los ejercicios que la profesora indicaba. Reían, conversaban acerca
de cómo fue la semana de cada quien ¡y hasta comían en grupo después del
taller!
Empezaba a conformarse un nutrido grupo de amigos.
Y como en todo grupo, unos tienen más afinidad con
otros que con el resto. Siempre pasa. Esta no sería la excepción. En aquel
marco, Esteban se llevó especialmente bien con Héctor, Adriano y Emmanuel.
Los cuatro se encontrarían los fines de semana para
mirar películas, jugar videojuegos y comer juntos.
Su madre había tenido razón.
Así, hasta el momento la agenda semanal cada vez
estaba más repleta. Y aunque resultase de decisiones propias como estudiar
piano, hacer un taller de radio y pasar tiempo con amistades; fueron tomadas
sin contemplar que los programas de estudio del ciclo lectivo en curso imponían
una mayor cantidad de temas y complejidades en comparación a los años
anteriores.
De lunes a viernes ingresaba al colegio a las 7:20 hs.
y cursaba hasta las 16:00 hs. Los malos tratos habían mermado y los
responsables continuaban ausentes.
Martes y jueves a las 19:00 hs. iba con Aquiles al
instituto de inglés, del cual salían a las 21:00 hs.
Los viernes tenía clases de piano de 18:00 a 19:30 hs.
Y llegaba (corriendo) al taller de radio a las 19:45 hs. para finalizar a las
21:00 hs.
Todo esto sin contemplar el gusto adquirido por
reunirse con amigos a pasar el rato.
Por un lado, contaba con su incondicional confidente Aquiles;
y por el otro con Héctor, Adriano y Emmanuel.
Cada día en el colegio debía rendir algún examen y/o
entregar algún trabajo práctico. No había noche en la cual se acostase antes de
las 4:00 hs. de la madrugada. A veces amanecía con menos de dos horas de sueño.
Pero el deber siempre cumplido, los exámenes preparados y los trabajos
prácticos terminados. Las partituras estudiadas y los ejercicios de locución ensayados.
Había abandonado un solo hábito, ya no hablaba (tanto
como antes) con la abuela.
Ella sabía por Hilda que su nieto estaba muy atareado.
No tenía pretensiones ni reclamos, por el contrario, celebraba los progresos y
la evidente sanación. Conversando con su hija no podía dejar de evidenciar
cierto orgullo por su incidencia en la decisión de cambiar de colegio al
muchacho:
-
Lejos de mí está
el creernos perfectas. Pero que hicimos todo lo que pudimos por criar a tu
hijo, nadie lo puede discutir ¡y si habremos resuelto situaciones
extraordinarias! desde el día uno sostengo que no necesitás un macho… y vos
encaprichada con el inútil de Eugenio. No servía para nada- comentó Sofía.
-
Sí mamá, es
verdad, pero con un hombre al lado todo habría sido más fácil- respondió Hilda.
-
No necesariamente-
sentenció la abuela.
Silenciosamente extrañaba el trato con su nieto. No
era su hijo, pero lo había criado. Y, aunque cada vez más a la distancia,
despedía al niño que cuidó mientras conocía al joven que formó.
A veces él la llamaba. Ella no. Evitaba ser invasiva y
hasta le daba vergüenza.
Y cuando conversaban por teléfono, porque ella ya no
podía moverse más allá de su casa, era el día perfecto. El tiempo apremiaba,
pero aún escuchaba las melodías que Esteban practicaba a través del teléfono y
se ponían al corriente.
Una de sus conversaciones versó sobre la nota que él
encontró en su pupitre, al volver de un recreo. En un sobre cerrado que rezaba A:.L:.G:.A:.D:.U:.
Lo abrió discretamente.
Miércoles 12 de septiembre de 2012
Estimado Sr. Aparicio, Esteban;
Tenemos el agrado de invitarle a Ud. y familia a
nuestra próxima tenida blanca, a realizarse dentro de dos semanas, con fecha
viernes 21 del corriente a las 19 hs. en el Palacio Kairós, sito en Av. Dante
Alighieri 1242 de esta Ciudad de Buenos Aires. En ella expondrá la orquesta
sinfónica Astor Piazzolla. Se interpretará un repertorio que entendemos, será
de su agrado. Hasta entonces.
Saludos fraternos;
Norberto Politi, Gran Maestro de la República
Argentina.
Inquieto por la extraña y algo invasiva misiva,
resolvió guardarla e indagar luego. Tenía un día extenso por delante todavía.
Al volver a su casa contactó a Sofía. Ella fue
reticente respecto de que el muchacho asistiera al evento. O más bien, que se
acercase de cualquier forma a La Orden. Además, le disgustó la soberbia con que
presumían que concurrirían:
-
Tu abuelo, el Sr. Katz,
integraba ese grupo. Alcanzó uno de los grados más altos. Creo que ya lo
sabías. Fue un buen hombre, un idealista que desde la política dio tantas
batallas. La última quedó inconclusa. Hubo una disputa en la Patagonia por la
cual se opuso a uno de sus mayores discípulos. Y cuando estaba a punto de
resolverla, un accidente causado por una pérdida de gas nos lo arrebató. Me
hacés acordar tanto a él… no quiero eso para vos. Sos libre de hacer lo que
quieras, de más está decirlo, pero ya pasaste por suficiente. Permitite un
freno mijito. No necesitás esto- espetó la abuela.
El muchacho también consultó con su madre, quien,
contrariando a Sofía, siempre había querido conocer más a fondo aquella
agrupación; aunque su propia madre se lo prohibiese tanto tiempo atrás. Otra
muestra de que aquello que se prohíbe, en cierta forma, se fomenta. Se
comprometió a acompañarlo, un poco para satisfacer sus propias inquietudes y
otro tanto para cuidar de su hijo de catorce años.
Hasta el momento había un empate. Una persona aconsejó
declinar la propuesta y otra aceptarla. Él no estaba seguro de qué quería. Pero
había alguien más a quien recurrir.
Tras indagar en Internet y descubrir que tenida blanca
significaba “reunión abierta al público” resolvió consultar con el profesor Ariel.
Participar implicaba ausentarse a la clase de ese día, así como al taller de
radio.
Resultó una decepción que el maestro plantease
desconocer totalmente el tema:
-
La verdad no sé
qué es La Orden, ni tenida, ni nada de eso. Tampoco es que me parezca un tema
interesante, en lo personal. Yo no puedo decirte qué hacer. Ni corresponde.
Pero me permito sugerirte indagar. Tanto como para convencerte a vos mismo
sobre qué crees mejor. Ya no sos un niño, nadie decide por vos. Ahora lo mejor
que podemos hacer quienes te queremos es acompañar tus propias decisiones- le
dijo.
Prosiguieron la clase con normalidad.
Aquel fin de semana el chico siguió el consejo del
maestro. Tras varias horas de lecturas entendió que había un sesgo de misterio
por lo cual surgían tantas habladurías. “Que son satánicos”, “que hacen
brujería”, y demás. Todo le parecía muy tonto. Y si fuere cierto, aunque
estuviese en desacuerdo con aquellas prácticas, estimó que debiera descubrirlo
por sí mismo. No limitarse a nociones impuestas por el chisme. Decidió ir.
Notificó sobre su ausencia al profesor y, sin dar
explicaciones, al taller de radio.
Llegó la fecha consignada en la invitación.
Con su mamá se vistieron para la ocasión y partieron.
Viajaron en subte.
Al ingresar al histórico edificio encontraron a
cientos de personas en una inmensa sala de recepción. Flanqueada con altos
muros cubiertos de cuadros.
Una araña dorada colmaba de luz cálida el lugar.
Tras unos cordones que limitaban el paso, a los pies
de una extensa escalera de mármol, se encontraban diez hombres. Todos vestían
trajes negros, corbatas negras y camisas blancas. Por sobre ello una especie de
delantales los cubrían entre la cintura y las rodillas. Ostentaban medallas en
sus sacos.
Pasaron los minutos y repentinamente otro caballero se
presentó ante los invitados.
Corpulento, con el ceño fruncido y un prominente
bigote planteó:
-
¡Buenas noches a
todos, distinguidos invitados! mi nombre es Simón Astudillo. Soy el Pro Gran
Maestro de La Orden argentina. Fueron convocados a esta nuestra sede, para
acompañarnos durante una velada colmada de arte y buen gusto. A continuación,
quitaremos los cordones. Les pido por favor, tengan a bien subir las escaleras
hasta su último escalón; no se detengan en los entrepisos.
El semblante del caballero no daba margen para la
desobediencia.
Se cumplió la orden y, al terminar de subir, un salón
aún más amplio e imponente que el anterior yacía ante todos con sus puertas
totalmente abiertas.
Hacia el fondo del lugar había tronos de madera que se
elevaban sobre una tarima.
En el medio una especie de tablero de ajedrez coronado
por un tipo de altar.
En los laterales, asientos donde acomodarían al
público. Al hallarse todos donde debían, ingresaron las autoridades del lugar.
Todos varones. Conducidos por uno entrado en años. Lucían las mismas
vestimentas que los diez de la recepción. Subieron a la tarima y tomaron sus
sitios. El señor mayor que conducía al resto se acomodó en el trono central.
Tomó, nuevamente, la palabra Astudillo:
-
Gracias por
acompañarnos en esta ocasión, estimados invitados, hermanos entre el público,
autoridades de La Orden y en especial al Gran Maestro, Dr. Norberto Politi,
para quien pido un aplauso.
Los asistentes aplaudieron, y aquel caballero entrado
en años se puso de pie, ofreció una tímida reverencia mientras sonreía y se
volvió a sentar.
Continuó el Pro Gran Maestro:
-
Ahora recibamos
cálidamente a la orquesta sinfónica Astor Piazzolla.
Ingresaron al salón al menos veinte artistas con sus
instrumentos. Se acomodaron sobre el pseudo tablero de ajedrez e iniciaron la muestra.
Tras una hora de interpretaciones el espectáculo
concluyó.
Madre e hijo se retiraron con más preguntas que
respuestas ¿quiénes eran esos hombres? ¿por qué vestían así? ¿y las medallas?
¿qué habría en los tantos lugares a los que se podía acceder desde la magnífica
escalera de mármol? el entusiasmo de ambos se percibía a flor de piel.
Durante los últimos meses la situación económica de la
abuela había empeorado. Su jubilación mínima era solo suficiente para costear
gastos fijos, sin contemplar ni siquiera alimentos. Por ello, su hija y su
nieto le llevaban semana por medio montones de provisiones.
Por decisión de ella no permanecían mucho tiempo en el
lugar. Insistía, y era cierto, con que el barrio era peligroso.
El procedimiento era siempre igual.
Llegaban en taxi. Hilda permanecía en el vehículo para
asegurarse de que este no se fuera (porque ningún chofer quería estar demasiado
tiempo allí), la abuela les tiraba las llaves desde el balcón, Esteban las
tomaba, abría la puerta, subía rápidamente las escaleras, dejaba las bolsas con
mercadería sobre la mesa de la sala de estar; y volvía tan de prisa como podía
con su madre.
Sofía ya no podía visitarlos por sus dificultades
motrices y las llamadas telefónicas, aunque cada vez más distantes, eran un
hábito arraigado. El único problema era que el viejo teléfono de línea de la
señora ya no funcionaba bien, el tono se cortaba o a veces ni siquiera sonaba.
No usaba celular. Por lo que su hija procuraría cambiárselo. La ocasión
perfecta sería la celebración de su cumpleaños. La fecha exacta era el viernes
21 de octubre de aquel 2012. Pero se reunirían, sin importar que la anfitriona
no quisiera, en su casa el domingo 23.
No obstante, por supuesto, la llamaron reiteradamente
durante el día viernes. No respondió, evidentemente por el teléfono
descompuesto. En dos días la sorprenderían con una inesperada visita, una torta
y, entre los varios regalos, su nuevo teléfono.
-
Si queremos que
sea una fiesta sorpresa no podemos pedirle las llaves, vamos a entrar con esta
copia que me dio por si alguna vez había una urgencia. No me gusta usarla, pero
es la única forma- indicó Hilda a su hijo.
Fueron en taxi.
Esta vez la madre no permaneció en el vehículo. La
abuela no arrojó las llaves. El muchacho no las recogió ni corrió por las
escaleras.
Ingresaron en silencio, con decenas de paquetes, a la
modesta y antigua casa.
Subieron las escaleras cuidadosamente y golpearon la
puerta que daba a la sala de estar.
Esperaron a que Sofía abriera. O preguntase quién era.
Pasaron varios minutos y concluyeron que quizás
estaría en el baño. Por lo que no escucharía los golpes a la puerta. No había
timbre. Siguieron esperando.
Quizás se estaba bañando…
Tras diez minutos, Hilda resolvió ingresar. En primera
instancia se accedía a una sala de estar. Desde la cual, hacia la izquierda
estaba el dormitorio mientras a la derecha la cocina y el baño.
-
Vos fijate si la
puerta del baño está cerrada. O escuchás algún ruido por allí. Andá llamándola
y diciendo que somos nosotros por si acaso, así no se asusta. Yo voy para el
dormitorio. Puede haberse quedado dormida- ordenó a Esteban.
El joven obedeció.
-
¡Ma, acá no hay
nadie! - espetó a su madre.
-
Lo sé- respondió
ella.
Era una de esas ocasiones en las cuales nadie puede
prever cómo reaccionará. La única certeza fue que no tenían nada que celebrar.
El nuevo teléfono ya no serviría para nada.
Tantos actos de amor, contención y enseñanzas se
convirtieron en legado.
La abuela Sofía estaba allí. En su cuarto. En su cama.
Sin vida.
En la mesita de luz había una carta consignada “Para Esteban”.
La guardó en sus bolsillos.
No supo más que llorar y pedirle a su hijo que la
acompañe hasta la vereda. Todo era demasiado. Estaba en shock. No alcanzó a
pronunciar palabra alguna hasta que el chico, estupefacto, intentó volver a
entrar.
Hilda lo detuvo:
-
La abuela no está
allí, hijo- expresó en un susurro. Mientras sus ojos se colmaban de lágrimas.
Esteban entendió todo. Mantuvo la compostura. Lejos de
coincidir en el colapso emocional permaneció consolando a su madre y llamó a la
policía.
El resto del día no fueron más que trámites
burocráticos…
Todo mundo respetó el tiempo que la aún más disminuida
familia precisó por luto.
Cuando el estudiante volvió al colegio fue recibido
por el preceptor. Desayunaron en su oficina, mate cocido y galletitas de
vainilla. Fue una conversación distendida, sobre ningún tema puntual. Al
finalizar, Bastián sacó de su escritorio una pila de fotocopias:
-
Estos son apuntes
de tu compañero Aquiles, sobre lo visto en cada materia durante las últimas
clases. Me los ofreció por su propia cuenta y coincido en que es buena idea que
los tengas, para que despacito te pongas al día- dijo al joven.
Recibió los papeles de buena gana, dio las gracias e
ingresó al aula.
Para su sorpresa, también se habían reintegrado
quienes anteriormente motivaban su exclusión. Aunque lo miraban con un gesto
amenazante prefirió ignorarlos. Confiaba en que las autoridades del colegio
habrían hecho lo necesario para no volver a la situación anterior.
Se sentó al lado de Aquiles, quien lo contuvo en cada
momento. También le agradeció por el buen gesto de prepararle copias de todo lo
visto recientemente.
Los días transcurrieron con normalidad hasta que, sin
razón, los estudiantes reinsertados en el curso tras sus suspensiones
propinaban cometarios ofensivos. En cualquier circunstancia. Incluso fuera de
contexto. Pero el ensañamiento era evidente.
-
¿Por qué no te
defendés boludo? si no hacés nada te van a seguir pasando por arriba- preguntó
su amigo.
Esteban respondió:
-
Ya di un montón de
peleas, Aquiles. Hace mucho tiempo me defiendo. Esto no es nada. Hubo cosas
peores ¿y sabés qué pasó cuando intenté defenderme? nada. Contrariamente a lo
esperado, todo empeoraba. Por primera vez en esta vida de mierda las cosas iban
bien. Y la perdí a ella… no tengo fuerzas.
El chico, inmerso en un estado de indefensión
absoluta, rompió en llanto. Aquel que no pudo permitirse frente a su
desmoronada madre.
Tanta angustia retenida tanto tiempo no hizo más que
imponerse en el peor momento posible.
Alrededor los compañeros reían. Disfrutaban la escena.
Mientras Aquiles lo abrazó:
-
Tranquilo. Está
bien que fluyan las emociones. Mi viejo siempre dice que, si lo sentís, sea lo
que sea, está bien.
Soltó a su amigo y sin mediar palabra le rompió la
nariz a uno de los burlones.
Permaneció firme frente al resto mientras el herido
sangraba y pedía ayuda.
-
¿Qué les pasa que
ya no se ríen? ¿no es graciosa una nariz rota? ¿y por qué sí el llanto de Esteban?
la próxima que anden con sentido del humor… les cuento otro chiste. Giles de mierda.
Esteban presenció la escena exhorto. Volvió a
agradecer al joven por otro noble gesto.
Nadie más lo molestó. Al menos por un tiempo.
Cuando Aquiles, un día, faltó al colegio, los agresores
encontraron oportunidad para darse gusto. La mañana inició con los ya conocidos
comentarios insultantes. Mas las hostilidades se agravaron a lo largo de la
jornada. Las últimas horas del día tenían educación física. Los varones tenían
clases con un profesor y las alumnas con una profesora. La consigna para los
primeros consistió en que la mitad trotase alrededor del gigantesco patio
indeterminadamente mientras los demás realizaban series de abdominales
ordenadas por el docente. Prosiguieron con ello.
Mientras los abusadores integraban el grupo que
trotaba, Esteban permaneció con el otro haciendo abdominales.
En aquellas circunstancias los comentarios, cada vez
peores, se convirtieron en agresiones físicas. Pasaban por donde estaba el
muchacho y lo golpeaban en la cara. Él no reaccionaba. No sabía qué hacer. Y
antes de que dilucidara cómo proceder un estruendoso grito paralizó a todos.
-
¡¿Qué mierda están
haciendo?! - exclamó el regente.
Se acercó con pasos firmes a uno de los agresores. Le
pegó un cachetazo:
-
¡Ríanse! - ordenó
a los demás- ¡ríanse como si su permanencia en el colegio dependiera de ello!
Nadie podía creer lo que veían. El directivo tomó a
otro de los agresores fuertemente del brazo e indicó al resto que los
acompañen. Mientras el director observaba todo desde la puerta de su oficina, a
donde se dirigía Ariel con los estudiantes.
La clase concluyó y aún se desconocía qué ocurriría
con los castigados. Hubo quienes permanecieron después del horario de clases
esperando novedades. Esteban se retiró.
Al día siguiente, otra vez desayunó en la oficina con Bastián
y, en esta oportunidad, también con el regente:
-
Perdón por lo que
viste ayer. No está bien que un docente agreda a estudiantes. Pero es
importante que entiendas cuánto nos importa tu bienestar. Somos conscientes de lo
que atravesaste. Y, aunque mis modos sean cuestionables, te prometo que este
colegio jamás va a permanecer de brazos cruzados mientras haya bullying- indicó
quien, además, era su profesor de piano.
Prosiguió Bastián:
-
A los chicos que
te venían molestando desde hace tiempo les advertimos sobre la nocividad de sus
conductas. Continuaron. Después los suspendimos. Tanto ellos como sus familias
cumplieron con las condiciones para sus reingresos. Y así como volvieron
repitieron el error. Por eso, tras lo ocurrido el día de ayer, toda la
dirección del colegio acordó unánimemente disponer sus expulsiones. No tenés
que preocuparte más por ellos.
Agradecido, el muchacho manifestó su sensación de
tranquilidad y volvió al aula. Era una pequeña victoria entre tantos desafíos.
Estaba protegido.
Aquiles celebraría tanto como Esteban la resolución de
los directivos respecto de los hostigadores. Pero seguía percibiendo su
angustia. Procuró animarlo. Entonces le planteó:
-
Mirá, yo cumplo
años ahora a fines de octubre. Creo que vos a principios de noviembre ¿te
gustaría celebrarlo juntos?
-
¡Obvio, le avisó a
mi mamá y lo coordinamos! - respondió su amigo.
Ese mismo día, al regresar a casa hablaría con Hilda.
Comentó la propuesta del compañero y sus ganas de aceptarla. Pero debían
organizarse con los padres de él sobre gastos y demás. Indicó a su hijo que
diera su número de celular, así la podían llamar.
En el transcurso de la semana fue contactada por Tito
“el mariscal” Dionisio, padre de Aquiles. Resolvieron costear a medias un
almuerzo con algunos compañeros de sus hijos.
Algo de aquel hombre generaba incertidumbre, pero no
le pareció necesario preocuparse por ello.
Muy paulatinamente, si se prestaba la suficiente
atención, en algunos momentos se podía percibir cierta mueca en la boca de Esteban.
Intentaba volver a sonreír. Pero parecía costarle.
La tristeza del muchacho halló resguardo en los ánimos
del otro cumpleañero.
Con él y no más de diez compañeros compartieron el
festejo. Comieron hamburguesas, papas fritas y toda clase de golosinas. Las
conversaciones fluían y el bullying se evidenciaba cada vez más como un
problema resuelto. Era uno más del grupo. Sin miedos, sin necesidad de
defenderse o hacer oídos sordos. Podía relajarse, por fin.
Participaron del almuerzo sus compañeros del taller de
radio, Héctor, Adriano y Emmanuel. Que, aunque no eran del colegio, Aquiles no
tenía problema con que estuvieran allí. De hecho, parecía contento de ver bien
a Esteban.
Héctor se comió siete hamburguesas completas y no
dejaba de preguntar a los demás por qué tan tímidos “con el morfi”. En tanto Adriano
y Emmanuel permanecían ruborizados.
Mientras, los padres conversaban.
-
A mi esposa le
habría encantado presenciar este vínculo. Digo, la amistad entre nuestros hijos
me parece enternecedora. Hay hermanos que desearían llevarse tan bien como
ellos- planteó Tito.
Hilda no respondió. Regalaba una risa forzada y
asentía mientras continuaba sintiendo algo de incomodidad al lado del curioso
hombre.
Una hora más tarde servirían la torta. Tres capas de
bizcochuelo de vainilla intercaladas con crema chantillí y frutillas. Sobre
todo, había una cobertura de chocolate. Y dado que ambos jóvenes cumplían
quince años; serían treinta las velas que coronarían aquel postre.
Héctor pasó el dedo sobre la superficie, desesperado
por probarlo. Todos se reían. Incluso él, mientras degustaba.
Instantes antes de que iniciaran el tradicional
cántico llegó el profesor Ariel. Saludó cordialmente a Hilda, a Tito y a ambos
cumpleañeros. El resto de los chicos, excepto por los que no estudiaban en el Poixi,
parecían temerle.
Pidieron los deseos y soplaron las velitas.
Aunque lo único que Esteban verdaderamente quería no
era posible, entendió que aún podía desear otras cosas en la vida. Recordó a su
abuela…
-
(…) estaré
presente siempre que así lo elijas (…)- le dijo alguna vez.
El mejor tributo a alguien que amamos es recordar sus
lecciones. Y esta era una de ellas.
Entonces empezó a sanar esa herida, hasta entonces
abierta.
Dentro del sobre que Hilda había encontrado en la
mesita de luz de su madre, aquel funesto domingo, había cien dólares, con los
cuales compraría el regalo para su hijo. El último de parte de su abuela.
Acercaron una gigantesca caja al muchacho. Al abrirla
se oía un gimoteo. Era una cachorra de bulldog. Sana y regordeta. Él la alzó, acercó a su rostro y ella lo
lamió. Sería su primera mascota.
El regente quiso, discretamente, pagar la totalidad de
la cuenta como regalo para los estudiantes. Mas se sorprendería al oír que
estaba paga. El cajero señaló al padre de Aquiles. Se dirigió hacia él y le
dijo:
-
Tito “el mariscal”
¿correcto? agradezco el gesto, pero por favor permítame reintegrarle el gasto-
mientras la madre de Esteban escuchaba.
-
Yo le agradezco a
usted, profesor, pero de ninguna manera. Para mí es un gusto hacerle este
modesto presente a nuestros hijos- respondió Dionisio, mientras miraba a Hilda.
-
Gracias. Aunque no
era necesario. Le transferiré la mitad- se limitó a aclarar ella.
Imperaba cierta tensión en el ambiente que solo el
griterío de los chicos apaciguaría. Quienes decidieron llamar Sofía a la
perrita.
Los padres pasaron a retirar a sus hijos.
En cuestión de minutos permanecerían en el lugar ambos
cumpleañeros, Hilda, Tito “el mariscal” y Ariel.
Conversaban sobre el colegio hasta que “el mariscal” miró
su reloj:
-
Disculpen, pero a
la noche, en casa, le haremos una cena familiar a Aquiles y deberíamos partir
para llegar con los preparativos. Gracias por todo.
Sin dejar de agradecerle a él, los otros dos adultos
en el lugar insistirían con que devolverían cuanto pagó por demás, aunque
valorasen el buen gesto.
Los chicos se despidieron con un abrazo.
Ariel llevó a Esteban y a su madre hasta la casa. Ella
lo invitó a pasar para merendar, pero él (gentilmente) declinó la propuesta.
Durante el resto del mes, el desempeño del chico mermó.
Quizás no pudo soportar tantas presiones por tanto tiempo, lo desestabilizó la
pérdida de Sofía, o fue solo cansancio. Tal vez una conjunción de todo. Pero
nadie le reprochó y, por el contrario, acompañaron su proceso de readaptación a
una rutina que parecía superarlo.
Desaprobó exámenes y debería rendir algunos contenidos
en diciembre.
En lugar de ello, optó por homenajear a su abuela en
el concierto de piano de fin de año.
Ya no estaba quien le había enseñado sus primeras
lecciones, lo había contenido, formado y guiado tanto. Incluso podría decirse
que ella lo salvó.
Esteban interpretó “Adiós Nonino” en el escenario. En
cada nota reflejó cuánto sentía la pérdida. Una para la que nadie está
preparado. Las imperfecciones técnicas en la digitación fueron insignificantes,
las partituras eran opacadas por una inmensa emotividad impresa en su melodía.
Todos aplaudieron. Él reverenció al público con lágrimas en sus ojos. Bajó del
escenario y se sentó junto a su madre.
Había sido un mal año, frente al cual todos habían
hecho lo mejor posible. Terminó al fin.
Capítulo 4: 2013
“Los hombres pasan, las ideas quedan y se transforman en
antorchas que mantienen viva a la política democrática”. Raúl Alfonsín.
Aquellas vacaciones, lejos de significar un descanso;
resultaron un extenuante tiempo de estudio. Con mucho sacrificio, siguiendo el
método hasta entonces aplicado, preparó programa por programa cada materia.
Eran solo dos. Tenía la certeza de pasar a cuarto año. Rendiría a fines de
febrero, pero prefirió prevenir que curar. Tanto como para obsesionarse con su
plan de estudios personal y aprender cuanto debía hasta el más mínimo detalle.
Quería iniciar el próximo ciclo lectivo desde cero. Hoja en blanco. Y no era
para menos tras todo lo ocurrido.
En sus ratos libres leía. Decidido a convertirse en un hombre
culto optó por diversos materiales. Entre otros, política e historia. Y
particularmente, argentina.
Formarse lo inquietó. No podía conocer sin sentir. Tomaba
partido por unos u otros en cada suceso del que se informaba. Se interiorizó
sobre el rol de los partidos políticos en la historia nacional contemporánea y
desarrolló afinidad por uno: la Unidad Ciudadana Reformista.
Oportunamente aprobó los exámenes pendientes y concentró
todas sus energías en continuar el incipiente año con el pie derecho.
Como siempre, asistiría a sus clases de piano donde, además
de estudiar, conversaba con su profesor. Desde la pérdida de la abuela, el
interés por su estudiante se profundizó. Antes de evaluarlo sobre sus prácticas
semanales compartían quesos, fiambres y limonada. El muchacho le contaba sobre
cómo iba en los distintos ámbitos. Por lo cual, naturalmente, planteó su
reciente simpatía partidaria. Así como su interés por militar en política.
Ariel observó:
-
Me parece muy bien que te formes y tengas una
postura propia. Lamentablemente no es lo más habitual en los chicos… y tampoco
grandes, hoy en día. La gente es cada vez más estúpida. Pero bueno, al margen;
el director Agathos este año se retira.
-
¿Pero no es demasiado joven? - preguntó el
chico.
-
En efecto. Pero no abandona por edad, si no por
incompatibilidades. Él es, precisamente, un dirigente del reformismo porteño. Y
va a ser candidato en las elecciones de octubre. Su puesto en el colegio va a
quedar a mi cargo. Si querés puedo hablar con él para que conozcas mejor la
política desde adentro. A título personal, nunca quise involucrarme, aunque
comparta tu afición; ni lo recomendaría. Pero como te dije más de una vez,
nadie puede decirte qué hacer. Lo más sano, para mí, es que vivas tus propias
experiencias- ilustró Arrazabal.
Y así lo acordaron. Las clases iniciaron con un nuevo
director, quien coordinó con el anterior la participación del muchacho en
política.
El ciclo lectivo comenzó con normalidad. Ya no había
alborotadores por los cuales preocuparse y el trato con todos era de lo más
ameno. Allí compartía las jornadas con su amigo Aquiles. En cuanto Bastián y Ariel
permanecían atentos sobre todo el alumnado y, en especial, su joven amigo.
En el taller de radio se reencontraría con Héctor, Adriano y Emmanuel.
Durante el verano, el primero de ellos había engordado excesivamente. Pero se
lo veía feliz.
Cada viernes llegaba apurado y tarde, tras terminar la clase
de piano. Nadie le reprochaba porque era algo consensuado con la profesora.
Durante algunas horas practicaban ejercicios de locución.
Recibieron la grata sorpresa de que todo el aprendizaje
consumado tendría oportunidad de exponerse. Porque a partir de septiembre
tendrían su propio espacio en una emisora local.
Dividieron sus funciones en el programa y, aunque la mayoría
quería que Esteban fuera el conductor, al notar que Adriano también lo quería,
decidió cederle el lugar. Él, en cambio, optaría por ser el columnista de
política. Héctor hablaría de gastronomía y Emmanuel de fútbol.
En relación a ello, por aquellos días recibió un llamado de
su ex director, Timoteo “el griego” Agathos.
-
¿Cómo estás Esteban? espero que bien- saludó el
político.
-
¡Hola Timoteo! todo bien por suerte. Gracias
por preguntar- respondió el chico.
-
Me alegro. Yo extenuado de trabajo. La política
es aún más demandante que la docencia. Siento no haber tenido oportunidad de
despedirme. Pero con la conducción del colegio estimamos óptimo que iniciara el
período lectivo en curso con el nuevo director ya instalado en el cargo. Ariel
es un excelente colega educador, con quien he trabajado durante décadas.
Seguramente tendrá una gestión impecable. Como lo hizo desde la regencia. En la
historia del colegio nunca hubo índices de buen comportamiento tan altos. Y
cuando no los había… ya sabés como se maneja él. Siempre secundé sus decisiones
en cuando a la disciplina. Pero yendo a lo que nos atañe… me indicó que te
gustaría conocer más de cerca la política ¿es verdad? - interpeló Agathos.
-
¡Sí, por favor! no sé qué debería hacer, ni
dónde ni cómo. Pude leer un poco pero nunca me metí- dijo Esteban.
Timoteo indicó un día y horario. Lo recibiría en su comité.
Al llegar al lugar, encontró un magnífico portón rojo, con
ventanales, abierto de par en par. En los vidrios la letra imprenta ilustraba “Unidad
Ciudadana Reformista”. Dentro, sentadas en círculo, había al menos cincuenta
personas.
El muchacho ingresó tímidamente. La reunión no había empezado
y cada quien conversaba con sus conocidos.
De repente lo interceptó su preceptor, quien también militaba
allí:
-
¡Que bueno verte acá, Esteban! “el griego” dijo
que te querías sumar. Yo estoy a cargo de organizar a los pibes. Básicamente la
militancia política tiene dos grandes aspectos. Que son juventud y mayores.
Hasta los treinta años integrás al primer grupo; aunque podés ayudar en
actividades de los demás. A partir de esa edad contás como mayor y ya no
intervenís en lo que hacen los más chicos. Eso, que digamos como primer
pantallazo- explicó Bastián.
-
Perfecto ¿y concretamente qué se hace acá? - preguntó
el chico, confundido.
-
Hay varias cosas. Lo de hoy se llama plenario.
Es una reunión de vecinos para debatir un poco sobre todo y pensar,
especialmente, qué hacer respecto de los problemas del barrio. Pero también hay
movidas por fuera del comité, actos, ollas populares… de todo. Vos podés elegir
qué hacer también. Si pensás alguna actividad que creas que puede sumar. Eso es
lo lindo de la militancia política. No hay ningún manual. La hacés vos mismo
día a día- concluyó el preceptor.
El chico escuchaba atentamente.
-
Entonces si quisiera, por ejemplo, abordar una
cuestión específica solo debería pensar una forma eficaz y coordinarla con vos
¿no? - preguntó Esteban.
-
Sí, conmigo, con Timoteo… con el grupo en
general. Militar es eso, resolver los problemas de la gente entre todos.
Pronto inició el plenario donde el joven fue formalmente
presentado.
Conversaron durante horas mientras tomaban mates con
facturas. Por momentos el debate era sobre economía. Después seguridad. También
educación y, por último, aunque no menos importante, desarrollo social.
Un encuentro fascinante del cual partió con ideas en el
tintero. Posteriormente pidió una reunión con Bastián para compartírselas.
Estaba ansioso por empezar a hacer política. En un recreo coincidieron.
Acomodados en el despacho del preceptor, planteó:
-
Vos sabés claramente mucho de lo que atravesé.
Tanto en el colegio anterior como acá. De hecho, sin tu ayuda y la del director
Arrazabal me seguirían golpeando en el patio. Pero tuve suerte. No todas las
víctimas de bullying tienen profesores atentos que los defiendan. Por lo que se
me ocurrió, y quizás sea una pavada, que podríamos coordinarnos en el comité
para estudiar la problemática, abordarla, visibilizarla y hacer algo al
respecto.
-
¡Es brillante! - exclamó el correligionario - organicemos
una primera reunión, llamemos especialistas, indaguemos qué soluciones ofrece
el estado y complementémoslas.
Acordado el eje sobre el cual versarían los primeros pasos
militantes del muchacho, notó que su interlocutor tenía algo más por decir.
-
Necesito pedirte ayuda con algo, Esteban- dijo-
la mayoría de tus compañeros están teniendo dificultades con algunas materias.
En tu caso, por ejemplo, matemáticas y físico- química; pensé en que armemos un
grupo, con quienes quieran, para quedarnos un día a la semana después de clases
practicando lo que le cueste a cada quien. Osea que alguien podría explicarte
matemáticas y físico- química, después vos podrías ayudar a alguien con lengua
y literatura, por ejemplo, que la rompés ahí, o con historia ¿te animarías? lo
consideraré un favor personal.
-
Dalo por hecho, lunes y miércoles después de
clases contá conmigo- concluyó Esteban.
Programaron los encuentros para cada lunes después de clases.
De más de cuarenta estudiantes permanecerían en el lugar
menos de quince. Pero bastaban para abarcar todas las materias. Quien no
supiera sobre alguna, ayudaría en otra.
Aquiles, como casi todos los demás, no lograba analizar
sintácticamente una oración. En aquel año de la secundaria habían alcanzado el
mayor nivel de complejidad de análisis y muchos corrían riesgo de desaprobar la
materia.
El único de los presentes que entendía el procedimiento sería
su amigo. Acompañado por Bastián se instaló una tarde en el pizarrón. Todos
analizaron conjuntamente las más de treinta oraciones que la profesora había
ordenado como tarea. Y paso a paso el muchacho les explicaba el por qué.
Cuando, aunque sea uno solo no entendía o tenía dudas, todos se detenían para
intentar responderlas. Fue en todo sentido del concepto, nivelar para arriba.
Otra oportunidad, a cargo de Aquiles, versó totalmente sobre
físico- química. Desarrollo y resolución de las fórmulas, así como de sus
variables, para cada caso concreto. Como habían hecho anteriormente, una
explicación pormenorizada de cada etapa del proceso y las dudas que pudieran
surgir.
Más chicos desarrollaron exposiciones sobre biología, inglés,
antropología y sociología.
Al cabo de un mes acompañándose el grupo había alcanzado un
desempeño equilibrado en todas las disciplinas. Por lo que nuevos participantes
se incorporaron a la propuesta.
Era un logro indiscutible para el joven preceptor, aunque no
el primero tras su exitosa intervención en el caso de bullying.
Cada vez que fuera felicitado, destacaría que el verdadero
mérito era de los estudiantes organizados que se ayudaban entre sí.
Los vínculos se fortalecieron tanto como para no limitarse
solo al abordaje de tareas y preparación de exámenes; sino merendar juntos,
compartir charlas sobre lo que pasaba semana a semana e incluso debatir sobre
política.
Mientras tanto, los martes y jueves, tras asistir con Aquiles
a sus clases en el instituto de inglés, tendrían reservado para sí el tiempo
que llevase caminar hasta sus casas. Parecían, adrede, hacerlo cada vez más
despacio. Se notaba cuánto disfrutaban su compañía.
A pesar de la confianza suscitada con el grupo de estudios,
nada se equiparaba a la amistad que habían gestado ambos jóvenes.
Los viernes tras las clases concurría a la academia de piano,
donde el flamante director Arrazabal continuaba evaluando sus progresos semana
a semana. Y no solo en cuanto interpretación de melodías y digitación de
partituras. Desde la pérdida de Sofía, Esteban buscaba aquella guía en él. Y,
extrañamente, el arisco profesor lo permitía. Se preocupaba por el chico, por
sus amistades, sus estudios, sus inquietudes… su crecimiento.
Al finalizar corría las pocas cuadras que había hasta el
taller de radio conde se encontraba con sus compañeros Héctor, Adriano y Emmanuel.
Pronto empezaron a preparar el programa.
-
Por lo que habíamos acordado yo conduciré y
ustedes tendrán sus columnas, anotemos qué comentarán en ellas- planteó Adriano.
-
Morfi- indicó terminantemente Héctor.
-
Vamos a charlar todo lo que tiene que ver con
partidos de la “A” nacional- se explayó Emmanuel.
-
En mi caso política- dijo Esteban.
Sus compañeros prosiguieron asumiendo distintas materias.
Cuando le preguntaron sobre qué formato y contenido
específico tenía en mente, Esteban planteó que estaba militando en un comité
cuyo referente era un próximo candidato legislativo. Podrían entrevistarlo.
Todos asintieron, era una excelente propuesta.
En su primera emisión, los jóvenes tuvieron su debut
periodístico en radio dialogando con “el griego”. Cuya conversación fue de casi
una hora. Abordaron todos los temas y alcanzaron picos de doscientos oyentes
¡mucho más de lo que esperaban!
El programa se transmitía por una radio barrial de Almagro
los sábados a la mañana.
Y tras realizarlo, el grupo de amigos partía a la casa de
alguno de ellos para compartir el almuerzo, jugar a las cartas y salir a
pasear. Pasaban todo el día juntos.
A veces también invitaban a Aquiles. Con quien todos se
llevaban bien, aunque Emmanuel no desaprovechaba oportunidad para lanzarle
alguna mirada desafiante.
Entre tantas cuestiones que conversaban, Esteban planteó:
-
Me gusta la militancia partidaria, pero siento
que no es para todos. Son muchos más los chicos que querrían hacer política,
pero no encuentran dónde porque no quieren quedar pegados al reformismo, o al parinismo,
o a la izquierda o a la derecha. Voy a proponerle al director que armemos un
grupo de debate en el colegio. Algo de estructura horizontal, donde acordemos
tópicos, todo el mundo pueda decir lo que quiera, y podamos debatir entre
alumnos, con docentes, directivos, administrativos, personal de maestranza. Que
todo mundo pueda hacer política sin la necesidad de ingresar a un partido.
Quizás también de todo lo que hablemos podemos lograr soluciones concretas para
algo.
Todos se comprometieron a acompañar la iniciativa. No tanto
por esta en sí, sino más bien por apoyar a su amigo y el entusiasmo que reflejaba
el tono de su voz.
Aunque hasta entonces, por la campaña política ya iniciada,
no pudieron articular el inicio de la Comisión Antibullying; la pasión del
muchacho por la militancia subsistía intacta y de igual manera la fuerza de sus
iniciativas.
El lunes siguiente a plantear la idea del grupo de debate a
sus amigos, se dirigió a Bastián y, acompañado por este, al director Arrazabal.
Quienes admitieron la propuesta tras algunas interrogantes. Acordaron llamarlo
Foro Poixi. Se reunirían mensualmente y quienes participasen debatirían sobre
temas previamente consentidos. Todo, en el marco de la minuciosa vigilancia de Ariel,
quien estaría presente en todas las sesiones.
La primera, con una escueta asistencia limitada a poco más
que sus amigos personales, bastó para dar los primeros pasos de formato
autorregulado. Sin mayores controversias resolvieron qué temas tratarían próximamente.
Siendo septiembre, restaban dos encuentros antes de finalizar el año. Los
cuales utilizaron para cimentar un contundente reinicio formal en marzo del año
siguiente.
Dado que en octubre se celebrarían los comicios y su ex
director era candidato, entendieron que era una buena oportunidad para que
expusiera al alumnado sobre su experiencia.
Al margen de su amistad con “el griego” Agathos, Arrazabal
entendió más sensato convocar también a representantes de otros partidos
políticos. Por lo que la idea de una exposición mutó en un debate.
Las elecciones eran el domingo 20 de octubre. Por lo que la
fecha para la exposición se coordinó para el lunes 14.
Allí se encontraron representantes del reformismo, del PIR,
del parinismo y de la izquierda. Moderó el director Arrazabal, asistido por Esteban.
Imperaron las hostilidades y chicanas durante todo el
intercambio. Algo a lo que lamentablemente la dirigencia política argentina nos
tiene sobradamente acostumbrados. Pero, en el último segmento de exposición
adjudicado a cada disertante, Timoteo planteó una innovadora premisa:
-
No les pido que voten por mí. Sino por aquel
que sientan que los pueda representar mejor. Solo voten por favor. Hacer una
campaña exitosa no necesariamente implica ganarla. Porque quien logre canalizar
la voluntad de un 10% del electorado, aunque pierda contra quien alcance un 50%
meramente ocasional, tuvo más éxito. Sus votos están fidelizados, los del
“ganador” no. Allí radica la diferencia entre ganar una elección y tener éxito
en la misma. Obvio que lo mejor es hacer coincidir ambos fenómenos. Pero, en suma,
mi razonamiento es que ganador hay solo uno, pero contendientes exitosos
podemos ser todos… en la medida que lo hagamos con honestidad intelectual.
Muchas gracias.
No todos los jóvenes lograron comprender la profundidad de la
idea. Pero sí muchos. El aplauso fue unánime y hasta los demás candidatos
suscribieron.
Aquel domingo tuvo lugar una intensa jornada electoral. Esteban
fue fiscal de mesa y, tras cumplir sus deberes, se reunió con sus
correligionarios en el comité. Hacia las 21:00 hs. se habría confirmado el
triunfo del reformismo y, en particular, de Timoteo, quien asumiría en
diciembre como legislador porteño. El resto de la velada celebraron y brindaron
con él.
El 2013 finalizaba sin contratiempos. Por lo que el chico se
concentró en la preparación de su interpretación para el concierto de la
academia. Esta vez optó por un género, para él, inédito. Tocaría “Love of my
Life” de Queen en el piano.
A pesar de ciertas irregularidades técnicas en la digitación (que
no pasaron desapercibidas para el profesor), la ejecución del muchacho era muy
sensible. Reflejaba una inquietud incipiente. El primero en notarla, Ariel,
decidió no tratar la cuestión a menos que el alumno la planteara.
Una vez en el escenario, sus dos invitados también notaron la
agitación emocional… romántica. Naturalmente allí estaba Hilda, acompañando a
su hijo. En esta oportunidad con Aquiles, quien nunca había escuchado a su
amigo. Quedó fascinado y fue quien inició la ovación de pie, tras la reverencia
del artista al público.
Si bien Hilda despreciaba, sin razón, al padre del joven; él
por el contrario le simpatizaba. Por lo que, entendiendo cuánto bien se hacían
entre sí los muchachos, lo invitó a cenar con ellos.
Antes de empezar a comer, aquella noche, Aquiles alzó su
copa:
-
Quiero agradecerles por invitarme. A usted
señora, la felicito por el extraordinario hombre al que me honra llamar amigo.
Y a vos, Esteban, te quiero mucho.
Sonó el brindis. Sería la escena perfecta para consagrar un
año más creciendo juntos.
Capítulo 5: 2014
“El alma que hablar puede con los ojos, también puede
besar con la mirada”. Gustavo Adolfo Bécquer.
El proyecto iniciado durante el 2013, denominado Foro
Político, afianzó (aún más) el vínculo entre Aquiles y Esteban. Además, se formó
un grupo de estudiantes con inquietudes políticas y, de vez en vez, afinidades
partidarias. Las cuales lejos de producir discordia alguna, estimulaban la
búsqueda de coincidencias para el abordaje de distintas problemáticas. Un
ejemplo de que, quizás, sean cuales sean las diferencias, lo importante es la
voluntad de trabajar sobre ellas.
Así durante enero y febrero de 2014 resolvieron
emprender una iniciativa extraordinaria. Además de las sesiones regulares
confeccionarían su primer proyecto de ley. Uno mediante el cual pondrían a
disposición de los jóvenes de toda la Ciudad de Buenos Aires el formato de sus
actividades.
Y aunque el consenso era total, aún cabía resolver
cómo articularían su cometido.
-
Mi viejo es asesor
de un legislador, quizás él pueda ayudarnos- anunció Aquiles.
Esa era la solución. Si el muchacho convencía a su
padre de oír la propuesta tendrían posibilidades de presentarla en la
Legislatura Porteña.
Aquella tarde Tito “el mariscal” permanecía en el
jardín de su casa. Esperaba que su hijo volviera para merendar juntos.
Sobre la mesa había un plato floreado con pan tostado,
queso cremoso y mermelada de ciruelas. Dos tazas con sus respectivos platos y
cucharas. Vacíos, prepararía el café justo antes de tomarlo.
Al llegar, su hijo le recordó que prefería el mate;
algo que el padre solía omitir.
Aquiles preparó el recipiente con la yerba mientras
calentaba el agua. Dionisio preparaba su café con leche. O más bien leche con
una gota de café y tres de azúcar.
Se acomodaron. El padre untaba las tostadas mientras
el chico compartía la idea:
-
¿Pa viste lo que
estamos haciendo en el colegio con Esteban, lo del Foro? ya somos más de
cincuenta personas. Hay como diez pibes organizando todo. Se nos ocurrió que,
por ahí, le puede copar a otros colegios la movida. Y siendo que vos trabajás
con Ángel… quiero pedirte ayuda.
El padre levantó silenciosamente la mirada mientras
seguía untando tostadas. Las colocaba alternadamente en el plato de su hijo y
en el suyo.
-
Si nos cortamos
solos nadie nos va a dar pelota. Lo entendemos. Y posta nos mueve el piso hacer
esto. Tomá- extendió una hoja manuscrita- es un borrador con los conceptos que
proyectamos incluir en la redacción- completó Aquiles.
Fue fríamente recibido. Con una expresión tanto de
preocupación como de curiosidad, “el mariscal” dijo:
-
¿Esto lo encabezan
vos y Esteban, correcto?
El muchacho asintió.
-
A vos ya te
conozco, pero a él no. Me consta su buena relación, pero preciso que coordines
una reunión antes de avanzar con esto. Voy a tratar de interpretar sus intenciones,
antes que nada- ordenó el padre.
-
Le pego un tubazo
ahora a ver si está- obedeció el hijo.
Al cabo de dos horas el invitado estaba allí. Tocó el
timbre y su amigo abrió la puerta.
Sus ojos desbordaban orgullo por le celeridad con que
resolvían la cuestión.
Atravesaron los salones de la antigua residencia.
Paneles de madera y réplicas de pinturas adornaban los muros. El Bosco,
Quinquela Martin, y Monet eran algunos de los seleccionados.
Ingresaron al jardín. Dos Cercis Siliquastrum
flanqueaban la puerta, cual columnas. El césped, brilloso, tenía la altura
justa. Enredaderas floreadas se imponían sobre las medianeras. Nacían a partir
de arbustos de abelias, adelfas y fotinias; cuya disposición mermaba ante la
presencia de un estanque. Habitado por peces Koi.
Aquel lugar podía confundirse, sin esfuerzos, con una
especie de templo.
-
Amigo, te presento
formalmente a mi papá, doctor Tito “el mariscal” Dionisio- introdujo el
anfitrión con cierta admiración.
-
Un placer señor- correspondió
Esteban- lo recuerdo de nuestra fiesta de cumpleaños del 2012. Quiero
aprovechar la oportunidad de agradecerle por costear la reunión; mi madre me
comentó sobre su generosidad.
-
El placer es mío.
Y no tenés nada que agradecer. Tuteame por favor- pidió el señor- Aquiles,
traele una silla y un café por favor.
Aunque ya había merendado en su casa, el muchacho
estimó descortés declinar la invitación.
-
Si me permite la
pregunta, Aquiles dijo que es doctor ¿abogado? - consultó el joven mientras su
amigo le acercaba una silla para sentarse.
-
Entiendo tu
afición por el derecho; pero temo no compartirla. Soy doctor en bellas artes- resolvió
Dionisio- e insisto en que me podés tutear. Tengo a mi cargo la instrucción de
algunos talleres en el marco universitario, además de asesorar a un legislador
como te habrás enterado. Por favor contame de qué se trata su espacio y el
proyecto que tienen en mente.
Aquiles le sirvió a su amigo un café con leche, mitad
y mitad con edulcorante. Recordaba cómo le gusta. Mientras este iniciaba una
exposición determinante:
-
Gracias amigo. En
primer lugar, el Foro es un espacio ecléctico de estructura horizontal entre
estudiantes, docentes, directivos, administrativos y personal de maestranza
dentro del colegio. Sesiona mensualmente fuera del horario de cursada
debatiendo cuestiones previamente acordadas. Y aunque con tu hijo coordinamos a
los diez integrantes más involucrados, se trata de una conducción espontánea…
social, que digamos, resuelta desde la práctica por la misma gente. Es decir,
si surgiera alguien más eficaz, al criterio de la gente, con toda razón
quedaría a cargo. Y si las mismas personas resolvieran no seguir a nadie
también podrían hacerlo. La única autoridad establecida es el director Arrazabal.
La exposición fue interrumpida cuando el anfitrión se
atragantó con un poco de café y empezó a toser. Su hijo le golpeó la espalda y
pidió proseguir.
-
Por otra parte, el
proyecto de ley versaría sobre un marco regulatorio para espacios estudiantiles
que quisieran replicar nuestro método de trabajo, algo muy distinto a los
tradicionales centros de estudiantes que conocemos. El Foro no representa a
nadie más que a sí mismo. No tiene utilidad concreta, es ocioso, debate por
debatir y nada más. El medio y el fin, en su filosofía, coinciden.
Tras algunos, incómodos, momentos en silencio; “el
mariscal” hizo una única pregunta:
-
¿Conociste a Ariel
en el colegio?
-
No, en realidad es
mi profesor de piano desde el 2010. Y me ayudó cuando necesité ingresar al Poixi.
Es como un mentor para mí- aseveró Esteban.
-
Bueno. Tu amigo ya
me facilitó el borrador del proyecto que elaboraron y con tu explicación, que
agradezco, lo podré meditar. En caso de poder proseguir con su tratamiento te
lo haré saber. Aún así, me gustaría aprovechar la oportunidad para invitarte a
otro grupo, no tan político que digamos. Próximamente iniciaré un taller de
teatro y querría contar con vos ¿puede ser? - sugirió el caballero.
Una expresión dubitativa ameritaría cierta extorsión.
-
Aquiles va a
participar…- acotó.
Esteban presumió que el destino de aquel pedido
equivaldría al de su proyecto. Subsistirían (o no) ambos simultáneamente.
-
Allí estaré- sentenció.
Los tres pasarían el resto de la tarde conversando
sobre política, historia y arte.
Llegó marzo y con él la cursada del quinto año. Último
del secundario. Hubo quienes celebraron el así llamado “último primer día”. Esteban
no. Encontraba vacuos esos festejos. Ingresó al colegio como siempre, a las
7:20 hs., se formó y prosiguió con sus pares al aula asignada.
Como cada ciclo lectivo, el alumnado se adaptó durante
las primeras semanas al ritmo de la cursada.
Mientras tanto, en el caso del muchacho, la
preocupación por el crecimiento del Foro subsistía a la par de la atribuida a
la pertinencia que el padre de Aquiles y sus contactos políticos juzgasen al
proyecto planteado; así como al inicio del segundo período de sesiones del
Foro.
Esas inquietudes serían repentinamente interrumpidas por
el director.
Mandó a llamar al alumno.
-
Buenos días Esteban
¿cómo estás? - dijo Ariel.
-
Buen día profe,
bien, pensando qué hacer con el Foro. El otro día nos reunimos con Aquiles y el
papá para hablar de un proyecto de ley que nos gustaría armar- acotó el chico
hasta ser interrumpido.
-
Dionisio- indicó
el profesor con un tono condenatorio.
-
¿Lo conoce? - preguntó
el joven.
-
Naturalmente.
Conozco a la mayoría de las familias de estudiantes del colegio. Pero no te
convoqué para hablar de eso- extendió un folleto a su invitado- el Gobierno
Nacional me hizo llegar esta convocatoria. Haré mencionar a todo el alumnado.
Pero me consta tu interés particular por la política y no quería dejar de
invitarte personalmente a que tomes esta oportunidad. Lo primero será
confeccionar un ensayo temático sobre alguna de las cuestiones indicadas, con
bibliografía específica, en una página web. Ordené a todos los profesores y a Bastián
que estén a tu disposición. Si sos electo representarás al colegio y a la
Ciudad de Buenos Aires en el Congreso de la Nación. Y vas a serlo. Todo está
detalladamente explicado en el papel- señaló el documento entregado.
El desconcierto de Esteban era solo equiparable a su
entusiasmo. Era su primera oportunidad concreta de sesionar en el Congreso de
la Nación.
Charlaron algunos minutos más, se despidieron con la
calidez de siempre y volvieron a sus tareas.
Con ayuda de Bastián, así como de algunos docentes,
inició semanas de estudio y síntesis de contenido. A partir de ella, la
redacción de su obra. Analizó la historia de la xenofobia en Argentina, sus
aspectos sociales, políticos y legales. Diagnosticó la situación contemporánea.
A partir de los síntomas enunciados observó flancos vulnerables en la
construcción política cultural vigente.
El trabajo fue enviado al Gobierno Nacional.
La lista con los escritores seleccionados se publicó
en Internet.
La tensión era cada vez mayor. Pero, al fin, encontró
el registro de trabajos premiados.
No había sido seleccionado.
Aceptó el fracaso. Agradeció a quienes colaboraron con
el ensayo. Lo había titulado “¿República para quién?”. El Parlamento se
realizaría durante 3 días: miércoles 21, jueves 22 y viernes 23 de mayo. Él no
estaría allí.
Algo desmotivado transcurrió los días venideros.
Poco antes de que se celebrase aquel encuentro lo volvió
a citar en su despacho el director.
-
Buenas tardes Esteban.
No te voy a preguntar cómo estás. Me basta verte la cara ¿tanto te importaba
ingresar a la actividad? - le preguntó Ariel.
-
Sinceramente, creo
que era mi única, o al menos la primera oportunidad de estar allí. Algo que
muchos soñamos y muy poquitos en la vida pueden llegar a realizar. Por ahora
seguirá siendo un anhelo- confesó el estudiante desmotivado.
-
Quería notificarte
personalmente que el Gobierno se equivocó. No es la primera vez. Hoy a primera hora contacté a los responsables
para que se rectificasen. Por lo cual las condiciones están dadas para que seas
titular de una banca, si aún querés. Podés constatarlo en Internet- señaló el
profesor.
Parecía un sueño. Inmediatamente llamaron a Hilda y
coordinaron los trámites necesarios para que pudiera asistir. Formularios
burocráticos y médicos que, incluso, requerían suscripciones profesionales; para
lo cual hubo que sacar turnos y esperar que estos fueren dispuestos antes de la
fecha límite de presentación de la documental. Con el ímpetu propio del amor de
una madre por su hijo, ella se hizo cargo de todo.
Pronto inició el encuentro federal.
Ese miércoles por la mañana Hilda y Ariel lo acompañaron
hasta el hotel donde se hospedaría con los demás participantes del Parlamento
Federal Juvenil. Llegaron y todos conversaban en la recepción. Él quiso permanecer
con sus acompañantes hasta ser formalmente instado a acercarse por los
organizadores de la actividad.
En un primer momento, estando todos reunidos en un
salón, se proyectaron escenas de violencia política para que estos las
analicen. Ordenadamente, empezaron a interpretar lo visto.
-
Ante todo, celebro
la vocación de los presentes por participar. Es muy lindo ver una juventud así
de comprometida. Creo óptimo integrar las lecturas políticas con tecnicismos
académicos. Por ejemplo, en sociología hay un fenómeno llamado procesos de
socialización. Refieren a que las personas asimilan lo que entenderán por
correcto e incorrecto, dentro de su ámbito social, durante los primeros años de
vida. Siendo estos la familia, amistades e influencias virtuales que pudieran
percibir. Si observamos gentes con un discernimiento que entendemos basado en
premisas distorsionadas, probablemente la causa fuere una formación paupérrima
de la persona. Así que un posible saneamiento implicaría la reforma moral de
los sujetos- expuso Esteban.
Muchos no entendieron lo que quiso decir, pero estaba
acostumbrado. Aunque quienes sí se sintieron profundamente representados por
ello, repitiéndolo durante los días de actividad.
Algunos se acercarían a la hora de cenar, fascinados
por el análisis. Lo debatirían y profundizarían.
Cada quien fue a su cuarto a dormir. El día siguiente preveía
un extenuante cronograma.
Amaneció, se duchó y bajó.
Se sirvió un pan tostado con queso y mermelada, un cortado
con edulcorante.
Una vez sentado empezó a leer el diario
silenciosamente.
Partieron rumbo a la primera actividad prevista. Se
dirigieron al anexo de la Honorable Cámara de Diputados del Congreso de la
Nación; donde los dividieron en comisiones según el eje temático de sus ensayos
clasificatorios premiados.
La comisión de políticas contra la xenofobia que él
integró contaba con veinticinco jóvenes. Representantes de todas las provincias
reunidos para confeccionar un primer borrador del proyecto de ley sobre la
cuestión.
En una primera instancia debieron seleccionar
autoridades de la comisión.
La votación sería a mano alzada respecto de quienes se
postulasen a viva voz.
Primero se ofreció un joven mendocino. Luego una chica
porteña y otra pampeana.
Antes de iniciar la votación un misionero postuló a Esteban
como candidato. Aceptó la nominación. Su única intervención hasta entonces
había sido la del día anterior.
Inició la elección.
El mendocino fue votado por cuatro personas. La
porteña por dos. Y la pampeana por cinco. Cada candidato votaba por sí; excepto
Esteban que votó a la chica de la Pampa.
Al consultar sobre quiénes votarían al último
candidato, él aún manifestaba incertidumbre. Quienes aún no lo habían hecho
podían abstenerse y hacerlo pasar un papelón. Pero en lugar de ello, catorce
manos se alzaron.
Resultó electo presidente de la comisión y tuvo a su
cargo los trabajos de esta.
Iniciaron y al cabo de algunas horas habían redactado
dos proyectos de ley. Consentidos unánimemente, en sus versiones finales, por
todos los presentes.
Al día siguiente se presentarían para su tratamiento
en una sesión juvenil, en el recinto de la Honorable Cámara de Diputados de la
Nación. Harían lo propio con los aprobados por las demás comisiones.
Almorzaron y continuaron el itinerario previsto; por
el cual partieron rumbo hacia un canal de televisión done los entrevistaron
sobre su experiencia en el Parlamento Federal Juvenil.
-
Definitivamente es
una propuesta inédita. Son pocos los antecedentes de gobiernos que recurran a
la juventud para el tratamiento de políticas públicas. Lo habitual es escuchar
a dirigentes entrados en años diciendo que somos el problema y no tanto la
solución. Que estamos perdidos y etcétera. El mensaje que querría compartirles
hoy, modestamente, a todos y especialmente a ellos, es que los jóvenes no somos
solo el futuro, sino que también el presente. Y por ello nos encontrarán en
cada discusión que se dé en el ámbito del estado- declaró el chico.
Después del programa inició un recorrido turístico en
micro por la Ciudad de Buenos Aires. Si bien para los porteños no resultaba
nada extraordinario, muchos de los parlamentarios visitaban la Capital Federal
por primera vez, la desconocían y quizás nunca volverían.
Llegaron al hotel para cenar. En el comedor hubo
quienes requerían a Esteban para conversar sobre su rol como presidente de
comisión y una de las figuras destacables de la experiencia. Declinó cada
invitación. Prefirió compartir la velada discretamente con algunos pocos cuyo
trato había empezado a disfrutar.
El día siguiente sesionaron en el Congreso. Caminaron.
El hotel quedaba a pocas cuadras. Ingresaron por una entrada lateral. Todo era
madera y mármol. Al frente, una inmensa escalera de triple frente en la cual se
acomodaron para una foto grupal. Las arañas doradas iluminaban aquellos
imponentes salones.
En cuestión de instantes recorrieron los pasillos por
los cuales se accede al recinto de la Honorable Cámara de Diputados de la
Nación.
Cada cual tomó asientos previamente asignados.
Acomodado en su banca, el muchacho se sentía en un
sueño. Uno hecho realidad.
Representando a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con
tan solo diecisiete años, electo por su desempeño técnico académico, quizás
podría tratarse de una especie de presagio del porvenir. O no. Mientras tanto,
disfrutaba el logro actual. Faltaba mucho tiempo, trabajo, esfuerzo y vida para
volver, si quisiera. Sonó el himno nacional y cada parlamentario se puso de
pie. Lo entonaron con la solemnidad de la ocasión y volvieron a sentarse. Se
leyeron los dictámenes de comisión sobre los proyectos elaborados en cada cual
y procedió el debate. El objeto de este fue un proyecto en común sobre la
formación de entidades autárquicas que auditasen hechos discriminatorios en
cada provincia del país. Hubo quienes se manifestaron a favor y en contra.
Todos con sus propios argumentos. Exposiciones breves y otras más extensas.
Luego de que la presidenta de la cámara, quien conducía la sesión, le diese la
palabra a Esteban, en un minuto expuso…
- Gracias señora presidenta. Me gustaría hacer una
observación sobre algo que no se ha tratado hasta ahora. Si bien suscribo a
todo lo expuesto por mis pares, estimo pertinente nombrar que, en caso de
constituirse los entes en cuestión, debieran tener un fin específico. Podría,
por ejemplo, tratarse de capacitaciones y actividades de fomento en el ámbito
educativo. Formando en valores y principios determinados tales como la
libertad, la igualdad y la fraternidad; esta última, pilar esencial para la
convivencia armónica. Muchas gracias.
Un estruendoso aplauso colmó el histórico salón.
La sesión concluyó con una votación a mano alzada por
la cual se aprobó el proyecto con modestas enmiendas. Sería presentado a los
diputados de la Nación para su tratamiento.
Había sido una odisea política sin parangón.
Volvió a la rutina.
Volvió al Foro Político.
Volvió al proyecto de ley.
Volvió a sus estudios.
Volvió a los amigos.
Volvió a la familia.
Volvió a las clases de piano. Donde reflexionaba con
su mentor:
-
Lo del parlamento
fue maravilloso. Pero no quiero que quede en una anécdota ¿por qué uno debería
resignarse a que los mejores momentos sean solo recuerdos? ¿es demencial
pretender que la vida en sí misma sea una experiencia inmejorable? - prosiguió
mientras el profesor hacía un ademán de coincidencia- avancé tanto durante
estos años. Y reconozco que fue gracias a la inmensa ayuda recibida. Pero no
quiero acomodarme… dormirme en los laureles de lo alcanzado. Egresaré, seré
abogado y haré de la política mi oficio, porque ya es mi vocación.
Tras algunos instantes, Ariel complementó:
-
Por pensar mucho
en el porvenir no dejes de vivir el presente. Que de por sí ya es un regalo. Me
parece bien la ambición en la medida justa. Voy a acompañarte siempre, como lo
hice al convocarte para redactar el ensayo; pero de igual manera te pondré los
pies en la tierra ¿conocés la historia de Ícaro? - continuaba mientras el
muchacho negaba con la cabeza- Dédalo fue quien diseñó el laberinto de Creta,
donde el rey Minos ocultó a su hijo el Minotauro. Para asegurarse de que nadie descubriera
cómo huir de allí, sentenció el encarcelamiento del arquitecto y de su hijo,
Ícaro. Permanecieron en cautiverio por años. Hasta que el padre inventó dos
pares de alas, con plumas de aves y miel de panal. Uno para su hijo y otro para
él. Huyeron volando. Ya en el aire, a decenas de metros del suelo, el muchacho
ascendía más y más. Dédalo le insistía en no acercarse demasiado al sol porque
su calor derretiría la miel, se desarmarían las alas y caería al vacío. La
soberbia del joven lo llevó a hacer caso omiso. Reiterar las advertencias fue
en vano. Finalmente, Ícaro ascendió tanto que las alas no lo soportaron, se
quemaron y él cayó ¿entendés lo que quiero decirte?
-
Eso creo. Y
gracias. Aunque lo del chico pareció más torpeza que soberbia- acotó Esteban.
-
Para el caso son
lo mismo- respondió el pianista- actualmente no podés ni acercarte a realizar
ese sueño, pero sí dar un paso muchísimo más realista. Retomá las sesiones del
Foro Político. No cuelgues con eso. Lograste que un montón de pibes se
interesen por la política y contás el apoyo institucional. Hablá con tus compañeros,
elijan una fecha y avisame. Tendrán luz verde.
La clase, tras momentos más de conversación, continuó.
Estas habían mutado en un híbrido con una pseudo terapia.
La abuela había dejado vacante un papel de guía que el
director del colegio desempeñaba cabalmente.
Tras algunas semanas, como se indicó, Esteban consensuó
una fecha con sus pares y esta fue homologada por la conducción del colegio.
El lunes 2 de junio se reunieron por la tarde más de
sesenta personas entre estudiantes, profesores, directivos, administrativos y
personal de maestranza. En un primer encuentro destinado a coordinar nociones
generales del espacio que tendrían vigencia durante el período en curso. Se
conversó sobre los temas a tratar, el formato de debate, encargados de la
coordinación operativa y otros temas. Siempre bajo la estricta supervisión de Ariel,
cuya confianza en su pupilo era inversamente proporcional a la subestimación
con que solía tratar a los demás jóvenes.
Aunque la mayoría parecía referenciarse en el muchacho,
sería Aquiles quien conduciría la reunión. Espontáneamente asumió la dirección
del grupo; algo que su amigo celebró.
La mañana siguiente, durante un recreo, desayunó con
el preceptor.
-
Noto que otros
chicos quieren acaparar, cada vez más, aspectos del foro. Y eso me entusiasma.
Porque un síntoma de algo bien hecho es que despierte interés en otras personas
¿qué mejor ejemplo de esto que está pasando? en poco tiempo yo podría, incluso,
abandonar la propuesta y otros la continuarían- inició el joven.
-
¿Pero no es la
idea supongo? - consultó Bastián.
-
Más vale. Aunque
sí hay otras actividades que decidí postergar. Viste que no estoy yendo al
comité- su interlocutor asentía- la militancia partidaria es algo que de
momento suspenderé. Lo mismo con el taller de radio. Ir al congreso fue un
sueño, pero no dejaré que se convierta en un mero recuerdo. Lo hablé con Ariel.
Desde la política puedo hacer mucho bien, es mi vocación y trabajaré en
consecuencia. Pero para que cada segundo invertido valga más, antes debería
incrementar su significancia. Esto se concretaría, por ejemplo, recibiéndome de
abogado, con todo lo que implica primero. Tendré que recelar mucho en qué
invierto mi tiempo, estimo- declaró el alumno.
Su correligionario sirvió mate cocido para él y un
café para el invitado. La charla siguió algunos minutos hasta sonar el timbre.
Esteban regresó al aula donde lo esperaba Aquiles, se
veía ansioso.
-
Amigo, papá está
fascinado con lo que le cuento de vos. Me dijo que el proyecto puede avanzar.
Habría que volver a reunirnos ¡la estamos rompiendo! - abrazó a su compañero.
Desbordaba alegría.
Aquella tarde volvieron juntos en el colectivo. Iban a
merendar con Dionisio.
Llegaron al antiguo caserón del barrio de Almagro,
caminaron por sus pasillos y se encontraron en el jardín. La mesa estaba
servida, yacían tres sillas alrededor, comida e infusiones dispuestas; y su
anfitrión esperando.
-
Me permití notar
que tomás el café cortado con edulcorante. Para mi hijo preparé unos mates y
para mí café, también. Gracias por venir. Siéntense por favor- los jóvenes
saludaron y obedecieron mientras escuchaban al señor- mi jefe es un legislador
llamado Ángel Atristain. Reformista como nosotros. A pesar de modestas
enmiendas que sugirió, la propuesta es procedente. Así que, si estás de
acuerdo, iniciaremos una redacción formal para que presenten con Aquiles como
iniciativa civil. Inmediatamente Ángel y otros legisladores adherirán para que
tome estado parlamentario. Así se trata en comisión y, si se aprueba, se
debatirá en el recinto- dijo Tito “el mariscal”.
-
¡Excelente
noticia! Hagamos eso tal cual. Y muchas gracias por todas estas cosas ricas- planteó
Esteban mientras comía tímidamente.
Allí encontraban tortas, sándwiches, galletas y jugos.
La mesa permitía presumir un encuentro extenso. Dionisio se retiró unos
momentos para buscar medialunas que no había servido.
-
Aprovechando que
estamos solos, me gustaría invitarte al taller de teatro que empieza la semana
próxima. El viejo (refiriéndose a su padre) va a ser el profe y cuántos más
seamos, mejor. Ya sé que por ahí no te copa tanto, pero es para hacerle el
aguante- sugirió Aquiles.
Su agradecido amigo, aunque inseguro de la propuesta
no encontraba mejor forma de compensar tan complaciente trato. Cuando el
anfitrión regresó le dijo:
-
Señor…
-
Llamame Tito, no
hace falta tanta formalidad- lo corrigieron.
-
Entiendo que
pronto inicia un curso de teatro a tu cargo. Quiero participar ¿debo
inscribirme o abonar algún canon?
-
En lo más mínimo.
Con que vengas será más que suficiente. Lo dictaré los sábados por la tarde.
Después te paso la dirección mediante Aquiles. Va a ser un gusto que nos
acompañes.
Así acordaron tanto la prosecución del proyecto de ley
como su encuentro en el taller de teatro. El resto de la tarde, como en la
oportunidad anterior, conversaron de política, historia y arte.
El día siguiente se encontraron en el despacho con el
legislador.
-
¡Buenas tardes Esteban,
gusto en conocerte! lástima que milites con “el griego” Agathos- fingió unas
risas para mitigar la hostilidad del comentario mientras el joven se ruborizaba-
es broma… con Timoteo tenemos nuestras diferencias hace años. Pero las
sobrellevamos como caballeros. Sentite honrado de que te acompañe semejante
maestro eh- señalaba a Dionisio con la mirada- es uno de los hombres más
preparados en toda la política actual y mi jefe de despacho. Pero probablemente
no te lo haya dicho por modesto. Yendo a lo que nos compete, no tengo mucho
tiempo; tu propuesta me encanta. Vamos a hacer algunos cambios pequeñitos, nada
para preocuparte. Y después lo presentamos con tu firma- espetó Atristain.
Tras tratar brevemente las modificaciones, que no
podían más que admitirse, el legislador despidió con amabilidad a sus
invitados.
Aún así, la fascinación del muchacho por recorrer por
primera vez la Legislatura Porteña estaba a flor de piel.
-
Tranquilamente
podrías hacer de esto una rutina- deslizó Dionisio.
-
¿Cómo? todavía
tengo mucho camino por recorrer antes me parece- discrepó el chico.
-
No lo creas. Si te
lo proponés podés cambiar el mundo hoy mismo. Que nada ni nadie te baje los humos.
Siempre va a haber quienes te desmotiven. Lo único que importa son tus sueños y
que puedas realizarlos- enseñó el caballero.
Esteban se permitió dudar sobre aquellas afirmaciones
que tanto se contradecían con lo indicado por su mentor. Podría estar
equivocado…
Ese sábado se encontraron nuevamente en las clases de
teatro.
En el lugar lo esperaba Aquiles. También había otras
personas que no conocía y, fiel a su temperamento, saludó tímidamente desde
lejos. Permaneció con su amigo hasta que inició el taller.
Esporádicamente se acomodaba alguien más en la
recepción. Alcanzando a ser un grupo de veintisiete estudiantes aguardando.
Pasados quince minutos del horario indicado, el
anfitrión se presentó abriendo desde dentro la puerta por la cual se accedía
desde la recepción a un salón.
-
¡Sean bienvenidos
quienes osen incursionar en los augustos misterios de la tragedia, pasen!
Con gran curiosidad, poco a poco, accedieron.
Dionisio estaba de pie, a diez metros de aquel
ingreso, sobre un escenario.
La gran habitación con columnas era eminentemente
negra, alumbrada solo por tenues luces frías.
Ambos amigos expresaban la misma incertidumbre sobre
qué ocurría.
El profesor dijo:
-
Gracias por
participar. Si bien la folletería refiere a un taller de teatro, es cuanto
menos mi responsabilidad aclarar que no se tratará de una experiencia
ordinaria. No enseñaré técnicas de interpretación de personajes, ni redacción o
comprensión de guiones, mucho menos dirección. Por el contrario, pretenderé que
dejen de ser personajes para convertirse, cada quien, en la mejor versión de
sí. Lo que significa desterrar al ego, las cargas sociales y morales;
reencontrarse con el Yo esencial. Esa es mi propuesta.
Invitó a sus oyentes para que opinen; iniciándose un
fructífero intercambio sobre la incidencia de los mandatos culturales en
diversos aspectos: vestimenta, alimentos, hábitos, sentimientos, su
exteriorización, dinero, trabajo, religión, familia, amor, etc. Exhaustivamente
el incipiente grupo se detenía para analizar todos los fenómenos. Hubo quienes
participaron más y otros no tanto. Pero nadie permaneció en silencio.
-
Dado el trabajo
intelectual que acabamos de realizar sobre nuestro objeto de estudio; ahora les
invito a un abordaje distinto, normalmente omitido, de la cuestión: el
emocional. Y la mejor forma para su exteriorización son los hechos, no
palabras… factum non verba dirían los antiguos romanos. A quienes gusten les
pediría por favor que empiecen a circular sin calzado por el salón. Si pueden
hacerlo respirando profundo y sin hablar el ejercicio tendrá mejores
resultados. Únicamente pueden comunicarse con miradas, lo único que la cultura
no puede corromper. De más está decir que quienes no quieran hacerlo pueden
quedarse en un costado o retirarse. Esta Odisea es solo para valientes- instruyó
“el mariscal”.
Su hijo rompió el hielo, secundado por el joven amigo.
Daban vueltas alrededor del salón casi instintivamente, como un reloj. Mientras
progresivamente había quienes se incorporaban al ejercicio. El recorrido
circular ejemplificaba claramente como todo está, según el discurso del
docente, ordenado por la cultura ¿por qué caminar en esa forma y sentido y no
en otro?
Empezó a sonar música clásica.
Una muchacha rompió la estructura de la práctica. Se
desvió (o los demás estaban desviados) cruzando el lugar por el centro y hasta
cambiando el sentido de su trayecto; por lo que podría haber chocado con
alguien más. Esa actitud inspiraría a otros a hacer su propio camino, incluso Aquiles
y Esteban.
Por consigna la única comunicación posible serían las
miradas.
Todas se entrelazaban. Pronunciando lo que las
palabras jamás podrían.
Habían logrado una gran sinergia entre quienes
participaban.
Entre el debate inicial y el ejercicio corporal como
complementos de una misma actividad, la clase duró una hora y media.
Lógicamente solo algunos de los participantes
regresarían dado que se trataba de una oportunidad innovadora.
El profesor invitó al hijo y a su amigo a merendar a
un bar de la zona. Quería conocer su opinión sobre la clase y profundizar los
conceptos en ella tratados. Los chicos aceptaron.
Ocuparon una mesa en Las Violetas, junto a un vitral
de la calle Medrano.
Café cortado con edulcorante para Esteban. Lágrima con
azúcar para “el mariscal”. Y, a falta de mate, un té sin endulzar para Aquiles.
Degustaron una selección de mazas finas.
-
Lo que traté de
compartir hoy es un poco mi cosmovisión, chicos. Aquiles tiene algunas
nociones, pero ambos merecen una explicación, siendo que tuvieron la gentileza
de acompañarme. Creo que hoy todo lo que verdaderamente somos, lo que Nietzsche
denomina el Súper Hombre, está tapado por construcciones sociales que nos
imponen desde que nacemos ¡hasta cómo caminamos! ¿notaron el recorrido que
eligieron (hizo un gesto de comillas con los dedos)? ¡eran un puto reloj! no
puede ser que nos hayan domesticado tanto. Lejos de pensar que la solución es
seguir agregando mandatos, estimo que el verdadero proceso es algo así como
quitarse capas. Cincelarnos a nosotros mismos hasta descubrirnos. Por eso
hablaba de una Odisea. Propongo un viaje simbólico de introspección. Y lo
mayormente sometido es el deseo. Hablan de diferenciarnos de los animales por
dominar nuestros instintos como si fuera un logro ¡que se vayan a la mierda!
los griegos hace más de dos mil años lo resolvieron con la escuela hedonista.
Mientras no jodan a nadie permítanse sentir libremente- explicó el doctor en
bellas artes.
Tales afirmaciones deslumbraron a los jóvenes, cuyo
pensamiento crítico no había calado tan hondo hasta entonces. Platicaron horas
en el histórico bar en cuanto el profesor les indicaba que los ejercicios, en
la medida que la gente quiera, ofrecen progresivamente mayores posibilidades de
profundizar la introspección.
Esteban llegó a casa por la noche. Su madre lo
esperaba para cenar. El ceño fruncido significaba la cantidad de llamadas
perdidas que su hijo no había contestado. Ella se preocupó e indagó sobre dónde
había pasado tantas horas un sábado.
El muchacho respondió con la verdad. No tenía por qué
mentir.
-
Ese hombre no me
gusta para nada. Las pocas veces que lo traté me dio mala espina. A tu profesor
de piano también. No quiero que frecuentes un taller a su cargo ni te
inmiscuyas en estas ideas raras de los sentimientos y sarasa.
Sin ánimos de discutir, el joven fingió acetar la
reprimenda.
Desde la pérdida de Sofía, Hilda cada vez se veía más
desalineada. No estaba centrada ni admitía la, día a día mayor, independencia
que su hijo conquistaba. Intentó llenar el vacío de una familia que ya no era
la misma de antes adoptando desmesuradamente nuevas mascotas. Hasta tener más de
seis perros en el departamento. Las órdenes impartidas por alguien en tal
situación, para el muchacho eran irrelevantes. Aunque se tratase de su propia
madre. Decidió generar su propia cosmovisión como el maestro Dionisio sugirió.
Haciendo caso omiso, todos los fines de semana
continuaría asistiendo al taller, frecuentando a Tito, a Aquiles y al grupo de
artistas que se conformaba.
Tan bien se sentían que tras las clases continuarían
todos juntos. Paseaban, debatían, miraban películas, merendaban, cenaban, se
enamoraban…
El docente jamás participaba. Se limitaba a impartir
las consignas de los ejercicios; los cuales derivaban exclusivamente en lo que
los alumnos decidían.
Las nociones prioritariamente enseñadas a sus dos
pupilos pronto se propagaron a cada participante del taller: “Sentir sin
pudor”. Parecía ser la única regla. Mientras no se dañase a nadie en manera
alguna, todo estaba permitido. Con el objetivo final de la mayor introspección
posible.
Un sábado de primavera no habría clase. Aquiles y Esteban
optaron por reunirse solos. Hilda estaba cuidando a una amiga internada;
tendrían el departamento disponible. Pasaron la tarde en la pileta, cenaron en
una parrillita de por ahí, se desvelaron en la sala de estar, mientras
conversaban y veían un musical en la televisión. La velada era casi tan
perfecta como la compañía. Imperceptiblemente, la mano de uno se acomodaría
sobre la rodilla del otro, quien, de buena gana, al notarlo tomaría la mano de
su amigo. Se soltaron para fundirse en un abrazo y seguir viendo así la
televisión. Durante la noche sus miradas se enlazaron al menos una decena de
veces. No se besaron. Quizás no se animaron. O puede que no lo hayan querido.
El momento era perfecto así.
La mañana siguiente despertaron juntos.
Desayunaron y se despidieron con tanto cariño como se
animaron.
Horas después llegarían sus amigos Héctor, Adriano y Emmanuel
para almorzar. Hicieron un asado. El primero inició el fuego mientras los demás
preparaban las carnes para cocinar, ensaladas y una bien dispuesta mesa. No se
vieron durante meses dado que abandonaron el taller de radio. Conversaron un
poco de todo y tras ponerse al día se permitían opinar con la confianza propia
de años de amistad…
-
Es una mariconeada-
planteó escuetamente Héctor, respecto del taller de teatro, mientras comía un
morcipán.
-
No, para mí no
tiene que ver con maricón o no. Pero es raro amigo. Como que te están incitando
a hacer cosas que no están bien. Osea, por algo lo que socialmente está mal es
así y no de otra manera. Vos no sos así. Te conocimos bien, centrado y ahora es
un vale todo. Además, eso de la introspección no me cierra ¿qué necesitás
descubrir? - reflexionaba Adriano.
-
A mí me copa que
te permitás hacer camino- comentaría Emmanuel- pero no me cierra el chico este Aquiles
que vimos un par de veces ¿qué onda?
El anfitrión no discutió ni dio detalles sobre su
relación con Aquiles. Ya no era una amistad. Si no un vínculo Sui Géneris que
no requería más definiciones. Simplemente era.
La desaprobación de sus amigos los distanciaría aún
más.
El día siguiente su nuevo profesor le requeriría
encontrarse en la Legislatura Porteña.
Concurrió. Lo estaba esperando con el legislador.
Quien extendió la mano para entregarle un papel…
-
Es tu proyecto,
correligionario. Por favor analizalo, indicanos si hay algo que te gustaría
modificar y hoy lo presentás; felicitaciones- ordenó Atristain.
Mientras el joven estudiaba el documento, Dionisio
explicaba el funcionamiento del taller de teatro al otro caballero. Aunque por
el tono, se trataba de una especie de rendición de cuentas. No le dio
importancia a la cuestión. Titubeante los interrumpiría:
-
Disculpen, me tomé
el atrevimiento de marcar algunas observaciones sobre el cuerpo de la
propuesta. También (observaba al padre de su amigo) deberíamos consultar a Aquiles-
dijo el muchacho.
-
Por eso no te
preocupes- indicó “el mariscal”- me dijo que siguiéramos tu criterio, él
suscribiría.
Tranquilizado por la aclaración inició la explicación
pormenorizada de cada corrección propuesta y cómo la subsanaría. Para ello
habían hecho pasar a los asesores. Escribían mientras oían la exposición. Una
vez terminada su jefe exclamó:
-
¡Vamos que hay
poco tiempo! en una hora quiero la versión final y al pibe firmando- la
impaciencia del político estaba a flor de piel.
Esteban y los asesores pusieron manos a la obra.
Mientras Dionisio y Atristain merendaban.
-
No podés apadrinar
una iniciación sin la venia del mentor, menos si este es hermano- advertía Ángel.
-
Uno hay seguro. Y
no sé si tu colega también…- dudaba el profesor.
-
En La Orden lo
primero es la prolijidad. Soy tu único aliado, Tito. Comparto tus ganas de
modernizar La Orden. Así como redirigir sus fuerzas al progresismo político,
legalizar la interrupción voluntaria del embarazo, desburocratizar el régimen
de adopciones y demás. Pero ahora quedate en el molde. Primero calmemos las
aguas- explicó a su empleado.
-
¿Con Politi qué
podemos hacer? - preguntó al político.
-
Esperar. Está
grande y tiene demasiado poder. Conservador, facho y rico. Él impulsó las
sanciones que te aplicaron. En cambio, Astudillo nunca tendrá el apoyo de la
mayoría. Aunque milico, también es permeable a negociar una postura
institucional más moderna en cuanto le sirva. Estaremos listos.
Continuaban platicando hasta que los asesores
volvieron a golpear la puerta, pero esta vez para ofrecer una versión final del
proyecto.
Fue leída por los tertulianos. Puestos de acuerdo,
resolvieron presentarlo como iniciativa civil. Suscripto exclusivamente por el
chico.
De inmediato el documento fue avalado por Atristain.
Así tomó estado parlamentario.
-
En una semana,
viernes 28 de noviembre tipo 16:00 hs. estén acá. Inviten a quienes quieran.
Vamos a organizar un evento para presentar el proyecto en sociedad. Y
expondremos los tres- concluyó el político antes de despedirse.
Esteban estaba extasiado. Había cumplido el mayor
sueño de ese año. Aunque lamentó no poder compartir el momento con su amigo y
los demás integrantes del espacio. Oportunamente se disculparía.
Durante la semana preparó su exposición. Consultó a
sus pares sobre qué decir y cómo. Todos lo acompañarían y celebrarían el
triunfo como el logro colectivo del que se trataba. Invitó a su mamá, amigos,
compañeros del colegio, docentes, Bastián, Timoteo y por supuesto al director Arrazabal.
El profesor de teatro contactó a quien debía y obtuvo
permiso para convocar a su estudiante en La Orden.
Representantes electos por otros partidos políticos
habían participado del debate en el colegio, por lo que conocían la dinámica.
Ello en conjunción con el boca a boca implicó un interés inter partidario sobre
la propuesta. Tanto que más de un legislador de cada espacio porteño adhirió.
El legislativo porteño era integrado por sesenta miembros; de los cuales treinta
y cinco hicieron propio el proyecto. Los únicos en rechazarlo fueron los
conservadores del PIR.
El viernes todo mundo se encontraba en el colmado
salón Raúl Alfonsín de la Legislatura Porteña. Al menos cien personas
dispuestas a escuchar a los oradores y conversar con ellos. Iniciaron con una
breve introducción al objeto del encuentro y, fieles al espíritu del Foro,
poniendo la palabra a disposición de quienes quisieran hablar. Decenas de
jóvenes expusieron sus experiencias. Recordaron el debate de candidatos
organizado el año anterior, las sesiones celebradas durante dos períodos, la
representación de su compañero en el parlamento, entre tantas actividades que
significaban sus primeros pasos en política.
Los testimonios continuaron con la disertación del
padre de Aquiles. Su hijo lo admiraba.
-
Gracias por
acompañarnos esta tarde. Probablemente la mayoría no sepa que soy el papá de Aquiles.
Quien participa junto a ustedes desde un primer momento en el Foro. Siempre me
contó de qué se trataba, lo alenté y acompañé no solo como padre, sino también
como amigo. No hay nada más lindo que ser amigos de nuestros hijos. Hasta el
momento nunca se había interesado por la política. En su amigo Esteban
descubrió un hermano con quien impulsar esta locura que hoy nos convoca. Y
miren si no habrá salido bien que fueron cientos los jóvenes que se
inmiscuyeron en política por ello. No puedo más que felicitar a todos los que,
valientemente, se animaron a meterse. Especialmente a quienes desde el principio
del año esbozaron los primeros borradores de la propuesta presentada, a la cual
ulteriormente diéramos formato técnico con el equipo de asesores del legislador
Ángel Atristain, aquí presente…- los aplausos interrumpieron al doctor durante
varios minutos- sus testimonios dan cuenta del potencial ilimitado del espacio.
En sí no es nada más que cuanto sus integrantes quieran hacer. Y si todos los Foros
son compuestos por chicos tan entusiastas podrían renovar la fe de la gente en
la política. Dos de sus compañeros están egresando de la secundaria. Así que
tendrán el nuevo desafío de subsistir como equipo sin ellos. Normalmente
implicaría un problema. Pero dado el perfil horizontal con que se han manejado
siempre y el liderazgo basado en consensos; confío en que hay Foro para rato.
Lo que me lleva a destacar y agradecer las intervenciones de los docentes y
directivos del colegio. Sin quienes esto nunca se habría logrado. Saludo al
regente (perdón, director) Ariel Arrazabal, aquí presente, quien desde un
principio oficia como auditor y propicia el correcto funcionamiento de la
gente. En suma, celebro sus progresos políticos que no hacen más que reflejar
los personales, dados a pasos agigantados. A seguir creciendo. Porque los
logros, más que laureles, deben percibirse como estímulos para continuar
¡adelante!
Nuevamente los aplausos resonarían en los muros del
histórico edificio.
En segundo lugar, expondría el legislador reformista:
-
Inhibe bastante
hablar después de Tito “el mariscal”. A quien considero un brillante amigo hace
décadas. De más está decir que suscribo a sus palabras. Lo único que puedo
enunciar mejor que él es lo político. Así que proseguiré por ese lado- se
hacían oír algunas risas cómplices- el caballero a mi izquierda (señalaba a Esteban)
estudió por años con ustedes. Hasta que tuvo una inquietud que supo contagiar.
Lo suficiente como para que, además de todo lo que refirieron de las sesiones,
el debate y etcétera ¡se pasaran un verano redactando un borrador de proyecto
de ley! milito en el reformismo desde los quince años. Tengo cincuenta y cinco.
Jamás conocí pibes que hicieran algo así. O son dementes muy inteligentes, o la
sociedad está loca y son de los pocos coherentes. Elijo creer lo segundo. Y en
consecuencia me comprometo a seguir difundiendo y propagando el espíritu de su
conducta política por toda la sociedad. Hay un montón de cosas que tenemos que
rever, entre ellas, el compromiso de cada quién con la propia polis. No hay
mejor testimonio que su militancia apartidaria. Yendo más a lo estrictamente técnico.
El proyecto fue presentado como iniciativa civil. Esto quiere decir que la
autoría es del firmante y aquellos que se sientan representados por él. Ningún
político se lo puede apropiar. Aunque sí, y es necesario, apoyarlo. Lo que fue
hecho por treinta y cinco referentes de todos los espacios partidarios que
representan a la ciudadanía porteña, salvo el conservadurismo. Al que le queda
poco tiempo, debo decir ¿qué significa lo de estado parlamentario? que está en
condiciones de tratarse en comisión. La comisión de educación, porque es el
tema más afín a la propuesta, deberá aprobar un dictamen en el que envíe el
proyecto al recinto para su aprobación (o no). Tenemos un único problema. Los
temas en cada comisión se debaten discrecionalmente según la voluntad de su
presidente. Y los conservadores del PIR presiden la que nos compete en este
caso. Así que, en esta oportunidad y contando con su promesa de que no van a
dar lugar a nuestra propuesta, anuncio el inicio del funcionamiento de la
Alianza Progresista de la Ciudad, en cuya virtud los treinta y cinco diputados
firmantes acuerdan no dar quórum a ningún proyecto del conservadurismo hasta
que dispongan el tratamiento de esta propuesta en la comisión a su cargo. De lo
contrario no sacan un proyecto más en su vida- todos en el lugar aplaudieron
las contundentes palabras del dirigente reformista. Excepto el profesor de
piano, cuya desconfiada mirada inquietaría a quienes la notasen- para no
extenderme demasiado, concluyo que este es el inicio de un proceso cultural del
cual seguiremos teniendo muchas noticias. Mantengámonos atentos y,
especialmente, activos.
El público ovacionaría al orador mientras se disponía
todo para el último discurso del día. A cargo de Esteban. Mientras la audiencia
yacía expectante, el muchacho permaneció en silencio durante algunos instantes:
-
Disculpen la
laguna. Estaba pensando en Sofía. Ella fue una señora que, a sus más de setenta
años, con artritis, recorría el barrio de Flores aplicando, y costeando con su
jubilación mínima, tratamientos médicos para quienes los necesitaban. Era
enfermera. Se le fue la vida sirviendo. Jamás se enriqueció ni mucho menos fue
reconocida por la comunidad. No lo quería. Le bastaba con darlo todo. Fue mi
abuela. Elijo recordarla respetando su rechazo por las riquezas o los
reconocimientos faranduleros; pero sí tomándola como inspiración. Quizás desde
su asistencia hizo más política que varios diputados y senadores en toda una
vida. Dimos un primer gran paso gente. De una u otra manera nos metimos en
política. Habrá quienes prefieran trabajar temas relacionados a la seguridad,
otros a la salud, a la educación y cualquier otra cuestión. Pero no quiero
dejar de rescatar este ejemplo. La política es un acto de amor. Porque si se
hace de corazón es entrega desinteresada. No esperen nada. El acto político es
la recompensa en sí mismo. Solo un enfermo pretende algo por sobre hacerle bien
a los demás. Cuando todos los argentinos nos conformemos con hacer el bien y
actuemos en consecuencia, saldremos adelante. El problema es profundo, tanto
cultural como antropológico. Los egos. Un maestro me enseñó que lo que vale es
lo que cada quien verdaderamente es. Y para llegar allí, introspectivamente, se
trata de quitarse capas, no sumarlas. En esta oportunidad nos quiero exhortar a
vivir sin egos. Porque la vida misma es política. Y si el ego no pudiera
extirparse; que sean ustedes quienes hagan uso de él, y no él de ustedes. Todo
cambio que queramos hacer en el mundo, primero hay que implementarlo sobre uno
mismo- la gente escuchaba con suma atención cada palabra- todo lo que se hace
con amor y buenas intenciones, indefectiblemente, tarde o temprano, sale bien.
En fin, quienes dicen que los jóvenes son el futuro. Aprendan que también somos
el presente. Y nos estamos haciendo cargo. Gracias por acompañarnos no solo
esta tarde, sino en un proceso cultural que ya iniciamos. Hay mucho por hacer.
Por última vez, los aplausos colmaban el lugar.
Pasaron una hora más haciendo intercambios entre los presentes. Personas de
todos los partidos políticos, salvo los adversarios de la propuesta,
conversaban y articulaban iniciativas. Era una escena soñada para quienes
anhelan la concordia. Consensuar ideas y aunar esfuerzos no implica, bajo
ningún concepto, perder la identidad individual; sino más bien fortalecerla a
partir del enriquecimiento recíproco.
Tras finalizar el evento Dionisio y Esteban tendrían
una breve plática.
-
No necesito mucho
tiempo para felicitarte nuevamente. Aquiles es afortunado del amigo que tiene.
En fin, hace años integro una sociedad llamada La Orden. Quizás hayas oído o
leído algo. Básicamente procuramos lo mismo que vos con tus compañeros en el Foro.
El enriquecimiento recíproco a partir del intercambio. Tenés dieciocho años
recién cumplidos. Si alguna vez quisieras ingresar me complacería apadrinarte
en el proceso. Creo que te puede hacer bien- dijo Tito “el mariscal”.
El muchacho aceptó de inmediato y acordaron
profundizar el paso a dar próximamente.
-
Iniciaré el
papeleo entonces. Ahora andá con tu mami que te está esperando. Tienen mucho
por celebrar.
Con una actitud muy adversa, ella se acercó al docente
y lo abofeteó frente a los pocos que permanecían allí.
-
¡Alejate de mi
hijo! - ordenó la ofuscada señora.
Bajo la severa
mirada de Ariel, Dionisio se limitó a lamentar cualquier mal entendido.
Cuando el chico se dirigía al profesor de teatro para
disculparse, sumamente avergonzado, él le indicaría que se fuera con su madre.
Que se quedara tranquilo.
La familia haría todo el recorrido hasta su casa
discutiendo sobre la innecesaria e injustificada hostilidad de la mujer. Ella
seguía desconfiando como desde el primer día.
Aquella controversia solo mermaría a la hora de cenar,
cuando darían curso a otros temas de conversación. Evitando a toda costa la
política, el taller de teatro y a su profesor.
Se tomaron algunos días para inscribir al joven en la
facultad de derecho, donde sería sobradamente bien recibido.
Tendría lugar por entonces, también, la fiesta de
egresados a la cual no asistiría. No le interesaba.
En diciembre debió rendir algunos exámenes por demás.
La diversificación de tareas durante el año pasó factura y quedaron dos
materias pendientes para marzo: química y matemáticas.
Todo lo hecho no implicó de forma alguna el abandonar
las clases de piano en las cuales desde hacía tiempo se preparaba para el
concierto de fin de año. Hilda, Aquiles y Tito “el mariscal” asistieron entre
el público, aunque separadamente. Presenciaron una ilustre interpretación del
Himno Nacional Argentino a cargo de su hijo, amigo y aprendiz.
Parte 2
Capítulo 6: 2015
“Visita interiora terrae rectificando inveniens
occultum lapidem”.
Ese verano continuaría el taller de teatro. Cuyas
actividades implicarían mucho más de lo que el nombre dejaba entrever.
Clase a clase los vínculos se profundizaban tanto como
los ejercicios y el entusiasmo de sus participantes. A veces incluían música a
cuyo son cada quien danzaría libremente, con o sin otros; algo que surgía
espontáneamente. Las caricias y los abrazos se tornaron moneda corriente. En
otras oportunidades el silencio también funcionaba como melodía regente de sus
actos. Siempre los encuentros dependían, en esencia, de las energías de los
presentes. Iniciando con momentos de reflexión acerca de la realidad en ciertos
aspectos, su debate, críticas e intentar dilucidar cómo no dejarse arrastrar
por el orden imperante.
-
Un factor
determinante del orden creado son los afectos. Tan bien diseñada está la
perversa maquinaria de lo establecido; que en cuanto alguien pretenda salirse,
sus más allegados cual agentes inmunológicos lo advertirán. Cuestionarán y
hasta pelearán. Perderán seres queridos en cuanto decidan intensificar sus
viajes introspectivos. Porque lo anormal se presume malo. Y la orden es temerle-
repetía Dionisio en más de una oportunidad.
Así, no eran pocos quienes enfrentaban a sus padres y
amigos cuando observasen los procesos que atravesaban. Simultáneamente, el
grupo oficiaba como contención. De tal manera que el profesor, su hijo, Esteban
y el resto se reunían ya no solo en el centro cultural donde funcionaba el
taller. Sino también en sus casas, bares, cines… hacían todo juntos. No pasaban
días sin saber los unos de los otros y recordarse cuánto se querían. Como es
natural, hubo quienes sentían mayor proximidad con unos que con otros. Era el
caso de Aquiles y Esteban. Cuya deuda pendiente no tenían el valor suficiente
para saldar. Las miradas decían suficiente. Tito lo notó…
-
Viejo ¿podés
hablar? - preguntó su hijo una tarde de febrero, mientras preparaban un asado
en el patio. Estaban solos.
-
Claro, decime- respondió
su padre.
-
Hay alguien que me
mueve el piso. Creo que es recíproco. Pero no quiero estropear la amistad que
tenemos. Y tampoco sé si me animo. Es algo distinto a cualquier situación que
haya pasado hasta ahora. Tengo miedo…- aclaró el chico.
Su padre no preguntaría lo que el muchacho no quisiera
decir motu proprio.
-
Mirá, para mí las
relaciones humanas son uno de los fenómenos más complejos y divinos que podemos
atravesar. Porque lidiás con tu conocimiento de vos mismo y a la vez con el de
la otra persona; además de tantas otras variables que interfieren. No podemos
analizarlo en términos matemáticos. Lo que se siente, se siente. Punto. Si
tenés claro lo que te pasa y la otra persona también, y en verdad es tan
intenso y sincero como el tono de tu voz sugiere, nada debería opacarlo. El
amor es algo hermoso, hijo. No lo ocultes. Compartilo- sostuvo Dionisio.
El muchacho pareció reflexionar lo sugerido por su
padre durante toda la tarde. Dado que continuaría con preguntas y razonamientos.
Tras algunos encuentros del taller, él se permitía
mayor expresividad con su amigo, quien a pesar de detectarla y corresponderse
evidenciaba mucho pudor.
Como había ocurrido anteriormente, en algunos
ejercicios los intervinientes utilizaban vendas. Guiando su accionar solo por
intuición. Al comienzo con movimientos torpes. En silencio. Asustados. Recorrían
erráticamente el lugar. Mujeres y varones. Algunos con las manos en los
bolsillos. Otros con las manos libres, como Aquiles. En su lugar, Esteban lo
hacía con las manos tomadas por detrás de la espalda. Los ojos tapados no alteraron
su actitud. Mientras el rostro juvenil del primero rebosaba alegría y energía,
el segundo parecía un hombre mayor, apagado y ofuscado. Cuando ocurrieron los
primeros contactos entre participantes, hubo quienes se repelían, así como los
que optaban por continuarlo. Se daban las manos, las tomaban, caminaban así,
danzaban, se abrazaban o soltaban. Cada persona era un mundo de estímulos y
reacciones.
El profesor creyó óptimo musicalizar el momento. Sonaron
las cuatro estaciones de Vivaldi. Las actitudes asumidas eran influenciadas por
cada uno de los cuatro conciertos de la obra; dado que inició con la primavera,
las condiciones armonizaron las primeras interacciones entre los amigos. Aquiles
percibió a Esteban por llevar los brazos por detrás, era el único tan rígido o
estructurado. Al descubrirlo lo abrazó tomando las manos que el otro muchacho
llevaba entrelazadas. Lo hacía danzar. Guiaba la situación, su compañero
pareció admitirla de buena gana. Como si lo estuviesen ayudando a hacer algo
que no podía por sí mismo. El joven que guiaba los movimientos de la pareja
acomodó los brazos de su partenaire en su propia cintura y los propios sobre
los hombros de aquel hombre con quien había crecido. Fueron tantos años de
crecer juntos para, sin poder mirarse, verse mejor que nunca.
El único testigo de aquellas interacciones sería Tito.
Cuyos ojos se colmaban de lágrimas causadas por la bronca. O la impotencia.
Quizás alegría ¿quién podría saber?
Los curiosos ejercicios se replicaban clase tras clase
con variaciones, agregados y mayor intensidad. Tanta como para que la
incipiente lujuria entre participantes aflorara. En virtud de lo cual invitó a
cenar a la que denominaría “élite” del grupo, mientras les planteaba:
-
Quiero felicitar
el gran trabajo que vienen realizando dentro de sí. Quizás también perciban los
cambios que logran en distintos aspectos de sus vidas a partir del auto
conocimiento que se proponen. Conócete a ti mismo y conocerás el universo y a
los dioses que moran en él, rezaba el Oráculo de Delfos. Más de una vez
debatimos sobre cuánto hay por resolver en la sociedad. Quizás el primer paso
sea resolverse cada quien. Esos progresos se reflejarán en nuestra vida diaria
y, por consiguiente, repercutirán en todos con los que interactuemos.
Con más o menos adhesión a la reflexión del profesor
inició un debate que concluyó en que la realización del taller en las
instalaciones del centro cultural restringía sus posibilidades. Necesitaban
otro espacio en el cual poder manifestar plenamente cuanto quisieran durante
sus trabajos. Aquiles propuso su propia casa:
-
Aunque no sea lo
mismo. Acá contamos con un montón de lugar, vivimos solos mi viejo y yo por lo
que no joderíamos a nadie. Podríamos hacer lo que pinte y en cualquier horario.
Tampoco dependeríamos de tiempos ajenos como los del cultural ni nada. Osea,
podemos juntarnos en cualquier momento tanto como queramos. Si él no tiene
drama- sugirió el chico mientras señalaba a su padre.
El profesor asentía con la cabeza.
Con acuerdo de los presentes, aquellos seleccionados
cuya afinidad era notablemente mayor a la que había entre los demás; se reunieron
otros días, más allá de los asignados para encontrarse en el centro cultural,
en la casa de su maestro y compañero.
Antes de iniciar las clases especiales en el lugar
decidido, para familiarizarse con este organizaron algunas cenas. Siempre
abundantes, deliciosas y divertidas. Alcanzaban a prolongarse doce horas o más.
Madrugadas de insomnio compartido mirando películas, escuchando música y
conversando. Mirando las estrellas sobre el pasto, a veces en silencio y a
veces no. Siempre juntos.
En su primera jornada de actividades especiales, los
invitados se posicionaron en un círculo, con la consigna de (sin hablar) hacer
lo que creyeran que querría quien tuvieran en frente. La confianza tenía una
funcionalidad primaria entre los presentes. Podían manifestarse libremente. No
había condicionamientos. Hubo quienes desde un primer momento hacían lo que les
plazca, en cuanto otros como Esteban requerían más tiempo en cada ejercicio
para moverse plenamente. Sin música y en silencio primaban las miradas
cómplices, unas pocas evasivas que se resguardaban en sus laterales. Las
consignas ya no importaban. Eran no más que meros disparadores desde donde el
grupo consensuaba por sinergia el curso a tomar. Siempre desde el amor. Un amor
que se expresaba en besos, caricias, abrazos, danzas, amistades, empujones y
provocaciones.
El amor no implica coincidencias absolutas.
Mientras su hijo se involucraba en aquellas prácticas,
la preocupación de Hilda era cada vez mayor. Pasaba noches enteras en vigilia
pensando en quién sabe qué estaría haciendo su muchacho. Resuelta a prohibir su
continuidad en el grupo contactaría a Ariel para conocer su opinión al
respecto. Atendió el teléfono de la academia su secretaria. Tras anunciar el
llamado al músico, quien lo recibió con preocupación, se contactaron.
-
Hola Ariel, perdón
que te llame. Es por Esteban- inició ella.
-
No hay problema.
Dígame- retribuyó escuetamente el señor.
-
Se está metiendo
en un grupo extraño, con gente que no conozco y un profesor de teatro que no me
cierra para nada… probé enfrentarlo más de una vez, pero no tuvo sentido. Es el
padre de Aquiles, el amiguito de Esteban- explicaba con más nervios de los que
se notaban en su voz.
-
Lo recuerdo del
cumpleaños, sí. El chico lejos de causar preocupación aparenta ser una
excelente compañía para su hijo. Estuve a cargo de ambos entre tantos otros
estudiantes en el Poixi. Ahora bien; aunque no pueda hablar del padre, querría
creer que si crió bien al joven no debería ser tan peligroso ¿qué es lo que le
inquieta particularmente? - consultó él.
-
Por lo poco que me
contó de esas clases de teatro, que ya no solo tienen en un centro cultural
sino también en la casa de Dionisio, los ejercicios implican miradas,
tocamientos, energías, critican a la sociedad y se supone que todos los que no
participamos del espacio somos como lastres para su crecimiento. Pavadas así- profundizaba
vagamente la desconcertada mujer - ¿Ariel? – continuó extrañada tras un prolongado
silencio de su interlocutor.
Con un tono infalible, el director Arrazabal ordenó
cual sugerencia:
-
Las prohibiciones
directas jamás funcionan como argumento disuasorio. Lo que su experiencia
acreditó suficientemente. Si hay algo que temer debemos confiar en la
inteligencia del chico. Lo que no desecha la posibilidad de estimular sus
dudas. Trasmítale, mesuradamente, las suyas. Que no detecte animosidades. Un
análisis de la situación lo más frío posible será suficiente para que tome la
decisión adecuada por sí mismo. Al final de cuentas de eso se trata. No podemos
vivir por él, tampoco deberíamos. Pero sí guiarlo.
Sus expresiones sugerían que sabía más de lo que
decía. Pero no correspondía indagar.
Esteban había iniciado la cursada de su primer
cuatrimestre de la carrera. Concurría a una comisión del turno de la mañana.
Por lo que al retornar a su hogar almorzó con su madre, quien aprovechó para
tratar la cuestión según lo recomendado por Ariel:
-
¿Cómo va la
facultad? - preguntó.
Él se explayó sobre materias, docentes, contenidos y
estudiantes. No era el objeto real de la plática. Aunque aquel panorama
resultase alentador.
-
¿Y el taller de
teatro? - indagó con aparente tranquilidad.
-
Bien, cada vez
hacemos más cosas. Tenemos el taller en sí y el Colegio Invisible, que es la
selección de Tito sobre los que tenemos más sensibilidad. Osea, en cada espacio
nos manejamos de manera diferente- el chico abruptamente haría silencio, era
más de cuanto solía compartir. Además de que el conductor del grupo sugería no
hablar con “profanos” de lo que allí hacen.
-
Qué bueno hijo,
eso es motivo de orgullo entonces. No creo que cualquiera pudiera acceder a ese
¿Colegio Invisible? parece algo especial- Hilda estimulaba la conversación como
podía. Y el ego de un muchacho de dieciocho años sería una herramienta de la
cual valerse por su propio bien.
-
La verdad que sí.
Somos poquitos, pero llegamos mucho más lejos que con los demás. O sea, el
vínculo es muy especial. Mucha confianza y cariño, eso es lo que determina la
calidad de los trabajos- Esteban se explayaba con cierta soltura.
-
¿Y tienen algún
objetivo como grupo? - ella continuaba indagando con interés.
-
La introspección-
respondió casi automáticamente su hijo- conocernos a nosotros mismos y mejorar
como personas.
-
¿Sentís estar
lográndolo? - replicó su madre.
Dio en el clavo. El joven pareció despertar de un
trance.
-
Creo que sí. Es
complejo en realidad…- respondió.
-
¿En serio? - lo
provocaba.
-
A veces siento que
estoy logrando un grado de conciencia superior. Pero por momentos, en cambio,
hay cosas que me hacen ruido. “El mariscal” no participa nunca de los
ejercicios; pero algunas chicas contaron que hacen trabajos particulares con
él. Cuando se lo pregunté dijo que es porque en sus casos requieren un estímulo
especial para el desarrollo de aptitudes muy específicas, su potencialidad y
bla, bla, bla. Me cuesta creerlo- explicó su hijo.
Hilda escuchaba tan satisfecha como preocupada. El
método de Ariel funcionó.
El muchacho continuaba.
-
Dice querer
restituir el Priorato de Sion. Algo hoy improbable y difícilmente admisible en términos
morales. No me gusta el curso que están tomando estas actividades- sentenció
dubitativo.
Ese mediodía el profesor de teatro acababa de tener un
encuentro exclusivo con tres chicas integrantes del grupo en su casa. Cuyos
ejercicios eran de características aún más sensibles que las habituales.
Vestidas solo con sábanas, la consigna sugerida (porque Dionisio nunca ordenaba
nada), era girar sobre su propio eje hasta marearse. Decenas de almohadas
amontonadas unas sobre las otras estaban dispuestas alrededor de cada una de
las jóvenes. Al llegar al punto del mareo debían beber una copa de vino que su
mentor les aproximaría y desplomarse sobre las almohadas para recuperar
fuerzas. Se trataba de una purga donde debían deshacerse de la energía profana
acumulada en sus vidas cotidianas para, por medio del vino y desplome,
recuperar energías sagradas.
Durante la inusual práctica las primeras dos jóvenes
en completar el ejercicio yacían recostadas próximamente sobre el lecho de
almohadas.
Sus miradas se encontraron y entrelazaron los dedos de
sus manos. Se abrazaron dando inicio a una serie de caricias y tocamientos. Por
sobre las sábanas y, después, por debajo de ellas también. Una empezaba a gemir
con sutileza.
La otra muchacha continuaba girando. El docente
observaba.
Tras varios minutos las tres chicas completaron su
cometido. Aunque la última de ellas en lugar de desplomarse sobre las almohadas
lo hizo sobre quien le extendió la copa de vino. La bebió y asumió con Dionisio
un temperamento idéntico al que mantuvieran sus dos compañeras entre sí. Él
accedió.
Las cuatro personas allí presentes continuaron juntas
los ejercicios según lo sintieron.
Algunas horas después, una mucama de la opulenta
casona sirvió la merienda en el salón comedor. Los comensales ocuparon sus
lugares para reflexionar sobre la (extenuante) actividad recientemente
realizada.
-
No termino de
entender qué está pasándonos, o pasándome a mí al menos. Pero quiero
agradecerles porque siento que es bueno. Quiero hacerlo todo el tiempo- compartió
una de las presentes.
-
Es que no se trata
del tiempo si no de lo que hacemos con él. Podríamos pasar años sin que ocurra
nada o un par de horas donde cambiemos nuestras vidas- reflexionó otra.
-
Para mí, como dice
Tito, la clave es que el único varón sea él. Porque la energía femenina es muy
distinta a la de ellos. No podríamos alcanzar estos niveles de redescubrimiento
y conocimiento con los demás- expresó la última.
El anfitrión, cuyo rostro rebozaba orgullo por sus
aprendices, sintetizaba la jornada bajo el calificativo de “dionisíaca”.
Concepto repetidamente indagado por el grupo en general como aspecto sensible
de todas las cosas opacado por el racionalismo apolíneo occidental.
-
La sinergia hoy
acaecida entre nosotros es todo lo que está bien ¿se imaginan si todo el mundo
pudiera percibir las cosas como ustedes? en términos platónicos, recobraría la
divinidad perdida. El discípulo de Sócrates enseñó que el ser humano es un dios
realmente. Pero al nacer se convierte. Pasa de ser una idea perfecta a un
cuerpo material corrupto. Y así pasa. Es difícil encontrar con quienes alcanzar
un nivel de conciencia tan profunda como con ustedes. Lo suficiente no solo
para recordar nuestra verdadera esencia sino para actuar en consecuencia. Eso
es lo que pasa acá. Y estoy a disposición para continuar cuanto ustedes
quisieran. El amor y el sexo son cosas muy distintas entre sí, pero cuando
coinciden se transforman en una de las fuerzas más poderosas- desarrolló él.
Por aquellos días, los ex compañeros del taller de
radio sorprendieron a su amigo visitándolo un sábado. Compraron docenas de
facturas y mientras él alistaba todo para servir café, Emmanuel puso a hervir
el agua para tomar mates.
Héctor y Adriano, ya acomodados en la sala de estar,
les hablaban.
-
Primer año de
ingeniería me está matando- deslizó el primero de ellos.
-
Me pasa lo mismo
en mi carrera- adhirió el otro- producción y dirección audiovisual es mucho más
compleja de lo que esperaba. Y pretenden que memoricemos un montón de cosas que
no nos van a servir para nada. Los profesores a veces, incluso, son violentos,
y si te quejás el problema terminás siendo vos.
Emmanuel, quien aún no había terminado el secundario,
un poco por ser más joven que los demás y otro tanto por repetir algunos años,
deslizaba silenciosamente una vergüenza que Esteban notó. Por cuanto cambió el
tema de conversación.
-
Al margen de lo
académico ¿vieron que estoy en un taller de teatro?
Todos lo confirmaron, Emmanuel en primer lugar.
-
Nunca me pareció
buena idea esa onda, ni este pibe Aquiles- comentó.
-
A mí la verdad que
Aquiles me chupa un huevo. Pero todo el chamuyo de las emociones y sarasa no me
lo trago ni por un minuto. Y me extraña que un flaco pillo como vos sí, viste…
- aclaró Héctor mientras devoraba de un solo bocado una bola de fraile con
pastelera.
-
Tienen razón-
resolvió Esteban. Estuve pensando mucho en qué hacer con eso. El cariño que
tomé por gente de allí vicia mi discernimiento. Pero probablemente haya
cumplido un ciclo en ese espacio. Creo que, en la vida, todos tenemos tiempos y
propósitos con cada persona o grupos que integramos. Y el mío ya fue.
-
Me alegra
escucharte, amigo- dijo Adriano- más de una vez con los demás hablamos de tu
pertenencia al grupo sin saber qué podríamos hacer para ayudarte a entender.
Quizás en su momento te hizo bien participar. Pero, siguiendo tu lógica, si ya
cumpliste tiempo y propósito, podría haber mutado en un hábito nocivo.
-
¿Una especie de
grupo tóxico? – reflexionó Emmanuel.
-
Tal cual, como una
mina- agregó Héctor causando una mirada estupefacta en el resto del grupo, ante
la cual prosiguió en un tono jocoso- vayan a cagar, feministas.
Transcurrió la tarde, dedicaron algunos momentos más a
circundar sobre cómo podría llevar adelante su desvinculación sin herir
susceptibilidades. No alcanzaron una solución definitiva, aunque exploraron
todas las posibilidades que se les ocurrieron. Cansados de dedicarse al tema
optaron por jugar videojuegos y distenderse.
Semanas después se reunieron los participantes del
taller más cercanos al profesor en su casa. La idea era dar inicio a las
actividades habituales del Colegio Invisible, donde el muchacho, así como su
amigo, estaban involucrados.
Las charlas con su madre y con sus amigos, en
conjunción con las dudas del supuesto trato diferente para con mujeres, y las
reflexiones con sus amigos del taller de radio, colmaron la desmotivación del
joven. Quien fue el último en llegar al terminar de cursar en la facultad de
derecho.
Fue recibido cálidamente por todos excepto por el
profesor, cuya actitud evidenciaba la desconfianza propia de quien
repetidamente criticase su decisión de una carrera tradicional en una
universidad tan afín al statu quo que solían confrontar en el espacio.
Mientras almorzaban pastas caseras intentaban
infructuosamente coincidir en días y horarios de encuentro. Necesitaban
concertar al menos una oportunidad semanal para ejercitar lo que entendían por
el “Yo esencial”.
Frustrado por los vanos intentos, “el mariscal” apuntó
directamente contra Esteban. Un ultimátum fue secundado por todos sus compañeros.
No admitían que quien eligió la continuidad de una formación dogmática en una
institución eclesiástica como lo es una Pontificia Universidad, en una carrera como
abogacía, permaneciese con ellos en una cruzada cultural con la que aspiraban a
cambiar el mundo. Era incoherente. Y debía elegir entre sus incipientes
estudios de la carrera o el grupo que ya era parte de él.
Insinuó que reflexionaría una decisión ya tomada.
Nadie que lo obligase a tomar una elección en aquellos
términos merecía su preferencia. Y resolvió en consecuencia. Nunca más
asistiría a los encuentros del extraño taller ni practicaría sus ceremonias. No
sería parte de ello.
Durante meses se concentró exclusivamente en el
desempeño académico. Hilda no disimulaba la satisfacción por la decisión de su
hijo quien, tras más de un año, se había distanciado de las supuestas malas
yuntas.
Al afrontar su primer período de parciales
universitarios fue uno de los pocos que los aprobó todos. Incluso hubo docentes
que felicitaron el desempeño del joven. Y la consecuente buena impresión
resultaba un augurio alentador en miras a los exámenes finales del
cuatrimestre. Aplicaba para entonces el método de estudio que tanto le sirvió
durante la secundaria, cuadros conceptuales. Y así, punto por punto, sintetizaba
y estudiaba simultáneamente los programas de cada materia. Aprobó cada examen
que rindió.
Inició el segundo cuatrimestre de la carrera con altas
expectativas.
Contemplando que, para ingresar a cuarto año, llegado
el momento, debía tener aprobadas al menos dos materias optativas de las
ofrecidas por la facultad, entendió encontrarse en condiciones de afrontar una
de ellas mientras proseguía con la currícula normal de aquel primer año de
abogacía. Cuyas materias cursaba de lunes a jueves reservándose los viernes
solo para la contingente. Seleccionó análisis jurisprudencial.
Y entretanto descubrió cuánto extrañaba a sus ex
compañeros del taller de teatro. Donde, aunque tuviera diferencias con el
concepto de la propuesta o al menos cómo se estaba llevando a cabo, resguardaba
el afecto por sus integrantes. En particular, naturalmente, quien fuera su
mejor amigo durante años.
Concertó un encuentro con Aquiles en una cafetería
frente al Parque Rivadavia. Con lo poquito que había podido ahorrar le
invitaría un café y quizás le alcanzaría para compartir un tentempié. No tenía
trabajo, aunque estaba buscando.
Divisó a su amigo mientras llegaba y al encontrarse
frente a frente intento abrazarlo. Desilusionándose al encontrar un gélido
ademán de beso en la mejilla como respuesta. Parecía ofendido y tras tanta
confianza y transparencia Esteban no disimuló su inquietud.
Conversaron unos momentos hasta que preguntó.
-
Lindo vernos, pero
¿por qué tan distante? nunca nos tratamos así ¿te insulté? ¿te ataqué? ¿te
ofendí de alguna manera? ¿mentí en algo? - cuestionó Esteban.
-
¡Me decepcionaste,
si te importa! - demandó Aquiles antes de continuar - ¿sabés qué pensamos de
vos? que sos un cagón. Que te diste cuenta de cuánto estamos logrando
individual y grupalmente en el taller y volviste corriendo a la comodidad. A la
Iglesia. A las instituciones y a tu puta abogacía. Eso pasa. Mientras mi viejo
y yo te servimos éramos lo mejor de la vida. Presentaste ese proyecto de ley de
mierda y te empezaste a hacer el divo.
-
Pará la mano; el
proyecto del Foro era algo que nos movilizaba a ambos, no podés…- y su invitado
lo interrumpió.
-
¿No te das cuenta
que jamás me importó el Foro, o la política? ¿tan brillante y tan insensible? parece
contradictorio. Date cuenta nene. Me dejaste tirado y todavía querés que esté
contento- concluyó el hijo de Dionisio.
Desconcertado, el estudiante de derecho intentó
disculparse por una conducta que nunca procuró. Incluso si hubiera resultado
como Aquiles relataba, nada habría sido de manera consciente.
-
¿Qué otra prueba
de cuánto me importás querés? - proseguía Esteban- fui yo quien dio el paso de
buscar al otro e invitarlo a reunirnos ¿querés una explicación de por qué me
fui? - tomó café unos instantes mientras su interlocutor observaba atentamente-
porque no me cierra tu viejo. Ni esa actitud de mierda de tener un trato con
unos y otro con los demás. Particularmente la distinción con las minas ¿qué
onda que se junta solo con ellas? ¿para qué?
Desconcertado, Aquiles admitió desconocer tales
encuentros. Así como la legitimidad del argumento esgrimido por su amigo.
-
Te quise mucho Esteban,
pero volvé a insinuar mierda así de mi viejo y no me va a importar pararte la
moto como sea. Él se la está jugando por nosotros y por todos los que estemos
dispuestos a evolucionar. En cuanto vos desde tu rincón eclesiástico de mierda
señalás lo que no entendés como un pecado. No solo me desilusionaste, sino que
me parecés patético, cagón y forro- espetó el chico.
-
En serio Aquiles,
hay algo que no cierra, no lo analices desde lo emocional, discernilo fríamente-
requeriría el ex estudiante de teatro.
-
Ese es tu problema
flaco… mucha cabeza y poco corazón- Aquiles se retiró y dejó sobre la mesa
dinero sobradamente suficiente para costear diez tazas de café.
Volviendo al refugio académico, un viernes por la
mañana Esteban conversaba con una compañera. No solía hacerlo. No lo hacía con
nadie. Pero la chica le había consultado sobre algunas tareas pendientes y él
nunca negaba ayuda a quien la requería. Se acomodaron en un asiento del pasillo
donde permanecieron media hora esperando a que el profesor llegase. Incluso
cuando todos sus pares ya se habían acomodado en los pupitres. Era una de las
pocas ocasiones en que hablaba con una chica. Tenía cabello castaño y rasgos
armenios, esbelta, alta y carismática. Su nombre era Elisa.
Por lo que preguntaba (y repreguntaba) había dos
opciones: o estaba interesada en conversar con el joven estudiante o era
imbécil. Pero cabiendo la primera posibilidad, él la eligió. Y aunque ella no
parecía entender los fundamentos de las respuestas en los trabajos a presentar,
alcanzó a completarlas para su entrega. La confianza, el aprecio y la gratitud
provocaron el intercambio de redes sociales, con la promesa de seguir hablando.
Diariamente revisaba si lo había agregado una tal Elisa.
Él no daría ese paso. Cuando se admitió perder cualquier expectativa con la
correspondiente desilusión que ello acarrea, recibió una notificación virtual:
“Elisa Eusse ha comenzado a seguirte”. Colmado de alegría devolvió el seguimiento
para recibir un mensaje de ella:
-
Holaaaa Esteban!!!
aca estoy. Soy Elisa hablamos el otro dia en análisis jurisprudencial. Me
ayudaste un monton con el tp que habia que entregar y nada quería volver a decirte
gracias. Asi que eso graciaaaaaaaaas jajajajajaja.
Seguidamente insertó una sucesión indescriptible de al
menos diez emojis entre los cuales se destacaban varios corazones.
Mesuradamente el muchacho respondió que no era
necesario el agradecimiento y celebraba haber sido de ayuda. Pero para no pasar
nuevamente por aquel apuro podría ser buena idea que ella de alguna manera
internalizase los fundamentos que motivasen cada respuesta. Si lo precisaba, él
la ayudaría.
-
Si querés entre
clases podemos encontrarnos en la biblioteca y analizar entre ambos cada
consigna para resolverla. Así lo que uno no pueda resolver lo haría con la
ayuda del otro y llegaríamos nivelados a cualquier instancia de examen- escribió Esteban.
-
Re siiiiiiiiii!!! - respondió Elisa.
Y así, clase a clase compartían no solo horas en la
biblioteca de la universidad resolviendo las consignas ordenadas por el
profesor. Sino que se permitían tratar cuestiones personales, empezar a
conocerse, ir a merendar y hasta en alguna ocasión, cenar. Ella tenía una vida
social muy activa en cuya virtud no omitía los comentarios sobre mal de amores
y experiencias frustrantes con muchachos superficiales, básicos y demás. Por su
parte, Esteban vivía para la facultad. Últimamente tras su salida del taller de
teatro había encontrado allí un refugio que ofrecía comodidad y estabilidad
emocional. El estudio jamás lastima. Quizás sí los malos manejos de cada quien
al respecto. Pero el estudio en sí mismo no hace más que fortalecernos. Así que
las conversaciones a su cargo versaban sobre fechas de parciales, finales,
trabajos prácticos, inconsistencias curriculares, redacción de monografías e
investigaciones. Ofrecía un orden que la joven parecía necesitar. En cuanto
ella a él le significaba el descubrimiento de un aspecto de la vida hasta el
momento ignorado o, más bien, subestimado.
Iniciado octubre recibió un llamado de un teléfono
identificado con número privado.
Al responder descubrió una voz familiar.
-
Los trámites
burocráticos concluyeron exitosamente ¿aún querés iniciarte? - interpelaría Dionisio
al otro lado del aparato.
-
¡Hola Tito, que
bueno saber de vos y gracias por llamar, por supuesto! - diría el muchacho sin
ocultar la exaltación.
-
Lo mismo digo hermanito.
Es un paso muy importante el que vas a dar. Pero tranquilo, siempre voy a estar
allí acompañándote. Tenelo en cuenta si en algún momento temés- dijo el
maestro.
Una afirmación cuyo consecuente silencio puso de
manifiesto la inquietud del joven.
-
Para dar curso a
la iniciación tenés que llegar al lugar indicado por tus propios medios. Nadie
puede llevarte a los lugares a los que no puedas llegar vos mismo. El día
viernes, a las 7:00 hs., te espero en la Legislatura Porteña. Sugiero que te
acompañe alguien de confianza. Tendrás un máximo de 12 hs. para concluir lo que
debas hacer. Ya te enterarás.
Sin más, el joven evitó pronunciar las decenas de
dudas que se le venían a la mente y se comprometió a concurrir.
Lo calmaba la idea de contar con el apoyo del profesor
Ariel. Lo llamó para preguntarle.
-
Mirá Esteban,
agradezco que me tengas en consideración, pero estoy muy ocupado entre el
colegio, la academia y demás compromisos. Encima de que, como te adelanté
alguna vez, desconozco sobre el tema. No puedo serte útil, aunque quiera. Pero
me permito una sugerencia, tu ex preceptor Bastián tiene ciertas nociones, se
llevan bien de hecho ¿por qué no le preguntás a él? - dispuso el director Arrazabal.
El joven hizo caso y su correligionario pasó a
buscarlo en auto para llevarlo al punto de encuentro. Tenía puestos un pantalón
corto y una camiseta de fútbol. En cambio, Esteban vestía su único traje. Color
gris con una corbata azul. Cinturón y zapatos color negro.
-
¿A las 7:00 hs. te
dijeron? – cuestionó su acompañante- pasó una hora y no te atiende el teléfono
este tipo.
-
Sí, esto es muy
inquietante- validaba tímidamente el jovencito.
-
Posiblemente tu
iniciación coincida con una prueba- sugirió Bastián.
-
¿Cómo, no te
entiendo? ¿prueba de qué? – preguntó Esteban.
-
Aunque no sean lo
mismo, hace siglos ciertas sociedades secretas evaluaban a sus aspirantes por
sus conocimientos generales respecto de lo relacionado al tema ¿ese símbolo de
allí no es de La Orden? -señaló Dicastillo.
Efectivamente, una escuadra y un compás adornaban el
marco del gran pórtico lateral del palacio legislativo sobre la calle Hipólito
Yirigoyen ¿qué podía significar?
Fueron interrumpidos por el saludo del legislador Ángel
Atristain, quien ingresaba a trabajar.
-
¿Admirando la
obra? la verdad que hay estructuras que parecen piezas de arte. Y a uno, como
reformista, lo enorgullece que nos hagan parte.
-
¿Cómo es eso? –
indagó el flamante estudiante de abogacía.
-
¡Claro! quiero
creer que ya vieron las herramientas que integran nuestro símbolo. Ahí-
señalaba- de un lado la pluma, y del otro, el martillo. Por supuesto que,
también, hay otros. Y me parece perfecto.
Conversaron algunos minutos hasta que, tras
disculparse, el político prosiguió.
-
Decime que te
diste cuenta- requirió Dicastillo.
-
¿Puede ser una
especie de indicación? - consultó su joven amigo.
-
No sería la
primera sociedad secreta en manejarse así. El principio de un camino- planteó
el ex preceptor cuando su correligionario lo interrumpió.
-
¡Eso dijo “el
mariscal”! Indirectamente… creo: “para dar curso a la iniciación tenés que
llegar al lugar indicado por tus propios medios. Nadie puede llevarte a los
lugares a los que no puedas llegar vos mismo”. Pensé que era acá, pero la
Legislatura Porteña es solo la punta del Iceberg. La cuestión es a dónde
dirigirnos ahora. O sea, ya vimos la pluma y el martillo ¿pero no hay cientos
de comités partidarios solo en la ciudad?
-
Sí, pero mirá la
fecha consignada debajo de la escultura. Dice 1901. El reformismo, como sabrás,
surgió en 1891. Hoy en día queda una sola estructura en pie de aquellos
tiempos, anterior a la fecha en que cincelaron esto. Vamos al comité nacional.
Subieron al auto y, ya siendo casi el mediodía,
partieron rumbo al histórico edificio partidario.
Decenas de manifestantes obstaculizaban el paso por
las calles aledañas al Congreso de la Nación, por donde se ubicaba su destino.
Estacionaron y caminaron hasta llegar al edificio. Las puertas estaban abiertas
y había cientos de correligionarios.
-
Hoy tenemos
previstas algunas disertaciones, así que podemos movernos con tranquilidad y
averiguar lo que precisemos, pero ¿dónde buscar? este lugar es inmenso– se
interpelaba en voz alta el mayor de los muchachos.
Pasaron una hora recorriendo salones infructuosamente.
Resignados se limitaron a escuchar una de las exposiciones del día, a cargo del
ex director Agathos. Quien tras saludarlos comenzó a disertar. La brillante
oratoria del político era opacada por la preocupación de Esteban, quien tenía
solo cuatro horas restantes para descifrar el resto del recorrido.
Finalizó el discurso e invitó a sus correligionarios a
merendar.
-
No los esperaba
por acá ¿no vinieron por mi exposición, correcto? – preguntó Timoteo.
-
La verdad es que
estamos intentando hacer un recorrido por la ciudad, pero es más difícil de lo
que imaginé- se explayó Bastián- iniciamos en la Legislatura Porteña. Había una
escuadra, un compás, una pluma y un martillo. Nos cruzamos con Ángel y a partir
de lo que nos explicó concluimos venir para al comité nacional. Pero acá no
encontramos ninguna pista sobre dónde continuar.
-
Que curioso… -
pronunció su correligionario para iniciar un prolongado silencio reflexivo.
-
¿Qué cosa? el
tiempo apremia. Todo dato nos es de ayuda- rogaba el candidato a iniciarse.
-
Entiendo que
varios de nuestros próceres integraron La Orden, a la que corresponde el
símbolo que mencionan. Y para hacer sus estatuas las autoridades de aquel
entonces insistieron en que tenía que hacerlo el taller Don Bosco, dependiente
de nuestro colegio que antes era solo industrial. Eso me recuerda que, según se
rumorea, en la biblioteca alguna vez se llevaron a cabo reuniones secretas ¿por
qué no se pegan una escapada?
Agradecieron las instrucciones y partieron de
inmediato. Las suposiciones del referente partidario podían no generar las
mayores certezas, pero eran lo único que tenían.
Llegaron a las 17 hs. para encontrarse con las puertas
cerradas. Hacía tiempo ninguno de los correligionarios asistía al
establecimiento. Un cartel rezaba “cerrado por obras en curso”. Decidieron
darse por vencidos.
Tomaron asiento en el patio y pensaban qué podrían
hacer. O lo intentaban a pesar de los gritos de tantísimos jóvenes cuya semana
de estudios finalizaba. Repentinamente alguien se sentó con ellos. El director Arrazabal
llevaba una taza de café y una de mate cocido para cada uno de sus ex
estudiantes.
-
Debe ser algo muy
importante para que ambos, juntos, vuelvan a pisar el patio- supuso Ariel.
-
Hola profe, es lo
que te comenté el otro día por teléfono- aseveró su estudiante.
-
¿Cómo es que eso
los trajo hasta acá? – preguntó el pianista.
Bastián explicó paso a paso cómo recorrieron algunos
edificios de la Ciudad de Buenos Aires. Hasta precisar el acceso a la
biblioteca cerrada por obras.
-
De más está decir
que yo jamás podría permitir a nadie ingresar a un lugar en el que se están
llevando a cabo reparaciones. Sería peligroso y, consiguientemente,
irresponsable de mi parte. Pero basta de cháchara, tengo que terminar algunas
tareas y la semana casi llega a su fin. Estamos al habla y éxitos en su
búsqueda- sentenció el director mientras tomaba las tazas vacías de los dos
jóvenes.
Tras algunos instantes notaron que el profesor olvidó
un manojo de llaves. Corrieron hasta la biblioteca y las probaron todas.
Necesitaban entrar. No sería hasta casi el último intento que escucharían cómo
giraba el seguro del antiguo pórtico. Tenían una hora.
El salón contaba con al menos cien años albergando
miles de libros, de todos los tiempos. En más de una oportunidad, Esteban y
quién sabe cuántos estudiantes se refugiaron entre esos muros. Casi todo,
pisos, techos, estanterías, ornamentos, escritorios, mesas y sillas eran de
madera. Como si las hubiera creado una misma persona en un único acto. Y, de
hecho, descubrieron que fue así. Cada pieza en algún sitio ostentaba la
inscripción “taller Don Bosco”, como las esculturas del comité nacional
a las que Timoteo hizo referencia horas antes; por lo que su información y
deducción, probablemente, fueren acertadas. Estaban en el lugar correcto,
aunque tenían solo minutos para descubrir a dónde debían dirigirse.
El lugar continuaba a obscuras y solo se alumbraban
con las luces de sus teléfonos móviles.
-
¡Así se les va a
complicar! – acertó nuevamente el director mientras subía la térmica de las
luces- mis llaves, por favor.
Su estudiante se las devolvió.
-
Estás demasiado
desesperado, Esteban. Si es una cuestión de tiempos, tené en cuenta que se
puede resolver. Los griegos lo sabían. Según ellos había tres tipos de tiempo,
no solo el que conocemos, al que denominaban Chronos. Pero también consideraban
a Aión y a Kairós. Este último es el tiempo sagrado, que transcurre según
cuanto lo sentís. Si perdés el control sobre vos, lo perdés todo. Mantenete
sereno. Sentí cada instante en su unicidad y usalo. Así, en pocos minutos
alcanzarías lo que otros en una eternidad. Es algo que aprendí acá. En el fondo
de cada librero ilustraron dioses antiguos. Aunque las autoridades de aquel
entonces habrían preferido santos católicos, a título personal me parecieron
una linda incorporación- Ariel se acercó a una de las estanterías, quitó su
contenido apoyándolo sobre una mesa y les mostró la obra.
Presenciaban la imagen de un joven alado, con largos
cabellos, vestido con una túnica la cual solo era sujeta por un prendedor. Este
tenía la forma de una escuadra y un compás entrelazados. Pero ¿qué podía
significar aquello? las palabras del profesor resonaban en la cabeza del joven
mientras sus acompañantes intentaban ayudarlo.
-
¡Es allí, en el
Palacio Kairós! – exclamó el menor de los presentes- fui de pibe, encontré una
invitación hace años en mi pupitre y asistimos a un concierto con mamá, conozco
la dirección.
-
Recuerdo que me lo
comentaste en su momento, entonces partan de inmediato ¡éxitos!
Los correligionarios subieron al auto. Tenían quince
minutos. A toda velocidad (y saltándose algunos semáforos) arribaron a las
puertas del imponente edificio, en cuyas puertas estaba Tito “el mariscal” Dionisio.
Eran las 18: 57 hs.
-
¡Felicitaciones Esteban,
lo lograste! ahora daremos curso a la iniciación formal, pero me permito
advertirte que lo esencial lo has superado satisfactoriamente. Ahora debo
vendarte los ojos para ingresar al edificio. Te guiaré por los pasillos hasta
nuestro templo donde prestarás juramento- dijo el doctor en bellas artes.
Continuaron en tales términos hasta el lugar previsto.
Allí, mediante un diálogo triangular a través de Dionisio, los presentes
interpelarían con treinta y tres preguntas al pretendiente sobre sí y sus
intenciones en La Orden. Preferencias académicas, artísticas y opiniones sobre
determinadas cuestiones de interés. También indagarían sobre su conocimiento
teórico de nociones fundamentales de La Orden. En general los resultados fueron
lo suficientemente favorables como para proseguir.
Fue tomado por el brazo para el recorrido de tres
viajes simbólicos a través de obstáculos colocados en el lugar, siempre con los
ojos vendados.
Una vez hechos sería instalado de pie para la toma de
su juramento.
-
¿Juráis no
involucraros en nuestros augustos misterios con propósito de traicionarnos? - preguntó
una voz familiar que el muchacho no supo identificar. Tenía alguna sospecha,
pero… debía responder.
-
¡Sí, juro! - respondió
con la actitud propia del hombre que iniciaba esta nueva etapa.
La venda le fue quitada de los ojos.
Tras superar el efecto cegador de la luz en quien tuvo
puesta una venda durante tanto tiempo, lo primero que notó fue a quien lo
acompañó durante todo aquel proceso, con la venda en sus manos. El doctor Dionisio,
como todos los demás, le apuntaba con un arma blanca al cuello.
Antes de continuar cabe detallar que La Orden está
integrada por logias y a su vez, cada una, por hermanos. Tienen armas blancas como
parte del uniforme, imputadas en función del temperamento.
Tito “el mariscal” apuntaba con una espada flamígera.
Lucía un traje negro con chaleco y corbata de moño rojo. Decenas de medallas
colgaban sobre su solapa izquierda con símbolos indescifrables; eran iguales a
las que la abuela Sofía guardaba y, otrora, pertenecieron al abuelo Katz. Un
mandil blanco con inscripciones en rojo. Un collarín y guantes blancos decorados
en dorado.
Continuando el recorrido visual del templo encontraría
al Gran Maestro Politi y al Pro Gran Maestro Astudillo, portando un bracamarte
y una alabarda respectivamente. Ambos lucían túnicas negras completamente
lisas.
Al fondo, sobre lo que se denomina Oriente, tras un
escritorio de madera grabado con el símbolo de la escuadra y el compás estaba “el
griego”, ex director de su colegio, la voz familiar que no pudo descifrar. Era
él luciendo un traje marrón con una corbata de igual color y camisa blanca. Ostentaba
menos medallas que Dionisio, pero aun así tenía unas cuantas. Sin guantes y con
iguales mandil y collarín que su predecesor, sostenía un alfanje en su mano
derecha.
También estaba su colega, Ángel Atristain, quien con
un traje bordó y corbata floreada, superpuestos a una camisa negra, tenía
tantas insignias como el actual Venerable Maestro al fondo del salón. Mas en
lugar de un alfanje apuntaba a Esteban con un tridente.
Encontraría para su sorpresa, además, a su ex
preceptor, Bastián. Un modesto traje negro con corbata negra sobre una camisa
gris, sin medallas aún, ni collarín y con un mandil blanco lo tornaban
prácticamente un desconocido. Poseía una lanza decorada.
El último de los rostros que sabría identificar entre
los más de cincuenta hermanos presentes en la ceremonia sería el de quien
siempre estuvo allí. El profesor Arrazabal. Tenía un traje azul, camisa blanca
y corbata roja. Era el único en usar sujeta corbata y tenía más medallas que “el
mariscal”, aunque un cargo menor en La Orden, dado que él no había sido
Venerable Maestro de una logia. También poseía tanto collarín como mandil de
características similares a los de los maestros allí. En ambas manos cargaba un
mandoble.
El chico sorprendido no supo cómo reaccionar, si es
que debía hacerlo, en los instantes en que se revelaron tantas identidades
familiares. Antes de que pudiese resolverlo, desde el fondo del salón, Timoteo sentenció:
-
¡Y si
incumplierais con vuestra palabra, os cortaremos el cuello!
El viernes siguiente en su clase de piano semanal,
como hacía algunos años, antes de practicar los ejercicios curriculares
conversaron sobre cómo se sentía el muchacho respecto de lo recientemente
acaecido.
-
Esteban, ya sé que
formalmente te apadrinó “el mariscal” en tu iniciación. Y no está mal. Pero en
términos estrictamente fácticos referenciate en mí. También debo aclarar que si
nunca hablamos de mi pertenencia a La Orden fue porque no me parece tema de
conversación. Hay quienes la usan como un título nobiliario. Yo no. Y la mejor
manera de evitarlo es sin nombrarla- explicó Ariel.
El joven escuchaba mientras su mentor proseguía
detallando cómo autorizó al profesor de teatro para apadrinarlo.
Meses atrás el timbre sonaba en la academia.
Cuando la secretaria del profesor abrió la puerta se
encontró con el Dr. Dionisio. Parecía conocerlo.
-
Buenas tardes
señor; temo que no lo esperábamos. Y sin cita no puede pasar- dijo la señora.
El caballero avanzó haciendo caso omiso.
-
Necesito hablar
con mi hermano- exclamó en un tono lo suficientemente elevado.
La breve discusión entre ambos fue interrumpida cuando
se abrió la puerta del aula tres. El despacho del profesor Arrazabal.
-
Cuando alguien te
dice que no, debés detenerte, Tito. Podés pasar- dijo Ariel con un forzoso
ademán de invitación a su oficina- ser miembros es lo único que nos hace
hermanos, de todas formas, insisto en mi pedido de que omitas llamarme así.
Dejé lo suficientemente claras nuestras diferencias- aclaró el anfitrión.
-
Entiendo… y siento
mucho tu desprecio. Yo te admiro, no a pesar sino a partir de nuestras
diferencias. Que sí las hay. No creo que haya una verdad absoluta, aciertos ni
errores. Solo puntos de vista. Cuya fuerza radica en la propia de sus
defensores. Tenés ideas fuertes. Tanto como para que nuestros hermanos (perdón,
los demás de la logia) suscriban. Me hiciste suspender, pero no te culpo.
Consta quién te lo ordenó ¿y por qué no obedecer? - expuso el invitado.
-
Nadie ordenó nada.
Fue lo justo y los demás estuvieron de acuerdo. Punto- dijo contundentemente el
director del colegio - ¿cuál es el motivo de tu visita? hacía años no venías.
-
Es verdad y me
disculpo.
-
No hace falta- interrumpió
el arisco músico.
Su interlocutor prosiguió:
-
Hay un joven
brillante por cuya crianza debo felicitarte- Arrazabal no pudo evitar fruncir
el ceño- Esteban participa del taller de teatro, además es amigo de mi hijo y
lo ayudé a presentar el proyecto de ley. Es un extraordinario candidato para
sumar a La Orden, en particular a nuestra logia. Soy un hermano (perdón, integrante)
respetuoso. Consta que es tu pupilo por lo que recurro a vos para pedirte permiso.
Quiero proponerle que se inicie.
Ambos caballeros parecían entender que una denegatoria
significaría un flanco débil en la estructura de contención que el músico desde
hacía años representaba contra las sugerencias de Dionisio. Él propugnaba
instaurar en La Orden el imperio del hedonismo y prácticas esotéricas de magia
antigua; corriente que autodenominaba modernista. En cuanto su adversario se constituía
como uno de los máximos referentes del llamado tradicionalismo o
conservadurismo, que mantenía las fórmulas racionalistas. No había margen para
denegar la solicitud.
-
Tenés mi venia. El
muchacho está a mi cargo, pero podés convocarlo.
-
Gracias, hermano
(lo llamó alevosamente así). Lo dejás en buenas manos.
Se despidieron fríamente.
Ese relato esclareció aún más la primitiva perspectiva
del aprendiz sobre el grupo en el que se había involucrado y su funcionamiento.
A pesar de que los hermanos de su rango tienen vetado el conocimiento de
ciertas cuestiones; excepcionalmente Arrazabal estimó necesario informar para
formar.
Pocas veces durante el agitado año se había encontrado
con sus amigos. Pero en cada una de esas reuniones afianzaban los vínculos contra
los cuales el posicionamiento del taller de teatro arremetía.
Se encontraron en la casa de Adriano. Su dormitorio
estaba en la planta alta desde donde se accedía directamente a una amplia
terraza. Los jóvenes llegaron hacia la medianoche. Jugaron juegos de mesa
mientras se ponían al día.
-
Solo mamá sabe lo
que les voy a contar ahora y quiero que sean lo más discretos que puedan. La
semana pasada me inicié en La Orden. Una sociedad secreta que hacía tiempo
llamaba mi atención. Cumplí con algunos procedimientos, fui evaluado y
admitido. Es un lugar donde puedo aspirar a crecer mucho y me enorgullece
haberlo alcanzado. Así que, creo, nadie mejor que ustedes para celebrarlo- declaró
Esteban con cierta solemnidad.
Todos alzaron sus vasos. Él tomaba vino tinto, Adriano
Fernet, Héctor un destornillador que era casi puro vodka y Emmanuel cerveza.
-
Me alegro mucho
por vos amigo. No puedo opinar de eso porque no conozco, pero suena re
importante e interesante. Si sentís que es el lugar para vos y para seguir
convirtiéndote en una mejor persona contá con nosotros- sugeriría el anfitrión.
-
La verdad que a mí
me importan un carajo las sociedades secretas, las religiones y todo eso, pero
lo mismo que Adriano; mientras no vuelvas a tener quilombos como te hicieron
los de teatro dale mecha- indicó Héctor mientras hundía profundamente una
cuchara en un balde de crema de maní.
-
Todo medio raro.
Quiero que te cuides más amigo. Arriesgas mucho con movidas tan intensas. Por
ahí sería mejor quedarte en los lugares más comunes como la facu, la familia y
nosotros. Al menos ya no mencionás a Aquiles; ese flaco no me gustaba nada- planteó
Emmanuel con una mirada profunda y directa.
Siguieron con sus reflexiones, mientras jugaban,
comían y bebían por horas y horas. Mientras, el amanecer se insinuaba con los
primeros rayos del sol penetrando la persiana.
Su amistad era incondicional, como el apoyo que se
brindaban entre sí.
Aunque solo Esteban estaba en La Orden, los cuatro
eran hermanos.
Capítulo 7: 2016
“El hombre se autorrealiza en la misma medida en que
se compromete con el cumplimiento del sentido de su vida”. Viktor Frankl.
Pasó el verano y el primer año de la universidad había
sido completado.
Hubo tiempo para pensar.
Hilda notó la inquietud de su hijo por lo que aprovechó
una cena para conversar con él, valiéndose de sus versadas dotes indagatorias.
-
Aprobaste con
promedio de honor el primer año, hijito. Eso merece una felicitación. Así que
preparé mollejas a la crema con papas noisette. Sentate por favor- indicó Hilda.
El muchacho, como de costumbre, obedeció.
-
Que rico mami.
Muchas gracias. Costó, pero se pudo lo de la facu. Veremos si este año puedo
repetirlo- describió él.
-
Mirá, lo académico
es uno de muchos desafíos que supiste atravesar. Después de lo de Dionisio...
ese tipo no se iba a meter con vos. Con el resto no me interesa. Menos mal que
entendiste las cosas- dijo ella.
-
Sí. Es un tema
complejo. Pero que a mí no me hayan cerrado algunas cuestiones no quiere decir,
automáticamente, que esté todo mal. Él y quienes sigan a su lado pueden hacer
lo que quieran. No soy quién para juzgar- sostuvo modestamente el muchacho.
-
Yo sí- sentenció
su madre- más aún si pretendía involucrarte a vos. Pero por mérito tuyo es una
cuestión resuelta ¿no? - insidió sutilmente la señora.
-
No definitivamente.
Tanto argumento sobre el conocimiento de sí, autodescubrimiento, crecimiento y
demás; son conceptos que veo replicados en La Orden. Los estoy estudiando en
sus distintos aspectos viste. Y no termino de entender hasta qué punto estoy
recorriendo un camino que elijo o que eligieron por mí ¿cuánto me mueve el piso
redescubrirme, entenderme, ser mejor persona? digo, hay gente que ni piensa en
eso y vive feliz, con menos preocupaciones, u otras al menos ¿yo elegí ser
abogado o fui orientado por una idealización del derecho que con cada abogado
que conozco se vuelve más irreal? ¿quería ingresar a La Orden o tenerla por
refugio de aquello que me hirió? - dudaba el joven.
-
Estás inseguro. Lo
que tenías por verdades cuasi dogmáticas ahora está en tela de juicio. Yo soy
arquitecta, nada más lejos de mí que las reflexiones filosóficas. Pero la
abuela alguna vez me dijo que no tiene nada de malo hacerse esas preguntas.
Quizás debas aprender a lidiar con ellas y otras también ¿hay un dueño de
verdades? entiendo que no. La incomodidad de las dudas es como un motor. Te va
a llevar a lugares más profundos, en la medida que te animes a entrar en ellos.
El conocimiento que encuentres ahí no necesariamente se traducirá en felicidad.
Pero te dará las herramientas con las que podrás buscarla- consideró Hilda.
Tras terminar la comida se quedaron varias horas en la
mesa platicando sobre qué hacer con interrogantes como las que movilizaban al
chico. Concluyeron que no necesariamente porque una idea surgiera de
influencias externas (al final de cuentas todas se relacionan con el entorno en
que uno se desarrolla), tienen que considerarse imposiciones.
Desde fines del año anterior se frecuentaban más que
nunca con sus amigos. Al menos semana por medio compartían alguna comida, se
ponían al corriente, jugaban videojuegos y miraban películas. También allí Esteban
expuso sus inquietudes.
-
Más allá del ruido
que tenés en la cabeza ¿qué sentís bro? - le preguntó Adriano.
-
No sé. Desde que
largué teatro estoy medio reticente con los sentimentalismos- respondió su
amigo.
-
Pero no es
sentimentalismo, pelotudo. Si vas a hacer solamente lo que te diga la cabeza te
vas a morir solo. No sos una máquina. Ta’ bien, no sabés si posta querés seguir
con abogacía, la sociedad secreta y toda la bola. A ver ¿cuándo vas a cursar lo
hacés contento o llorás en el bondi? - le interpelaría Héctor.
-
La verdad que me
copa bastante. Lo hago con entusiasmo. Pero no sé si es genuino o porque estoy
cumpliendo algún mandato que me pueden haber impuesto- reflexionaba su
anfitrión.
-
No amigo- le
enseñaría Adriano- el entusiasmo, como lo llamás, nunca tiene que ver con
mambos impuestos. Si está es porque vas bien.
-
¿Por qué no te
dejás de romper un poco los huevos, aflojás y disfrutás lo que hiciste hasta
ahora? - exigiría Héctor mientras daba un mordisco a un sándwich de salame y
queso- las pasaste todas, las buenas y las malas, querías estudiar derecho y
vas bien, querías entrar a una sociedad secreta y lo lograste, le metiste al
runrún de la política. Ya estás en el baile, ahora bailá.
-
No creo que esté
mal que se permita dudar ¿por qué tener por seguro lo que uno cree querer hasta
el momento? ¿no podría cambiar? - lanzó Emmanuel.
-
Sí, qué se yo,
pero cuán útil es dudar de algo que venís construyendo hace ¿cuánto? ¿cinco
años? - comentaba Adriano.
-
Ponele. Pero es
como dice Emmanuel. Nadie duda de lo que quiero, si no del por qué- dijo Esteban.
-
Yo te digo por qué-
ilustraría Héctor con otra mordida de su tentempié- te gusta la plata, el poder
y el conocimiento. Punto. Sos eso. Nadie te juzga. Aceptate. Los únicos que te van
a putear son los hipócritas que no sirven ni para administrar una fotocopiadora.
Y como no le importan a nadie… no te hagas historia.
Tras un buen rato de debate y reflexión continuaron
sus habituales partidas de videojuegos y miraron algunas películas. A pesar de
invitar los postres la situación económica de Esteban era desfavorable. Si bien
desde hacía años de vez en cuando tenía alguna changa con la cual cobraba unos
pesitos, la vida socialmente activa de un muchacho de diecinueve años demanda
consumos y, lógicamente, fondos proporcionales para costearlos. Hilda, quien lo
había criado sola y sostenido toda la vida nunca fue una mujer que despilfarre.
Y no empezaría a hacerlo por las andanzas de su hijo. Lo que motivó disputas
domésticas.
Las dificultades económicas obstaculizaban gravemente
su desempeño en todos los sentidos. Afortunadamente, una ex compañera de la
secundaria lo recomendó para un trabajo como vendedor de tarjetas de crédito en
una estación de tren. Envió la documentación necesaria, asistió a la
(paupérrima) capacitación y se presentó en su primer día como vendedor.
La agenda, a partir de entonces, estuvo más
abarrotada.
Despertaba a las 6:00 hs. Cursaba entre 7:45 y 13:00
hs., de lunes a viernes.
Tenía que llegar a las 13:30 hs. a la estación de
trenes para cumplir el trabajo asumido. Allí estaba hasta las 19:30 hs. Llegaba
a casa a las 20:30 hs. con escaso tiempo suficiente para bañarse, cenar y (quizás)
estudiar.
Debía vender, al menos, dos tarjetas cada día para
conservar el trabajo. Lo que no solo requería el interés de los potenciales
clientes sino, también, que su historial crediticio cumpliera con los
estándares de la compañía.
En sus primeros intentos el joven se aproximó
aleatoriamente a los transeúntes.
-
Disculpe ¿le gusta
la plata? – abordaba Esteban a los atónitos clientes en potencia.
Había quienes respondían lógicamente con una
afirmación mientras, los menos, cuestionaban al muchacho por la pregunta que
les hacía. En ambos casos procedía de igual manera.
-
Si le gusta la
plata necesita una tarjeta de crédito. Porque puede costear consumos en cuotas
sin intereses. Lo que en conjunción con la inflación se traduce en ahorro. O
sea, más dinero en sus bolsillos al realizar cualquier transacción.
-
¿Y por qué debería
optar por esta tarjeta y no otra? – solían observar sus interlocutores.
-
Porque esta no
tiene coste de mantenimiento- mentía él- mientras todas las de la competencia
sí. Entonces gratuitamente le ofrecemos la posibilidad de financiar sus
consumos a largo plazo ¿le interesa?
Si bien muchos de los consultados accedían a consultar
su procedencia en el sistema de la compañía, en su mayoría no aplicaban. Lo que
tornaba la conversación en una pérdida de tiempo durante el horario laboral de Esteban,
cuyo superior más de una vez criticaría.
No se trataba de cuántos intentos llevara a cabo. Sino
de los resultados.
Conversaba con todo mundo y los convencía, pero si al
final del día no tenía tarjetas vendidas era lo mismo que nada.
Entonces, concluyó que más importante que llamar la
atención de las personas, era que los abordados aplicasen ¿y cómo saberlo?
¿solo por aspecto? no. Tenían que tener algún ingreso económico constante en
blanco. La única manera de presumir ello, solo a partir de las apariencias, era
obvia: los beneficiarios de prestaciones previsionales, ergo, mayores de edad
(por su jubilación) y personas con movilidad reducida (por subsidios). Inició
su estrategia.
Se arriesgo con una señora entrada en años.
-
Disculpe señora-
irrumpió el vendedor- pero estamos regalando dinero y nos gustaría saber si le
interesaría.
-
¡Por supuesto! -
exclamó la sorprendida mujer.
-
Excelente. El pago
se lo haremos con una tarjeta. Solo abonará cuanto consuma, si es que lo hace.
Así podrá comprar productos en cuotas. Si estas fueren sin intereses, al no
haber costo de mantenimiento, nuestra compañía estaría financiando sus
adquisiciones. Por cuanto le estaría regalando la diferencia entre el valor
total que abonara en cuotas y cuanto aumentara el susodicho producto ¿entiende?
– preguntó él.
-
Nunca use
tarjetas, me da miedo- confesaba la mujer hasta que el joven la interrumpió
aclarando que en el stand le explicarían todo lo necesario.
-
Solo necesito su
nombre completo y número de DNI para corroborar que aplique en nuestro sistema-
solicitó el muchacho.
La señora brindó sus datos. Fueron insertados en el
sistema y ¡bingo! aplicaba a la perfección. Era jubilada.
Completaron los formularios necesarios y concretaron
la operación con la suscripción de la clienta.
En cuestión de semanas sería reconocido como el mejor
vendedor del puesto.
Entre tanto retomó el contacto con participantes del
taller de teatro. A pesar de que Aquiles no respondía sus mensajes, algunas ex
integrantes sí. Se reunió con una de ellas.
La joven, como otras, había abandonado el espacio
hacía meses. Motivadas en causales similares a las que otrora motivaron la
partida de Esteban. Con la diferencia de haber llegado más lejos aún en su
camino introspectivo. Relató a su ex compañero experiencias orgiásticas. En su
tono ponía de manifiesto dudas sobre la voluntad con que había obrado. El
alcohol era no más que un mero aditamento al profundo argumento discursivo en
que se fundaba toda actividad allí enmarcada.
-
Mirá, en términos
estrictamente jurídicos para poder hablar de un acto voluntario tendrían que
concurrir tres elementos: discernimiento, intención y libertad. Si cualquiera
sufre algún tipo de vicio podría tratarse de un acto involuntario impulsado por
una forma de manipulación. Eso anula los efectos jurídicos en materia civil. Y
en materia penal, aunque estos no existieran, podría tornar de punibilidad al
autor del acto- explicaría fríamente el estudiante de abogacía.
-
¡Dejate
de tecnicismos ahora, Esteban! me siento mal y punto, no me tires un libro por
la cabeza. Y estoy segura que las demás chicas
también. Nos decía cualquiera. Fuimos estúpidas y le creímos. Cuando vos te
fuiste la confianza de los demás en el fundamento de las actividades mermó. Fue
entonces que Dionisio empezó a ponerte como ejemplo de cagón y traidor. Que
habías sucumbido al orden establecido y perdido la batalla que supuestamente
los demás seguíamos dando por permanecer en el taller y, consiguientemente, con
él. Con ese argumento nos retuvo varios meses más. Y el límite fue cuando
empezó a organizar ejercicios individuales. Programaba encuentros con algunas y
llegábamos a quedarnos en su casa durante días. Nuestros papás no podían
enterarse y nos obligaba a inventarles excusas. Nosotras lo hacíamos. Se
convirtió más que en un maestro en una especie de amo. Finalmente nos pusimos
de acuerdo y empezamos a poner excusas para faltar. Se puso insistente y hasta
fue a mi casa. Obvio que no le abrí la puerta ni nada- detalló la muchacha dada
la confianza que la rectitud de su interlocutor le inspiraba. Era una especie
de confesión en la cual, lejos de esperar un castigo, recibiría el oportuno
consuelo y contención.
-
Creo que lo que
pasó no se puede deshacer. Pero sí sus efectos. No hablo de lo jurídico. Hablo
de lo humano. Te siento lastimada. Ante todo, en tu lugar, procuraría sanar.
Las demás quizás estén en la misma. Cuando estén suficientemente repuestas, si
tienen ganas y se animan, yo les voy a conseguir un abogado que las defienda ad
honorem. Lo que ese hombre hizo es una forma de abuso sexual, y en la medida
que estén dispuestas se puede iniciar un proceso. Si delinquió debe ser
sancionado. Por otra parte…- proseguía el chico cuando su voz se quebró- ¿Aquiles
o alguien más estaba mientras ustedes yacían allí?
-
A Aquiles casi no
lo veíamos al final. No sé qué pasó con él, pero cuando nos quedábamos con “el
mariscal” estábamos a solas. Decía que eso era necesario para que la ceremonia
nos hiciera el bien que buscábamos. Solo podíamos convertirnos en diosas ante
su presencia, porque quien no supiera apreciar tal divinidad en lugar de
potenciarla podría menoscabarla- esclareció ella.
Esteban dejó de manifestar la angustia que lo colmaba
para ser únicamente un manojo de preocupaciones ¿qué hacer frente a tamañas
declaraciones? la joven ya no hablaba solo por sí, sino más bien por un grupo
de mujeres que se sentían abusadas.
Él se limitó a reafirmar su teoría. Primero debían
intentar estabilizarse, reponerse cuanto pudieran tras circunstancias tan
traumáticas. Y recién después articular las acciones judiciales que estimasen
pertinentes, para lo cual podrían contar con él.
Conversaron minoritariamente sobre otros temas y se
despidieron. Se trató de una ocasión para reflexionar juntos y no tanto una
plática entre amigos. Quizás nunca lo fueron. Su ahora hermano empezaba a
manifestar facetas muy obscuras.
Dionisio por aquel entonces inició una potencial
defensa, en caso de que lo que él llamaba “ex discípulas confundidas” se
dispusieran a actuar en su contra. No eran las primeras. Hacía décadas llevaba
a cabo las mismas prácticas con múltiples grupos cuyo rol docente confundían
con el de un pseudo- mesías. Aprovecharía una mañana de tranquilidad en el
despacho con su hermano y jefe, el legislador Atristain, para discutir la
cuestión.
-
Me parte el
corazón cuando la gente me abandona, amigo. Sé que mis ideas no son normales.
Al compartirlas le resultan atractivas a las personas, se involucran y cuando
asimilan su intensidad huyen. Pero al huir de la idea también lo hacen de mí.
Vuelvo a quedar solo… desde que perdí a la mamá de Aquiles nadie más me
entendió tanto- confesaba el profesor mientras tomaba su leche con café y tres
de azúcar.
-
Yo sí te entiendo Tito-
replicó Ángel- ¿u olvidás quién fue el único que te defendió de la suspensión
en La Orden cuando Arrazabal te querelló?
-
Ese facho tiene a La
Orden estancada en el siglo dieciocho. Si fuera por mí estaríamos en un plano
superior ¿te acordás de mi veneratura? - indagó el asesor.
-
¡Más vale! una
experiencia extraordinaria. Yo aún estaba en grado de compañero. Al final me
ascendiste a maestro. Entonces conocí el esoterismo y lo energético. Usábamos
velas en lugar de luminaria artificial. Cada acto de las tenidas estaba
musicalizado. Colocábamos sal en las esquinas del templo. Había sahumerios por
doquier. Totalmente heterodoxo- el legislador fue interrumpido.
-
Sí, por eso me
suspendieron- acotó el doctor en bellas artes.
-
No, Arrazabal
convenció a “el griego” Agathos de que te estabas yendo a la mierda cuando
quisiste alterar el ritual por el que se rigen nuestras ceremonias. Y ahí no
pudimos hacer nada para confrontarlos. Ya Arrazabal por sí mismo nos
significaba un problema. Coordinado con el otro por más que te defendiera
tenían toda la logia a su merced- detalló Atristain.
-
Encima Politi los
apoya- se lamentaba “el mariscal”- no importa. Así como ellos tienen derecho a
someterse a las premisas racionalistas establecidas; yo puedo reivindicar el
idealismo platónico y mis principios.
-
El problema es que
no medís Tito. Y por eso te vas a comer flor de caramelo con las chicas que te
acostaste- indicó el jefe mientras terminaba su té.
-
No me acosté, ya
te lo expliqué. Hicimos el amor porque lo sentimos. Y que mi cosmovisión no sea
la vigente para todo el mundo no debería ser motivo suficiente para que piensen
cualquier cosa de mí- aseveró el docente.
-
Aún así, me querés
pedir un boga, amigo…- arriesgo el político mientras su interlocutor asentía- quedate
tranquilo. Mi equipo de legales ya está preparándose. Si estas chicas hacen
algo vamos a estar listos. Siempre voy a cuidarte.
Su asesor se levantó del asiento, se acercó y, tomando
la mejilla de su hermano lo besó. Luego se retiró silenciosamente. Parecía algo
habitual.
En su clase semanal de piano, Esteban y Ariel
conversaban más de lo que practicaban. El profesor asignó al ya no tan pequeño
estudiante una nueva responsabilidad. Hasta entonces él tenía a su cargo la
musicalización de las tenidas y simultáneamente ostentaba el cargo de Maestro
Experto o Terrible en la logia, responsable de la disciplina y el correcto
funcionamiento del grupo según el ritual aprobado. Instruyó al muchacho, con la
venia de sus pares, para asumir el cargo de Maestro de la Armonía (aunque aún
fuera aprendiz, tenía la habilidad necesaria). Así, su ex director podría
centrarse exclusivamente en su rol preponderante como encargado de la
disciplina en la logia. Empezaba a rumorearse sobre un potencial reintento de Dionisio
por reformar lo establecido y los peyorativamente denominados conservadores
tendrían que estar atentos. Claro que Esteban no podía saber todo esto.
Decírselo habría transgredido decenas de reglas. La información se conoce en
proporción a los avances de cada quien en La Orden; y estos se reflejan en los
llamados aumentos de salario, ascensos de grado propiamente dichos ¿cómo
obtener un ascenso? hay una única manera: trabajando.
El cumplimiento de misiones. Con más o menos
justificaciones, los hermanos mayores, es decir integrantes de grados
superiores ordenan a los menores la realización de objetivos específicos.
Acreditado el éxito se registra en el Gran Archivo de La Orden; donde constan
los méritos de cada iniciado a lo largo de la historia.
Una de las primeras la había completado sin darse
cuenta: investigar a Tito “el mariscal”, rendir cuentas de la información
recabada a Ariel; y por extensión, a “el griego” Agathos.
Desde la pérdida de su madre, Hilda continuaba
estancada. Había alcanzado su mejor momento y desde entonces todo fue cuesta
abajo. Se refugió en los más de cinco perros que hasta entonces había adoptado.
Dedicaba su vida a ellos. Se había descuidado a sí misma, incluso. Resolvió
huir de aquel lugar que albergaba tantos recuerdos familiares. Con su hijo
escogieron otro departamento que, aunque fuera más chico e implicase que el
muchacho durmiera en el comedor, ostentaba las mejores condiciones edilicias a
las cuales la familia podía aspirar.
Una vez puesto en venta el inmueble, con cuyo pago
adquirirían la nueva vivienda, los fines de semana los agentes inmobiliarios lo
visitaban con potenciales compradores. Mientras Hilda los acompañaba, él debía
cuidad a sus mascotas en el sótano del edificio. No tenía dinero para ir a un
bar porque utilizaba todo el que ganaba para cubrir gastos de mantenimiento de
la vivienda, su madre no le daba más y permanecer en la calle durante cinco o
seis horas con tantos animales era una opción poco práctica. Aprovechaba
aquellos extensos ratos para continuar sus estudios.
Fueron semanas agotadoras. Pero finalmente una
interesada hizo una oferta gustosamente aceptada. Concretaron la operación y
casi inmediatamente dieron curso a la compra de su nuevo hogar.
Se mudaron el mes siguiente.
La extenuante rutina convergida con tamaño episodio
resultó en que una mañana, tras ir a clases, trabajar, estudiar, ayudar con el
ordenamiento del mobiliario y practicar piano; Esteban amaneció completamente
pálido e inmovilizado. Por su frente escurrían gotas de sudor frío. Tras
tomarle la temperatura, Hilda leyó un diagnóstico del termómetro que oscilaba
en los cuarenta grados. Preocupada requirió de emergencia a los médicos de su prepaga.
Asistieron y llevaron al muchacho en ambulancia a una clínica cercana. Donde lo
mantuvieron en observación y le realizaban los estudios necesarios.
Fue un preinfarto.
Con Hilda y el médico concluyeron que el joven se
estaba exigiendo más de lo que debía. Y la única solución era abandonar algún
hábito.
Esteban se negaba; asumiendo una postura necia que
podía agravar el vulnerable cuadro cardiológico.
En cuarenta minutos de discusiones lograron hacerlo
entrar en razón. Renunciaría al trabajo. A pesar del gravamen financiero que
ello implicaba para su incipiente economía.
Continuó con todo lo demás que hacía a su rutina sin
inconvenientes. Adaptándose de a poco a los hábitos que anteriormente dominó
con maestría. Aunque no pudo rendir todos los finales sí había llegado a
aprobar los parciales de cada materia del cuatrimestre.
En la última tenida del año lo consultaron sobre si
querría ser ascendido al grado de compañero. Pero su mentor, el Maestro Arrazabal,
le sugirió esperar. Aprender todo y mejor que nadie lo que correspondiese al
grado de aprendiz, en curso. Sacarle todo el jugo y no apurarse. Había sido una
de las personas más jóvenes de la Argentina en ingresar a La Orden y tenía todo
el tiempo del mundo para hacer camino. Que disfrute cada paso. Eso hizo.
Declinó la propuesta y continuó profundizando los contenidos que le
correspondían.
-
Hay quienes se
desesperan por alcanzar sus metas sin entender que, quizás, más importante que
llegar allí sea disfrutar el recorrido que transitamos- reflexionaba el
maestro.
Finalizó el año con sus amigos. Asistieron a un
restaurant donde, como acostumbraban, se pusieron al corriente y opinaron sobre
qué hacía cada uno con su vida. Suscribieron a la decisión de la renuncia y,
aunque no la entendían, a la de declinar el ascenso en La Orden.
-
Si te dijo así por
algo será, por lo que comentás tu profe parece un gran hombre- razonaba en voz
alta Emmanuel.
A la medianoche brindaron por un próspero 2017.
Capítulo 8: 2017
“El hacer el padre por su hijo es hacer por sí mismo”.
Miguel de Cervantes.
Su teléfono se había roto. Carecía de dinero para
arreglarlo o comprar otro. Hilda no lo ayudaría.
-
A mí nadie me
regaló nada. Vas a valorar las cosas cuando te cuesten. Nada enseña tanto como
el escarmiento y es momento de que aprendas algunas lecciones- sostuvo ella.
Así, él accedía a redes sociales, correo electrónico y
demás desde el teléfono de su madre cuando ella se lo prestaba. Situación, por
ser sutiles, poco práctica. Especialmente dada la búsqueda laboral en curso.
Necesitaba aplicar en algún trabajo si quería superponerse al mal pasar
económico. Y las condiciones resultaban tortuosas.
Sin poder costear ni siquiera sus viajes en transporte
público logró iniciar la cursada del tercer año de la carrera en el turno
noche. Por lo que tenía los días completamente disponibles en caso de ser
requerido por algún potencial empleador.
Las discusiones domésticas se agravaron.
Ensayaba una nueva melodía en el piano cuando su madre
lo interrumpió.
-
¡Dejá de
equivocarte, Esteban! – exclamó.
-
Pero ma… es la
tarea que me dejó Ariel el viernes pasado. Necesito practicar- se explicó él,
confundido por las erráticas demandas de Hilda.
-
Andá a comprar…
eh, pan. Tomá- le extendió un billete de $100.
El aún estupefacto muchacho se retiró.
-
¡Mirá que voy a
llamar a la abuela Sofía para contarle! – sentenciaba mientras su hijo cerraba
la puerta. Volvió a abrirla.
-
¡La abuela no
está, mamá, basta por favor! necesitás entender que la perdimos. Quedaste
estancada desde entonces. Te perdiste a vos misma.
Le pegó un cachetazo a Esteban, dejando la marca de su
mano en la mejilla.
-
Vos no estás. Mi
mamá sí- resolvió tajante- ahora te vas.
Al regresar con el pedido requerido, los guardias a
cargo de la seguridad de la puerta del edificio le prohibieron pasar.
-
No es personal,
pibe. Tu vieja acaba de ordenar que no podés pasar. Y nuestro laburo es
obedecer- le confesaron con un semblante similar a un pedido de disculpas.
Sin saber a quién (o cómo) recurrir en aquellas
circunstancias caminó hasta un shopping cercano que continuaba abierto. Sin
dinero para realizar alguna consumición permaneció allí en silencio, pensando,
hasta que el lugar cerró en la madrugada. Partió hacia el Parque Rivadavia,
ubicado a pocas cuadras. Se sentó en las escaleras frente a una iglesia. Y se
mantuvo casi inmóvil hasta el amanecer; cuando volvió a ocupar un sitial en el
salón de comidas del establecimiento comercial.
Aquel día se levantó en pocas oportunidades para ir al
baño a tomar agua. No comió. Pero si planeaba hacerlo necesitaría dinero,
indefectiblemente. Estudió en su mesa hasta que tuvo que partir rumbo a la
facultad. Dado que no tenía crédito para el colectivo recurrió a la pantomima
de ignorar aquella insolvencia. Por lo que si salía una hora antes podría
repetir la actuación con varios choferes hasta que alguno lo dejara pasar sin
tanto riesgo de llegar tarde a clases. Afortunadamente el primero accedió a
llevarlo. Por lo que se encontraba en la universidad con tiempo de sobra
suficiente para dirigirse a la biblioteca, donde podía utilizar computadoras a
disposición del alumnado. Desde una envió un mensaje a su padre, Eugenio Aparicio,
vía redes sociales.
-
Pa ¿cómo estás? espero
que bien. Sé que no tenemos trato, pero necesito pedirte ayuda. No tengo ni un
centavo. Mamá me echó de casa y estoy parando en el shopping al lado del Parque
Rivadavia. Cuando cierra me quedo en las escaleras frente a una iglesia. Te
escribo desde las computadoras de la universidad porque no tengo celular. Sabés
donde encontrarme. En cualquier caso, mañana volveré a conectarme en línea
desde aquí. Agradeceré cualquier ayuda. Saludos, tu hijo- suplicó con tanta
endereza como su orgullo lo permitió.
Quién podría saber si Eugenio leería el mensaje de su
hijo, y si así fuera, si estuviera dispuesto a ayudarlo y en condiciones de
hacerlo. La multiplicidad de posibilidades proyectaba un panorama desalentador,
en cuyo caso el muchacho prefirió prevenir que curar. A priori le urgía una
solución cortoplacista con la cual ganar tiempo.
Avergonzado por la situación (que no compartió con
nadie más, ni siquiera con Elisa, quien dado el cambio de turno ahora cursaba
con él) aprovechó un recreo para pedir ayuda indirectamente.
-
Después de acá
tengo que llegar en diez a un compromiso. Y me preocupa que no me alcance el
efectivo, no alcanzo a buscar por mi casa. Una bronca. Voy a hacer un papelón…-
insinuó Esteban.
-
¿Ay sí, de qué es?
¿una novia secreta? - preguntó su amiga.
-
No, ojalá- aclaró
él, debiendo improvisar inmediatamente un desarrollo del engaño- es una reunión
por un trabajo que me puede llegar a salir; estoy buscando. Y quedaría bien si
invitara la cena o, al menos, no necesitara que me la regalen ¿vos qué opinás, Elisa?
- consultó insidiosamente.
-
Tenés razón. Mirá,
tengo quinientos pesos. Yo de acá me voy directo para casa. Tenelos y me los
devolvés cuando puedas- indicó ella.
Su amigo tomó el dinero en préstamo, agradeció y
continuó la cursada de la noche con la tranquilidad de que podría cenar al llegar
al shopping, comiendo al menos una vez en el día. Si su padre lo ayudara
devolvería lo adeudado a Elisa sin problemas, y hasta podría salir de aquella
situación crítica.
Al terminar el horario de clases los profesores
continuaban dictando cátedra. Tanto que antes de partir rumbo a su destino
previsto el muchacho intentó acceder nuevamente a las computadoras de la
universidad, quizás ya tendría respuesta. Pero habían cerrado. Debía pasar otra
noche en el parque.
Con un ardid idéntico al que utilizaba para llegar a
clases engañó a los choferes de los colectivos que lo llevarían a destino. Solo
que esta vez los dos primeros declinaron el pedido del joven por pasar gratis.
Era tarde y la mayoría de los locales del comedor del
establecimiento ya habían cerrado cuando Esteban llegó y se dispuso a
seleccionar una cena. Encontró una tentadora oferta. La hamburguesa con queso era
el producto más económico de una cadena de comidas rápidas. Le costaría solo
sesenta pesos. Lo que significaba que, con lo prestado por su amiga, en el peor
de los casos, sobreviviría al menos una semana.
Cenó tranquilamente mientras repasaba los apuntes del
día.
Saciado el apetito, los demás sentidos tendrían margen
suficiente para cumplir con su cometido. Detectó que ya no olía tan bien como
cuando dormía bajo un techo. Antes de que cerrara el lugar se apresuró hacia el
baño, donde se enjuagó con agua y jabón. La situación no era óptima, pero
tampoco se resignaba a ser un maloliente.
Cerró el lugar y, nuevamente, se acomodó en los
escalones.
No podía dormir realmente, sino más bien yacer sentado,
somnoliento. Debía prestar atención a cualquier peligro propio de quien habita
vulnerablemente las calles, solo.
En más de una oportunidad otras personas en situación
de calle pasaron cerca de él. Algunos indiferentemente. Los menos le preguntaban
si quería algo de comer. Aunque el chico declinaba las amables ofertas por
prudencia. En el peor de los casos, otros llegaban a acecharlo circundando la
zona durante plazos prolongados. Como si esperaran el momento oportuno para
algo.
Al amanecer fue una grata sorpresa notar que en la
iglesia de en frente servían gratuitamente el desayuno. Hizo la fila, recibió
una taza de mate cocido y un pan con manteca. Se agasajó en el cantero de un
árbol y partió de nuevo al shopping.
Oportunamente se dirigió a la facultad para cursar.
Llegó antes, revisó su casilla de mensajes y no había respuesta de su padre. Al
encontrarse con Elisa conversaron de todo un poco y ella preguntó por la
reunión del día anterior.
-
Aún espero una
resolución, pero no voy a bajar los brazos- indicó Esteban con un tono cuya
motivación no estaba a la altura de las palabras pronunciadas.
Todo se repitió de igual manera durante días.
Como era de esperarse, una noche no tuvo más dinero.
Por lo que, como en un principio de tan traumática experiencia, permanecería
sentado en el salón sin consumir nada.
El organismo pasaba factura y empezaba a sentirse
mareado. Le dolía el estómago y tenía mucho sueño. Empezó a dormitar.
-
Que mal se te ve-
declaró una voz remotamente familiar.
Al encontrarse padre e hijo se abrazaron.
Eugenio ordenó que elija lo que quiera para cenar.
Tímidamente Esteban observaba de reojo un local de carnes a la parrilla que no
se atrevió a señalar mientras dijo:
-
Con cualquier cosa
me arreglo.
Su padre se
dirigió allí y encargó una parrillada completa para compartir. Se sentaron y comieron.
-
Gracias por
escribirme pa- espetó Eugenio- hace tiempo no me animé a contactarte porque
cuando eras chiquito, cada vez que lo intentaba, tu mamá hacía tremendo
despelote. Es medio histérica y me parece bien que lo hayas aprendido por tu
cuenta. Yo tampoco soy perfecto eh, te lo aviso desde ahora. Tengo cientos de
defectos de los cuales no me arrepiento. Pero también me parece justo que los
conozcas por vos mismo, y no que te los metan en la cabeza como ella siempre
quiso hacer.
El muchacho se esforzaba por responder tan
educadamente como podía mientras comía. Primaba el hambre.
-
La verdad yo
siempre me quedé con lo que mamá decía. Que nos abandonaste y no querías saber
nada con nosotros. Que eras violento, interesado, manipulador, materialista y
egoísta. Como crecí con esas ideas tampoco las interpelé mucho. La verdad que
contactarte fue un último intento desesperado al que recurrí. Y no sabés lo que
significa para mí que estés acá- ilustró Esteban.
-
Contame por favor
que es de tu vida, qué hacés, qué estudiás. Por lo que escribiste ya vas a la
universidad. Quiero conocer a mi hijo- demandó su padre.
-
Lógico. Y… estudio
abogacía, curso tercer año. Estudio piano. Me hacían bullying en el colegio.
Milité en política y presenté algunos proyectos de ley. No hay mucho más- detallaba
el chico omitiendo su pertenencia a La Orden, dato que solía resguardar
celosamente.
-
Muy impresionante.
Te felicito. Pero hay algo importante de lo que no hablaste. No tenés trabajo.
Así se te va a complicar salir adelante me parece. Vamos a hacer esto. Terminá
de comer que vamos a comprar un teléfono. No servís para nada incomunicado. Y a
partir de ahora te voy a pagar mil pesos por semana. A cambio vas a ser mi
cadete- dispuso Eugenio mientras su hijo asentía entusiasmadamente y consumía
las últimas papas fritas de guarnición.
Se levantaron y, en lugar de ir a los escalones donde
dormitó las últimas noches, se sentó en el lugar del acompañante de un lujoso
vehículo. Llegaron al local de teléfonos móviles y en cuestión de minutos tuvo,
nuevamente, celular propio.
No volvió a dormir en la calle.
Fueron al departamento de su padre, un monoambiente
ubicado cerca del edificio donde vivió con su madre hasta hacía menos de una
semana. Allí encontró un sofá que haría las veces de cama. Acomodó sus cosas y
por primera vez en mucho tiempo durmió en paz.
Padre e hijo amanecieron a primera hora. Desayunaron
en un bar, como Eugenio hacía todas las mañanas. Jamás cocinaba. Compraba todo
hecho. Café, tostados y el diario. De lunes a lunes celebraba el mismo ritual.
Y, a partir de entonces, Esteban también.
Seguidamente fueron a su concesionaria, ubicada sobre
Avenida La Plata. En ella la oficina principal, lujosa y modernamente equipada
era la de su padre. Pero había una en desuso cuyas condiciones resultaban
desfavorables. Habiéndose aclarado que pasarían muchas horas, durante muchos
días, en ese lugar; el chico puso manos a la obra. Dedicó aquella primera
jornada a la limpieza y ordenamiento de su nueva oficina. Para lo cual, la
vació, pasó un plumero y aspiró el piso de alfombra. Luego resolvió qué colocar
y qué no. Necesitaba un escritorio, una silla, una lámpara y una computadora.
Esto último tendría que ir a buscarlo a lo de su madre; por lo que sería un
problema para más adelante. Tras limpiarlo, dispuso el mobiliario
armoniosamente y hasta supo acomodar un pequeño sillón donde podía descansar si
los estudios lo extenuasen. Lo que, efectivamente, ocurriría.
Llegada la tarde tomó un café en la oficina de su
padre, con él, y partió hacia la facultad. Caminaba un par de cuadras, esperaba
el colectivo y, ya sin necesidad de fraudes, viajaba en calma.
Con parte de sus primeros honorarios semanales devolvió
a Elisa lo que le había prestado. Usó el resto para invitarla a merendar y
regalarle un ramo de gardenias. Al recibirlas, sonrojada, le dio un beso en la
mejilla.
Salieron antes de clases y cruzaron el dique de Puerto
Madero por un puente. Encontraron el bar ideal. Con sillones en el exterior y
vista al cuerpo de agua. Tomaron asiento. Ordenaron café, un scon de queso y
dos medialunas.
-
Se vienen los
parciales, podríamos quedar como el año pasado con jurisprudencia si querés.
Nos vemos en la biblioteca un día a la semana y estudiamos juntetes- propondría
ella.
-
¡De una! Cursamos
de lunes a jueves este cuatri, elegí el día que quieras y contá conmigo- accedió
el muchacho mientras entrelazaban miradas con las que, quizás, dirían algo más.
Al oscurecer la acompañó hasta su auto; se despidieron
con un cálido abrazo.
Él tomó el colectivo. Su padre lo esperaba en la
parada para ir juntos a la tienda de comida por peso donde todas las noches
cada uno seleccionaba lo que quisiera comer.
Por entonces, tras algunas semanas de haber recuperado
cierta dignidad, se tornaba impostergable el buscar sus (pocas) pertenencias en
lo de Hilda. Entre ellas, su computadora, herramienta fundamental para
continuar sus estudios. Eugenio le propuso comprar una nueva, pero había sido
suficiente descaro admitir todas las demás prestaciones como para agregar otra
a la generosa lista.
-
Hola mamá. Por si
te interesa estoy bien. Me ayuda papá.
Necesito mi notebook para seguir estudiando. Además de un par de cosas más
¿puedo ir a buscarlas? - consultó el
muchacho en un escueto mensaje vía redes sociales.
-
Podés. Debés
inventariar qué- respondió ella.
-
Gracias. Mi
notebook, mi ropa (estoy usando algunas que me prestó papá), mi colección de estampillas
y mi teclado electrónico- indicó él.
-
Te concedo tu
computadora, tus estampillas y algunas prendas. Podés pasar a retirarlas por
seguridad- definió Hilda.
Tras ello dejó de visibilizarse la foto del usuario,
así como la recepción de mensajes. Lo había bloqueado.
Esa noche, antes de ir a comprar la cena, pasaron por
el edificio de la madre del muchacho. Quien había dejado todo a los empleados
de seguridad en una bolsa de consorcio. Tenía un olor repulsivo.
Padre e hijo comieron y luego acomodaron las
pertenencias del joven. La computadora estaba allí, funcionaba con normalidad.
La colección de estampillas también. Pero todo estaba impregnado de olor a
amoníaco.
Esteban descubrió su ropa empapada. Estaba orinada.
Por lo que de inmediato la puso en la bañera donde lavó todo a mano. Por su
parte Eugenio se fue a dormir.
En algunas horas lavó todo. Lo colgó de un cordón en
el balcón esperando que en algunos días de secase.
Por aquellos días llamó al profesor Arrazabal para
explicarle la situación. Sin el teclado no podía continuar practicando, por lo
que era una pérdida de tiempo tomar clases.
-
No te preocupes, Esteban.
Hoy tenés cosas más importantes a las cuales abocarte. Lo principal son los
estudios. Que esto no te desanime y siempre que necesites hablar podés llamar.
Además, nos vamos a ver en el Palacio Kairós. A propósito ¿cómo vas con el
trabajo asignado? - planteó Ariel.
-
Sinceramente, la investigación
es muy compleja, al menos para mí. Estudié la Biblia, referencias de los
pueblos originarios, del medioevo europeo y pinturas de la época. Hay
denominadores comunes inconexos. Es una locura…- desarrollaba Esteban cuando
fue interrumpido.
-
De eso se trata- enseñó
el pianista- querías aceptar la propuesta de aumento de salario. Mi condición
para votar a tu favor es que trabajes adecuadamente este tipo de cuestiones. Y
te asignaré otras más difíciles, también. El hábito no hace al monje. Crecerás
con trabajo, no con roscas políticas, yo no lo permitiré. Hay suficientes
imbéciles en grados altos, más nos vale invertir la proporción.
En la tenida de aquella semana, el Maestro Experto
entregó al pequeño aprendiz decenas de correcciones. Una vez hechas podría continuar
su camino de aprendiz.
Durante la ceremonia de aquella velada resultaba
groseramente notorio el desconcierto de Dionisio. Se lo percibía confundido,
fuera de sí. Errático… solo el hermano Atristain permanecía junto a él. Era una
columna antigua, quebrada, a punto de ceder a su propio peso. Mientras sus no
pocos rivales ignoraban con alevosía aquel malestar.
Al finalizar los encuentros solían quedarse a cenar
todos juntos. Y como Esteban no podía costear aquel hábito era el director Arrazabal
quien lo hacía por él. Fue la primera vez que Tito “el mariscal” no intervino
en las charlas grupales. Se sentó, silencioso, en una equina de la mesa
rectangular.
-
¿Cómo va esa
carrera? - consultó Bastián.
-
Ya en tercer año.
Tengo una amiga con la que nos juntamos a estudiar todas las semanas…- el
aprendiz sería interrumpido por “el griego” Agathos.
-
Tremendo picaflor
tu pichón- diría el legislador con la mirada puesta en Ariel, quien respondía
frunciendo el ceño.
Esteban proseguía:
-
Retomé el contacto
con mi viejo, que me está ayudando a ordenar algunas cosas y da laburo. Así
que… encaminado, diría.
-
Lo único que te
faltaría sería volver a militar- sugirió Atristain- no olvides tus méritos en
política, hijo. La propuesta del Foro resultó superadora, hasta hoy son
instituciones vigentes. Presentaste un proyecto de ley a los dieciocho años y
representaste a la ciudad en el Congreso. Me honraría contar con un militante
así en mi comité- insinuaba, inescrupuloso, el legislador, con el tono propio
de un acreedor- qué bueno haber podido ayudarte en ese proceso.
Tras un gesto de Ariel, Bastián también intervino:
-
Ángel, acordate
que acá no mezclamos los partidismos. Y antes de ir a tu comité pasó por el
nuestro. Seamos prudentes con los manejos- delimitó el preceptor, recientemente
recibido de abogado.
-
Si alguna vez
querés volver a la política, nuestras puertas continúan abiertas- complementó Timoteo.
Acordaron, entonces, reunirse la semana siguiente. Arrazabal
acompañó al chico. No sin antes comunicarse con Hilda para entender mejor qué
ocurría.
-
Sí Ariel ¿en qué
puedo ayudarte? - atendió tajante ella.
-
Buen día. Perdón
que la llame. Quiero consultarle qué pasó con Esteban. Comentó que estuvo
viviendo en la calle hasta que Eugenio lo levantó ¿cómo es eso? - querelló él.
-
No te incumbe- enfatizó
la madre del muchacho con voz temblorosa- pero sí deberías saber que estoy mal.
Ese hombre es malvado y lo va a lastimar. Preferiría que siguiera en la calle
antes que con él. Además, era toda una lección. El pendejo estaba cebado, todo
demasiado servido. Necesitaba curtir un poco de calle…
-
¿Y de la ropa orinada
qué puede decir? - interrumpió Arrazabal.
-
Fueron los perros,
sabés que tengo varios. Dejé la bolsa al lado de la puerta y justo antes de
bajarla a seguridad se les ocurrió hacer sus necesidades allí. El pibe estaba
en camino y no llegaba a lavarla- explicó pobremente- cuidalo Ariel, el padre
lo va a decepcionar- rogó Hilda.
-
No, el padre jamás
lo decepcionaría- dijo él.
Días después concurrieron mentor y pupilo al palacio
legislativo porteño, donde los esperaban Timoteo y Bastián. Todos se saludaron
cordialmente.
-
¡Gracias por
visitarnos! - los recibía eufórico el legislador como si hubiera ganado una
contienda por su compañía- ya encargué que nos traigan infusiones y algo para
picar. Así me contás tranqui qué te gustaría hacer en el comité.
-
Tengo algunas
ideas, pero no vine por eso- explicaba Esteban.
Dicastillo no disimuló la desilusión:
-
¿Y qué podemos
hacer desde acá por ustedes? - preguntó.
-
Por nosotros nada-
dispuso el pianista- es más complejo.
-
¿Vieron que yo
participaba del taller de teatro que da Tito “el mariscal”? - interpelaba el
menor de los presentes mientras el resto asentía- bueno, no era teatro
propiamente dicho, al menos no como lo conocemos. Sino más bien ejercicios de
autoconocimiento, introspectivos. El método de estudio de nosotros mismos
sugerido por el profesor implicaba hacer a un lado la racionalidad como
receptáculo de los dogmas sociales occidentales; para que primase la
sensibilidad pura. A partir de lo cual se solía llegar a instancias bastante
lujuriosas entre los participantes. Hasta ahí no había nada demasiado fuera de
lugar. Aunque se tratase de la instancia en que decidí irme, en gran parte por
la insistencia de mi vieja preocupada. Entre tanto, el año pasado me reencontré
con una ex compañera que me transmitió la inquietud de varias de ellas. El
profesor las invitaba a su casa para sesiones de trabajos especiales,
reservadas excepcionalmente para quienes ostentaren la energía femenina digna
de adoración, por supuestas particularidades que la distinguirían de la energía
masculina, tosca, torpe, inferior según explicaba. En esas oportunidades, hoy
dicen haberse sentido abusadas y me piden ayuda para accionar judicialmente.
Básicamente de eso se trata. Ni más ni menos.
Dicastillo y “el griego” Agathos quedaron
boquiabiertos. No así el hermano Arrazabal quien tenía una noción de lo que Esteban
plantearía.
-
Esto que sostienen
es una bomba del tiempo. Explotar, va a explotar. Lo que voy a hacer es
resguardarnos. Al partido y a la logia. Si Ángel quiere salpicarse será una
decisión personal suya. Y por las pibas; cualquier mujer que se sienta abusada
merece contención y ayuda, al margen de lo que se dilucide en un ulterior
proceso judicial. Si quieren, Bastián y vos las podrían a representar
gratuitamente. Sé que no estás recibido, pero me informaron que integrás el
cuadro de honor de tu facultad. Así que veremos qué hacés con ese bocho.
Deciles que cuentan con nosotros- dispuso Timoteo.
El objetivo propuesto entre alumno y mentor estaba
consumado. Advertir a quienes debían y conseguir ayuda para las víctimas.
Habían hecho cuanto podían.
Tras tomar algunas tasas de café y continuar
profundizando lo ocurrido, todos se despidieron cálidamente.
De inmediato el dúo reformista inició una sucesión de
llamados telefónicos y reuniones con los correligionarios pertinentes. Con la
tranquilidad de que las chicas tendrían patrocinio letrado se ocuparon de que
el escándalo no afectase al partido que integraban. Había pruebas de lo
ocurrido, el marco jurídico resultaba adverso para el ex profesor de teatro
quien, más temprano que tarde, afrontaría un proceso penal. Transmitieron la
información y los grandes armadores de la Unidad Ciudadana Reformista
dispusieron la desvinculación total del potencial denunciado. Resolución
notificada a Atristain pocos días después; quien discutió hasta no tener más
opción que acatar. Llamó a su jefe de despacho, como lo hacía habitualmente.
-
Hermano amado, es
lindo contar con tu compañía en momentos tan turbulentos- saludaba Dionisio
mientras lo abrazaba.
-
¿Cómo te sentís? -
respondió el legislador mientras tomaban asiento y una secretaria les servía
café- para mí, también, un vaso de whisky bombona… mejor dos. Dale uno al señor
también.
La joven cumplió y se retiró.
-
Que me hagas
servir esto a las diez de la mañana es muy bueno o muy malo. Así que ahora
además de angustiado por la traición de mis musas, que no eran tan divinas como
creí, preocupado- entendió de inmediato el asesor.
-
Estamos hasta las
bolas hermano. Tus ex alumnas van a denunciarte y todos te van a soltar la
mano. Me lo dijeron expresamente en cuanto al partido e intuyo que en La Orden
va a ocurrir algo similar. Más bien, me lo ordenaron ¿entendés? - aclaró su
jefe.
-
Eso temo. Y según
veo nuestro vínculo no va a interferir en tu sometimiento, o conveniencia,
institucional…- amenazó el artista.
-
Lo mismo digo ¿por
amarnos pretendés que me hunda con vos, estúpido? es precisamente al revés. Si
tu debacle es inevitable procurá no arrastrarme. Porque, después de que toques
fondo, vas a resurgir con mi propio impulso. Aún así, no puedo creer que hayas
violado a esas chicas- condenó el legislador.
-
¡De ninguna
manera, vos no podés creer eso! - exclamaba el doctor en bellas artes.
-
¿No las obligaste
a coger? - preguntó Atristain- porque esa va ser la acusación.
-
Cada palabra que
pronunciás me lastima ¿te parece que con mi cosmovisión podría hacer algo tan
bestial? el cuestionamiento de ellas radica en que supuestamente la complejidad
de mi perspectiva las habría corrompido intelectualmente. Mi abogado dice que
vicié su consentimiento o algo así. Por lo que, si se hubiera tratado de eso,
deberían comprobar no un hecho de violencia física, sino uno mental. Los únicos
casos donde podría proceder esa teoría serían si ellas tuvieran un diagnóstico
psiquiátrico donde les imputaran alguna enfermedad. No es así. Y tampoco existe
jurisprudencia donde condenasen a un tipo porque sus ideas parecieran más
complejas que las de mujeres adultas con las que se habría acostado. Estoy tan
tranquilo en cuanto lo jurídico que, es más, sería deliberadamente
inconstitucional si llegara, aunque sea, a juicio oral; porque implicaría
ampliar un tipo penal vigente, lo que contraría al estado de derecho. Tendrían
que iniciar investigaciones contra todos los hombres que hubieran tenido sexo
con mujeres que no parecieran (al criterio de la justicia) tan inteligentes como
ellos. Lo que me importa es el desamparo de los grupos que integro hace décadas
y su gente. Perdí tanto tiempo con una actitud inadecuada… voy a respetar tu
mala decisión de soltarme la mano. Porque entiendo tu fragilidad. De hecho, no
voy a vengarme y vas a tener un lugar al lado mío si lo quisieras. Pero después
de esto el vínculo no puede ser el mismo- desarrolló Tito “el mariscal”.
Ángel intentó interrumpirlo infructuosamente en más de
una oportunidad. Pero cuando se dispuso a comentar algo su invitado se estaba
retirando. Un frío apretón de manos daría el modesto margen para acotar:
-
Te voy a seguir
mandando unos mangos, aunque ya no trabajes para mí. No te voy a dejar en banda-
intentó remediar el político.
-
Metete la plata
por el orto- sentenció Dionisio.
El fin de semana los amigos se reunieron para cenar,
como solían hacerlo. Mientras Héctor y Adriano cocinaban matambre a la pizza; Emmanuel
conversaba con el futuro abogado. Su mirada, sus actitudes, la sensibilidad
recordaban a Aquiles.
-
¿No creés estar
metiéndote en cosas muy turbias, Esteban? - consultó su amigo.
-
Sí, sí lo creo- respondió
él- pero no puedo hacer otra cosa. Por principios. Hay mujeres en un estado de
indefensión absoluta frente a un hombre muy bien acomodado, poderoso y temo que
hasta peligroso.
El primo de Adriano, Emmanuel, tomó su mano:
-
Cuidate mucho y
contá siempre conmigo. No quiero que te pase nada malo. Justamente, si el tipo
es como lo definís no deberías joder tanto.
Correspondiendo el gesto, el iniciado respondió:
-
Preocupate por
amor, nunca por miedo. Si confiás en mis aptitudes vas a entender. Además, no
estoy solo. No somos ningunos justicieros, solo pondremos nuestras fuerzas a
disposición de quienes las necesitan para hacer justicia.
La enternecedora escena fue interrumpida por los
demás. Quienes traían abundantes porciones de carne con ensaladas, vinos,
quesos y fiambres. Las condiciones eran idóneas para sus extensas pláticas de
siempre.
-
Che, superhéroes,
me importa un carajo todo esto- expresó Héctor mientras aclaraba su garganta-
yo no me metería y que se arreglen solas ¿qué onda con la de la facultad? esa… Lilita.
-
¿Elisa? - corrigió
Esteban mientras Héctor asentía- me pasan cosas, lógicamente. Nunca estuve con
nadie. Ni un beso. Es algo que a los veinte años inquieta. Pero prefiero no
hacerme la cabeza.
-
Andá con una prostituta.
Yo tengo una que por dos lucas te hace lo que quieras. Limpita y con lugar
propio. En las torres de atrás del súper de Avenida La Plata, cerca de la
agencia de tu viejo. Yo le caigo una vez por mes más o menos- sugería Héctor tras
servir la comida, mientras engullía un enorme trozo de carne con guarnición.
Adriano disentía:
-
No nos metamos en
eso gordo. Dejalo que encare el tema como lo sienta. Es algo muy personal me
parece. Además, sería mejor que su primera vez fuera con alguien que en verdad
guste de él.
-
Qué sé yo. Hagan
lo que quieran. No es mi problema- refunfuñaba el corpulento comensal.
Siguieron comiendo, bebiendo y charlando durante horas
hasta que a la media noche seleccionaron una película y encargaron helado de
postre.
Aquella semana Eugenio empezó a ausentarse cada vez
más del departamento. Por lo que su hijo, al regresar de la facultad, pasaba
solo para comprar la cena. Comía y se iba a dormir. El problema fue cuando
aquel hábito se repitió tanto que el muchacho no tenía dinero para comprar
insumos y su padre no se encontraba allí.
Concluido el primer cuatrimestre del ciclo lectivo y
próximo a su cumpleaños, el muchacho coordinó los festejos con sus afectos. El
viernes cenaría con sus hermanos, al día siguiente merendarían con Elisa y el
domingo, al mediodía, asado con los muchachos. Cuando interpeló a Eugenio sobre
si quería hacer algo por los veintiún años de su hijo, este sostuvo
desinteresadamente que comer juntos era un festejo per se. No
necesitaban organizar algo extraordinario. Esteban no rogaría por más disgusto
que le provocase aquella postura. Además de que quién sabe si fuese justo hacer
planteos a quien lo ayudase a uno a salir de la indigencia. Prefirió amoldarse
a la situación, algo que no era la primera vez que hacía.
Tras las celebraciones, Hilda lo contactó:
-
Feliz cumpleaños,
hijito. Ariel insistió en que cree buena idea que conversemos. No quiero que
nuestro vínculo continúe así. Nadie tiene el manual del padre perfecto. Pero
quizás un hábito importante para lograrlo sea admitir las equivocaciones y-
tras una pausa prosiguió- pedir perdón.
-
Gracias ma. Mirá,
si lo pedís yo te perdono. Pero para mí va a ser imposible olvidar lo que pasó
¿de acuerdo? aunque el vínculo no continúe roto en cuanto decidamos trabajarlo,
como cualquier relación, jamás puede volver a ser igual que antes- dijo Esteban.
-
Lo entiendo y
respeto. También necesito aclararte que la bolsa orinada fue un accidente.
Cuando venías a buscarla los perros hicieron sus necesidades allí y no hice a
tiempo para, tampoco se me ocurrió, resolverlo. Es verdad que hace tiempo estoy
mal y eso me llevó a querer darte una lección de la peor manera posible-
confesó ella.
-
¿Entendés que todo
esto empezó hace años, en 2012? – indagó su hijo.
-
Sí- admitió
secamente Hilda- no soy tan fuerte como nuestra familia lo necesita. Perdón.
Lejos de reprocharle nada, Esteban puso el foco en el
porvenir de la relación. Al final de cuentas, perdonar es un acto de amor para
con uno mismo, de preservación. Y no necesariamente implica olvidar.
Aprovechó la oportunidad para pedir consejo:
-
Papá apenas
retomamos el contacto parecía el tipo más atento del mundo. En cambio, ahora,
compartimos alguna comida de vez en cuando. Hace semanas no me paga los
honorarios por hacerle cadetería. Es como si hubiera sido un juguete nuevo del
que ya se aburrió. Y me ayudó un montón eh, eso jamás lo pondría en tela de
juicio. Pero la ayuda económica no debería servir como cheque emocional en
blanco.
-
Yo nunca estuve de
acuerdo en que te involucraras con él. Aunque entiendo que no hubieras tenido
opción por la situación en que te puse- su voz se estremecía. Del otro lado del
teléfono había silencio.
-
¿Mamá? - la buscó
el joven.
-
Estoy… aunque mal.
A pesar de ello, si alguna vez querés volver, las puertas están abiertas.
También conozco de un puesto de laburo en tu universidad. Va a ser trabajo más
duro, pero mejor remunerado y prolijo que lo que estás haciendo hora. Por no
decir que lo podés poner en un currículum.
Naturalmente nadie tomaría muy en serio la invitación
de volver a la convivencia propinada por una madre que prohibiese a su único
hijo el ingreso a la casa. Menos aún en las condiciones en que había ocurrido.
Pero de todas formas el gesto merecía valoración del muchacho. A quien ella indicó
la dirección de correo a la cual debía contactarse y a quién buscar en la facultad
para que lo tomasen en el trabajo.
Cumplió las indicaciones al pie de la letra. El cargo era
como administrativo por el primer cuatrimestre del año siguiente. Le
confirmarían su aplicación para entonces.
Inquieto por cuanto pasaba, Esteban contactó a Tito
“el mariscal”, su ex profesor. Quien le respondió de buena gana. Sin que este
supiera que fue él quien lo denunció ante sus superiores, acordaron reunirse en
un bar para ponerse al corriente.
Al llegar al lugar, el maestro ya estaba allí. Saludó
a su ex aprendiz con un cálido abrazo. Casi buscando un refugio que no halló.
Se lo notaba errático, triste.
-
Sos el único que
me dirige la palabra en bastante tiempo. Bah, o en lo que percibo como mucho
tiempo. Quizás algunos meses no sean tanto para quienes están bien. Pero no es
mi caso. Perdí casi todo- saludó el autor publicado- ¿sabés de qué se me acusa?
-
Efectivamente. Por
eso me pareció prolijo reunirnos. Yo tanto a las chicas como a vos les tuve
cariño. Y por eso querría creer que todo se trata de un gran mal entendido. Por
favor ¿me compartirías tu versión de los hechos? - cuestionó el aprendiz.
-
Desde que
abandonaste el grupo, con algunos estudiantes selectos continuamos
profundizando los estudios. Las mujeres fueron quienes permanecieron con mayor
arraigo. Compartimos algunas ceremonias relacionadas al autodescubrimiento y
conocimiento de la realidad. La conciencia sobre las energías imperantes fue
mayor. Llegado un momento, no pude contener su fuerza y optaron por continuar
su formación espiritual sin mí.
-
¿Te las cogiste o
no? - interrumpió Esteban.
-
Hicimos el amor.
Espontáneamente. En el marco de los ejercicios en los cuales insistieron en
involucrarme. Algo que, te consta, siempre evité hasta entonces. Fuimos gente
adulta que se amaba y tuvo relaciones. Es en muchos sentidos más sano que
cualquier acto entre personas desconocidas que se encuentran en un boliche,
mezclan alcohol, estupefacientes, música fuerte y terminan quién sabe dónde
haciendo qué y con quién, o quiénes. De la misma forma en que no juzgo a nadie,
tampoco me parece justo que se me juzgue a mí- detalló Dionisio.
Aunque su interlocutor no fuera a cancelar la
persecución judicial que ayudaba a articular, en cuanto “el mariscal” lo
ignoraba, agradeció las explicaciones propinadas. Tomar partido en un conflicto
no excluye la importancia de conocer bien cada punto de vista.
Hasta los peores enemigos se tienen mucho respeto.
El veinticuatro de diciembre despertó, se sirvió una
taza de café y encendió la televisión.
Todos los noticieros referían al caso con títulos
amarillistas. Era cuestión de hacer zapping para comprender cabalmente la
magnitud de las denuncias que las jóvenes, asesoradas por el doctor Dicastillo,
habían interpuesto.
Aunque pasó la noche con su padre, su madrastra y la
familia de ella; lejos de celebrar confesaría a Eugenio tener la mente en la
batalla judicial que había desatado.
La justicia no siempre implica comodidad.
El empresario desestimó aquella preocupación diciéndole
que no era su tema. Le convendría mantenerse al margen.
-
Pero pa, soy
testigo. No podés abrirte de algo en lo que estás metido- respondió el hijo.
-
Yo no voy a
ayudarte a meterte más. Es quilombo gratuito. Hablá con tu madre- aclaró tajantemente
el comerciante.
A la medianoche, cuando la llamó para saludarla,
volvería a consultar la postura de Hilda. Quien estaba al tanto de todo.
-
Me llamó tu
profesor Ariel para explicarme qué pasaba. Ya te conseguimos abogado. Bastián
va a presentar un escrito en tu nombre para que declares tu versión de los
hechos según la justicia lo precise. Es tu mejor oportunidad para ayudar a las
chicas. Y, si me dejás decirlo, estoy orgullosa del hombre en que te estás
convirtiendo. Lejos de creer que es mérito mío, entiendo todo lo que pasaste,
hijo. Y es solo el comienzo de un gran camino cuyo recorrido transitás con
mucha gente que te quiere. Mamá está para vos. Feliz Navidad.
Capítulo 9: 2018
“En el beso de ayer hice mi viaje. Conozco tu alma”.
Alfonsina Storni.
Transcurría enero cuando se contactaron desde la
universidad para notificar la aplicación de Esteban a la pasantía. Sería
cuestión de días para que se incorporase al equipo administrativo del claustro.
Ingresaría cada mañana a las 6:00 hs. Eran jornadas de ocho horas con una paga
mínima, pero necesaria y sobre todas las cosas, digna. Ya no rogaría a su padre
por los honorarios de cadetería ni se sometería a las mezquindades de Hilda.
Ganaría por sí y para sí. Y, aunque se tratara de una contratación por
temporada cuya vigencia se extendiese hasta abril inclusive, qué camino hacer a
partir de entonces no era un problema urgente.
Como pasante tenía a su cargo las tareas eminentemente
prácticas que sus superiores, o sea todos, preferían delegar. Fotocopias,
atender consultas, comprar insumos y demás.
Seguía viviendo con Eugenio. Cuando no trabajaba se
dedicaba a estudiar para rendir los finales pendientes en las mesas de febrero.
-
Esteban, salgo
para la pileta ¿vas a venir? – preguntó su padre- soltá un poco los libros.
Permitite disfrutar la vida. Aunque sea durante el verano. Quizás hasta conocés
una minita- se reía socarronamente.
-
Pero vas todos los
días. No te vas a deshidratar por quedarte en el departamento alguna vez-
respondió Esteban.
-
No me
deshidrataré, pero si permanezco con alguien que se la pasa estudiando me voy a
morir de aburrimiento- replicó el empresario.
-
¿Nunca se te
ocurrió que, quizás, en lugar de esperar una invitación para perder el tiempo,
preferiría que me hagas compañía mientras hago lo que corresponde? - interpeló,
irascible, su hijo.
-
Por ahí el que
está perdiendo el tiempo sos vos ¿o pensás que vas a ser un gran abogado? las
notas no lo son todo pibe. Te falta calle y acá encerrado no la vas a mamar.
Hacé lo que quieras. Pero no pretendas que yo me encierre acá y me cague el
verano. Quilombo tuyo- respondería Eugenio.
Aquel hombre se comportaba más como un amigo que como
un padre.
Como hacía un año atrás él significase un refugio ante
la indefensión producida por el desamparo de Hilda; ahora ella se tornó la
única vía de escape viable ante la indiferencia del hombre. Lo que él hubiera
respaldado en términos económicos, ella sabría hacerlo en afectivos. Encontraba
separadamente en cada uno de sus progenitores distintos aspectos que integrasen
a un, comúnmente llamado, “buen padre”.
-
Sé que cometí
errores, hijo. Nadie tiene el manual de cómo criar. Pero seguramente si alguien
lo escribiese destacaría cuán importante es admitir ciertas cosas. Tenés tus
mambos también… sos amargado, obsesivo, terco, egoísta. Más vale que uno a
veces no te va a soportar. Aun así, no tenía derecho a dejarte en la calle. Al
margen de mis intenciones. Te noto mal allí. Sos chico, estás atravesando
muchas cosas y estás muy solo. Eso no puede pasar. Podés volver a casa-
insistía Hilda por teléfono. Invitación que el muchacho aceptó.
Preparó sus escasas pertenencias en un bolso, volvió
al departamento que hasta el año pasado habitaba con su madre y avisó a Eugenio
sobre su partida, algo que el hombre tomó como una mera notificación. Ni se mosqueó.
Dormía en el departamento de su madre; pero para
evitar confrontaciones resultantes de la tan desagradable personalidad que
ambos padres percibían en él, distribuyó los tiempos. Así ninguno corría
riesgos de sobrecargarse el respecto. Por las mañanas se dirigía a la facultad
para trabajar, al finalizar su horario almorzaba (o a veces no, para ahorrar el
dinero), y estudiaba hasta que iniciara la primera clase del turno noche en el
cual continuaba inscripto. Allí cursaba hasta altas horas. Volvía a su hogar
para ducharse, cenar y, quizás, platicar con Hilda.
Una mañana al ingresar a su puesto, el jefe directo
del muchacho lo convocó en su oficina:
-
Esteban, hay una
situación delicada de la que me pareció oportuno conversar en persona. Más que
hacerte llegar un mail institucional. Vos sabés que esta es una institución
educativa privada, o sea, se paga un canon mensual…
-
Sí, mi mamá cuando
me inscribió comentó que la costearía. Que no me tenía que preocupar por eso y
de hecho recuerdo el trámite que hizo por el débito automático en su banco- indicó
el palidecido joven.
-
Hace un año y
medio lo dio de baja- sentenció el hombre mientras el compungido muchacho fruncía
el ceño en una extraña conjunción entre angustia e ira. Prosiguió con su
explicación- a pesar de que por la deuda acumulada se resolvió suspender tu
matrícula con todos los derechos que ella implica, podés subsanar la situación.
Es importante que inicies hoy mismo el trámite de requerimiento de un préstamo
universitario. Andá a hablar después de tu horario laboral indicando que yo te
mandé. Te van a dar varios formularios los cuales presentarás completados con
documentación complementaria que allí te sabrán individualizar. No dejes pasar
el tiempo. No será una beca, pero reducirá el canon a pagar hoy por hoy
enormemente. El resto lo pagarás una vez que te recibas y en cuotas, Y con algo
de suerte, el monto anterior lo unificarán con el que te reduzcan de canon
actualmente. Así podrás renovar la matrícula, no perder presencialidad en las
materias y continuar tu brillante carrera. Integrar el cuadro de honor de la
facultad es un buen primer paso. Ahora andá a fotocopiar estos cuadernillos y
traemelos por favor- ordenó el señor.
Esteban agradeció y obedeció inmediatamente. Por la
tarde cumpliría aquella otra consigna.
Las circunstancias en La Orden lejos estaban de ser
más simples. Por el contrario, en el trascurso de los últimos meses decenas de
hermanos de la Logia Románica, donde Esteban fue iniciado, la habían
abandonado. Algunos requerían formalmente el pase de logia, mientras que otros
simplemente dejaban de asistir a las tenidas. Los intentos por contenerlos o
retomar el contacto eran infructuosos. Se percibía a flor de piel la tensión
ocasionada por la controversia del caso Dionisio.
Contemplando la gravedad de los hechos, el Venerable
Maestro Agathos acordó, en un discreto encuentro con hermanos de confianza, la
necesidad de tomar medidas al respecto.
-
No podemos
permanecer de brazos cruzados mientras nuestra logia escarmienta por las
perversiones de ese animal- planteó.
-
Pero mientras la
integre, efectivamente sus problemas son de todos los que nos encontremos
hermanados bajo el nombre de Románica- ilustraba Ariel.
-
Quizás la solución
al problema se encuentre en el enunciado…- observó Bastián.
Algunos de los presentes, estupefactos, le pidieron
que se explaye.
-
Es cierto que
según nuestras leyes internas no podemos diferenciarnos ni cargar contra un
hermano, menos aún si pertenece a la propia logia. Entonces una posible
solución sería que Tito “el mariscal” fuese expulsado de La Orden. El único
impedimento es que no está viniendo y no podemos llevar a cabo el proceso
contra un ausente- vaciló el joven letrado.
-
Un impedimento
rebatible- agrego el profesor Arrazabal- si durante aquellas inasistencias, la
permanencia del juzgado provocare algún detrimento a sus hermanos se podrá
proceder a partir de la designación de un defensor de ausentes.
Con la venia de los presentes Timoteo dispuso,
entonces, que en la próxima tenida llevarían a cabo el proceso de expulsión
sumarial. No como una ofensiva contra el supuesto abusador, sino más bien como
una defensa de la institución.
Esteban presenció silenciosamente aquel intercambio.
Según lo dicho, al iniciarse la tenida del siguiente
viernes, el Venerable Maestro anunció que excepcionalmente llevarían a cabo la
tramitación de la expulsión de Dionisio. Cuyo único (y débil) defensor era Ángel
Atristain. Quien ostentaba el cargo de Maestro de las Leyes. Asumió la
infructuosa defensa del hermano ausente. Al final de la tenida, por sufragio
con sistema de bolillas, resultó expulsado de La Orden.
Aquella noche, tras concluir los procesos ceremoniales
correspondientes, el derrotado aliado del ex profesor de teatro se retiró
apresuradamente. En cuanto el bloque tradicionalista que articuló la querella a
cargo del Maestro Experto, Ariel, continuaba reunida para cenar. Oportunidad en
la cual, como habrían intentado repetidamente, Bastián y Timoteo instaron al
más pequeño de sus hermanos para que volviera a militar en su comité. Con un
ademán su profesor de piano le sugirió, extrañamente, aceptar. Lo hizo.
Celebraron y brindaron. Él no sabía por qué. Pero era un aprendiz, no tenía por
qué saberlo todo. Ni podría. Al finalizar, como todos los viernes, el maestro
lo llevó hasta su casa y al llegar espetó:
-
Estoy próximo a
abandonar nuestra logia. Vos vas a permanecer allí. A partir de lo de Dionisio varios
hermanos se fueron sin razón y hay grupos que no están respondiendo debidamente
a la Gran Logia. No quieren que te lo diga; hay una inusitada tensión. Te
ordené aceptar la invitación de los reformistas porque tenemos que estar
preparados. Hay que consolidar todos los vínculos que podamos, cuanto antes.
También por esto es que me voy. Fui requerido en otra logia, compuesta por ex
integrantes de la nuestra, para oficiar como Venerable Maestro. Allí podré
percibir mejor qué ocurre y actuar al respecto.
El aprendiz permaneció en silencio. Se despidieron y
entendió cuánto debía reflexionar sobre la información confiada. Algo ocurría,
aunque no sabía qué.
Hacia fines de abril concluiría la pasantía en la
universidad.
Tendría que hacer algo al respecto. Pensaba en qué,
cuando durante el horario de almuerzo recibió una llamada de Bastián. Lo
contactaba de parte de Timoteo. Quien requería una reunión. Presumió que lo
interrogaría sobre lo ocurrido en el taller de teatro. Dado que nunca habían
hablado en detalle sobre la cuestión. Coordinaron día y horario.
El día siguiente por la tarde ingresó al ya conocido
edificio de la Legislatura Porteña, subió al elevador e indicó al encargado a
dónde se dirigía, había señalizaciones que indicaban el camino rumbo al
despacho donde el maestro lo esperaba. Llegó, una secretaria lo invitó
amablemente a tomar asiento y en cuestión de instantes daría inicio el
encuentro.
-
En su momento, acompañado
por Ariel, me advertiste sobre lo que ocurría con Dionisio. No quise creerlo.
Me resultaba impresionante, retorcido y perverso. Él era nuestro hermano. A
pesar de las diferencias confiaba en él. De no ser por tu intervención nos
habrían vinculado directamente. El partido tiene una deuda con vos que yo
personalmente voy a saldar.
El panorama resultaba inesperadamente favorable. De no
saber cómo continuar, próximo a perder su única fuente estable de ingresos a
ser acreedor de un favor por parte de la persona más poderosa que conocía.
Inmediatamente respondió que necesitaba trabajo… el que sea.
Timoteo abrió un cajón, tomó una carpeta y al abrirla
contenía el desempeño académico del joven, materia por materia. Tras analizarlo
durante unos instantes le indicó que sería el nuevo asesor legal del comité.
Hasta entonces el encargado de ello era Bastián. Pero mejor dos profesionales a
falta de uno. A cambio, Timoteo pagaría cada mes una suma modesta pero
suficiente como para que Esteban pudiera continuar sus estudios.
La reunión fue un éxito.
Al cabo de pocos días recibió un mail cuyo remitente
era la universidad.
“Estimado señor Aparicio;
Nos complace comunicarnos con propósito de notificarle
fehacientemente la aprobación de su requerimiento administrativo con objeto de
la adjudicación de un préstamo universitario por un valor del ochenta y cinco
por ciento del valor de cuotas devengadas no abonadas y por devengarse en lo
sucesivo durante el trascurso del corriente 2018. Por favor tenga a bien
apersonarse en la escribanía Azcuénaga & Asociados sito en la calle Alem
200 piso 14 de 8:00 hs. a 13:00 hs. para la suscripción del convenio correspondiente.
Sin más, saludos cordiales;
Administración”.
Naturalmente, Esteban asistió al lugar indicado con
una prisa proporcional a la calma que generase aquella comunicación. Una vez
allí firmó varias copias de los documentos y dio por resuelto el problema
canónico de sus estudios, al menos hasta el año próximo en el cual debería
renovar el beneficio (si fuera necesario).
La primera semana de junio, según acordó con “el
griego” Agathos, volvió al comité donde lo recibieron Bastián y su novia. Lo
pondrían al corriente sobre los cambios en la actividad del espacio político.
Uno de tantos actores en las famosas internas reformistas.
Fiel a su naturaleza, más obsesiva que ordenada, el
muchacho comenzó a diagramar posibles propuestas. El dinamismo de la realidad
social porteña hoy pondría diversos quid en la agenda. Era difícil determinar
sobre qué trabajar. Indefectiblemente concentrarse en un tema implicaría
desestimar el abordaje de otros. O quizás no, pero en tal caso ¿cómo involucrarse
simultáneamente en problemáticas diversas con variables no necesariamente
relacionadas entre sí? serían dudas que se dispondría a resolver ulteriormente.
De momento se ocupaba de atender las consultas
jurídicas que los vecinos del barrio necesitasen responder. Siempre acompañado
por Bastián, quien lo instruía en los primeros pasos que recientemente él mismo
había dado.
En su cuarta o quinta oportunidad asesorando juntos a
la gente, el mayor de los hermanos aprovechó un rato en el cual nadie concurrió
al comité para conversar sobre la continuación del proceso en el cual tenía a
su cargo la querella del hermano expulsado. Uno de los únicos veinte en la
historia de La Orden argentina. Hacía pocos días el juez de instrucción había
admitido la prisión preventiva. Dionisio estaba detenido.
Pasaron el resto de la tarde conversando sobre las
vicisitudes procesales del caso, el bien que le estaban haciendo a las víctimas
y cómo algunos hermanos de otras logias, funcionarios del poder judicial,
habían entorpecido el normal desarrollo del juicio. En su peor momento, el ex
profesor de teatro aún contaba con partidarios en La Orden. El más
significativo sería el legislador Atristain. Quien tras la expulsión de su
amigo abandonó, como tantos otros, la Logia Románica.
Ahora bien, el asesoramiento no era la única actividad
que se realizaba en el comité.
Además, la madre de Bastián coordinaba una olla
popular semanal donde servían la cena a más de cien personas. Su novia y dos
chicas más ofrecían clases de apoyo para estudiantes de nivel primario. Timoteo
compraba alimentos no perecederos en cantidades masivas y cuando llegaban los camiones,
dos muchachos los descargaban y repartían la mercadería a los vecinos más
necesitados. Casi permanentemente había actividad en el lugar.
El sábado estudiando con Elisa para el parcial de
Derechos Reales se tomaron un receso, en el cual él le contó sobre su
reinserción a la militancia política y la multiplicidad de propuestas que había
en el comité. Muy de vez en cuando el líder del grupo, “el griego” Agathos,
convocaba a todo mundo a una reunión donde compartían tentempiés y platicaban
sobre política en general. De hecho, había un encuentro así programado para
dentro de poco tiempo.
-
Quizás te cope la
onda, al margen de lo partidario. Y podemos compartir algo juntos más allá del
estudio- sugirió el joven entre risas nerviosas.
-
Sí, o sea, yo cero
de parinistas y reformistas, onda nada de política. Pero me re va eso de ayudar
a la gente. Y si es con vos me cabe más- respondió ella- pero mirá que me tenés
que explicar todo ahí eh. No quiero quedar como una boludita perdida.
Así como lo conversaron llegaron juntos al plenario
del comité instado por su mayor referente. Ingresaron al lugar y todavía no
había iniciado la conversación. Por lo que procedieron las presentaciones
individuales con los correligionarios. Timoteo felicitó al joven por asistir
acompañado. Quizás habría interpretado que se trataba de un interés romántico
del niñito que había visto crecer. Y si hubiera sido el caso no habría estado
tan errado.
Minutos más tarde cada quien ocupó un asiento y
comenzaron el debate sobre las últimas novedades de la política nacional y
local.
Al cabo de algunas horas casi todos habían expresado
sus opiniones sobre algún tema y el encargado del lugar convidaba a los
presentes con choripanes y vasos de gaseosa.
Concluido el objeto de la convocatoria los más jóvenes
se quedaron hasta la madrugada tomando cervezas y escuchando música. Brindando
así un cálido recibimiento a la muchacha en la política.
Bastián no pudo evitar observar ciertos gestos en
virtud de los cuales comentó discretamente a su hermanito:
-
Bro, esta piba te
tiene loco. Y no me lo niegues. Creeme que sé de lo que hablo- le dijo,
guiñando un ojo, cómplice.
-
La verdad que sí
amigo. Me gusta. Pero nunca me di ni un beso. No sé cómo puedo hacer. Ni si le
gusto…- explicaba Esteban cuando Bastián lo interrumpió.
-
Tarado, te
acompañó un fin de semana a un comité reformista para debatir de política. Y
tiene cero ambiciones partidarias. También está interesada. Pero vamos a pensar
bien qué podés hacer. Te aseguro que te la terminás chapando.
El tono con que el joven abogado arrastraba algunas
palabras sugería cierto exceso en la ingesta de alcohol. Pero parecía bastante
convencido de lo que decía. Pasaron el resto de la velada allí, compartiendo
con los demás.
Con los parciales inminentes en la agenda, Esteban se
permitió exceptuar los estudios solo para concertar una reunión en su modesta
oficina con Bastián. Desde que había concluido su pasantía en la universidad
había vuelto a frecuentar la agencia de su padre. Allí se dirigieron ambos
amigos en la mañana siguiente. Compraron facturas y desayunaron en la modesta
oficina.
-
Cuando era
aprendiz, Tito “el mariscal” todavía era el Venerable Maestro de la logia. Todo
funcionaba distinto y a muchos les copaba. Tanto que cuando Timoteo asumió la
veneratura, y las cosas volvieron a la normalidad, había hermanos reticentes. Tuvo
adhesiones y lo preocupante es que son esos mismos hermanos los que abandonaron
Románica, míralo a Atristain. Algunos pidiendo el pase y otros simplemente
borrándose… ¿para qué? podría ser solo para no tener nada que ver con alguien
sobre quien pesan acusaciones como las del caso. Pero si no, puede ser
potencialmente amenazante que tantos simpatizantes del tipo migren a la vez- introdujo
el hermano mayor.
-
Me parece
contradictorio hablar en esos términos de nuestros propios hermanos. Osea cómo
van a amenazarnos, o nosotros a ellos. Si apuntamos todos para el mismo lado- dudaba
el aprendiz.
-
Probablemente se
trate de eso. No todos estaríamos tirando para el mismo lado. Nosotros sabemos
bien quiénes somos y qué hacemos. Timoteo me enseñó todo como Ariel lo está
haciendo con vos. Los cuatro indudablemente integramos la escuela más
racionalista y tradicional de La Orden. La postura que indican todos los
reglamentos. Pero no puedo poner las manos en el fuego por nadie más. Hasta es
posible que hubiera varias corrientes de pensamiento alternativas que estemos
ignorando. Si no me equivoco se están agrupando, fortaleciéndose. Nos va a
terminar de caer la ficha cuando le levanten la preventiva a Dionisio. Pero por
ahora no podemos hacer nada más que quemarnos la cabeza- desarrolló Bastián.
-
¿Cómo que cuando
le levanten la preventiva? lo planteás como un hecho- preguntó Esteban mientras
sorbía su café.
-
Me extraña
hermanito- proclamó su correligionario- hay dos presupuestos a acreditarse para
que proceda: riesgo de fuga o entorpecimiento del proceso. No hay evidencia de
ninguna. Así que me concedieron el pedido por pura suerte. Tarde o temprano lo
largan. Y aunque ya no integre La Orden porque lo rajamos, no creo que a sus
seguidores les importe mucho. Querrán hacer alguna…
Pasaron algunas horas tratando esas y otras
cuestiones. Y en un momento de distención el estudiante de derecho interrogó a
su hermano mayor sobre cómo debía manejarse con Elisa.
-
Mirá, cada mina es
distinta. Esta en particular es bastante histérica por lo que si encarás
directamente te va a hacer la vida imposible. Es más, si podés freezala menos
diez. Ojo, sin ser irrespetuoso. Si la flaca te habla respondés todo bien, todo
educadito como te gusta a vos. Sin caer en la del gil que está esperando cada
mensaje para responder automáticamente. Con carpa. Jugala un poquito de
ocupado. Vos estás en otra- explicó Bastián.
-
A veces sube fotos
de cosas o epígrafes que parecen dedicados a mí e interpreto que no
responderlos podría ser algo agresivo, en el sentido de ignorar deliberadamente
un llamado de atención obvio- reflexionó el chico.
-
¡Por Dios amigo,
aflojá un poco! somos humanos, no máquinas. No es tan lineal. Si posta quiere
hablarte, que lo haga. Te escribe y se deja de joder. Nada de provocarte con
indirectas. No lo permitas- instruyó el abogado- para la próxima juntada
invitala un rato antes en algún lado. Tipo para caer juntos. Comprate unas
birras. Tres Ponele. Una la tomás toda solo antes de que llegue. Así te
permitís relajarte un toque. Las otras dos las compartís con ella. Si la
chabona quiere todo va a salir de diez.
Pasaron algunas semanas hasta que el muchacho comprobó
que su amigo tenía razón en la primera de sus predicciones. Liberaron al
acusado. Y para colmo de males el proceso de instrucción aparentaba concluir en
una sentencia por falta de méritos.
También se dispuso la fecha de otra reunión en el
comité. En virtud de lo cual Esteban sugirió a su amiga la posibilidad de verse
antes en la terraza del edificio, donde había un solárium. Ella aceptó la invitación.
Adquirió las bebidas que su hermano mayor sugirió y
tomó una de ellas. Entonado esperó a la muchacha que tardaba más de lo
previsto. La gente de seguridad del edificio había sido notificada sobre la
visita para dejar pasar a la chica directamente al sector donde él la esperaba.
La política en sí misma resultaba insignificante
frente al riesgo de un primer amor.
Esperó durante casi una hora, creía que no llegaría. Se
abrió la puerta. Concurrió vistiendo una campera de cuero negra, aros color
plata y sutilmente maquillada. Atardecía y el sol, vergonzoso, se ocultaba
mientras ella resplandecía.
Él no pudo pronunciar palabra alguna. Saludó vergonzosamente
y al darse cuenta, ambos yacían sentados uno al lado del otro, frente a la piscina.
Solos en el lugar. Bastó una mirada para que ella diera el paso que él no se
animaba. Lo besó.
Al cabo de algunas horas llegaron al comité donde Bastián
celebró el primer beso de su amigo, era un paso importante. Y el último
pendiente de una extensa lista de logros. Aprovechó la ocasión para darle una
buena noticia. Pronto le conseguirían una oportunidad laboral. El resto de la
noche fueron festejos. Asistieron a un baile en otro comité donde pasaron la
velada. Al amanecer Esteban invitó a Elisa a desayunar. Después la acompañó al
subte.
Durante el siguiente fin de semana ella respondió
gélidamente a los mensajes que su, hasta entonces amigo, le escribía.
Consultó a Bastián sobre qué podría hacer al respecto.
La nula experiencia del muchacho recurría a la maestría de su hermano mayor.
-
Sé que sos súper
sensible y todo bro, pero quedate en el molde. Aunque te estés muriendo por
hablarle o por verla. Aguantátela- indicaba el abogado.
Aunque Esteban entendiera la sugerencia no podía
internalizarla adecuadamente. Seguía inquieto. No (se) admitía cómo alguien
pudiera realizar un acto humano trascendente con otra persona (particularmente
querida) y desentenderse por completo.
Eran inminentes los últimos parciales del año y se
dirigió a la biblioteca, donde solían encontrarse anteriormente, para estudiar.
Allí la vio. Entrecruzaron miradas y lo ignoró.
No se quedaría con la duda. Se sentó al lado y le
preguntó por qué lo destrataba así, después de años de amistad.
-
Por eso mismo,
amistad. Llegué a tomarte tanto cariño y respeto. Tengo más años que vos y aun
así te siento como un hermano mayor. Enseñás, contenés, cuidás, guiás, sos un
gran compañero. Pero lo hacés desde una solemnidad que impone distancia. Sos
ese alguien que admirás silenciosamente y saludás con timidez cuando se te
acerca. Eso siento. En vos encuentro un ideal, más que un amante. Los amantes
van, vienen, se quedan, vuelven, te peleás y reconciliás. Para mí sos esa
columna que te sostiene, fuerte, se rompe antes de doblarse…- intentaba aclarar
ella cuando él la interrumpió.
-
Hay algo de todo
lo que decís que me parece acertado: me romperé antes de doblarme- se levantó y
retiró con los ojos colmados de lágrimas.
Horas más tarde recibió un mensaje de ella
disculpándose. Pidiéndole que no se enoje.
Él respondió que no estaba enojado. Sino triste.
Llegó a la casa de Héctor para cenar con sus amigos. Contó
lo ocurrido y lo contuvieron. Estaba devastado.
-
No das más de
enamorado, amigo- espetó el anfitrión mientras fritaba empanadas.
-
Y quizás sea más
complejo- explicó Emmanuel- tenían una relación intensa desde antes. Se conocen
hace años, compartieron un montón de cosas y ella puede sentir miedo de perder
todo eso. Tiene derecho.
-
Tremenda turra. Yo
te dije, boludo- presumía Héctor mirando a su amigo, cuyas lágrimas poblaban
sus mejillas- vamos con unas prostitutas. Así te sacan la angustia, entre otras
cosas.
Los demás se miraban extrañados.
-
Ahora vamos a la
parte seria de la conversación. Todo lo que diga Héctor, es al revés. Mirá,
ella tiene derecho a sentir lo que quiera y vos deberías respetarlo. Así como
tenés derecho también a sentir lo que sea. Dijiste no estar enojado sino más
bien triste. Lo que en cierto punto puede tener que ver con expectativas
fallidas. Creíste algo que no supo condecirse con el desenlace de los hechos. Eso
es responsabilidad tuya…- planteó Adriano.
-
Incluso aunque,
como equivocadamente sostiene Héctor, te hubiese provocado; las proyecciones de
cada quien son mambo de uno. Osea, parte de saber manejar relaciones humanas
tiene que ver con no dejarse llevar por supuestas provocaciones, si las hubiera-
complementó Emmanuel.
-
Bueh ¡sale la
fritanga! - exclamó Héctor mientras servía la cena- estos dos son feministas.
Yo no. Y vos hacé lo que quieras. Pero me parece que tienen razón en eso de
respetar. La chabona ya te echó flit. Sé hombre. Bancá los trapos en silencio.
No le des el gusto de que vea cuánto te importa. Es de acá en adelante ahora
¿fuiste honesto con ella? listo, felicidades. Ahora comé una empanada y déjate
de joder- continuaría algunos momentos después mientras todos comían- con los
mambos que tiene se va a enroscar con una pendejita.
Aunque desaprobaban los términos que el prominente
muchacho utilizaba para referirse a las mujeres, los cuatro coincidían en
aquella reflexión sobre cuántas cuestiones debía resolver su amigo como para
estancarse en solo una de ellas; fuera cual fuera.
Volvió a su casa y quiso descansar.
Pronto rendiría los últimos parciales del año.
No pensaba en nada más que ella. El amor se tornó
obsesión.
Hacia noviembre querían hacer algo políticamente
trascendente. Con Bastián, organizaron una jornada Antibullying en una plaza
del barrio. Asistieron artistas invitados, hubo conciertos de música, concursos
de poesía con estudiantes de colegios de la zona y hasta un mural interactivo confeccionado
con la participación de todos los presentes. Por la tarde sirvieron la merienda
a los niños del lugar. Sería el preludio para, quizás en el próximo año,
iniciar las actividades de un grupo que abordara sistemáticamente la materia.
Un gran hito que mereció la (inusual) felicitación de Timoteo.
En diciembre rindió los finales… uno de ellos con Elisa.
Fue el único que desaprobó.
Se habían reunido para estudiar en un bar. Ella salió
a fumar. La obsesión dirigió su mano hacia el celular de la joven. Leyó algunas
conversaciones.
-
En el grupo del
curso escribiste que buscás unos resúmenes. Yo los tengo. Si querés después de
clases vamos a sacar fotocopias- escribió un
muchacho.
-
Ay siiii!!! Me re
das una mano con eso, gracias- respondió ella.
-
Con eso y con lo
que quieras- retribuyó él.
-
Ah re zarpadoooo
jajaja me gusta igual eh- admitía ella.
-
¿Qué te gusta? – interpeló él.
-
Vos bombón. Te
hablo después porque me voy a bañar- planteaba ella.
Aquel mensaje se complementaría con una foto frente al
espejo, desnuda.
Aunque la conversación continuase, Esteban no pudo
leer más. Eliminó cualquier rastro de su intromisión y colocó el celular en
donde su amiga lo había dejado. Sus manos temblaban. Él no tenía oportunidad de
nada. Debía aceptarlo, aunque no quisiera o, peor aún, no pudiera. Minutos
después se dirigieron para rendir el final con los resultados previstos.
Exceptuando aquella enfermiza obsesión, el resto
parecía marchar sobre ruedas. Sus contactos políticos habrían conseguido una
oportunidad para que mejorase su posición. Lo entrevistaron como postulante a auditor
de un programa del gobierno nacional. Aplicó de inmediato.
Cobraría treinta mil pesos mensuales. Suficiente como
para empezar a proyectar otro paso determinante: su independencia.
Fue la primera vez en que no asistió al concierto
anual de la academia de piano. No pudo, estaba superado. Debía adaptarse a un
nuevo y demandante trabajo. Sostener y profundizar la militancia partidaria. El
mal de amores era algo nuevo con lo que lidiar. La Orden se dividía aún más
cada mes. Convivir con su madre había vuelto a significar rispideces diarias. Y
restaba un año de facultad para recibirse.
Aprovechó el verano para meditar sobre cómo resolver tantos
problemas.
Celebraron las fiestas de fin de año a solas con su
madre y, aunque el vínculo nunca sería el mismo, siempre se acompañarían
mutuamente.
Capítulo 10: 2019
“Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu
enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo”. William Shakespeare.
Transcurría el verano y, lejos de descansar, solo
pensaba en ella.
Cuando comía, cuando leía, cuando se juntaba con
amigos o tocaba el piano. Siempre.
Necesitaba estar en contacto, aunque fuese virtual.
Buscaba llamar su atención.
En una oportunidad reflexionó el tema con su amigo Emmanuel,
mientras tomaban helado en un parque.
-
Fue tu primer
beso, el primer enamoramiento, la primera experiencia. Quizás te estés
encerrando. Creés que esto es el mundo porque es lo único que conociste hasta
ahora. Pero no es así. Y el motivo del encierro es mucho más profundo de lo que
imaginamos, seguro. Debe haber alguna razón por la que no te animás, o no te
permitís, probar con otras personas- explicaba su amigo.
Consciente de su malestar, y en función de la
observación del muchacho, procuraría conocer a alguien más.
Pero no hay persona suficiente para llenar el vacío de
una obsesión.
Empezó el trabajo, el cual consistía en concurrir a
determinados establecimientos comerciales, analizar y tomar nota de los
productos disponibles, existencias y precios. Por ello cobraba montos sin
precedentes para su modesta experiencia financiera.
Y en el marco de aquella labor se arriesgó a conocer
alguien. Una compañera con la cual se escribieron en más de una oportunidad.
Hasta que él se animó a invitarla a salir. Coordinaron para el sábado. En un
bar ubicado en Puerto Madero, frente al dique. Él asistió vistiendo zapatos,
jeans, camisa y saco blanco. Una cadenita, pulsera y anillo de plata. Peinado y
perfumado para la ocasión. Ella, en cambio, no habría llegado pasadas horas del
horario pactado. Tal desplante ocurrió dos veces.
Esteban jamás se enojó. La muchacha en cuestión tenía
una hija por la cual, ambas veces, no pudo ir a la cita. Mas la tercera fue la
vencida.
La esperó en el mismo bar, a la misma hora. También
era sábado. Y además de la prolijidad en su aspecto, aquella vez le compró un
ramo de jazmines.
Finalmente la vio. Se acercaba caminando; y tras un
tímido saludo se besaron. No tenía sentido dar rodeos sobre el obvio gusto que
claramente se habían manifestado por chat.
Tomaron algunas cervezas y comieron papas con cheddar.
Mas bien las ordenaron y probaron apenas. Realmente el objeto del encuentro
distaría de tener algo que ver con lo gastronómico. Conversaron mucho sobre sus
historias, gustos y proyectos. No compartían demasiados denominadores comunes, pero
eso no tenía por qué obstar al potencial acompañamiento que pudieran brindarse
entre sí.
Más tarde se levantaron y caminaron a la orilla del
cuerpo de agua. Los abrigaba ese armonioso clima perfecto que se promedia entre
el calor del verano y el frío del invierno. Aunque todavía no hubiese iniciado
el otoño.
Cruzaron por un puente y se acercaron al bar donde una
banda interpretaba algunas melodías. Hicieron todo el recorrido de la mano.
Tomaron asiento y compartieron un postre. En sus muñecas ella ostentaba
pulseras tejidas artesanalmente. El contraste entre ambas personas era
fascinante.
Ella debía partir. Él la acompañó hasta el colectivo y
la despidió con un tierno beso.
Pareció una bella velada. Al menos para el joven que
la recordaría con cierto entusiasmo.
Por su parte, a partir de aquella noche la señorita
asumió una postura distante, por no decir desinteresada. En virtud de la cual
se limitaba a responder fría y tardíamente (si es que lo hacía) cuando él le
escribía. Esteban se rindió.
Conoció a otras mujeres. Y tras tantos encuentros como
expectativas frustradas asumió que sus ánimos no debían supeditarse a las
experiencias amorosas. Optó, cuanto pudo, por concentrarse en otros aspectos,
de los bastantes en que se habría inmerso en la vida.
Cuando te sentís mal, mantener la mente ocupada no
ayuda a resolver el problema, pero sí a sobrellevarlo. Y serían tales las ocupaciones
que sirvieron como refugio para la herida psique del muchacho. Cuanto había
ocurrido no era más que el reflejo de aspectos de sí que percibía por primera
vez, y con los cuales debía aprender a lidiar. No es tarea fácil convivir
consigo mismo. La mayoría ni lo intenta.
Como pudo continuó estudiando. Hacía años aplicaba el
mismo método de estudios que solía dar buenos resultados. Asistía a las tenidas
en el Palacio Kairós. Proyectaba independizarse. Militaba en el comité. Ideaban
con Bastián los primeros pasos que podrían dar con un posible estudio jurídico.
Frecuentaba a sus amigos…
Y fue en un asado con ellos donde concluyó encontrarse
en el mejor momento posible. Había prendido las brasas y descansaba tomando una
copa de vino mientras Adriano vigilaba la cocción de los cortes de carne. Emmanuel
y Héctor lo acompañaban en la mesa.
-
Al final Héctor tenía
razón y son todas iguales…- dijo Esteban.
-
No- sentenció Emmanuel-
que hayas conocido minas de mierda no implica que las demás también lo sean.
Además de que, me corrijo, manejarse mal no las convierte en malas personas.
Les pueden haber pasado cosas que no tenemos por qué saber. No somos quién para
juzgar. Pero tenés que centrarte en vos mismo amigo, mientras no lo hagas.
Mientras no te labures internamente todo lo de afuera va a hacer agua. Si en
todos los aspectos brillás, sos perfecto… y justo en uno no lo sos, es porque
hay algo de esa onda que tenés que replantearte.
-
Se te escucha re
maricón- refunfuñó Héctor mientras pinchaba con un escarbadientes un trozo de
queso Gruyere y una rodaja de salame picado grueso que su interlocutor acababa
de cortar.
-
Más que maricón,
pensante y sintiente, animal- retrucó Adriano, quien suscribía a lo dicho.
-
¿Y qué es eso que
tendría que reconsiderar para ustedes? - preguntó el compungido muchacho.
-
Si pateás para el
otro lado, capo- respondió Héctor, cargado de ironía.
Entre risas Emmanuel profundizó su análisis anterior.
-
Eso es algo que
tenés que responderte solo. Pero creo que al final del camino va a haber aún
más interrogantes. O sea, yo me interpelaría el por qué tanta importancia a lo
sexual. Además de que no es lo mismo que lo afectivo. Qué es lo que te mueve el
amperímetro. Por qué te involucrás con la gente que lo hacés y no con otra. Qué
buscás allí. Cómo actuás al respecto y por qué. Para entender en qué fallás
deberías tener en claro cuál sería el mejor camino. Cuando el gato Rizón se
encuentra a Alicia en el bosque, ella le consulta cuál camino debe tomar. Eso,
responde él, depende de a dónde quieras ir tú. No importa en verdad, expresaría
la chica antes de ser interrumpida nuevamente por el animal; entonces no
importa cuál camino tomes ¿entendés lo que quiero decir? - interpeló mientras
percibía la confusión en el resto- significa- prosiguió- que para entender cuál
es el camino correcto tenés que tener en claro tu destino.
Por otra parte, aunque la cursada de su último año de
facultad lo encontraba desconcertado y agotado, supo organizarse con la
suficiencia para iniciar la preparación del final de la materia que había
desaprobado el año pasado: Derecho Constitucional.
Dado el aplazo había podido seleccionar con qué
cátedra rendir. Y por sugerencia del claustro optó por profesores que también
daban tutorías a los estudiantes que tuvieran dificultades en la incorporación
de ciertos contenidos. Así inició un trato personal con ellos. Quienes le sugirieron
bibliografía, especial atención a algunos temas y aspectos determinados del
programa de examen. Le permitieron iniciar con un tema a elección el cual debía
dominar a la perfección; a partir de allí se desenvolvió el resto de la
evaluación.
Oportunamente se presentó a la mesa de examen donde
tuvo una performance sobresaliente. Lo suficiente como para que el titular de
cátedra lo convocara a participar junto a él de las actividades
extracurriculares en el marco del servicio social de la universidad. Aceptó de
buena gana. Acompañaría al grupo de estudiantes y docentes a un barrio de
emergencia cercano donde prestarían asesoramiento jurídico gratuito a quienes
lo precisaran. Además de, excepcionalmente, practicar ciertas diligencias.
Estaba listo para, con apoyo de su madre, dar un paso
más: se independizaría.
Ella sería su garante y, con algunos ahorros accedería
a un monoambiente en alquiler. Coordinó con su hermano mayor, Bastián, que allí
también atenderían a los clientes de su flamante estudio jurídico. Él ya se
había recibido y contaba con matrícula. Así, no solo dispondría de su salario
como empleado público, sino que podría hacerse algunas diferencias en concepto
de honorarios profesionales. Como tantos, inició modestamente.
Con gran esfuerzo costeó su primer colchón. Lo colocó
en una estructura de futón que le fuera regalada.
Hilda le regaló una televisión, una mesa y dos sillas.
De la agencia de Eugenio tomó un escritorio y un carro
de bebidas en desuso.
Compró una biblioteca de madera sin pintar, era lo más
económico.
Tomó pocas pertenencias de su anterior hogar: la
notebook y sus prendas de vestir.
Con ni más ni menos, se mudó.
Las primeras semanas fueron… complejas. No tenía servicio
de televisión ni Internet.
El moderno monoambiente estaba ubicado en un primer
piso al contrafrente, desde el cual se veía la piscina del edificio, y por lo
cual, la falta de cortinas resultaba desfavorable.
Más de una vez el chico no alcanzaría a costear el
canon locativo del lugar en las fechas contractualmente previstas. Así que
serían Bastián y Héctor quienes le prestarían el dinero necesario. Siempre
devuelto en menos de una semana. Con el primero de ellos tomaron sus primeros
casos. Eran conocidos de sus trabajos, amigos de amigos y referenciados. Al
cabo de pocos meses tenían una incipiente cartera de casos penales y,
mayoritariamente, civiles. Ramas en que ambos profesionales (aunque el más
joven de ellos sin recibirse todavía) se complementaban. Y, consiguientemente,
cobraron sus primeros honorarios.
En uno de los casos llevaron adelante las gestiones
administrativas necesarias para que un acosador sexual no fuera expulsado del
ámbito donde llevó a cabo sus perversiones. A cambio abonó tres cuotas
mensuales, iguales y consecutivas de dieciocho mil pesos.
Otro implicó su intervención en la mediación por una
operación inmobiliaria fallida. En la cual su cliente había cobrado el valor de
un boleto de compraventa y las compradoras jamás habían integrado el saldo
restante. Por lo cual el negocio no se perfeccionó y le requerían la devolución
del dinero en contraprestación por la devolución del departamento. Las
destacables dotes retóricas del mayor de los socios les valieron tres mil
dólares en concepto de honorarios profesionales.
Así crecieron rápidamente como socios, amigos y
hermanos.
El muchacho se enriquecía en proporción al crecimiento
profesional logrado. Respecto del trabajo en el Estado había dos grandes
aristas que cumplimentar; por un lado, la estrictamente vinculada a la labor en
sí, y por el otro la militancia partidaria (gracias a la cual accedió, en
primer lugar). Por otra parte, el estudio jurídico acumuló pronto más casos de
los que podían diligenciar los hermanos. Deberían incorporar más integrantes a
la firma.
Aún con en el entusiasmo de haberse independizado
recientemente, no ahorraría los cuantiosos honorarios cobrados, sino que los
invertía en continuar el equipamiento de su hogar y vestimenta. Estar en un
lugar y verse estéticamente bien puede motivar el sentirse igual. Compró, por
ejemplo, sillas nuevas, cortinas, una impresora, cafetera. En cuanto prendas
seleccionó algunas camisas, corbatas, moños, pantalones, zapatos, chalecos,
sacos y un sobretodo. Desde allí concurriría a todos sus compromisos con un
semblante aún más solemne que el que lo hubiera caracterizado hasta entonces.
Personalizó óptimamente su espacio propio, así como su
aspecto ¿quién no se animaría tras tal significativa inversión, no solo en
términos fiduciarios, sino energéticos? eran tales ánimos en cuya virtud casi a
diario Esteban recibía visitas. Familiares, amistosas, académicas, políticas, profesionales
o de otras naturalezas.
Aquel monoambiente poco tenía que envidiarle a la
concurrencia de Versalles.
El claustro convocó al estudiante a que participe de
un certamen organizado por la Honorable Cámara de Senadores de la Nación, donde
se invitaba a los estudiantes del cuadro de honor de facultades de todo el país
para la redacción de monografías académicas sobre cuestiones atinentes al Derecho
Constitucional. El joven recordó la ocasión en que, en su último año del
secundario, le propusieron integrarse a otra actividad (y los buenos resultados
que implicó).
La respuesta fue un sí casi inmediato. Seleccionó un
tópico e inició la investigación.
En cuestión de meses no solo había terminado su
investigación.
Su monografía fue premiada por la comisión de asuntos
constitucionales e integró el podio de estudiantes de derecho destacados en el
Congreso de la Nación.
Mientras, continuaba con sus estudios curriculares,
así como el asesoramiento jurídico brindado en el marco del área de servicio
social de la universidad.
Tales méritos académicos le valieron una nominación para
presidir el Centro de Estudiantes. Elección que se dirimiría luego de los
finales. Celebraron los comicios y un sesenta y dos por ciento del alumnado lo consagró
triunfante.
Las nuevas funciones a su cargo implicaban, en primera
instancia, una reunión con el decano. Allí coordinaron la implementación
general de promociones totales de las materias, algo inédito en la facultad.
Además de integrar al programa de estudios de la carrera el trabajo de
asistencia social. Sosteniendo que los buenos abogados son primero buenas
personas, y en segundo lugar buenos técnicos. Para lo cual la sensibilidad
social tendría un rol preponderante.
Por aquel entonces los hermanos Atristain y Astudillo
habían mantenido múltiples encuentros.
-
Sabe que nos
necesita, Maestro. No tiene la autoridad de Politi- introduciría el político- hoy
somos mayoría, salvo por el Oriente de Washington toda La Orden occidental nos
respalda. Con su aval podemos dar curso a las reformas que necesitamos. Proceso
en el cual usted se consagraría cual gran arquitecto responsable. Al menos eso
haríamos creer a todos ¿no le gustaría quedar en la historia?
-
No es una cuestión
de egos, hermano- señaló el hombre corpulento, con ceño fruncido y un
prominente bigote- pero sí de legitimidad. Reconozco que vuestro diagnóstico no
dista de la realidad. Mi falta de carisma tendría un efecto adverso en
cualquier pretensa conducción. Ahora bien; no puedo deliberadamente dar curso a
una agrupación que busca a todas luces modificar rituales centenarios. Sería
ilícito desde todo punto de vista. Así que no me lo pidan más por favor.
-
Es que,
precisamente, jamás lo pondría en la posición de tener que resolver una
cuestión tan sensible. Sino que requiero que se mantenga al margen. El trabajo
será eminentemente práctico. Politi siempre avaló al tradicionalismo en
detrimento del modernismo propugnado por mi espacio. Solo desearía que usted no
tomase partido alguno. Permítanos operar y congratúlese con los resultados- desarrollaría
el legislador.
Astudillo aceptó con un tímido gesto antes de iniciar
el tratamiento de otras cuestiones.
-
Hay una expulsión
a la cual los hermanos de Románica dieron curso irregularmente. Se querelló a
un hermano ausente por una controversia dirimida en sede judicial. O sea,
condenaron a un inocente con manejos turbios. Me consta porque estuve allí y al
querer intervenir fui avasallado en lo que me atrevería a denominar una
traición- continuaría Ángel.
-
Es una acusación
muy grave ¿está dispuesto a formalizarla? - interrumpió su interlocutor.
-
No soy vengativo,
pero sí justo. Anule esa expulsión por favor, Maestro. No sea cómplice del
lobby conservador tan próximo a desaparecer- solicitaría imperativamente el reformista.
El tono de sus expresiones y la sumisión de Astudillo
harían suponer que era quien detentaba el rol de mayor jerarquía, aunque no
fuera así.
La asistencia a las tenidas celebradas en Románica se convertía
en un acto de apoyo a una posición que se debilitaba permanentemente. Quedaban
pocos hermanos y se retroalimentaban con la Logia Britania, sus únicos aliados,
conducidos por el profesor Ariel. Por
orden del Venerable Maestro Agathos, él asistiría con su comitiva a una
ceremonia convocada por el Gran Maestro. Una vez iniciada la tenida las puertas
solo se abrirían si un hermano llegase tarde, si llamase a la puerta de la
manera correspondiente. Tras varios minutos de comenzado el encuentro, golpes
en grado de maestro interrumpirían las solemnidades. Pero todos los invitados
ya estaban allí.
Anunciaban al ex venerable Maestro Tito “el mariscal”
Dionisio. Se concedió el ingreso.
Arrazabal y sus acompañantes, desconcertados,
percibían la escena.
El doctor en bellas artes ingresó solemnemente, reverenció
a los presentes. Mientras miraba fijamente al pianista. Quien, casi en un acto
reflejo, se puso de pie. Aquel mesurado caballero por única vez perdió el
control. Su inexplicable actitud llamó la atención. Volvió a sentarse; la
ceremonia continuaba.
Una autoridad presente expresó:
-
Por disposición
del Supremo Consejo, se resuelve anular la expulsión del ex venerable Maestro Tito
“el mariscal” Dionisio de la Logia Románica. En su lugar, lo acoge la Logia Parisina.
Como una indemnización requerida por el hermano reinstalado, se le dará
oportunidad de pronunciarse al respecto.
La centenaria concurrencia del templo permanecía expectante.
Dionisio inició su discurso:
-
Cuando nuestra
orden fue fundada, de las cenizas templarias, ya tenía dos principios:
ideología e intransigencia. El primer y único poder real en el mundo. Quienes
éramos conscientes de ello subsistimos en minoría, dado que movilizamos los
elementos más profundos de lucha y sacrificio. Y como estos son los
intelectualmente mejores, pueden en la más alta estima asumir el liderazgo de
los hermanos. La Orden universal se está supeditando a sí misma a tal
conducción en creciente número. Regocijémonos sabiendo que una posición
dogmática ha sido reemplazada por una visión constantemente variable.
Cualquiera que se considere portador de las mejores ideas y, a sabiendas, las
aprovecha para liderar jamás es derrotado. Más se espera de ustedes que de
millones de compatriotas de la población en general. No basta afirmar lo que se
cree, sino más bien actuar en consecuencia. El porvenir de nuestra sociedad
será la dirección intelectual del mundo entero. Lo formará y, a la postre,
reorganizará fuerte y próspero; pero moldeable en sus estrategias y adaptable
en su integridad. Seremos una escuela de líderes en la cual cada hombre
aprenderá a ser un rey. Una vez nuestros enemigos nos inquietaron y
persiguieron; incluso intentaron quitarnos del medio. Hoy debemos examinarnos y
extirpar de nuestro seno los elementos que se han tornado dañinos. Es mi deseo
que esta hermandad perdure otros cientos de años. Este futuro nos pertenece
enteramente.
El lugar se colmó de aplausos y vitoreos.
Al finalizar el encuentro lo notaron rodeado de
hermanos que gustosamente conversaban con él. Entre otros, docentes,
sacerdotes, abogados, el fiscal de su causa, jueces, legisladores, diputados,
senadores… algunos lo contemplaban con cierta admiración.
Se dirigirían a cenar. Pero los hermanos de Britania
optaron por retirarse.
Notificaron inmediatamente a Timoteo.
Transcurrió una semana hasta que los hermanos de la Logia
Románica volvieron a reunirse. Una vez en su templo iniciaron la tenida con
normalidad. Hasta que, en el momento oportuno, Bastián que había ocupado el rol
de Maestro Experto anteriormente a cargo de Ariel, describió la gravedad de las
circunstancias:
-
En una ceremonia
recientemente celebrada por el Supremo Consejo, el cual conduce el Gran
Maestro, se declaró nula la expulsión del hermano Dionisio. Y, a su vez, se lo
reinstaló en otra logia. Tras un sentido discurso la comitiva de Britania observó
el apremiante aval que ostenta nuestro rival. Como siempre a su derecha no
podía dejar de encontrarse el legislador Atristain. Ahora, también, acompañado
por Astudillo. Finalizado el encuentro, su anfitrión de facto permaneció
rodeado de aduladores por al menos una hora. Este nuestro cuadro de maestros
estima pertinente el advertir a los hermanos de esta logia sobre el riesgo
moral que corre La Orden. Y por extensión, la infinitud de ámbitos en que
influye. Cuando La Orden está mal, el mundo suele estarlo también. Y viceversa.
De momento en términos estrictamente normativos no hubo cambios. Las
alteraciones propugnadas por el autodenominado modernismo, corriente conducida
por el polémico personaje en juicio por abuso sexual, por ahora son meramente
prácticas. Mas presumimos que podría contar con el aval por omisión de altos
cargos internos. En cualquier caso, nos limitaremos a sostener nuestras
posturas ancestrales no solo por cuanto se ajustan a lo previsto legalmente
sino también a las más íntimas convicciones morales de esta conducción.
Contendremos fraternalmente a quienes opten por acompañar tal posición, tanto
como despediremos a los que, en cambio, quieran abrazar una actitud
alternativa.
Dicho esto, aunque el encuentro prosiguiera según el
ritual previsto, se notaba en el semblante de algunos hermanos su desasosiego.
En meses subsiguientes hubo, incluso, quienes abandonaron la logia. Migraban a
otras que suscribieran al relativismo moral propugnado por Dionisio,
especialmente a Parisina; donde lo habían acogido e incluso ya carecían de
cupo, por cuanto derivaban aspirantes.
A Esteban se le concedió un permiso para poder
asistir, sin abandonar Románica, a las tenidas de Britania. Donde ejercía el
flamante Venerable Maestro Arrazabal. Allí el perfil de los hermanos era aún
más serio, ninguno era político. Se desenvolvían, como el profesor, en el
ámbito privado. Y aunque algunos pudieran tener simpatías por el reformismo,
los conceptos partidarios no tenían cabida entre ellos.
Su templo, a diferencia del único frecuentado por el
chico hasta entonces, adolecía de paupérrimas condiciones edilicias. Se trataba
de la estructura más antigua de La Orden en la Ciudad de Buenos Aires. En una
vieja torre del Club del Porvenir. Humedad en las paredes y partes del piso de
madera levantadas por trabajos de reparación en las tuberías de gas, dada una
reciente pérdida. Eran solo algunos de los imperfectos que obstaculizaban el
potencial de los únicos aliados del tradicionalismo.
Como hacía años atrás, el ex director del muchacho pagó
su cena por él. Aunque ya no por necesidad. Fue un gesto de cordialidad.
Después de los trabajos, los hermanos comieron juntos. Ariel llevó al joven
hasta su casa y durante el viaje le explicó:
-
Lo mejor que
podemos hacer ante la amenaza de la manipulación, es permanecer fuertes y
convencidos en nuestras prácticas. Intensificar los trabajos. Formarnos
continuamente y comprender el porqué de las cosas. Toleraremos, según nuestro
credo, la libertad de nuestros hermanos de seleccionar las prácticas que
estimen mejores para su pertenencia a La Orden; así como ellos deberán tolerar
las nuestras. No obstante, hay un dato que todavía no expusieron. Aunque
corresponda al Supremo Consejo, siento que debo ponerte en autos. Politi murió.
Astudillo, con infinitamente menos autoridad intenta asumir su rol como Gran
Maestro. Nunca tuvo las habilidades del predecesor. Con la excusa de su
instalación citaron al encuentro que Bastián, según entiendo, ya les detalló.
Pero el protagonismo lo absorbió por completo la reaparición de Tito “el
mariscal”. Sospecho que si se le permite operar tan deliberadamente es poque
debe ofrecer alguna contraprestación. Antes habría sido inimaginable que
alguien se manifestara abiertamente contra la tradición. Además, aunque Politi
era anciano, estaba fuerte, centrado… hay muchas cosas que no termino de
comprender en todo esto.
El muchacho escuchaba con atención. Sabía que no era
momento para hacer comentarios. Tampoco tenía nada para decir.
Elisa no dejaba de ser una obsesión. Se arraigaba al
concepto de amistad como garantía de retención, sin asimilar que algo más podía
ser incluso necesario para la subsistencia del vínculo. Entre tal complejidad
de sensaciones sus encuentros se tornaban vez a vez más intensos, se besaban y
permanecían abrazados. Aunque no reconocían entre sí nada más allá de una pseudo
amistad. Serían tal para cual (o no). El miedo, la confusión y hasta el amor
mismo entorpecía el vínculo. Naufragaban juntos.
Durante aquel año habían finalmente articulado la idea
alguna vez conceptualizada con Bastián. Un grupo abocado al abordaje del
bullying como problemática. Iniciaron una investigación, organizaron
disertaciones a cargo de especialistas, debatieron la cuestión y presentaron un
pedido de informes al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para que rindiera
cuentas sobre el cumplimiento que la ley prescribía para la materia.
Hacia diciembre organizaron una jornada temática, como
la del año anterior, en el comité. Asistió tantísima gente de toda la política
porteña. Y como siempre sus amigos más cercanos, entre otros, apoyaron al
correligionario. Por la noche cenaron, bebieron y se divirtieron. Luego de la
reunión se dirigieron a la casa del joven. Se entretuvieron con algunos juegos y
continuaron bebiendo durante la madrugada. Bromeando, Emmanuel y el anfitrión
se dieron un escueto beso como prenda por perder una consigna. Adriano sucumbió
al alcohol, vomitó y se quedó dormido. Él y su primo permanecieron en el lugar
mientras que los demás partían. Emmanuel y Esteban los acompañaron hasta la
planta baja para abrirles la puerta y despedirse.
-
Me gustó el beso
que me diste- dijo el mayor de ellos en el ascensor, cuando se encontraron a
solas.
-
Sí, a mí también.
Pero me da miedo…- aclaró el invitado antes de ser interrumpido por su
interlocutor.
-
¡No seas cagón! -
impuso Esteban.
Quién sabe si aquella premisa fuera auténticamente
dirigida al otro chico, o a sí mismo. Quizás sería lo que habría querido
decirse hacía años cuando, abrazado con Aquiles en un sillón, no supo más que
permanecer inmóvil. Cuántas cosas podrían haber ocurrido. Y hoy, ya no sabía
dónde estaba a quien sintió como su primer amor.
El cambio de paradigma resultaba obvio. Ya no se
arrepentiría por no hacer las cosas, sino por intentarlas.
Se besaron. Esta vez no fue escueto ni hubo timidez.
Fluyeron. Ingresaron en el departamento y la excitación supo traducirse en algo
más. Los abrazos y las miradas motivaban lo suficiente. Años de disimulo fueron
convertidos en complicidad.
Pasado un rato, el primo se recompuso y decidieron
partir. Nunca supo.
Se despidieron con normalidad. Nadie, jamás,
mencionaría lo ocurrido.
Un primer contacto con aspectos hasta entonces
ignorados puede ser tan movilizador como esclarecedor. Con un adecuado trabajo
introspectivo resulta, indefectiblemente, en un mejor dominio de sí, ergo,
crecimiento personal.
Recibió, entre tantos, el contacto virtual de una
correligionaria. Se llamaba Adriana. En su perfil presumía militar en el
partido y estudiar abogacía. Las fotos ilustraban a una joven de veintitantos,
de figura esbelta, curvas proporcionadas, tez morena, labios pronunciados, ojos
y cabellos castaños. Esteban respondió.
Entre gallos y medianoche estaban coqueteando. Se comunicaban
con frecuencia.
Él, sin miramientos, dio un paso determinante. La
invitó a cenar a su departamento. Ella aceptó. Por lo que el muchacho se ocupó
de preparar todo para una cómoda velada. La cita fue prevista para el sábado
siguiente, por la noche.
Compró vino, quesos, fiambres, frutas secas. Su amigo Héctor
le enseñó a preparar pan casero para agasajar a la invitada. Llegado el día
indicado todo estaba listo. Faltaba menos de una hora para que ella arribara.
Recibió un mensaje:
-
Perdón, pero tuve
un día larguísimo. Mejor lo dejamos para otra vez ¿sí? - escribió la señorita.
-
¡Ningún problema,
bella, ojalá no haya sido tan grave! que descanses- respondió él.
Para entonces ya había adquirido el hábito, tras
distintas vivencias, de hacer de tripas corazón. El que se enoja pierde. Y no
estaba dispuesto a seguir perdiendo.
Angustiado empezó a engullir la picada. Con la misma
velocidad bebió el vino.
Se fue a dormir.
Aquella circunstancia se repitió tres o cuatro veces
más. Siempre con distintos platillos.
Hasta que finalmente ocurrió. En lugar del habitual texto
donde ella cancelaba el encuentro, había escrito:
-
En media hora
llego a la estación de subte Acoyte ¿me podrías buscar allí? - era la misma donde tiempo atrás había despedido a Elisa,
la única noche en que fueron algo más que amigos.
El anfitrión confirmó de inmediato y partió hacia
allí.
Aquella tarde habían tomado algunas cervezas con Bastián.
Cuya mayor experiencia en cuestiones de esta naturaleza habría indicado a su
hermano menos el no “avanzar” de inmediato una vez que la viera. Quizás el entonamiento
producido por el alcohol desinhibió en demasía los estructurados hábitos del
chico. Por lo cual al ver a la muchacha haría caso omiso a la sugerencia del
abogado.
Adriana y Esteban se encontraron y besaron. Fue
espontáneo.
Caminaron al departamento del joven. Quien preparó
milanesas con puré, a pedido de su invitada. Comían tímidamente mientras
miraban películas. O lo habrían hecho si no se hubieran interrumpido para
continuar besándose… y demás durante la velada.
Fue la primera vez de él.
Amanecieron, se ducharon juntos y la acompañó hasta la
parada del colectivo mientras recitaba algunos poemas de memoria.
Era año electoral y como reformistas debían hacer
campaña por sus candidatos.
Aquella tarde lo hizo acompañado por sus amigos. A
quienes contó sobre la cita.
Entonces recibió un mensaje de ella:
-
Gracias por todo.
La pasé muy bien. Y si querés me gustaría repetirlo.
Así lo hicieron. Las veces suficientes como para comprometerse
seriamente. Se pusieron en pareja y acompañaron en sus proyectos personales.
En diciembre tendría la oportunidad de recibirse. Pero
para ello debería aprobar seis finales. Una verdadera odisea académica. Pudo
con todos hasta dubitar en la preparación del último (y más difícil) de estos:
derecho penal. Contaba con apenas cuarenta y ocho horas para leer una manual de
más de trescientas páginas e internalizar su contenido; por no mencionar la
célebre severidad con que la titular de cátedra aterrorizaba a sus estudiantes.
Hilda, Eugenio, Ariel, Héctor, Adriano, Emmanuel, Elisa, Bastián y Adriana lo
acompañaron hasta la puerta del aula doscientos treinta y uno. Fue el noveno
alumno en rendir. E, intentaría, ser el primero en aprobar.
Ingresó a las 10:36 hs. Y pasada una hora sus afectos
permanecían del otro lado de la puerta de vidrio, expectantes. Mientras hubo
quienes conocían el temperamento que debían asumir en tales circunstancias;
otros como Eugenio decían que podría ayudar un “saludito” de su parte a los
profesores. El profesor Arrazabal se ocupó de contenerlo.
El semblante de Esteban, habitualmente austero,
rebozaba nerviosismo.
Escuchaban con atención el interrogatorio.
-
Última
pregunta, Aparicio. Dígame las dos causales por las que procede la prisión
preventiva.
Esteban
recordó sus conversaciones con Bastián. Todo lo vivido durante los últimos años
y su involucramiento en el caso Dionisio. Sonrió.
-
La
prisión preventiva procede cuando la conducta del imputado libre implica un
riesgo de entorpecer la investigación o peligro cierto de fuga- respondió con
cierta soberbia.
La
octogenaria profesora se levantó de su silla. Como lo había hecho con los
alumnos anteriores a quienes había desaprobado. De igual manera estrechó la
mano del joven.
-
Tiene
un diez. Felicitaciones y bienvenido, Doctor.
Parte 3
Capítulo 11: 2020
“Cave, cave, deus videt”. El Bosco.
Las visitas de su flamante novia eran recurrentes. No pasó
una semana entre la primera y la segunda. Los intervalos mermaban vez a vez. Al
punto de (casi) tratarse de encuentros diarios. El entusiasmo de ambas partes
resultaba evidente.
Al margen del inherente contenido sexual que un
romance juvenil implica, sabrían aprovechar el tiempo de otras formas, también.
Leían, cocinaban, pintaban, miraban películas y salían a pasear.
En una ocasión, caminando por el Parque Centenario
ella le propuso presentarle a sus sobrinos. Inicialmente, con una postura
prudente, él declinó la petición. Mas fue cuestión de instantes para que Adriana
despotricara contra Esteban. La muchacha empezaba a ostentar un fuerte
temperamento que lograba avasallar las intenciones de su novio. Quien, en
última instancia, siempre cedía.
Coordinaron una fecha en la cual ella lo visitaría con
el mayor de los niños. Les preparó tostados y pasaron el día en la pileta.
-
Flaco, no podés
traer invitados- planteó un vecino que solía acosarlo.
-
¡Me tocó, me tocó,
es violación! - empezó a gritar el anfitrión. Cuya locución prosiguió con un
tono tan discreto como amenazante- dale, rómpeme las pelotas, que tengo unas
ganas tremendas de quilombo y estaba esperando un gil como vos. Llamá a la
administración y yo a la policía, bufarra.
-
¿Qué te pasa,
enfermo? - replicaba el otro hombre, espantado.
-
Pasa que no tengo
ni tiempo ni paciencia. Estoy disfrutando un día en familia y me venís a
provocar gratuitamente. Si la seguís, la seguimos. Si no quedate en el molde- sentenció
el chico.
Entonces el inquisidor volvió a su reposera,
resignado.
Simultáneamente, por aquellos tiempos proseguía el
trato con su amada Elisa. Con quien hasta hacía pocos meses cursaban a diario y
se recibieron.
Frecuentemente ella lo iba a visitar. Él la esperaba
con la cena preparada. Les gustaba comer en el balcón. Después se recostaban y
miraban alguna película. Dado que a la invitada le gustaba el chocolate blanco,
su amigo siempre procuraba tener un trozo para convidarle. El cual solían
compartir en la cama. En un juego tan erótico como afectivo, ella solía darle a
Esteban en la boca. Las frutillas también eran buenas opciones al momento de
servirse entre sí.
En otras oportunidades preferían merendar en Puerto
Madero, siempre en el mismo bar, donde ella pedía un croissant y él un scon de
queso. Ambos con café, el mejor de la ciudad. Desde el lugar, cuyas mesas y
sillones estaban en la vereda, observaban el dique. Podían pasar horas
conversando. Incluso, hablarían sobre las orientaciones y gustos de cada cual. Conversarían
sobre las experiencias que denotaran su bisexualidad.
La relación con Adriana jamás había alcanzado tanta
profundidad.
Hubo una ocasión en la cual, aún no establecido
financieramente, no podía costear el alquiler, impuestos y cuentas. Confesó su
situación, anecdóticamente, a su amiga. Quien en el siguiente encuentro lo
obligó a aceptar un sobre que contenía decenas de miles de pesos.
-
Amiga, estás loca,
no puedo aceptar esto. Ni quiero. Me ponés en una posición muy fea. Lo
agradezco, pero no lo quiero- aclaró él.
-
Mirá mi amor, es
descortés que rechaces un regalo. Si puedo siempre voy a estar para ayudarte en
lo que sea. Así que lo aceptás o lo dejo acá y que se lo lleve quien sea- expresó
ella apoyando el colmado sobre en una mesa próxima.
Tras algunos momentos, cuando se estaban yendo y Elisa
ni siquiera amagó a tomarlo.; lo hizo él, comprometiéndose a devolverlo. Aquel
gesto significaba al menos treinta días de tranquilidad financiera para su
modesta economía doméstica.
El detrimento de Hilda era progresivo. Había dejado de
ser ella misma desde el 2012. Los desequilibrios se evidenciaban no solo en
declaraciones inconexas, sino también en la merma del cuidado de su imagen,
higiene personal y de su hogar. Llegó a tener diez mascotas a las cuales
dedicaba más atención que a nada. Resultaban, aparentemente, un refugio. La independencia
de su único hijo agravó la inestabilidad. Aún así, en aislados momentos de
lucidez, lograba articular ciertos razonamientos:
-
Me gusta tu novia,
Elisa- sugirió.
-
No mami, mi novia
es Adriana. Elisa es una amiga- corrigió su hijo.
-
¿Con cuál se aman?
¿a cuál extrañás más cuando no está? ¿con quién te podés mostrar como sos?
mambos, miedos, sueños y gustos ¿quién está para vos cuando necesitás ayuda? no
me respondas. Es ella- en su confusión, la madre pareció esbozar cierta verdad.
Intentando atribuir tales definiciones a Adriana, Esteban
propuso cierta soltura en el vínculo. Entre tantas otras, expresando cuanto
sentía por su amiga.
Una tarde volvían de comprar insumos. Cuando él
compartió la anécdota de la desinteresada ayuda que Elisa le procurase ante las
dificultades económicas atravesadas. Así mismo explicó a su pareja todas las
vivencias atravesadas con la joven.
Estaba a punto de comentar su bisexualidad cuando ella
lo interrumpió.
-
Me tenés cansada
flaco, salís conmigo. Dejá de nombrarla. Te lo prohíbo. Una vez más que escucho
su nombre y nos separamos.
Esteban, sin ánimos de confrontar y con la praxis que
una incipiente experiencia amorosa le valdría, optó por ceder. Admitió no
volver a referirse a su amiga.
No fue fácil.
Una mañana de mayo asistieron con Bastián a una
entrevista con nuevos clientes. Se trataba de un caso que implicaría cuantiosos
honorarios.
Durante el encuentro recibió un mensaje de Adriana:
-
Muchos éxitos
allí. Cuando vuelvas no voy a estar. Es mejor así.
Su pareja intentaba contactarla infructuosamente.
Procuró finalizar el trabajo cuanto antes para reencontrarse con ella. Explicó
la situación a su hermano, quien lo secundó.
-
Andá que yo lo
cierro. Cualquier cosa manteneme al tanto- indicó el abogado.
Al llegar encontró a la chica guardando sus pocas
pertenencias en un modesto bolso. Su actitud sobradamente hostil dificultaba
cualquier intento por entenderla. Por sorpresa estalló en llantos y se recostó
abrazando una almohada mientras él la observaba, estupefacto. La escena
resultaba demencial.
Las primeras pronunciaciones inteligibles de ella
intentaban esbozar un pedido de separación. Que de inmediato Esteban
declinaría.
Mientras él trabajaba, ella accedió a su computadora
personal y, por extensión, a sus chats privados.
-
Leí un montón de
conversaciones- introdujo Adriana sollozante- con minas, con tipos ¿estás
enfermo? te gusta todo. Y esa puta de Elisa. Te dije que no quería saber más
nada. Se dicen te amo entre ustedes ¡amigos las tetas, gordo hijo de puta! me
estás cagando. A mí jamás me trataste con el cariño que le escribís a ella.
-
Ante todo, no
deberías escudriñar mis conversaciones con otras personas. Ni mucho menos
juzgarme por intereses sexuales anteriores a conocernos. Pero al margen de eso;
no entendés la relación que tenemos con Elisa. Efectivamente somos amigos y nos
amamos. Es un vínculo muy puro que puede coexistir a la perfección con nuestra
relación. No son amenaza entre sí…
Las explicaciones continuaron durante horas hasta que Adriana
sentenció:
-
Tenés que elegir.
Si querés continuar lo nuestro no podés volver a tratarla jamás. Es tu última
oportunidad. Bloqueala de todos lados o me voy.
Él, dubitativo, accedió.
No admitía que él amara a alguien más. Por supuesto,
hay quienes podrían entender una relación monogámica en la cual las partes
amasen a otras personas con quienes no tuviesen relaciones. Así como podrían
entender esa misma relación monogámica en la cual las partes tuviesen
relaciones con otras personas a las cuales no amasen. O no entender nada. Este
sería el caso. Los tortuosos antecedentes habían sido suficiente, un verdadero
problema. Y no estaba dispuesto a perder lo que hasta el momento entendía como una
de las victorias más importantes de su vida: el noviazgo.
Cumplió lo indicado, más como una orden que como un
acuerdo.
Elisa notó la desaparición del hombre que amaba y con
el cual no tuvo el coraje para unirse. Consultó a sus amigos en común, quienes
no brindaban respuestas. Intentó buscarlo en la facultad, en las cercanías de
su departamento y llamarlo desde otros números telefónicos. El tiempo sería el
único paliativo para tamaña pérdida, de ambos.
Para fortalecer la dañada confianza, los jóvenes decidieron
empezar a convivir. Siendo que pasaban tantos días continuados juntos, era solo
cuestión de poner en palabras lo que ambos sentían y, hasta cierto punto, ya
ocurría. Ella solo poseía algunas prendas que llevó al departamento. Para cuyo
orden Esteban compró una cajonera de madera. Así, su novia tendría un espacio
propio para sus pertenencias.
El panorama, a pesar de la reciente crisis, era
alentador.
Imperceptiblemente en el país surgieron los primeros
casos de una enfermedad desconocida. Despertaba en el organismo síntomas
similares a los de la gripe, dolores de garganta, pérdida de olfato, de gusto…
y muerte.
La sorpresiva pandemia se esparcía rápidamente. Tanto
como para que el presidente de la Nación decretase la cuarentena obligatoria en
todo el país. Solo personal esencial podía cumplir con sus funciones habituales
y utilizar el transporte público.
Entendiéndose por esencial aquellos que se dedicasen a
oficios relacionados con el tratamiento de la enfermedad y afectados. Así como
responsables del mantenimiento de servicios imprescindibles.
Se requirió la ayuda de los partidos políticos y su
militancia.
Los correligionarios de la Ciudad de Buenos Aires
tendrían a su cargo la administración de los hoteles que funcionaban como centros
de aislamiento. Contrariando a Adriana, exponiendo su propia vida, Esteban aceptó
la encomienda.
Fue designado a cargo de la administración de un
hotel, donde residían doscientas personas en aislamiento por contagios. Administraba
inventarios de insumos, su distribución, atendía las demandas y recepción de
bienes personales de quienes permanecían en el lugar. Durante semanas, los
militantes pondrían su vocación de servicio por sobre todo. Y quizás los
beneficiarios nunca supieran quién veló por ellos; pero no importaba.
Una vez allí concluida la ayuda necesaria, requerirían
a Esteban que en determinados días y horarios circulase por algunas zonas de la
ciudad, con una identificación asignada por el gobierno local, solicitando a
quienes no cumplieran las condiciones de circulación impuestas que sí lo
hicieran.
Arribado el mes de agosto, harían al militante un
último pedido. Necesitaban que con los demás armaran bolsones de alimentos no
perecederos para distribuir en los barrios más vulnerables de la ciudad.
También lo hizo.
Entonces la política, la real, sería uno de los actos
de amor más puros. Porque no hay mayor entrega que la hecha,
desinteresadamente, desde el anonimato.
Una noche, al llegar a casa, su novia lo puso al tanto
de llamadas telefónicas y notas amenazantes recibidas. Estaban dirigidas a él
por un anónimo. El número emisor era privado y las misivas impresas. No había
indicios de quién podría tratarse. Lo tomó con calma. Prefirió, ante todo,
higienizarse. Cenaron juntos y se sirvió una taza de café antes de analizar
pormenorizadamente el vacuo contenido de los mensajes: amenazas, insultos,
fragmentos de obras literarias y fotografías (de él, su novia, su madre).
Los hechos tienen la entidad que se les atribuye. Por
lo cual el joven resolvió ignorar la cuestión.
En cambio, su pareja, temerosa, insistió en la
necesidad de efectuar una denuncia penal en sede policial. Los estudios y su
(modesta) experiencia profesional le valdrían predecir el sinsentido de aquella
reacción. Ningún fiscal investigaría un puñado de hojas impresas con premisas
escuetas y genéricas. Y, para no preocupar a nadie más, el incipiente doctor
omitió comentar lo ocurrido. Entendió que podría tratarse de la actitud más
prudente.
Transcurrían las semanas y con ellas se acumulaban más
y más conminaciones.
El vínculo entre ambos jóvenes aún necesitaba
sanearse. Y ceder a la insistencia de Adriana por mudarse podría aportar en
aquel sentido. Iniciaron la búsqueda de otro departamento. En cuestión de días,
por recomendación de un ex compañero de la facultad, consiguieron la posibilidad
de ingresar a un dos ambientes. El valor del canon locativo era igual al de su
vivienda actual. Recientemente pintado parecía un hogar ideal. Tramitaron los
permisos legales correspondientes para llevar a cabo la mudanza, dado que la
cuarentena decretada por el gobierno continuaba vigente.
Instalados en el nuevo departamento cesaron las
encomiendas.
Por su parte el reinstalado Maestro Dionisio aprovechó
los últimos meses para consolidar los cimientos de su nueva obra desde la logia
Parisina. Donde años antes se había refugiado el hermano Atristain. Los
aspirantes a iniciarse allí se contaban por cientos, en cuanto Románica no
alcanzaba los veinte participantes por tenida. Su única logia aliada, Britania,
guarnecía a cincuenta hermanos; los cuales no alcanzaban para equiparar las
adhesiones de la corriente interna propugnada por el denominado modernismo. Miles
de hermanos en todos los rincones de la Nación coincidirían con las
aspiraciones relativistas y hedonistas para la centenaria orden.
-
No me pueden pedir
que autorice veneraturas simultáneas, es completamente ilícito. La alevosía de
tales manejos me pondría en el centro de las críticas…- refunfuñaba el Gran
Maestro de la Nación, Astudillo. Cuando Atristain, con quien solía negociar, lo
interrumpió.
-
¿Cuáles críticas, Simón?
dejate de joder. Si lo que estamos haciendo, precisamente, es sumar voluntades,
no contrariarlas. A la vista de todos sos la autoridad que, a pesar de que
nuestras leyes internas dispongan otra cosa, permite a las disidencias
manejarse libremente. Y a diario somos más, como habrás notado. De hecho, lo
que te estoy pidiendo es un primer paso de la sucesión que debés disponer. Como
en la antigua Roma vas a emitir edictos de Milán y Tesalónica ¿ubicás?
-
Soy historiador,
naturalmente muchacho. El primero permitió a los cristianos ejercer libremente
su culto cuando, hasta entonces, estaba prohibido. Y el segundo los convirtió
en la religión oficial del imperio. El problema es que están dando por hecho
una sumisión por parte mía que no es tal- aclaró el hermano de mayor grado.
-
Si estás tan en
desacuerdo te deberías haber levantado- razonó Tito “el mariscal”- nuestra
alianza continúa siendo tan necesaria para vos como desagradable para nosotros.
Pero quedate tranquilo que oportunamente concluirá.
-
¡Ya lo creo! - gruñó
el Gran Maestro.
-
No tenés ni un
décimo de la autoridad moral de Politi. Y sin nosotros durarías a la cabeza del
Supremo Consejo menos de una semana. Porque te quieren en la medida que sigamos
reivindicando tu gestión como afín a nuestros valores. Que son, a su vez, los
que entendemos mejores para la subsistencia de La Orden y sus hermanos. Ergo,
limítate a brindarnos la autorización administrativa que Ángel te envió y
sigamos siendo amigos ¿hay algo mejor que llevarse bien entre hermanos? - concluyó
el doctor en bellas artes.
Ofuscado, el corpulento hombre de prominente bigote se
retiró del salón.
Y en solo cuestión de días, el Supremo Consejo
pronunció una venia de efectos individuales, fundada en circunstancias fácticas
excepcionales, en cuya virtud el Maestro Tito “el mariscal” Dionisio podría ser
electo para ejercer la veneratura en cuantas logias así lo quisieran según los
mecanismos electivos previstos por normativas internas. O sea, una postulación
aprobada unánimemente por los maestros y votación por bolillero entre todos los
hermanos de cada logia.
Ambos arquitectos de La Nueva Orden se encontraban en
el antiguo caserón del profesor de teatro para brindar. La libación se extendió
durante toda la velada, llevaron a la práctica las premisas de su escuela de
pensamiento. Sin vergüenza, priorizando los placeres por sobre todo lo demás,
expresaron no solo con palabras cuánto amor sentían entre sí. Su éxito era el
fruto de la sinergia con que coordinaban sus actos. El logro no era una
extensión de uno de ellos, sino de ambos; de su vínculo.
Oportunamente y según lo previsto, en tres logias eligieron
a Dionisio como Venerable Maestro, valiéndose de la dispensa provista por el
Gran Maestro.
Uno de los primeros actos del hermano fue gestionar de
manera coordinada todos los grupos para que se retroalimenten entre sí. En
cuanto postulantes, actividades, recursos, asistentes y trabajos en general.
Las arcas de las tres logias bastaban sobradamente para la financiación de iniciativas
sociales. Sería la primera vez que La Orden intervendría, con las
autorizaciones gubernamentales pertinentes, en cuestiones que trascendiesen los
intereses de los propios muros. Por ejemplo, costearon la construcción y
mantenimiento de varios comedores populares. Los hermanos, como parte de sus
trabajos en La Orden, debían colaborar personalmente en aquellos
establecimientos.
Otra novedad fue la apertura con que “el mariscal” y
sus seguidores trataban el tema de la sociedad secreta. Propugnaban un menor
hermetismo, mayor cercanía con los llamados (peyorativamente por la corriente
tradicionalista) profanos, a quienes en cambio los modernistas identificarían
como no iniciados. Y, para quienes quisieran involucrarse, facilitarían la
burocracia de los trámites de ingreso. Ofrecerían un trato cálido y sensible,
contrario al clasismo hasta entonces imperante.
Dieron curso a una campaña de difusión por la cual las
centenas de solicitudes de aspirantes se convirtieron en miles. Mas no sería un
problema administrarlas y contenerlas teniendo tres logias a disposición para
dar respuesta.
La heterodoxia resultaría atractiva no solo para los
ajenos, sino también para los propios. Hermanos de logias con posturas oficiales
tradicionalistas o mesuradas migraban, ávidos por aggiornarse, a las filas del
modernismo; entre las cuales se contabilizaban holgadamente legisladores
locales de diecisiete provincias, diputados y senadores de casi todos los
partidos políticos, fiscales, jueces y un sinfín de funcionarios
administrativos. La mayoría vivía según los valores aprehendidos en la escuela
de vida que significaría La Orden y, por extensión, el Maestro Dionisio.
El progreso parecía imparable.
Aunque hacía tiempo, por distintas circunstancias, los
estudios de piano se habrían interrumpido, el trato con su mentor continuaba
tan vigente como siempre. Los hermanos entendían que Esteban podría contar con
muchas más herramientas para valerse en un potencial enfrentamiento contra su
ex profesor de teatro y todo lo que representaba. Y aunque otrora Ariel hubiese
ordenado al joven que declinase la proposición, las condiciones ya eran diferentes.
En cuanto contexto y, más importante aún, internamente para el muchacho. Si se
estimula a alguien a que atraviese situaciones para las que no está óptimamente
preparado puede no aprovecharlas en su plenitud o, peor aún, perderse en ellas.
Entonces, según el momento y la persona, la mejor opción podría ser esperar. Al
final de cuentas nunca hay que ponderar los sueños por sobre la vida real.
Esta vez el chico estaba listo.
-
Siento que aún
tengo cosas por aprender. Mejoré, sin dudas, desde la última vez que tratamos
la cuestión. Pero también debo admitir que me asusta no estar a la altura de
las pruebas de aumento de salario- confesó el muchacho.
-
Es cierto. No
pretendemos que no temas. Si no que, justamente, enfrentes tus temores. Nadie
está exento del miedo. Pero solo los mejores hombres lo vencen. Y no solo se
trata de que ya estés en condiciones; necesitamos que lo estés. Sospechamos que
tarde o temprano darán curso a una ofensiva en nuestra contra. Somos la reserva
moral de una sociedad muy antigua, y hoy particularmente, minoría. El
fortalecimiento del eslabón más débil de nuestra cadena es el de la totalidad.
Te necesitamos fuerte- explicó el ex director.
Acordada la sujeción del aprendiz a las pruebas para
un potencial aumento de salario, continuaron conversando sobre cuestiones
generales de la hermandad, las malas condiciones del templo donde trabajaba la
Logia Britania, la preocupación que ello importaba al maestro, y cómo su pupilo
se sentía respecto de cuanto estaba atravesando.
Si bien el salario por sus trabajos como funcionario
público resultaba útil, no alcanzaba para costear el mantenimiento del alquiler
y dos personas adultas. Adriana no trabajaba, por lo que toda la carga
económica del hogar recaía sobre los jóvenes hombros del flamante abogado.
Precisamente, el derecho sería su salvavidas. Con Bastián mes a mes continuaban
más y más casos. Naturalmente, cada uno resuelto significaban honorarios a
cobrar. Así ambos muchachos consolidaron su patrimonio inicial. Como amigos,
hermanos y socios.
El trabajo no era solo una vía para el enriquecimiento
fiduciario. También se trataba de dos pasiones, la política y el derecho. En
ese orden. Por no decir un medio de escape de todas sus demás preocupaciones:
la compleja relación con su novia, el malestar de su madre y los conflictos en La
Orden resultaban cada vez más amenazantes.
Oportunamente el ex preceptor le extendió una
convocatoria para reunirse con Timoteo en el despacho. El joven concurrió.
-
Gracias por venir Esteban.
Bastián por favor cerrá la puerta ¿café? - preguntaría el legislador que
oficiaba como presidente del bloque parlamentario. El muchacho accedió- Ariel
me indicó que aceptaste la posibilidad de ser evaluado para ascender de grado,
lo que denominamos aumento de salario. Es un compromiso muy serio que tu mentor
suele sobredimensionar. Motivo por el cual no estuvo de acuerdo en que lo
fueras antes. El resto estimábamos que las condiciones estaban dadas. Pero
corresponde respetar la voluntad de quien te apadrina. Ahora que todos
coincidimos voy a explicarte algunas premisas para que te vayas preparando.
El venerable maestro abrió un cajón de su escritorio y
apoyó sobre este, al menos, una decena de manuales. Eran libros antiguos,
algunos casi deshechos. El denominador común sería el polvo entre sus hojas. El
chico tomaba su café mientras oía atentamente las directrices del político:
-
Estas piezas se
entregan a cada hermano de la logia que puede pasar de aprendiz a compañero. Se
te entregan en préstamo. Porque su verdadero valor está en cuánto aprendas de
ellos. Son complejos y están redactados con pautas lingüísticas obsoletas, pero
parte de la evaluación es el esfuerzo por comprender. Aun así, no solo te
limites a memorizar; es una equivocación más habitual de lo que querría
admitir. Internalizá los conceptos. No solo procuraremos que conozcas fórmulas
rituales, definiciones y razones de las cosas. También se pretenderá que
desarrolles y expongas tus propias interpretaciones de cada elemento.
-
¿Pasa algo si
rindo mal? - consultó tímidamente el aprendiz.
-
Te matamos-
sentenciaba su interlocutor entre risas- mentira, es un chiste. No te asustes.
Si bien el cuadro de maestros resolvería sobre la procedencia de alguna sanción
según cuán groseros hubieran sido tus desaciertos, entendemos que lo vas a
hacer bien. Entonces no tendría sentido preocuparnos por, digamos, aplazos.
Preparate a conciencia. Nos vemos el viernes 11 de diciembre- resolvió el
anfitrión mientras abría la puerta para despedir a su invitado.
El muchacho había guardado los manuales en su maletín
y se dirigiría, acompañado por su amigo, a La London para merendar. Café con
leche, medialunas y jugo exprimido.
-
Todos nos ponemos
nerviosos en ocasiones así. Pero está bien, significa que sos consciente de su importancia.
Cuando la pasé opté por entenderla más como una oportunidad que como un
desafío. Una oportunidad que, a su vez, implicaba el reconocimiento de un buen
trabajo anterior y la expectativa de uno ulterior con igual calidad. Se trata
de un premio; queda en cada quien aprovecharlo- relató Bastián.
Transcurrieron las semanas y, entre tantas vicisitudes
propias de la cotidianeidad construida, se haría del tiempo suficiente para
profundizar su formación. La bibliografía proporcionada ostentaba una redacción
cuasi medieval. Términos en desuetudo y nociones ininteligibles. Mas, con el
esmero necesario explotaría cada herramienta disponible para su comprensión.
Más de una vez llamaría por teléfono a su socio y a su profesor con preguntas.
Incluso se reuniría con el segundo; quien a pesar de ya no estar dándole clases
de piano siempre que era necesario hacía un hueco en su demandada agenda para
acompañar los procesos de su alumno. Internet, con prudencia, también serviría
para esclarecer algunas nociones.
Imperceptiblemente llegó la fecha prevista.
Arrazabal había notificado sobre su asistencia a la
evaluación, junto con los hermanos de Britania. Por primera vez después de
tanto tiempo los trabajos en Románica contaron con la presencia de casi cien
hermanos. Quizás sin la contención de su mentor, el muchacho habría sucumbido a
la presión; pero no fue así.
Como la noche de su iniciación, al ingresar le
ordenaron aguardar en la recepción. Vestía un saco y pantalón gris, camisa
blanca, chaleco y corbata de moño azul. Los zapatos y el cinturón, de cuero
marrón. Las medias, azules. La medalla de su logia mater colgando sobre el
corazón, su anillo en el dedo meñique, la pulsera de plata, el reloj
descompuesto en la otra muñeca. Por debajo de todo, un collar de plata con la
figura del Papa. Eso era él por entonces, una conjunción de aristas específicas
de realidades distintas (hasta opuestas). Eclecticismo puro.
Esperó por casi dos horas. Sabía que podría ocurrir.
Mantenía más calma que en la oportunidad anterior, hacía años.
Cuando Bastián lo fue a buscar, todo estaba en
condiciones. Iniciarían las pruebas.
Caminaron juntos por los pasillos del Palacio Kairós
hasta las puertas del templo. Donde tantos hermanos aguardaban. Presidía,
naturalmente, el Venerable Maestro Agathos. Con los golpes debidos ambos fueron
recibidos, hermano mayor y menor. El primero guiando, el segundo tan verde aún.
Ingresaron.
Como si estuvieran esperando el momento oportuno,
instantes antes de dar curso al ritual solicitarían ingresar al lugar los
hermanos Dionisio y Atristain. Nadie parecía esperarlos. Mas, por leyes
internas, no se les podía negar el ingreso. Estaban sobrada y formalmente
cualificados para concurrir. Entraron. La inquietud en algunos se notaba a flor
de piel. Cerraban la puerta cuando una voz ronca detuvo a los guardas templos
internos:
-
¡Momento caballeros!
- era el Gran Maestro Astudillo, parecía no haber alcanzado el paso de los
otros dos visitantes. Agitado y con cierto esfuerzo, pasó por el pórtico que,
en su caso, resultaba angosto.
Tanto el corpulento maestro como el controvertido Tito
se ubicaron en la cabecera del encuentro, al lado de Timoteo.
En primera instancia desnudarían el torso del
aprendiz. Lo desprenderían de todas sus joyas y accesorios, supuestos símbolos
de banalidad. Y lo vendarían, como en la iniciación…
Empezó un interrogatorio técnico sobre contenido
teórico que el aprendiz debiera haber leído en los manuales. El diálogo era
triangular, por lo cual los hermanos escribían sus interpelaciones en una hoja
cuya lectura estaba siempre a cargo de “el griego” Agathos. Transmitida, Esteban
debía responder a viva voz.
Llegado un momento de la prueba las dudas se tornarían
personales. Opiniones, reflexiones y… experiencias. Hubo quien, desde el
anonimato, creería procedente remitir al fenecido grupo de teatro en más de una
oportunidad. O, quizás, hubieran sido varios los hermanos responsables.
Los ánimos se distendieron en cuanto el evaluado debió
expedirse sobre sus vínculos.
-
Aquí encontré
hermanos. Pero no en el sentido institucional del concepto. O sea, aunque nos
llamemos así, no siempre nos tratamos coherentemente. Son evidentes las
controversias entre nosotros. Solo un necio las negaría. Cientos de años nos
llevaron a competir contra nosotros mismos en el peor de los sentidos ¿para
qué? ¿por egos? ¿poder? una acepción significaría autosuperación, exaltación de
las virtudes, actualización de potencias. En lugar de eso impera el boicot, la
mezquindad y la traición. Algunos lo notamos. Y no casualmente somos quienes,
en verdad, nos sentimos hermanados no por una institución, sino por conductas,
afecto y el sueño del Bien Común. Lo siento con Bastián, Ariel y Timoteo, por
ejemplo. No me avergüenza individualizar a quienes me honra llamar hermanos.
Así como son tantos a los que el título les queda grande… eso es todo- concluyó
el muchacho incómodamente desde el asiento asignado.
Seguidamente los presentes que así lo quisieran podían
aproximarse, cada cual empuñando sus armas para, tras acomodarlas
amenazantemente cerca del joven, tomar juramento de que lo dicho sería la
verdad.
Mientras el venerable maestro Agathos pronunciaba la
fórmula del extenso juramento el filo de la espada flamígera del maestro Dionisio,
con una mirada tan extraña como su sonrisa, cortaba el cuello del aprendiz,
quien permanecía en silencio. Quizás se trataba de parte del ritual…
No era el caso y el primero en observarlo sería el
director Arrazabal, cuyo mandoble apartaría la empuñadura de su par. Ante unos
pocos, atentos y exhortos hermanos conscientes de lo que ocurría, ambos hacían
fuerza en direcciones opuestas.
Tras jurar la veracidad de todas las respuestas dadas
durante la tenida, Tito “el mariscal” prevaleció en la disputa con Ariel.
Con una depurada técnica y rapidez envidiable, hundió
el filo de su arma en el pecho de Esteban.
La sangre comenzó a manar, mientras el joven,
lentamente, se desplomaba en el gran salón, a la vista de todos sus hermanos.
El profesor de piano dirigió el filo de su pesada arma
a la cabeza del enemigo:
-
¡Traidor! hace
años lo denunciamos, juzgamos y condenamos. Todos son testigos del ataque a un
hermano, así como de la injusticia de la nulidad de su expulsión. Gran Maestro,
no tiene más opción, debe… - planteaba el mentor del joven herido hasta que la
ofensiva de la espada flamígera, tras hacer a un lado la amenaza de su rival,
hallara vía directa a su pierna.
El pesado hombre, herido, utilizaría todas sus fuerzas
para desarmar exitosamente a Dionisio, quien espetó:
-
Traición fue
calumniarme. Traición fue poner a mis afectos en mi propia contra. Traición fue
dejarme solo cuando los necesité. Yo mismo inicié a la mayoría, los formé y
tienen el tupé de socavarme. Todavía no entienden que no lidian conmigo, sino
con las fuerzas que canalizo. Ascender aprendices no les va a servir para
confrontarme.
-
Esa es la cuestión-
sostuvo Astudillo- por cuanto usted funda sus pretensiones en la venganza
contra sus propios hermanos, ellos intentan fortalecerse. Ni siquiera está
contemplado en su proceder. Nadie, más que usted mismo, es responsable de su
caída ¡daremos curso a las acciones pertinentes contra el venerable
maestro!
Capítulo 12: 2021
“Nos reímos del honor y luego nos sorprendemos de
encontrar traidores entre nosotros”. Clive Staples Lewis.
Fue un verano tenso… la convivencia con ella resultaba
tortuosa.
Parecían no poder evitar las peleas.
La disconformidad mutaba en irritabilidad y, finalmente,
confrontaciones.
Las oportunidades en que primaba el amor eran las
menos.
El vínculo se convertiría, imperceptiblemente, en un
tedioso hábito. Un vicio.
Él no quería darse por vencido. Había sacrificado
cuanto pudo, pero no era suficiente.
Por su parte, Adriana continuaba sin trabajo. Ergo, en
los poco experimentados hombros de Esteban, aún, recaía el sostenimiento
económico de la familia.
Hilda hacía meses había perdido el control de
esfínteres. Su movilidad se había reducido drásticamente por lo cual no podía
valerse por sí misma. Necesitaba la ayuda de su hijo para subsistir. Él acudía
una vez por semana a su departamento, lo limpiaba, ordenaba, preparaba y
etiquetaba viandas para cada día de la semana. Le hacía compañía.
Los celos de su novia se tradujeron en un planteo por
el cual prohibió al joven visitar a su madre, o hablar telefónicamente con ella.
Él, en su inexperiencia, cedió a tal orden.
Ante la inexplicable merma de casos del estudio
jurídico que compartía con su socio, este se dedicó de lleno a la política
mientras que Esteban debió complementar sus modestos ingresos con algo más.
Desde su niñez coleccionaba estampillas. Y hacía tiempo
reflexionaba sobre la posibilidad de dedicarse a la compraventa.
Meticulosamente tasó su colección, una por una. El
valor era de dos mil dólares americanos. Filtró solo aquellas que por cuestiones
emocionales no estaba dispuesto a vender. Hecha la selección ordenó, fotografió
y publicó la mayoría.
En los primeros tiempos, había días cuyas ventas no
superarían los cincuenta pesos. Aún así, el orgullo era inconmensurable. Esperaba
durante horas a que llegaran sus clientes. A veces jóvenes, otros mayores y,
excepcionalmente, niños y niñas con sus padres; iniciándose en el pasatiempo
que hacía tanto tiempo él cultivaba.
A medida que vendía entendía que debía, tarde o
temprano, reinvertir en más stock. Eso si pretendía que su iniciativa
prosperara. Indagó en diversos medios sobre los precios de cada estampilla y,
al recaudar sus primeras decenas de miles, reinvertiría un porcentaje. A pesar
de que los márgenes de ganancia por unidad oscilaran en el orden del cien por
ciento, su novia desaprobaba el negocio. Tanto como para cuestionar que, si él
invertía una determinada suma en mercadería para vender, ella podría valerse de
una equivalente para comprar lo que quisiera: ropas, perfumes o cosméticos.
Pronto las sumas invertidas y ganadas ascenderían a
escalas inesperadas dado el gran nivel cuanti- cualitativo de ventas. Compras
por decenas de miles de pesos, perfeccionadas en operaciones inmediatas,
significarían una opción tanto más atractiva que los cargos gubernamentales o
los complejos casos jurídicos que atendían hasta hacía poco con Bastián. En los
cuales, para cobrar honorarios, debían transcurrir una serie de operaciones (o
sea, tiempo).
También aprendió a lidiar con las viscitudes de
negociar lotes de mercadería. Por ejemplo, cuyo valor de reventa, individual y
en un extenso plazo, proyectaría posibles ciento cincuenta mil pesos, pero cuyo
vendedor pretendía cobrar cien mil por ellas. El margen, en esas condiciones,
sería insuficiente. Siempre debía contemplar el riesgo (cierto) de no vender.
La conservación de productos ilíquidos, de nicho, no es una opción atractiva
para cualquier inversor. Logró negociarlo tanto como para que su precio
descendiera a setenta y cinco mil pesos… había un único problema: no contaba
con el dinero. Pero sabía de alguien que sí. Eugenio, su padre, había mantenido
el trato mínimo indispensable con su hijo. No solía exteriorizar emociones y,
quizás, tampoco tenerlas. Si le explicaba (y garantizaba) márgenes suficientes
quizás financiaría un porcentaje de la operación.
Se reunieron en dos oportunidades. Durante horas, el
muchacho acreditó la funcionalidad de su propuesta con antecedentes concretos.
Su padre accedió a invertir el cincuenta por ciento del capital requerido. Pero
en el plazo de una semana se le debería devolver con un cien por ciento de
intereses. Fue un acuerdo.
Lo resuelto se cumplió al pie de la letra. No una, ni
dos, al menos quince veces repitieron su modus operandi padre- hijo. El hombre
estaba fascinado con la actividad comercial desarrollada por su primogénito.
Nada parecía interesarle tanto como las ganancias económicas. Aquel muchacho
destratado hoy significaba cuantiosos dividendos en sus cuentas… posiblemente
convendría, incluso, fingir cierto interés personal. Hasta cariño.
Entre tanto, las peleas de la pareja continuaban y con
ellas las amenazas de Adriana por abandonarlo. Estas solían acompañarse con
episodios de violencia en los cuales rompía muebles, prendas, vajilla y demás.
En una oportunidad tomaría la notebook que, tantos años atrás, Hilda y Sofía le
regalaron a Esteban por Navidad. Colocó sus manos en ambos laterales de la
pantalla y ejerció fuerza hasta partirla. Entonces, el muchacho entendió la
gravedad de la situación a la vez que se quedó sin computadora. No podía
permitirse costear una nueva y sus padres decían encontrarse en la misma
situación. Resignado, entendió que su única opción sería esperar.
El viejo departamento evidenció mes a mes las
condiciones de su esencia. Humedad en los muros, techos y suelos, así como
desperfectos técnicos serían la excusa para que el joven llevara adelante su último
intento por salvar la relación ¿cómo? mudándose. Entendería que cambiar su
residencia, y las energías relacionadas al lugar, podrían ser lo necesario para
subsanar aquel vínculo.
Ya con pocas energías tras un extenuante inicio del
año, apoyado por la garantía que ofreciese su madre, encontraría un
departamento óptimo ubicado a menos de diez cuadras de su comité. Si bien el
canon locativo y las expensas resultarían significativamente más elevadas, el
lujo de la unidad funcional lo valía. Buena ubicación, piscina, una estructura
de lujo y seguridad todas las noches. Era la opción ideal.
Los jóvenes invirtieron casi todos sus ahorros no solo
para costear el ingreso a la nueva vivienda, sino que invertirían en
mobiliario. Particularmente una cama de lujo y su primer juego de comedor: dos
sillones individuales, uno de dos cuerpos, todos de estilo Chesterfield, y una
mesa ratona elevable.
Cambiar las energías imperantes en la relación no solo
significaría reemplazar un lugar donde habitar por otro mejor, sino también
equiparlo óptimamente.
Para entonces la pandemia mundial parecía un problema
resuelto. O al menos era lo que evidenciaba el desinterés gubernamental por
resguardar la vigencia y cumplimiento de la cuarentena obligatoria.
Recientemente devenida en meras restricciones de circulación… de hecho, nada. Entonces
en un lapso de racionalidad, Presidencia de la Nación regularizaría lo que
todos sabían: ya se podía circular libremente. Por lo cual tantos malos
entendidos encontrarían coto.
Arribado agosto inició la campaña electoral
legislativa. Bastián habría sido designado hacía poco tiempo presidente de la
juventud reformista porteña. Por tanto, la militancia juvenil del distrito
sería su responsabilidad, pero ¿cómo una persona podría organizar a miles de
correligionarios en toda una ciudad? delegando. Particularmente en la comuna
cinco, donde militaban juntos desde hacía tanto tiempo, confiaría esa
responsabilidad a Esteban. Él había atravesado decenas de campañas de distintas
índoles en su militancia política. Todas las mesas de campaña se coordinaban
vez a vez. Se valdría de tantísima experiencia para articular un inédito
sistema. Contactó a cada militante a su cargo; les consultó días y horarios de
disponibilidad. Concertó un diagrama permanente con individuos, días, horarios
y locaciones a partir del cual todos sabrían quién, cuándo y dónde debían
encontrarse semana a semana. Solo en casos de ausencias excepcionales se
designaría un reemplazo por única vez.
El día de los comicios los resultados fueron
sobradamente satisfactorios y los métodos del joven reconocidos tanto por sus
pares como por sus hermanos.
Bastián fue electo legislador. Ocuparía la banca que a
partir de diciembre Timoteo dejaría vacante. Es decir, el espacio partidario
interno la conservaría.
La computadora, necesaria para tantas cosas, seguía
siendo una asignatura pendiente. En un almuerzo Eugenio preguntó a Esteban,
después de que este mencionase el tema, sobre si conocía a alguien que las
ensamblase tras comprar los componentes por separado. El muchacho recomendó a
su amigo Adriano. Él había construido su propia PC. Creía, tras conversarlo
tantas veces, que su padre por primera vez tendría tamaño gesto. Las ganas
serían motivo suficiente para dar curso a la ilusión.
Pasaron las semanas y proyectaba dónde la colocaría y
todo lo que podría volver a hacer con el aparato.
Una tarde, mientras merendaba con sus amigos, les
dijo:
-
Creo que mi viejo
se va a poner la diez. Parece que te va a contratar para armarme una compu,
amigo- comentó mientras miraba a Adriano- la verdad nunca creí que tuviera un
gesto así conmigo. Pero puede ser que a partir de la movida de las estampillas
se haya sensibilizado. Incluso podría ser una forma indirecta de agradecerme,
también, por darle lugar en un negocio tan redituable. Al final de cuentas,
siendo que se lleva el cincuenta por ciento de las ganancias de cada lote solo
por financiar ese porcentaje mientras yo hago todo el laburo, hasta sería
lógico.
-
Bro… - intentaba
decir su amigo, las palabras parecían no querer ser pronunciadas- ya me
contrató. Ayer me llamó y estaba esperando un buen momento para contarte, pero
parece ser este. Esa máquina a la que te referís la ordenó para tu medio
hermano. Va a invertir mil dólares entre componentes y mi mano de obra.
Tras agradecer la honestidad, Esteban se mantuvo en un
incómodo silencio durante el resto del encuentro. Incomodidad proporcional a la
amargura que genera la decepción de ilusiones que eran tan necesarias de
cumplirse en este vínculo padre hijo.
Fueron tantísimos los desprecios propinados durante la
vida como para perdonar otro.
Decidió no hablar nunca más con quien alguna vez
considerase su padre.
Mucho tiempo recibió mensajes preguntando cómo estaba
y demás.
Eugenio: - Hola pa, como estas?
Esteban: - Si me regalás la misma computadora que
le regalaste a mi medio hermano hablamos, en caso contrario no me interesa.
Eugenio: - Para pa, no podes ser tan cerrado, la
computadora va a cambiar nuestra relación?
Esteban: - La cambió.
Seguidamente bloqueó a Eugenio por todos los medios.
Las inseguridades de Adriana la hacían desconfiar de
todo sin razón, permanentemente. Mientras que las de su novio lo hacían ceder;
dio su venia para que ella accediera cuando quisiera a sus redes sociales, escudriñara
conversaciones, contactos e interacciones virtuales. Le prohibiría llamar a las
mujeres por sus nombres de pila o usar emojis en los chats. Así como agregar a
determinadas en redes. Él obedecía.
Aunque agotado de trabajar, los domingos
obligatoriamente la debería acompañar a visitar a sus padres y costear el
almuerzo, así como postre y merienda. El viaje, desde Capital Federal hasta
Lomas de Zamora, debía hacerse en taxi.
La Orden se convirtió en el refugio del extenuado
muchacho. A pesar de la amenazante sombra que parecía ampliarse constantemente.
Dionisio seguía incorporando hermanos a La Orden y a
su incipiente línea interna. Los contactos nuevos y los viejos consolidados,
gracias a las negociaciones de su mano derecha, le valdrían el cargo de ministro
de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. No satisfechos con su triunfo en La
Orden procuraron ampliar su perspectiva sobre altos mandos gubernamentales. E
incidir, incluso, en disposiciones ejecutivas…
El poder legislativo local también se vería afectado.
Trece de los sesenta legisladores porteños habrían dejado de responder a sus
dirigentes partidarios internos para formar un interbloque tácito de iniciados.
Todos bajo la órbita del flamante ministro.
La justicia en sus tantos estamentos no sería la
excepción. Desde pinches de oficina hasta algunos miembros del Tribunal
Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires obedecerían las
disposiciones de Tito “el mariscal”. Por lo que a nadie sorprendería que se
resolviera la falta de mérito en el proceso que se le iniciara hacía años. Esto
implicaba que no pudiera trascender la etapa de instrucción, primera en todo
caso penal. No se llegaría a juicio oral; mucho menos a una condena.
Decenas de logias en todo el país integraban la nómina
de células controladas por el doctor en bellas artes (ahora, el ministro). Lo
que es mucho dado que habría poco menos de cien en toda la Argentina. Las
demás, mayoritariamente, permanecían neutrales. Dos mantenían las centenarias
formas, dogmáticas y conservadoras, aunque eficaces. Eran Románica y Britania.
Entre ambas eran apenas sesenta y tres hombres. Y, de todas formas, parecían
próximos a prevalecer en la disputa contra el reinstalado hermano.
El único problema de la gigantesca red coordinada con Atristain
era que, por el exabrupto del año anterior, el Gran Maestro Astudillo y todo el
Supremo Consejo desconfiaría del hermano traidor. Aunque las heridas de Esteban
y Ariel hubieran sanado sin mayores complicaciones, la osadía del ataque no
podría permanecer impune.
-
La verdad nunca me
gustó lidiar con este charlatán. Pero no tuve alternativa ¿vieron la cantidad
de hermanos que conquistaron? ni Politi lo habría logrado. Necesitaba
legitimidad de gestión, autoridad, aunque fuera ficticia, derivada de su apoyo.
Si no, habría durado poco en este pesado cargo- aseveró Astudillo.
-
No es ningún
charlatán- aclaró Arrazabal- si lo fuera no habría resultado tamaño desafío.
Tuviste que presenciar con tus propios ojos la perversión de su conducta para
admitir un nuevo juicio. Pero cometiste el error de anular la condena anterior.
Lo mejor que se puede hacer con un error es remediarlo; esta es tu oportunidad.
Debemos realizar un nuevo proceso. Esta vez en Britania. Románica es demasiado
débil para llevarlo a cabo. Oficiaré como hermano inquisidor, tengo un interés
legítimo para intervenir en tal rol ¿vas a ser el juez que lo condene?
El Venerable Maestro Agathos presenciaba la
conversación en silencio. Interrumpía esporádicamente para realizar comentarios
aislados. Con Ariel permanecían expectantes a la respuesta de su nuevo aliado.
-
Moriría
defendiendo a La Orden junto a ustedes antes de vivir a la sombra de tan
nefasto personaje. Lo detendremos juntos- accedió el Gran Maestro.
Los tres continuaron su cena en el histórico Club del
Porvenir, bebieron whisky hasta entrada la madrugada. En tales términos se
configuró una (sólida) resistencia al avasallante temperamento de la
heterodoxia, configurada en el denominado modernismo.
Otro de los escapes de los que Esteban se valdría para
subsanar las heridas de una frustrante rutina serían las clases de piano, que
retomaría en la academia con su mentor. Y como habían acostumbrado, antes de
practicar las lecciones semanales, compartían un tentempié mientras se pondrían
al corriente.
-
Profe ¿puedo
preguntar en qué quedó lo de Dionisio? porque está arrasando con todo. O al
menos esa es la sensación que da hacia afuera- consultó el chico.
-
No, no podés. Son
cuestiones que se tratan y resuelven en grados superiores. Por algo el abordaje
de cuestiones está ordenado por niveles. Y aunque no corresponda al tuyo
inmiscuirte, estoy en condiciones de transmitirte calma al respecto. Más
importante que preocuparte por temas de maestros sería que estudies seriamente
lo que debés tener sabido. Entiendo que aún te faltan contenidos por conocer- señaló
el pianista.
-
Así es, pero ¿por
qué tanta prisa? como aprendiz tuve años para formarme- manifestó extrañado su
pupilo.
-
Es verdad. Tanto
como que los tiempos cambiaron, las circunstancias, y yo te precisamos maestro-
el ex director buscaría viejos biblioratos en su biblioteca. Recordaban a los
que alguna vez le hubiera entregado Timoteo- antes de que preguntes, sí, lo
son. Más complejos, extensos y antiguos que los anteriores. Acá encontrarás
toda la sapiencia necesaria para merecer otro incremento de salario. Aprobado
te nombrarán maestro. Así, y solo así, combatirás activamente no solo los
avances del ministro, sino toda amenaza que surgiera en La Orden.
El joven abogado escudriñaba los manuales como un niño
con juguete nuevo. Estaba, evidentemente, más entusiasmado por estudiar que por
aprobar. Lo que era una buena señal. Nada da mejores resultados que lo hecho
por la cosa en sí.
-
Cuando hayamos
resuelto lo del traidor y tu ascenso, te voy a explicar secretos que van mucho
más allá de La Orden. La cuestión más importante, siempre, es uno mismo. Todo
empieza y termina allí. El resto es un eco. Si estás bien, el mundo igual. La
hermandad, como tantos ámbitos posibles en la vida, es uno más donde tenés la
oportunidad de profundizar el camino de la introspección. Te prometo que
terminados los temas urgentes nos ocuparemos de lo importante- se explayó Ariel.
Esteban asintió.
El flamante legislador electo Bastián Dicastillo,
enterado de las vicisitudes financieras de su ex socio, le ofrecería un puesto
como asesor. El salario, sumado a los dividendos del emprendimiento, podría
resultar suficiente para el costoso estilo de vida que la convivencia
implicaba. Dado el distanciamiento impuesto por Adriana, entre su novio y su
suegra, él debió contratar una enfermera que la visitara a diario. Porque,
aunque no la cuidara personalmente, tampoco la abandonaría.
Sería, entonces, cuestión de esperar hasta que su
amigo asumiera para iniciar una gestión conjunta en la Legislatura Porteña.
El 3 de noviembre el muchacho cumplió veinticinco
años. Celebró modestamente con su (distante) pareja. Él mismo se ocupó de preparar
un delicioso almuerzo para compartir con ella y sus amigos. Ordenó prolijamente
la mesa, sirvió rabas y vino blanco. Al finalizar, café con masas finas. Entre
los tres jóvenes le compraron un nuevo reloj de muñeca, dado que el que usaba
estaba descompuesto hacía tiempo.
Por la tarde merendó en un bar cercano a su casa con Bastián.
Café y medialunas. Conversaron, como solían, sobre su construcción partidaria y
fraterna.
Hacia la noche llegaron al departamento Ariel e Hilda.
Él la pasó a buscar por su casa y la llevó. Excepcionalmente Adriana habría
admitido invitarlos a cenar. El anfitrión preparó una picada. Queso Azul,
Pategrás, Provolone, Romano, Brie, Port Salut, castañas de Cajú, pepinillos,
jamón crudo y cocido, salame picado fino y cervezas frías. Previendo,
acertadamente, la posibilidad de que Adriana no hubiera comprado una torta para
el festejado, el profesor Arrazabal llevó una de bizcochuelo, crema y
frutillas. La familia festejó.
Pocas semanas después los hermanos asumieron
formalmente sus responsabilidades legislativas. Los jueves eran los días más
complejos, dado que sesionaban en el recinto; donde debatían los proyectos
aprobados en comisión y (excepcionalmente) presentados sobre tablas con
acuerdos especiales. Siempre había alguna sorpresa con la cual lidiar. Pero el
equipo coordinado por Bastián era tan ordenado como disciplinado, diestro en
casi todas las materias. Estaban a la altura.
Una tarde al regresar a su hogar, encontró a su novia
terminando de guardar sus pertenencias en bolsas de consorcio.
-
¿Qué estás
haciendo vida? - preguntó él, tan estupefacto como angustiado.
-
¿No te das cuenta,
imbécil? me voy. No te soporto más. Hace meses dejé de amarte y seguís
intentando jugar a la familia feliz. Tuve que lidiar con tu vieja, que se mea y
caga encima; la verdad ojalá se muera- despotricó Adriana.
-
Vida, no podés
hablar así. Estás tomando una mala decisión, probablemente impulsiva. Quedate
un ratito, merendemos y conversemos- respondió el chico.
Ella accedió. Él preparó pan tostado, untado con
guacamole y un huevo poché sobre cada cual. Para beber, café con leche.
Intentó, por todos los medios, hacerla entrar en
razón. Pero fue en vano.
-
Listo, ya
merendamos y te escuché. Pedime un auto y bájame las cosas- ordenó la muchacha.
Él obedeció. La despidió con un beso en la mejilla,
deseándole suerte.
Una noche, por primera vez en mucho tiempo, permaneció
en el comité con otros jóvenes durante la madrugada. Y fue entonces cuando su
ex pareja lo llamó repetidamente por celular para interpelarlo. Ante la falta
de respuesta (él no vio el celular que tenía sin volumen) lo insultó por
mensajes de redes sociales. Al volver a su casa y notar la persistencia de las
llamadas la atendería. Horas de conversación desembocaron en la conclusión de
que debían permanecer separados y, más importante aún, el disgusto total por
parte de Esteban respecto de la mujer que alguna vez amó. Los insultos,
caprichos y toxicidades no eran algo con lo cual estuviera dispuesto a seguir lidiando.
Aquel fue el paso más grande, internalizar la situación. Entonces dejó de
amarla. O, quizás, asimiló que no lo hacía desde antes. Decidió merecer algo
distinto. Pero, por, sobre todo, amarse.
Ella lo visitó intempestivamente. Reflexionaron sobre
su vínculo hasta el amanecer; pediría una segunda oportunidad. Él la denegó.
Porque, aunque la amara, ya no podrían tener una relación sana.
Las circunstancias le valieron una semana de
angustias, donde ansioso esperaba que ella respondiera sus (mesurados)
mensajes. Había un diálogo tímidamente fluido. Casi no podía pensar en nada
más. Bastián lo notó, compró quesos, fiambres, vino, y lo invitó a compartir
una tarde de lunes…
-
El riesgo de la
soledad es tomarle el gusto ¿sabés? aunque todavía no lo puedas asimilar, te
sacaste un peso enorme de encima, hermanito. Desde que te juntaste con esta
piba suspendiste un proceso muy intenso de introspección que llevabas en curso.
Más temprano que tarde vas a retomarlo y, a partir de ello, volver a crecer al
ritmo que lo venías haciendo. Date tiempo- reflexionaba el ex preceptor.
-
Sí, puede ser,
pero no es fácil que la cabeza domestique al corazón. Menos cuando se trata de
hechos tan recientes. Quizás también es necesario atravesar un poco de
sufrimiento para dar por cerrado el episodio. No toda historia tiene que
terminar bien. O mal. Puede, creo, que solo terminen y ya. Y su significado
resida en la existencia, no tanto en el desenlace- explicó su asesor.
-
No te enrosques.
Cuanto más lo pienses va a ser peor. Seguramente hubo cosas buenas y malas.
Tuviste una primera experiencia amorosa seria, prolongada y con convivencia.
Aprendiste un montón. Ahora es mirar hacia adelante. Y, para ayudarte a
mantener la mente ocupada, quiero encargarte algo. Con Timoteo estamos
ocupándonos de la construcción política en todo el AMBA, así como algunas
provincias específicas. Esto demanda tiempo y energía. Pero necesitamos
mantener nuestra cuna protegida. Ahí entrás vos. Porque debe tratarse de
alguien de confianza y capaz, lógicamente serías nuestra primera opción ¿podés?
- preguntó Bastián.
-
¿Tienen algo
particular en mente? - replicó Esteban.
-
Nada. Tenés que,
desde cero, diseñar, articular y concretar una red de contención en cuya virtud
el territorio desde el cual empezamos a operar no solo continúe bajo nuestro
control, sino que además siga creciendo- explicó el hermano mayor.
Esbozarían algunas nociones en voz alta durante horas.
El menor de ellos mencionaría haber oído sobre cómo un grupo de jóvenes parinistas
que estaba llevando a cabo actividades similares a las del Foro Político que
funcionara años atrás en el Poixi. Quizás podrían adaptar tal formato a la
comuna, de facto, a su cargo. Ambos lo creyeron sensato.
Transcurrieron varios días hasta que diera con la
gente a cargo de la iniciativa, dentro del partido parinista porteño. Un
militante sugeriría hablar con otros, y estos, a su vez, con terceros. Parecía
una sucesión interminable hasta que, al llamar telefónicamente a un número
indicado, lo atendiera una voz familiar.
-
Hola- dijo la voz
masculina que respondió al llamado.
-
Buenas tardes… - saludó
Esteban- desde el parinismo me pasaron este número para hablar sobre… - su voz,
temblorosa, mermaba ante la desproporcionada emoción- ¿Aquiles?
-
Sí, me llamo Aquiles-
respondió el hombre, que prosiguió tras algunos instantes- ¿Esteban? - consultó
dubitativo.
Los silencios decían todo.
Te llamaba por un tema del partido, pero la verdad
todo el sistema político me importa nada encontrándote ¿podríamos tomar algo? -
preguntó el reformista.
Esa misma tarde, sin perder un instante, ambos se
reunieron en Las Violetas.
Esteban, como siempre, llegó puntual. Su invitado demoró
media hora más de lo previsto. Ambos tenían el cabello húmedo. Por lo que
parecían haberse bañado para la ocasión. El primero de ellos, lo llevaba
peinado hacia atrás, vestía su tradicional conjunto, en esta oportunidad verde
obscuro, de moño, chaleco, saco y pantalón de vestir. Camisa blanca, cinturón y
zapatos de cuero negros. Un anillo en el meñique, pulsera de plata en la muñeca
derecha y el nuevo reloj en la izquierda. En cambio, el último en arribar
vestía un jean, alpargatas blancas y una camisa rosa salmón abierta casi hasta
la mitad, a través de la cual lucía un pecho lampiño decorado por collares de
madera. En las muñecas acumulaba casi una decena de pulseras artesanales de
todos los colores. Llevaba el pelo largo, rubio, suelto y ondulado.
Eran una combinación extraña, pero, en igual medida, fascinante.
Durante la merienda recordarían los tiempos en la secundaria, reflexionarían
sobre política y cómo se había adaptado el Foro Político al formato partidario.
De igual manera apoyaría al correligionario para que lo hiciera en su propio
espacio. Las miradas atraídas por ambos caballeros alcanzaban (casi) la
unanimidad del salón cuando sus manos se entrelazaron sobre la antigua mesa de
mármol, entre las masitas finas y el té. La política fue una excusa.
-
Debo admitir que
fue una grata sorpresa escucharte del otro lado del tono- planteó tímidamente el
reformista.
-
Siempre tan formal-
observaría su ex compañero con una mueca similar a una sonrisa- eso es lo que
siempre me llamó la atención de vos, desde pibes. Correcto, serio, prudente y,
después de todo, salvaje. Sos un misterio que no supe terminar de descifrar.
-
Quizás no quisimos
que ocurra- complementaría Esteban- quizás fuera una manera de protegerme. Me
separé de mi novia hace poco. Convivimos durante años y fue una experiencia
compleja, digamos. Y poco después mirá donde nos encontramos. Como nos decía tu
viejo en las clases: nada es casual.
-
Ni lo menciones
por favor- interrumpió el parinista- cuando me enteré de lo que pasó con las
chicas nos distanciamos. Decidí irme a vivir con unos parientes lejanos. Fue
todo demasiado intenso.
Era una de esas ocasiones donde basta una mínima
intuición para escuchar en silencio, sin hacer preguntas.
Conversaron hasta la hora de cenar, cuando el abogado,
tras invitar a su ex compañero, se retiró. Al despedirse se besaron en la
comisura de los labios.
Prontamente llegaría la fecha asignada para la
evaluación. Y a pesar de todo lo acaecido, el muchacho habría estudiado
suficientemente los contenidos básicos previstos. Aunque no hubiera podido
profundizar tanto como en la ocasión anterior, cuando un año atrás lo
ascendiesen al grado de compañero.
Al arribar al Palacio Kairós, esta vez no lo harían
esperar en la recepción. Podría ingresar sin demoras al templo de Románica.
Donde habría muchos menos hermanos de los que esperaba.
-
Somos solo
nosotros, hermanito. Los miembros de Britania, en su templo, están juzgando a Dionisio
por traición. Arrazabal, Astudillo y el Supremo Consejo conducen el proceso. Lo
notificaron debidamente para esta noche. Debe concurrir bajo apercebimiento de
tenerse por confeso. En cualquier caso, el hecho juzgado fue apreciado en
flagrancia. Está acorralado. Lo vamos a expulsar. Sin su influencia sobre
nuestros pares se termina la corrosión de raíz. Hoy se salva La Orden- ilustró “el
griego” Agathos, discretamente.
Prosiguieron con el examen. Taparon los ojos del joven.
Volvieron a quitarle sus accesorios y lo llevaron a una habitación, en la cual
debía redactar sus últimas palabras, como hacía años. Una vez hecho, las
debería recitar. Cumplió y, volviendo a tapar sus ojos, lo colocarían en un
ataúd donde habría de permanecer durante minutos sin saber qué harían de él. Transcurrido
el tiempo necesario lo sacarían y conducirían en un recorrido repleto de
obstáculos, más extenso y difícil que todos los hechos hasta entonces.
Entre tanto, el trayecto era interrumpido para
perforar las yemas de cada dedo de las manos del joven. La sangre se vertía en
una calavera humana.
Le ordenaron pronunciar fórmulas rituales memorizadas;
así como reflexiones sobre diversas cuestiones. En cuyas respuestas puso de
manifiesto el especial cariño y admiración que sentía por su mentor, más allá
de La Orden, Ariel.
-
Ser hermano no es
algo que se aprenda de los manuales. Allí encontramos información, datos,
argumentos. Pero ¿eso es La Orden? creo que no. Más bien, se trata de uno de
tantos ámbitos que, en la vida, pueden motivar y acompañar los procesos
introspectivos de las personas. La Orden puede ser una sociedad secreta, una
pareja, tu grupo de amigos o la familia. Para mí, además de todo eso, lo es
quien me guió durante años para convertirme en esto que ven aquí. Un manojo de
experiencias, con aciertos, con errores, y un sinfín de cosas por aprehender.
Pero con la conciencia, la humildad y las ganas para hacerlo. La institución
ofreció un marco en el cual las enseñanzas de mi maestro alcanzaron aspectos
que no habrían podido desde la profandad. Me atrevo, entonces, a aprovechar
esta oportunidad para agradecerles por acompañar el vínculo en cuya virtud un padre
sin hijos, día a día, educa a este hijo sin un padre. Gracias de parte de
ambos.
Emocionado, algo que no era frecuente, el “el griego” Agathos
felicitó al nuevo maestro de la logia a quien investiría con tres toques de su alfanje.
Previamente todos beberían, uno por uno, de la
calavera en la cual habrían volcado la sangre de su hermano. Allí mezclada con
bebidas alcohólicas en una especie de cóctel.
Dionisio y Atristain, mientras tanto, permanecían en
el antiguo caserón del ministro. Bebían un Merlot frente a la chimenea.
Permanecían abrazados en un sillón, iluminados solo por el fuego cuyo calor no
los afectaba dado el aire acondicionado que enfriaba el lugar.
-
No deberías
ausentarte, va a ser aún peor. Dale, tenemos algunos minutos. Alistémonos y te
acompaño- insistía Ángel.
-
Tranquilo querido.
No tenés de qué preocuparte- aclaró “el mariscal” en un tono casi placentero.
-
Pero la
notificación decía expresamente que en caso de ausencia te tendrían por
culpable- cuestionaba, asustado, su invitado.
-
Que lo intenten- sentenció
el anfitrión.
Para festejar el ascenso de Esteban, los presentes en Románica
fueron a cenar.
Consumieron manjares y brindaron con el mejor vino.
Invitó Bastián.
A pesar de la celebración, el muchacho continuaba
interpelando la ausencia de los hermanos de Britania. Timoteo lo tranquilizó:
-
Tranquilo Esteban.
Disfrutá tu momento. Ariel es el mejor de nosotros. Está respaldado por la
máxima autoridad de la Nación, el Supremo Consejo y más de cincuenta hermanos.
Ganamos.
Capítulo 13: 2022
“Amar a otra persona es ver el rostro de Dios”. Víctor
Hugo.
Hacia fines de aquel 2021 la incertidumbre fue
angustia. Y la angustia, dolor.
Cada noticiero pronunciaba la misma tragedia: un
escape de gas había volado parte del Club del Porvenir. Y, para quienes lo
sabían, el antiguo templo allí instalado. Donde habrían, infructuosamente,
juzgado al (supuesto) hermano traidor.
-
Tragedia en el
histórico restaurant de estilo. La torre más alta del palacio conocido como Club
del Porvenir habría volado durante las últimas horas de ayer. La explosión
ocurrió durante la noche. La distinguida concurrencia, entre políticos,
empresarios y académicos deja un saldo de cuarenta y siete muertos
irreconocibles, tres heridos e incontables desaparecidos. Fuerzas de seguridad
trabajan arduamente escudriñando los escombros. Se debería a una supuesta
pérdida de gas- explicaba el presentador del noticiero matutino, probablemente
ignorando el trasfondo de los hechos.
La televisión reproducía imágenes espeluznantes. Cinco
ambulancias y más de quince patrulleros decoraban la destruida fachada de lo
que, hasta entonces, fuera el lugar de encuentro de ilustres personalidades de
la Nación. La pared frontal estaba desparramada en plena calle; las cámaras
enfocaban hacia adentro de la propiedad, retratando la más aterradora de las
escenas imaginables. Se retiraban cadáveres continuamente. Torsos, extremidades
y en pocos casos cuerpos completos. El denominador común era la carne quemada.
Masas oscuras, inertes. Quizás, para colmo de males, el olor sería lo peor.
Los transeúntes gritaban de dolor, de pánico, o ambas
(quién sabe).
¿Qué importaba el ascenso al grado de maestro en tales
circunstancias? nada.
No solo se había perdido la posibilidad de querellar a
quien Esteban entendía responsable de tantas malicias, sino, más importante
aún, a su mentor, entre tantos otros hermanos.
Miraba atentamente, con los ojos colmados de lágrimas.
El antiguo templo se había perdido para siempre.
En cuestión de minutos Bastián lo llamó:
-
Hermanito ¿dónde
estás? paso a buscarte. Pasó algo grave; necesitamos reunirnos los que podamos.
-
Lo vi amigo. Está
en todos los canales- pronunció el flamante maestro mientras sollozaba- no sé qué
hacer, ni en La Orden ni personalmente.
-
Por lo pronto
limítate a esperarme. Necesito saber dónde estás- insistió su hermano mayor.
-
En casa- respondió
el muchacho.
-
En diez minutos
estoy en la puerta- sentenció Dicastillo.
Partieron rumbo a la Legislatura Porteña. Ningún
templo parecía una opción más segura.
Al llegar al despacho se reunieron con “el griego”
Agathos y menos de una decena de hermanos.
-
Perdimos, caballeros.
Lisa y llanamente perdimos. Por la noche, mientras trabajábamos en nuestra
logia, habrían juzgado y quizás condenado a nuestro enemigo. En su lugar, los
consensos alcanzados se suprimieron, así como la vida de tantos hermanos
invaluables para la causa. El Gran Maestro Astudillo, el Supremo Consejo y el
maestro Arrazabal, entre decenas de hombres que los secundaban. Las mayorías e
influencias del adversario tornan presumible su aprovechamiento de la vacancia.
Tienen todo en sus manos y nada podemos hacer al respecto. Al menos no sobre
sus próximos pasos. Pero sí sobre los nuestros. Debemos apoyarnos más que nunca
y despedir honradamente a los mártires. Concluiremos este año y en enero del
próximo haremos un funeral conjunto para todos los muertos en la tragedia- desarrolló
Timoteo.
Los presentes continuaron platicando durante horas,
mientras bebían y brindaban por los caídos. Todo se mantuvo en calma hasta el
primer mes de 2022.
Llegada la fecha concertada, los hermanos más
pudientes costearon el ostentoso funeral de los caídos. Al cual concurrieron
más de mil personas. El multitudinario cortejo partió desde el Palacio Kairós.
Una caravana de vehículos escoltaba a los coches fúnebres. Llegaron al
cementerio donde el cajón de cada fallecido sería cargado por sus afectos más
próximos hasta la ubicación designada. Una inmensa fracción del armonioso
predio, distinguida con símbolos de La Orden, se había apartado para la
ocasión. Fueron enterrados en parcelas sucesivas. Como sugeriría, otrora, el
maestro Hernández: “Los hermanos sean unidos…”.
Entre lágrimas, Timoteo, Bastián y Esteban se
aproximaron al ataúd del venerable maestro Ariel Arrazabal. Acompañados por
otros hombres lo cargaron sobre sus hombros e iniciaron la procesión.
Esforzándose por no sucumbir a una crisis nerviosa que lo haría caer, el
muchacho supo mantener la compostura suficientemente para depositar los restos
de su mentor en el lugar correspondiente.
Aquella mañana también sepultaron al hasta entonces
Gran Maestro Astudillo, entre otros.
Todos fueron despedidos por hermanos, familiares,
amistades y, en el caso del artista Arrazabal, seguidores de sus obras.
Bastián tuvo a su cargo la pronunciación de un
discurso en representación de La Orden:
-
Nos encontramos en
las peores circunstancias que una persona pudiera afrontar. La pérdida, accidental,
antinatural, anticipada, de seres queridos. Cada quien sabe qué lo trajo hasta
aquí. Hay quienes conocerían a uno de nuestros anfitriones. Otros pueden haber
conocido a varios y, los menos, a todos. Podemos concurrir por cariño, por
deber, respeto o admiración… pero lo seguro es que el mundo no es lo mismo sin
la luz de estos seres. No perdimos solo a los hermanos sino a cuanto
representaban, tanto en su individualidad como en su conjunto. Fueron la cadena
que intentó resguardarnos de males potenciales día a día más reales. Nuestra
mejor opción es honrar su sacrificio. En nuestra cotidianeidad, día a día,
mantengámonos íntegros, honrados. Tengamos principios claros y no transemos.
Que el relativismo, disfrazado de progresismo, no copte nuestras convicciones
más profundas. En la conciencia de cada quien hay un instinto natural que nos dirige
hacia el bien; no nos apartemos. Hemos de repeler los vicios para
congratularnos en la virtud.
Mientras exponía, Esteban vio llegar sonriente al
ministro Dionisio, acompañado por Atristain y una comitiva, presumiblemente, de
hermanos. Entre ellos había quienes parecían un servicio de seguridad privada.
Cuando el joven atinó a dirigirse hacia él con ánimos de confrontación, “el
griego” Agathos lo tomó fuertemente por el hombro. Bastaría una severa mirada
de autoridad para ni intentarlo. Permaneció en su lugar junto al maestro.
-
No es el momento
para dar batalla- espetó el ex legislador a su hermano menor.
-
No batallamos y aún
así nos está ganando- cuestionó el chico.
-
¿Cómo que ganando?
en cualquier caso, se trata de un hermano. No de un asesino. Debemos ser
cuidadosos con nuestras acusaciones. Oportunamente se designará a un nuevo Gran
Maestro y se integrará un nuevo Supremo Consejo. Quizás sea convocado. Las
pruebas sobre el hecho de traición contra vos y Ariel subsisten. Lo
condenaremos. Te doy mi palabra- aseguró Timoteo.
-
Estamos siendo
tibios… necesitamos adelantarnos a sus jugadas ¿esperás proceder
institucionalmente una vez que se resuelva la acefalía? él te va a ganar de
mano, no sé cómo. Pero lo hará. Debemos dejar de subestimar al enemigo- concluyó
Esteban.
Dispuestos a marcharse, la secretaria del profesor
recurriría a su alumno:
-
El profesor me
dejó indicaciones expresas de que le entregara esto si alguna vez pasaba algo-
le dio al muchacho la tarjeta de una escribanía- no sé de qué se trata. Pero si
puedo ser de ayuda en algo, quedo a disposición. La academia cerrará, debo
notificarle.
-
Gracias señora.
Espero que continúe bien…- se despidió Esteban antes de partir.
-
¡Aparicio! - gritó
ella desde lejos mientras se aproximaba, tímidamente- él lo estimaba mucho.
La mañana siguiente contactó telefónicamente a la
escribanía, desde donde requirieron que concurriera cuando pudiera. Se arregló
y lo hizo en cuestión de horas.
Tras anunciarse en la recepción de la lujosa oficina
lo invitaron a tomar asiento.
Al cabo de minutos un anciano lo llamó desde su
despacho. Era el titular del lugar. Se presentaron.
-
Fui amigo de Ariel
por décadas. Estuve ayer en el entierro. Es muy triste todo… el motivo de
nuestro encuentro es su última voluntad ¿entendés a qué me refiero? - cuestionó
el escribano.
-
Sinceramente no- aclaró
confundido.
-
El testamento,
nene- explicó el hombre de pie mientras escudriñaba un archivo polvoriento- acá
está, este, hace algunos años, contemplando que nunca formó una familia, vino a
visitarme preocupado. Decía haber construido mucho como para dejarlo librado al
azar. Pensaba que le podían hacer algo o cosas así. Para mí siempre exageró.
Pero en ese matete me pidió homologar un documento por el cual te designaba su
único sucesor a título universal. Siendo que no disponía de herederos naturales
ni hay legítima hereditaria que lo obstaculizara, le di luz verde. Basta tu
aceptación para la recepción de los bienes que integrasen el patrimonio del
señor Ariel Arrazabal en vida.
-
¿Me nombró a mí? es
muy extraño. Jamás lo mencionó. Ni hablamos de sus cuestiones económicas- dijo
él.
-
Era un hombre
discreto. Yo no pedí explicaciones. Solo me aseguré de la licitud del acto. Que
es tal. Si aceptás el beneficio perfeccionaríamos la sucesión en cuestión de
semanas. En el haber del profesor contabilizamos un inmueble habilitado como
academia musical, otros cinco sin finalidad específica por lo que presumimos
estarían destinados a viviendas y alquileres, dos vehículos, cinco plazos fijos
por un millón de pesos cada uno, una cuenta bancaria con fondos por dos
millones de dólares y… esto es inusual, no deberíamos individualizar muebles no
registrables, pero… un piano de cola con la inscripción “Steinway&Sons”.
Tras firmar los documentos indicados, el octogenario
profesional acompañaría personalmente al joven abogado para que registrara a su
nombre, en las oficinas de gobierno, los bienes correspondientes.
Ni todo el dinero del mundo bastaría para reemplazar
cuánto significaba su maestro. El último acto, post mortem, del hombre para con
su tutelado, habría sido consolidar su bien estar económico financiero. Lo que,
más importante aún, implicaría la posibilidad de concentrarse en aspectos más
profundos de la vida. No heredó las cosas, sino la libertad de no estar sujeto
a necesidad monetaria alguna.
Entre tanto procuró continuar sus actividades
políticas. El año siguiente sería electoral y el reformismo era un frente de
batalla aún vigente. Íntimamente vinculado a La Orden. Recordó cuanto había
conversado con Aquiles sobre la adaptación del Foro Político al formato
partidario. Empezó a diagramar cómo hacerlo.
Tras invitar a algunos correligionarios
criteriosamente seleccionados dieron curso a la iniciativa. Se trataría de un
espacio de estructura absolutamente horizontal. Sin autoridades electas ni
impuestas. Cada quien detentaría el rol que fácticamente asumiera. Con respeto,
todo el mundo podría decir lo que quisiera cuando quisiera. Y parte de ese
respeto significaría la auto sujeción a un orden mínimo consensuado sobre qué
tratarían encuentro por encuentro. Citarían especialistas y debatirían cómo
podrían, desde la civilidad de los allí presentes, aportar a solucionar las
problemáticas en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. Antes y después de
cada debate habría una oportunidad para que, si alguien lo deseara, se
explayara sobre lo que fuera.
A pesar de que Bastián no concurriera a las primeras
reuniones dio su venia para llevarlas a cabo. Oportunidades en las cuales,
inicialmente, no llegaron a ser diez participantes. Lo que no obstó los ánimos
y alcanzaron, en el caso más extremo, las seis horas de debate.
Su siguiente movimiento, al comprobar la eficacia de
la metodología implementada, sería masificarla en términos cuantitativos.
Entonces contactaría a militantes de diversos comités de la comuna cinco, donde
se ubicaban. Propondría que la actividad no se realizara solo en su comité, si
no que rotara entre los interesados. Así los integrantes de cada cual se
sumarían. En tales términos coordinaron un primer encuentro conjunto a
realizarse en el mes de mayo. Allí debatieron durante tres horas sobre cuatro puntos
previstos en el orden del día, alcanzando un pico de treinta y ocho asistentes.
Fue un éxito rotundo que implementarían mes a mes. Recibirían a académicos,
funcionarios ejecutivos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y
legisladores, incluido el hermano Dicastillo.
Denominaron a la propuesta como Merienda Debate. Y,
tras algunas, se conocería la nueva modalidad de participación y discusión
política en todo el reformismo porteño.
En aquel marco surgió y concretaron la idea de una
olla popular semanal en la cual servirían la cena todos los miércoles a quienes
lo precisaran. Como hacía tiempo lo habría hecho la madre de Bastián. La
primera vez fueron veinte porciones. Y, al cabo de pocos meses, cientos.
Orgulloso, contactó a su ex compañero de la secundaria
para ponerlo en autos respecto del logro. Cuyo mérito querría compartir. O al
menos agradecer.
Al reunirse a tomar un café, Aquiles notó mal a su
amigo. Parecía alguien fuerte, serio y centrado; pero no aquella tarde. Así que
tomó coraje y lo invitó a cenar. Considerando que a ambos les gustaba el tango
pensó en un bar cercano donde había shows. Esteban aceptó y sus ojos brillosos
bastaron para transmitir la emoción.
Pautaron el encuentro para el viernes por la noche. A
las 23:00 hs. Aquiles lo buscó en su coche para llevarlo al lugar seleccionado.
Sobre las mesas había velas que alumbraban tímidamente
el salón. Pidieron pastas, siguieron conversando. La política ya no importaba.
Entre las palabras que pronunciaban, intentaban hallar el coraje para sostener
sus miradas, aunque sea por breves instantes. Sonaba una interpretación
sinfónica de “Por una Cabeza”.
-
¿Te enseñó? – preguntó
Aquiles, señalando la pista.
Su amigo asintió y se levantó casi en un acto reflejo.
Dieron algunos pasos. Indicó las posiciones
correspondientes. Abrazaría a su acompañante mientras este lo tomaba por la
cadera. Sus manos libres se entrelazaban.
Compartieron unos pocos y modestos movimientos.
La técnica, en un momento así, era lo de menos.
El coraje de ambos pudo más que cualquier prejuicio.
-
Tengo muchos
mambos, mi viejo es un maldito, padezco ansiedad, soy inseguro… - dijo Aquiles.
-
Mirame a los ojos-
ordenó Esteban- sos divino, tanto para gustarme, así que nunca lo dudes.
Se dieron el beso pendiente desde hacía tantos años.
Ante la estupefacta mirada del público continuaron
bailando.
Volvieron a sentarse y, lejos de circundar sobre lo
ocurrido, optaron por continuar conversando normalmente.
Aquiles llevó a Esteban hasta su casa y se despidieron
con un abrazo.
Esa noche se encontraban en su lujoso caserón, Dionisio
y Atristain.
-
¿Sos consciente de
la oportunidad que nos da la acefalía? podemos intentar cooptar el Supremo
Consejo y hasta, quizás, designar al Gran Maestro. En esos términos el proceso
que iban a realizarte se tornaría imposible. Porque corremos el riesgo de que
aún pretendan intentarlo- desarrollaba Ángel.
-
No creo que sean
tan imbéciles. El mensaje debería haber resultado lo suficientemente claro- detalló
Tito “el mariscal”.
-
¿Cuál mensaje? la
explosión fue un accidente, hasta los peritos lo establecieron en sus informes-
dijo el reformista.
-
Sí, un accidente.
Tenés razón… uno muy conveniente- respondió, sonriente el ministro- ahora es
cuestión de concretar lo que decís. No podemos permitir que esos fachos tengan
mayoría en el Supremo Consejo. Y posiblemente intenten proponer a “el griego”
Agathos como candidato a Gran Maestro. Soy el único en condiciones de
competirle. Pero las batallas se ganan antes de librarse. En caso contrario es
mejor ni invertir energías. Habría que tener armado el Supremo Consejo cuanto
antes con gente de confianza ¿podés ocuparte? - preguntó el doctor en bellas
artes.
Su hermano asintió. Contaban con las personas y
recursos para hacerlo.
Semanas más tarde el maestro Agathos había terminado
las diligencias para asumir la conducción de La Orden. Pondría fin a cualquier
riesgo de prolongación del modernismo.
La designación correspondía al Supremo Consejo. Se
notificaba a destinatarios selectos.
La puerta del despacho de Timoteo, quien por entonces
ostentaba un cargo jerárquico en el ámbito de la Jefatura de Gabinete del Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires, fue golpeada con el código propio de los
maestros. Yacía un sobre en el piso.
Dentro, un comunicado rezaba:
“Muy Queridos Hermanos;
Reunido en tenida extraordinaria para la elección del octagésimo
segundo Gran Maestro de La Orden argentina, el Supremo Consejo resuelve por
unanimidad honrar con el susodicho cargo, a partir de la suscripción de la
presente, al Venerable Maestro Tito “el mariscal” Dionisio.
Sin más, os saludamos fraternalmente”.
Estupefacto, contactó a los pocos hermanos que aún
sostenían una postura tradicionalista.
La Orden ya no era un lugar seguro. Y como su líder
debía hacer lo que considerara mejor. Ofrecería una red alternativa de contacto
y protección para quienes quisieran, pero resolvió unilateralmente abatir las
columnas de su logia. Románica no continuaría sus trabajos.
Apoyado por los dos maestros con que contaba, Bastián
y Esteban, buscó amparar a quienes que pudiera.
Alguna vez los hermanos modernistas habrían conversado
con Astudillo sobre los edictos de Milán y Tesalónica. Sin el obstáculo de la
conducta mesurada del difunto Gran Maestro, y como primer acto oficial, el Gran
Maestro Dionisio legitimó al modernismo y lo consagró, basado en la voluntad
mayoritaria, corriente oficial de La Orden argentina.
En todos los templos primaría el individualismo, el
relativismo y el hedonismo.
Pasarían varios días sin que Esteban y Aquiles se
volvieran a contactar. Hasta que el primero daría el paso. Le escribiría, en
términos casuales. Aunque posiblemente habría preferido decirle cuánto le gustó
saldar la deuda de hacía tantos años. Quizás el otro muchacho aceptara repetir
la experiencia, conocerse, en otros términos, compartir más que una mera
amistad. Al final de cuentas ya habían atravesado por ello y no pareció
bastarles. Intercambiaron mensajes durante días hasta que acordaron reunirse
para cenar en el departamento del abogado. Quien preparó una rica comida
casera.
Al encontrarse los jóvenes se abrazaron, aunque
ninguno atinó a nada más.
-
Porfa sacate los
zapatos, es una obsesión que tengo con que no se ensucien los pisos. Ponete
cómodo y en minutos sirvo todo ¿seleccionarías una peli? - indicó el anfitrión.
Aquiles obedeció. Se instaló en un sillón individual,
lo que podría significar el mantenimiento de una distancia inconveniente para
cualquier tipo de acercamiento. Eligió una comedia romántica e inició su
reproducción mientras Esteban se acomodaba en el sillón de dos cuerpos, tras
servir una pizza casera y cervezas frías.
Conversaron durante horas hasta que, habiendo tomado
el coraje necesario, su invitado dijo:
-
Esteban, lo del
otro día fue una confusión ¿sí? creo que no estaba del todo consciente de lo
que hacía. Puede haber sido el alcohol, la emoción de la ocasión, o ambas.
Además, mis inseguridades no son un factor alentador al momento de iniciar una
relación amorosa, con todo lo que ello implica, con alguien que me importa
tanto. No soy del todo responsable emocionalmente. Y en última instancia, nadie
sabe sobre tu orientación sexual ni nada por el estilo ¿te mantendrías en el
closet? ¿y a mí con vos? perdoname, pero es algo que jamás atravesé ni sería
justo que pretendieras que hiciera por y con vos. Tengo muchas confusiones y no
me gustás… todo fue como un shock.
-
Intuía que me
plantearías algo por el estilo y debo confesar haber pensado mi respuesta con
antelación. Así como vos sos honesto conmigo y siempre procuraré respetar esta
voluntad que manifestás, yo debo serlo también. Yo sí estaba del todo
consiente. Para mí el alcohol no tuvo nada que ver, pero sí la emoción de
encontrarnos en una de las ocasiones más románticas de mi vida. Nunca
pretendería meterte en el closet. Ni yo lo estoy. Que no ventile mis gustos no
implica que los niegue. Simplemente no es algo que crea que deba confesar como
si se tratara de un pecado o presumir como un mérito. Aunque respeto el
fenómeno social, político y cultural del orgullo, en términos estrictamente
personales no siento orgullo por mi orientación sexual. No es algo que elija pronunciar,
sino vivir. La verdad es que querría intentar vivirla y compartirla con vos.
Todo eso de confusión, shock y demás no te lo creo nada; aunque respete tu
postura. Pero me parece una reverenda estupidez. No así lo de las
inseguridades, que evidentemente las tenés y es algo sobre lo que solo vos
mismo podés trabajar. Los de afuera, en la medida que lo permitas, solo
podríamos acompañar. Entonces, en fin, me gustás y ya lo sabés. Pero como
caballero que soy, jamás me voy a desubicar. Si alguna vez quisieras
permitirnos intentar algo, con todo lo hermoso que eso sería, sabés que estoy
para vos- se explayó el joven iniciado.
Continuaron la velada, así como tantas otras que
compartirían los fines de semanas subsiguientes, inocentemente, charlando,
comiendo y bebiendo hasta el amanecer. Incluso en una oportunidad la confianza
y el cariño entre ambos excedería a la vergüenza del protocolar anfitrión quien
se animaría a cantar karaoke.
De cualquier manera, el rechazo lo afectaba, era
evidente. En ocasiones se asomaba alguna lágrima entre su habitual semblante
serio, recorrería las mejillas hasta perderse en el aire. Decidió ignorarlas y
mantener distancia de su pretendido. Jamás intentaría una conversación. Solo
tendrían trato en la medida que fuese iniciado por Aquiles. Al cual respondería
con cordialidad y la calidez meramente indispensable. Evitaría a toda costa
cualquier nueva referencia a la atracción que le generaba.
Se reunieron con sus amigos para cenar. Él preparó
pionono de queso azul y jamón crudo, paté de hígado casero y sándwiches de
bondiola hervida en cerveza durante diez horas con pancitos y salsas caseras.
Sirvió todo acompañado por algunas botellas de Cabernet Sauvignon, sería la uva
ideal para las comidas de las que se trataba.
-
¡Que bueno que
está esto gordo! a ver si habilitás unos túperes después- planteó Héctor,
mientras lanzaba un eructo que hizo avergonzar a sus amigos.
-
Y decinos qué te
debemos- agregaría Emmanuel- hay algo que no nos estás contando.
-
Sí, siempre hablás
un montón y estás medio tímido hoy ¿qué onda? - cuestionaría Adriano.
Mientras los demás comían y bebían gustosos, Esteban
explicó la situación atravesada con Aquiles. Sin detallar de quién se trataba.
Antes de que terminara Héctor lo interrumpió.
-
¿Seguro que hablás
de una mina?
-
No ¿por? - respondería
Esteban lanzando una discreta mirada cómplice a Emmanuel, con quien mantenían
un pacto tácito de silencio respecto de lo ocurrido años atrás.
-
Para saber en qué
género putear. Es un histérico, boludo. Ya le dijiste lo que te pasa. A otra
cosa. No te enrosques con gente así. Un día es todo color de rosa y en menos de
una semana te da vuelta el tablero. Todo eso de excusas no se lo creo- sentenció
el corpulento amigo mientras ingería de un solo bocado una rodaja de pionono y,
a su vez, se servía dos sándwiches de bondiola con una sola mano.
-
Por ahí no tenemos
que ser tan terminantes- opinaría Adriano- si bien es cierto que no hay que
involucrarse con gente así, es difícil elegir quién te gusta. Por lo pronto,
además, hablaste de cierto cariño porque lo conociste hace tiempo ¿no será Aquiles?
- el chico continuaría tras notar que Esteban asentía con la cabeza- evidentemente
tiene mambos propios que resolver. Y si no quiere arriesgarse a perderte es
porque te valora más que una calentura pasajera. Intenta cuidarte, aunque
puedas no estar de acuerdo con la forma. Sus intenciones estoy seguro de que no
son malas.
-
Tal cual. Para mí
deberías seguir haciendo la tuya como él seguramente lo hará- agregó Emmanuel-
sé cordial, respetuoso y bueno, como siempre. Limitate a compartir lo
estrictamente necesario con él. Y, en la medida que lo sientas, ponete
distancias a vos mismo. El trabajo que vos también debés realizar es interno.
Permitite estar con otras personas. Y que lo que tenga que pasar, pase.
Probablemente tu mejor opción por un tiempo sea evitar relaciones serias.
Esteban tomó todo lo sugerido por sus amigos, especialmente
por Emmanuel, quien conocía aspectos de sí que ni él mismo se había animado a
analizar en profundidad hasta entonces.
Empezaría a tener relaciones ocasionales con otras
personas, varones y mujeres, sin involucrarse emocionalmente.
-
Que bueno eso
amigo. Es esa eh, definitivamente- reaccionó Bastián cuando su hermano menor le
contó la actitud asumida- la soledad es una aliada poderosísima, si sabés
aprovecharla. Sabés que las relaciones ocasionales fueron mi especialidad -
guiñó el ojo, con cierto aire de superioridad - y la única manera es no
involucrándote. Si no te vas a volver loco hermanito. Es un paso
pendiente para vos, tener relaciones ocasionales y dejar de sobrestimar tanto
lo sexual. Es
más, no te limites a nadie, hacé lo que tengas ganas, si querés tener sexo en
la calle ¡hacelo!
-
Prefiero ir de a
poco- declararía su asesor entre risas- pero así es, ya estuve con varias
personas y a la primera de cambio que me salen con un planteo o pretensión les
aclaro los tantos. Hay quienes lo aceptan y nos seguimos frecuentando meramente
para pasarla bien un rato, y quienes optan por seguir su camino. Cuando
aprendés a dejar ir a las personas te cae la ficha de lo fácil que es
reemplazarlas y lo inmenso que es el mundo.
-
¿Cómo llevás lo de
Ariel? - interpeló el hermano mayor.
-
Como puedo amigo.
Perdí lo más parecido que tuve a un padre en las peores circunstancias que
puedo imaginar. Obvio que lo extraño y me hace más falta que a nadie. Lo último
que hizo, incluso muerto, fue ocuparse de que no me faltara nada. Al menos en
términos materiales. Así que puedo ocuparme de cuestiones más profundas que
juntar el mango y no tengo problemas en financiar todos los cuidados que mi
vieja necesita. Desde el funeral no habla, quedó catatónica, diagnosticaron los
médicos. A diario tiene tres enfermeras con turnos de ocho horas. Y una mucama
que va cuatro horas por día a cuidar a los perros y mantener la casa en orden.
La visito tres veces por semana y le leo, le cuento cosas lindas; es lo único
que puedo hacer- explicó el muchacho.
-
Menos mal que te
separaste de Adriana. Te estarías volviendo loco con ella, y ya te habría
afanado todo lo que te dejó Arrazabal. Que grande el maestro. Uno de los
hombres más admirables que conocí. Y vos sos quien más aprendió de él. Se nota.
Donde sea que esté seguramente siente orgullo del hombre que crió- aseveró el
legislador con cierta emoción en su tono.
Mientras Esteban atinaba a dejar caer las primeras
lágrimas su amigo retomaría la compostura:
-
Necesitamos diagramar
cómo proceder el año que viene, electoral. Pensemos en términos de agrupación
interna, no de individuos. Quiero ampliar. Tenemos mi banca acá, y aún no
necesito renovarla, pero deberíamos diversificar con gente de confianza en
ámbitos específicos que tengamos al alcance.
Pasarían horas asociando nombres con posibles cargos,
electivos y discrecionales. Mientras les servían café con masitas finas a cada
rato. La posibilidad concreta de que el candidato reformista a Jefe de Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires triunfara habilitaría un sinfín de puestos a
cubrir, cuya única rivalidad sería interna, la línea que conducía Atristain en
representación de los intereses de Dionisio. Pero como, en cualquier caso,
ellos no bastarían para acaparar todos los puestos, podrían acaparar no solo el
remanente sino también disputar los que estimaran imprescindibles.
-
¿Y vos qué lugar
deberías ocupar? - cuestionó Dicastillo.
-
La verdad ni idea
amigo. Yo creo que soy útil al lado tuyo. Mi rol es acompañar- respondió tímidamente
el pianista.
-
Ya no. Los roles
de apoyo son para quienes aún no se desarrollaron lo suficiente para manejarse
por cuenta propia. Una aptitud cada vez más difícil de encontrar en el sector
público. Pero tener a hombres sobrecalificados en ciertos cargos implica un
lucro cesante en recursos humanos ¿sabés que pienso? - introducía el legislador
mientras el muchacho lo escuchaba atentamente- nadie trabajó como vos al reformismo
de la comuna. Uniste a todos con las meriendas, te conocen, respetan, sos una
autoridad moral. Todo lo que atravesaste en este último tiempo, con éxito, creo
que te hace más que el candidato, la persona ideal para cuidar la cuna de
nuestra construcción política. Vamos a trabajar para que presidas la Junta
Comunal.
Tratarían la cuestión y las inseguridades del
potencial comunero durante minutos hasta que arribara Timoteo al despacho.
-
Buenas tardes
hermanitos ¿qué están pergeñando? - preguntaría el maestro entre risas
cómplices- cuantas veces habré tenido conversaciones así. Enternece ver a las
nuevas generaciones- se acomodó en un sillón y tras intercambiar saludos y
cortesías con sus correligionarios proseguiría- voy a ser claro y directo con
ustedes. La contienda en el marco de La Orden está completamente perdida. El
modernismo acaparó todo. Desde la designación del Gran Maestro, pasando por la
integración del Supremo Consejo, las veneraturas de la mayoría de las logias,
las pocas no alineadas son neutrales, y las iniciaciones de profanos. Somos los
menos. Para evitar riesgos innecesarios abatimos las columnas de Románica.
Nuestra única aliada, Britania, fue destruida. No obstante, recuerdo las
palabras que pronunciaste cuando te evaluamos por última vez, sacó un cuaderno
y leyó: ser hermano no es algo que se aprenda de los manuales. Allí encontramos
información, datos, argumentos. Pero ¿eso es La Orden? creo que no. Más bien,
se trata de uno de tantos ámbitos que, en la vida, pueden motivar y acompañar
los procesos introspectivos de las personas.
-
En realidad, yo lo
dije, pero me lo enseñó el profe Ariel- confesó angustiado el menor de los
presentes.
-
Un verdadero
maestro. El mejor de nosotros. Y hasta en la ausencia nos marca el rumbo.
Porque tenía razón. Una contienda interna en el ámbito de La Orden no tiene por
qué significar la pérdida de nuestros valores y convicciones más íntimas.
Porque lo que cuenta es lo que hacemos día a día. Mientras podamos acostarnos
con la conciencia tranquila todas las noches triunfamos sobre la mayoría de
nuestros enemigos. Porque la verdadera batalla siempre fue moral, no
institucional. Llegar y verlos coordinarse como lo estaban haciendo es
emocionante para un viejo político. Pero mientras haya nuevas generaciones que
sostengan nuestros principios, todo habrá tenido sentido ¿no? - dijo “el
griego” Agathos.
-
Es cierto, pero
personalmente no planeo rendirme. Si bien La Orden no es imprescindible para
dar la batalla en curso; que obviamente estuvo presente en toda la historia de
la humanidad y ahora nosotros nos encontramos entre sus contendientes, así como
tantos hermanos entre sus mártires, aún tenemos chances. Siempre, como
tradicionalistas, observamos severamente los dogmas más antiguos y ortodoxos de
la hermandad. Pero, sin apartarnos de aquella rectitud moral, tenemos un paso
que dar. Inicié tratativas con las hermanas de La Orden femenina para construir,
de su mano, logias mixtas. Comparten nuestra postura y preocupaciones. Nos
albergarán y protegerán. Son más poderosas de lo que jamás fuimos nosotros y
aunque, de momento, no puedan socavar las ambiciones de Dionisio y su séquito,
intentaríamos organizar una nueva resistencia interna ¿cuento con ustedes? –
interpeló Bastián.
Ambos hermanos, el menos y el mayor, suscribieron.
Eugenio tenía vistos algunos coches abandonados y
precisaría que esa misma tarde los levantaran por él. Así que contactó a sus
habituales empleados para el trabajo, delincuentes dedicados al hurto y robo de
automotores para su comercialización en el mercado de usados.
-
No jefe, a las
siete de la tarde imposible. Nos contrató un poronga para agitar a un par de
giles reformistas o algo de eso. Se ve que tienen mambos vio- se excusó uno de
ellos cuando su empleador los habría requerido.
El comerciante se preocupó, aunque su hijo no le
dirigiera la palabra desde hacía tiempo. Astutamente decidió no preguntar y, en
su lugar, estimular la ligereza con que el joven divulgaba sus compromisos.
-
Así que me
reemplazan por un tiratira, pensé que me querían muchachos ¿me van a cambiar
por un político de mierda? - les diría entre risas.
-
Pasa que este está
metido en una sociedad secreta capo, corte brujo, y en una de esas no le
cumplimos y nos engualicha todo. A veces nos llama para que le marquemos
familias con pibitos. Al loco le caben los nenes es alto bufarra. Después nos
pone la papa y adornamos a la familia, todos quedan chochos- se explayaba otro
de los potenciales agresores.
Tras una plática tan amena como el padre de Esteban
solía tener con sus proveedores habría atado los cabos suficientes para
entender que su hijo podría ser uno de los objetivos. Alguna vez le habría
comentado sobre un maestro de La Orden a la cual se unió de quien decían que
gustaba de mantener relaciones sexuales con menores. Además de que el
empresario sabía de la militancia política del muchacho.
Faltaba solo una hora para el evento y los hombres ya
estaban en camino. Su hijo lo tenía bloqueado por todos los medios e Hilda no
respondía el teléfono. Era imposible contactarlo. Quizás, por primera vez, se
comportaría como un padre. Tomó el auto más veloz que tenía en la concesionaria
en que se encontraba. Se dirigió desde Avenida La Plata y Metán hasta la
intersección de Colectora Avenida Cantilo y presidente Dr. Raúl Alfonsín. La
hora pico y la distancia resultaban variables desalentadoras si pretendía,
además de llegar a tiempo, encontrar a Esteban para advertirle de la posible
amenaza. No tendría más remedio que, valiéndose de las arriesgadas maniobras
que solo un conductor tan versado como él sabría articular, sortear a los demás
vehículos y, excepcionalmente, si las circunstancias lo admitían, semáforos.
Restaban escasos minutos y aún poco menos de la mitad
del recorrido. En lo que parecería una nueva estrategia, ignoró un semáforo en
rojo alevosamente frente a un patrullero, que empezó a seguirlo.
Llegó al lugar escoltado por este. Pocos minutos
después del horario previsto. Al bajarse los oficiales lo interpelaron:
-
Señor, necesitamos
los papeles del auto y vamos a secuestrar el vehículo- dijo uno de ellos.
-
Sí a todo lo que
quieran. Escuchen atentamente. Yo voy con ustedes y pueden hacer conmigo lo que
quieran. Pero dense cuenta que llamé su atención a propósito, necesito su ayuda.
Soy agenciero de usados, suelo contratar turritos para que hagan laburos, y un
par de ellos están por hacer una a mi hijo acá, me consta. Pueden llevarme y
dejar que se salgan con la suya, o… - Eugenio les explicaba mientras habría la
guantera y sacaba fajos y fajos de billetes. Los había puesto allí antes de
partir- me permiten contratarlos por unas horas hasta salvar a mi hijo, después
siguen con sus labores oficiales, y tienen toda mi cooperación. Son decenas de
miles para cada uno.
Acompañado por sus escoltas ingresó al lugar. Había miles
de personas, pero su temperamento, poca paciencia, ciento cincuenta kilos de
peso y ambos uniformados escoltándolo implicaron que se abriera paso sin
problemas. Cuando una encargada de recepción le indicó, desde lejos, que no
podría pasar sin acreditarse y colocarse una pulsera bastaría una mirada para
que la señorita guardara silencio.
Inició una desesperada búsqueda. Lo suficiente para
que decidiera separarse de sus laderos. Describió sucintamente a su hijo y cómo
procederían los agresores:
-
Lo van a pinchar,
seguro, pero normalmente estos pibes no andan con la faca en la mano,
descubierta, van a ver que están en cuero y llevan la remera tipo envuelta en
la mano. Ustedes busquen por esos sectores y yo continúo por acá.
La concurrencia de miles de correligionarios habría
sido un factor desfavorable.
Casi media hora después del horario previsto y con el
primer orador exponiendo en el escenario, el hombre visibilizaría a uno de sus
secuaces habituales. Se dirigía a su hijo. Pero ambos se ubicaban a casi
cincuenta metros entre un mar de gentes. Corrió como pudo. Empujó a todos. Parecía
un rinoceronte enfurecido.
Alcanzó justo a tiempo al agresor, a quien tomó por
detrás del cuello. Este, en un acto reflejo, insertó su arma entre las
costillas del hombre. Fuera de sí, el padre del muchacho se valdría de sus
últimas fuerzas para levantar por el cuello, con una mano, al menudo
malviviente mientras, con la otra, golpeaba salvajemente su rostro. Mientras sentía el calor de la herida, la
sangre brotaba debajo de su pecho y perdía el conocimiento, alcanzó a ver los
ojos morados e inexpresivos del fallido sicario de su hijo, mientras el cuerpo
se hacía demasiado pesado para seguir sosteniéndolo. Lo soltó, y el asesino se
desplomó, inerte, en el piso de la sala.
Ambos cayeron al suelo ante un público horrorizado.
Incrédulo, Esteban observó la secuencia sin poder
hacer nada. Todo había acontecido en pocos segundos. No supo más que tumbarse
al lado del hombre a quien había ignorado durante tanto tiempo. Lucía canas y
una barba desprolija. Estaba más gordo de lo que recordaba. Por primera vez vio
lágrimas en su hinchado rostro. La sangre que los rodeaba asquearía a
cualquiera, pero no parecía importar. El empresario intentaba mantener los ojos
abiertos:
-
Nunca fuiste mi
hijo. Pero siempre voy a ser tu papá- susurró, mientras exhaló su último
suspiro.
Mientras personal médico intentaba resucitar al
hombre, Bastián abrazó a su hermano menor y con todas sus fuerzas lo quitó del
lugar. No debía estar allí. Timoteo tuvo que ayudarlo. Era difícil retenerlo.
Pasaron semanas desde el funeral. Sus hermanos lo
ayudaron a organizarlo. Él ya no tenía fuerzas. Desde aquel trágico episodio
pareció apagarse. Se limitaba, como una máquina, a cumplir con las funciones
estrictamente necesarias para su supervivencia.
Una tarde, leía a su madre “El Principito”, de Antoine
Saint Exupéry.
-
Adiós- dijo.
-
Adiós- dijo el
zorro- mi secreto es muy simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial
es invisible a los ojos.
-
Lo esencial es
invisible a los ojos- repitió el principito a fin de acordarse.
-
El tiempo que
dedicaste por tu rosa, es lo que hace que ella sea tan importante para ti.
-
El tiempo que
dediqué a mi rosa…- repitió el principito para no olvidar.
-
Los hombres ya no
recuerdan esta verdad- dijo el zorro- en cambio tú, por favor… no debes
olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres
responsable de tu rosa…
-
Soy responsable de
mi rosa… - dijo en voz alta el principito a fin de recordar…
Sorpresivamente Hilda dijo algo, después de casi un
año en silencio:
-
¡Tocá el piano por
favor, que la abuela escuche!
Pero el suyo estaba en su casa. Allí había depositado
el piano de cola con la inscripción “Steinway&Sons”, de quien fuera su
mentor. Jamás lo había tocado. No se había animado.
El primer progreso en el cuadro psiquiátrico de su
madre ameritaba el esfuerzo.
Se acomodó en el banquillo e intentó presionar las
teclas. Cuyas notas sonaban desafinadas y, en otros casos, el martillo
correspondiente no alcanzaba a golpear las cuerdas, cuya vibración es lo que
oirían. Algo obstaculizaba el mecanismo.
Echó un vistazo sobre el inmenso instrumento y observó
un papel meticulosamente colocado allí. Lo tomó. Un sobre abierto con la
dedicatoria “Para Esteban”.
Octubre de 2012
A mi cariñito Esteban;
Sos un niñito encantador. Pasaste mucho más de lo que
una personita tan joven debería. Más impresionante aún es la endereza que supiste
mantener. Me elegiste por confidente; es el honor más grande de toda mi vida.
Espero estar a la altura. Seguramente habré cometido errores en tantos años.
Pero me enorgullece admitir que cada uno que he notado, lo he intentado
subsanar. Quizás esta carta sea uno, en tal caso me disculpo.
Es emocionante verte crecer. Salir adelante. Que los
desaciertos ajenos no te atormenten.
Hace poquito me contaste lo que te hicieron unos
compañeritos. Querías vengarte ¿no fue mejor irte y dejarlos atrás con sus miserias?
no sé cuándo leerás esto. No sé si te lo entregaré. Pero, en cualquier caso,
seguramente habrás llegado mucho más lejos de lo que te habría conducido la
venganza.
Lo único mejor que una conciencia en paz, es
acompañarla con ideas claras.
Hay quienes tienen la primera, pero carecen de las
segundas; eso no basta.
Así que, como hasta ahora, nunca dejes de formarte.
Pero hay verdades que no encontrarás en ningún manual.
Y siento en mi corazón que nadie puede negarlas a otra persona ¿sabés cuál es
la más importante? la identidad.
Quien no sabe quién es no puede saber nada.
Eugenio no solía comportarse como un buen hombre.
Hasta hoy no se hizo cargo de vos. Pero tuvo, al menos, la amabilidad de darte
su apellido. Él amó a tu madre, como seguramente te ama a vos. Aunque no sepa
actuar en consecuencia.
Nunca me agradó, pero siempre agradeceré que, al menos
por un tiempo, los haya cuidado.
Era el amante de tu madre cuando quedó embarazada.
Ella estaba de novia con un joven iniciado. Un caballero prometedor, culto,
inteligente pero muy frío. Quizás esto último la distanció e hizo buscar
calidez en otros brazos. Él, al enterarse, se separó y no quiso volver a saber
de ella.
Al nacer el varoncito fue inscripto como hijo de los
amantes.
Jamás avisaron al hombre engañado.
No fue casual que, en un momento crítico, dada tu
afición por la música, eligiéramos inscribirte en la academia.
Tampoco que él te aceptara.
Esteban, Ariel es tu papá.
Ahora que sabés tu verdad vas a poder ser plenamente
quien elijas.
La única batalla real es la que libramos por
superarnos a nosotros mismos.
Te ama, la abuela Sofía.
EL FIN
Glosario nominal
Ø Esteban Aparicio/ Estoico Apolíneo. Quien no se deja
llevar por las emociones en virtud de la razón.
Ø Eugenio Aparicio/ Egoísmo Apolíneo. Quien se centra
excesivamente en sí mismo, creyendo tener razón.
Ø Hilda Katz/ Hybris Khaos. Quien desordena con su
conducta impulsiva.
Ø Sofía Cosmo/ Sofía Cosmo. Quien lo ordena todo con su
sabiduría.
Ø Ariel Arrazabal/ Areté Aristoi. Quien encarna la
perfección como virtud.
Ø Bastián Dicastillo/ Basileo Dikasterión. Quien
gobierna virtuosamente a partir de las leyes más justas.
Ø Timoteo “el griego” Agathos/ Timé Agathos. Quien se
rige por el honor.
Ø Tito “el mariscal” Dionisio/ Tyrannos Dionisíaco.
Quien usurpa el poder valiéndose de ciertas pulsiones.
Ø Aquiles Dionisio/ Akrasio Dionisíaco. Quien carece de
la fuerza para llevar a cabo ciertas decisiones que siente correctas.
Ø Ángel Atristain/ Anomos Átropos. Quien termina vidas
sin regirse por norma alguna.
Ø Simón Astudillo/ Symmachía Astenia. Quien no tiene más
fuerza que la producida por sus alianzas.
Ø Norberto Politi/ Nomos Politeia. Quien gobierna con
imparcialidad según la ley.
Ø Héctor Agraz/ Heterio Agrosia. Quien solo percibe
aquello que está dispuesto a tolerar.
Ø Adriano Eustaquio/ Ataraxio Eupateia. Quien puede
ponerse en lugar de los demás en virtud de su tranquilidad.
Ø Emmanuel Froilán/ Epitimiai Fronemos. Quien logra
cambiar las cosas.
Ø Adriana Hernández/ Apateia Erinus. Quien no produce
nada. Es insignificante.
Ø Elisa Eusse/ Eros Eudeimonía. Quien genera felicidad
brindando su amor.