Novela: poder, amor y dolor.

Parte 1

Capítulo 1: 2010

“La nieve y la adolescencia son los únicos problemas que desaparecen si los ignoras el tiempo suficiente”. Earl Wilson.

Restaban pocas horas para el examen. Aprobar implicaría ingresar al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. No hacerlo, en cambio, agravaría su incertidumbre financiera.

Llevaba más de diez años criando sola a su hijo, Esteban, desde que se animó a denunciar a su pareja por violencia doméstica.

Alquilaba y no tenía empleo. Se desempeñaba como arquitecta… cuando había trabajo.

Respaldada por Sofía, su mamá, hacía cuanto podía.

El diagnóstico psiquiátrico del pequeño no facilitaba las cosas: Síndrome Tourette.

Desde hacía años le procuraban los mejores tratamientos posibles, a partir de los cuales mejoraba. Otrora profesora de piano, la abuela invertiría todos sus ahorros en la Navidad pasada para regalarle su primer piano. Hacía tiempo le había enseñado algunas melodías y el interés del joven por aprender, en conjunción por el inmenso amor que sentía por él, ameritaban el obsequio.

Secretamente acordaron que se lo entregarían de parte de ambas, mamá y abuela.

La musicoterapia requeriría un instructor. Para lo cual contactarían al prestigioso director de orquesta Ariel Arrazabal. Su academia musical tenía fama de ortodoxa y eficaz. No admitían alumnos que no fuesen a aprobar. Lo que implicaba rigurosos exámenes de ingreso.

Coordinarían con su secretaria una entrevista para el viernes 11 de febrero a las 18 hs.

Pasaban los días y la espera se convertía en ansiedad ¿cómo evaluarían a un neófito? ¿habría otros aspirantes? ¿podrían costear el lujoso servicio? el pequeño entendía las complejidades de su situación doméstica, a pesar de los esfuerzos de sus cuidadoras.

Llegaron al edificio. Antiguo, de estilo y sin ascensor.

Se anunciaron y una voz femenina autorizó el ingreso mientras un uniformado les abría la puerta:

-          Buenas tardes ¿tienen entrevista con el profesor?

-          Buenas tardes señor, efectivamente- respondió la abuela.

-          Tercer piso por la escalera… suerte.

Tras agradecer su cortesía, procedieron. Esteban tenía algunos tics nerviosos y mientras subían casi se cayó. Pero su madre Hilda y su abuela Sofía estaban para sostenerlo.

En el tercer piso yacía una única puerta. Alta, tres metros al menos, de madera. Ostentaba un llamador dorado. Golpearon y esperaron.

Instantes después una señora abrió la puerta. Llevaba un corte Isabelino acorde a su edad aparente.

-          Buenas tardes ¿son la familia Aparicio? - preguntó.

-          Buenas tardes, sí, nos citaron a las 18 hs. para una entrevista- replicó Hilda.

-          Soy la secretaria del profesor. Los estábamos esperando. Son las 18:15 hs. Aunque pronto hay otro compromiso pautado se los atenderá igual. Es una excepción…

La madre estuvo a punto de observar la excesiva severidad de la mujer cuando su madre la tomó por el brazo. Entendió que era prescindible. Ni iban a confrontar. Esperaron en la sala. Desde las aulas sonaban fragmentos de piezas de Bach, Tchaikovsky y Beethoven. Eran interrumpidas para repetirse una y otra vez con imperfecciones apenas perceptibles.

Salió una mujer quien se dirigió a la secretaria. Con un tono extenuado pidió que llamen a los responsables del estudiante a su cargo. No continuaría con sus lecciones. Estaba ocupando el lugar que correspondía a un músico más talentoso.

La familia que escuchaba atentamente se interpelaba, si una profesora de la academia imprimía tanta rigurosidad sobre el alumnado, cómo sería el director. Pronto lo sabrían.

Diez minutos después sonó el teléfono de la mujer en la puerta. Atendió.

-          De inmediato- contestó.

Colgó e invitó a todos a pasar al aula número tres. Al fondo.

Golpearon y una voz masculina ordenó el ingreso. Cumplieron.

Aquella aula parecía un híbrido entre auditorio y despacho jurídico. Las paredes estaban revestidas con paneles de madera, diplomas y fotografías, acogían entre sí un piano de cola con la inscripción “Steinway&Sons”. Sofía lo identificó inmediatamente. Era la élite de los instrumentos. El valor de aquella pieza oscilaría los cinco millones de pesos. No sorprendía considerando el amplio escritorio rodeado por sillones, todo de estilo Luis XV. Tapizados en chenille turquesa. Detrás una biblioteca repleta cuyos lomos solo dejaban de exponerse para dar lugar a esculturas; algunas plateadas y otras doradas.

En las fotos, el prominente hombre acompañaba políticos, deportistas, celebridades y otros artistas ¡hasta el Papa!

-          Perdón por la demora, no me gusta hacer esperar a la gente. Es descortés. Pero como pasadas las 18 hs. no se habían anunciado presumí que podrían no venir y continué con algunos deberes.

Contestó la abuela:

-          Perdone usted señor. Es verdad que llegamos tarde. Cuando estábamos listos para salir de casa, por la artritis demoré mucho en levantarme. Es enteramente mi culpa.

Evidentemente Sofía asumiría cualquier responsabilidad con tal de preservar las posibilidades de ingreso de su nieto a aquel establecimiento. El profesor lo notó:   

-          No hay problema. Valoro que acompañe a su familia. Y que la cuide. Yo haría lo mismo. Debo aclararles que admití su pedido de una entrevista por cortesía. Pero no tengo cupos disponibles. Ni enseño a menores de edad. No es personal. Aun así, me gustaría saber sobre ustedes.

Dubitativa, Hilda optó por satisfacer aquella petición. Describió las dificultades de criar sola al pequeño, antecedentes familiares, su diagnóstico psiquiátrico e interés por la música. Mientras, la soberbia oficina permanecía en silencio, expectante.

Una vez concluida la explicación se dirigió al chico:

-          ¿Cómo estás, Esteban?

-          Algo nervioso, pero bien ¿y usted? - respondió el muchacho intentando disimular los movimientos involuntarios propios de su afección.

El profesor reía mientras indicaba:

-          Indeciso… pero más importante que como estoy ¡es que no te avergüences! no sos responsable de lo que te pasa, si no de lo que hagas con ello ¿y no te parece que con doce años querer estudiar piano es motivo de orgullo? me recordás a un caso de estudio llamado Wolfgang Amadeus. Tenía tu misma enfermedad. Y lejos de avergonzarse se expuso al mundo entero. Hoy lo reconocemos como uno de los grandes maestros de la historia de la humanidad ¿alguna vez escuchaste a alguien menospreciarlo por tener tics? más vale que no ¿qué música te gusta?

-          No la que escuchan los otros. Odio el reggaetón y la cumbia. Prefiero algo más sinfónico, lírico, instrumental, tangos…

-          No odies ningún género. Todos pueden significar algo para alguien. Lo importante, más allá de la técnica, es lo que te hagan sentir. Y hay gente que al escuchar una banda de cumbia siente lo mismo que vos al escuchar a Vivaldi. No somos quién para juzgar- ilustró el pianista.

Siguieron conversando durante algunos minutos hasta que la secretaria del profesor lo llamó para recordar otro compromiso.

Se disculpó, saludó amablemente e indicó que agradecía la visita. Pero no enseñaría al joven.

La decepción era evidente. Mas no podían reclamar nada al docente. Hilda quiso hacerlo y Sofía lo impidió.

-          ¿Vos pensás que un hombre en esa posición invertiría tiempo en alguien a quien simplemente rechazaría?

Orientó la abuela, calmando a su hija.

Aunque no estuviera de acuerdo, pelear no tendría sentido. Concentraron sus energías en motivar al entristecido Esteban que decía haber fallado. Pensaba que, quizás, tampoco era digno integrar aquella academia. De la misma manera que desde hacía años sentía no ser digno de un padre, amigos, o compañeros de escuela que lo respetasen.

Como cada año, en marzo volvería al colegio Tanimarias para continuar sus estudios.

Inició el siempre traumático primer año de secundaria.

La (inevitable) madurez cosechada durante años de experiencias traumáticas a tan corta edad estaba a flor de piel. Lo que llevó a sus pares a presumir el éxito académico del estudiante. Algo propio de imbéciles, confundir madurez con inteligencia, y esta con responsabilidad. Si bien pueden coincidir en algunos casos, son diferentes entre sí.

Por primera vez se adaptaba.

Lo trataban bien, invitaban a jugar y aceptaban en los grupos de estudios.

El contraste con el tortuoso recuerdo de la primeria era absoluto. Incluso quienes hasta el año anterior se burlaban de su enfermedad y situación familiar empezaron a tratarlo respetuosamente.

Aquellas experiencias de la primaria le valieron la necesidad de un refugio. A pesar de los esfuerzos de su madre, abuela y psicólogos; la conjunción de los malos tratos con un padecimiento psiquiátrico y padre ausente son un cóctel peligroso. No obstante, hubo algo por lo cual salir adelante. La expectativa. Una idea de lo que planeaba para sí. En la que nadie más que él mismo podría tomar determinaciones. Lo que quería ser ¿y cuál podría ser el potencial ideal de quien se encontrare tanto tiempo, en tantas circunstancias, en condiciones de vulnerabilidad? una persona fuerte, obviamente.

Más allá del ejemplo de las dos mujeres que lo criaron, debía descubrir qué significaba ser fuerte para sí mismo.

Recordaba cuando, aun siendo un infante, en la casa de la abuela Sofía, encontró llamativas medallas en el interior de una cajonera. Entre especies de delantales coloridos y libros antiguos.

Al descubrirlo, su abuela exclamaría.

-          ¡Esteban, eso no es para jugar! eran cosas privadas del abuelo Katz. Guardémoslas.

Él había fallecido antes de poder conocer a su nieto. En una explosión producida por una pérdida de gas. Político y reformista. Quienes lo conocieron jamás dejaban pasar la oportunidad de reivindicarlo como el gran hombre que fue. Comentario que, a la postre, influenciaría la conceptualización de un ideal de fortaleza en el joven Esteban.

A veces preguntaba sobre el hombre. Si bien no le ocultaban nada, toda explicación resultaba insuficiente.

Lo único seguro era que, en la mente de un niño de doce años, aquel caballero parecía un intelectual casi omnipotente. Algo bastante próximo al ideal que desearía encarnar alguna vez.

Ese fue su refugio, la expectativa. Nadie ni nada evitaría que accediera a la versión de sí mismo que deseaba. Y cuando lo lograra creía que no habría más sufrimiento.

Por el momento la prioridad sería estudiar y preservar tanto como fuere posible el respeto de los demás estudiantes.

La conformación de una incipiente jerarquía social estudiantil, prontamente conllevó las primeras confrontaciones. Era sabido que Esteban tenía uno de los temperamentos más sumisos entre los varones. Y hubo quienes lo aprovecharon.

Fue solo cuestión de tiempo para que volviera a ser el eje del acoso escolar.

Quienes estaban cerca, por precaución, se distanciaron; y los pocos que no, compartían los malos tratos.

Cada tarde al volver a casa conversaba por teléfono con su abuela.

-          ¿Cómo te fue en la escuela?

El tono del muchacho era respuesta suficiente. Aunque el pequeño inventase con todo su empeño mentiras sobre cómo sobrellevaba la escolaridad, los setenta años de Sofía le valían algún talento para intuir qué ocurría. Conversaciones de horas suplían las dificultades motrices por las cuales no podía visitarlos tanto como deseaba. Aun así, estaba siempre presente.

Discretamente, conversando con su hija le planteó sus sospechas. Algo ocurría en el colegio. Pero no podían preguntar. Sería demasiado invasivo. Un preadolescente que mentía sobre su bienestar no quiere tratar el tema con dos señoras mayores. Debían resolver cómo hacer que alguien lo guíe por senderos que ellas no podrían.   

-          ¿Si hablo con Eugenio? después de todo, es el padre, al menos un consejo debe tener- planteó Hilda.

-          Ese inútil no sirve ni para escuchar. El profesor Arrazabal te espera el viernes 8 de abril a las 7:00 hs., vayan con
Esteban, quizás tengamos otra oportunidad para que ingrese a la academia. Eso le va a hacer bien. La música lo va a sanar.

Asistieron, esta vez puntualmente, a la cita. Se anunciaron, el mismo caballero les dejó pasar y la misma secretaria los estaba esperando:

-          Buen día. Hoy sí llegaron a tiempo. Gracias.

-          A usted- dijo Esteban.

Se acomodaron en la sala de espera. Esta vez no había música y la puerta del despacho número tres permanecía entre abierta.

En un momento los recibiría el profesor. Quien salió, los saludó amablemente e invitó a pasar. Una vez sentados planteó haber hablado con Sofía. Reconoció que su colega era una mujer terca, pero si era capaz de amenazar a un desconocido por su nieto valdría la pena darle una oportunidad. Admiraba el carácter de aquella mujer.

-          Yo no enseño a niños, Esteban ¿igual querrías intentarlo? puede ser difícil- Advirtió Ariel.

El joven, más confiado que la vez anterior, aclararía:

-          Aunque tenga doce años trato de no comportarme como niño; quiero estudiar música y leí que, con vos, perdón, con usted nadie falla.

-          Efectivamente, si pudieras fallar no estaríamos hablando. Sostuvo el director ¿puedo conversar unos momentos con tu mamá por favor?

El muchacho se retiró a la sala de espera.

-          Mis honorarios son muy costosos y conozco su situación. No puede pagarme, Hilda.

-          Su servicio es invaluable para nosotros, porque la música es mucho más que un pasatiempo, profesor; Esteban lo necesita. Ponga el precio que sea y lo abonaré.

-          Lo sé. Pero si le cobrara los cientos de dólares que cuesta la cuota en mi academia todos los meses, ni hablar de la matrícula anual, los progresos que lográsemos en las clases quedarían opacados por las insorteables dificultades monetarias domésticas. Si queremos que el chico progrese de verdad, habrá que concertar un abordaje integral de la situación. No voy a cobrar por este trabajo. Me daré por pagado con el compromiso que Esteban demuestre. Si dejase de hacerlo, perdería mi contraprestación y cesaría el servicio. Dependerá de él exclusivamente. Pero no se lo diga. Es un trato entre él y yo, que hago con usted como su representante legal ¿le parece bien?

Con los ojos llorosos atinó a abrazarlo, para percibir que el imponente caballero era reticente al contacto físico. Se limitaría a agradecer.

Salieron juntos de la oficina y al despedirlos le dijo a Esteban:

-          Voy a ser tu profe. Vení todos los viernes a las 18:00 hs. Y portate bien.

Al retirarse llamaron a la abuela para agradecer su intervención.

Durante una tarde de aquella semana de julio, mientras merendaban, sonaría el teléfono.

Una voz requirió comunicarse con Hilda. Indicó que los resultados de sus exámenes de ingreso al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires habían sido aprobados con las mejores clasificaciones; debería presentarse el lunes próximo a primera hora.

Esa noche celebraron con una rica comida casera. Por primera vez la familia contaba con un ingreso fijo del cual valerse para costear el alquiler, expensas, impuestos, cuota del colegio, y vivir…

Los funcionarios estatales recibieron cálidamente a su nueva compañera. Tras requerirle la incorporación de alguna documentación, estrictamente burocrática, empezaron a enseñarle sus funciones. Las cuales asimiló de inmediato dada su inconmensurable experiencia en cuestiones infraestructurales. Como arquitecta, desde sus jóvenes veinte años se había dedicado al rubro, aunque de manera independiente, internalizando nociones que profesionales mucho mayores desconocían.

Casi inmediatamente se adaptó al trabajo, consagrándose como una de las pocas inspectoras del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

En cambio, el ámbito en el cual se desempeñaba su hijo convidaba un panorama desalentador. Algunos compañeros sintieron la necesidad de fundar una jerarquía social de estudiantes. Para lo cual, pretendiendo imponerse en su cúspide, se valdrían de víctimas sobre cuyos hombros impulsarse. Y, como los cobardes atacan en grupo, serían al menos cinco los varones quienes se ensañaron con Esteban.

Al comienzo se trataba de meras exclusiones infundadas. Luego burlas. Y, finalmente, agresiones físicas. Siempre en grupo. Las pocas personas que podrían haber intervenido no lo hicieron.

El joven desamparado creyó que su única opción podría ser soportar. Ignorar el problema hasta que, quizás, desapareciese. Se equivocaba.

Una vez reconocidos en el eslabón pretendido, lo importante era mantenerse en él. Por lo cual debían renovar su “autoridad” periódicamente. Con la garantía del temperamento sumiso de una víctima habitual solo sería cuestión de repetir el flagelo.

Alguna vez sus ambiciones habrían trascendido las habituales, porque sus prácticas lo hicieron.

Terminaba un recreo y los alumnos debían retornar a sus aulas.

Esteban había estado leyendo en la biblioteca, como solía hacerlo.

Salió de allí con un libro en préstamo. Cerró cuidadosamente la puerta y transitó el pasillo del subsuelo hasta la escalera desde la cual accedería al patio. Una vez allí solo restaría caminar hasta otras escaleras y mediante ellas a su aula.

Llegó al patio. Nada más.

Seis compañeros esperaban para interceptarlo.

A traición lo tomaron del cuello por detrás. Mientras otros dos sujetaron las piernas.

Aprovechando que el baño estaba prácticamente al lado lo llevaron allí.

Dos tenían las piernas, dos los brazos, uno el cuello y el sexto… golpeaba.

Primero los golpes se concentraron en el estómago, las costillas y excepcionalmente la cara. Perdía la conciencia, y con ella, las ganas de defenderse. Estaba rendido.

Alertando el riesgo de ser descubiertos, ambos que sostenían los inmóviles brazos se postraron en la puerta. Vigilarían y se asegurarían de que nadie interrumpiese.

Los gritos y pedidos de auxilio eran más débiles en cada infructuoso intento.

Cansado, o más bien aburrido de golpear; el líder de aquella banda ordenó a sus cómplices dar vuelta a Esteban. Se miraron estupefactos. Pero cuando alguno atinó a cuestionar la indicación bastó una mirada para efectivizar el sometimiento. Obedecieron.

Dubitativo quien golpeaba siguió haciéndolo sobre la espalda de su víctima, aunque ya en un tono más propio de una excusa o un preludio que el de un ataque. No se atrevía a concretar sus verdaderas intenciones hasta que un curioso centinela interpeló:

-          ¡Mirá ese culito amigo, si no le entrás vos lo hago yo!

Fue suficiente. Con el miserable coraje que puede inspirar tan retorcida insinuación, mientras tres chicos continuaban sujetando, un cuarto bajó los pantalones y calzoncillos de su víctima; le mordió un glúteo hasta hacerlo sangrar.

Apoyó sus genitales, aún vestido, sobre el trasero desnudo de un casi inconsciente Esteban. Los débiles intentos por desprenderse no impedirían que también besaran su cuello. Mientras le preguntaban si le gustaba lo que le hacían.

Increíblemente el subyugado joven logró espetar los gritos más fuertes de aquella tarde, así como liberarse. Recobró energías que ya no había en su cuerpo. Y hasta logró hacer temer a algunos de sus compañeros. El alma le ordenaba defenderse…

Aquel terror fue insuficiente. Uno de los agresores situados en la puerta se acercó con la excusa de ayudar a retener. Finalmente, todos participaron del hecho. Al concluir abandonaron, inconsciente, a su víctima.

Excusaron su demora con la supuesta espera por un libro que les habrían prestado en la biblioteca… el que le robaron a Esteban.

Lo más perverso del episodio resultaría ser que, un accionar supuestamente motivado por la intención de “ascenso” social en una jerarquía siniestra nunca trascendería los muros de aquel lugar.

Pocos minutos después despertó. Se encerró en un compartimento privado del baño y esperó a que sonara nuevamente el timbre. Entonces ingresó furtivamente al aula, recogió sus cosas y huyó.

Caminó las pocas cuadras entre el colegio y su hogar. Analizó, como pudo, lo ocurrido, sus opciones y potenciales consecuencias. Concluyó no importunar a su madre. La veía feliz por primera vez en mucho tiempo y no obstaculizaría aquella sensación. Debía poder resolver por sí mismo lo que pasaba. Pero, aunque ocultase los moretones sobre su cuerpo, los del rostro eran perceptibles. Lógicamente Hilda lo interrogaría sobre ellos, y él improvisaría el relato de una supuesta pelea… nada grave. Minimizaría la cuestión.

Tras varias semanas, sin necesidad de aclararlo, resultaba evidente que delatar a sus victimarios solo se traduciría en algo peor de lo ya sufrido. Miradas y gestos, además del mal recuerdo, fueron suficiente para prolongar el peor de los sometimientos.

Para entonces ya habían iniciado las lecciones de piano.

Primeros pasos prometedores, fundados en las lecciones de una gran maestra como lo había sido la abuela, auguraban cierto talento que el profesor supo felicitar. Hablaba de Sofía como si, en algún punto, la conociera. Con admiración.

Lejos de inmiscuirse en lo que no era asunto suyo, el muchacho se limitaba a practicar cuanto se le ordenaba. Y cada semana ser evaluado sobre ello.

El cumplimiento generó cierta distensión en virtud de la cual hablaban de cuestiones ajenas a la clase. Contó lo que le pasaba y el maestro opinó al respecto con la correspondiente mesura.

Conversando sobre situaciones traumáticas en general le recomendó al pequeño tratarlas, si alguna vez las hubiera, celosamente con gente de extrema confianza. La cual, lejos de juzgar, siempre acompaña. Entonces, no pudo más que pensar en Sofía. Hablaba con ella a diario por teléfono, pero durante la siguiente charla le planteó la necesidad de reflexionar juntos. Nunca lo había hecho; y ella entendió que era necesario.

Contra toda prescripción médica le dijo que en una hora lo vería en la entrada de su edificio. Que la espere. Nada en la vida importaba más que su nieto. Se vistió, tomó un taxi y al llegar lo encontró allí… su rostro era distinto. Estaba afligido.

Bajó, lo abrazó y sintió como caían sus lágrimas.

Sacó un pañuelo amarillo con flores bordadas, siempre impoluto, y lo uso para secarlas.

-          Ayudame a caminar por favor, llevame del brazo, te invito a merendar- ordenó la señora.

Cruzaron juntos la calle y se sentaron en una mesa en la vereda. Pidieron té para ella, chocolatada para él, y un tostado para compartir. Hasta aquel momento la charla era casual. No lo apremió. Todo lleva su tiempo. No era un problema de confianza con ella, si no consigo mismo. Aquel muchacho desbordaba miedo.

Al cabo de una hora y media, tras hablar un poco sobre todo… excepto la escuela. Ella preguntó. Él respondió.

-          Bien, a todos nos cuesta primer año de la secundaria y son muchas nuevas materias. Pero me siento bien, mucha gente que no conocía y nuevas amistades. Es otra dinámica. Estoy bien. Son menos horas de cursada que en la primaria, pero se requiere más estudio. Igual está bien. Apenas arrancó el año me llevaba bien con todos. Pensaba que iba a ser mejor que la primaria. Nadie peleaba. Iba bien. Y después… fue más raro todo. Pero raro bien. Se empezaron a armar grupitos y yo no quedé en ninguno. Era el único. Empecé a ir mucho a la biblioteca. Manejándome así me sentía bien. Creí que iba a seguir bien. Solo quería estar bien, nada más. Pero no me dejan abue… no me dejan- dijo el muchacho.

Volvió a llorar, esta vez desconsoladamente. Y aunque Sofía se sentía conmocionada por la situación, las circunstancias demandaban una extraordinaria compostura. Escuchó sin interrumpir.

-          ¿Por qué no puedo ser feliz? no me meto con nadie, solo quiero sobrevivir. Nada más. Ya no espero nada de la vida y aun así se la agarran conmigo ¡quiero matarlos y matarme!

Ese era el límite. Debía ayudarlo.

-          ¿A quién mijito? - dijo ella.

La mirada de su nieto expresaba todo lo que nadie quiere percibir en un pequeño a quien crió: dolor, impotencia, incertidumbre y, sobre todo, odio.

-          A quienes me torturan. Hace meses me excluyen, me golpean… y me violaron- dijo él.

Casi se desmayó, pero no podía hacerlo, su nieto la necesitaba.

-          ¿Mamá sabe? - preguntó la abuela.

-          - No, nadie lo sabe ni quiero que lo sepa. Elegí contártelo a vos y a nadie más. Voy a matarlos. Es lo único que me haría feliz. Mi vida ya no tiene sentido. Entonces, que la de ellos tampoco lo tenga- sentenció él.

Sofía recurrió a todas sus habilidades. Había criado a una gran mujer, experiencia suficiente para intentar lidiar con el problema actual; sin pasar por encima de lo dispuesto por Esteban. Optó por respetar la discreción requerida. Aunque quizás Hilda debiera enterarse, no era una decisión que le correspondiese. A su vez, lo que le hicieron a su nieto era indiscutiblemente horrible, pero peor aún las ganas de matar que manifestaba. Eran verosímiles. Se percibía la expresión de deseo en aquellas declaraciones. Entonces le plantearía:

-          Te amo, Esteban. Me duele mucho lo que te hicieron. Voy a estar siempre para ayudarte. Mamá también, aunque no le cuentes. Pero más importante que lo que hicieron esos malvivientes, es lo que vos decidas hacer. Porque sobre sus conciencias nadie puede hacer nada, ni nos corresponde tampoco, al final de cuentas. Allá ellos. Más temprano que tarde, todo cae por su propio peso. Pero sí podemos resolver qué vas a hacer vos ¿matarlos? ¿y privarte de una vida hermosa que vas a tener? sos un chico sensible, inteligente y por sobre todo con un buen corazón. Yo no voy a estar para ver el hombre maravilloso en que te vas a convertir. Pero al menos, por favor, no me quites esa expectativa. Hay gente buena. Y ya la vas a conocer. Me gustaría proponerte una alternativa. Recién estás en primer año; queda mucho camino por recorrer. No vuelvas al lugar donde yacen los monstruos que te hicieron… eso. No necesitás explicarle a mamá por qué. Si me dejás yo lo resuelvo con ella y vamos a encontrarte un colegio lindo. Donde te traten bien y no tengas nada que temer ¿qué te parece?

El joven, aún con su corazón lleno de odio, no pudo sostener aquella violenta postura ante el planteo de la persona que más amaba, el cual realmente se asemejaba a un ruego.

Accedió, sin dejar de condicionar su sujeción a la discreción.

Así fue como, en octubre, iniciaron las diligencias necesarias para el cambio de colegio. Sofía hablaría con Hilda sin revelar el secreto de su nieto, aunque planteando una gravedad suficiente como para que entendiese. Tras algunas reuniones entre la madre del joven y los directivos del colegio admitirían que rindiese libres las materias en las fechas de diciembre y marzo. Aunque no castigarían a ningún estudiante, dado que no había acusaciones sobre actos concretos ni, menos aún, evidencias.

Se salieron con la suya.

Pero como sabiamente enseñaría la abuela. Lo único en verdad importante sería lo que cada quien hiciera consigo mismo.

El complejo proceso sería acompañado atentamente por Ariel. Quien, al enterarse, comentaría a su estudiante que él era regente en un colegio llamado Poixi. Un establecimiento cuyo plantel sentía orgullo de integrar.

Aunque la cuota fuere excesivamente elevada, no tendrían que preocuparse por ello, dado que él la costearía. Así como se comprometía a resguardarlo de cualquier amenaza que pudiera acaecer.

Tal gesto, para un niño que jamás tuvo un padre, fue lo más cercano a la protección de uno.

Por indicación del docente transmitió la propuesta a su madre. Quien lo acompañó a la clase de la semana siguiente.

Llegaron y pidió amablemente a la secretaria una audiencia con el profesor, quien la recibió de buena gana. Esteban aguardaba en la sala de espera mientras comía golosinas que le convidaba la señora de corte isabelino.

-          Gracias por preocuparse, Ariel. No fueron fáciles tantos años sola, haciendo lo que normalmente corresponde a dos personas. Vine para aceptar su propuesta, pero no la beca. Con que favorezca el ingreso de Esteban a su colegio será suficiente. No quiere hablar mucho conmigo, supongo que será una etapa de la adolescencia. Aunque mi mamá es su confidente y ella asegura que se trata más de una huida que de un capricho. Es, casi, cuestión de supervivencia. Por lo que valoro especialmente que se comprometa a vigilarlo. Toda ayuda es bienvenida en estos momentos- planteó Hilda.

-          Nada que agradecer señora. Entiendo a la perfección la situación y lo menos que puedo hacer en mi posición es facilitarles, al menos un poco, las cosas. Respeto su decisión respecto de la beca. Y si después se arrepiente no tiene más que avisarme para que no se le acumule deuda. Que la plata no sea un problema. Por favor que la próxima clase Esteban me traiga fotocopia de su DNI, yo resuelvo lo demás- respondió el profesor.

Se despidieron y prosiguieron normalmente con la clase del joven. Quien por primera vez en meses presumía un semblante esperanzador. Podría despreocuparse lo suficiente de los males como para avocar sus energías en la preparación del concierto de fin de año de la academia de piano. Donde se le permitiría exponer una interpretación. Seleccionó la pieza cuya melodía, tantos años atrás, su abuela le enseñó: Para Elisa.

Las semanas no fueron más que parpadeos, en los cuales preparaba materias para rendir libremente y practicaba piano.

Si bien no aprobó todas las materias, solo restaban tres para rendir en marzo. Y aprobando al menos una de ellas ingresaría sin problemas en segundo año del colegio Poixi. En el cual el panorama resultaba completamente alentador.

Días antes de Navidad realizaron el concierto, al cual asistieron Hilda y, con un inconmensurable esfuerzo, la abuela Sofía. La artritis se agravaba, pero no era excusa.

La interpretación no fue brillante, y a pesar de sus errores técnicos fue suficiente para enorgullecer a las mujeres que lo criaron. Tras tanta adversidad, el muchacho en el escenario, con logros detrás y tantos otros por delante, era un triunfo en sí mismo.

Capítulo 2: 2011

“De todo laberinto se sale por arriba”. Leopoldo Marechal.

Durante enero y febrero de aquel 2011 no habría colegio, ni compañeros, ni piano.

Se dedicaría, entonces, enteramente al estudio.

Ariel sugeriría empezar a estudiar cuanto antes, y fragmentar los programas de cada materia en contenidos diarios. Así todo sería menos extenuante. Su alumno obedeció.

Debía preparar exámenes de inglés, matemáticas e historia. Los rendiría el 24, 25 y 28 de febrero respectivamente. Y aprobar al menos uno para poder ingresar al nuevo colegio.

El tiempo pasó casi imperceptiblemente. Aunque no fue garantía.

Tras desaprobar dos materias, aquel fin de semana resultaría tortuoso.

Si no sacaba seis o más en historia perdería el ciclo lectivo. Además de que les fallaría a quienes ayudaron cambiándolo de colegio.

Entendió que el problema fue no aplicar un método de estudio eficaz en las materias perdidas. Pero no volvería a pasar con historia. Puesto que, dado el formato de la materia, había sintetizado todo su contenido en cuadros conceptuales. Mientras los escribía, repetía y memorizaba. Lo que no podía hacer con matemáticas o inglés. Sentía confianza. Quiso ser optimista.

El lunes 28 a las 10:00 hs. fue al colegio acompañado por su madre. El regente y amigo de la familia los esperaba. Saludó, deseó muchos éxitos a Esteban y recomendó estar tranquilo. Auguró que todo estaría bien.

El muchacho subió las escaleras hasta el aula indicada. Fue el cuarto estudiante en rendir verbalmente la prueba. Los tres anteriores fueron aplazados e incluso, uno de ellos, repetiría. La mesa de examen era implacable. Lo llamaron.

Tímidamente se sentó. Le pidieron que girara un bolillero del cual saldría una esfera. En ella constaba inscripto el número nueve. Inició así una exposición sobre historia antigua y particularmente el imperio romano. Habló durante minutos y, por el contrario a sus expectativas, solo fue interrumpido con una pregunta respecto del funcionamiento de la investidura del dictador. Respondió y fue el único evaluado en aprobar.

Perplejo se dirigió hacia su madre, quien lo esperaba en la planta baja.

La abrazó y puso al corriente.

No celebraron meramente la aprobación de una materia, ni el pasar de año. Si no el culmen de todo el sufrimiento atravesado y los esfuerzos aunados.

Partieron para disfrutar juntos los pocos días que restaban de las vacaciones de verano. Mientras, el regente los miraba desde su oficina sin que lo percibieran. Sonreía.

Tras un breve descanso inició la cursada de su segundo año, esta vez en el colegio Poixi. 

Para ello, Ariel encargó a un joven preceptor recientemente egresado, Bastián.

Le ordenó hablar con todos los demás estudiantes sobre la enfermedad de Esteban y los antecedentes de bullying. Así como esperar al nuevo alumno en su primer día para enseñarle el lugar. La prioridad sería que no se sienta solo, sin tampoco agobiarlo.

Resolvieron que, aunque las clases iniciaran un lunes, Esteban lo hiciera el martes. Dedicarían el día anterior a conversar con los estudiantes y aclarar la situación. Así como las severas consecuencias de violentarla de cualquier manera.

Llegaron juntos Ariel y Bastián. El preceptor planteó:

-          ¡Chicos, por favor, silencio!

Tras repetir infructuosamente el intento nadie obedecía… así que lo secundó el regente:

-          ¡Todos cállense y a sus asientos!

De inmediato primó la calma entre el ajetreado grupo de más de cuarenta jóvenes. La amenazante figura, que no solía salir de su oficina, imponía lo suficiente.

Prosiguió Bastián:

-          Bienvenidos al segundo año de la secundaria. Entendemos que es un momento complejo para todo el mundo. Voy a estar acompañándolos a partir de este ciclo lectivo para ayudar en lo académico y personal que precisen. La idea es mejorar la experiencia en el cole y hacerla lo más amena posible. En relación a ello, también quería comentarles que mañana se va a incorporar un nuevo alumno al colegio. Y, particularmente, a este curso.

Un incipiente murmullo fue acallado por la severa mirada de Ariel.

-          Él atravesó situaciones complejas hace poquito. Por eso se va del colegio anterior y viene acá. Lo trataban muy mal haciéndole algo que se llama bullying. Consiste en el acoso escolar por parte de otros alumnos. Y es algo que como educadores sufrimos mucho. Tenemos la responsabilidad de evitarlo. Por eso necesitamos que nos ayuden. Pueden quererlo o no, nadie está obligado a sentir afecto por otra persona. Pero sí a respetar y, mínimamente, no atacar. Lo que me lleva a otra cuestión, advertirles que cualquier hostilidad con su nuevo compañero o cualquier otro va a ser sancionada. Así que seamos inteligentes. Si sienten el impulso de cometer una malicia, que la torpeza no esté al mismo nivel… ya no por los demás si no pos ustedes mismos. Además, nada mejor que un grupo que se trata bien. Yo voy a procurarlo. En último lugar. Está diagnosticado con Síndrome Tourette; enfermedad por la cual puede emitir gestos, locuciones o movimientos involuntarios. Sean tolerantes y discretos por favor- culminó el joven preceptor.

Aunque aquel conjunto de estudiantes no pareciera entender del todo esperaban que aquellos que sí lo hubieran logrado aclararan el panorama al resto. Hasta que uno de ellos profirió:

-          ¡Nos van a meter un retrasado entonces!

Bastián no sabía qué hacer ante tal improperio. Pero el regente sí.

Mientras la mayoría reía; se dirigió directamente al irrespetuoso. Lo tomó por la oreja y susurró:

-          Si no querés que te la arranque me acompañás.

Volvieron a callarse y permanecieron en el aula con el preceptor amateur.

Ariel llevaba al muchacho a su despacho a través de extensos pasillos y escaleras. Cuando esté amenazó con acusarlo con sus padres, él le respondió que en breve tendría oportunidad. Porque los llamaría para notificar su suspensión. Él sería el ejemplo de por qué no debían molestar a nadie allí. Y así ocurrió.

La mañana siguiente Esteban llegó por primera vez al lugar.

No quiso que su mamá lo acompañe.

Eran las 7:00 hs. y atravesó el gran portón por el cual ingresaban los alumnos. Inmediatamente se encontraba en un patio central, descubierto, de al menos doscientos metros cuadrados. Flanqueado por varias estructuras. Bastián lo esperaba para orientarlo, cuando lo supo identificar se acercó y presentó.

-          Hola, disculpá ¿vos sos Esteban?

-          Hola, sí- respondió tímidamente el muchacho.

Entonces el preceptor le dijo:

-          Mi nombre es Bastián. Soy el preceptor de segundo año. Te explico. Cada mañana los estudiantes se forman donde las indicaciones señalicen. En tu caso, por ejemplo, segundo C del bachillerato con orientación en Comunicación Social. A las 7:20 hs. suena Aurora mientras izamos la bandera. Y después el profesor Arrazabal, a quien creo que ya conociste, guía el orden en que cada curso se dirige a su aula. Igual vamos a ir hablando periódicamente, si querés, hasta que te acostumbres.

Con la afirmativa del joven, el preceptor prosiguió con sus tareas. Había establecido un primer contacto en virtud del cual generó la sensación de contención buscada.

Permaneció donde correspondía. Llegaban más y más jóvenes. Pero no se animó a hablarles.

Aquella mañana el regente demoró más de lo esperado en asumir la conducción del izamiento de la bandera y guiar a los cursos hacia sus aulas. Discutía con el director, Timoteo “el griego” Agathos.

-          No debías traerlo. Es un problema. Provocás a los demás pendejos que ya de por sí son un quilombo entre hormonas y pelotudez. Me llamaron los padres del pibe que suspendiste. Que le levantaste la mano y qué se yo ¿sos boludo? - planteó el director.

-          Mirá, en treinta años juntos educando nunca me mandé una cagada. Y no voy a empezar ahora…- espetó el profesor hasta que su colega lo interrumpió.

-          Parece que sí. Porque el caramelo de la reunión, las explicaciones y demás me lo como yo, cabezón. Si tenés una relación personal con el pibe es tema tuyo. Pero no quiero líos. Sabés que estoy pegando el salto a la política y lo último que quiero es que una pavada así me complique- explicó “el griego” Agathos.

El director no estaba de acuerdo con la (irregular) incorporación de Esteban al colegio. Pero había sido una resolución unilateral de su amigo que no combatiría. Solo se limitaría a advertir los potenciales contratiempos que podría producir.

Tras el intercambio llegaría Ariel a la bandera. La izaron los estudiantes seleccionados y ordenó el recorrido de las formaciones a sus respectivos destinos.

Los primeros días transcurrieron tranquilamente. Pronto el chico aprendió el recorrido de ida y vuelta al nuevo colegio. Se animó a iniciar conversaciones con algunos de sus pares y hasta fue admitido en grupos para la realización de los llamados trabajos prácticos.

Una tarde al llegar al departamento notaría allí a su abuela. Fue una grata sorpresa dado que sus dificultades motrices restringían sus reuniones a unas pocas anuales. Tampoco se dejaba visitar en su casa por la peligrosidad de aquel barrio.

La alegría duraría poco cuando ella le notificase al joven que Hilda había sido internada. Desde hacía años sufría cólicos renales y las tensiones recientes agravaron los dolores. Por lo cual al acercarse a la guardia de la clínica fue puesta en observación. Debían operar.

No corría peligro, pero el disgusto y la preocupación eran inevitables. En especial para un adolescente de escasos trece años. Y más aún cuando hubiere atravesado tanto.

Al llamarla por teléfono podía hablar muy poco y pausadamente. Entendieron que sería mejor dejarla descansar.

Durante aquellas semanas Sofía permaneció con su nieto cuidándolo, cocinándole y acompañando el proceso de adaptación al nuevo colegio. Viendo el vaso medio lleno, quizás sería la persona idónea tratándose de la confidente del muchacho. La única que sabía cuánto había sufrido. Cada día le preguntaba cómo le fue. Y él respondía con absoluta transparencia. La confianza era total.

En marco de esas conversaciones, una tarde le planteó con sutileza:

-          Hay tres grandes aspectos en tu escolaridad, diría. El primero de ellos nunca requirió mayor tratamiento porque lo cumplimentás de manera espontánea, el conductual. El segundo nos implicó cierto grado de trabajo que supiste afrontar con un nivel de madurez digno de felicitación, el social. Por lo que me contás vas encaminado al respecto. Pero hay un tercero igual de importante que los demás, quizás el más obvio y se trata del académico. No vas a poder desempeñarte si no te familiarizás con el contenido visto por tus compañeros el año pasado. No todos los colegios abordan la currícula con programas idénticos. Procurá indagar si podés- indicó la abuela.

Para entonces la eficacia de sus consejos era incuestionable. Él obedecería.

Si bien había empezado a tener trato con algunos compañeros, aún no lo hacía con todos. Lo que restringía sus posibilidades. Uno de ellos se llamaba Aquiles. Era amable con todos y manifestaba una madurez excepcional para la edad. Mientras conversaban sobre otras cuestiones se animaría a plantearle:

-          Amigo, perdón, pero quería saber si podría pedirte algún material de lo que estudiaron el año pasado. Como para ponerme al corriente con lo que no hubiera visto en mi otro cole.

Su compañero respondería:

-          ¡Obvio! Junto todo y te lo puedo llevar a tu casa si querés. Pero porfa no me pidas más perdón. Ya te dije que no tenés nada que temer. Contá conmigo.

Aquella actitud hacía sentir muy cómodo a Esteban. Por primera vez encontraba alguien con quien podría ser él mismo más allá de su madre y abuela.

Ese fin de semana su nuevo amigo, según habían acordado, le alcanzaría sus apuntes y libros hasta el departamento. Quiso invitarlo a pasar, charlar y quizás hasta merendar, pero no supo encontrar las palabras para dar aquel paso. Se limitó a agradecerle y se saludaron cordialmente.

Al subir al departamento la abuela observaría el buen gesto del otro muchacho.

El contraste entre la actitud de los ex compañeros y los actuales resultaba evidente.

Parecía orgullosa de haber propuesto el cambio de colegio. Los problemas parecían resueltos.

Pronto Hilda estaría recuperada y podría volver a casa con su hijo. Hasta entonces el vínculo entre la abuela y Esteban continuaba afianzándose. Le pidió por favor que la acompañe a cobrar la jubilación. Y él naturalmente aceptó.

Cada quien se vistió con prendas cómodas presumiendo que el recorrido sería prolongado, dada la lentitud con que Sofía caminaba. En una hora llegaron a la parada del colectivo, ubicada a cinco cuadras de allí. Ascendieron y en solo minutos este los dejó a metros de la sucursal bancaria. Hicieron la fila. El día era precioso, por lo que ella manifestó sus ganas de volver caminando al finalizar el trámite. Y así lo hicieron.

Sofía tomaba el brazo de su nieto para sostenerse. Cada cuadra les tomaba entre veinte y treinta minutos. Pero los ánimos de la señora prevalecían por sobre su edad. No desaprovecharía otra oportunidad para conversar en profundidad con el muchacho. Le explicó que pronto su mamá estaría totalmente recuperada. Era imprescindible que la misma confianza con que se había dirigido a ella la mantuviese con Hilda. Porque en algún momento sería su único apoyo. Será ideal llegar a ese momento con un vínculo plenamente trabajado.

Los planteos de la anciana sobre su potencial defunción incomodaron a Esteban:

-          No quiero perderte abu. Sos la persona más importante del mundo para mí.

Su voz temblaba. Ella en un tono calmo respondió:

-          Nadie habló de perderme. Pero morir, como vivir, son dos etapas de quién sabe cuántas haya en nuestra existencia. Entiendo que hoy sea la persona más importante para vos. Así como que algún día lo será alguien más. Mi única expectativa es acompañarte cuanto me lo permitas de la mejor manera posible, y ni la parca puede interceder en ello porque depende solo de vos y cuánto tengas presente mi recuerdo. Estaré siempre que así lo elijas.

El niño no pudo entender cabalmente la profundidad del razonamiento. Aunque el tono per se bastaría para tranquilizarlo.

Continuaron caminando hasta el departamento.

Pocos días después, plenamente recuperada volvería su mamá. La alegría fue inmensa. Aunque aún permanecía debilitada, ayudada por su madre e hijo cocinaron una deliciosa cena para celebrar. Comieron y Sofía pidió un taxi. Saludó afectuosamente a la familia y partió a su modesta casa.

Un paso en el marco de la confianza plena que querría construir Esteban para con su madre sería el manifestarle preocupación por los exámenes “previos” que tendría que rendir en agosto, faltaba muy poco.

-          ¿Te gustaría empezar clases particulares hijo? podemos averiguar- sostuvo Hilda.

Así lo hicieron. En matemáticas optaron por una profesora que enseñaba a muchos compañeros. Pero para inglés, habiendo intentado inútilmente en el pasado con particulares, resolvieron inscribir al chico en un instituto. El dato les fue brindado por Aquiles, quien hacía tiempo se formaba allí y era uno de los mejores alumnos en la materia, aunque no así en historia. Así que sugirió:

-          ¿Qué te parece si yo te ayudo con inglés y vos a mí con historia? podemos aprovechar el tiempo entre que terminamos de cursar acá y tenemos que ingresar al instituto.

-          Hecho. Vamos a tener martes y jueves bastante intensos, entonces- sentenció su compañero.

Esos días ingresaban al colegio a las 7:20 hs. Cursaban hasta las 16:00 hs. e iniciaban las clases en el instituto a las 19:00 hs. Hasta las 21:00 hs. Tenían tres horas entre ambos lugares en las cuales, además de viajar y estudiar, consolidarían una amistad como Esteban nunca antes había conocido. Merendaban, opinaban sobre lo que ocurría en el grupo, se pasaban tareas y hablaban de chicas. Pronto empezaron a acordar otros días de reuniones para avocarse exclusivamente al estudio de las materias previstas.

Pasaban días enteros juntos, más allá de los martes y jueves. Estudiaban, pero, sobre todo, disfrutaban lo compartido.

Llegadas las fechas establecidas cada quien rindió lo que debía.  Aquiles aprobó historia. Esteban, matemáticas e inglés. Fue gracias a cuánto se complementaban.

Para celebrar sus triunfos organizaron una pijamada.

Un sábado de septiembre llegó su invitado. Él estaba bien vestido y la casa ordenada. Su mamá preparó nuggets de pollo y papas fritas, cenaron juntos y miraron una película. Al rato ella se iría a descansar. Los chicos permanecieron en la sala de estar jugando videojuegos.

Mientras tanto conversaban. Un poco, sobre todo. El colegio, los estudios, compañeros, compañeras y sus historias. Aquiles consultó:

-          ¿Por qué elegiste bachiller con orientación en comunicación social? digo, tenías varias opciones al ingresar, podrías haber optado por informática, o técnico industrial que tiene más salida laboral. Pero viniste con nosotros.

-          Nunca hablé con nadie del cole sobre por qué me cambié. Ni nada al respecto- tomó agua- me trataban muy mal en el Tanimarias. Pero muy… y a partir de todo eso entendí que la mejor manera de superarlo podría ser convirtiéndome en el hombre que mi versión más chica no podía ser. Parte de eso tendría que ver con un oficio al cual dedicarme. Entre todos el más relacionado con las inquietudes de mi mal estar es la abogacía. Yo quiero ser abogado. Porque son quienes conocen mejor que nadie el sistema, cómo funciona, para bien y para mal, y a partir de eso pueden (o no) intentar cambiarlo… voy a combatir todas las injusticias del mundo para que ningún otro chico pase lo que yo pasé- respondió el anfitrión. Las lágrimas en sus ojos enunciaban cuánto sentía aquellas palabras que acababa de pronunciar.

Su amigo entendió que yacía frente a otro muchacho que atravesó mucho más de lo que contaba y estaba resuelto a trabajar sobre ello. El resto de la velada se divirtieron y comieron golosinas. Hasta que por la mañana su padre lo pasó a buscar.

Día tras día, desde hacía años, conversaba telefónicamente con su abuela. Por lo menos una hora. Hablaban de cómo iba el colegio, jugaban a “ni sí, ni no, ni blanco ni negro” y él tocaba la melodía que debía estudiar durante la semana para las clases de piano. Ella hacía observaciones sin dejar de felicitarlo por su afición. Sentía orgullo por el muchacho. Y aunque no lo dijera directamente, se lo hacía saber.

Algunas veces no atendía, lo cual era extraño. El médico había prescripto una prohibición de actividad física, y aunque podría estar ocupada, las llamadas infructuosas a veces se repetían en un mismo día. Tras interpelarla varias veces lo admitió:

-          Hace tiempo era enfermera, lo saben. Desde que me diagnosticaron con artritis casi no me puedo mover. Me siento una inútil, Esteban. Tengo más de setenta años y lo único que hago es comer, dormir y hablar por teléfono. Estudié durante décadas. Piano, pintura y enfermería. Tengo grado de maestra en los tres oficios. No puedo, no quiero resignarme a la nada. Cueste lo que cueste voy a seguir dándole sentido a mi vida. En el barrio hay un montón de gente que no tiene un mango. Necesitan, al igual que quienes tienen prepagas y médicos privados, algún tipo de atención, así que yo me ocupo de ellos. Y antes de que me hagan cualquier tipo de cuestionamiento les propongo lo siguiente. Si no quieren que continúe haciéndolo, lo que no me importa, ustedes mismos se van a ocupar de venir a cuidar a las personas, darles las inyecciones, tomarles la presión y por sobre todo escucharlos- planteó la abuela.

Ni Hilda ni su hijo se atrevieron a cuestionar la decisión de la señora. No la aprobaban. Pero había dejado lo suficientemente claro que aquello resultaría insignificante.  

Las conversaciones prosiguieron con normalidad.

Se alegró en especial cuando supo que había aprobado las previas y más aún, gracias a haber estudiado con un nuevo amigo. Fue la primera vez que supo de un amigo de su nieto. Lo que ratificó su consejo del año anterior, cambiarse de colegio resultó la mejor opción.

Similar fue el caso del profesor Ariel. Si bien era el regente del colegio, no solían encontrarse allí. Aunque él estuviera atento al desempeño académico y social del alumno. Debía velar, también, por otros casi mil quinientos estudiantes del establecimiento. Sin contar, además, a los compañeros del joven en la academia; ni sus compromisos profesionales como artista, conciertos, eventos, giras y demás.

Al conocer el éxito de Esteban en todos los aspectos ostentaría una mueca que emularía una sonrisa. No era expresivo.

-          Me parece muy bien que estés abocándote al estudio, tanto como para aprobar las dos previas. También que estés haciendo amigos nuevos. Pero no te duermas en los laureles. Estás iniciando un camino muy extenso y complejo. Al margen de cuánto te acompañemos quienes elijamos hacerlo, lo único verdaderamente determinante es tu afán por crecer. No hablo de edades. Si no de llegar a ser aquella persona que te gustaría… y en relación a ello, a ver si estás estudiando para el concierto de fin de año- dijo el maestro.

El muchacho, motivado, empezaría a digitar con algo de inseguridad las notas en el piano.

La elección habría sido un ensamble de Libertango, de Astor Piazzolla. Cada artista prepararía sus partituras y ulteriormente se reunirían cuanto fuese necesario para armonizar las ejecuciones ¡pero el joven aún no estaba listo! y el ceño fruncido del severo profesor lo haría notar:

-          La clave del éxito no tiene que ver con cumplir un objetivo, sino con mantener el progreso simultáneamente en todos ellos. Si por un triunfo vas a fracasar en lo demás, no sirve. Hoy estás más próximo al fracaso que a cualquier otra cosa. Porque tu interpretación viene de mal en peor. Si vas a participar del concierto de fin de año vas a empezar a venir dos veces por semana a practicar. Y si querés continuar estudiando en esta academia, además de venir, vas a tocar bien.

La advertencia fue lo suficientemente clara. Y el niño entendió que alcanzar una meta no excusaba el descuidar las demás. Debía esforzarse aún más.

El 3 de noviembre celebró su cumpleaños. Para lo cual optó por una reunión discreta en casa. Solos mamá, la abuela y su amigo. Era la primera vez que tenía uno con quien compartir la ocasión. Comieron juntos escuchando la música que Esteban elegiría, jugaron un juego de mesa y finalmente sopló las velitas. Que ya eran catorce.

Mientras Hilda y Sofía ordenaban y limpiaban, los pequeños continuaban viendo televisión. Interrumpían con algunos comentarios hasta que el cumpleañero se animó a preguntar:

-          Aquiles, siento que algunos me están haciendo a un lado ¿puede ser? me pasa, por ejemplo, que cuando hay que hacer trabajos prácticos me ponen excusas tontas para no integrarme en los grupos. O, si no estás vos, me responden mal cuando les hablo… como cortante. Lo hablé con Bastián, el preceptor, pero todavía no hizo nada al respecto. Me dijo que me quedara tranquilo. Y a mí me cuesta decirte esto- empezó a gimotear- pero tengo miedo. Porque esto ya me lo hicieron y sé cómo termina. Me cuesta decírtelo, pero sos el único con quién puedo hablar bien.

Las adultas no percibieron la escena. Estaban ocupadas.

Mientras que, lejos de desentenderse como harían la mayoría de los niños de su edad, Aquiles abrazó a su amigo.

-          No te sientas así. Puede ser lo que decís. Prometo estar atento y ayudarte. No va a pasar nada ¿confiás en mí? - indagó.

Tras asentir con la cabeza y tranquilizarse continuaron mirando la televisión.

Los últimos días de aquel mes se definirían las notas. En diciembre todo mundo tiene la cabeza más en las vacaciones que en el estudio. Así las cosas, con la contención recíproca que se brindaban, ambos estudiantes lograron aprobar todas las materias. No eran sobresalientes. Pero tampoco lo pretendían.

Podrían tomarse el verano plenamente para descansar.

Aunque Esteban debía enfrentar el último desafío de aquel 2011.

A partir de las correcciones técnicas y conductuales del profesor Ariel, su compromiso con las clases de piano se renovaría. Tanto que aprendió a la perfección las notas, tempos y acordes que debiera interpretar para la ejecución conjunta de la obra seleccionada. Durante aquel cálido diciembre se reunieron diez veces los integrantes del ensamble. Incluido el maestro. En más de una oportunidad, sin ánimos de presumir, expuso su talento frente a los presentes.

Llegó la fecha del concierto y tanto Hilda como Sofía estuvieron allí. Listas para regocijarse con uno de tantos aspectos que evidenciaban los progresos del niño que habían criado y protegido.

Lo llamaron al escenario con los otros ocho artistas. Que tocaron simultáneamente en la misma cantidad de instrumentos.

Compás a compás las interpretaciones se armonizaban tanto para oírse como una sola. Era como si el mismísimo Piazzolla los dirigiese. Pero no. Era su mentor, profesor y regente, el director Ariel Arrazabal. Quien a la vez tocaba en uno de aquellos pianos.

Al finalizar el auditorio estalló en aplausos de pie.

Era la primera vez en mucho tiempo que la academia ofrecía un ensamble. Y fue un éxito rotundo.

Concluida la muestra, antes de que Sofía partiese a su modesto hogar, Hilda los invitó a merendar. Té para la abuela, café para mamá y chocolatada para el jovencito. Compartieron una torta de manzana mientras miraban desde un ventanal el parque frente a la confitería, conversaban sobre el año que terminaba y el que pronto iniciaría.

Capítulo 3: 2012

“Hay padres que no aman a sus hijos; no hay abuelo que no adore a sus nietos”. Víctor Hugo.

Hacía poco más de un año que Hilda tendría su primer trabajo en relación de dependencia. Una buena posición en el gobierno local con la cual se correspondía una retribución proporcionalmente cuantiosa. Ello más los trabajos autónomos que continuaba realizando por su cuenta colmaron el hasta entonces modesto patrimonio familiar.

Alquilaban con muchísimo esfuerzo un departamento tres ambientes.

Pero surgió la oportunidad de comprar su primera propiedad.

Se trataba de otro departamento ubicado a algunas cuadras. Con la misma cantidad de ambientes, piscina y salón de fiestas. Para colmo, el pago no debía realizarse de manera íntegra. Sino que podría depositar un capital y luego afrontar el saldo en cuotas mensuales. Una opción inmejorable que tomó de inmediato.

Aquel febrero de 2012, en poco más de una semana y con ayuda de la abuela, clasificaron, guardaron, embalaron y transportaron todas sus cosas.

En uno de los recorridos, arriba del vehículo y a sabiendas de que su nieto hacía mucho quería una mascota, dijo a su hija:

-          Que lindo que vayas a tener tu casa propia. Lo que además de ser una tranquilidad financiera, significa que no tenés obligación de adaptarte a reglas impuestas por nadie. Osea… podrían tener un perrito si quisieran. Al nene le haría bien. Aunque superamos un montón de cosas y la músico terapia parece ayudar. Siempre podemos aspirar a más… por cierto, me parecen especialmente lindos los bulldogs, esos que se muestran en televisión.

-          Mamá, ya te dije que es demasiado trabajo. Tengo suficiente. No me siento en condiciones. Bastante miedo me da el paso que estoy dando ¿no te parece? - sentenciaría Hilda.

La decisión estaba tomada. Y la idea, planteada.

Tras un mes de esfuerzos, madre e hijo se encontraron habitando el nuevo hogar.

Cada quien se acomodó en sus dormitorios, así como sus pertenencias.

Aquella mudanza significó la consolidación de los cimientos para una nueva etapa. Una que parecía más prometedora que la anterior.

Por aquellos días inició el ciclo lectivo. Esteban cursaría su tercer año secundario. Sin que el preceptor olvidase las preocupaciones sobre las cuales conversaron hacia fines de 2011.

Las actitudes denunciadas subsistían y se intensificaban casi de forma imperceptible.

Aquiles seguía al lado de su amigo, pero no se podía pretender la exclusividad del muchacho. Tenía una vida también. Ni correspondía que trabajase en la resolución del problema.

Dada su poca experiencia, Bastián pediría a Ariel una reunión.

El regente del colegio, como encargado de la disciplina, sería la autoridad ideal para aconsejar al inexperto joven:

-          Tu firmeza debe ser proporcional al sufrimiento que le hacen padecer a las víctimas. Los chicos son inconscientes. Lo que generalmente está relacionado a la idiotez ¿qué es la idiotez si no la falta de conciencia? allí, entre los límites del discernimiento, que en este tipo de casos son espacios amplios, se cuela la crueldad. Entonces uno como adulto debe intervenir. Es imposible enseñar con un reto lo que una vida de mal formación doméstica omitió. Pero mínimamente podemos evitar que lastimen a otros… eso sí, nada mejor que complementar las sanciones entre padres y estudiantes culpables. Yo no castigo individuos, sino familias. Porque suspendo indeterminadamente hasta que cumplan las condiciones pedagógicas que dispongo; difieren de caso en caso. Y si no cumplen, se sostiene la suspensión hasta que el menor quede libre. Lo único peor es cuando hipócritamente aparentan haber aprendido la lección. Cumplen mis requerimientos. Vuelven y reinciden. Allí es cuando procedo con las expulsiones. Todo, por supuesto, con la venia del director Agathos. Hace treinta años nos manejamos así y somos un establecimiento modelo- enseñó Ariel.

El preceptor maravillado asentía con la cabeza.

-          Al más mínimo atisbo de malos tratos, resolvelo así. Y solo si pasa a mayores me buscás directamente- aclaró el directivo.

-          Gracias profesor, delo por hecho, me ocuparé de la situación- acotó tímidamente el muchacho.

Volvió a su oficina, cerca del aula. Puso a hervir el agua en la pava eléctrica. Se preparó un mate cocido. Amargo. Se sentó y pensó… ¿debería hablar con el alumnado sobre lo que pasaba? ¿lo haría en general o particularmente con quienes correspondiese? ¿qué les plantearía? se tomó el tiempo necesario. Sonó el timbre del recreo de cinco minutos, durante el cual los chicos permanecían conversando en el pasillo, y resolvió proceder.

Salió, buscó uno por uno a quienes correspondía y les pidió que lo acompañen a su despacho.

Obviamente tal actividad se prolongó más allá de la duración del recreo, pero Bastián contaba con la venia de los profesores para retirar de las clases a estudiantes en casos así.

Había logrado individualizar a quienes excluían al nuevo e incluso alcanzaban a despreciarlo con determinadas actitudes. Si bien los malos tratos aún no escalaban, era un riesgo potencial cuya actualización tenía a su cargo impedir.

Con cada cual el diálogo era similar. Empezaba consultándoles sobre cómo se sentían con los estudios. Qué les incomodaba. Y a partir de allí preguntaba sobre las relaciones interpersonales. Esencialmente entre pares. Después, sobre el nuevo. En algunos casos la disconformidad se manifestaba directamente; en otros requería indagación. En el caso de las mujeres bastaba con hablar de las fiestas de quince. Todas las chicas invitaban a sus cumpleaños a todos los compañeros… excepto a uno. Lo que significaba tema de conversación suficiente como para evidenciar la mala conducta.

Los varones, en cambio, carecían de un denominador común. Por lo que el abordaje sería aún más casuista. El joven preceptor tendría el primer gran desafío de su carrera, para el cual emplearía todas sus herramientas pedagógicas.

Tras extensas pláticas con más de treinta jóvenes descubriría la fuente del conflicto. Un reducido número de varones se sentía intimidado por Esteban. Sin razón. Por eso lo hacían a un lado. Claro que no lo expresaron en esos términos, tampoco era necesario. Y era a raíz de ellos que se generalizaba una evasiva conducta grupal.

No tendría sentido hablar con todo mundo y sus familias para la resolución de la cuestión. Bastaría con trabajar la causa. Uno de aquellos chicos era aquel que en su momento cuestionó, burlonamente, si el nuevo estudiante sería “retrasado” por su diagnóstico psiquiátrico. Acto seguido el regente lo llevó a la dirección tomándolo por la oreja. Según entendía, en esa oportunidad se había cursado la advertencia correspondiente. Pero el resurgimiento de la conducta ameritaba algo más. Siguió el consejo de Ariel. Y tras una razonable justificación, notificó amablemente a cada muchacho sobre la suspensión que entraba en vigencia. No podrían reingresar al establecimiento por un plazo indeterminado. Al menos hasta que ellos y los adultos a su cargo cumpliesen con los requerimientos que oportunamente el colegio les enunciaría vía mail. Los efectos de la suspensión, en cuyo peor caso implicaría que quedasen libres y debiesen rendir la totalidad de las materias del año en las mesas recuperatorias de diciembre, subsistirían en tanto y cuanto tardasen en cumplimentar sus deberes.

Progresivamente, con los incitadores en penitencia, presumía que mermarían las conductas indeseables.

El hasta entonces desfavorable contexto social de la escuela, salvo por contadas excepciones, dejaba a Esteban solo y expuesto. Por lo cual admitió la sugerencia de su madre; debía frecuentar otros ámbitos donde hubiera jóvenes.

Justo frente al edificio al cual se habían mudado funcionaba un centro cultural. Ofrecía múltiples talleres para gentes de todas las edades.

Llamó particularmente su atención uno de ellos: radio para adolescentes, viernes a las 19:00 hs. Decidió inscribirse.

Por ser menor debía pedir autorización a Hilda:

-          Mami ¿te acordás que dijiste que me busque algún lugar para ir donde haya otros pibes?

-          Sí, pero no encuentro ninguno por la zona y sé que ir al gimnasio no te interesa- respondió ella.

-          Encontré uno, frente a casa. Es un taller de radio, justo tiene que ver con lo que estudio, pero necesito que me anotes vos porque solo no me dejan ¿puedo ir porfa? - consultó él.

-          Mañana a la tarde vamos juntos y te inscribimos- respondió.

La tarde siguiente cruzaron la calle e ingresaron al lugar donde fueron atendidos por dos recepcionistas. Quienes explicaron que los cursos eran gratuitos. Solo aceptaban donaciones a voluntad.

Completaron los formularios pertinentes y les explicaron que el curso ya había comenzado, pero el joven podía sumarse a partir de aquel viernes.

Aunque una hora antes iniciaban sus clases de piano, consideró que podría ingresar algunos minutos tarde al taller de radio. No incumpliría con ninguna de las actividades. Y así lo hizo.

Llegó tan entusiasmado como cansado a su primer encuentro.

Golpeó la puerta y una voz femenina autorizó el ingreso. Era la profesora.

Con ella yacía, alrededor de varias mesas juntadas, un grupo de quince jóvenes de distintas edades.

Quizás por tratarse de una actividad que todo mundo realizaba por placer, o por sus personalidades, o ambas, el clima era ideal.

Sin gente excluida, ni confrontaciones de ningún tipo, realizaban los ejercicios que la profesora indicaba. Reían, conversaban acerca de cómo fue la semana de cada quien ¡y hasta comían en grupo después del taller!

Empezaba a conformarse un nutrido grupo de amigos.

Y como en todo grupo, unos tienen más afinidad con otros que con el resto. Siempre pasa. Esta no sería la excepción. En aquel marco, Esteban se llevó especialmente bien con Héctor, Adriano y Emmanuel.

Los cuatro se encontrarían los fines de semana para mirar películas, jugar videojuegos y comer juntos.

Su madre había tenido razón.

Así, hasta el momento la agenda semanal cada vez estaba más repleta. Y aunque resultase de decisiones propias como estudiar piano, hacer un taller de radio y pasar tiempo con amistades; fueron tomadas sin contemplar que los programas de estudio del ciclo lectivo en curso imponían una mayor cantidad de temas y complejidades en comparación a los años anteriores.

De lunes a viernes ingresaba al colegio a las 7:20 hs. y cursaba hasta las 16:00 hs. Los malos tratos habían mermado y los responsables continuaban ausentes.

Martes y jueves a las 19:00 hs. iba con Aquiles al instituto de inglés, del cual salían a las 21:00 hs.

Los viernes tenía clases de piano de 18:00 a 19:30 hs. Y llegaba (corriendo) al taller de radio a las 19:45 hs. para finalizar a las 21:00 hs.

Todo esto sin contemplar el gusto adquirido por reunirse con amigos a pasar el rato.

Por un lado, contaba con su incondicional confidente Aquiles; y por el otro con Héctor, Adriano y Emmanuel.

Cada día en el colegio debía rendir algún examen y/o entregar algún trabajo práctico. No había noche en la cual se acostase antes de las 4:00 hs. de la madrugada. A veces amanecía con menos de dos horas de sueño. Pero el deber siempre cumplido, los exámenes preparados y los trabajos prácticos terminados. Las partituras estudiadas y los ejercicios de locución ensayados.

Había abandonado un solo hábito, ya no hablaba (tanto como antes) con la abuela.

Ella sabía por Hilda que su nieto estaba muy atareado. No tenía pretensiones ni reclamos, por el contrario, celebraba los progresos y la evidente sanación. Conversando con su hija no podía dejar de evidenciar cierto orgullo por su incidencia en la decisión de cambiar de colegio al muchacho:

-          Lejos de mí está el creernos perfectas. Pero que hicimos todo lo que pudimos por criar a tu hijo, nadie lo puede discutir ¡y si habremos resuelto situaciones extraordinarias! desde el día uno sostengo que no necesitás un macho… y vos encaprichada con el inútil de Eugenio. No servía para nada- comentó Sofía.

-          Sí mamá, es verdad, pero con un hombre al lado todo habría sido más fácil- respondió Hilda.

-          No necesariamente- sentenció la abuela.

Silenciosamente extrañaba el trato con su nieto. No era su hijo, pero lo había criado. Y, aunque cada vez más a la distancia, despedía al niño que cuidó mientras conocía al joven que formó.

A veces él la llamaba. Ella no. Evitaba ser invasiva y hasta le daba vergüenza.

Y cuando conversaban por teléfono, porque ella ya no podía moverse más allá de su casa, era el día perfecto. El tiempo apremiaba, pero aún escuchaba las melodías que Esteban practicaba a través del teléfono y se ponían al corriente.

Una de sus conversaciones versó sobre la nota que él encontró en su pupitre, al volver de un recreo. En un sobre cerrado que rezaba A:.L:.G:.A:.D:.U:. Lo abrió discretamente.

Miércoles 12 de septiembre de 2012

Estimado Sr. Aparicio, Esteban;

Tenemos el agrado de invitarle a Ud. y familia a nuestra próxima tenida blanca, a realizarse dentro de dos semanas, con fecha viernes 21 del corriente a las 19 hs. en el Palacio Kairós, sito en Av. Dante Alighieri 1242 de esta Ciudad de Buenos Aires. En ella expondrá la orquesta sinfónica Astor Piazzolla. Se interpretará un repertorio que entendemos, será de su agrado. Hasta entonces.

Saludos fraternos;

Norberto Politi, Gran Maestro de la República Argentina.

Inquieto por la extraña y algo invasiva misiva, resolvió guardarla e indagar luego. Tenía un día extenso por delante todavía.

Al volver a su casa contactó a Sofía. Ella fue reticente respecto de que el muchacho asistiera al evento. O más bien, que se acercase de cualquier forma a La Orden. Además, le disgustó la soberbia con que presumían que concurrirían:

-          Tu abuelo, el Sr. Katz, integraba ese grupo. Alcanzó uno de los grados más altos. Creo que ya lo sabías. Fue un buen hombre, un idealista que desde la política dio tantas batallas. La última quedó inconclusa. Hubo una disputa en la Patagonia por la cual se opuso a uno de sus mayores discípulos. Y cuando estaba a punto de resolverla, un accidente causado por una pérdida de gas nos lo arrebató. Me hacés acordar tanto a él… no quiero eso para vos. Sos libre de hacer lo que quieras, de más está decirlo, pero ya pasaste por suficiente. Permitite un freno mijito. No necesitás esto- espetó la abuela.

El muchacho también consultó con su madre, quien, contrariando a Sofía, siempre había querido conocer más a fondo aquella agrupación; aunque su propia madre se lo prohibiese tanto tiempo atrás. Otra muestra de que aquello que se prohíbe, en cierta forma, se fomenta. Se comprometió a acompañarlo, un poco para satisfacer sus propias inquietudes y otro tanto para cuidar de su hijo de catorce años.

Hasta el momento había un empate. Una persona aconsejó declinar la propuesta y otra aceptarla. Él no estaba seguro de qué quería. Pero había alguien más a quien recurrir.

Tras indagar en Internet y descubrir que tenida blanca significaba “reunión abierta al público” resolvió consultar con el profesor Ariel. Participar implicaba ausentarse a la clase de ese día, así como al taller de radio.

Resultó una decepción que el maestro plantease desconocer totalmente el tema:

-          La verdad no sé qué es La Orden, ni tenida, ni nada de eso. Tampoco es que me parezca un tema interesante, en lo personal. Yo no puedo decirte qué hacer. Ni corresponde. Pero me permito sugerirte indagar. Tanto como para convencerte a vos mismo sobre qué crees mejor. Ya no sos un niño, nadie decide por vos. Ahora lo mejor que podemos hacer quienes te queremos es acompañar tus propias decisiones- le dijo.

Prosiguieron la clase con normalidad.

Aquel fin de semana el chico siguió el consejo del maestro. Tras varias horas de lecturas entendió que había un sesgo de misterio por lo cual surgían tantas habladurías. “Que son satánicos”, “que hacen brujería”, y demás. Todo le parecía muy tonto. Y si fuere cierto, aunque estuviese en desacuerdo con aquellas prácticas, estimó que debiera descubrirlo por sí mismo. No limitarse a nociones impuestas por el chisme. Decidió ir.

Notificó sobre su ausencia al profesor y, sin dar explicaciones, al taller de radio.

Llegó la fecha consignada en la invitación.

Con su mamá se vistieron para la ocasión y partieron. Viajaron en subte.

Al ingresar al histórico edificio encontraron a cientos de personas en una inmensa sala de recepción. Flanqueada con altos muros cubiertos de cuadros.

Una araña dorada colmaba de luz cálida el lugar.

Tras unos cordones que limitaban el paso, a los pies de una extensa escalera de mármol, se encontraban diez hombres. Todos vestían trajes negros, corbatas negras y camisas blancas. Por sobre ello una especie de delantales los cubrían entre la cintura y las rodillas. Ostentaban medallas en sus sacos.

Pasaron los minutos y repentinamente otro caballero se presentó ante los invitados.

Corpulento, con el ceño fruncido y un prominente bigote planteó:

-          ¡Buenas noches a todos, distinguidos invitados! mi nombre es Simón Astudillo. Soy el Pro Gran Maestro de La Orden argentina. Fueron convocados a esta nuestra sede, para acompañarnos durante una velada colmada de arte y buen gusto. A continuación, quitaremos los cordones. Les pido por favor, tengan a bien subir las escaleras hasta su último escalón; no se detengan en los entrepisos.

El semblante del caballero no daba margen para la desobediencia.

Se cumplió la orden y, al terminar de subir, un salón aún más amplio e imponente que el anterior yacía ante todos con sus puertas totalmente abiertas.

Hacia el fondo del lugar había tronos de madera que se elevaban sobre una tarima.

En el medio una especie de tablero de ajedrez coronado por un tipo de altar.

En los laterales, asientos donde acomodarían al público. Al hallarse todos donde debían, ingresaron las autoridades del lugar. Todos varones. Conducidos por uno entrado en años. Lucían las mismas vestimentas que los diez de la recepción. Subieron a la tarima y tomaron sus sitios. El señor mayor que conducía al resto se acomodó en el trono central.

Tomó, nuevamente, la palabra Astudillo:

-          Gracias por acompañarnos en esta ocasión, estimados invitados, hermanos entre el público, autoridades de La Orden y en especial al Gran Maestro, Dr. Norberto Politi, para quien pido un aplauso.

Los asistentes aplaudieron, y aquel caballero entrado en años se puso de pie, ofreció una tímida reverencia mientras sonreía y se volvió a sentar.

Continuó el Pro Gran Maestro:

-          Ahora recibamos cálidamente a la orquesta sinfónica Astor Piazzolla.

Ingresaron al salón al menos veinte artistas con sus instrumentos. Se acomodaron sobre el pseudo tablero de ajedrez e iniciaron la muestra.

Tras una hora de interpretaciones el espectáculo concluyó.

Madre e hijo se retiraron con más preguntas que respuestas ¿quiénes eran esos hombres? ¿por qué vestían así? ¿y las medallas? ¿qué habría en los tantos lugares a los que se podía acceder desde la magnífica escalera de mármol? el entusiasmo de ambos se percibía a flor de piel.

Durante los últimos meses la situación económica de la abuela había empeorado. Su jubilación mínima era solo suficiente para costear gastos fijos, sin contemplar ni siquiera alimentos. Por ello, su hija y su nieto le llevaban semana por medio montones de provisiones.

Por decisión de ella no permanecían mucho tiempo en el lugar. Insistía, y era cierto, con que el barrio era peligroso.

El procedimiento era siempre igual.

Llegaban en taxi. Hilda permanecía en el vehículo para asegurarse de que este no se fuera (porque ningún chofer quería estar demasiado tiempo allí), la abuela les tiraba las llaves desde el balcón, Esteban las tomaba, abría la puerta, subía rápidamente las escaleras, dejaba las bolsas con mercadería sobre la mesa de la sala de estar; y volvía tan de prisa como podía con su madre.

Sofía ya no podía visitarlos por sus dificultades motrices y las llamadas telefónicas, aunque cada vez más distantes, eran un hábito arraigado. El único problema era que el viejo teléfono de línea de la señora ya no funcionaba bien, el tono se cortaba o a veces ni siquiera sonaba. No usaba celular. Por lo que su hija procuraría cambiárselo. La ocasión perfecta sería la celebración de su cumpleaños. La fecha exacta era el viernes 21 de octubre de aquel 2012. Pero se reunirían, sin importar que la anfitriona no quisiera, en su casa el domingo 23.

No obstante, por supuesto, la llamaron reiteradamente durante el día viernes. No respondió, evidentemente por el teléfono descompuesto. En dos días la sorprenderían con una inesperada visita, una torta y, entre los varios regalos, su nuevo teléfono.

-          Si queremos que sea una fiesta sorpresa no podemos pedirle las llaves, vamos a entrar con esta copia que me dio por si alguna vez había una urgencia. No me gusta usarla, pero es la única forma- indicó Hilda a su hijo.

Fueron en taxi.

Esta vez la madre no permaneció en el vehículo. La abuela no arrojó las llaves. El muchacho no las recogió ni corrió por las escaleras.

Ingresaron en silencio, con decenas de paquetes, a la modesta y antigua casa.

Subieron las escaleras cuidadosamente y golpearon la puerta que daba a la sala de estar.

Esperaron a que Sofía abriera. O preguntase quién era.

Pasaron varios minutos y concluyeron que quizás estaría en el baño. Por lo que no escucharía los golpes a la puerta. No había timbre. Siguieron esperando.

Quizás se estaba bañando…

Tras diez minutos, Hilda resolvió ingresar. En primera instancia se accedía a una sala de estar. Desde la cual, hacia la izquierda estaba el dormitorio mientras a la derecha la cocina y el baño.

-          Vos fijate si la puerta del baño está cerrada. O escuchás algún ruido por allí. Andá llamándola y diciendo que somos nosotros por si acaso, así no se asusta. Yo voy para el dormitorio. Puede haberse quedado dormida- ordenó a Esteban.

El joven obedeció.

-          ¡Ma, acá no hay nadie! - espetó a su madre.

-          Lo sé- respondió ella.

Era una de esas ocasiones en las cuales nadie puede prever cómo reaccionará. La única certeza fue que no tenían nada que celebrar. El nuevo teléfono ya no serviría para nada.

Tantos actos de amor, contención y enseñanzas se convirtieron en legado.

La abuela Sofía estaba allí. En su cuarto. En su cama. Sin vida.

En la mesita de luz había una carta consignada “Para Esteban”. La guardó en sus bolsillos.

No supo más que llorar y pedirle a su hijo que la acompañe hasta la vereda. Todo era demasiado. Estaba en shock. No alcanzó a pronunciar palabra alguna hasta que el chico, estupefacto, intentó volver a entrar.

Hilda lo detuvo:

-          La abuela no está allí, hijo- expresó en un susurro. Mientras sus ojos se colmaban de lágrimas.

Esteban entendió todo. Mantuvo la compostura. Lejos de coincidir en el colapso emocional permaneció consolando a su madre y llamó a la policía.

El resto del día no fueron más que trámites burocráticos…

Todo mundo respetó el tiempo que la aún más disminuida familia precisó por luto.

Cuando el estudiante volvió al colegio fue recibido por el preceptor. Desayunaron en su oficina, mate cocido y galletitas de vainilla. Fue una conversación distendida, sobre ningún tema puntual. Al finalizar, Bastián sacó de su escritorio una pila de fotocopias:

-          Estos son apuntes de tu compañero Aquiles, sobre lo visto en cada materia durante las últimas clases. Me los ofreció por su propia cuenta y coincido en que es buena idea que los tengas, para que despacito te pongas al día- dijo al joven.

Recibió los papeles de buena gana, dio las gracias e ingresó al aula.

Para su sorpresa, también se habían reintegrado quienes anteriormente motivaban su exclusión. Aunque lo miraban con un gesto amenazante prefirió ignorarlos. Confiaba en que las autoridades del colegio habrían hecho lo necesario para no volver a la situación anterior.

Se sentó al lado de Aquiles, quien lo contuvo en cada momento. También le agradeció por el buen gesto de prepararle copias de todo lo visto recientemente.

Los días transcurrieron con normalidad hasta que, sin razón, los estudiantes reinsertados en el curso tras sus suspensiones propinaban cometarios ofensivos. En cualquier circunstancia. Incluso fuera de contexto. Pero el ensañamiento era evidente.

-          ¿Por qué no te defendés boludo? si no hacés nada te van a seguir pasando por arriba- preguntó su amigo.

Esteban respondió:

-          Ya di un montón de peleas, Aquiles. Hace mucho tiempo me defiendo. Esto no es nada. Hubo cosas peores ¿y sabés qué pasó cuando intenté defenderme? nada. Contrariamente a lo esperado, todo empeoraba. Por primera vez en esta vida de mierda las cosas iban bien. Y la perdí a ella… no tengo fuerzas.

El chico, inmerso en un estado de indefensión absoluta, rompió en llanto. Aquel que no pudo permitirse frente a su desmoronada madre.

Tanta angustia retenida tanto tiempo no hizo más que imponerse en el peor momento posible.

Alrededor los compañeros reían. Disfrutaban la escena. Mientras Aquiles lo abrazó:

-          Tranquilo. Está bien que fluyan las emociones. Mi viejo siempre dice que, si lo sentís, sea lo que sea, está bien.

Soltó a su amigo y sin mediar palabra le rompió la nariz a uno de los burlones.

Permaneció firme frente al resto mientras el herido sangraba y pedía ayuda.

-          ¿Qué les pasa que ya no se ríen? ¿no es graciosa una nariz rota? ¿y por qué sí el llanto de Esteban? la próxima que anden con sentido del humor… les cuento otro chiste. Giles de mierda.

Esteban presenció la escena exhorto. Volvió a agradecer al joven por otro noble gesto.

Nadie más lo molestó. Al menos por un tiempo.

Cuando Aquiles, un día, faltó al colegio, los agresores encontraron oportunidad para darse gusto. La mañana inició con los ya conocidos comentarios insultantes. Mas las hostilidades se agravaron a lo largo de la jornada. Las últimas horas del día tenían educación física. Los varones tenían clases con un profesor y las alumnas con una profesora. La consigna para los primeros consistió en que la mitad trotase alrededor del gigantesco patio indeterminadamente mientras los demás realizaban series de abdominales ordenadas por el docente. Prosiguieron con ello.

Mientras los abusadores integraban el grupo que trotaba, Esteban permaneció con el otro haciendo abdominales.

En aquellas circunstancias los comentarios, cada vez peores, se convirtieron en agresiones físicas. Pasaban por donde estaba el muchacho y lo golpeaban en la cara. Él no reaccionaba. No sabía qué hacer. Y antes de que dilucidara cómo proceder un estruendoso grito paralizó a todos.

-          ¡¿Qué mierda están haciendo?! - exclamó el regente.

Se acercó con pasos firmes a uno de los agresores. Le pegó un cachetazo:

-          ¡Ríanse! - ordenó a los demás- ¡ríanse como si su permanencia en el colegio dependiera de ello!

Nadie podía creer lo que veían. El directivo tomó a otro de los agresores fuertemente del brazo e indicó al resto que los acompañen. Mientras el director observaba todo desde la puerta de su oficina, a donde se dirigía Ariel con los estudiantes.

La clase concluyó y aún se desconocía qué ocurriría con los castigados. Hubo quienes permanecieron después del horario de clases esperando novedades. Esteban se retiró.

Al día siguiente, otra vez desayunó en la oficina con Bastián y, en esta oportunidad, también con el regente:

-          Perdón por lo que viste ayer. No está bien que un docente agreda a estudiantes. Pero es importante que entiendas cuánto nos importa tu bienestar. Somos conscientes de lo que atravesaste. Y, aunque mis modos sean cuestionables, te prometo que este colegio jamás va a permanecer de brazos cruzados mientras haya bullying- indicó quien, además, era su profesor de piano.

Prosiguió Bastián:

-          A los chicos que te venían molestando desde hace tiempo les advertimos sobre la nocividad de sus conductas. Continuaron. Después los suspendimos. Tanto ellos como sus familias cumplieron con las condiciones para sus reingresos. Y así como volvieron repitieron el error. Por eso, tras lo ocurrido el día de ayer, toda la dirección del colegio acordó unánimemente disponer sus expulsiones. No tenés que preocuparte más por ellos.

Agradecido, el muchacho manifestó su sensación de tranquilidad y volvió al aula. Era una pequeña victoria entre tantos desafíos. Estaba protegido.

Aquiles celebraría tanto como Esteban la resolución de los directivos respecto de los hostigadores. Pero seguía percibiendo su angustia. Procuró animarlo. Entonces le planteó:

-          Mirá, yo cumplo años ahora a fines de octubre. Creo que vos a principios de noviembre ¿te gustaría celebrarlo juntos?

-          ¡Obvio, le avisó a mi mamá y lo coordinamos! - respondió su amigo.

Ese mismo día, al regresar a casa hablaría con Hilda. Comentó la propuesta del compañero y sus ganas de aceptarla. Pero debían organizarse con los padres de él sobre gastos y demás. Indicó a su hijo que diera su número de celular, así la podían llamar.

En el transcurso de la semana fue contactada por Tito “el mariscal” Dionisio, padre de Aquiles. Resolvieron costear a medias un almuerzo con algunos compañeros de sus hijos.

Algo de aquel hombre generaba incertidumbre, pero no le pareció necesario preocuparse por ello.

Muy paulatinamente, si se prestaba la suficiente atención, en algunos momentos se podía percibir cierta mueca en la boca de Esteban. Intentaba volver a sonreír. Pero parecía costarle.

La tristeza del muchacho halló resguardo en los ánimos del otro cumpleañero.

Con él y no más de diez compañeros compartieron el festejo. Comieron hamburguesas, papas fritas y toda clase de golosinas. Las conversaciones fluían y el bullying se evidenciaba cada vez más como un problema resuelto. Era uno más del grupo. Sin miedos, sin necesidad de defenderse o hacer oídos sordos. Podía relajarse, por fin.

Participaron del almuerzo sus compañeros del taller de radio, Héctor, Adriano y Emmanuel. Que, aunque no eran del colegio, Aquiles no tenía problema con que estuvieran allí. De hecho, parecía contento de ver bien a Esteban.

Héctor se comió siete hamburguesas completas y no dejaba de preguntar a los demás por qué tan tímidos “con el morfi”. En tanto Adriano y Emmanuel permanecían ruborizados.

Mientras, los padres conversaban.

-          A mi esposa le habría encantado presenciar este vínculo. Digo, la amistad entre nuestros hijos me parece enternecedora. Hay hermanos que desearían llevarse tan bien como ellos- planteó Tito.

Hilda no respondió. Regalaba una risa forzada y asentía mientras continuaba sintiendo algo de incomodidad al lado del curioso hombre.

Una hora más tarde servirían la torta. Tres capas de bizcochuelo de vainilla intercaladas con crema chantillí y frutillas. Sobre todo, había una cobertura de chocolate. Y dado que ambos jóvenes cumplían quince años; serían treinta las velas que coronarían aquel postre.

Héctor pasó el dedo sobre la superficie, desesperado por probarlo. Todos se reían. Incluso él, mientras degustaba.

Instantes antes de que iniciaran el tradicional cántico llegó el profesor Ariel. Saludó cordialmente a Hilda, a Tito y a ambos cumpleañeros. El resto de los chicos, excepto por los que no estudiaban en el Poixi, parecían temerle.

Pidieron los deseos y soplaron las velitas.

Aunque lo único que Esteban verdaderamente quería no era posible, entendió que aún podía desear otras cosas en la vida. Recordó a su abuela…

-          (…) estaré presente siempre que así lo elijas (…)- le dijo alguna vez.

El mejor tributo a alguien que amamos es recordar sus lecciones. Y esta era una de ellas.

Entonces empezó a sanar esa herida, hasta entonces abierta.

Dentro del sobre que Hilda había encontrado en la mesita de luz de su madre, aquel funesto domingo, había cien dólares, con los cuales compraría el regalo para su hijo. El último de parte de su abuela.

Acercaron una gigantesca caja al muchacho. Al abrirla se oía un gimoteo. Era una cachorra de bulldog. Sana y regordeta.  Él la alzó, acercó a su rostro y ella lo lamió. Sería su primera mascota.

El regente quiso, discretamente, pagar la totalidad de la cuenta como regalo para los estudiantes. Mas se sorprendería al oír que estaba paga. El cajero señaló al padre de Aquiles. Se dirigió hacia él y le dijo:

-          Tito “el mariscal” ¿correcto? agradezco el gesto, pero por favor permítame reintegrarle el gasto- mientras la madre de Esteban escuchaba.

-          Yo le agradezco a usted, profesor, pero de ninguna manera. Para mí es un gusto hacerle este modesto presente a nuestros hijos- respondió Dionisio, mientras miraba a Hilda.

-          Gracias. Aunque no era necesario. Le transferiré la mitad- se limitó a aclarar ella.

Imperaba cierta tensión en el ambiente que solo el griterío de los chicos apaciguaría. Quienes decidieron llamar Sofía a la perrita.

Los padres pasaron a retirar a sus hijos.

En cuestión de minutos permanecerían en el lugar ambos cumpleañeros, Hilda, Tito “el mariscal” y Ariel.

Conversaban sobre el colegio hasta que “el mariscal” miró su reloj:

-          Disculpen, pero a la noche, en casa, le haremos una cena familiar a Aquiles y deberíamos partir para llegar con los preparativos. Gracias por todo.

Sin dejar de agradecerle a él, los otros dos adultos en el lugar insistirían con que devolverían cuanto pagó por demás, aunque valorasen el buen gesto.

Los chicos se despidieron con un abrazo.

Ariel llevó a Esteban y a su madre hasta la casa. Ella lo invitó a pasar para merendar, pero él (gentilmente) declinó la propuesta.

Durante el resto del mes, el desempeño del chico mermó. Quizás no pudo soportar tantas presiones por tanto tiempo, lo desestabilizó la pérdida de Sofía, o fue solo cansancio. Tal vez una conjunción de todo. Pero nadie le reprochó y, por el contrario, acompañaron su proceso de readaptación a una rutina que parecía superarlo.

Desaprobó exámenes y debería rendir algunos contenidos en diciembre.

En lugar de ello, optó por homenajear a su abuela en el concierto de piano de fin de año.

Ya no estaba quien le había enseñado sus primeras lecciones, lo había contenido, formado y guiado tanto. Incluso podría decirse que ella lo salvó.

Esteban interpretó “Adiós Nonino” en el escenario. En cada nota reflejó cuánto sentía la pérdida. Una para la que nadie está preparado. Las imperfecciones técnicas en la digitación fueron insignificantes, las partituras eran opacadas por una inmensa emotividad impresa en su melodía. Todos aplaudieron. Él reverenció al público con lágrimas en sus ojos. Bajó del escenario y se sentó junto a su madre.

Había sido un mal año, frente al cual todos habían hecho lo mejor posible. Terminó al fin.

Capítulo 4: 2013

“Los hombres pasan, las ideas quedan y se transforman en antorchas que mantienen viva a la política democrática”. Raúl Alfonsín.

Aquellas vacaciones, lejos de significar un descanso; resultaron un extenuante tiempo de estudio. Con mucho sacrificio, siguiendo el método hasta entonces aplicado, preparó programa por programa cada materia. Eran solo dos. Tenía la certeza de pasar a cuarto año. Rendiría a fines de febrero, pero prefirió prevenir que curar. Tanto como para obsesionarse con su plan de estudios personal y aprender cuanto debía hasta el más mínimo detalle. Quería iniciar el próximo ciclo lectivo desde cero. Hoja en blanco. Y no era para menos tras todo lo ocurrido.

En sus ratos libres leía. Decidido a convertirse en un hombre culto optó por diversos materiales. Entre otros, política e historia. Y particularmente, argentina.

Formarse lo inquietó. No podía conocer sin sentir. Tomaba partido por unos u otros en cada suceso del que se informaba. Se interiorizó sobre el rol de los partidos políticos en la historia nacional contemporánea y desarrolló afinidad por uno: la Unidad Ciudadana Reformista.

Oportunamente aprobó los exámenes pendientes y concentró todas sus energías en continuar el incipiente año con el pie derecho.

Como siempre, asistiría a sus clases de piano donde, además de estudiar, conversaba con su profesor. Desde la pérdida de la abuela, el interés por su estudiante se profundizó. Antes de evaluarlo sobre sus prácticas semanales compartían quesos, fiambres y limonada. El muchacho le contaba sobre cómo iba en los distintos ámbitos. Por lo cual, naturalmente, planteó su reciente simpatía partidaria. Así como su interés por militar en política.

Ariel observó:

-          Me parece muy bien que te formes y tengas una postura propia. Lamentablemente no es lo más habitual en los chicos… y tampoco grandes, hoy en día. La gente es cada vez más estúpida. Pero bueno, al margen; el director Agathos este año se retira.

-          ¿Pero no es demasiado joven? - preguntó el chico.

-          En efecto. Pero no abandona por edad, si no por incompatibilidades. Él es, precisamente, un dirigente del reformismo porteño. Y va a ser candidato en las elecciones de octubre. Su puesto en el colegio va a quedar a mi cargo. Si querés puedo hablar con él para que conozcas mejor la política desde adentro. A título personal, nunca quise involucrarme, aunque comparta tu afición; ni lo recomendaría. Pero como te dije más de una vez, nadie puede decirte qué hacer. Lo más sano, para mí, es que vivas tus propias experiencias- ilustró Arrazabal.

Y así lo acordaron. Las clases iniciaron con un nuevo director, quien coordinó con el anterior la participación del muchacho en política.

El ciclo lectivo comenzó con normalidad. Ya no había alborotadores por los cuales preocuparse y el trato con todos era de lo más ameno. Allí compartía las jornadas con su amigo Aquiles. En cuanto Bastián y Ariel permanecían atentos sobre todo el alumnado y, en especial, su joven amigo.

En el taller de radio se reencontraría con Héctor, Adriano y Emmanuel. Durante el verano, el primero de ellos había engordado excesivamente. Pero se lo veía feliz.

Cada viernes llegaba apurado y tarde, tras terminar la clase de piano. Nadie le reprochaba porque era algo consensuado con la profesora. Durante algunas horas practicaban ejercicios de locución.

Recibieron la grata sorpresa de que todo el aprendizaje consumado tendría oportunidad de exponerse. Porque a partir de septiembre tendrían su propio espacio en una emisora local.

Dividieron sus funciones en el programa y, aunque la mayoría quería que Esteban fuera el conductor, al notar que Adriano también lo quería, decidió cederle el lugar. Él, en cambio, optaría por ser el columnista de política. Héctor hablaría de gastronomía y Emmanuel de fútbol.  

En relación a ello, por aquellos días recibió un llamado de su ex director, Timoteo “el griego” Agathos.

-          ¿Cómo estás Esteban? espero que bien- saludó el político.

-          ¡Hola Timoteo! todo bien por suerte. Gracias por preguntar- respondió el chico.

-          Me alegro. Yo extenuado de trabajo. La política es aún más demandante que la docencia. Siento no haber tenido oportunidad de despedirme. Pero con la conducción del colegio estimamos óptimo que iniciara el período lectivo en curso con el nuevo director ya instalado en el cargo. Ariel es un excelente colega educador, con quien he trabajado durante décadas. Seguramente tendrá una gestión impecable. Como lo hizo desde la regencia. En la historia del colegio nunca hubo índices de buen comportamiento tan altos. Y cuando no los había… ya sabés como se maneja él. Siempre secundé sus decisiones en cuando a la disciplina. Pero yendo a lo que nos atañe… me indicó que te gustaría conocer más de cerca la política ¿es verdad? - interpeló Agathos.

-          ¡Sí, por favor! no sé qué debería hacer, ni dónde ni cómo. Pude leer un poco pero nunca me metí- dijo Esteban.

Timoteo indicó un día y horario. Lo recibiría en su comité.

Al llegar al lugar, encontró un magnífico portón rojo, con ventanales, abierto de par en par. En los vidrios la letra imprenta ilustraba “Unidad Ciudadana Reformista”. Dentro, sentadas en círculo, había al menos cincuenta personas.

El muchacho ingresó tímidamente. La reunión no había empezado y cada quien conversaba con sus conocidos.

De repente lo interceptó su preceptor, quien también militaba allí:

-          ¡Que bueno verte acá, Esteban! “el griego” dijo que te querías sumar. Yo estoy a cargo de organizar a los pibes. Básicamente la militancia política tiene dos grandes aspectos. Que son juventud y mayores. Hasta los treinta años integrás al primer grupo; aunque podés ayudar en actividades de los demás. A partir de esa edad contás como mayor y ya no intervenís en lo que hacen los más chicos. Eso, que digamos como primer pantallazo- explicó Bastián.

-          Perfecto ¿y concretamente qué se hace acá? - preguntó el chico, confundido.

-          Hay varias cosas. Lo de hoy se llama plenario. Es una reunión de vecinos para debatir un poco sobre todo y pensar, especialmente, qué hacer respecto de los problemas del barrio. Pero también hay movidas por fuera del comité, actos, ollas populares… de todo. Vos podés elegir qué hacer también. Si pensás alguna actividad que creas que puede sumar. Eso es lo lindo de la militancia política. No hay ningún manual. La hacés vos mismo día a día- concluyó el preceptor.

El chico escuchaba atentamente.

-          Entonces si quisiera, por ejemplo, abordar una cuestión específica solo debería pensar una forma eficaz y coordinarla con vos ¿no? - preguntó Esteban.

-          Sí, conmigo, con Timoteo… con el grupo en general. Militar es eso, resolver los problemas de la gente entre todos.

Pronto inició el plenario donde el joven fue formalmente presentado.

Conversaron durante horas mientras tomaban mates con facturas. Por momentos el debate era sobre economía. Después seguridad. También educación y, por último, aunque no menos importante, desarrollo social.

Un encuentro fascinante del cual partió con ideas en el tintero. Posteriormente pidió una reunión con Bastián para compartírselas. Estaba ansioso por empezar a hacer política. En un recreo coincidieron. Acomodados en el despacho del preceptor, planteó:

-          Vos sabés claramente mucho de lo que atravesé. Tanto en el colegio anterior como acá. De hecho, sin tu ayuda y la del director Arrazabal me seguirían golpeando en el patio. Pero tuve suerte. No todas las víctimas de bullying tienen profesores atentos que los defiendan. Por lo que se me ocurrió, y quizás sea una pavada, que podríamos coordinarnos en el comité para estudiar la problemática, abordarla, visibilizarla y hacer algo al respecto.

-          ¡Es brillante! - exclamó el correligionario - organicemos una primera reunión, llamemos especialistas, indaguemos qué soluciones ofrece el estado y complementémoslas.

Acordado el eje sobre el cual versarían los primeros pasos militantes del muchacho, notó que su interlocutor tenía algo más por decir.

-          Necesito pedirte ayuda con algo, Esteban- dijo- la mayoría de tus compañeros están teniendo dificultades con algunas materias. En tu caso, por ejemplo, matemáticas y físico- química; pensé en que armemos un grupo, con quienes quieran, para quedarnos un día a la semana después de clases practicando lo que le cueste a cada quien. Osea que alguien podría explicarte matemáticas y físico- química, después vos podrías ayudar a alguien con lengua y literatura, por ejemplo, que la rompés ahí, o con historia ¿te animarías? lo consideraré un favor personal.

-          Dalo por hecho, lunes y miércoles después de clases contá conmigo- concluyó Esteban.

Programaron los encuentros para cada lunes después de clases.

De más de cuarenta estudiantes permanecerían en el lugar menos de quince. Pero bastaban para abarcar todas las materias. Quien no supiera sobre alguna, ayudaría en otra.

Aquiles, como casi todos los demás, no lograba analizar sintácticamente una oración. En aquel año de la secundaria habían alcanzado el mayor nivel de complejidad de análisis y muchos corrían riesgo de desaprobar la materia.

El único de los presentes que entendía el procedimiento sería su amigo. Acompañado por Bastián se instaló una tarde en el pizarrón. Todos analizaron conjuntamente las más de treinta oraciones que la profesora había ordenado como tarea. Y paso a paso el muchacho les explicaba el por qué. Cuando, aunque sea uno solo no entendía o tenía dudas, todos se detenían para intentar responderlas. Fue en todo sentido del concepto, nivelar para arriba.

Otra oportunidad, a cargo de Aquiles, versó totalmente sobre físico- química. Desarrollo y resolución de las fórmulas, así como de sus variables, para cada caso concreto. Como habían hecho anteriormente, una explicación pormenorizada de cada etapa del proceso y las dudas que pudieran surgir.

Más chicos desarrollaron exposiciones sobre biología, inglés, antropología y sociología.

Al cabo de un mes acompañándose el grupo había alcanzado un desempeño equilibrado en todas las disciplinas. Por lo que nuevos participantes se incorporaron a la propuesta.

Era un logro indiscutible para el joven preceptor, aunque no el primero tras su exitosa intervención en el caso de bullying.

Cada vez que fuera felicitado, destacaría que el verdadero mérito era de los estudiantes organizados que se ayudaban entre sí.

Los vínculos se fortalecieron tanto como para no limitarse solo al abordaje de tareas y preparación de exámenes; sino merendar juntos, compartir charlas sobre lo que pasaba semana a semana e incluso debatir sobre política.

Mientras tanto, los martes y jueves, tras asistir con Aquiles a sus clases en el instituto de inglés, tendrían reservado para sí el tiempo que llevase caminar hasta sus casas. Parecían, adrede, hacerlo cada vez más despacio. Se notaba cuánto disfrutaban su compañía.

A pesar de la confianza suscitada con el grupo de estudios, nada se equiparaba a la amistad que habían gestado ambos jóvenes.

Los viernes tras las clases concurría a la academia de piano, donde el flamante director Arrazabal continuaba evaluando sus progresos semana a semana. Y no solo en cuanto interpretación de melodías y digitación de partituras. Desde la pérdida de Sofía, Esteban buscaba aquella guía en él. Y, extrañamente, el arisco profesor lo permitía. Se preocupaba por el chico, por sus amistades, sus estudios, sus inquietudes… su crecimiento.

Al finalizar corría las pocas cuadras que había hasta el taller de radio conde se encontraba con sus compañeros Héctor, Adriano y Emmanuel. Pronto empezaron a preparar el programa.

-          Por lo que habíamos acordado yo conduciré y ustedes tendrán sus columnas, anotemos qué comentarán en ellas- planteó Adriano.

-          Morfi- indicó terminantemente Héctor.

-          Vamos a charlar todo lo que tiene que ver con partidos de la “A” nacional- se explayó Emmanuel.

-          En mi caso política- dijo Esteban.

Sus compañeros prosiguieron asumiendo distintas materias.

Cuando le preguntaron sobre qué formato y contenido específico tenía en mente, Esteban planteó que estaba militando en un comité cuyo referente era un próximo candidato legislativo. Podrían entrevistarlo. Todos asintieron, era una excelente propuesta.

En su primera emisión, los jóvenes tuvieron su debut periodístico en radio dialogando con “el griego”. Cuya conversación fue de casi una hora. Abordaron todos los temas y alcanzaron picos de doscientos oyentes ¡mucho más de lo que esperaban!

El programa se transmitía por una radio barrial de Almagro los sábados a la mañana.

Y tras realizarlo, el grupo de amigos partía a la casa de alguno de ellos para compartir el almuerzo, jugar a las cartas y salir a pasear. Pasaban todo el día juntos.

A veces también invitaban a Aquiles. Con quien todos se llevaban bien, aunque Emmanuel no desaprovechaba oportunidad para lanzarle alguna mirada desafiante.

Entre tantas cuestiones que conversaban, Esteban planteó:

-          Me gusta la militancia partidaria, pero siento que no es para todos. Son muchos más los chicos que querrían hacer política, pero no encuentran dónde porque no quieren quedar pegados al reformismo, o al parinismo, o a la izquierda o a la derecha. Voy a proponerle al director que armemos un grupo de debate en el colegio. Algo de estructura horizontal, donde acordemos tópicos, todo el mundo pueda decir lo que quiera, y podamos debatir entre alumnos, con docentes, directivos, administrativos, personal de maestranza. Que todo mundo pueda hacer política sin la necesidad de ingresar a un partido. Quizás también de todo lo que hablemos podemos lograr soluciones concretas para algo.

Todos se comprometieron a acompañar la iniciativa. No tanto por esta en sí, sino más bien por apoyar a su amigo y el entusiasmo que reflejaba el tono de su voz.

Aunque hasta entonces, por la campaña política ya iniciada, no pudieron articular el inicio de la Comisión Antibullying; la pasión del muchacho por la militancia subsistía intacta y de igual manera la fuerza de sus iniciativas.

El lunes siguiente a plantear la idea del grupo de debate a sus amigos, se dirigió a Bastián y, acompañado por este, al director Arrazabal. Quienes admitieron la propuesta tras algunas interrogantes. Acordaron llamarlo Foro Poixi. Se reunirían mensualmente y quienes participasen debatirían sobre temas previamente consentidos. Todo, en el marco de la minuciosa vigilancia de Ariel, quien estaría presente en todas las sesiones.

La primera, con una escueta asistencia limitada a poco más que sus amigos personales, bastó para dar los primeros pasos de formato autorregulado. Sin mayores controversias resolvieron qué temas tratarían próximamente. Siendo septiembre, restaban dos encuentros antes de finalizar el año. Los cuales utilizaron para cimentar un contundente reinicio formal en marzo del año siguiente.

Dado que en octubre se celebrarían los comicios y su ex director era candidato, entendieron que era una buena oportunidad para que expusiera al alumnado sobre su experiencia.

Al margen de su amistad con “el griego” Agathos, Arrazabal entendió más sensato convocar también a representantes de otros partidos políticos. Por lo que la idea de una exposición mutó en un debate.

Las elecciones eran el domingo 20 de octubre. Por lo que la fecha para la exposición se coordinó para el lunes 14.

Allí se encontraron representantes del reformismo, del PIR, del parinismo y de la izquierda. Moderó el director Arrazabal, asistido por Esteban.

Imperaron las hostilidades y chicanas durante todo el intercambio. Algo a lo que lamentablemente la dirigencia política argentina nos tiene sobradamente acostumbrados. Pero, en el último segmento de exposición adjudicado a cada disertante, Timoteo planteó una innovadora premisa:

-          No les pido que voten por mí. Sino por aquel que sientan que los pueda representar mejor. Solo voten por favor. Hacer una campaña exitosa no necesariamente implica ganarla. Porque quien logre canalizar la voluntad de un 10% del electorado, aunque pierda contra quien alcance un 50% meramente ocasional, tuvo más éxito. Sus votos están fidelizados, los del “ganador” no. Allí radica la diferencia entre ganar una elección y tener éxito en la misma. Obvio que lo mejor es hacer coincidir ambos fenómenos. Pero, en suma, mi razonamiento es que ganador hay solo uno, pero contendientes exitosos podemos ser todos… en la medida que lo hagamos con honestidad intelectual. Muchas gracias.

No todos los jóvenes lograron comprender la profundidad de la idea. Pero sí muchos. El aplauso fue unánime y hasta los demás candidatos suscribieron.

Aquel domingo tuvo lugar una intensa jornada electoral. Esteban fue fiscal de mesa y, tras cumplir sus deberes, se reunió con sus correligionarios en el comité. Hacia las 21:00 hs. se habría confirmado el triunfo del reformismo y, en particular, de Timoteo, quien asumiría en diciembre como legislador porteño. El resto de la velada celebraron y brindaron con él.

El 2013 finalizaba sin contratiempos. Por lo que el chico se concentró en la preparación de su interpretación para el concierto de la academia. Esta vez optó por un género, para él, inédito. Tocaría “Love of my Life” de Queen en el piano.

A pesar de ciertas irregularidades técnicas en la digitación (que no pasaron desapercibidas para el profesor), la ejecución del muchacho era muy sensible. Reflejaba una inquietud incipiente. El primero en notarla, Ariel, decidió no tratar la cuestión a menos que el alumno la planteara.

Una vez en el escenario, sus dos invitados también notaron la agitación emocional… romántica. Naturalmente allí estaba Hilda, acompañando a su hijo. En esta oportunidad con Aquiles, quien nunca había escuchado a su amigo. Quedó fascinado y fue quien inició la ovación de pie, tras la reverencia del artista al público.

Si bien Hilda despreciaba, sin razón, al padre del joven; él por el contrario le simpatizaba. Por lo que, entendiendo cuánto bien se hacían entre sí los muchachos, lo invitó a cenar con ellos.

Antes de empezar a comer, aquella noche, Aquiles alzó su copa:

-          Quiero agradecerles por invitarme. A usted señora, la felicito por el extraordinario hombre al que me honra llamar amigo. Y a vos, Esteban, te quiero mucho.

Sonó el brindis. Sería la escena perfecta para consagrar un año más creciendo juntos.

Capítulo 5: 2014

“El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada”. Gustavo Adolfo Bécquer.

El proyecto iniciado durante el 2013, denominado Foro Político, afianzó (aún más) el vínculo entre Aquiles y Esteban. Además, se formó un grupo de estudiantes con inquietudes políticas y, de vez en vez, afinidades partidarias. Las cuales lejos de producir discordia alguna, estimulaban la búsqueda de coincidencias para el abordaje de distintas problemáticas. Un ejemplo de que, quizás, sean cuales sean las diferencias, lo importante es la voluntad de trabajar sobre ellas.

Así durante enero y febrero de 2014 resolvieron emprender una iniciativa extraordinaria. Además de las sesiones regulares confeccionarían su primer proyecto de ley. Uno mediante el cual pondrían a disposición de los jóvenes de toda la Ciudad de Buenos Aires el formato de sus actividades.

Y aunque el consenso era total, aún cabía resolver cómo articularían su cometido.

-          Mi viejo es asesor de un legislador, quizás él pueda ayudarnos- anunció Aquiles.

Esa era la solución. Si el muchacho convencía a su padre de oír la propuesta tendrían posibilidades de presentarla en la Legislatura Porteña.

Aquella tarde Tito “el mariscal” permanecía en el jardín de su casa. Esperaba que su hijo volviera para merendar juntos.

Sobre la mesa había un plato floreado con pan tostado, queso cremoso y mermelada de ciruelas. Dos tazas con sus respectivos platos y cucharas. Vacíos, prepararía el café justo antes de tomarlo.

Al llegar, su hijo le recordó que prefería el mate; algo que el padre solía omitir.

Aquiles preparó el recipiente con la yerba mientras calentaba el agua. Dionisio preparaba su café con leche. O más bien leche con una gota de café y tres de azúcar.

Se acomodaron. El padre untaba las tostadas mientras el chico compartía la idea:

-          ¿Pa viste lo que estamos haciendo en el colegio con Esteban, lo del Foro? ya somos más de cincuenta personas. Hay como diez pibes organizando todo. Se nos ocurrió que, por ahí, le puede copar a otros colegios la movida. Y siendo que vos trabajás con Ángel… quiero pedirte ayuda.

El padre levantó silenciosamente la mirada mientras seguía untando tostadas. Las colocaba alternadamente en el plato de su hijo y en el suyo.

-          Si nos cortamos solos nadie nos va a dar pelota. Lo entendemos. Y posta nos mueve el piso hacer esto. Tomá- extendió una hoja manuscrita- es un borrador con los conceptos que proyectamos incluir en la redacción- completó Aquiles.

Fue fríamente recibido. Con una expresión tanto de preocupación como de curiosidad, “el mariscal” dijo:

-          ¿Esto lo encabezan vos y Esteban, correcto?

El muchacho asintió.

-          A vos ya te conozco, pero a él no. Me consta su buena relación, pero preciso que coordines una reunión antes de avanzar con esto. Voy a tratar de interpretar sus intenciones, antes que nada- ordenó el padre.

-          Le pego un tubazo ahora a ver si está- obedeció el hijo.

Al cabo de dos horas el invitado estaba allí. Tocó el timbre y su amigo abrió la puerta.

Sus ojos desbordaban orgullo por le celeridad con que resolvían la cuestión.

Atravesaron los salones de la antigua residencia. Paneles de madera y réplicas de pinturas adornaban los muros. El Bosco, Quinquela Martin, y Monet eran algunos de los seleccionados.

Ingresaron al jardín. Dos Cercis Siliquastrum flanqueaban la puerta, cual columnas. El césped, brilloso, tenía la altura justa. Enredaderas floreadas se imponían sobre las medianeras. Nacían a partir de arbustos de abelias, adelfas y fotinias; cuya disposición mermaba ante la presencia de un estanque. Habitado por peces Koi.

Aquel lugar podía confundirse, sin esfuerzos, con una especie de templo.

-          Amigo, te presento formalmente a mi papá, doctor Tito “el mariscal” Dionisio- introdujo el anfitrión con cierta admiración.

-          Un placer señor- correspondió Esteban- lo recuerdo de nuestra fiesta de cumpleaños del 2012. Quiero aprovechar la oportunidad de agradecerle por costear la reunión; mi madre me comentó sobre su generosidad.

-          El placer es mío. Y no tenés nada que agradecer. Tuteame por favor- pidió el señor- Aquiles, traele una silla y un café por favor.

Aunque ya había merendado en su casa, el muchacho estimó descortés declinar la invitación.

-          Si me permite la pregunta, Aquiles dijo que es doctor ¿abogado? - consultó el joven mientras su amigo le acercaba una silla para sentarse.

-          Entiendo tu afición por el derecho; pero temo no compartirla. Soy doctor en bellas artes- resolvió Dionisio- e insisto en que me podés tutear. Tengo a mi cargo la instrucción de algunos talleres en el marco universitario, además de asesorar a un legislador como te habrás enterado. Por favor contame de qué se trata su espacio y el proyecto que tienen en mente.

Aquiles le sirvió a su amigo un café con leche, mitad y mitad con edulcorante. Recordaba cómo le gusta. Mientras este iniciaba una exposición determinante:

-          Gracias amigo. En primer lugar, el Foro es un espacio ecléctico de estructura horizontal entre estudiantes, docentes, directivos, administrativos y personal de maestranza dentro del colegio. Sesiona mensualmente fuera del horario de cursada debatiendo cuestiones previamente acordadas. Y aunque con tu hijo coordinamos a los diez integrantes más involucrados, se trata de una conducción espontánea… social, que digamos, resuelta desde la práctica por la misma gente. Es decir, si surgiera alguien más eficaz, al criterio de la gente, con toda razón quedaría a cargo. Y si las mismas personas resolvieran no seguir a nadie también podrían hacerlo. La única autoridad establecida es el director Arrazabal.

La exposición fue interrumpida cuando el anfitrión se atragantó con un poco de café y empezó a toser. Su hijo le golpeó la espalda y pidió proseguir.

-          Por otra parte, el proyecto de ley versaría sobre un marco regulatorio para espacios estudiantiles que quisieran replicar nuestro método de trabajo, algo muy distinto a los tradicionales centros de estudiantes que conocemos. El Foro no representa a nadie más que a sí mismo. No tiene utilidad concreta, es ocioso, debate por debatir y nada más. El medio y el fin, en su filosofía, coinciden.

Tras algunos, incómodos, momentos en silencio; “el mariscal” hizo una única pregunta:

-          ¿Conociste a Ariel en el colegio?

-          No, en realidad es mi profesor de piano desde el 2010. Y me ayudó cuando necesité ingresar al Poixi. Es como un mentor para mí- aseveró Esteban.

-          Bueno. Tu amigo ya me facilitó el borrador del proyecto que elaboraron y con tu explicación, que agradezco, lo podré meditar. En caso de poder proseguir con su tratamiento te lo haré saber. Aún así, me gustaría aprovechar la oportunidad para invitarte a otro grupo, no tan político que digamos. Próximamente iniciaré un taller de teatro y querría contar con vos ¿puede ser? - sugirió el caballero.

Una expresión dubitativa ameritaría cierta extorsión.

-          Aquiles va a participar…- acotó.

Esteban presumió que el destino de aquel pedido equivaldría al de su proyecto. Subsistirían (o no) ambos simultáneamente.

-          Allí estaré- sentenció.

Los tres pasarían el resto de la tarde conversando sobre política, historia y arte.

Llegó marzo y con él la cursada del quinto año. Último del secundario. Hubo quienes celebraron el así llamado “último primer día”. Esteban no. Encontraba vacuos esos festejos. Ingresó al colegio como siempre, a las 7:20 hs., se formó y prosiguió con sus pares al aula asignada.

Como cada ciclo lectivo, el alumnado se adaptó durante las primeras semanas al ritmo de la cursada.

Mientras tanto, en el caso del muchacho, la preocupación por el crecimiento del Foro subsistía a la par de la atribuida a la pertinencia que el padre de Aquiles y sus contactos políticos juzgasen al proyecto planteado; así como al inicio del segundo período de sesiones del Foro.

Esas inquietudes serían repentinamente interrumpidas por el director.

Mandó a llamar al alumno.

-          Buenos días Esteban ¿cómo estás? - dijo Ariel.

-          Buen día profe, bien, pensando qué hacer con el Foro. El otro día nos reunimos con Aquiles y el papá para hablar de un proyecto de ley que nos gustaría armar- acotó el chico hasta ser interrumpido.

-          Dionisio- indicó el profesor con un tono condenatorio.

-          ¿Lo conoce? - preguntó el joven.

-          Naturalmente. Conozco a la mayoría de las familias de estudiantes del colegio. Pero no te convoqué para hablar de eso- extendió un folleto a su invitado- el Gobierno Nacional me hizo llegar esta convocatoria. Haré mencionar a todo el alumnado. Pero me consta tu interés particular por la política y no quería dejar de invitarte personalmente a que tomes esta oportunidad. Lo primero será confeccionar un ensayo temático sobre alguna de las cuestiones indicadas, con bibliografía específica, en una página web. Ordené a todos los profesores y a Bastián que estén a tu disposición. Si sos electo representarás al colegio y a la Ciudad de Buenos Aires en el Congreso de la Nación. Y vas a serlo. Todo está detalladamente explicado en el papel- señaló el documento entregado.

El desconcierto de Esteban era solo equiparable a su entusiasmo. Era su primera oportunidad concreta de sesionar en el Congreso de la Nación.

Charlaron algunos minutos más, se despidieron con la calidez de siempre y volvieron a sus tareas.

Con ayuda de Bastián, así como de algunos docentes, inició semanas de estudio y síntesis de contenido. A partir de ella, la redacción de su obra. Analizó la historia de la xenofobia en Argentina, sus aspectos sociales, políticos y legales. Diagnosticó la situación contemporánea. A partir de los síntomas enunciados observó flancos vulnerables en la construcción política cultural vigente.

El trabajo fue enviado al Gobierno Nacional.

La lista con los escritores seleccionados se publicó en Internet.

La tensión era cada vez mayor. Pero, al fin, encontró el registro de trabajos premiados.

No había sido seleccionado.

Aceptó el fracaso. Agradeció a quienes colaboraron con el ensayo. Lo había titulado “¿República para quién?”. El Parlamento se realizaría durante 3 días: miércoles 21, jueves 22 y viernes 23 de mayo. Él no estaría allí.

Algo desmotivado transcurrió los días venideros.

Poco antes de que se celebrase aquel encuentro lo volvió a citar en su despacho el director.

-          Buenas tardes Esteban. No te voy a preguntar cómo estás. Me basta verte la cara ¿tanto te importaba ingresar a la actividad? - le preguntó Ariel.

-          Sinceramente, creo que era mi única, o al menos la primera oportunidad de estar allí. Algo que muchos soñamos y muy poquitos en la vida pueden llegar a realizar. Por ahora seguirá siendo un anhelo- confesó el estudiante desmotivado.

-          Quería notificarte personalmente que el Gobierno se equivocó. No es la primera vez.  Hoy a primera hora contacté a los responsables para que se rectificasen. Por lo cual las condiciones están dadas para que seas titular de una banca, si aún querés. Podés constatarlo en Internet- señaló el profesor.

Parecía un sueño. Inmediatamente llamaron a Hilda y coordinaron los trámites necesarios para que pudiera asistir. Formularios burocráticos y médicos que, incluso, requerían suscripciones profesionales; para lo cual hubo que sacar turnos y esperar que estos fueren dispuestos antes de la fecha límite de presentación de la documental. Con el ímpetu propio del amor de una madre por su hijo, ella se hizo cargo de todo.

Pronto inició el encuentro federal.

Ese miércoles por la mañana Hilda y Ariel lo acompañaron hasta el hotel donde se hospedaría con los demás participantes del Parlamento Federal Juvenil. Llegaron y todos conversaban en la recepción. Él quiso permanecer con sus acompañantes hasta ser formalmente instado a acercarse por los organizadores de la actividad.

En un primer momento, estando todos reunidos en un salón, se proyectaron escenas de violencia política para que estos las analicen. Ordenadamente, empezaron a interpretar lo visto.

-          Ante todo, celebro la vocación de los presentes por participar. Es muy lindo ver una juventud así de comprometida. Creo óptimo integrar las lecturas políticas con tecnicismos académicos. Por ejemplo, en sociología hay un fenómeno llamado procesos de socialización. Refieren a que las personas asimilan lo que entenderán por correcto e incorrecto, dentro de su ámbito social, durante los primeros años de vida. Siendo estos la familia, amistades e influencias virtuales que pudieran percibir. Si observamos gentes con un discernimiento que entendemos basado en premisas distorsionadas, probablemente la causa fuere una formación paupérrima de la persona. Así que un posible saneamiento implicaría la reforma moral de los sujetos- expuso Esteban.

Muchos no entendieron lo que quiso decir, pero estaba acostumbrado. Aunque quienes sí se sintieron profundamente representados por ello, repitiéndolo durante los días de actividad.

Algunos se acercarían a la hora de cenar, fascinados por el análisis. Lo debatirían y profundizarían.

Cada quien fue a su cuarto a dormir. El día siguiente preveía un extenuante cronograma.

Amaneció, se duchó y bajó.

Se sirvió un pan tostado con queso y mermelada, un cortado con edulcorante.

Una vez sentado empezó a leer el diario silenciosamente.

Partieron rumbo a la primera actividad prevista. Se dirigieron al anexo de la Honorable Cámara de Diputados del Congreso de la Nación; donde los dividieron en comisiones según el eje temático de sus ensayos clasificatorios premiados.

La comisión de políticas contra la xenofobia que él integró contaba con veinticinco jóvenes. Representantes de todas las provincias reunidos para confeccionar un primer borrador del proyecto de ley sobre la cuestión.

En una primera instancia debieron seleccionar autoridades de la comisión.

La votación sería a mano alzada respecto de quienes se postulasen a viva voz.

Primero se ofreció un joven mendocino. Luego una chica porteña y otra pampeana.

Antes de iniciar la votación un misionero postuló a Esteban como candidato. Aceptó la nominación. Su única intervención hasta entonces había sido la del día anterior.

Inició la elección.

El mendocino fue votado por cuatro personas. La porteña por dos. Y la pampeana por cinco. Cada candidato votaba por sí; excepto Esteban que votó a la chica de la Pampa.

Al consultar sobre quiénes votarían al último candidato, él aún manifestaba incertidumbre. Quienes aún no lo habían hecho podían abstenerse y hacerlo pasar un papelón. Pero en lugar de ello, catorce manos se alzaron.

Resultó electo presidente de la comisión y tuvo a su cargo los trabajos de esta.

Iniciaron y al cabo de algunas horas habían redactado dos proyectos de ley. Consentidos unánimemente, en sus versiones finales, por todos los presentes.

Al día siguiente se presentarían para su tratamiento en una sesión juvenil, en el recinto de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. Harían lo propio con los aprobados por las demás comisiones.

Almorzaron y continuaron el itinerario previsto; por el cual partieron rumbo hacia un canal de televisión done los entrevistaron sobre su experiencia en el Parlamento Federal Juvenil.

-          Definitivamente es una propuesta inédita. Son pocos los antecedentes de gobiernos que recurran a la juventud para el tratamiento de políticas públicas. Lo habitual es escuchar a dirigentes entrados en años diciendo que somos el problema y no tanto la solución. Que estamos perdidos y etcétera. El mensaje que querría compartirles hoy, modestamente, a todos y especialmente a ellos, es que los jóvenes no somos solo el futuro, sino que también el presente. Y por ello nos encontrarán en cada discusión que se dé en el ámbito del estado- declaró el chico.

Después del programa inició un recorrido turístico en micro por la Ciudad de Buenos Aires. Si bien para los porteños no resultaba nada extraordinario, muchos de los parlamentarios visitaban la Capital Federal por primera vez, la desconocían y quizás nunca volverían.

Llegaron al hotel para cenar. En el comedor hubo quienes requerían a Esteban para conversar sobre su rol como presidente de comisión y una de las figuras destacables de la experiencia. Declinó cada invitación. Prefirió compartir la velada discretamente con algunos pocos cuyo trato había empezado a disfrutar.

El día siguiente sesionaron en el Congreso. Caminaron. El hotel quedaba a pocas cuadras. Ingresaron por una entrada lateral. Todo era madera y mármol. Al frente, una inmensa escalera de triple frente en la cual se acomodaron para una foto grupal. Las arañas doradas iluminaban aquellos imponentes salones.

En cuestión de instantes recorrieron los pasillos por los cuales se accede al recinto de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

Cada cual tomó asientos previamente asignados.

Acomodado en su banca, el muchacho se sentía en un sueño. Uno hecho realidad.

Representando a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con tan solo diecisiete años, electo por su desempeño técnico académico, quizás podría tratarse de una especie de presagio del porvenir. O no. Mientras tanto, disfrutaba el logro actual. Faltaba mucho tiempo, trabajo, esfuerzo y vida para volver, si quisiera. Sonó el himno nacional y cada parlamentario se puso de pie. Lo entonaron con la solemnidad de la ocasión y volvieron a sentarse. Se leyeron los dictámenes de comisión sobre los proyectos elaborados en cada cual y procedió el debate. El objeto de este fue un proyecto en común sobre la formación de entidades autárquicas que auditasen hechos discriminatorios en cada provincia del país. Hubo quienes se manifestaron a favor y en contra. Todos con sus propios argumentos. Exposiciones breves y otras más extensas. Luego de que la presidenta de la cámara, quien conducía la sesión, le diese la palabra a Esteban, en un minuto expuso…

- Gracias señora presidenta. Me gustaría hacer una observación sobre algo que no se ha tratado hasta ahora. Si bien suscribo a todo lo expuesto por mis pares, estimo pertinente nombrar que, en caso de constituirse los entes en cuestión, debieran tener un fin específico. Podría, por ejemplo, tratarse de capacitaciones y actividades de fomento en el ámbito educativo. Formando en valores y principios determinados tales como la libertad, la igualdad y la fraternidad; esta última, pilar esencial para la convivencia armónica. Muchas gracias.

Un estruendoso aplauso colmó el histórico salón.

La sesión concluyó con una votación a mano alzada por la cual se aprobó el proyecto con modestas enmiendas. Sería presentado a los diputados de la Nación para su tratamiento.

Había sido una odisea política sin parangón.

Volvió a la rutina.

Volvió al Foro Político.

Volvió al proyecto de ley.

Volvió a sus estudios.

Volvió a los amigos.

Volvió a la familia.

Volvió a las clases de piano. Donde reflexionaba con su mentor:

-          Lo del parlamento fue maravilloso. Pero no quiero que quede en una anécdota ¿por qué uno debería resignarse a que los mejores momentos sean solo recuerdos? ¿es demencial pretender que la vida en sí misma sea una experiencia inmejorable? - prosiguió mientras el profesor hacía un ademán de coincidencia- avancé tanto durante estos años. Y reconozco que fue gracias a la inmensa ayuda recibida. Pero no quiero acomodarme… dormirme en los laureles de lo alcanzado. Egresaré, seré abogado y haré de la política mi oficio, porque ya es mi vocación.

Tras algunos instantes, Ariel complementó:

-          Por pensar mucho en el porvenir no dejes de vivir el presente. Que de por sí ya es un regalo. Me parece bien la ambición en la medida justa. Voy a acompañarte siempre, como lo hice al convocarte para redactar el ensayo; pero de igual manera te pondré los pies en la tierra ¿conocés la historia de Ícaro? - continuaba mientras el muchacho negaba con la cabeza- Dédalo fue quien diseñó el laberinto de Creta, donde el rey Minos ocultó a su hijo el Minotauro. Para asegurarse de que nadie descubriera cómo huir de allí, sentenció el encarcelamiento del arquitecto y de su hijo, Ícaro. Permanecieron en cautiverio por años. Hasta que el padre inventó dos pares de alas, con plumas de aves y miel de panal. Uno para su hijo y otro para él. Huyeron volando. Ya en el aire, a decenas de metros del suelo, el muchacho ascendía más y más. Dédalo le insistía en no acercarse demasiado al sol porque su calor derretiría la miel, se desarmarían las alas y caería al vacío. La soberbia del joven lo llevó a hacer caso omiso. Reiterar las advertencias fue en vano. Finalmente, Ícaro ascendió tanto que las alas no lo soportaron, se quemaron y él cayó ¿entendés lo que quiero decirte?

-          Eso creo. Y gracias. Aunque lo del chico pareció más torpeza que soberbia- acotó Esteban.

-          Para el caso son lo mismo- respondió el pianista- actualmente no podés ni acercarte a realizar ese sueño, pero sí dar un paso muchísimo más realista. Retomá las sesiones del Foro Político. No cuelgues con eso. Lograste que un montón de pibes se interesen por la política y contás el apoyo institucional. Hablá con tus compañeros, elijan una fecha y avisame. Tendrán luz verde.

La clase, tras momentos más de conversación, continuó. Estas habían mutado en un híbrido con una pseudo terapia.

La abuela había dejado vacante un papel de guía que el director del colegio desempeñaba cabalmente.

Tras algunas semanas, como se indicó, Esteban consensuó una fecha con sus pares y esta fue homologada por la conducción del colegio.

El lunes 2 de junio se reunieron por la tarde más de sesenta personas entre estudiantes, profesores, directivos, administrativos y personal de maestranza. En un primer encuentro destinado a coordinar nociones generales del espacio que tendrían vigencia durante el período en curso. Se conversó sobre los temas a tratar, el formato de debate, encargados de la coordinación operativa y otros temas. Siempre bajo la estricta supervisión de Ariel, cuya confianza en su pupilo era inversamente proporcional a la subestimación con que solía tratar a los demás jóvenes.

Aunque la mayoría parecía referenciarse en el muchacho, sería Aquiles quien conduciría la reunión. Espontáneamente asumió la dirección del grupo; algo que su amigo celebró.

La mañana siguiente, durante un recreo, desayunó con el preceptor.

-          Noto que otros chicos quieren acaparar, cada vez más, aspectos del foro. Y eso me entusiasma. Porque un síntoma de algo bien hecho es que despierte interés en otras personas ¿qué mejor ejemplo de esto que está pasando? en poco tiempo yo podría, incluso, abandonar la propuesta y otros la continuarían- inició el joven.

-          ¿Pero no es la idea supongo? - consultó Bastián.

-          Más vale. Aunque sí hay otras actividades que decidí postergar. Viste que no estoy yendo al comité- su interlocutor asentía- la militancia partidaria es algo que de momento suspenderé. Lo mismo con el taller de radio. Ir al congreso fue un sueño, pero no dejaré que se convierta en un mero recuerdo. Lo hablé con Ariel. Desde la política puedo hacer mucho bien, es mi vocación y trabajaré en consecuencia. Pero para que cada segundo invertido valga más, antes debería incrementar su significancia. Esto se concretaría, por ejemplo, recibiéndome de abogado, con todo lo que implica primero. Tendré que recelar mucho en qué invierto mi tiempo, estimo- declaró el alumno.

Su correligionario sirvió mate cocido para él y un café para el invitado. La charla siguió algunos minutos hasta sonar el timbre.

Esteban regresó al aula donde lo esperaba Aquiles, se veía ansioso.

-          Amigo, papá está fascinado con lo que le cuento de vos. Me dijo que el proyecto puede avanzar. Habría que volver a reunirnos ¡la estamos rompiendo! - abrazó a su compañero. Desbordaba alegría.

Aquella tarde volvieron juntos en el colectivo. Iban a merendar con Dionisio.

Llegaron al antiguo caserón del barrio de Almagro, caminaron por sus pasillos y se encontraron en el jardín. La mesa estaba servida, yacían tres sillas alrededor, comida e infusiones dispuestas; y su anfitrión esperando.

-          Me permití notar que tomás el café cortado con edulcorante. Para mi hijo preparé unos mates y para mí café, también. Gracias por venir. Siéntense por favor- los jóvenes saludaron y obedecieron mientras escuchaban al señor- mi jefe es un legislador llamado Ángel Atristain. Reformista como nosotros. A pesar de modestas enmiendas que sugirió, la propuesta es procedente. Así que, si estás de acuerdo, iniciaremos una redacción formal para que presenten con Aquiles como iniciativa civil. Inmediatamente Ángel y otros legisladores adherirán para que tome estado parlamentario. Así se trata en comisión y, si se aprueba, se debatirá en el recinto- dijo Tito “el mariscal”.

-          ¡Excelente noticia! Hagamos eso tal cual. Y muchas gracias por todas estas cosas ricas- planteó Esteban mientras comía tímidamente.

Allí encontraban tortas, sándwiches, galletas y jugos. La mesa permitía presumir un encuentro extenso. Dionisio se retiró unos momentos para buscar medialunas que no había servido.

-          Aprovechando que estamos solos, me gustaría invitarte al taller de teatro que empieza la semana próxima. El viejo (refiriéndose a su padre) va a ser el profe y cuántos más seamos, mejor. Ya sé que por ahí no te copa tanto, pero es para hacerle el aguante- sugirió Aquiles.

Su agradecido amigo, aunque inseguro de la propuesta no encontraba mejor forma de compensar tan complaciente trato. Cuando el anfitrión regresó le dijo:

-          Señor…

-          Llamame Tito, no hace falta tanta formalidad- lo corrigieron.

-          Entiendo que pronto inicia un curso de teatro a tu cargo. Quiero participar ¿debo inscribirme o abonar algún canon?

-          En lo más mínimo. Con que vengas será más que suficiente. Lo dictaré los sábados por la tarde. Después te paso la dirección mediante Aquiles. Va a ser un gusto que nos acompañes.

Así acordaron tanto la prosecución del proyecto de ley como su encuentro en el taller de teatro. El resto de la tarde, como en la oportunidad anterior, conversaron de política, historia y arte.

El día siguiente se encontraron en el despacho con el legislador.

-          ¡Buenas tardes Esteban, gusto en conocerte! lástima que milites con “el griego” Agathos- fingió unas risas para mitigar la hostilidad del comentario mientras el joven se ruborizaba- es broma… con Timoteo tenemos nuestras diferencias hace años. Pero las sobrellevamos como caballeros. Sentite honrado de que te acompañe semejante maestro eh- señalaba a Dionisio con la mirada- es uno de los hombres más preparados en toda la política actual y mi jefe de despacho. Pero probablemente no te lo haya dicho por modesto. Yendo a lo que nos compete, no tengo mucho tiempo; tu propuesta me encanta. Vamos a hacer algunos cambios pequeñitos, nada para preocuparte. Y después lo presentamos con tu firma- espetó Atristain.

Tras tratar brevemente las modificaciones, que no podían más que admitirse, el legislador despidió con amabilidad a sus invitados.

Aún así, la fascinación del muchacho por recorrer por primera vez la Legislatura Porteña estaba a flor de piel.

-          Tranquilamente podrías hacer de esto una rutina- deslizó Dionisio.

-          ¿Cómo? todavía tengo mucho camino por recorrer antes me parece- discrepó el chico.

-          No lo creas. Si te lo proponés podés cambiar el mundo hoy mismo. Que nada ni nadie te baje los humos. Siempre va a haber quienes te desmotiven. Lo único que importa son tus sueños y que puedas realizarlos- enseñó el caballero.

Esteban se permitió dudar sobre aquellas afirmaciones que tanto se contradecían con lo indicado por su mentor. Podría estar equivocado…

Ese sábado se encontraron nuevamente en las clases de teatro.

En el lugar lo esperaba Aquiles. También había otras personas que no conocía y, fiel a su temperamento, saludó tímidamente desde lejos. Permaneció con su amigo hasta que inició el taller.

Esporádicamente se acomodaba alguien más en la recepción. Alcanzando a ser un grupo de veintisiete estudiantes aguardando.

Pasados quince minutos del horario indicado, el anfitrión se presentó abriendo desde dentro la puerta por la cual se accedía desde la recepción a un salón.

-          ¡Sean bienvenidos quienes osen incursionar en los augustos misterios de la tragedia, pasen!

Con gran curiosidad, poco a poco, accedieron.

Dionisio estaba de pie, a diez metros de aquel ingreso, sobre un escenario.

La gran habitación con columnas era eminentemente negra, alumbrada solo por tenues luces frías.

Ambos amigos expresaban la misma incertidumbre sobre qué ocurría.

El profesor dijo:

-          Gracias por participar. Si bien la folletería refiere a un taller de teatro, es cuanto menos mi responsabilidad aclarar que no se tratará de una experiencia ordinaria. No enseñaré técnicas de interpretación de personajes, ni redacción o comprensión de guiones, mucho menos dirección. Por el contrario, pretenderé que dejen de ser personajes para convertirse, cada quien, en la mejor versión de sí. Lo que significa desterrar al ego, las cargas sociales y morales; reencontrarse con el Yo esencial. Esa es mi propuesta.

Invitó a sus oyentes para que opinen; iniciándose un fructífero intercambio sobre la incidencia de los mandatos culturales en diversos aspectos: vestimenta, alimentos, hábitos, sentimientos, su exteriorización, dinero, trabajo, religión, familia, amor, etc. Exhaustivamente el incipiente grupo se detenía para analizar todos los fenómenos. Hubo quienes participaron más y otros no tanto. Pero nadie permaneció en silencio.

-          Dado el trabajo intelectual que acabamos de realizar sobre nuestro objeto de estudio; ahora les invito a un abordaje distinto, normalmente omitido, de la cuestión: el emocional. Y la mejor forma para su exteriorización son los hechos, no palabras… factum non verba dirían los antiguos romanos. A quienes gusten les pediría por favor que empiecen a circular sin calzado por el salón. Si pueden hacerlo respirando profundo y sin hablar el ejercicio tendrá mejores resultados. Únicamente pueden comunicarse con miradas, lo único que la cultura no puede corromper. De más está decir que quienes no quieran hacerlo pueden quedarse en un costado o retirarse. Esta Odisea es solo para valientes- instruyó “el mariscal”.

Su hijo rompió el hielo, secundado por el joven amigo. Daban vueltas alrededor del salón casi instintivamente, como un reloj. Mientras progresivamente había quienes se incorporaban al ejercicio. El recorrido circular ejemplificaba claramente como todo está, según el discurso del docente, ordenado por la cultura ¿por qué caminar en esa forma y sentido y no en otro?

Empezó a sonar música clásica.

Una muchacha rompió la estructura de la práctica. Se desvió (o los demás estaban desviados) cruzando el lugar por el centro y hasta cambiando el sentido de su trayecto; por lo que podría haber chocado con alguien más. Esa actitud inspiraría a otros a hacer su propio camino, incluso Aquiles y Esteban.

Por consigna la única comunicación posible serían las miradas.

Todas se entrelazaban. Pronunciando lo que las palabras jamás podrían.

Habían logrado una gran sinergia entre quienes participaban.

Entre el debate inicial y el ejercicio corporal como complementos de una misma actividad, la clase duró una hora y media.

Lógicamente solo algunos de los participantes regresarían dado que se trataba de una oportunidad innovadora.

El profesor invitó al hijo y a su amigo a merendar a un bar de la zona. Quería conocer su opinión sobre la clase y profundizar los conceptos en ella tratados. Los chicos aceptaron.

Ocuparon una mesa en Las Violetas, junto a un vitral de la calle Medrano.

Café cortado con edulcorante para Esteban. Lágrima con azúcar para “el mariscal”. Y, a falta de mate, un té sin endulzar para Aquiles. Degustaron una selección de mazas finas.

-          Lo que traté de compartir hoy es un poco mi cosmovisión, chicos. Aquiles tiene algunas nociones, pero ambos merecen una explicación, siendo que tuvieron la gentileza de acompañarme. Creo que hoy todo lo que verdaderamente somos, lo que Nietzsche denomina el Súper Hombre, está tapado por construcciones sociales que nos imponen desde que nacemos ¡hasta cómo caminamos! ¿notaron el recorrido que eligieron (hizo un gesto de comillas con los dedos)? ¡eran un puto reloj! no puede ser que nos hayan domesticado tanto. Lejos de pensar que la solución es seguir agregando mandatos, estimo que el verdadero proceso es algo así como quitarse capas. Cincelarnos a nosotros mismos hasta descubrirnos. Por eso hablaba de una Odisea. Propongo un viaje simbólico de introspección. Y lo mayormente sometido es el deseo. Hablan de diferenciarnos de los animales por dominar nuestros instintos como si fuera un logro ¡que se vayan a la mierda! los griegos hace más de dos mil años lo resolvieron con la escuela hedonista. Mientras no jodan a nadie permítanse sentir libremente- explicó el doctor en bellas artes.

Tales afirmaciones deslumbraron a los jóvenes, cuyo pensamiento crítico no había calado tan hondo hasta entonces. Platicaron horas en el histórico bar en cuanto el profesor les indicaba que los ejercicios, en la medida que la gente quiera, ofrecen progresivamente mayores posibilidades de profundizar la introspección.

Esteban llegó a casa por la noche. Su madre lo esperaba para cenar. El ceño fruncido significaba la cantidad de llamadas perdidas que su hijo no había contestado. Ella se preocupó e indagó sobre dónde había pasado tantas horas un sábado.

El muchacho respondió con la verdad. No tenía por qué mentir.

-          Ese hombre no me gusta para nada. Las pocas veces que lo traté me dio mala espina. A tu profesor de piano también. No quiero que frecuentes un taller a su cargo ni te inmiscuyas en estas ideas raras de los sentimientos y sarasa.

Sin ánimos de discutir, el joven fingió acetar la reprimenda.

Desde la pérdida de Sofía, Hilda cada vez se veía más desalineada. No estaba centrada ni admitía la, día a día mayor, independencia que su hijo conquistaba. Intentó llenar el vacío de una familia que ya no era la misma de antes adoptando desmesuradamente nuevas mascotas. Hasta tener más de seis perros en el departamento. Las órdenes impartidas por alguien en tal situación, para el muchacho eran irrelevantes. Aunque se tratase de su propia madre. Decidió generar su propia cosmovisión como el maestro Dionisio sugirió.

Haciendo caso omiso, todos los fines de semana continuaría asistiendo al taller, frecuentando a Tito, a Aquiles y al grupo de artistas que se conformaba.

Tan bien se sentían que tras las clases continuarían todos juntos. Paseaban, debatían, miraban películas, merendaban, cenaban, se enamoraban…

El docente jamás participaba. Se limitaba a impartir las consignas de los ejercicios; los cuales derivaban exclusivamente en lo que los alumnos decidían.

Las nociones prioritariamente enseñadas a sus dos pupilos pronto se propagaron a cada participante del taller: “Sentir sin pudor”. Parecía ser la única regla. Mientras no se dañase a nadie en manera alguna, todo estaba permitido. Con el objetivo final de la mayor introspección posible.

Un sábado de primavera no habría clase. Aquiles y Esteban optaron por reunirse solos. Hilda estaba cuidando a una amiga internada; tendrían el departamento disponible. Pasaron la tarde en la pileta, cenaron en una parrillita de por ahí, se desvelaron en la sala de estar, mientras conversaban y veían un musical en la televisión. La velada era casi tan perfecta como la compañía. Imperceptiblemente, la mano de uno se acomodaría sobre la rodilla del otro, quien, de buena gana, al notarlo tomaría la mano de su amigo. Se soltaron para fundirse en un abrazo y seguir viendo así la televisión. Durante la noche sus miradas se enlazaron al menos una decena de veces. No se besaron. Quizás no se animaron. O puede que no lo hayan querido. El momento era perfecto así.

La mañana siguiente despertaron juntos.

Desayunaron y se despidieron con tanto cariño como se animaron.

Horas después llegarían sus amigos Héctor, Adriano y Emmanuel para almorzar. Hicieron un asado. El primero inició el fuego mientras los demás preparaban las carnes para cocinar, ensaladas y una bien dispuesta mesa. No se vieron durante meses dado que abandonaron el taller de radio. Conversaron un poco de todo y tras ponerse al día se permitían opinar con la confianza propia de años de amistad…

-          Es una mariconeada- planteó escuetamente Héctor, respecto del taller de teatro, mientras comía un morcipán.

-          No, para mí no tiene que ver con maricón o no. Pero es raro amigo. Como que te están incitando a hacer cosas que no están bien. Osea, por algo lo que socialmente está mal es así y no de otra manera. Vos no sos así. Te conocimos bien, centrado y ahora es un vale todo. Además, eso de la introspección no me cierra ¿qué necesitás descubrir? - reflexionaba Adriano.

-          A mí me copa que te permitás hacer camino- comentaría Emmanuel- pero no me cierra el chico este Aquiles que vimos un par de veces ¿qué onda?

El anfitrión no discutió ni dio detalles sobre su relación con Aquiles. Ya no era una amistad. Si no un vínculo Sui Géneris que no requería más definiciones. Simplemente era.

La desaprobación de sus amigos los distanciaría aún más.

El día siguiente su nuevo profesor le requeriría encontrarse en la Legislatura Porteña.

Concurrió. Lo estaba esperando con el legislador. Quien extendió la mano para entregarle un papel…

-          Es tu proyecto, correligionario. Por favor analizalo, indicanos si hay algo que te gustaría modificar y hoy lo presentás; felicitaciones- ordenó Atristain.

Mientras el joven estudiaba el documento, Dionisio explicaba el funcionamiento del taller de teatro al otro caballero. Aunque por el tono, se trataba de una especie de rendición de cuentas. No le dio importancia a la cuestión. Titubeante los interrumpiría:

-          Disculpen, me tomé el atrevimiento de marcar algunas observaciones sobre el cuerpo de la propuesta. También (observaba al padre de su amigo) deberíamos consultar a Aquiles- dijo el muchacho.

-          Por eso no te preocupes- indicó “el mariscal”- me dijo que siguiéramos tu criterio, él suscribiría.

Tranquilizado por la aclaración inició la explicación pormenorizada de cada corrección propuesta y cómo la subsanaría. Para ello habían hecho pasar a los asesores. Escribían mientras oían la exposición. Una vez terminada su jefe exclamó:

-          ¡Vamos que hay poco tiempo! en una hora quiero la versión final y al pibe firmando- la impaciencia del político estaba a flor de piel.

Esteban y los asesores pusieron manos a la obra. Mientras Dionisio y Atristain merendaban.

-          No podés apadrinar una iniciación sin la venia del mentor, menos si este es hermano- advertía Ángel.

-          Uno hay seguro. Y no sé si tu colega también…- dudaba el profesor.

-          En La Orden lo primero es la prolijidad. Soy tu único aliado, Tito. Comparto tus ganas de modernizar La Orden. Así como redirigir sus fuerzas al progresismo político, legalizar la interrupción voluntaria del embarazo, desburocratizar el régimen de adopciones y demás. Pero ahora quedate en el molde. Primero calmemos las aguas- explicó a su empleado.

-          ¿Con Politi qué podemos hacer? - preguntó al político.

-          Esperar. Está grande y tiene demasiado poder. Conservador, facho y rico. Él impulsó las sanciones que te aplicaron. En cambio, Astudillo nunca tendrá el apoyo de la mayoría. Aunque milico, también es permeable a negociar una postura institucional más moderna en cuanto le sirva. Estaremos listos.

Continuaban platicando hasta que los asesores volvieron a golpear la puerta, pero esta vez para ofrecer una versión final del proyecto.

Fue leída por los tertulianos. Puestos de acuerdo, resolvieron presentarlo como iniciativa civil. Suscripto exclusivamente por el chico.

De inmediato el documento fue avalado por Atristain. Así tomó estado parlamentario.

-          En una semana, viernes 28 de noviembre tipo 16:00 hs. estén acá. Inviten a quienes quieran. Vamos a organizar un evento para presentar el proyecto en sociedad. Y expondremos los tres- concluyó el político antes de despedirse.

Esteban estaba extasiado. Había cumplido el mayor sueño de ese año. Aunque lamentó no poder compartir el momento con su amigo y los demás integrantes del espacio. Oportunamente se disculparía.

Durante la semana preparó su exposición. Consultó a sus pares sobre qué decir y cómo. Todos lo acompañarían y celebrarían el triunfo como el logro colectivo del que se trataba. Invitó a su mamá, amigos, compañeros del colegio, docentes, Bastián, Timoteo y por supuesto al director Arrazabal.

El profesor de teatro contactó a quien debía y obtuvo permiso para convocar a su estudiante en La Orden.

Representantes electos por otros partidos políticos habían participado del debate en el colegio, por lo que conocían la dinámica. Ello en conjunción con el boca a boca implicó un interés inter partidario sobre la propuesta. Tanto que más de un legislador de cada espacio porteño adhirió. El legislativo porteño era integrado por sesenta miembros; de los cuales treinta y cinco hicieron propio el proyecto. Los únicos en rechazarlo fueron los conservadores del PIR.

El viernes todo mundo se encontraba en el colmado salón Raúl Alfonsín de la Legislatura Porteña. Al menos cien personas dispuestas a escuchar a los oradores y conversar con ellos. Iniciaron con una breve introducción al objeto del encuentro y, fieles al espíritu del Foro, poniendo la palabra a disposición de quienes quisieran hablar. Decenas de jóvenes expusieron sus experiencias. Recordaron el debate de candidatos organizado el año anterior, las sesiones celebradas durante dos períodos, la representación de su compañero en el parlamento, entre tantas actividades que significaban sus primeros pasos en política.

Los testimonios continuaron con la disertación del padre de Aquiles. Su hijo lo admiraba.

-          Gracias por acompañarnos esta tarde. Probablemente la mayoría no sepa que soy el papá de Aquiles. Quien participa junto a ustedes desde un primer momento en el Foro. Siempre me contó de qué se trataba, lo alenté y acompañé no solo como padre, sino también como amigo. No hay nada más lindo que ser amigos de nuestros hijos. Hasta el momento nunca se había interesado por la política. En su amigo Esteban descubrió un hermano con quien impulsar esta locura que hoy nos convoca. Y miren si no habrá salido bien que fueron cientos los jóvenes que se inmiscuyeron en política por ello. No puedo más que felicitar a todos los que, valientemente, se animaron a meterse. Especialmente a quienes desde el principio del año esbozaron los primeros borradores de la propuesta presentada, a la cual ulteriormente diéramos formato técnico con el equipo de asesores del legislador Ángel Atristain, aquí presente…- los aplausos interrumpieron al doctor durante varios minutos- sus testimonios dan cuenta del potencial ilimitado del espacio. En sí no es nada más que cuanto sus integrantes quieran hacer. Y si todos los Foros son compuestos por chicos tan entusiastas podrían renovar la fe de la gente en la política. Dos de sus compañeros están egresando de la secundaria. Así que tendrán el nuevo desafío de subsistir como equipo sin ellos. Normalmente implicaría un problema. Pero dado el perfil horizontal con que se han manejado siempre y el liderazgo basado en consensos; confío en que hay Foro para rato. Lo que me lleva a destacar y agradecer las intervenciones de los docentes y directivos del colegio. Sin quienes esto nunca se habría logrado. Saludo al regente (perdón, director) Ariel Arrazabal, aquí presente, quien desde un principio oficia como auditor y propicia el correcto funcionamiento de la gente. En suma, celebro sus progresos políticos que no hacen más que reflejar los personales, dados a pasos agigantados. A seguir creciendo. Porque los logros, más que laureles, deben percibirse como estímulos para continuar ¡adelante!

Nuevamente los aplausos resonarían en los muros del histórico edificio.

En segundo lugar, expondría el legislador reformista:

-          Inhibe bastante hablar después de Tito “el mariscal”. A quien considero un brillante amigo hace décadas. De más está decir que suscribo a sus palabras. Lo único que puedo enunciar mejor que él es lo político. Así que proseguiré por ese lado- se hacían oír algunas risas cómplices- el caballero a mi izquierda (señalaba a Esteban) estudió por años con ustedes. Hasta que tuvo una inquietud que supo contagiar. Lo suficiente como para que, además de todo lo que refirieron de las sesiones, el debate y etcétera ¡se pasaran un verano redactando un borrador de proyecto de ley! milito en el reformismo desde los quince años. Tengo cincuenta y cinco. Jamás conocí pibes que hicieran algo así. O son dementes muy inteligentes, o la sociedad está loca y son de los pocos coherentes. Elijo creer lo segundo. Y en consecuencia me comprometo a seguir difundiendo y propagando el espíritu de su conducta política por toda la sociedad. Hay un montón de cosas que tenemos que rever, entre ellas, el compromiso de cada quién con la propia polis. No hay mejor testimonio que su militancia apartidaria. Yendo más a lo estrictamente técnico. El proyecto fue presentado como iniciativa civil. Esto quiere decir que la autoría es del firmante y aquellos que se sientan representados por él. Ningún político se lo puede apropiar. Aunque sí, y es necesario, apoyarlo. Lo que fue hecho por treinta y cinco referentes de todos los espacios partidarios que representan a la ciudadanía porteña, salvo el conservadurismo. Al que le queda poco tiempo, debo decir ¿qué significa lo de estado parlamentario? que está en condiciones de tratarse en comisión. La comisión de educación, porque es el tema más afín a la propuesta, deberá aprobar un dictamen en el que envíe el proyecto al recinto para su aprobación (o no). Tenemos un único problema. Los temas en cada comisión se debaten discrecionalmente según la voluntad de su presidente. Y los conservadores del PIR presiden la que nos compete en este caso. Así que, en esta oportunidad y contando con su promesa de que no van a dar lugar a nuestra propuesta, anuncio el inicio del funcionamiento de la Alianza Progresista de la Ciudad, en cuya virtud los treinta y cinco diputados firmantes acuerdan no dar quórum a ningún proyecto del conservadurismo hasta que dispongan el tratamiento de esta propuesta en la comisión a su cargo. De lo contrario no sacan un proyecto más en su vida- todos en el lugar aplaudieron las contundentes palabras del dirigente reformista. Excepto el profesor de piano, cuya desconfiada mirada inquietaría a quienes la notasen- para no extenderme demasiado, concluyo que este es el inicio de un proceso cultural del cual seguiremos teniendo muchas noticias. Mantengámonos atentos y, especialmente, activos.

El público ovacionaría al orador mientras se disponía todo para el último discurso del día. A cargo de Esteban. Mientras la audiencia yacía expectante, el muchacho permaneció en silencio durante algunos instantes:

-          Disculpen la laguna. Estaba pensando en Sofía. Ella fue una señora que, a sus más de setenta años, con artritis, recorría el barrio de Flores aplicando, y costeando con su jubilación mínima, tratamientos médicos para quienes los necesitaban. Era enfermera. Se le fue la vida sirviendo. Jamás se enriqueció ni mucho menos fue reconocida por la comunidad. No lo quería. Le bastaba con darlo todo. Fue mi abuela. Elijo recordarla respetando su rechazo por las riquezas o los reconocimientos faranduleros; pero sí tomándola como inspiración. Quizás desde su asistencia hizo más política que varios diputados y senadores en toda una vida. Dimos un primer gran paso gente. De una u otra manera nos metimos en política. Habrá quienes prefieran trabajar temas relacionados a la seguridad, otros a la salud, a la educación y cualquier otra cuestión. Pero no quiero dejar de rescatar este ejemplo. La política es un acto de amor. Porque si se hace de corazón es entrega desinteresada. No esperen nada. El acto político es la recompensa en sí mismo. Solo un enfermo pretende algo por sobre hacerle bien a los demás. Cuando todos los argentinos nos conformemos con hacer el bien y actuemos en consecuencia, saldremos adelante. El problema es profundo, tanto cultural como antropológico. Los egos. Un maestro me enseñó que lo que vale es lo que cada quien verdaderamente es. Y para llegar allí, introspectivamente, se trata de quitarse capas, no sumarlas. En esta oportunidad nos quiero exhortar a vivir sin egos. Porque la vida misma es política. Y si el ego no pudiera extirparse; que sean ustedes quienes hagan uso de él, y no él de ustedes. Todo cambio que queramos hacer en el mundo, primero hay que implementarlo sobre uno mismo- la gente escuchaba con suma atención cada palabra- todo lo que se hace con amor y buenas intenciones, indefectiblemente, tarde o temprano, sale bien. En fin, quienes dicen que los jóvenes son el futuro. Aprendan que también somos el presente. Y nos estamos haciendo cargo. Gracias por acompañarnos no solo esta tarde, sino en un proceso cultural que ya iniciamos. Hay mucho por hacer.

Por última vez, los aplausos colmaban el lugar. Pasaron una hora más haciendo intercambios entre los presentes. Personas de todos los partidos políticos, salvo los adversarios de la propuesta, conversaban y articulaban iniciativas. Era una escena soñada para quienes anhelan la concordia. Consensuar ideas y aunar esfuerzos no implica, bajo ningún concepto, perder la identidad individual; sino más bien fortalecerla a partir del enriquecimiento recíproco.

Tras finalizar el evento Dionisio y Esteban tendrían una breve plática.

-          No necesito mucho tiempo para felicitarte nuevamente. Aquiles es afortunado del amigo que tiene. En fin, hace años integro una sociedad llamada La Orden. Quizás hayas oído o leído algo. Básicamente procuramos lo mismo que vos con tus compañeros en el Foro. El enriquecimiento recíproco a partir del intercambio. Tenés dieciocho años recién cumplidos. Si alguna vez quisieras ingresar me complacería apadrinarte en el proceso. Creo que te puede hacer bien- dijo Tito “el mariscal”.

El muchacho aceptó de inmediato y acordaron profundizar el paso a dar próximamente.

-          Iniciaré el papeleo entonces. Ahora andá con tu mami que te está esperando. Tienen mucho por celebrar.

Con una actitud muy adversa, ella se acercó al docente y lo abofeteó frente a los pocos que permanecían allí.

-          ¡Alejate de mi hijo! - ordenó la ofuscada señora.

 Bajo la severa mirada de Ariel, Dionisio se limitó a lamentar cualquier mal entendido.

Cuando el chico se dirigía al profesor de teatro para disculparse, sumamente avergonzado, él le indicaría que se fuera con su madre. Que se quedara tranquilo.

La familia haría todo el recorrido hasta su casa discutiendo sobre la innecesaria e injustificada hostilidad de la mujer. Ella seguía desconfiando como desde el primer día.

Aquella controversia solo mermaría a la hora de cenar, cuando darían curso a otros temas de conversación. Evitando a toda costa la política, el taller de teatro y a su profesor.

Se tomaron algunos días para inscribir al joven en la facultad de derecho, donde sería sobradamente bien recibido.

Tendría lugar por entonces, también, la fiesta de egresados a la cual no asistiría. No le interesaba.

En diciembre debió rendir algunos exámenes por demás. La diversificación de tareas durante el año pasó factura y quedaron dos materias pendientes para marzo: química y matemáticas.

Todo lo hecho no implicó de forma alguna el abandonar las clases de piano en las cuales desde hacía tiempo se preparaba para el concierto de fin de año. Hilda, Aquiles y Tito “el mariscal” asistieron entre el público, aunque separadamente. Presenciaron una ilustre interpretación del Himno Nacional Argentino a cargo de su hijo, amigo y aprendiz.

Parte 2

Capítulo 6: 2015

“Visita interiora terrae rectificando inveniens occultum lapidem”.

Ese verano continuaría el taller de teatro. Cuyas actividades implicarían mucho más de lo que el nombre dejaba entrever.

Clase a clase los vínculos se profundizaban tanto como los ejercicios y el entusiasmo de sus participantes. A veces incluían música a cuyo son cada quien danzaría libremente, con o sin otros; algo que surgía espontáneamente. Las caricias y los abrazos se tornaron moneda corriente. En otras oportunidades el silencio también funcionaba como melodía regente de sus actos. Siempre los encuentros dependían, en esencia, de las energías de los presentes. Iniciando con momentos de reflexión acerca de la realidad en ciertos aspectos, su debate, críticas e intentar dilucidar cómo no dejarse arrastrar por el orden imperante.

-          Un factor determinante del orden creado son los afectos. Tan bien diseñada está la perversa maquinaria de lo establecido; que en cuanto alguien pretenda salirse, sus más allegados cual agentes inmunológicos lo advertirán. Cuestionarán y hasta pelearán. Perderán seres queridos en cuanto decidan intensificar sus viajes introspectivos. Porque lo anormal se presume malo. Y la orden es temerle- repetía Dionisio en más de una oportunidad.

Así, no eran pocos quienes enfrentaban a sus padres y amigos cuando observasen los procesos que atravesaban. Simultáneamente, el grupo oficiaba como contención. De tal manera que el profesor, su hijo, Esteban y el resto se reunían ya no solo en el centro cultural donde funcionaba el taller. Sino también en sus casas, bares, cines… hacían todo juntos. No pasaban días sin saber los unos de los otros y recordarse cuánto se querían. Como es natural, hubo quienes sentían mayor proximidad con unos que con otros. Era el caso de Aquiles y Esteban. Cuya deuda pendiente no tenían el valor suficiente para saldar. Las miradas decían suficiente. Tito lo notó…

-          Viejo ¿podés hablar? - preguntó su hijo una tarde de febrero, mientras preparaban un asado en el patio. Estaban solos.

-          Claro, decime- respondió su padre.

-          Hay alguien que me mueve el piso. Creo que es recíproco. Pero no quiero estropear la amistad que tenemos. Y tampoco sé si me animo. Es algo distinto a cualquier situación que haya pasado hasta ahora. Tengo miedo…- aclaró el chico.

Su padre no preguntaría lo que el muchacho no quisiera decir motu proprio.

-          Mirá, para mí las relaciones humanas son uno de los fenómenos más complejos y divinos que podemos atravesar. Porque lidiás con tu conocimiento de vos mismo y a la vez con el de la otra persona; además de tantas otras variables que interfieren. No podemos analizarlo en términos matemáticos. Lo que se siente, se siente. Punto. Si tenés claro lo que te pasa y la otra persona también, y en verdad es tan intenso y sincero como el tono de tu voz sugiere, nada debería opacarlo. El amor es algo hermoso, hijo. No lo ocultes. Compartilo- sostuvo Dionisio.

El muchacho pareció reflexionar lo sugerido por su padre durante toda la tarde. Dado que continuaría con preguntas y razonamientos.

Tras algunos encuentros del taller, él se permitía mayor expresividad con su amigo, quien a pesar de detectarla y corresponderse evidenciaba mucho pudor.

Como había ocurrido anteriormente, en algunos ejercicios los intervinientes utilizaban vendas. Guiando su accionar solo por intuición. Al comienzo con movimientos torpes. En silencio. Asustados. Recorrían erráticamente el lugar. Mujeres y varones. Algunos con las manos en los bolsillos. Otros con las manos libres, como Aquiles. En su lugar, Esteban lo hacía con las manos tomadas por detrás de la espalda. Los ojos tapados no alteraron su actitud. Mientras el rostro juvenil del primero rebosaba alegría y energía, el segundo parecía un hombre mayor, apagado y ofuscado. Cuando ocurrieron los primeros contactos entre participantes, hubo quienes se repelían, así como los que optaban por continuarlo. Se daban las manos, las tomaban, caminaban así, danzaban, se abrazaban o soltaban. Cada persona era un mundo de estímulos y reacciones.

El profesor creyó óptimo musicalizar el momento. Sonaron las cuatro estaciones de Vivaldi. Las actitudes asumidas eran influenciadas por cada uno de los cuatro conciertos de la obra; dado que inició con la primavera, las condiciones armonizaron las primeras interacciones entre los amigos. Aquiles percibió a Esteban por llevar los brazos por detrás, era el único tan rígido o estructurado. Al descubrirlo lo abrazó tomando las manos que el otro muchacho llevaba entrelazadas. Lo hacía danzar. Guiaba la situación, su compañero pareció admitirla de buena gana. Como si lo estuviesen ayudando a hacer algo que no podía por sí mismo. El joven que guiaba los movimientos de la pareja acomodó los brazos de su partenaire en su propia cintura y los propios sobre los hombros de aquel hombre con quien había crecido. Fueron tantos años de crecer juntos para, sin poder mirarse, verse mejor que nunca.

El único testigo de aquellas interacciones sería Tito. Cuyos ojos se colmaban de lágrimas causadas por la bronca. O la impotencia. Quizás alegría ¿quién podría saber?

Los curiosos ejercicios se replicaban clase tras clase con variaciones, agregados y mayor intensidad. Tanta como para que la incipiente lujuria entre participantes aflorara. En virtud de lo cual invitó a cenar a la que denominaría “élite” del grupo, mientras les planteaba:

-          Quiero felicitar el gran trabajo que vienen realizando dentro de sí. Quizás también perciban los cambios que logran en distintos aspectos de sus vidas a partir del auto conocimiento que se proponen. Conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses que moran en él, rezaba el Oráculo de Delfos. Más de una vez debatimos sobre cuánto hay por resolver en la sociedad. Quizás el primer paso sea resolverse cada quien. Esos progresos se reflejarán en nuestra vida diaria y, por consiguiente, repercutirán en todos con los que interactuemos.

Con más o menos adhesión a la reflexión del profesor inició un debate que concluyó en que la realización del taller en las instalaciones del centro cultural restringía sus posibilidades. Necesitaban otro espacio en el cual poder manifestar plenamente cuanto quisieran durante sus trabajos. Aquiles propuso su propia casa:

-          Aunque no sea lo mismo. Acá contamos con un montón de lugar, vivimos solos mi viejo y yo por lo que no joderíamos a nadie. Podríamos hacer lo que pinte y en cualquier horario. Tampoco dependeríamos de tiempos ajenos como los del cultural ni nada. Osea, podemos juntarnos en cualquier momento tanto como queramos. Si él no tiene drama- sugirió el chico mientras señalaba a su padre.

El profesor asentía con la cabeza.

Con acuerdo de los presentes, aquellos seleccionados cuya afinidad era notablemente mayor a la que había entre los demás; se reunieron otros días, más allá de los asignados para encontrarse en el centro cultural, en la casa de su maestro y compañero.

Antes de iniciar las clases especiales en el lugar decidido, para familiarizarse con este organizaron algunas cenas. Siempre abundantes, deliciosas y divertidas. Alcanzaban a prolongarse doce horas o más. Madrugadas de insomnio compartido mirando películas, escuchando música y conversando. Mirando las estrellas sobre el pasto, a veces en silencio y a veces no. Siempre juntos.

En su primera jornada de actividades especiales, los invitados se posicionaron en un círculo, con la consigna de (sin hablar) hacer lo que creyeran que querría quien tuvieran en frente. La confianza tenía una funcionalidad primaria entre los presentes. Podían manifestarse libremente. No había condicionamientos. Hubo quienes desde un primer momento hacían lo que les plazca, en cuanto otros como Esteban requerían más tiempo en cada ejercicio para moverse plenamente. Sin música y en silencio primaban las miradas cómplices, unas pocas evasivas que se resguardaban en sus laterales. Las consignas ya no importaban. Eran no más que meros disparadores desde donde el grupo consensuaba por sinergia el curso a tomar. Siempre desde el amor. Un amor que se expresaba en besos, caricias, abrazos, danzas, amistades, empujones y provocaciones.

El amor no implica coincidencias absolutas.

Mientras su hijo se involucraba en aquellas prácticas, la preocupación de Hilda era cada vez mayor. Pasaba noches enteras en vigilia pensando en quién sabe qué estaría haciendo su muchacho. Resuelta a prohibir su continuidad en el grupo contactaría a Ariel para conocer su opinión al respecto. Atendió el teléfono de la academia su secretaria. Tras anunciar el llamado al músico, quien lo recibió con preocupación, se contactaron.

-          Hola Ariel, perdón que te llame. Es por Esteban- inició ella.

-          No hay problema. Dígame- retribuyó escuetamente el señor.

-          Se está metiendo en un grupo extraño, con gente que no conozco y un profesor de teatro que no me cierra para nada… probé enfrentarlo más de una vez, pero no tuvo sentido. Es el padre de Aquiles, el amiguito de Esteban- explicaba con más nervios de los que se notaban en su voz.

-          Lo recuerdo del cumpleaños, sí. El chico lejos de causar preocupación aparenta ser una excelente compañía para su hijo. Estuve a cargo de ambos entre tantos otros estudiantes en el Poixi. Ahora bien; aunque no pueda hablar del padre, querría creer que si crió bien al joven no debería ser tan peligroso ¿qué es lo que le inquieta particularmente? - consultó él.

-          Por lo poco que me contó de esas clases de teatro, que ya no solo tienen en un centro cultural sino también en la casa de Dionisio, los ejercicios implican miradas, tocamientos, energías, critican a la sociedad y se supone que todos los que no participamos del espacio somos como lastres para su crecimiento. Pavadas así- profundizaba vagamente la desconcertada mujer - ¿Ariel? – continuó extrañada tras un prolongado silencio de su interlocutor.

Con un tono infalible, el director Arrazabal ordenó cual sugerencia:

-          Las prohibiciones directas jamás funcionan como argumento disuasorio. Lo que su experiencia acreditó suficientemente. Si hay algo que temer debemos confiar en la inteligencia del chico. Lo que no desecha la posibilidad de estimular sus dudas. Trasmítale, mesuradamente, las suyas. Que no detecte animosidades. Un análisis de la situación lo más frío posible será suficiente para que tome la decisión adecuada por sí mismo. Al final de cuentas de eso se trata. No podemos vivir por él, tampoco deberíamos. Pero sí guiarlo.

Sus expresiones sugerían que sabía más de lo que decía. Pero no correspondía indagar.

Esteban había iniciado la cursada de su primer cuatrimestre de la carrera. Concurría a una comisión del turno de la mañana. Por lo que al retornar a su hogar almorzó con su madre, quien aprovechó para tratar la cuestión según lo recomendado por Ariel:

-          ¿Cómo va la facultad? - preguntó.

Él se explayó sobre materias, docentes, contenidos y estudiantes. No era el objeto real de la plática. Aunque aquel panorama resultase alentador.

-          ¿Y el taller de teatro? - indagó con aparente tranquilidad.

-          Bien, cada vez hacemos más cosas. Tenemos el taller en sí y el Colegio Invisible, que es la selección de Tito sobre los que tenemos más sensibilidad. Osea, en cada espacio nos manejamos de manera diferente- el chico abruptamente haría silencio, era más de cuanto solía compartir. Además de que el conductor del grupo sugería no hablar con “profanos” de lo que allí hacen.

-          Qué bueno hijo, eso es motivo de orgullo entonces. No creo que cualquiera pudiera acceder a ese ¿Colegio Invisible? parece algo especial- Hilda estimulaba la conversación como podía. Y el ego de un muchacho de dieciocho años sería una herramienta de la cual valerse por su propio bien.

-          La verdad que sí. Somos poquitos, pero llegamos mucho más lejos que con los demás. O sea, el vínculo es muy especial. Mucha confianza y cariño, eso es lo que determina la calidad de los trabajos- Esteban se explayaba con cierta soltura.

-          ¿Y tienen algún objetivo como grupo? - ella continuaba indagando con interés.

-          La introspección- respondió casi automáticamente su hijo- conocernos a nosotros mismos y mejorar como personas.

-          ¿Sentís estar lográndolo? - replicó su madre.

Dio en el clavo. El joven pareció despertar de un trance.  

-          Creo que sí. Es complejo en realidad…- respondió.

-          ¿En serio? - lo provocaba.

-          A veces siento que estoy logrando un grado de conciencia superior. Pero por momentos, en cambio, hay cosas que me hacen ruido. “El mariscal” no participa nunca de los ejercicios; pero algunas chicas contaron que hacen trabajos particulares con él. Cuando se lo pregunté dijo que es porque en sus casos requieren un estímulo especial para el desarrollo de aptitudes muy específicas, su potencialidad y bla, bla, bla. Me cuesta creerlo- explicó su hijo.

Hilda escuchaba tan satisfecha como preocupada. El método de Ariel funcionó.

El muchacho continuaba.

-          Dice querer restituir el Priorato de Sion. Algo hoy improbable y difícilmente admisible en términos morales. No me gusta el curso que están tomando estas actividades- sentenció dubitativo.

Ese mediodía el profesor de teatro acababa de tener un encuentro exclusivo con tres chicas integrantes del grupo en su casa. Cuyos ejercicios eran de características aún más sensibles que las habituales. Vestidas solo con sábanas, la consigna sugerida (porque Dionisio nunca ordenaba nada), era girar sobre su propio eje hasta marearse. Decenas de almohadas amontonadas unas sobre las otras estaban dispuestas alrededor de cada una de las jóvenes. Al llegar al punto del mareo debían beber una copa de vino que su mentor les aproximaría y desplomarse sobre las almohadas para recuperar fuerzas. Se trataba de una purga donde debían deshacerse de la energía profana acumulada en sus vidas cotidianas para, por medio del vino y desplome, recuperar energías sagradas.

Durante la inusual práctica las primeras dos jóvenes en completar el ejercicio yacían recostadas próximamente sobre el lecho de almohadas.

Sus miradas se encontraron y entrelazaron los dedos de sus manos. Se abrazaron dando inicio a una serie de caricias y tocamientos. Por sobre las sábanas y, después, por debajo de ellas también. Una empezaba a gemir con sutileza.

La otra muchacha continuaba girando. El docente observaba.

Tras varios minutos las tres chicas completaron su cometido. Aunque la última de ellas en lugar de desplomarse sobre las almohadas lo hizo sobre quien le extendió la copa de vino. La bebió y asumió con Dionisio un temperamento idéntico al que mantuvieran sus dos compañeras entre sí. Él accedió.

Las cuatro personas allí presentes continuaron juntas los ejercicios según lo sintieron.

Algunas horas después, una mucama de la opulenta casona sirvió la merienda en el salón comedor. Los comensales ocuparon sus lugares para reflexionar sobre la (extenuante) actividad recientemente realizada.

-          No termino de entender qué está pasándonos, o pasándome a mí al menos. Pero quiero agradecerles porque siento que es bueno. Quiero hacerlo todo el tiempo- compartió una de las presentes.

-          Es que no se trata del tiempo si no de lo que hacemos con él. Podríamos pasar años sin que ocurra nada o un par de horas donde cambiemos nuestras vidas- reflexionó otra.

-          Para mí, como dice Tito, la clave es que el único varón sea él. Porque la energía femenina es muy distinta a la de ellos. No podríamos alcanzar estos niveles de redescubrimiento y conocimiento con los demás- expresó la última.

El anfitrión, cuyo rostro rebozaba orgullo por sus aprendices, sintetizaba la jornada bajo el calificativo de “dionisíaca”. Concepto repetidamente indagado por el grupo en general como aspecto sensible de todas las cosas opacado por el racionalismo apolíneo occidental.

-          La sinergia hoy acaecida entre nosotros es todo lo que está bien ¿se imaginan si todo el mundo pudiera percibir las cosas como ustedes? en términos platónicos, recobraría la divinidad perdida. El discípulo de Sócrates enseñó que el ser humano es un dios realmente. Pero al nacer se convierte. Pasa de ser una idea perfecta a un cuerpo material corrupto. Y así pasa. Es difícil encontrar con quienes alcanzar un nivel de conciencia tan profunda como con ustedes. Lo suficiente no solo para recordar nuestra verdadera esencia sino para actuar en consecuencia. Eso es lo que pasa acá. Y estoy a disposición para continuar cuanto ustedes quisieran. El amor y el sexo son cosas muy distintas entre sí, pero cuando coinciden se transforman en una de las fuerzas más poderosas- desarrolló él.

Por aquellos días, los ex compañeros del taller de radio sorprendieron a su amigo visitándolo un sábado. Compraron docenas de facturas y mientras él alistaba todo para servir café, Emmanuel puso a hervir el agua para tomar mates.

Héctor y Adriano, ya acomodados en la sala de estar, les hablaban.

-          Primer año de ingeniería me está matando- deslizó el primero de ellos.

-          Me pasa lo mismo en mi carrera- adhirió el otro- producción y dirección audiovisual es mucho más compleja de lo que esperaba. Y pretenden que memoricemos un montón de cosas que no nos van a servir para nada. Los profesores a veces, incluso, son violentos, y si te quejás el problema terminás siendo vos.

Emmanuel, quien aún no había terminado el secundario, un poco por ser más joven que los demás y otro tanto por repetir algunos años, deslizaba silenciosamente una vergüenza que Esteban notó. Por cuanto cambió el tema de conversación.

-          Al margen de lo académico ¿vieron que estoy en un taller de teatro?

Todos lo confirmaron, Emmanuel en primer lugar.

-          Nunca me pareció buena idea esa onda, ni este pibe Aquiles- comentó.

-          A mí la verdad que Aquiles me chupa un huevo. Pero todo el chamuyo de las emociones y sarasa no me lo trago ni por un minuto. Y me extraña que un flaco pillo como vos sí, viste… - aclaró Héctor mientras devoraba de un solo bocado una bola de fraile con pastelera.

-          Tienen razón- resolvió Esteban. Estuve pensando mucho en qué hacer con eso. El cariño que tomé por gente de allí vicia mi discernimiento. Pero probablemente haya cumplido un ciclo en ese espacio. Creo que, en la vida, todos tenemos tiempos y propósitos con cada persona o grupos que integramos. Y el mío ya fue.

-          Me alegra escucharte, amigo- dijo Adriano- más de una vez con los demás hablamos de tu pertenencia al grupo sin saber qué podríamos hacer para ayudarte a entender. Quizás en su momento te hizo bien participar. Pero, siguiendo tu lógica, si ya cumpliste tiempo y propósito, podría haber mutado en un hábito nocivo.

-          ¿Una especie de grupo tóxico? – reflexionó Emmanuel.

-          Tal cual, como una mina- agregó Héctor causando una mirada estupefacta en el resto del grupo, ante la cual prosiguió en un tono jocoso- vayan a cagar, feministas.

Transcurrió la tarde, dedicaron algunos momentos más a circundar sobre cómo podría llevar adelante su desvinculación sin herir susceptibilidades. No alcanzaron una solución definitiva, aunque exploraron todas las posibilidades que se les ocurrieron. Cansados de dedicarse al tema optaron por jugar videojuegos y distenderse.

Semanas después se reunieron los participantes del taller más cercanos al profesor en su casa. La idea era dar inicio a las actividades habituales del Colegio Invisible, donde el muchacho, así como su amigo, estaban involucrados.

Las charlas con su madre y con sus amigos, en conjunción con las dudas del supuesto trato diferente para con mujeres, y las reflexiones con sus amigos del taller de radio, colmaron la desmotivación del joven. Quien fue el último en llegar al terminar de cursar en la facultad de derecho.

Fue recibido cálidamente por todos excepto por el profesor, cuya actitud evidenciaba la desconfianza propia de quien repetidamente criticase su decisión de una carrera tradicional en una universidad tan afín al statu quo que solían confrontar en el espacio.

Mientras almorzaban pastas caseras intentaban infructuosamente coincidir en días y horarios de encuentro. Necesitaban concertar al menos una oportunidad semanal para ejercitar lo que entendían por el “Yo esencial”.

Frustrado por los vanos intentos, “el mariscal” apuntó directamente contra Esteban. Un ultimátum fue secundado por todos sus compañeros. No admitían que quien eligió la continuidad de una formación dogmática en una institución eclesiástica como lo es una Pontificia Universidad, en una carrera como abogacía, permaneciese con ellos en una cruzada cultural con la que aspiraban a cambiar el mundo. Era incoherente. Y debía elegir entre sus incipientes estudios de la carrera o el grupo que ya era parte de él.

Insinuó que reflexionaría una decisión ya tomada.

Nadie que lo obligase a tomar una elección en aquellos términos merecía su preferencia. Y resolvió en consecuencia. Nunca más asistiría a los encuentros del extraño taller ni practicaría sus ceremonias. No sería parte de ello.

Durante meses se concentró exclusivamente en el desempeño académico. Hilda no disimulaba la satisfacción por la decisión de su hijo quien, tras más de un año, se había distanciado de las supuestas malas yuntas.

Al afrontar su primer período de parciales universitarios fue uno de los pocos que los aprobó todos. Incluso hubo docentes que felicitaron el desempeño del joven. Y la consecuente buena impresión resultaba un augurio alentador en miras a los exámenes finales del cuatrimestre. Aplicaba para entonces el método de estudio que tanto le sirvió durante la secundaria, cuadros conceptuales. Y así, punto por punto, sintetizaba y estudiaba simultáneamente los programas de cada materia. Aprobó cada examen que rindió.

Inició el segundo cuatrimestre de la carrera con altas expectativas.

Contemplando que, para ingresar a cuarto año, llegado el momento, debía tener aprobadas al menos dos materias optativas de las ofrecidas por la facultad, entendió encontrarse en condiciones de afrontar una de ellas mientras proseguía con la currícula normal de aquel primer año de abogacía. Cuyas materias cursaba de lunes a jueves reservándose los viernes solo para la contingente. Seleccionó análisis jurisprudencial.

Y entretanto descubrió cuánto extrañaba a sus ex compañeros del taller de teatro. Donde, aunque tuviera diferencias con el concepto de la propuesta o al menos cómo se estaba llevando a cabo, resguardaba el afecto por sus integrantes. En particular, naturalmente, quien fuera su mejor amigo durante años.

Concertó un encuentro con Aquiles en una cafetería frente al Parque Rivadavia. Con lo poquito que había podido ahorrar le invitaría un café y quizás le alcanzaría para compartir un tentempié. No tenía trabajo, aunque estaba buscando.

Divisó a su amigo mientras llegaba y al encontrarse frente a frente intento abrazarlo. Desilusionándose al encontrar un gélido ademán de beso en la mejilla como respuesta. Parecía ofendido y tras tanta confianza y transparencia Esteban no disimuló su inquietud.

Conversaron unos momentos hasta que preguntó.

-          Lindo vernos, pero ¿por qué tan distante? nunca nos tratamos así ¿te insulté? ¿te ataqué? ¿te ofendí de alguna manera? ¿mentí en algo? - cuestionó Esteban.

-          ¡Me decepcionaste, si te importa! - demandó Aquiles antes de continuar - ¿sabés qué pensamos de vos? que sos un cagón. Que te diste cuenta de cuánto estamos logrando individual y grupalmente en el taller y volviste corriendo a la comodidad. A la Iglesia. A las instituciones y a tu puta abogacía. Eso pasa. Mientras mi viejo y yo te servimos éramos lo mejor de la vida. Presentaste ese proyecto de ley de mierda y te empezaste a hacer el divo.

-          Pará la mano; el proyecto del Foro era algo que nos movilizaba a ambos, no podés…- y su invitado lo interrumpió.

-          ¿No te das cuenta que jamás me importó el Foro, o la política? ¿tan brillante y tan insensible? parece contradictorio. Date cuenta nene. Me dejaste tirado y todavía querés que esté contento- concluyó el hijo de Dionisio.

Desconcertado, el estudiante de derecho intentó disculparse por una conducta que nunca procuró. Incluso si hubiera resultado como Aquiles relataba, nada habría sido de manera consciente.

-          ¿Qué otra prueba de cuánto me importás querés? - proseguía Esteban- fui yo quien dio el paso de buscar al otro e invitarlo a reunirnos ¿querés una explicación de por qué me fui? - tomó café unos instantes mientras su interlocutor observaba atentamente- porque no me cierra tu viejo. Ni esa actitud de mierda de tener un trato con unos y otro con los demás. Particularmente la distinción con las minas ¿qué onda que se junta solo con ellas? ¿para qué?

Desconcertado, Aquiles admitió desconocer tales encuentros. Así como la legitimidad del argumento esgrimido por su amigo.

-          Te quise mucho Esteban, pero volvé a insinuar mierda así de mi viejo y no me va a importar pararte la moto como sea. Él se la está jugando por nosotros y por todos los que estemos dispuestos a evolucionar. En cuanto vos desde tu rincón eclesiástico de mierda señalás lo que no entendés como un pecado. No solo me desilusionaste, sino que me parecés patético, cagón y forro- espetó el chico.

-          En serio Aquiles, hay algo que no cierra, no lo analices desde lo emocional, discernilo fríamente- requeriría el ex estudiante de teatro.

-          Ese es tu problema flaco… mucha cabeza y poco corazón- Aquiles se retiró y dejó sobre la mesa dinero sobradamente suficiente para costear diez tazas de café.

Volviendo al refugio académico, un viernes por la mañana Esteban conversaba con una compañera. No solía hacerlo. No lo hacía con nadie. Pero la chica le había consultado sobre algunas tareas pendientes y él nunca negaba ayuda a quien la requería. Se acomodaron en un asiento del pasillo donde permanecieron media hora esperando a que el profesor llegase. Incluso cuando todos sus pares ya se habían acomodado en los pupitres. Era una de las pocas ocasiones en que hablaba con una chica. Tenía cabello castaño y rasgos armenios, esbelta, alta y carismática. Su nombre era Elisa.

Por lo que preguntaba (y repreguntaba) había dos opciones: o estaba interesada en conversar con el joven estudiante o era imbécil. Pero cabiendo la primera posibilidad, él la eligió. Y aunque ella no parecía entender los fundamentos de las respuestas en los trabajos a presentar, alcanzó a completarlas para su entrega. La confianza, el aprecio y la gratitud provocaron el intercambio de redes sociales, con la promesa de seguir hablando.

Diariamente revisaba si lo había agregado una tal Elisa. Él no daría ese paso. Cuando se admitió perder cualquier expectativa con la correspondiente desilusión que ello acarrea, recibió una notificación virtual: “Elisa Eusse ha comenzado a seguirte”.  Colmado de alegría devolvió el seguimiento para recibir un mensaje de ella:

-          Holaaaa Esteban!!! aca estoy. Soy Elisa hablamos el otro dia en análisis jurisprudencial. Me ayudaste un monton con el tp que habia que entregar y nada quería volver a decirte gracias. Asi que eso graciaaaaaaaaas jajajajajaja.

Seguidamente insertó una sucesión indescriptible de al menos diez emojis entre los cuales se destacaban varios corazones.

Mesuradamente el muchacho respondió que no era necesario el agradecimiento y celebraba haber sido de ayuda. Pero para no pasar nuevamente por aquel apuro podría ser buena idea que ella de alguna manera internalizase los fundamentos que motivasen cada respuesta. Si lo precisaba, él la ayudaría.

-          Si querés entre clases podemos encontrarnos en la biblioteca y analizar entre ambos cada consigna para resolverla. Así lo que uno no pueda resolver lo haría con la ayuda del otro y llegaríamos nivelados a cualquier instancia de examen- escribió Esteban.

-          Re siiiiiiiiii!!! - respondió Elisa.

Y así, clase a clase compartían no solo horas en la biblioteca de la universidad resolviendo las consignas ordenadas por el profesor. Sino que se permitían tratar cuestiones personales, empezar a conocerse, ir a merendar y hasta en alguna ocasión, cenar. Ella tenía una vida social muy activa en cuya virtud no omitía los comentarios sobre mal de amores y experiencias frustrantes con muchachos superficiales, básicos y demás. Por su parte, Esteban vivía para la facultad. Últimamente tras su salida del taller de teatro había encontrado allí un refugio que ofrecía comodidad y estabilidad emocional. El estudio jamás lastima. Quizás sí los malos manejos de cada quien al respecto. Pero el estudio en sí mismo no hace más que fortalecernos. Así que las conversaciones a su cargo versaban sobre fechas de parciales, finales, trabajos prácticos, inconsistencias curriculares, redacción de monografías e investigaciones. Ofrecía un orden que la joven parecía necesitar. En cuanto ella a él le significaba el descubrimiento de un aspecto de la vida hasta el momento ignorado o, más bien, subestimado.

Iniciado octubre recibió un llamado de un teléfono identificado con número privado.

Al responder descubrió una voz familiar.

-          Los trámites burocráticos concluyeron exitosamente ¿aún querés iniciarte? - interpelaría Dionisio al otro lado del aparato.

-          ¡Hola Tito, que bueno saber de vos y gracias por llamar, por supuesto! - diría el muchacho sin ocultar la exaltación.

-          Lo mismo digo hermanito. Es un paso muy importante el que vas a dar. Pero tranquilo, siempre voy a estar allí acompañándote. Tenelo en cuenta si en algún momento temés- dijo el maestro.

Una afirmación cuyo consecuente silencio puso de manifiesto la inquietud del joven.

-          Para dar curso a la iniciación tenés que llegar al lugar indicado por tus propios medios. Nadie puede llevarte a los lugares a los que no puedas llegar vos mismo. El día viernes, a las 7:00 hs., te espero en la Legislatura Porteña. Sugiero que te acompañe alguien de confianza. Tendrás un máximo de 12 hs. para concluir lo que debas hacer. Ya te enterarás.

Sin más, el joven evitó pronunciar las decenas de dudas que se le venían a la mente y se comprometió a concurrir.

Lo calmaba la idea de contar con el apoyo del profesor Ariel. Lo llamó para preguntarle.

-          Mirá Esteban, agradezco que me tengas en consideración, pero estoy muy ocupado entre el colegio, la academia y demás compromisos. Encima de que, como te adelanté alguna vez, desconozco sobre el tema. No puedo serte útil, aunque quiera. Pero me permito una sugerencia, tu ex preceptor Bastián tiene ciertas nociones, se llevan bien de hecho ¿por qué no le preguntás a él? - dispuso el director Arrazabal.

El joven hizo caso y su correligionario pasó a buscarlo en auto para llevarlo al punto de encuentro. Tenía puestos un pantalón corto y una camiseta de fútbol. En cambio, Esteban vestía su único traje. Color gris con una corbata azul. Cinturón y zapatos color negro.

-          ¿A las 7:00 hs. te dijeron? – cuestionó su acompañante- pasó una hora y no te atiende el teléfono este tipo.

-          Sí, esto es muy inquietante- validaba tímidamente el jovencito.

-          Posiblemente tu iniciación coincida con una prueba- sugirió Bastián.

-          ¿Cómo, no te entiendo? ¿prueba de qué? – preguntó Esteban.

-          Aunque no sean lo mismo, hace siglos ciertas sociedades secretas evaluaban a sus aspirantes por sus conocimientos generales respecto de lo relacionado al tema ¿ese símbolo de allí no es de La Orden? -señaló Dicastillo.

Efectivamente, una escuadra y un compás adornaban el marco del gran pórtico lateral del palacio legislativo sobre la calle Hipólito Yirigoyen ¿qué podía significar?

Fueron interrumpidos por el saludo del legislador Ángel Atristain, quien ingresaba a trabajar.

-          ¿Admirando la obra? la verdad que hay estructuras que parecen piezas de arte. Y a uno, como reformista, lo enorgullece que nos hagan parte.

-          ¿Cómo es eso? – indagó el flamante estudiante de abogacía.

-          ¡Claro! quiero creer que ya vieron las herramientas que integran nuestro símbolo. Ahí- señalaba- de un lado la pluma, y del otro, el martillo. Por supuesto que, también, hay otros. Y me parece perfecto.

Conversaron algunos minutos hasta que, tras disculparse, el político prosiguió.

-          Decime que te diste cuenta- requirió Dicastillo.

-          ¿Puede ser una especie de indicación? - consultó su joven amigo.

-          No sería la primera sociedad secreta en manejarse así. El principio de un camino- planteó el ex preceptor cuando su correligionario lo interrumpió.

-          ¡Eso dijo “el mariscal”! Indirectamente… creo: “para dar curso a la iniciación tenés que llegar al lugar indicado por tus propios medios. Nadie puede llevarte a los lugares a los que no puedas llegar vos mismo”. Pensé que era acá, pero la Legislatura Porteña es solo la punta del Iceberg. La cuestión es a dónde dirigirnos ahora. O sea, ya vimos la pluma y el martillo ¿pero no hay cientos de comités partidarios solo en la ciudad?

-          Sí, pero mirá la fecha consignada debajo de la escultura. Dice 1901. El reformismo, como sabrás, surgió en 1891. Hoy en día queda una sola estructura en pie de aquellos tiempos, anterior a la fecha en que cincelaron esto. Vamos al comité nacional.

Subieron al auto y, ya siendo casi el mediodía, partieron rumbo al histórico edificio partidario.

Decenas de manifestantes obstaculizaban el paso por las calles aledañas al Congreso de la Nación, por donde se ubicaba su destino. Estacionaron y caminaron hasta llegar al edificio. Las puertas estaban abiertas y había cientos de correligionarios.

-          Hoy tenemos previstas algunas disertaciones, así que podemos movernos con tranquilidad y averiguar lo que precisemos, pero ¿dónde buscar? este lugar es inmenso– se interpelaba en voz alta el mayor de los muchachos.

Pasaron una hora recorriendo salones infructuosamente. Resignados se limitaron a escuchar una de las exposiciones del día, a cargo del ex director Agathos. Quien tras saludarlos comenzó a disertar. La brillante oratoria del político era opacada por la preocupación de Esteban, quien tenía solo cuatro horas restantes para descifrar el resto del recorrido.

Finalizó el discurso e invitó a sus correligionarios a merendar.

-          No los esperaba por acá ¿no vinieron por mi exposición, correcto? – preguntó Timoteo.

-          La verdad es que estamos intentando hacer un recorrido por la ciudad, pero es más difícil de lo que imaginé- se explayó Bastián- iniciamos en la Legislatura Porteña. Había una escuadra, un compás, una pluma y un martillo. Nos cruzamos con Ángel y a partir de lo que nos explicó concluimos venir para al comité nacional. Pero acá no encontramos ninguna pista sobre dónde continuar.

-          Que curioso… - pronunció su correligionario para iniciar un prolongado silencio reflexivo.

-          ¿Qué cosa? el tiempo apremia. Todo dato nos es de ayuda- rogaba el candidato a iniciarse.

-          Entiendo que varios de nuestros próceres integraron La Orden, a la que corresponde el símbolo que mencionan. Y para hacer sus estatuas las autoridades de aquel entonces insistieron en que tenía que hacerlo el taller Don Bosco, dependiente de nuestro colegio que antes era solo industrial. Eso me recuerda que, según se rumorea, en la biblioteca alguna vez se llevaron a cabo reuniones secretas ¿por qué no se pegan una escapada?

Agradecieron las instrucciones y partieron de inmediato. Las suposiciones del referente partidario podían no generar las mayores certezas, pero eran lo único que tenían.

Llegaron a las 17 hs. para encontrarse con las puertas cerradas. Hacía tiempo ninguno de los correligionarios asistía al establecimiento. Un cartel rezaba “cerrado por obras en curso”. Decidieron darse por vencidos.

Tomaron asiento en el patio y pensaban qué podrían hacer. O lo intentaban a pesar de los gritos de tantísimos jóvenes cuya semana de estudios finalizaba. Repentinamente alguien se sentó con ellos. El director Arrazabal llevaba una taza de café y una de mate cocido para cada uno de sus ex estudiantes.

-          Debe ser algo muy importante para que ambos, juntos, vuelvan a pisar el patio- supuso Ariel.

-          Hola profe, es lo que te comenté el otro día por teléfono- aseveró su estudiante.

-          ¿Cómo es que eso los trajo hasta acá? – preguntó el pianista.

Bastián explicó paso a paso cómo recorrieron algunos edificios de la Ciudad de Buenos Aires. Hasta precisar el acceso a la biblioteca cerrada por obras.

-          De más está decir que yo jamás podría permitir a nadie ingresar a un lugar en el que se están llevando a cabo reparaciones. Sería peligroso y, consiguientemente, irresponsable de mi parte. Pero basta de cháchara, tengo que terminar algunas tareas y la semana casi llega a su fin. Estamos al habla y éxitos en su búsqueda- sentenció el director mientras tomaba las tazas vacías de los dos jóvenes.

Tras algunos instantes notaron que el profesor olvidó un manojo de llaves. Corrieron hasta la biblioteca y las probaron todas. Necesitaban entrar. No sería hasta casi el último intento que escucharían cómo giraba el seguro del antiguo pórtico. Tenían una hora.

El salón contaba con al menos cien años albergando miles de libros, de todos los tiempos. En más de una oportunidad, Esteban y quién sabe cuántos estudiantes se refugiaron entre esos muros. Casi todo, pisos, techos, estanterías, ornamentos, escritorios, mesas y sillas eran de madera. Como si las hubiera creado una misma persona en un único acto. Y, de hecho, descubrieron que fue así. Cada pieza en algún sitio ostentaba la inscripción “taller Don Bosco”, como las esculturas del comité nacional a las que Timoteo hizo referencia horas antes; por lo que su información y deducción, probablemente, fueren acertadas. Estaban en el lugar correcto, aunque tenían solo minutos para descubrir a dónde debían dirigirse.

El lugar continuaba a obscuras y solo se alumbraban con las luces de sus teléfonos móviles.

-          ¡Así se les va a complicar! – acertó nuevamente el director mientras subía la térmica de las luces- mis llaves, por favor.

Su estudiante se las devolvió.

-          Estás demasiado desesperado, Esteban. Si es una cuestión de tiempos, tené en cuenta que se puede resolver. Los griegos lo sabían. Según ellos había tres tipos de tiempo, no solo el que conocemos, al que denominaban Chronos. Pero también consideraban a Aión y a Kairós. Este último es el tiempo sagrado, que transcurre según cuanto lo sentís. Si perdés el control sobre vos, lo perdés todo. Mantenete sereno. Sentí cada instante en su unicidad y usalo. Así, en pocos minutos alcanzarías lo que otros en una eternidad. Es algo que aprendí acá. En el fondo de cada librero ilustraron dioses antiguos. Aunque las autoridades de aquel entonces habrían preferido santos católicos, a título personal me parecieron una linda incorporación- Ariel se acercó a una de las estanterías, quitó su contenido apoyándolo sobre una mesa y les mostró la obra.

Presenciaban la imagen de un joven alado, con largos cabellos, vestido con una túnica la cual solo era sujeta por un prendedor. Este tenía la forma de una escuadra y un compás entrelazados. Pero ¿qué podía significar aquello? las palabras del profesor resonaban en la cabeza del joven mientras sus acompañantes intentaban ayudarlo.

-          ¡Es allí, en el Palacio Kairós! – exclamó el menor de los presentes- fui de pibe, encontré una invitación hace años en mi pupitre y asistimos a un concierto con mamá, conozco la dirección.

-          Recuerdo que me lo comentaste en su momento, entonces partan de inmediato ¡éxitos!

Los correligionarios subieron al auto. Tenían quince minutos. A toda velocidad (y saltándose algunos semáforos) arribaron a las puertas del imponente edificio, en cuyas puertas estaba Tito “el mariscal” Dionisio. Eran las 18: 57 hs.

-          ¡Felicitaciones Esteban, lo lograste! ahora daremos curso a la iniciación formal, pero me permito advertirte que lo esencial lo has superado satisfactoriamente. Ahora debo vendarte los ojos para ingresar al edificio. Te guiaré por los pasillos hasta nuestro templo donde prestarás juramento- dijo el doctor en bellas artes.

Continuaron en tales términos hasta el lugar previsto. Allí, mediante un diálogo triangular a través de Dionisio, los presentes interpelarían con treinta y tres preguntas al pretendiente sobre sí y sus intenciones en La Orden. Preferencias académicas, artísticas y opiniones sobre determinadas cuestiones de interés. También indagarían sobre su conocimiento teórico de nociones fundamentales de La Orden. En general los resultados fueron lo suficientemente favorables como para proseguir.

Fue tomado por el brazo para el recorrido de tres viajes simbólicos a través de obstáculos colocados en el lugar, siempre con los ojos vendados.

Una vez hechos sería instalado de pie para la toma de su juramento.

-          ¿Juráis no involucraros en nuestros augustos misterios con propósito de traicionarnos? - preguntó una voz familiar que el muchacho no supo identificar. Tenía alguna sospecha, pero… debía responder.

-          ¡Sí, juro! - respondió con la actitud propia del hombre que iniciaba esta nueva etapa.

La venda le fue quitada de los ojos.

Tras superar el efecto cegador de la luz en quien tuvo puesta una venda durante tanto tiempo, lo primero que notó fue a quien lo acompañó durante todo aquel proceso, con la venda en sus manos. El doctor Dionisio, como todos los demás, le apuntaba con un arma blanca al cuello.

Antes de continuar cabe detallar que La Orden está integrada por logias y a su vez, cada una, por hermanos. Tienen armas blancas como parte del uniforme, imputadas en función del temperamento.

Tito “el mariscal” apuntaba con una espada flamígera. Lucía un traje negro con chaleco y corbata de moño rojo. Decenas de medallas colgaban sobre su solapa izquierda con símbolos indescifrables; eran iguales a las que la abuela Sofía guardaba y, otrora, pertenecieron al abuelo Katz. Un mandil blanco con inscripciones en rojo. Un collarín y guantes blancos decorados en dorado.

Continuando el recorrido visual del templo encontraría al Gran Maestro Politi y al Pro Gran Maestro Astudillo, portando un bracamarte y una alabarda respectivamente. Ambos lucían túnicas negras completamente lisas.

Al fondo, sobre lo que se denomina Oriente, tras un escritorio de madera grabado con el símbolo de la escuadra y el compás estaba “el griego”, ex director de su colegio, la voz familiar que no pudo descifrar. Era él luciendo un traje marrón con una corbata de igual color y camisa blanca. Ostentaba menos medallas que Dionisio, pero aun así tenía unas cuantas. Sin guantes y con iguales mandil y collarín que su predecesor, sostenía un alfanje en su mano derecha.

También estaba su colega, Ángel Atristain, quien con un traje bordó y corbata floreada, superpuestos a una camisa negra, tenía tantas insignias como el actual Venerable Maestro al fondo del salón. Mas en lugar de un alfanje apuntaba a Esteban con un tridente.

Encontraría para su sorpresa, además, a su ex preceptor, Bastián. Un modesto traje negro con corbata negra sobre una camisa gris, sin medallas aún, ni collarín y con un mandil blanco lo tornaban prácticamente un desconocido. Poseía una lanza decorada.

El último de los rostros que sabría identificar entre los más de cincuenta hermanos presentes en la ceremonia sería el de quien siempre estuvo allí. El profesor Arrazabal. Tenía un traje azul, camisa blanca y corbata roja. Era el único en usar sujeta corbata y tenía más medallas que “el mariscal”, aunque un cargo menor en La Orden, dado que él no había sido Venerable Maestro de una logia. También poseía tanto collarín como mandil de características similares a los de los maestros allí. En ambas manos cargaba un mandoble.

El chico sorprendido no supo cómo reaccionar, si es que debía hacerlo, en los instantes en que se revelaron tantas identidades familiares. Antes de que pudiese resolverlo, desde el fondo del salón, Timoteo sentenció:

-          ¡Y si incumplierais con vuestra palabra, os cortaremos el cuello!

El viernes siguiente en su clase de piano semanal, como hacía algunos años, antes de practicar los ejercicios curriculares conversaron sobre cómo se sentía el muchacho respecto de lo recientemente acaecido.

-          Esteban, ya sé que formalmente te apadrinó “el mariscal” en tu iniciación. Y no está mal. Pero en términos estrictamente fácticos referenciate en mí. También debo aclarar que si nunca hablamos de mi pertenencia a La Orden fue porque no me parece tema de conversación. Hay quienes la usan como un título nobiliario. Yo no. Y la mejor manera de evitarlo es sin nombrarla- explicó Ariel.

El joven escuchaba mientras su mentor proseguía detallando cómo autorizó al profesor de teatro para apadrinarlo.

Meses atrás el timbre sonaba en la academia.

Cuando la secretaria del profesor abrió la puerta se encontró con el Dr. Dionisio. Parecía conocerlo.

-          Buenas tardes señor; temo que no lo esperábamos. Y sin cita no puede pasar- dijo la señora.

El caballero avanzó haciendo caso omiso.

-          Necesito hablar con mi hermano- exclamó en un tono lo suficientemente elevado.

La breve discusión entre ambos fue interrumpida cuando se abrió la puerta del aula tres. El despacho del profesor Arrazabal.

-          Cuando alguien te dice que no, debés detenerte, Tito. Podés pasar- dijo Ariel con un forzoso ademán de invitación a su oficina- ser miembros es lo único que nos hace hermanos, de todas formas, insisto en mi pedido de que omitas llamarme así. Dejé lo suficientemente claras nuestras diferencias- aclaró el anfitrión.

-          Entiendo… y siento mucho tu desprecio. Yo te admiro, no a pesar sino a partir de nuestras diferencias. Que sí las hay. No creo que haya una verdad absoluta, aciertos ni errores. Solo puntos de vista. Cuya fuerza radica en la propia de sus defensores. Tenés ideas fuertes. Tanto como para que nuestros hermanos (perdón, los demás de la logia) suscriban. Me hiciste suspender, pero no te culpo. Consta quién te lo ordenó ¿y por qué no obedecer? - expuso el invitado.

-          Nadie ordenó nada. Fue lo justo y los demás estuvieron de acuerdo. Punto- dijo contundentemente el director del colegio - ¿cuál es el motivo de tu visita? hacía años no venías.

-          Es verdad y me disculpo.

-          No hace falta- interrumpió el arisco músico.

Su interlocutor prosiguió:

-          Hay un joven brillante por cuya crianza debo felicitarte- Arrazabal no pudo evitar fruncir el ceño- Esteban participa del taller de teatro, además es amigo de mi hijo y lo ayudé a presentar el proyecto de ley. Es un extraordinario candidato para sumar a La Orden, en particular a nuestra logia. Soy un hermano (perdón, integrante) respetuoso. Consta que es tu pupilo por lo que recurro a vos para pedirte permiso. Quiero proponerle que se inicie.

Ambos caballeros parecían entender que una denegatoria significaría un flanco débil en la estructura de contención que el músico desde hacía años representaba contra las sugerencias de Dionisio. Él propugnaba instaurar en La Orden el imperio del hedonismo y prácticas esotéricas de magia antigua; corriente que autodenominaba modernista. En cuanto su adversario se constituía como uno de los máximos referentes del llamado tradicionalismo o conservadurismo, que mantenía las fórmulas racionalistas. No había margen para denegar la solicitud.

-          Tenés mi venia. El muchacho está a mi cargo, pero podés convocarlo.

-          Gracias, hermano (lo llamó alevosamente así). Lo dejás en buenas manos.

Se despidieron fríamente.

Ese relato esclareció aún más la primitiva perspectiva del aprendiz sobre el grupo en el que se había involucrado y su funcionamiento. A pesar de que los hermanos de su rango tienen vetado el conocimiento de ciertas cuestiones; excepcionalmente Arrazabal estimó necesario informar para formar.

Pocas veces durante el agitado año se había encontrado con sus amigos. Pero en cada una de esas reuniones afianzaban los vínculos contra los cuales el posicionamiento del taller de teatro arremetía.

Se encontraron en la casa de Adriano. Su dormitorio estaba en la planta alta desde donde se accedía directamente a una amplia terraza. Los jóvenes llegaron hacia la medianoche. Jugaron juegos de mesa mientras se ponían al día.

-          Solo mamá sabe lo que les voy a contar ahora y quiero que sean lo más discretos que puedan. La semana pasada me inicié en La Orden. Una sociedad secreta que hacía tiempo llamaba mi atención. Cumplí con algunos procedimientos, fui evaluado y admitido. Es un lugar donde puedo aspirar a crecer mucho y me enorgullece haberlo alcanzado. Así que, creo, nadie mejor que ustedes para celebrarlo- declaró Esteban con cierta solemnidad.

Todos alzaron sus vasos. Él tomaba vino tinto, Adriano Fernet, Héctor un destornillador que era casi puro vodka y Emmanuel cerveza.

-          Me alegro mucho por vos amigo. No puedo opinar de eso porque no conozco, pero suena re importante e interesante. Si sentís que es el lugar para vos y para seguir convirtiéndote en una mejor persona contá con nosotros- sugeriría el anfitrión.

-          La verdad que a mí me importan un carajo las sociedades secretas, las religiones y todo eso, pero lo mismo que Adriano; mientras no vuelvas a tener quilombos como te hicieron los de teatro dale mecha- indicó Héctor mientras hundía profundamente una cuchara en un balde de crema de maní.

-          Todo medio raro. Quiero que te cuides más amigo. Arriesgas mucho con movidas tan intensas. Por ahí sería mejor quedarte en los lugares más comunes como la facu, la familia y nosotros. Al menos ya no mencionás a Aquiles; ese flaco no me gustaba nada- planteó Emmanuel con una mirada profunda y directa.

Siguieron con sus reflexiones, mientras jugaban, comían y bebían por horas y horas. Mientras, el amanecer se insinuaba con los primeros rayos del sol penetrando la persiana.

Su amistad era incondicional, como el apoyo que se brindaban entre sí.

Aunque solo Esteban estaba en La Orden, los cuatro eran hermanos.  

Capítulo 7: 2016

“El hombre se autorrealiza en la misma medida en que se compromete con el cumplimiento del sentido de su vida”. Viktor Frankl.

Pasó el verano y el primer año de la universidad había sido completado.

Hubo tiempo para pensar.

Hilda notó la inquietud de su hijo por lo que aprovechó una cena para conversar con él, valiéndose de sus versadas dotes indagatorias.

-          Aprobaste con promedio de honor el primer año, hijito. Eso merece una felicitación. Así que preparé mollejas a la crema con papas noisette. Sentate por favor- indicó Hilda.

El muchacho, como de costumbre, obedeció.

-          Que rico mami. Muchas gracias. Costó, pero se pudo lo de la facu. Veremos si este año puedo repetirlo- describió él.

-          Mirá, lo académico es uno de muchos desafíos que supiste atravesar. Después de lo de Dionisio... ese tipo no se iba a meter con vos. Con el resto no me interesa. Menos mal que entendiste las cosas- dijo ella.

-          Sí. Es un tema complejo. Pero que a mí no me hayan cerrado algunas cuestiones no quiere decir, automáticamente, que esté todo mal. Él y quienes sigan a su lado pueden hacer lo que quieran. No soy quién para juzgar- sostuvo modestamente el muchacho.

-          Yo sí- sentenció su madre- más aún si pretendía involucrarte a vos. Pero por mérito tuyo es una cuestión resuelta ¿no? - insidió sutilmente la señora.

-          No definitivamente. Tanto argumento sobre el conocimiento de sí, autodescubrimiento, crecimiento y demás; son conceptos que veo replicados en La Orden. Los estoy estudiando en sus distintos aspectos viste. Y no termino de entender hasta qué punto estoy recorriendo un camino que elijo o que eligieron por mí ¿cuánto me mueve el piso redescubrirme, entenderme, ser mejor persona? digo, hay gente que ni piensa en eso y vive feliz, con menos preocupaciones, u otras al menos ¿yo elegí ser abogado o fui orientado por una idealización del derecho que con cada abogado que conozco se vuelve más irreal? ¿quería ingresar a La Orden o tenerla por refugio de aquello que me hirió? - dudaba el joven.

-          Estás inseguro. Lo que tenías por verdades cuasi dogmáticas ahora está en tela de juicio. Yo soy arquitecta, nada más lejos de mí que las reflexiones filosóficas. Pero la abuela alguna vez me dijo que no tiene nada de malo hacerse esas preguntas. Quizás debas aprender a lidiar con ellas y otras también ¿hay un dueño de verdades? entiendo que no. La incomodidad de las dudas es como un motor. Te va a llevar a lugares más profundos, en la medida que te animes a entrar en ellos. El conocimiento que encuentres ahí no necesariamente se traducirá en felicidad. Pero te dará las herramientas con las que podrás buscarla- consideró Hilda.

Tras terminar la comida se quedaron varias horas en la mesa platicando sobre qué hacer con interrogantes como las que movilizaban al chico. Concluyeron que no necesariamente porque una idea surgiera de influencias externas (al final de cuentas todas se relacionan con el entorno en que uno se desarrolla), tienen que considerarse imposiciones.

Desde fines del año anterior se frecuentaban más que nunca con sus amigos. Al menos semana por medio compartían alguna comida, se ponían al corriente, jugaban videojuegos y miraban películas. También allí Esteban expuso sus inquietudes.

-          Más allá del ruido que tenés en la cabeza ¿qué sentís bro? - le preguntó Adriano.

-          No sé. Desde que largué teatro estoy medio reticente con los sentimentalismos- respondió su amigo.

-          Pero no es sentimentalismo, pelotudo. Si vas a hacer solamente lo que te diga la cabeza te vas a morir solo. No sos una máquina. Ta’ bien, no sabés si posta querés seguir con abogacía, la sociedad secreta y toda la bola. A ver ¿cuándo vas a cursar lo hacés contento o llorás en el bondi? - le interpelaría Héctor.

-          La verdad que me copa bastante. Lo hago con entusiasmo. Pero no sé si es genuino o porque estoy cumpliendo algún mandato que me pueden haber impuesto- reflexionaba su anfitrión.

-          No amigo- le enseñaría Adriano- el entusiasmo, como lo llamás, nunca tiene que ver con mambos impuestos. Si está es porque vas bien.

-          ¿Por qué no te dejás de romper un poco los huevos, aflojás y disfrutás lo que hiciste hasta ahora? - exigiría Héctor mientras daba un mordisco a un sándwich de salame y queso- las pasaste todas, las buenas y las malas, querías estudiar derecho y vas bien, querías entrar a una sociedad secreta y lo lograste, le metiste al runrún de la política. Ya estás en el baile, ahora bailá.

-          No creo que esté mal que se permita dudar ¿por qué tener por seguro lo que uno cree querer hasta el momento? ¿no podría cambiar? - lanzó Emmanuel.

-          Sí, qué se yo, pero cuán útil es dudar de algo que venís construyendo hace ¿cuánto? ¿cinco años? - comentaba Adriano.

-          Ponele. Pero es como dice Emmanuel. Nadie duda de lo que quiero, si no del por qué- dijo Esteban.

-          Yo te digo por qué- ilustraría Héctor con otra mordida de su tentempié- te gusta la plata, el poder y el conocimiento. Punto. Sos eso. Nadie te juzga. Aceptate. Los únicos que te van a putear son los hipócritas que no sirven ni para administrar una fotocopiadora. Y como no le importan a nadie… no te hagas historia.

Tras un buen rato de debate y reflexión continuaron sus habituales partidas de videojuegos y miraron algunas películas. A pesar de invitar los postres la situación económica de Esteban era desfavorable. Si bien desde hacía años de vez en cuando tenía alguna changa con la cual cobraba unos pesitos, la vida socialmente activa de un muchacho de diecinueve años demanda consumos y, lógicamente, fondos proporcionales para costearlos. Hilda, quien lo había criado sola y sostenido toda la vida nunca fue una mujer que despilfarre. Y no empezaría a hacerlo por las andanzas de su hijo. Lo que motivó disputas domésticas.

Las dificultades económicas obstaculizaban gravemente su desempeño en todos los sentidos. Afortunadamente, una ex compañera de la secundaria lo recomendó para un trabajo como vendedor de tarjetas de crédito en una estación de tren. Envió la documentación necesaria, asistió a la (paupérrima) capacitación y se presentó en su primer día como vendedor.

La agenda, a partir de entonces, estuvo más abarrotada.

Despertaba a las 6:00 hs. Cursaba entre 7:45 y 13:00 hs., de lunes a viernes.

Tenía que llegar a las 13:30 hs. a la estación de trenes para cumplir el trabajo asumido. Allí estaba hasta las 19:30 hs. Llegaba a casa a las 20:30 hs. con escaso tiempo suficiente para bañarse, cenar y (quizás) estudiar.

Debía vender, al menos, dos tarjetas cada día para conservar el trabajo. Lo que no solo requería el interés de los potenciales clientes sino, también, que su historial crediticio cumpliera con los estándares de la compañía.

En sus primeros intentos el joven se aproximó aleatoriamente a los transeúntes.

-          Disculpe ¿le gusta la plata? – abordaba Esteban a los atónitos clientes en potencia.

Había quienes respondían lógicamente con una afirmación mientras, los menos, cuestionaban al muchacho por la pregunta que les hacía. En ambos casos procedía de igual manera.

-          Si le gusta la plata necesita una tarjeta de crédito. Porque puede costear consumos en cuotas sin intereses. Lo que en conjunción con la inflación se traduce en ahorro. O sea, más dinero en sus bolsillos al realizar cualquier transacción.

-          ¿Y por qué debería optar por esta tarjeta y no otra? – solían observar sus interlocutores.

-          Porque esta no tiene coste de mantenimiento- mentía él- mientras todas las de la competencia sí. Entonces gratuitamente le ofrecemos la posibilidad de financiar sus consumos a largo plazo ¿le interesa?

Si bien muchos de los consultados accedían a consultar su procedencia en el sistema de la compañía, en su mayoría no aplicaban. Lo que tornaba la conversación en una pérdida de tiempo durante el horario laboral de Esteban, cuyo superior más de una vez criticaría.

No se trataba de cuántos intentos llevara a cabo. Sino de los resultados.

Conversaba con todo mundo y los convencía, pero si al final del día no tenía tarjetas vendidas era lo mismo que nada.

Entonces, concluyó que más importante que llamar la atención de las personas, era que los abordados aplicasen ¿y cómo saberlo? ¿solo por aspecto? no. Tenían que tener algún ingreso económico constante en blanco. La única manera de presumir ello, solo a partir de las apariencias, era obvia: los beneficiarios de prestaciones previsionales, ergo, mayores de edad (por su jubilación) y personas con movilidad reducida (por subsidios). Inició su estrategia.

Se arriesgo con una señora entrada en años.

-          Disculpe señora- irrumpió el vendedor- pero estamos regalando dinero y nos gustaría saber si le interesaría.

-          ¡Por supuesto! - exclamó la sorprendida mujer.

-          Excelente. El pago se lo haremos con una tarjeta. Solo abonará cuanto consuma, si es que lo hace. Así podrá comprar productos en cuotas. Si estas fueren sin intereses, al no haber costo de mantenimiento, nuestra compañía estaría financiando sus adquisiciones. Por cuanto le estaría regalando la diferencia entre el valor total que abonara en cuotas y cuanto aumentara el susodicho producto ¿entiende? – preguntó él.

-          Nunca use tarjetas, me da miedo- confesaba la mujer hasta que el joven la interrumpió aclarando que en el stand le explicarían todo lo necesario.

-          Solo necesito su nombre completo y número de DNI para corroborar que aplique en nuestro sistema- solicitó el muchacho.

La señora brindó sus datos. Fueron insertados en el sistema y ¡bingo! aplicaba a la perfección. Era jubilada.

Completaron los formularios necesarios y concretaron la operación con la suscripción de la clienta.

En cuestión de semanas sería reconocido como el mejor vendedor del puesto.

Entre tanto retomó el contacto con participantes del taller de teatro. A pesar de que Aquiles no respondía sus mensajes, algunas ex integrantes sí. Se reunió con una de ellas.

La joven, como otras, había abandonado el espacio hacía meses. Motivadas en causales similares a las que otrora motivaron la partida de Esteban. Con la diferencia de haber llegado más lejos aún en su camino introspectivo. Relató a su ex compañero experiencias orgiásticas. En su tono ponía de manifiesto dudas sobre la voluntad con que había obrado. El alcohol era no más que un mero aditamento al profundo argumento discursivo en que se fundaba toda actividad allí enmarcada.

-          Mirá, en términos estrictamente jurídicos para poder hablar de un acto voluntario tendrían que concurrir tres elementos: discernimiento, intención y libertad. Si cualquiera sufre algún tipo de vicio podría tratarse de un acto involuntario impulsado por una forma de manipulación. Eso anula los efectos jurídicos en materia civil. Y en materia penal, aunque estos no existieran, podría tornar de punibilidad al autor del acto- explicaría fríamente el estudiante de abogacía.

-          ¡Dejate de tecnicismos ahora, Esteban! me siento mal y punto, no me tires un libro por la cabeza. Y estoy segura que las demás chicas también. Nos decía cualquiera. Fuimos estúpidas y le creímos. Cuando vos te fuiste la confianza de los demás en el fundamento de las actividades mermó. Fue entonces que Dionisio empezó a ponerte como ejemplo de cagón y traidor. Que habías sucumbido al orden establecido y perdido la batalla que supuestamente los demás seguíamos dando por permanecer en el taller y, consiguientemente, con él. Con ese argumento nos retuvo varios meses más. Y el límite fue cuando empezó a organizar ejercicios individuales. Programaba encuentros con algunas y llegábamos a quedarnos en su casa durante días. Nuestros papás no podían enterarse y nos obligaba a inventarles excusas. Nosotras lo hacíamos. Se convirtió más que en un maestro en una especie de amo. Finalmente nos pusimos de acuerdo y empezamos a poner excusas para faltar. Se puso insistente y hasta fue a mi casa. Obvio que no le abrí la puerta ni nada- detalló la muchacha dada la confianza que la rectitud de su interlocutor le inspiraba. Era una especie de confesión en la cual, lejos de esperar un castigo, recibiría el oportuno consuelo y contención.

-          Creo que lo que pasó no se puede deshacer. Pero sí sus efectos. No hablo de lo jurídico. Hablo de lo humano. Te siento lastimada. Ante todo, en tu lugar, procuraría sanar. Las demás quizás estén en la misma. Cuando estén suficientemente repuestas, si tienen ganas y se animan, yo les voy a conseguir un abogado que las defienda ad honorem. Lo que ese hombre hizo es una forma de abuso sexual, y en la medida que estén dispuestas se puede iniciar un proceso. Si delinquió debe ser sancionado. Por otra parte…- proseguía el chico cuando su voz se quebró- ¿Aquiles o alguien más estaba mientras ustedes yacían allí?

-          A Aquiles casi no lo veíamos al final. No sé qué pasó con él, pero cuando nos quedábamos con “el mariscal” estábamos a solas. Decía que eso era necesario para que la ceremonia nos hiciera el bien que buscábamos. Solo podíamos convertirnos en diosas ante su presencia, porque quien no supiera apreciar tal divinidad en lugar de potenciarla podría menoscabarla- esclareció ella.

Esteban dejó de manifestar la angustia que lo colmaba para ser únicamente un manojo de preocupaciones ¿qué hacer frente a tamañas declaraciones? la joven ya no hablaba solo por sí, sino más bien por un grupo de mujeres que se sentían abusadas.

Él se limitó a reafirmar su teoría. Primero debían intentar estabilizarse, reponerse cuanto pudieran tras circunstancias tan traumáticas. Y recién después articular las acciones judiciales que estimasen pertinentes, para lo cual podrían contar con él.

Conversaron minoritariamente sobre otros temas y se despidieron. Se trató de una ocasión para reflexionar juntos y no tanto una plática entre amigos. Quizás nunca lo fueron. Su ahora hermano empezaba a manifestar facetas muy obscuras.

Dionisio por aquel entonces inició una potencial defensa, en caso de que lo que él llamaba “ex discípulas confundidas” se dispusieran a actuar en su contra. No eran las primeras. Hacía décadas llevaba a cabo las mismas prácticas con múltiples grupos cuyo rol docente confundían con el de un pseudo- mesías. Aprovecharía una mañana de tranquilidad en el despacho con su hermano y jefe, el legislador Atristain, para discutir la cuestión.

-          Me parte el corazón cuando la gente me abandona, amigo. Sé que mis ideas no son normales. Al compartirlas le resultan atractivas a las personas, se involucran y cuando asimilan su intensidad huyen. Pero al huir de la idea también lo hacen de mí. Vuelvo a quedar solo… desde que perdí a la mamá de Aquiles nadie más me entendió tanto- confesaba el profesor mientras tomaba su leche con café y tres de azúcar. 

-          Yo sí te entiendo Tito- replicó Ángel- ¿u olvidás quién fue el único que te defendió de la suspensión en La Orden cuando Arrazabal te querelló?

-          Ese facho tiene a La Orden estancada en el siglo dieciocho. Si fuera por mí estaríamos en un plano superior ¿te acordás de mi veneratura? - indagó el asesor.

-          ¡Más vale! una experiencia extraordinaria. Yo aún estaba en grado de compañero. Al final me ascendiste a maestro. Entonces conocí el esoterismo y lo energético. Usábamos velas en lugar de luminaria artificial. Cada acto de las tenidas estaba musicalizado. Colocábamos sal en las esquinas del templo. Había sahumerios por doquier. Totalmente heterodoxo- el legislador fue interrumpido.

-          Sí, por eso me suspendieron- acotó el doctor en bellas artes.

-          No, Arrazabal convenció a “el griego” Agathos de que te estabas yendo a la mierda cuando quisiste alterar el ritual por el que se rigen nuestras ceremonias. Y ahí no pudimos hacer nada para confrontarlos. Ya Arrazabal por sí mismo nos significaba un problema. Coordinado con el otro por más que te defendiera tenían toda la logia a su merced- detalló Atristain.

-          Encima Politi los apoya- se lamentaba “el mariscal”- no importa. Así como ellos tienen derecho a someterse a las premisas racionalistas establecidas; yo puedo reivindicar el idealismo platónico y mis principios.

-          El problema es que no medís Tito. Y por eso te vas a comer flor de caramelo con las chicas que te acostaste- indicó el jefe mientras terminaba su té.

-          No me acosté, ya te lo expliqué. Hicimos el amor porque lo sentimos. Y que mi cosmovisión no sea la vigente para todo el mundo no debería ser motivo suficiente para que piensen cualquier cosa de mí- aseveró el docente.

-          Aún así, me querés pedir un boga, amigo…- arriesgo el político mientras su interlocutor asentía- quedate tranquilo. Mi equipo de legales ya está preparándose. Si estas chicas hacen algo vamos a estar listos. Siempre voy a cuidarte.

Su asesor se levantó del asiento, se acercó y, tomando la mejilla de su hermano lo besó. Luego se retiró silenciosamente. Parecía algo habitual.

En su clase semanal de piano, Esteban y Ariel conversaban más de lo que practicaban. El profesor asignó al ya no tan pequeño estudiante una nueva responsabilidad. Hasta entonces él tenía a su cargo la musicalización de las tenidas y simultáneamente ostentaba el cargo de Maestro Experto o Terrible en la logia, responsable de la disciplina y el correcto funcionamiento del grupo según el ritual aprobado. Instruyó al muchacho, con la venia de sus pares, para asumir el cargo de Maestro de la Armonía (aunque aún fuera aprendiz, tenía la habilidad necesaria). Así, su ex director podría centrarse exclusivamente en su rol preponderante como encargado de la disciplina en la logia. Empezaba a rumorearse sobre un potencial reintento de Dionisio por reformar lo establecido y los peyorativamente denominados conservadores tendrían que estar atentos. Claro que Esteban no podía saber todo esto. Decírselo habría transgredido decenas de reglas. La información se conoce en proporción a los avances de cada quien en La Orden; y estos se reflejan en los llamados aumentos de salario, ascensos de grado propiamente dichos ¿cómo obtener un ascenso? hay una única manera: trabajando.

El cumplimiento de misiones. Con más o menos justificaciones, los hermanos mayores, es decir integrantes de grados superiores ordenan a los menores la realización de objetivos específicos. Acreditado el éxito se registra en el Gran Archivo de La Orden; donde constan los méritos de cada iniciado a lo largo de la historia.

Una de las primeras la había completado sin darse cuenta: investigar a Tito “el mariscal”, rendir cuentas de la información recabada a Ariel; y por extensión, a “el griego” Agathos.

Desde la pérdida de su madre, Hilda continuaba estancada. Había alcanzado su mejor momento y desde entonces todo fue cuesta abajo. Se refugió en los más de cinco perros que hasta entonces había adoptado. Dedicaba su vida a ellos. Se había descuidado a sí misma, incluso. Resolvió huir de aquel lugar que albergaba tantos recuerdos familiares. Con su hijo escogieron otro departamento que, aunque fuera más chico e implicase que el muchacho durmiera en el comedor, ostentaba las mejores condiciones edilicias a las cuales la familia podía aspirar.

Una vez puesto en venta el inmueble, con cuyo pago adquirirían la nueva vivienda, los fines de semana los agentes inmobiliarios lo visitaban con potenciales compradores. Mientras Hilda los acompañaba, él debía cuidad a sus mascotas en el sótano del edificio. No tenía dinero para ir a un bar porque utilizaba todo el que ganaba para cubrir gastos de mantenimiento de la vivienda, su madre no le daba más y permanecer en la calle durante cinco o seis horas con tantos animales era una opción poco práctica. Aprovechaba aquellos extensos ratos para continuar sus estudios.

Fueron semanas agotadoras. Pero finalmente una interesada hizo una oferta gustosamente aceptada. Concretaron la operación y casi inmediatamente dieron curso a la compra de su nuevo hogar.

Se mudaron el mes siguiente.

La extenuante rutina convergida con tamaño episodio resultó en que una mañana, tras ir a clases, trabajar, estudiar, ayudar con el ordenamiento del mobiliario y practicar piano; Esteban amaneció completamente pálido e inmovilizado. Por su frente escurrían gotas de sudor frío. Tras tomarle la temperatura, Hilda leyó un diagnóstico del termómetro que oscilaba en los cuarenta grados. Preocupada requirió de emergencia a los médicos de su prepaga. Asistieron y llevaron al muchacho en ambulancia a una clínica cercana. Donde lo mantuvieron en observación y le realizaban los estudios necesarios.

Fue un preinfarto.

Con Hilda y el médico concluyeron que el joven se estaba exigiendo más de lo que debía. Y la única solución era abandonar algún hábito.

Esteban se negaba; asumiendo una postura necia que podía agravar el vulnerable cuadro cardiológico.

En cuarenta minutos de discusiones lograron hacerlo entrar en razón. Renunciaría al trabajo. A pesar del gravamen financiero que ello implicaba para su incipiente economía.

Continuó con todo lo demás que hacía a su rutina sin inconvenientes. Adaptándose de a poco a los hábitos que anteriormente dominó con maestría. Aunque no pudo rendir todos los finales sí había llegado a aprobar los parciales de cada materia del cuatrimestre.

En la última tenida del año lo consultaron sobre si querría ser ascendido al grado de compañero. Pero su mentor, el Maestro Arrazabal, le sugirió esperar. Aprender todo y mejor que nadie lo que correspondiese al grado de aprendiz, en curso. Sacarle todo el jugo y no apurarse. Había sido una de las personas más jóvenes de la Argentina en ingresar a La Orden y tenía todo el tiempo del mundo para hacer camino. Que disfrute cada paso. Eso hizo. Declinó la propuesta y continuó profundizando los contenidos que le correspondían.

-          Hay quienes se desesperan por alcanzar sus metas sin entender que, quizás, más importante que llegar allí sea disfrutar el recorrido que transitamos- reflexionaba el maestro.

Finalizó el año con sus amigos. Asistieron a un restaurant donde, como acostumbraban, se pusieron al corriente y opinaron sobre qué hacía cada uno con su vida. Suscribieron a la decisión de la renuncia y, aunque no la entendían, a la de declinar el ascenso en La Orden.

-          Si te dijo así por algo será, por lo que comentás tu profe parece un gran hombre- razonaba en voz alta Emmanuel. 

A la medianoche brindaron por un próspero 2017.

Capítulo 8: 2017

“El hacer el padre por su hijo es hacer por sí mismo”. Miguel de Cervantes.

Su teléfono se había roto. Carecía de dinero para arreglarlo o comprar otro. Hilda no lo ayudaría.

-          A mí nadie me regaló nada. Vas a valorar las cosas cuando te cuesten. Nada enseña tanto como el escarmiento y es momento de que aprendas algunas lecciones- sostuvo ella.

Así, él accedía a redes sociales, correo electrónico y demás desde el teléfono de su madre cuando ella se lo prestaba. Situación, por ser sutiles, poco práctica. Especialmente dada la búsqueda laboral en curso. Necesitaba aplicar en algún trabajo si quería superponerse al mal pasar económico. Y las condiciones resultaban tortuosas.

Sin poder costear ni siquiera sus viajes en transporte público logró iniciar la cursada del tercer año de la carrera en el turno noche. Por lo que tenía los días completamente disponibles en caso de ser requerido por algún potencial empleador.

Las discusiones domésticas se agravaron.

Ensayaba una nueva melodía en el piano cuando su madre lo interrumpió.

-          ¡Dejá de equivocarte, Esteban! – exclamó.

-          Pero ma… es la tarea que me dejó Ariel el viernes pasado. Necesito practicar- se explicó él, confundido por las erráticas demandas de Hilda.

-          Andá a comprar… eh, pan. Tomá- le extendió un billete de $100.

El aún estupefacto muchacho se retiró.

-          ¡Mirá que voy a llamar a la abuela Sofía para contarle! – sentenciaba mientras su hijo cerraba la puerta. Volvió a abrirla.

-          ¡La abuela no está, mamá, basta por favor! necesitás entender que la perdimos. Quedaste estancada desde entonces. Te perdiste a vos misma.

Le pegó un cachetazo a Esteban, dejando la marca de su mano en la mejilla.

-          Vos no estás. Mi mamá sí- resolvió tajante- ahora te vas.

Al regresar con el pedido requerido, los guardias a cargo de la seguridad de la puerta del edificio le prohibieron pasar.

-          No es personal, pibe. Tu vieja acaba de ordenar que no podés pasar. Y nuestro laburo es obedecer- le confesaron con un semblante similar a un pedido de disculpas.

Sin saber a quién (o cómo) recurrir en aquellas circunstancias caminó hasta un shopping cercano que continuaba abierto. Sin dinero para realizar alguna consumición permaneció allí en silencio, pensando, hasta que el lugar cerró en la madrugada. Partió hacia el Parque Rivadavia, ubicado a pocas cuadras. Se sentó en las escaleras frente a una iglesia. Y se mantuvo casi inmóvil hasta el amanecer; cuando volvió a ocupar un sitial en el salón de comidas del establecimiento comercial.

Aquel día se levantó en pocas oportunidades para ir al baño a tomar agua. No comió. Pero si planeaba hacerlo necesitaría dinero, indefectiblemente. Estudió en su mesa hasta que tuvo que partir rumbo a la facultad. Dado que no tenía crédito para el colectivo recurrió a la pantomima de ignorar aquella insolvencia. Por lo que si salía una hora antes podría repetir la actuación con varios choferes hasta que alguno lo dejara pasar sin tanto riesgo de llegar tarde a clases. Afortunadamente el primero accedió a llevarlo. Por lo que se encontraba en la universidad con tiempo de sobra suficiente para dirigirse a la biblioteca, donde podía utilizar computadoras a disposición del alumnado. Desde una envió un mensaje a su padre, Eugenio Aparicio, vía redes sociales.

-          Pa ¿cómo estás? espero que bien. Sé que no tenemos trato, pero necesito pedirte ayuda. No tengo ni un centavo. Mamá me echó de casa y estoy parando en el shopping al lado del Parque Rivadavia. Cuando cierra me quedo en las escaleras frente a una iglesia. Te escribo desde las computadoras de la universidad porque no tengo celular. Sabés donde encontrarme. En cualquier caso, mañana volveré a conectarme en línea desde aquí. Agradeceré cualquier ayuda. Saludos, tu hijo- suplicó con tanta endereza como su orgullo lo permitió.

Quién podría saber si Eugenio leería el mensaje de su hijo, y si así fuera, si estuviera dispuesto a ayudarlo y en condiciones de hacerlo. La multiplicidad de posibilidades proyectaba un panorama desalentador, en cuyo caso el muchacho prefirió prevenir que curar. A priori le urgía una solución cortoplacista con la cual ganar tiempo.

Avergonzado por la situación (que no compartió con nadie más, ni siquiera con Elisa, quien dado el cambio de turno ahora cursaba con él) aprovechó un recreo para pedir ayuda indirectamente.

-          Después de acá tengo que llegar en diez a un compromiso. Y me preocupa que no me alcance el efectivo, no alcanzo a buscar por mi casa. Una bronca. Voy a hacer un papelón…- insinuó Esteban.

-          ¿Ay sí, de qué es? ¿una novia secreta? - preguntó su amiga.

-          No, ojalá- aclaró él, debiendo improvisar inmediatamente un desarrollo del engaño- es una reunión por un trabajo que me puede llegar a salir; estoy buscando. Y quedaría bien si invitara la cena o, al menos, no necesitara que me la regalen ¿vos qué opinás, Elisa? - consultó insidiosamente.

-          Tenés razón. Mirá, tengo quinientos pesos. Yo de acá me voy directo para casa. Tenelos y me los devolvés cuando puedas- indicó ella.

Su amigo tomó el dinero en préstamo, agradeció y continuó la cursada de la noche con la tranquilidad de que podría cenar al llegar al shopping, comiendo al menos una vez en el día. Si su padre lo ayudara devolvería lo adeudado a Elisa sin problemas, y hasta podría salir de aquella situación crítica.

Al terminar el horario de clases los profesores continuaban dictando cátedra. Tanto que antes de partir rumbo a su destino previsto el muchacho intentó acceder nuevamente a las computadoras de la universidad, quizás ya tendría respuesta. Pero habían cerrado. Debía pasar otra noche en el parque.

Con un ardid idéntico al que utilizaba para llegar a clases engañó a los choferes de los colectivos que lo llevarían a destino. Solo que esta vez los dos primeros declinaron el pedido del joven por pasar gratis.

Era tarde y la mayoría de los locales del comedor del establecimiento ya habían cerrado cuando Esteban llegó y se dispuso a seleccionar una cena. Encontró una tentadora oferta. La hamburguesa con queso era el producto más económico de una cadena de comidas rápidas. Le costaría solo sesenta pesos. Lo que significaba que, con lo prestado por su amiga, en el peor de los casos, sobreviviría al menos una semana.

Cenó tranquilamente mientras repasaba los apuntes del día.

Saciado el apetito, los demás sentidos tendrían margen suficiente para cumplir con su cometido. Detectó que ya no olía tan bien como cuando dormía bajo un techo. Antes de que cerrara el lugar se apresuró hacia el baño, donde se enjuagó con agua y jabón. La situación no era óptima, pero tampoco se resignaba a ser un maloliente.

Cerró el lugar y, nuevamente, se acomodó en los escalones.

No podía dormir realmente, sino más bien yacer sentado, somnoliento. Debía prestar atención a cualquier peligro propio de quien habita vulnerablemente las calles, solo.

En más de una oportunidad otras personas en situación de calle pasaron cerca de él. Algunos indiferentemente. Los menos le preguntaban si quería algo de comer. Aunque el chico declinaba las amables ofertas por prudencia. En el peor de los casos, otros llegaban a acecharlo circundando la zona durante plazos prolongados. Como si esperaran el momento oportuno para algo.

Al amanecer fue una grata sorpresa notar que en la iglesia de en frente servían gratuitamente el desayuno. Hizo la fila, recibió una taza de mate cocido y un pan con manteca. Se agasajó en el cantero de un árbol y partió de nuevo al shopping.

Oportunamente se dirigió a la facultad para cursar. Llegó antes, revisó su casilla de mensajes y no había respuesta de su padre. Al encontrarse con Elisa conversaron de todo un poco y ella preguntó por la reunión del día anterior.

-          Aún espero una resolución, pero no voy a bajar los brazos- indicó Esteban con un tono cuya motivación no estaba a la altura de las palabras pronunciadas.

Todo se repitió de igual manera durante días.

Como era de esperarse, una noche no tuvo más dinero. Por lo que, como en un principio de tan traumática experiencia, permanecería sentado en el salón sin consumir nada.

El organismo pasaba factura y empezaba a sentirse mareado. Le dolía el estómago y tenía mucho sueño. Empezó a dormitar.

-          Que mal se te ve- declaró una voz remotamente familiar.

Al encontrarse padre e hijo se abrazaron.

Eugenio ordenó que elija lo que quiera para cenar. Tímidamente Esteban observaba de reojo un local de carnes a la parrilla que no se atrevió a señalar mientras dijo:

-          Con cualquier cosa me arreglo.

 Su padre se dirigió allí y encargó una parrillada completa para compartir. Se sentaron y comieron.

-          Gracias por escribirme pa- espetó Eugenio- hace tiempo no me animé a contactarte porque cuando eras chiquito, cada vez que lo intentaba, tu mamá hacía tremendo despelote. Es medio histérica y me parece bien que lo hayas aprendido por tu cuenta. Yo tampoco soy perfecto eh, te lo aviso desde ahora. Tengo cientos de defectos de los cuales no me arrepiento. Pero también me parece justo que los conozcas por vos mismo, y no que te los metan en la cabeza como ella siempre quiso hacer. 

El muchacho se esforzaba por responder tan educadamente como podía mientras comía. Primaba el hambre.

-          La verdad yo siempre me quedé con lo que mamá decía. Que nos abandonaste y no querías saber nada con nosotros. Que eras violento, interesado, manipulador, materialista y egoísta. Como crecí con esas ideas tampoco las interpelé mucho. La verdad que contactarte fue un último intento desesperado al que recurrí. Y no sabés lo que significa para mí que estés acá- ilustró Esteban.

-          Contame por favor que es de tu vida, qué hacés, qué estudiás. Por lo que escribiste ya vas a la universidad. Quiero conocer a mi hijo- demandó su padre.

-          Lógico. Y… estudio abogacía, curso tercer año. Estudio piano. Me hacían bullying en el colegio. Milité en política y presenté algunos proyectos de ley. No hay mucho más- detallaba el chico omitiendo su pertenencia a La Orden, dato que solía resguardar celosamente.

-          Muy impresionante. Te felicito. Pero hay algo importante de lo que no hablaste. No tenés trabajo. Así se te va a complicar salir adelante me parece. Vamos a hacer esto. Terminá de comer que vamos a comprar un teléfono. No servís para nada incomunicado. Y a partir de ahora te voy a pagar mil pesos por semana. A cambio vas a ser mi cadete- dispuso Eugenio mientras su hijo asentía entusiasmadamente y consumía las últimas papas fritas de guarnición.

Se levantaron y, en lugar de ir a los escalones donde dormitó las últimas noches, se sentó en el lugar del acompañante de un lujoso vehículo. Llegaron al local de teléfonos móviles y en cuestión de minutos tuvo, nuevamente, celular propio.

No volvió a dormir en la calle.

Fueron al departamento de su padre, un monoambiente ubicado cerca del edificio donde vivió con su madre hasta hacía menos de una semana. Allí encontró un sofá que haría las veces de cama. Acomodó sus cosas y por primera vez en mucho tiempo durmió en paz.

Padre e hijo amanecieron a primera hora. Desayunaron en un bar, como Eugenio hacía todas las mañanas. Jamás cocinaba. Compraba todo hecho. Café, tostados y el diario. De lunes a lunes celebraba el mismo ritual. Y, a partir de entonces, Esteban también.

Seguidamente fueron a su concesionaria, ubicada sobre Avenida La Plata. En ella la oficina principal, lujosa y modernamente equipada era la de su padre. Pero había una en desuso cuyas condiciones resultaban desfavorables. Habiéndose aclarado que pasarían muchas horas, durante muchos días, en ese lugar; el chico puso manos a la obra. Dedicó aquella primera jornada a la limpieza y ordenamiento de su nueva oficina. Para lo cual, la vació, pasó un plumero y aspiró el piso de alfombra. Luego resolvió qué colocar y qué no. Necesitaba un escritorio, una silla, una lámpara y una computadora. Esto último tendría que ir a buscarlo a lo de su madre; por lo que sería un problema para más adelante. Tras limpiarlo, dispuso el mobiliario armoniosamente y hasta supo acomodar un pequeño sillón donde podía descansar si los estudios lo extenuasen. Lo que, efectivamente, ocurriría.

Llegada la tarde tomó un café en la oficina de su padre, con él, y partió hacia la facultad. Caminaba un par de cuadras, esperaba el colectivo y, ya sin necesidad de fraudes, viajaba en calma.

Con parte de sus primeros honorarios semanales devolvió a Elisa lo que le había prestado. Usó el resto para invitarla a merendar y regalarle un ramo de gardenias. Al recibirlas, sonrojada, le dio un beso en la mejilla.

Salieron antes de clases y cruzaron el dique de Puerto Madero por un puente. Encontraron el bar ideal. Con sillones en el exterior y vista al cuerpo de agua. Tomaron asiento. Ordenaron café, un scon de queso y dos medialunas.

-          Se vienen los parciales, podríamos quedar como el año pasado con jurisprudencia si querés. Nos vemos en la biblioteca un día a la semana y estudiamos juntetes- propondría ella.

-          ¡De una! Cursamos de lunes a jueves este cuatri, elegí el día que quieras y contá conmigo- accedió el muchacho mientras entrelazaban miradas con las que, quizás, dirían algo más.

Al oscurecer la acompañó hasta su auto; se despidieron con un cálido abrazo.

Él tomó el colectivo. Su padre lo esperaba en la parada para ir juntos a la tienda de comida por peso donde todas las noches cada uno seleccionaba lo que quisiera comer.

Por entonces, tras algunas semanas de haber recuperado cierta dignidad, se tornaba impostergable el buscar sus (pocas) pertenencias en lo de Hilda. Entre ellas, su computadora, herramienta fundamental para continuar sus estudios. Eugenio le propuso comprar una nueva, pero había sido suficiente descaro admitir todas las demás prestaciones como para agregar otra a la generosa lista.

-          Hola mamá. Por si te interesa estoy bien.  Me ayuda papá. Necesito mi notebook para seguir estudiando. Además de un par de cosas más ¿puedo ir a buscarlas? - consultó el muchacho en un escueto mensaje vía redes sociales.

-          Podés. Debés inventariar qué- respondió ella.

-          Gracias. Mi notebook, mi ropa (estoy usando algunas que me prestó papá), mi colección de estampillas y mi teclado electrónico- indicó él.

-          Te concedo tu computadora, tus estampillas y algunas prendas. Podés pasar a retirarlas por seguridad- definió Hilda.

Tras ello dejó de visibilizarse la foto del usuario, así como la recepción de mensajes. Lo había bloqueado.

Esa noche, antes de ir a comprar la cena, pasaron por el edificio de la madre del muchacho. Quien había dejado todo a los empleados de seguridad en una bolsa de consorcio. Tenía un olor repulsivo.

Padre e hijo comieron y luego acomodaron las pertenencias del joven. La computadora estaba allí, funcionaba con normalidad. La colección de estampillas también. Pero todo estaba impregnado de olor a amoníaco.

Esteban descubrió su ropa empapada. Estaba orinada. Por lo que de inmediato la puso en la bañera donde lavó todo a mano. Por su parte Eugenio se fue a dormir.

En algunas horas lavó todo. Lo colgó de un cordón en el balcón esperando que en algunos días de secase.

Por aquellos días llamó al profesor Arrazabal para explicarle la situación. Sin el teclado no podía continuar practicando, por lo que era una pérdida de tiempo tomar clases.

-          No te preocupes, Esteban. Hoy tenés cosas más importantes a las cuales abocarte. Lo principal son los estudios. Que esto no te desanime y siempre que necesites hablar podés llamar. Además, nos vamos a ver en el Palacio Kairós. A propósito ¿cómo vas con el trabajo asignado? - planteó Ariel.

-          Sinceramente, la investigación es muy compleja, al menos para mí. Estudié la Biblia, referencias de los pueblos originarios, del medioevo europeo y pinturas de la época. Hay denominadores comunes inconexos. Es una locura…- desarrollaba Esteban cuando fue interrumpido.

-          De eso se trata- enseñó el pianista- querías aceptar la propuesta de aumento de salario. Mi condición para votar a tu favor es que trabajes adecuadamente este tipo de cuestiones. Y te asignaré otras más difíciles, también. El hábito no hace al monje. Crecerás con trabajo, no con roscas políticas, yo no lo permitiré. Hay suficientes imbéciles en grados altos, más nos vale invertir la proporción.

En la tenida de aquella semana, el Maestro Experto entregó al pequeño aprendiz decenas de correcciones. Una vez hechas podría continuar su camino de aprendiz.

Durante la ceremonia de aquella velada resultaba groseramente notorio el desconcierto de Dionisio. Se lo percibía confundido, fuera de sí. Errático… solo el hermano Atristain permanecía junto a él. Era una columna antigua, quebrada, a punto de ceder a su propio peso. Mientras sus no pocos rivales ignoraban con alevosía aquel malestar.

Al finalizar los encuentros solían quedarse a cenar todos juntos. Y como Esteban no podía costear aquel hábito era el director Arrazabal quien lo hacía por él. Fue la primera vez que Tito “el mariscal” no intervino en las charlas grupales. Se sentó, silencioso, en una equina de la mesa rectangular.

-          ¿Cómo va esa carrera? - consultó Bastián.

-          Ya en tercer año. Tengo una amiga con la que nos juntamos a estudiar todas las semanas…- el aprendiz sería interrumpido por “el griego” Agathos.

-          Tremendo picaflor tu pichón- diría el legislador con la mirada puesta en Ariel, quien respondía frunciendo el ceño.

Esteban proseguía:

-          Retomé el contacto con mi viejo, que me está ayudando a ordenar algunas cosas y da laburo. Así que… encaminado, diría.

-          Lo único que te faltaría sería volver a militar- sugirió Atristain- no olvides tus méritos en política, hijo. La propuesta del Foro resultó superadora, hasta hoy son instituciones vigentes. Presentaste un proyecto de ley a los dieciocho años y representaste a la ciudad en el Congreso. Me honraría contar con un militante así en mi comité- insinuaba, inescrupuloso, el legislador, con el tono propio de un acreedor- qué bueno haber podido ayudarte en ese proceso.

Tras un gesto de Ariel, Bastián también intervino:

-          Ángel, acordate que acá no mezclamos los partidismos. Y antes de ir a tu comité pasó por el nuestro. Seamos prudentes con los manejos- delimitó el preceptor, recientemente recibido de abogado.

-          Si alguna vez querés volver a la política, nuestras puertas continúan abiertas- complementó Timoteo.

Acordaron, entonces, reunirse la semana siguiente. Arrazabal acompañó al chico. No sin antes comunicarse con Hilda para entender mejor qué ocurría.

-          Sí Ariel ¿en qué puedo ayudarte? - atendió tajante ella.

-          Buen día. Perdón que la llame. Quiero consultarle qué pasó con Esteban. Comentó que estuvo viviendo en la calle hasta que Eugenio lo levantó ¿cómo es eso? - querelló él.

-          No te incumbe- enfatizó la madre del muchacho con voz temblorosa- pero sí deberías saber que estoy mal. Ese hombre es malvado y lo va a lastimar. Preferiría que siguiera en la calle antes que con él. Además, era toda una lección. El pendejo estaba cebado, todo demasiado servido. Necesitaba curtir un poco de calle…

-          ¿Y de la ropa orinada qué puede decir? - interrumpió Arrazabal.

-          Fueron los perros, sabés que tengo varios. Dejé la bolsa al lado de la puerta y justo antes de bajarla a seguridad se les ocurrió hacer sus necesidades allí. El pibe estaba en camino y no llegaba a lavarla- explicó pobremente- cuidalo Ariel, el padre lo va a decepcionar- rogó Hilda.

-          No, el padre jamás lo decepcionaría- dijo él.

Días después concurrieron mentor y pupilo al palacio legislativo porteño, donde los esperaban Timoteo y Bastián. Todos se saludaron cordialmente.

-          ¡Gracias por visitarnos! - los recibía eufórico el legislador como si hubiera ganado una contienda por su compañía- ya encargué que nos traigan infusiones y algo para picar. Así me contás tranqui qué te gustaría hacer en el comité.

-          Tengo algunas ideas, pero no vine por eso- explicaba Esteban.

Dicastillo no disimuló la desilusión:

-          ¿Y qué podemos hacer desde acá por ustedes? - preguntó.

-          Por nosotros nada- dispuso el pianista- es más complejo.

-          ¿Vieron que yo participaba del taller de teatro que da Tito “el mariscal”? - interpelaba el menor de los presentes mientras el resto asentía- bueno, no era teatro propiamente dicho, al menos no como lo conocemos. Sino más bien ejercicios de autoconocimiento, introspectivos. El método de estudio de nosotros mismos sugerido por el profesor implicaba hacer a un lado la racionalidad como receptáculo de los dogmas sociales occidentales; para que primase la sensibilidad pura. A partir de lo cual se solía llegar a instancias bastante lujuriosas entre los participantes. Hasta ahí no había nada demasiado fuera de lugar. Aunque se tratase de la instancia en que decidí irme, en gran parte por la insistencia de mi vieja preocupada. Entre tanto, el año pasado me reencontré con una ex compañera que me transmitió la inquietud de varias de ellas. El profesor las invitaba a su casa para sesiones de trabajos especiales, reservadas excepcionalmente para quienes ostentaren la energía femenina digna de adoración, por supuestas particularidades que la distinguirían de la energía masculina, tosca, torpe, inferior según explicaba. En esas oportunidades, hoy dicen haberse sentido abusadas y me piden ayuda para accionar judicialmente. Básicamente de eso se trata. Ni más ni menos.

Dicastillo y “el griego” Agathos quedaron boquiabiertos. No así el hermano Arrazabal quien tenía una noción de lo que Esteban plantearía.

-          Esto que sostienen es una bomba del tiempo. Explotar, va a explotar. Lo que voy a hacer es resguardarnos. Al partido y a la logia. Si Ángel quiere salpicarse será una decisión personal suya. Y por las pibas; cualquier mujer que se sienta abusada merece contención y ayuda, al margen de lo que se dilucide en un ulterior proceso judicial. Si quieren, Bastián y vos las podrían a representar gratuitamente. Sé que no estás recibido, pero me informaron que integrás el cuadro de honor de tu facultad. Así que veremos qué hacés con ese bocho. Deciles que cuentan con nosotros- dispuso Timoteo.

El objetivo propuesto entre alumno y mentor estaba consumado. Advertir a quienes debían y conseguir ayuda para las víctimas. Habían hecho cuanto podían.

Tras tomar algunas tasas de café y continuar profundizando lo ocurrido, todos se despidieron cálidamente.

De inmediato el dúo reformista inició una sucesión de llamados telefónicos y reuniones con los correligionarios pertinentes. Con la tranquilidad de que las chicas tendrían patrocinio letrado se ocuparon de que el escándalo no afectase al partido que integraban. Había pruebas de lo ocurrido, el marco jurídico resultaba adverso para el ex profesor de teatro quien, más temprano que tarde, afrontaría un proceso penal. Transmitieron la información y los grandes armadores de la Unidad Ciudadana Reformista dispusieron la desvinculación total del potencial denunciado. Resolución notificada a Atristain pocos días después; quien discutió hasta no tener más opción que acatar. Llamó a su jefe de despacho, como lo hacía habitualmente.

-          Hermano amado, es lindo contar con tu compañía en momentos tan turbulentos- saludaba Dionisio mientras lo abrazaba.

-          ¿Cómo te sentís? - respondió el legislador mientras tomaban asiento y una secretaria les servía café- para mí, también, un vaso de whisky bombona… mejor dos. Dale uno al señor también.

La joven cumplió y se retiró.

-          Que me hagas servir esto a las diez de la mañana es muy bueno o muy malo. Así que ahora además de angustiado por la traición de mis musas, que no eran tan divinas como creí, preocupado- entendió de inmediato el asesor.

-          Estamos hasta las bolas hermano. Tus ex alumnas van a denunciarte y todos te van a soltar la mano. Me lo dijeron expresamente en cuanto al partido e intuyo que en La Orden va a ocurrir algo similar. Más bien, me lo ordenaron ¿entendés? - aclaró su jefe.

-          Eso temo. Y según veo nuestro vínculo no va a interferir en tu sometimiento, o conveniencia, institucional…- amenazó el artista.

-          Lo mismo digo ¿por amarnos pretendés que me hunda con vos, estúpido? es precisamente al revés. Si tu debacle es inevitable procurá no arrastrarme. Porque, después de que toques fondo, vas a resurgir con mi propio impulso. Aún así, no puedo creer que hayas violado a esas chicas- condenó el legislador.

-          ¡De ninguna manera, vos no podés creer eso! - exclamaba el doctor en bellas artes.

-          ¿No las obligaste a coger? - preguntó Atristain- porque esa va ser la acusación.

-          Cada palabra que pronunciás me lastima ¿te parece que con mi cosmovisión podría hacer algo tan bestial? el cuestionamiento de ellas radica en que supuestamente la complejidad de mi perspectiva las habría corrompido intelectualmente. Mi abogado dice que vicié su consentimiento o algo así. Por lo que, si se hubiera tratado de eso, deberían comprobar no un hecho de violencia física, sino uno mental. Los únicos casos donde podría proceder esa teoría serían si ellas tuvieran un diagnóstico psiquiátrico donde les imputaran alguna enfermedad. No es así. Y tampoco existe jurisprudencia donde condenasen a un tipo porque sus ideas parecieran más complejas que las de mujeres adultas con las que se habría acostado. Estoy tan tranquilo en cuanto lo jurídico que, es más, sería deliberadamente inconstitucional si llegara, aunque sea, a juicio oral; porque implicaría ampliar un tipo penal vigente, lo que contraría al estado de derecho. Tendrían que iniciar investigaciones contra todos los hombres que hubieran tenido sexo con mujeres que no parecieran (al criterio de la justicia) tan inteligentes como ellos. Lo que me importa es el desamparo de los grupos que integro hace décadas y su gente. Perdí tanto tiempo con una actitud inadecuada… voy a respetar tu mala decisión de soltarme la mano. Porque entiendo tu fragilidad. De hecho, no voy a vengarme y vas a tener un lugar al lado mío si lo quisieras. Pero después de esto el vínculo no puede ser el mismo- desarrolló Tito “el mariscal”.

Ángel intentó interrumpirlo infructuosamente en más de una oportunidad. Pero cuando se dispuso a comentar algo su invitado se estaba retirando. Un frío apretón de manos daría el modesto margen para acotar:

-          Te voy a seguir mandando unos mangos, aunque ya no trabajes para mí. No te voy a dejar en banda- intentó remediar el político.

-          Metete la plata por el orto- sentenció Dionisio.

El fin de semana los amigos se reunieron para cenar, como solían hacerlo. Mientras Héctor y Adriano cocinaban matambre a la pizza; Emmanuel conversaba con el futuro abogado. Su mirada, sus actitudes, la sensibilidad recordaban a Aquiles.

-          ¿No creés estar metiéndote en cosas muy turbias, Esteban? - consultó su amigo.

-          Sí, sí lo creo- respondió él- pero no puedo hacer otra cosa. Por principios. Hay mujeres en un estado de indefensión absoluta frente a un hombre muy bien acomodado, poderoso y temo que hasta peligroso.

El primo de Adriano, Emmanuel, tomó su mano:

-          Cuidate mucho y contá siempre conmigo. No quiero que te pase nada malo. Justamente, si el tipo es como lo definís no deberías joder tanto.

Correspondiendo el gesto, el iniciado respondió:

-          Preocupate por amor, nunca por miedo. Si confiás en mis aptitudes vas a entender. Además, no estoy solo. No somos ningunos justicieros, solo pondremos nuestras fuerzas a disposición de quienes las necesitan para hacer justicia.

La enternecedora escena fue interrumpida por los demás. Quienes traían abundantes porciones de carne con ensaladas, vinos, quesos y fiambres. Las condiciones eran idóneas para sus extensas pláticas de siempre.

-          Che, superhéroes, me importa un carajo todo esto- expresó Héctor mientras aclaraba su garganta- yo no me metería y que se arreglen solas ¿qué onda con la de la facultad? esa… Lilita.

-          ¿Elisa? - corrigió Esteban mientras Héctor asentía- me pasan cosas, lógicamente. Nunca estuve con nadie. Ni un beso. Es algo que a los veinte años inquieta. Pero prefiero no hacerme la cabeza.

-          Andá con una prostituta. Yo tengo una que por dos lucas te hace lo que quieras. Limpita y con lugar propio. En las torres de atrás del súper de Avenida La Plata, cerca de la agencia de tu viejo. Yo le caigo una vez por mes más o menos- sugería Héctor tras servir la comida, mientras engullía un enorme trozo de carne con guarnición.

Adriano disentía:

-          No nos metamos en eso gordo. Dejalo que encare el tema como lo sienta. Es algo muy personal me parece. Además, sería mejor que su primera vez fuera con alguien que en verdad guste de él.

-          Qué sé yo. Hagan lo que quieran. No es mi problema- refunfuñaba el corpulento comensal.

Siguieron comiendo, bebiendo y charlando durante horas hasta que a la media noche seleccionaron una película y encargaron helado de postre.

Aquella semana Eugenio empezó a ausentarse cada vez más del departamento. Por lo que su hijo, al regresar de la facultad, pasaba solo para comprar la cena. Comía y se iba a dormir. El problema fue cuando aquel hábito se repitió tanto que el muchacho no tenía dinero para comprar insumos y su padre no se encontraba allí.

Concluido el primer cuatrimestre del ciclo lectivo y próximo a su cumpleaños, el muchacho coordinó los festejos con sus afectos. El viernes cenaría con sus hermanos, al día siguiente merendarían con Elisa y el domingo, al mediodía, asado con los muchachos. Cuando interpeló a Eugenio sobre si quería hacer algo por los veintiún años de su hijo, este sostuvo desinteresadamente que comer juntos era un festejo per se. No necesitaban organizar algo extraordinario. Esteban no rogaría por más disgusto que le provocase aquella postura. Además de que quién sabe si fuese justo hacer planteos a quien lo ayudase a uno a salir de la indigencia. Prefirió amoldarse a la situación, algo que no era la primera vez que hacía.

Tras las celebraciones, Hilda lo contactó:

-          Feliz cumpleaños, hijito. Ariel insistió en que cree buena idea que conversemos. No quiero que nuestro vínculo continúe así. Nadie tiene el manual del padre perfecto. Pero quizás un hábito importante para lograrlo sea admitir las equivocaciones y- tras una pausa prosiguió- pedir perdón.

-          Gracias ma. Mirá, si lo pedís yo te perdono. Pero para mí va a ser imposible olvidar lo que pasó ¿de acuerdo? aunque el vínculo no continúe roto en cuanto decidamos trabajarlo, como cualquier relación, jamás puede volver a ser igual que antes- dijo Esteban.

-          Lo entiendo y respeto. También necesito aclararte que la bolsa orinada fue un accidente. Cuando venías a buscarla los perros hicieron sus necesidades allí y no hice a tiempo para, tampoco se me ocurrió, resolverlo. Es verdad que hace tiempo estoy mal y eso me llevó a querer darte una lección de la peor manera posible- confesó ella.

-          ¿Entendés que todo esto empezó hace años, en 2012? – indagó su hijo.

-          Sí- admitió secamente Hilda- no soy tan fuerte como nuestra familia lo necesita. Perdón.

Lejos de reprocharle nada, Esteban puso el foco en el porvenir de la relación. Al final de cuentas, perdonar es un acto de amor para con uno mismo, de preservación. Y no necesariamente implica olvidar.

Aprovechó la oportunidad para pedir consejo:

-          Papá apenas retomamos el contacto parecía el tipo más atento del mundo. En cambio, ahora, compartimos alguna comida de vez en cuando. Hace semanas no me paga los honorarios por hacerle cadetería. Es como si hubiera sido un juguete nuevo del que ya se aburrió. Y me ayudó un montón eh, eso jamás lo pondría en tela de juicio. Pero la ayuda económica no debería servir como cheque emocional en blanco.

-          Yo nunca estuve de acuerdo en que te involucraras con él. Aunque entiendo que no hubieras tenido opción por la situación en que te puse- su voz se estremecía. Del otro lado del teléfono había silencio.

-          ¿Mamá? - la buscó el joven.

-          Estoy… aunque mal. A pesar de ello, si alguna vez querés volver, las puertas están abiertas. También conozco de un puesto de laburo en tu universidad. Va a ser trabajo más duro, pero mejor remunerado y prolijo que lo que estás haciendo hora. Por no decir que lo podés poner en un currículum.

Naturalmente nadie tomaría muy en serio la invitación de volver a la convivencia propinada por una madre que prohibiese a su único hijo el ingreso a la casa. Menos aún en las condiciones en que había ocurrido. Pero de todas formas el gesto merecía valoración del muchacho. A quien ella indicó la dirección de correo a la cual debía contactarse y a quién buscar en la facultad para que lo tomasen en el trabajo.

Cumplió las indicaciones al pie de la letra. El cargo era como administrativo por el primer cuatrimestre del año siguiente. Le confirmarían su aplicación para entonces.

Inquieto por cuanto pasaba, Esteban contactó a Tito “el mariscal”, su ex profesor. Quien le respondió de buena gana. Sin que este supiera que fue él quien lo denunció ante sus superiores, acordaron reunirse en un bar para ponerse al corriente.

Al llegar al lugar, el maestro ya estaba allí. Saludó a su ex aprendiz con un cálido abrazo. Casi buscando un refugio que no halló. Se lo notaba errático, triste.

-          Sos el único que me dirige la palabra en bastante tiempo. Bah, o en lo que percibo como mucho tiempo. Quizás algunos meses no sean tanto para quienes están bien. Pero no es mi caso. Perdí casi todo- saludó el autor publicado- ¿sabés de qué se me acusa?

-          Efectivamente. Por eso me pareció prolijo reunirnos. Yo tanto a las chicas como a vos les tuve cariño. Y por eso querría creer que todo se trata de un gran mal entendido. Por favor ¿me compartirías tu versión de los hechos? - cuestionó el aprendiz.

-          Desde que abandonaste el grupo, con algunos estudiantes selectos continuamos profundizando los estudios. Las mujeres fueron quienes permanecieron con mayor arraigo. Compartimos algunas ceremonias relacionadas al autodescubrimiento y conocimiento de la realidad. La conciencia sobre las energías imperantes fue mayor. Llegado un momento, no pude contener su fuerza y optaron por continuar su formación espiritual sin mí.

-          ¿Te las cogiste o no? - interrumpió Esteban.

-          Hicimos el amor. Espontáneamente. En el marco de los ejercicios en los cuales insistieron en involucrarme. Algo que, te consta, siempre evité hasta entonces. Fuimos gente adulta que se amaba y tuvo relaciones. Es en muchos sentidos más sano que cualquier acto entre personas desconocidas que se encuentran en un boliche, mezclan alcohol, estupefacientes, música fuerte y terminan quién sabe dónde haciendo qué y con quién, o quiénes. De la misma forma en que no juzgo a nadie, tampoco me parece justo que se me juzgue a mí- detalló Dionisio.

Aunque su interlocutor no fuera a cancelar la persecución judicial que ayudaba a articular, en cuanto “el mariscal” lo ignoraba, agradeció las explicaciones propinadas. Tomar partido en un conflicto no excluye la importancia de conocer bien cada punto de vista.

Hasta los peores enemigos se tienen mucho respeto.

El veinticuatro de diciembre despertó, se sirvió una taza de café y encendió la televisión.

Todos los noticieros referían al caso con títulos amarillistas. Era cuestión de hacer zapping para comprender cabalmente la magnitud de las denuncias que las jóvenes, asesoradas por el doctor Dicastillo, habían interpuesto.

Aunque pasó la noche con su padre, su madrastra y la familia de ella; lejos de celebrar confesaría a Eugenio tener la mente en la batalla judicial que había desatado.

La justicia no siempre implica comodidad.

El empresario desestimó aquella preocupación diciéndole que no era su tema. Le convendría mantenerse al margen.

-          Pero pa, soy testigo. No podés abrirte de algo en lo que estás metido- respondió el hijo.

-          Yo no voy a ayudarte a meterte más. Es quilombo gratuito. Hablá con tu madre- aclaró tajantemente el comerciante.

A la medianoche, cuando la llamó para saludarla, volvería a consultar la postura de Hilda. Quien estaba al tanto de todo.

-          Me llamó tu profesor Ariel para explicarme qué pasaba. Ya te conseguimos abogado. Bastián va a presentar un escrito en tu nombre para que declares tu versión de los hechos según la justicia lo precise. Es tu mejor oportunidad para ayudar a las chicas. Y, si me dejás decirlo, estoy orgullosa del hombre en que te estás convirtiendo. Lejos de creer que es mérito mío, entiendo todo lo que pasaste, hijo. Y es solo el comienzo de un gran camino cuyo recorrido transitás con mucha gente que te quiere. Mamá está para vos. Feliz Navidad.

Capítulo 9: 2018

“En el beso de ayer hice mi viaje. Conozco tu alma”. Alfonsina Storni.

Transcurría enero cuando se contactaron desde la universidad para notificar la aplicación de Esteban a la pasantía. Sería cuestión de días para que se incorporase al equipo administrativo del claustro. Ingresaría cada mañana a las 6:00 hs. Eran jornadas de ocho horas con una paga mínima, pero necesaria y sobre todas las cosas, digna. Ya no rogaría a su padre por los honorarios de cadetería ni se sometería a las mezquindades de Hilda. Ganaría por sí y para sí. Y, aunque se tratara de una contratación por temporada cuya vigencia se extendiese hasta abril inclusive, qué camino hacer a partir de entonces no era un problema urgente.

Como pasante tenía a su cargo las tareas eminentemente prácticas que sus superiores, o sea todos, preferían delegar. Fotocopias, atender consultas, comprar insumos y demás.

Seguía viviendo con Eugenio. Cuando no trabajaba se dedicaba a estudiar para rendir los finales pendientes en las mesas de febrero.

-          Esteban, salgo para la pileta ¿vas a venir? – preguntó su padre- soltá un poco los libros. Permitite disfrutar la vida. Aunque sea durante el verano. Quizás hasta conocés una minita- se reía socarronamente.

-          Pero vas todos los días. No te vas a deshidratar por quedarte en el departamento alguna vez- respondió Esteban.

-          No me deshidrataré, pero si permanezco con alguien que se la pasa estudiando me voy a morir de aburrimiento- replicó el empresario.

-          ¿Nunca se te ocurrió que, quizás, en lugar de esperar una invitación para perder el tiempo, preferiría que me hagas compañía mientras hago lo que corresponde? - interpeló, irascible, su hijo.

-          Por ahí el que está perdiendo el tiempo sos vos ¿o pensás que vas a ser un gran abogado? las notas no lo son todo pibe. Te falta calle y acá encerrado no la vas a mamar. Hacé lo que quieras. Pero no pretendas que yo me encierre acá y me cague el verano. Quilombo tuyo- respondería Eugenio.

Aquel hombre se comportaba más como un amigo que como un padre.

Como hacía un año atrás él significase un refugio ante la indefensión producida por el desamparo de Hilda; ahora ella se tornó la única vía de escape viable ante la indiferencia del hombre. Lo que él hubiera respaldado en términos económicos, ella sabría hacerlo en afectivos. Encontraba separadamente en cada uno de sus progenitores distintos aspectos que integrasen a un, comúnmente llamado, “buen padre”.

-          Sé que cometí errores, hijo. Nadie tiene el manual de cómo criar. Pero seguramente si alguien lo escribiese destacaría cuán importante es admitir ciertas cosas. Tenés tus mambos también… sos amargado, obsesivo, terco, egoísta. Más vale que uno a veces no te va a soportar. Aun así, no tenía derecho a dejarte en la calle. Al margen de mis intenciones. Te noto mal allí. Sos chico, estás atravesando muchas cosas y estás muy solo. Eso no puede pasar. Podés volver a casa- insistía Hilda por teléfono. Invitación que el muchacho aceptó.

Preparó sus escasas pertenencias en un bolso, volvió al departamento que hasta el año pasado habitaba con su madre y avisó a Eugenio sobre su partida, algo que el hombre tomó como una mera notificación. Ni se mosqueó.

Dormía en el departamento de su madre; pero para evitar confrontaciones resultantes de la tan desagradable personalidad que ambos padres percibían en él, distribuyó los tiempos. Así ninguno corría riesgos de sobrecargarse el respecto. Por las mañanas se dirigía a la facultad para trabajar, al finalizar su horario almorzaba (o a veces no, para ahorrar el dinero), y estudiaba hasta que iniciara la primera clase del turno noche en el cual continuaba inscripto. Allí cursaba hasta altas horas. Volvía a su hogar para ducharse, cenar y, quizás, platicar con Hilda.

Una mañana al ingresar a su puesto, el jefe directo del muchacho lo convocó en su oficina:

-          Esteban, hay una situación delicada de la que me pareció oportuno conversar en persona. Más que hacerte llegar un mail institucional. Vos sabés que esta es una institución educativa privada, o sea, se paga un canon mensual…

-          Sí, mi mamá cuando me inscribió comentó que la costearía. Que no me tenía que preocupar por eso y de hecho recuerdo el trámite que hizo por el débito automático en su banco- indicó el palidecido joven.

-          Hace un año y medio lo dio de baja- sentenció el hombre mientras el compungido muchacho fruncía el ceño en una extraña conjunción entre angustia e ira. Prosiguió con su explicación- a pesar de que por la deuda acumulada se resolvió suspender tu matrícula con todos los derechos que ella implica, podés subsanar la situación. Es importante que inicies hoy mismo el trámite de requerimiento de un préstamo universitario. Andá a hablar después de tu horario laboral indicando que yo te mandé. Te van a dar varios formularios los cuales presentarás completados con documentación complementaria que allí te sabrán individualizar. No dejes pasar el tiempo. No será una beca, pero reducirá el canon a pagar hoy por hoy enormemente. El resto lo pagarás una vez que te recibas y en cuotas, Y con algo de suerte, el monto anterior lo unificarán con el que te reduzcan de canon actualmente. Así podrás renovar la matrícula, no perder presencialidad en las materias y continuar tu brillante carrera. Integrar el cuadro de honor de la facultad es un buen primer paso. Ahora andá a fotocopiar estos cuadernillos y traemelos por favor- ordenó el señor.

Esteban agradeció y obedeció inmediatamente. Por la tarde cumpliría aquella otra consigna.

Las circunstancias en La Orden lejos estaban de ser más simples. Por el contrario, en el trascurso de los últimos meses decenas de hermanos de la Logia Románica, donde Esteban fue iniciado, la habían abandonado. Algunos requerían formalmente el pase de logia, mientras que otros simplemente dejaban de asistir a las tenidas. Los intentos por contenerlos o retomar el contacto eran infructuosos. Se percibía a flor de piel la tensión ocasionada por la controversia del caso Dionisio.

Contemplando la gravedad de los hechos, el Venerable Maestro Agathos acordó, en un discreto encuentro con hermanos de confianza, la necesidad de tomar medidas al respecto.

-          No podemos permanecer de brazos cruzados mientras nuestra logia escarmienta por las perversiones de ese animal- planteó.

-          Pero mientras la integre, efectivamente sus problemas son de todos los que nos encontremos hermanados bajo el nombre de Románica- ilustraba Ariel.

-          Quizás la solución al problema se encuentre en el enunciado…- observó Bastián.

Algunos de los presentes, estupefactos, le pidieron que se explaye.

-          Es cierto que según nuestras leyes internas no podemos diferenciarnos ni cargar contra un hermano, menos aún si pertenece a la propia logia. Entonces una posible solución sería que Tito “el mariscal” fuese expulsado de La Orden. El único impedimento es que no está viniendo y no podemos llevar a cabo el proceso contra un ausente- vaciló el joven letrado.

-          Un impedimento rebatible- agrego el profesor Arrazabal- si durante aquellas inasistencias, la permanencia del juzgado provocare algún detrimento a sus hermanos se podrá proceder a partir de la designación de un defensor de ausentes.

Con la venia de los presentes Timoteo dispuso, entonces, que en la próxima tenida llevarían a cabo el proceso de expulsión sumarial. No como una ofensiva contra el supuesto abusador, sino más bien como una defensa de la institución.

Esteban presenció silenciosamente aquel intercambio.

Según lo dicho, al iniciarse la tenida del siguiente viernes, el Venerable Maestro anunció que excepcionalmente llevarían a cabo la tramitación de la expulsión de Dionisio. Cuyo único (y débil) defensor era Ángel Atristain. Quien ostentaba el cargo de Maestro de las Leyes. Asumió la infructuosa defensa del hermano ausente. Al final de la tenida, por sufragio con sistema de bolillas, resultó expulsado de La Orden.

Aquella noche, tras concluir los procesos ceremoniales correspondientes, el derrotado aliado del ex profesor de teatro se retiró apresuradamente. En cuanto el bloque tradicionalista que articuló la querella a cargo del Maestro Experto, Ariel, continuaba reunida para cenar. Oportunidad en la cual, como habrían intentado repetidamente, Bastián y Timoteo instaron al más pequeño de sus hermanos para que volviera a militar en su comité. Con un ademán su profesor de piano le sugirió, extrañamente, aceptar. Lo hizo. Celebraron y brindaron. Él no sabía por qué. Pero era un aprendiz, no tenía por qué saberlo todo. Ni podría. Al finalizar, como todos los viernes, el maestro lo llevó hasta su casa y al llegar espetó:

-          Estoy próximo a abandonar nuestra logia. Vos vas a permanecer allí. A partir de lo de Dionisio varios hermanos se fueron sin razón y hay grupos que no están respondiendo debidamente a la Gran Logia. No quieren que te lo diga; hay una inusitada tensión. Te ordené aceptar la invitación de los reformistas porque tenemos que estar preparados. Hay que consolidar todos los vínculos que podamos, cuanto antes. También por esto es que me voy. Fui requerido en otra logia, compuesta por ex integrantes de la nuestra, para oficiar como Venerable Maestro. Allí podré percibir mejor qué ocurre y actuar al respecto.

El aprendiz permaneció en silencio. Se despidieron y entendió cuánto debía reflexionar sobre la información confiada. Algo ocurría, aunque no sabía qué.

Hacia fines de abril concluiría la pasantía en la universidad.

Tendría que hacer algo al respecto. Pensaba en qué, cuando durante el horario de almuerzo recibió una llamada de Bastián. Lo contactaba de parte de Timoteo. Quien requería una reunión. Presumió que lo interrogaría sobre lo ocurrido en el taller de teatro. Dado que nunca habían hablado en detalle sobre la cuestión. Coordinaron día y horario.

El día siguiente por la tarde ingresó al ya conocido edificio de la Legislatura Porteña, subió al elevador e indicó al encargado a dónde se dirigía, había señalizaciones que indicaban el camino rumbo al despacho donde el maestro lo esperaba. Llegó, una secretaria lo invitó amablemente a tomar asiento y en cuestión de instantes daría inicio el encuentro.

-          En su momento, acompañado por Ariel, me advertiste sobre lo que ocurría con Dionisio. No quise creerlo. Me resultaba impresionante, retorcido y perverso. Él era nuestro hermano. A pesar de las diferencias confiaba en él. De no ser por tu intervención nos habrían vinculado directamente. El partido tiene una deuda con vos que yo personalmente voy a saldar.

El panorama resultaba inesperadamente favorable. De no saber cómo continuar, próximo a perder su única fuente estable de ingresos a ser acreedor de un favor por parte de la persona más poderosa que conocía. Inmediatamente respondió que necesitaba trabajo… el que sea.

Timoteo abrió un cajón, tomó una carpeta y al abrirla contenía el desempeño académico del joven, materia por materia. Tras analizarlo durante unos instantes le indicó que sería el nuevo asesor legal del comité. Hasta entonces el encargado de ello era Bastián. Pero mejor dos profesionales a falta de uno. A cambio, Timoteo pagaría cada mes una suma modesta pero suficiente como para que Esteban pudiera continuar sus estudios.

La reunión fue un éxito.

Al cabo de pocos días recibió un mail cuyo remitente era la universidad.

“Estimado señor Aparicio;

Nos complace comunicarnos con propósito de notificarle fehacientemente la aprobación de su requerimiento administrativo con objeto de la adjudicación de un préstamo universitario por un valor del ochenta y cinco por ciento del valor de cuotas devengadas no abonadas y por devengarse en lo sucesivo durante el trascurso del corriente 2018. Por favor tenga a bien apersonarse en la escribanía Azcuénaga & Asociados sito en la calle Alem 200 piso 14 de 8:00 hs. a 13:00 hs. para la suscripción del convenio correspondiente.

Sin más, saludos cordiales;

Administración”.

Naturalmente, Esteban asistió al lugar indicado con una prisa proporcional a la calma que generase aquella comunicación. Una vez allí firmó varias copias de los documentos y dio por resuelto el problema canónico de sus estudios, al menos hasta el año próximo en el cual debería renovar el beneficio (si fuera necesario).

La primera semana de junio, según acordó con “el griego” Agathos, volvió al comité donde lo recibieron Bastián y su novia. Lo pondrían al corriente sobre los cambios en la actividad del espacio político. Uno de tantos actores en las famosas internas reformistas.

Fiel a su naturaleza, más obsesiva que ordenada, el muchacho comenzó a diagramar posibles propuestas. El dinamismo de la realidad social porteña hoy pondría diversos quid en la agenda. Era difícil determinar sobre qué trabajar. Indefectiblemente concentrarse en un tema implicaría desestimar el abordaje de otros. O quizás no, pero en tal caso ¿cómo involucrarse simultáneamente en problemáticas diversas con variables no necesariamente relacionadas entre sí? serían dudas que se dispondría a resolver ulteriormente.

De momento se ocupaba de atender las consultas jurídicas que los vecinos del barrio necesitasen responder. Siempre acompañado por Bastián, quien lo instruía en los primeros pasos que recientemente él mismo había dado.

En su cuarta o quinta oportunidad asesorando juntos a la gente, el mayor de los hermanos aprovechó un rato en el cual nadie concurrió al comité para conversar sobre la continuación del proceso en el cual tenía a su cargo la querella del hermano expulsado. Uno de los únicos veinte en la historia de La Orden argentina. Hacía pocos días el juez de instrucción había admitido la prisión preventiva. Dionisio estaba detenido.

Pasaron el resto de la tarde conversando sobre las vicisitudes procesales del caso, el bien que le estaban haciendo a las víctimas y cómo algunos hermanos de otras logias, funcionarios del poder judicial, habían entorpecido el normal desarrollo del juicio. En su peor momento, el ex profesor de teatro aún contaba con partidarios en La Orden. El más significativo sería el legislador Atristain. Quien tras la expulsión de su amigo abandonó, como tantos otros, la Logia Románica.

Ahora bien, el asesoramiento no era la única actividad que se realizaba en el comité.

Además, la madre de Bastián coordinaba una olla popular semanal donde servían la cena a más de cien personas. Su novia y dos chicas más ofrecían clases de apoyo para estudiantes de nivel primario. Timoteo compraba alimentos no perecederos en cantidades masivas y cuando llegaban los camiones, dos muchachos los descargaban y repartían la mercadería a los vecinos más necesitados. Casi permanentemente había actividad en el lugar.

El sábado estudiando con Elisa para el parcial de Derechos Reales se tomaron un receso, en el cual él le contó sobre su reinserción a la militancia política y la multiplicidad de propuestas que había en el comité. Muy de vez en cuando el líder del grupo, “el griego” Agathos, convocaba a todo mundo a una reunión donde compartían tentempiés y platicaban sobre política en general. De hecho, había un encuentro así programado para dentro de poco tiempo.

-          Quizás te cope la onda, al margen de lo partidario. Y podemos compartir algo juntos más allá del estudio- sugirió el joven entre risas nerviosas.

-          Sí, o sea, yo cero de parinistas y reformistas, onda nada de política. Pero me re va eso de ayudar a la gente. Y si es con vos me cabe más- respondió ella- pero mirá que me tenés que explicar todo ahí eh. No quiero quedar como una boludita perdida.

Así como lo conversaron llegaron juntos al plenario del comité instado por su mayor referente. Ingresaron al lugar y todavía no había iniciado la conversación. Por lo que procedieron las presentaciones individuales con los correligionarios. Timoteo felicitó al joven por asistir acompañado. Quizás habría interpretado que se trataba de un interés romántico del niñito que había visto crecer. Y si hubiera sido el caso no habría estado tan errado.

Minutos más tarde cada quien ocupó un asiento y comenzaron el debate sobre las últimas novedades de la política nacional y local.

Al cabo de algunas horas casi todos habían expresado sus opiniones sobre algún tema y el encargado del lugar convidaba a los presentes con choripanes y vasos de gaseosa.

Concluido el objeto de la convocatoria los más jóvenes se quedaron hasta la madrugada tomando cervezas y escuchando música. Brindando así un cálido recibimiento a la muchacha en la política.

Bastián no pudo evitar observar ciertos gestos en virtud de los cuales comentó discretamente a su hermanito:

-          Bro, esta piba te tiene loco. Y no me lo niegues. Creeme que sé de lo que hablo- le dijo, guiñando un ojo, cómplice.

-          La verdad que sí amigo. Me gusta. Pero nunca me di ni un beso. No sé cómo puedo hacer. Ni si le gusto…- explicaba Esteban cuando Bastián lo interrumpió.

-          Tarado, te acompañó un fin de semana a un comité reformista para debatir de política. Y tiene cero ambiciones partidarias. También está interesada. Pero vamos a pensar bien qué podés hacer. Te aseguro que te la terminás chapando.

El tono con que el joven abogado arrastraba algunas palabras sugería cierto exceso en la ingesta de alcohol. Pero parecía bastante convencido de lo que decía. Pasaron el resto de la velada allí, compartiendo con los demás.

Con los parciales inminentes en la agenda, Esteban se permitió exceptuar los estudios solo para concertar una reunión en su modesta oficina con Bastián. Desde que había concluido su pasantía en la universidad había vuelto a frecuentar la agencia de su padre. Allí se dirigieron ambos amigos en la mañana siguiente. Compraron facturas y desayunaron en la modesta oficina.

-          Cuando era aprendiz, Tito “el mariscal” todavía era el Venerable Maestro de la logia. Todo funcionaba distinto y a muchos les copaba. Tanto que cuando Timoteo asumió la veneratura, y las cosas volvieron a la normalidad, había hermanos reticentes. Tuvo adhesiones y lo preocupante es que son esos mismos hermanos los que abandonaron Románica, míralo a Atristain. Algunos pidiendo el pase y otros simplemente borrándose… ¿para qué? podría ser solo para no tener nada que ver con alguien sobre quien pesan acusaciones como las del caso. Pero si no, puede ser potencialmente amenazante que tantos simpatizantes del tipo migren a la vez- introdujo el hermano mayor.

-          Me parece contradictorio hablar en esos términos de nuestros propios hermanos. Osea cómo van a amenazarnos, o nosotros a ellos. Si apuntamos todos para el mismo lado- dudaba el aprendiz.

-          Probablemente se trate de eso. No todos estaríamos tirando para el mismo lado. Nosotros sabemos bien quiénes somos y qué hacemos. Timoteo me enseñó todo como Ariel lo está haciendo con vos. Los cuatro indudablemente integramos la escuela más racionalista y tradicional de La Orden. La postura que indican todos los reglamentos. Pero no puedo poner las manos en el fuego por nadie más. Hasta es posible que hubiera varias corrientes de pensamiento alternativas que estemos ignorando. Si no me equivoco se están agrupando, fortaleciéndose. Nos va a terminar de caer la ficha cuando le levanten la preventiva a Dionisio. Pero por ahora no podemos hacer nada más que quemarnos la cabeza- desarrolló Bastián.

-          ¿Cómo que cuando le levanten la preventiva? lo planteás como un hecho- preguntó Esteban mientras sorbía su café.

-          Me extraña hermanito- proclamó su correligionario- hay dos presupuestos a acreditarse para que proceda: riesgo de fuga o entorpecimiento del proceso. No hay evidencia de ninguna. Así que me concedieron el pedido por pura suerte. Tarde o temprano lo largan. Y aunque ya no integre La Orden porque lo rajamos, no creo que a sus seguidores les importe mucho. Querrán hacer alguna…

Pasaron algunas horas tratando esas y otras cuestiones. Y en un momento de distención el estudiante de derecho interrogó a su hermano mayor sobre cómo debía manejarse con Elisa.

-          Mirá, cada mina es distinta. Esta en particular es bastante histérica por lo que si encarás directamente te va a hacer la vida imposible. Es más, si podés freezala menos diez. Ojo, sin ser irrespetuoso. Si la flaca te habla respondés todo bien, todo educadito como te gusta a vos. Sin caer en la del gil que está esperando cada mensaje para responder automáticamente. Con carpa. Jugala un poquito de ocupado. Vos estás en otra- explicó Bastián.

-          A veces sube fotos de cosas o epígrafes que parecen dedicados a mí e interpreto que no responderlos podría ser algo agresivo, en el sentido de ignorar deliberadamente un llamado de atención obvio- reflexionó el chico.

-          ¡Por Dios amigo, aflojá un poco! somos humanos, no máquinas. No es tan lineal. Si posta quiere hablarte, que lo haga. Te escribe y se deja de joder. Nada de provocarte con indirectas. No lo permitas- instruyó el abogado- para la próxima juntada invitala un rato antes en algún lado. Tipo para caer juntos. Comprate unas birras. Tres Ponele. Una la tomás toda solo antes de que llegue. Así te permitís relajarte un toque. Las otras dos las compartís con ella. Si la chabona quiere todo va a salir de diez.

Pasaron algunas semanas hasta que el muchacho comprobó que su amigo tenía razón en la primera de sus predicciones. Liberaron al acusado. Y para colmo de males el proceso de instrucción aparentaba concluir en una sentencia por falta de méritos.

También se dispuso la fecha de otra reunión en el comité. En virtud de lo cual Esteban sugirió a su amiga la posibilidad de verse antes en la terraza del edificio, donde había un solárium.  Ella aceptó la invitación.

Adquirió las bebidas que su hermano mayor sugirió y tomó una de ellas. Entonado esperó a la muchacha que tardaba más de lo previsto. La gente de seguridad del edificio había sido notificada sobre la visita para dejar pasar a la chica directamente al sector donde él la esperaba.

La política en sí misma resultaba insignificante frente al riesgo de un primer amor.

Esperó durante casi una hora, creía que no llegaría. Se abrió la puerta. Concurrió vistiendo una campera de cuero negra, aros color plata y sutilmente maquillada. Atardecía y el sol, vergonzoso, se ocultaba mientras ella resplandecía.

Él no pudo pronunciar palabra alguna. Saludó vergonzosamente y al darse cuenta, ambos yacían sentados uno al lado del otro, frente a la piscina. Solos en el lugar. Bastó una mirada para que ella diera el paso que él no se animaba. Lo besó. 

Al cabo de algunas horas llegaron al comité donde Bastián celebró el primer beso de su amigo, era un paso importante. Y el último pendiente de una extensa lista de logros. Aprovechó la ocasión para darle una buena noticia. Pronto le conseguirían una oportunidad laboral. El resto de la noche fueron festejos. Asistieron a un baile en otro comité donde pasaron la velada. Al amanecer Esteban invitó a Elisa a desayunar. Después la acompañó al subte.

Durante el siguiente fin de semana ella respondió gélidamente a los mensajes que su, hasta entonces amigo, le escribía.

Consultó a Bastián sobre qué podría hacer al respecto. La nula experiencia del muchacho recurría a la maestría de su hermano mayor.

-          Sé que sos súper sensible y todo bro, pero quedate en el molde. Aunque te estés muriendo por hablarle o por verla. Aguantátela- indicaba el abogado.

Aunque Esteban entendiera la sugerencia no podía internalizarla adecuadamente. Seguía inquieto. No (se) admitía cómo alguien pudiera realizar un acto humano trascendente con otra persona (particularmente querida) y desentenderse por completo.

Eran inminentes los últimos parciales del año y se dirigió a la biblioteca, donde solían encontrarse anteriormente, para estudiar.

Allí la vio. Entrecruzaron miradas y lo ignoró.

No se quedaría con la duda. Se sentó al lado y le preguntó por qué lo destrataba así, después de años de amistad.

-          Por eso mismo, amistad. Llegué a tomarte tanto cariño y respeto. Tengo más años que vos y aun así te siento como un hermano mayor. Enseñás, contenés, cuidás, guiás, sos un gran compañero. Pero lo hacés desde una solemnidad que impone distancia. Sos ese alguien que admirás silenciosamente y saludás con timidez cuando se te acerca. Eso siento. En vos encuentro un ideal, más que un amante. Los amantes van, vienen, se quedan, vuelven, te peleás y reconciliás. Para mí sos esa columna que te sostiene, fuerte, se rompe antes de doblarse…- intentaba aclarar ella cuando él la interrumpió.

-          Hay algo de todo lo que decís que me parece acertado: me romperé antes de doblarme- se levantó y retiró con los ojos colmados de lágrimas.

Horas más tarde recibió un mensaje de ella disculpándose. Pidiéndole que no se enoje.

Él respondió que no estaba enojado. Sino triste.

Llegó a la casa de Héctor para cenar con sus amigos. Contó lo ocurrido y lo contuvieron. Estaba devastado.

-          No das más de enamorado, amigo- espetó el anfitrión mientras fritaba empanadas.

-          Y quizás sea más complejo- explicó Emmanuel- tenían una relación intensa desde antes. Se conocen hace años, compartieron un montón de cosas y ella puede sentir miedo de perder todo eso. Tiene derecho.

-          Tremenda turra. Yo te dije, boludo- presumía Héctor mirando a su amigo, cuyas lágrimas poblaban sus mejillas- vamos con unas prostitutas. Así te sacan la angustia, entre otras cosas.

Los demás se miraban extrañados.

-          Ahora vamos a la parte seria de la conversación. Todo lo que diga Héctor, es al revés. Mirá, ella tiene derecho a sentir lo que quiera y vos deberías respetarlo. Así como tenés derecho también a sentir lo que sea. Dijiste no estar enojado sino más bien triste. Lo que en cierto punto puede tener que ver con expectativas fallidas. Creíste algo que no supo condecirse con el desenlace de los hechos. Eso es responsabilidad tuya…- planteó Adriano.

-          Incluso aunque, como equivocadamente sostiene Héctor, te hubiese provocado; las proyecciones de cada quien son mambo de uno. Osea, parte de saber manejar relaciones humanas tiene que ver con no dejarse llevar por supuestas provocaciones, si las hubiera- complementó Emmanuel.

-          Bueh ¡sale la fritanga! - exclamó Héctor mientras servía la cena- estos dos son feministas. Yo no. Y vos hacé lo que quieras. Pero me parece que tienen razón en eso de respetar. La chabona ya te echó flit. Sé hombre. Bancá los trapos en silencio. No le des el gusto de que vea cuánto te importa. Es de acá en adelante ahora ¿fuiste honesto con ella? listo, felicidades. Ahora comé una empanada y déjate de joder- continuaría algunos momentos después mientras todos comían- con los mambos que tiene se va a enroscar con una pendejita.

Aunque desaprobaban los términos que el prominente muchacho utilizaba para referirse a las mujeres, los cuatro coincidían en aquella reflexión sobre cuántas cuestiones debía resolver su amigo como para estancarse en solo una de ellas; fuera cual fuera.

Volvió a su casa y quiso descansar.

Pronto rendiría los últimos parciales del año.

No pensaba en nada más que ella. El amor se tornó obsesión.

Hacia noviembre querían hacer algo políticamente trascendente. Con Bastián, organizaron una jornada Antibullying en una plaza del barrio. Asistieron artistas invitados, hubo conciertos de música, concursos de poesía con estudiantes de colegios de la zona y hasta un mural interactivo confeccionado con la participación de todos los presentes. Por la tarde sirvieron la merienda a los niños del lugar. Sería el preludio para, quizás en el próximo año, iniciar las actividades de un grupo que abordara sistemáticamente la materia.

Un gran hito que mereció la (inusual) felicitación de Timoteo.

En diciembre rindió los finales… uno de ellos con Elisa.

Fue el único que desaprobó.

Se habían reunido para estudiar en un bar. Ella salió a fumar. La obsesión dirigió su mano hacia el celular de la joven. Leyó algunas conversaciones.

-          En el grupo del curso escribiste que buscás unos resúmenes. Yo los tengo. Si querés después de clases vamos a sacar fotocopias- escribió un muchacho.

-          Ay siiii!!! Me re das una mano con eso, gracias- respondió ella.

-          Con eso y con lo que quieras- retribuyó él.

-          Ah re zarpadoooo jajaja me gusta igual eh- admitía ella.

-          ¿Qué te gusta? – interpeló él.

-          Vos bombón. Te hablo después porque me voy a bañar- planteaba ella.

Aquel mensaje se complementaría con una foto frente al espejo, desnuda.

Aunque la conversación continuase, Esteban no pudo leer más. Eliminó cualquier rastro de su intromisión y colocó el celular en donde su amiga lo había dejado. Sus manos temblaban. Él no tenía oportunidad de nada. Debía aceptarlo, aunque no quisiera o, peor aún, no pudiera. Minutos después se dirigieron para rendir el final con los resultados previstos.

Exceptuando aquella enfermiza obsesión, el resto parecía marchar sobre ruedas. Sus contactos políticos habrían conseguido una oportunidad para que mejorase su posición. Lo entrevistaron como postulante a auditor de un programa del gobierno nacional. Aplicó de inmediato.

Cobraría treinta mil pesos mensuales. Suficiente como para empezar a proyectar otro paso determinante: su independencia.

Fue la primera vez en que no asistió al concierto anual de la academia de piano. No pudo, estaba superado. Debía adaptarse a un nuevo y demandante trabajo. Sostener y profundizar la militancia partidaria. El mal de amores era algo nuevo con lo que lidiar. La Orden se dividía aún más cada mes. Convivir con su madre había vuelto a significar rispideces diarias. Y restaba un año de facultad para recibirse.

Aprovechó el verano para meditar sobre cómo resolver tantos problemas.

Celebraron las fiestas de fin de año a solas con su madre y, aunque el vínculo nunca sería el mismo, siempre se acompañarían mutuamente.

Capítulo 10: 2019

“Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo”. William Shakespeare. 

Transcurría el verano y, lejos de descansar, solo pensaba en ella.

Cuando comía, cuando leía, cuando se juntaba con amigos o tocaba el piano. Siempre.

Necesitaba estar en contacto, aunque fuese virtual. Buscaba llamar su atención.

En una oportunidad reflexionó el tema con su amigo Emmanuel, mientras tomaban helado en un parque.

-          Fue tu primer beso, el primer enamoramiento, la primera experiencia. Quizás te estés encerrando. Creés que esto es el mundo porque es lo único que conociste hasta ahora. Pero no es así. Y el motivo del encierro es mucho más profundo de lo que imaginamos, seguro. Debe haber alguna razón por la que no te animás, o no te permitís, probar con otras personas- explicaba su amigo. 

Consciente de su malestar, y en función de la observación del muchacho, procuraría conocer a alguien más.

Pero no hay persona suficiente para llenar el vacío de una obsesión.

Empezó el trabajo, el cual consistía en concurrir a determinados establecimientos comerciales, analizar y tomar nota de los productos disponibles, existencias y precios. Por ello cobraba montos sin precedentes para su modesta experiencia financiera.

Y en el marco de aquella labor se arriesgó a conocer alguien. Una compañera con la cual se escribieron en más de una oportunidad. Hasta que él se animó a invitarla a salir. Coordinaron para el sábado. En un bar ubicado en Puerto Madero, frente al dique. Él asistió vistiendo zapatos, jeans, camisa y saco blanco. Una cadenita, pulsera y anillo de plata. Peinado y perfumado para la ocasión. Ella, en cambio, no habría llegado pasadas horas del horario pactado. Tal desplante ocurrió dos veces.

Esteban jamás se enojó. La muchacha en cuestión tenía una hija por la cual, ambas veces, no pudo ir a la cita. Mas la tercera fue la vencida.

La esperó en el mismo bar, a la misma hora. También era sábado. Y además de la prolijidad en su aspecto, aquella vez le compró un ramo de jazmines.

Finalmente la vio. Se acercaba caminando; y tras un tímido saludo se besaron. No tenía sentido dar rodeos sobre el obvio gusto que claramente se habían manifestado por chat.

Tomaron algunas cervezas y comieron papas con cheddar. Mas bien las ordenaron y probaron apenas. Realmente el objeto del encuentro distaría de tener algo que ver con lo gastronómico. Conversaron mucho sobre sus historias, gustos y proyectos. No compartían demasiados denominadores comunes, pero eso no tenía por qué obstar al potencial acompañamiento que pudieran brindarse entre sí.

Más tarde se levantaron y caminaron a la orilla del cuerpo de agua. Los abrigaba ese armonioso clima perfecto que se promedia entre el calor del verano y el frío del invierno. Aunque todavía no hubiese iniciado el otoño.

Cruzaron por un puente y se acercaron al bar donde una banda interpretaba algunas melodías. Hicieron todo el recorrido de la mano. Tomaron asiento y compartieron un postre. En sus muñecas ella ostentaba pulseras tejidas artesanalmente. El contraste entre ambas personas era fascinante.

Ella debía partir. Él la acompañó hasta el colectivo y la despidió con un tierno beso.

Pareció una bella velada. Al menos para el joven que la recordaría con cierto entusiasmo.

Por su parte, a partir de aquella noche la señorita asumió una postura distante, por no decir desinteresada. En virtud de la cual se limitaba a responder fría y tardíamente (si es que lo hacía) cuando él le escribía. Esteban se rindió.

Conoció a otras mujeres. Y tras tantos encuentros como expectativas frustradas asumió que sus ánimos no debían supeditarse a las experiencias amorosas. Optó, cuanto pudo, por concentrarse en otros aspectos, de los bastantes en que se habría inmerso en la vida.

Cuando te sentís mal, mantener la mente ocupada no ayuda a resolver el problema, pero sí a sobrellevarlo. Y serían tales las ocupaciones que sirvieron como refugio para la herida psique del muchacho. Cuanto había ocurrido no era más que el reflejo de aspectos de sí que percibía por primera vez, y con los cuales debía aprender a lidiar. No es tarea fácil convivir consigo mismo. La mayoría ni lo intenta.

Como pudo continuó estudiando. Hacía años aplicaba el mismo método de estudios que solía dar buenos resultados. Asistía a las tenidas en el Palacio Kairós. Proyectaba independizarse. Militaba en el comité. Ideaban con Bastián los primeros pasos que podrían dar con un posible estudio jurídico. Frecuentaba a sus amigos…

Y fue en un asado con ellos donde concluyó encontrarse en el mejor momento posible. Había prendido las brasas y descansaba tomando una copa de vino mientras Adriano vigilaba la cocción de los cortes de carne. Emmanuel y Héctor lo acompañaban en la mesa.

-          Al final Héctor tenía razón y son todas iguales…- dijo Esteban.

-          No- sentenció Emmanuel- que hayas conocido minas de mierda no implica que las demás también lo sean. Además de que, me corrijo, manejarse mal no las convierte en malas personas. Les pueden haber pasado cosas que no tenemos por qué saber. No somos quién para juzgar. Pero tenés que centrarte en vos mismo amigo, mientras no lo hagas. Mientras no te labures internamente todo lo de afuera va a hacer agua. Si en todos los aspectos brillás, sos perfecto… y justo en uno no lo sos, es porque hay algo de esa onda que tenés que replantearte.

-          Se te escucha re maricón- refunfuñó Héctor mientras pinchaba con un escarbadientes un trozo de queso Gruyere y una rodaja de salame picado grueso que su interlocutor acababa de cortar.

-          Más que maricón, pensante y sintiente, animal- retrucó Adriano, quien suscribía a lo dicho.

-          ¿Y qué es eso que tendría que reconsiderar para ustedes? - preguntó el compungido muchacho.

-          Si pateás para el otro lado, capo- respondió Héctor, cargado de ironía.

Entre risas Emmanuel profundizó su análisis anterior.

-          Eso es algo que tenés que responderte solo. Pero creo que al final del camino va a haber aún más interrogantes. O sea, yo me interpelaría el por qué tanta importancia a lo sexual. Además de que no es lo mismo que lo afectivo. Qué es lo que te mueve el amperímetro. Por qué te involucrás con la gente que lo hacés y no con otra. Qué buscás allí. Cómo actuás al respecto y por qué. Para entender en qué fallás deberías tener en claro cuál sería el mejor camino. Cuando el gato Rizón se encuentra a Alicia en el bosque, ella le consulta cuál camino debe tomar. Eso, responde él, depende de a dónde quieras ir tú. No importa en verdad, expresaría la chica antes de ser interrumpida nuevamente por el animal; entonces no importa cuál camino tomes ¿entendés lo que quiero decir? - interpeló mientras percibía la confusión en el resto- significa- prosiguió- que para entender cuál es el camino correcto tenés que tener en claro tu destino.

Por otra parte, aunque la cursada de su último año de facultad lo encontraba desconcertado y agotado, supo organizarse con la suficiencia para iniciar la preparación del final de la materia que había desaprobado el año pasado: Derecho Constitucional.

Dado el aplazo había podido seleccionar con qué cátedra rendir. Y por sugerencia del claustro optó por profesores que también daban tutorías a los estudiantes que tuvieran dificultades en la incorporación de ciertos contenidos. Así inició un trato personal con ellos. Quienes le sugirieron bibliografía, especial atención a algunos temas y aspectos determinados del programa de examen. Le permitieron iniciar con un tema a elección el cual debía dominar a la perfección; a partir de allí se desenvolvió el resto de la evaluación.

Oportunamente se presentó a la mesa de examen donde tuvo una performance sobresaliente. Lo suficiente como para que el titular de cátedra lo convocara a participar junto a él de las actividades extracurriculares en el marco del servicio social de la universidad. Aceptó de buena gana. Acompañaría al grupo de estudiantes y docentes a un barrio de emergencia cercano donde prestarían asesoramiento jurídico gratuito a quienes lo precisaran. Además de, excepcionalmente, practicar ciertas diligencias.

Estaba listo para, con apoyo de su madre, dar un paso más: se independizaría.

Ella sería su garante y, con algunos ahorros accedería a un monoambiente en alquiler. Coordinó con su hermano mayor, Bastián, que allí también atenderían a los clientes de su flamante estudio jurídico. Él ya se había recibido y contaba con matrícula. Así, no solo dispondría de su salario como empleado público, sino que podría hacerse algunas diferencias en concepto de honorarios profesionales. Como tantos, inició modestamente.

Con gran esfuerzo costeó su primer colchón. Lo colocó en una estructura de futón que le fuera regalada.

Hilda le regaló una televisión, una mesa y dos sillas.

De la agencia de Eugenio tomó un escritorio y un carro de bebidas en desuso.

Compró una biblioteca de madera sin pintar, era lo más económico.

Tomó pocas pertenencias de su anterior hogar: la notebook y sus prendas de vestir.

Con ni más ni menos, se mudó.

Las primeras semanas fueron… complejas. No tenía servicio de televisión ni Internet.

El moderno monoambiente estaba ubicado en un primer piso al contrafrente, desde el cual se veía la piscina del edificio, y por lo cual, la falta de cortinas resultaba desfavorable.

Más de una vez el chico no alcanzaría a costear el canon locativo del lugar en las fechas contractualmente previstas. Así que serían Bastián y Héctor quienes le prestarían el dinero necesario. Siempre devuelto en menos de una semana. Con el primero de ellos tomaron sus primeros casos. Eran conocidos de sus trabajos, amigos de amigos y referenciados. Al cabo de pocos meses tenían una incipiente cartera de casos penales y, mayoritariamente, civiles. Ramas en que ambos profesionales (aunque el más joven de ellos sin recibirse todavía) se complementaban. Y, consiguientemente, cobraron sus primeros honorarios.

En uno de los casos llevaron adelante las gestiones administrativas necesarias para que un acosador sexual no fuera expulsado del ámbito donde llevó a cabo sus perversiones. A cambio abonó tres cuotas mensuales, iguales y consecutivas de dieciocho mil pesos.

Otro implicó su intervención en la mediación por una operación inmobiliaria fallida. En la cual su cliente había cobrado el valor de un boleto de compraventa y las compradoras jamás habían integrado el saldo restante. Por lo cual el negocio no se perfeccionó y le requerían la devolución del dinero en contraprestación por la devolución del departamento. Las destacables dotes retóricas del mayor de los socios les valieron tres mil dólares en concepto de honorarios profesionales.

Así crecieron rápidamente como socios, amigos y hermanos.

El muchacho se enriquecía en proporción al crecimiento profesional logrado. Respecto del trabajo en el Estado había dos grandes aristas que cumplimentar; por un lado, la estrictamente vinculada a la labor en sí, y por el otro la militancia partidaria (gracias a la cual accedió, en primer lugar). Por otra parte, el estudio jurídico acumuló pronto más casos de los que podían diligenciar los hermanos. Deberían incorporar más integrantes a la firma.

Aún con en el entusiasmo de haberse independizado recientemente, no ahorraría los cuantiosos honorarios cobrados, sino que los invertía en continuar el equipamiento de su hogar y vestimenta. Estar en un lugar y verse estéticamente bien puede motivar el sentirse igual. Compró, por ejemplo, sillas nuevas, cortinas, una impresora, cafetera. En cuanto prendas seleccionó algunas camisas, corbatas, moños, pantalones, zapatos, chalecos, sacos y un sobretodo. Desde allí concurriría a todos sus compromisos con un semblante aún más solemne que el que lo hubiera caracterizado hasta entonces.

Personalizó óptimamente su espacio propio, así como su aspecto ¿quién no se animaría tras tal significativa inversión, no solo en términos fiduciarios, sino energéticos? eran tales ánimos en cuya virtud casi a diario Esteban recibía visitas. Familiares, amistosas, académicas, políticas, profesionales o de otras naturalezas.

Aquel monoambiente poco tenía que envidiarle a la concurrencia de Versalles.

El claustro convocó al estudiante a que participe de un certamen organizado por la Honorable Cámara de Senadores de la Nación, donde se invitaba a los estudiantes del cuadro de honor de facultades de todo el país para la redacción de monografías académicas sobre cuestiones atinentes al Derecho Constitucional. El joven recordó la ocasión en que, en su último año del secundario, le propusieron integrarse a otra actividad (y los buenos resultados que implicó).

La respuesta fue un sí casi inmediato. Seleccionó un tópico e inició la investigación.

En cuestión de meses no solo había terminado su investigación.

Su monografía fue premiada por la comisión de asuntos constitucionales e integró el podio de estudiantes de derecho destacados en el Congreso de la Nación.

Mientras, continuaba con sus estudios curriculares, así como el asesoramiento jurídico brindado en el marco del área de servicio social de la universidad.

Tales méritos académicos le valieron una nominación para presidir el Centro de Estudiantes. Elección que se dirimiría luego de los finales. Celebraron los comicios y un sesenta y dos por ciento del alumnado lo consagró triunfante.

Las nuevas funciones a su cargo implicaban, en primera instancia, una reunión con el decano. Allí coordinaron la implementación general de promociones totales de las materias, algo inédito en la facultad. Además de integrar al programa de estudios de la carrera el trabajo de asistencia social. Sosteniendo que los buenos abogados son primero buenas personas, y en segundo lugar buenos técnicos. Para lo cual la sensibilidad social tendría un rol preponderante.

Por aquel entonces los hermanos Atristain y Astudillo habían mantenido múltiples encuentros.

-          Sabe que nos necesita, Maestro. No tiene la autoridad de Politi- introduciría el político- hoy somos mayoría, salvo por el Oriente de Washington toda La Orden occidental nos respalda. Con su aval podemos dar curso a las reformas que necesitamos. Proceso en el cual usted se consagraría cual gran arquitecto responsable. Al menos eso haríamos creer a todos ¿no le gustaría quedar en la historia?

-          No es una cuestión de egos, hermano- señaló el hombre corpulento, con ceño fruncido y un prominente bigote- pero sí de legitimidad. Reconozco que vuestro diagnóstico no dista de la realidad. Mi falta de carisma tendría un efecto adverso en cualquier pretensa conducción. Ahora bien; no puedo deliberadamente dar curso a una agrupación que busca a todas luces modificar rituales centenarios. Sería ilícito desde todo punto de vista. Así que no me lo pidan más por favor.

-          Es que, precisamente, jamás lo pondría en la posición de tener que resolver una cuestión tan sensible. Sino que requiero que se mantenga al margen. El trabajo será eminentemente práctico. Politi siempre avaló al tradicionalismo en detrimento del modernismo propugnado por mi espacio. Solo desearía que usted no tomase partido alguno. Permítanos operar y congratúlese con los resultados- desarrollaría el legislador.

Astudillo aceptó con un tímido gesto antes de iniciar el tratamiento de otras cuestiones.

-          Hay una expulsión a la cual los hermanos de Románica dieron curso irregularmente. Se querelló a un hermano ausente por una controversia dirimida en sede judicial. O sea, condenaron a un inocente con manejos turbios. Me consta porque estuve allí y al querer intervenir fui avasallado en lo que me atrevería a denominar una traición- continuaría Ángel.

-          Es una acusación muy grave ¿está dispuesto a formalizarla? - interrumpió su interlocutor.

-          No soy vengativo, pero sí justo. Anule esa expulsión por favor, Maestro. No sea cómplice del lobby conservador tan próximo a desaparecer- solicitaría imperativamente el reformista.

El tono de sus expresiones y la sumisión de Astudillo harían suponer que era quien detentaba el rol de mayor jerarquía, aunque no fuera así.

La asistencia a las tenidas celebradas en Románica se convertía en un acto de apoyo a una posición que se debilitaba permanentemente. Quedaban pocos hermanos y se retroalimentaban con la Logia Britania, sus únicos aliados, conducidos por el profesor Ariel.  Por orden del Venerable Maestro Agathos, él asistiría con su comitiva a una ceremonia convocada por el Gran Maestro. Una vez iniciada la tenida las puertas solo se abrirían si un hermano llegase tarde, si llamase a la puerta de la manera correspondiente. Tras varios minutos de comenzado el encuentro, golpes en grado de maestro interrumpirían las solemnidades. Pero todos los invitados ya estaban allí.

Anunciaban al ex venerable Maestro Tito “el mariscal” Dionisio. Se concedió el ingreso.

Arrazabal y sus acompañantes, desconcertados, percibían la escena.

El doctor en bellas artes ingresó solemnemente, reverenció a los presentes. Mientras miraba fijamente al pianista. Quien, casi en un acto reflejo, se puso de pie. Aquel mesurado caballero por única vez perdió el control. Su inexplicable actitud llamó la atención. Volvió a sentarse; la ceremonia continuaba.

Una autoridad presente expresó:

-          Por disposición del Supremo Consejo, se resuelve anular la expulsión del ex venerable Maestro Tito “el mariscal” Dionisio de la Logia Románica. En su lugar, lo acoge la Logia Parisina. Como una indemnización requerida por el hermano reinstalado, se le dará oportunidad de pronunciarse al respecto.

La centenaria concurrencia del templo permanecía expectante.

Dionisio inició su discurso:

-          Cuando nuestra orden fue fundada, de las cenizas templarias, ya tenía dos principios: ideología e intransigencia. El primer y único poder real en el mundo. Quienes éramos conscientes de ello subsistimos en minoría, dado que movilizamos los elementos más profundos de lucha y sacrificio. Y como estos son los intelectualmente mejores, pueden en la más alta estima asumir el liderazgo de los hermanos. La Orden universal se está supeditando a sí misma a tal conducción en creciente número. Regocijémonos sabiendo que una posición dogmática ha sido reemplazada por una visión constantemente variable. Cualquiera que se considere portador de las mejores ideas y, a sabiendas, las aprovecha para liderar jamás es derrotado. Más se espera de ustedes que de millones de compatriotas de la población en general. No basta afirmar lo que se cree, sino más bien actuar en consecuencia. El porvenir de nuestra sociedad será la dirección intelectual del mundo entero. Lo formará y, a la postre, reorganizará fuerte y próspero; pero moldeable en sus estrategias y adaptable en su integridad. Seremos una escuela de líderes en la cual cada hombre aprenderá a ser un rey. Una vez nuestros enemigos nos inquietaron y persiguieron; incluso intentaron quitarnos del medio. Hoy debemos examinarnos y extirpar de nuestro seno los elementos que se han tornado dañinos. Es mi deseo que esta hermandad perdure otros cientos de años. Este futuro nos pertenece enteramente.

El lugar se colmó de aplausos y vitoreos.

Al finalizar el encuentro lo notaron rodeado de hermanos que gustosamente conversaban con él. Entre otros, docentes, sacerdotes, abogados, el fiscal de su causa, jueces, legisladores, diputados, senadores… algunos lo contemplaban con cierta admiración.

Se dirigirían a cenar. Pero los hermanos de Britania optaron por retirarse.

Notificaron inmediatamente a Timoteo.

Transcurrió una semana hasta que los hermanos de la Logia Románica volvieron a reunirse. Una vez en su templo iniciaron la tenida con normalidad. Hasta que, en el momento oportuno, Bastián que había ocupado el rol de Maestro Experto anteriormente a cargo de Ariel, describió la gravedad de las circunstancias:

-          En una ceremonia recientemente celebrada por el Supremo Consejo, el cual conduce el Gran Maestro, se declaró nula la expulsión del hermano Dionisio. Y, a su vez, se lo reinstaló en otra logia. Tras un sentido discurso la comitiva de Britania observó el apremiante aval que ostenta nuestro rival. Como siempre a su derecha no podía dejar de encontrarse el legislador Atristain. Ahora, también, acompañado por Astudillo. Finalizado el encuentro, su anfitrión de facto permaneció rodeado de aduladores por al menos una hora. Este nuestro cuadro de maestros estima pertinente el advertir a los hermanos de esta logia sobre el riesgo moral que corre La Orden. Y por extensión, la infinitud de ámbitos en que influye. Cuando La Orden está mal, el mundo suele estarlo también. Y viceversa. De momento en términos estrictamente normativos no hubo cambios. Las alteraciones propugnadas por el autodenominado modernismo, corriente conducida por el polémico personaje en juicio por abuso sexual, por ahora son meramente prácticas. Mas presumimos que podría contar con el aval por omisión de altos cargos internos. En cualquier caso, nos limitaremos a sostener nuestras posturas ancestrales no solo por cuanto se ajustan a lo previsto legalmente sino también a las más íntimas convicciones morales de esta conducción. Contendremos fraternalmente a quienes opten por acompañar tal posición, tanto como despediremos a los que, en cambio, quieran abrazar una actitud alternativa.

Dicho esto, aunque el encuentro prosiguiera según el ritual previsto, se notaba en el semblante de algunos hermanos su desasosiego. En meses subsiguientes hubo, incluso, quienes abandonaron la logia. Migraban a otras que suscribieran al relativismo moral propugnado por Dionisio, especialmente a Parisina; donde lo habían acogido e incluso ya carecían de cupo, por cuanto derivaban aspirantes.

A Esteban se le concedió un permiso para poder asistir, sin abandonar Románica, a las tenidas de Britania. Donde ejercía el flamante Venerable Maestro Arrazabal. Allí el perfil de los hermanos era aún más serio, ninguno era político. Se desenvolvían, como el profesor, en el ámbito privado. Y aunque algunos pudieran tener simpatías por el reformismo, los conceptos partidarios no tenían cabida entre ellos.

Su templo, a diferencia del único frecuentado por el chico hasta entonces, adolecía de paupérrimas condiciones edilicias. Se trataba de la estructura más antigua de La Orden en la Ciudad de Buenos Aires. En una vieja torre del Club del Porvenir. Humedad en las paredes y partes del piso de madera levantadas por trabajos de reparación en las tuberías de gas, dada una reciente pérdida. Eran solo algunos de los imperfectos que obstaculizaban el potencial de los únicos aliados del tradicionalismo.

Como hacía años atrás, el ex director del muchacho pagó su cena por él. Aunque ya no por necesidad. Fue un gesto de cordialidad. Después de los trabajos, los hermanos comieron juntos. Ariel llevó al joven hasta su casa y durante el viaje le explicó:

-          Lo mejor que podemos hacer ante la amenaza de la manipulación, es permanecer fuertes y convencidos en nuestras prácticas. Intensificar los trabajos. Formarnos continuamente y comprender el porqué de las cosas. Toleraremos, según nuestro credo, la libertad de nuestros hermanos de seleccionar las prácticas que estimen mejores para su pertenencia a La Orden; así como ellos deberán tolerar las nuestras. No obstante, hay un dato que todavía no expusieron. Aunque corresponda al Supremo Consejo, siento que debo ponerte en autos. Politi murió. Astudillo, con infinitamente menos autoridad intenta asumir su rol como Gran Maestro. Nunca tuvo las habilidades del predecesor. Con la excusa de su instalación citaron al encuentro que Bastián, según entiendo, ya les detalló. Pero el protagonismo lo absorbió por completo la reaparición de Tito “el mariscal”. Sospecho que si se le permite operar tan deliberadamente es poque debe ofrecer alguna contraprestación. Antes habría sido inimaginable que alguien se manifestara abiertamente contra la tradición. Además, aunque Politi era anciano, estaba fuerte, centrado… hay muchas cosas que no termino de comprender en todo esto.

El muchacho escuchaba con atención. Sabía que no era momento para hacer comentarios. Tampoco tenía nada para decir.

Elisa no dejaba de ser una obsesión. Se arraigaba al concepto de amistad como garantía de retención, sin asimilar que algo más podía ser incluso necesario para la subsistencia del vínculo. Entre tal complejidad de sensaciones sus encuentros se tornaban vez a vez más intensos, se besaban y permanecían abrazados. Aunque no reconocían entre sí nada más allá de una pseudo amistad. Serían tal para cual (o no). El miedo, la confusión y hasta el amor mismo entorpecía el vínculo. Naufragaban juntos.

Durante aquel año habían finalmente articulado la idea alguna vez conceptualizada con Bastián. Un grupo abocado al abordaje del bullying como problemática. Iniciaron una investigación, organizaron disertaciones a cargo de especialistas, debatieron la cuestión y presentaron un pedido de informes al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para que rindiera cuentas sobre el cumplimiento que la ley prescribía para la materia.

Hacia diciembre organizaron una jornada temática, como la del año anterior, en el comité. Asistió tantísima gente de toda la política porteña. Y como siempre sus amigos más cercanos, entre otros, apoyaron al correligionario. Por la noche cenaron, bebieron y se divirtieron. Luego de la reunión se dirigieron a la casa del joven. Se entretuvieron con algunos juegos y continuaron bebiendo durante la madrugada. Bromeando, Emmanuel y el anfitrión se dieron un escueto beso como prenda por perder una consigna. Adriano sucumbió al alcohol, vomitó y se quedó dormido. Él y su primo permanecieron en el lugar mientras que los demás partían. Emmanuel y Esteban los acompañaron hasta la planta baja para abrirles la puerta y despedirse.

-          Me gustó el beso que me diste- dijo el mayor de ellos en el ascensor, cuando se encontraron a solas.

-          Sí, a mí también. Pero me da miedo…- aclaró el invitado antes de ser interrumpido por su interlocutor.

-          ¡No seas cagón! - impuso Esteban.

Quién sabe si aquella premisa fuera auténticamente dirigida al otro chico, o a sí mismo. Quizás sería lo que habría querido decirse hacía años cuando, abrazado con Aquiles en un sillón, no supo más que permanecer inmóvil. Cuántas cosas podrían haber ocurrido. Y hoy, ya no sabía dónde estaba a quien sintió como su primer amor.

El cambio de paradigma resultaba obvio. Ya no se arrepentiría por no hacer las cosas, sino por intentarlas.

Se besaron. Esta vez no fue escueto ni hubo timidez. Fluyeron. Ingresaron en el departamento y la excitación supo traducirse en algo más. Los abrazos y las miradas motivaban lo suficiente. Años de disimulo fueron convertidos en complicidad.

Pasado un rato, el primo se recompuso y decidieron partir. Nunca supo.

Se despidieron con normalidad. Nadie, jamás, mencionaría lo ocurrido.

Un primer contacto con aspectos hasta entonces ignorados puede ser tan movilizador como esclarecedor. Con un adecuado trabajo introspectivo resulta, indefectiblemente, en un mejor dominio de sí, ergo, crecimiento personal.

Recibió, entre tantos, el contacto virtual de una correligionaria. Se llamaba Adriana. En su perfil presumía militar en el partido y estudiar abogacía. Las fotos ilustraban a una joven de veintitantos, de figura esbelta, curvas proporcionadas, tez morena, labios pronunciados, ojos y cabellos castaños. Esteban respondió.

Entre gallos y medianoche estaban coqueteando. Se comunicaban con frecuencia.

Él, sin miramientos, dio un paso determinante. La invitó a cenar a su departamento. Ella aceptó. Por lo que el muchacho se ocupó de preparar todo para una cómoda velada. La cita fue prevista para el sábado siguiente, por la noche.

Compró vino, quesos, fiambres, frutas secas. Su amigo Héctor le enseñó a preparar pan casero para agasajar a la invitada. Llegado el día indicado todo estaba listo. Faltaba menos de una hora para que ella arribara.

Recibió un mensaje:

-          Perdón, pero tuve un día larguísimo. Mejor lo dejamos para otra vez ¿sí? - escribió la señorita.

-          ¡Ningún problema, bella, ojalá no haya sido tan grave! que descanses- respondió él.

Para entonces ya había adquirido el hábito, tras distintas vivencias, de hacer de tripas corazón. El que se enoja pierde. Y no estaba dispuesto a seguir perdiendo.

Angustiado empezó a engullir la picada. Con la misma velocidad bebió el vino.

Se fue a dormir.

Aquella circunstancia se repitió tres o cuatro veces más. Siempre con distintos platillos.

Hasta que finalmente ocurrió. En lugar del habitual texto donde ella cancelaba el encuentro, había escrito:

-          En media hora llego a la estación de subte Acoyte ¿me podrías buscar allí? - era la misma donde tiempo atrás había despedido a Elisa, la única noche en que fueron algo más que amigos.

El anfitrión confirmó de inmediato y partió hacia allí.

Aquella tarde habían tomado algunas cervezas con Bastián. Cuya mayor experiencia en cuestiones de esta naturaleza habría indicado a su hermano menos el no “avanzar” de inmediato una vez que la viera. Quizás el entonamiento producido por el alcohol desinhibió en demasía los estructurados hábitos del chico. Por lo cual al ver a la muchacha haría caso omiso a la sugerencia del abogado.

Adriana y Esteban se encontraron y besaron. Fue espontáneo.

Caminaron al departamento del joven. Quien preparó milanesas con puré, a pedido de su invitada. Comían tímidamente mientras miraban películas. O lo habrían hecho si no se hubieran interrumpido para continuar besándose… y demás durante la velada.

Fue la primera vez de él.

Amanecieron, se ducharon juntos y la acompañó hasta la parada del colectivo mientras recitaba algunos poemas de memoria.

Era año electoral y como reformistas debían hacer campaña por sus candidatos.

Aquella tarde lo hizo acompañado por sus amigos. A quienes contó sobre la cita.

Entonces recibió un mensaje de ella:

-          Gracias por todo. La pasé muy bien. Y si querés me gustaría repetirlo.

Así lo hicieron. Las veces suficientes como para comprometerse seriamente. Se pusieron en pareja y acompañaron en sus proyectos personales.

En diciembre tendría la oportunidad de recibirse. Pero para ello debería aprobar seis finales. Una verdadera odisea académica. Pudo con todos hasta dubitar en la preparación del último (y más difícil) de estos: derecho penal. Contaba con apenas cuarenta y ocho horas para leer una manual de más de trescientas páginas e internalizar su contenido; por no mencionar la célebre severidad con que la titular de cátedra aterrorizaba a sus estudiantes. Hilda, Eugenio, Ariel, Héctor, Adriano, Emmanuel, Elisa, Bastián y Adriana lo acompañaron hasta la puerta del aula doscientos treinta y uno. Fue el noveno alumno en rendir. E, intentaría, ser el primero en aprobar.

Ingresó a las 10:36 hs. Y pasada una hora sus afectos permanecían del otro lado de la puerta de vidrio, expectantes. Mientras hubo quienes conocían el temperamento que debían asumir en tales circunstancias; otros como Eugenio decían que podría ayudar un “saludito” de su parte a los profesores. El profesor Arrazabal se ocupó de contenerlo.

El semblante de Esteban, habitualmente austero, rebozaba nerviosismo.

Escuchaban con atención el interrogatorio.

-          Última pregunta, Aparicio. Dígame las dos causales por las que procede la prisión preventiva.

Esteban recordó sus conversaciones con Bastián. Todo lo vivido durante los últimos años y su involucramiento en el caso Dionisio. Sonrió.

-          La prisión preventiva procede cuando la conducta del imputado libre implica un riesgo de entorpecer la investigación o peligro cierto de fuga- respondió con cierta soberbia.

La octogenaria profesora se levantó de su silla. Como lo había hecho con los alumnos anteriores a quienes había desaprobado. De igual manera estrechó la mano del joven.

-          Tiene un diez. Felicitaciones y bienvenido, Doctor.

Parte 3

Capítulo 11: 2020

“Cave, cave, deus videt”. El Bosco.

Las visitas de su flamante novia eran recurrentes. No pasó una semana entre la primera y la segunda. Los intervalos mermaban vez a vez. Al punto de (casi) tratarse de encuentros diarios. El entusiasmo de ambas partes resultaba evidente.

Al margen del inherente contenido sexual que un romance juvenil implica, sabrían aprovechar el tiempo de otras formas, también. Leían, cocinaban, pintaban, miraban películas y salían a pasear.

En una ocasión, caminando por el Parque Centenario ella le propuso presentarle a sus sobrinos. Inicialmente, con una postura prudente, él declinó la petición. Mas fue cuestión de instantes para que Adriana despotricara contra Esteban. La muchacha empezaba a ostentar un fuerte temperamento que lograba avasallar las intenciones de su novio. Quien, en última instancia, siempre cedía.

Coordinaron una fecha en la cual ella lo visitaría con el mayor de los niños. Les preparó tostados y pasaron el día en la pileta.

-          Flaco, no podés traer invitados- planteó un vecino que solía acosarlo. 

-          ¡Me tocó, me tocó, es violación! - empezó a gritar el anfitrión. Cuya locución prosiguió con un tono tan discreto como amenazante- dale, rómpeme las pelotas, que tengo unas ganas tremendas de quilombo y estaba esperando un gil como vos. Llamá a la administración y yo a la policía, bufarra.

-          ¿Qué te pasa, enfermo? - replicaba el otro hombre, espantado.

-          Pasa que no tengo ni tiempo ni paciencia. Estoy disfrutando un día en familia y me venís a provocar gratuitamente. Si la seguís, la seguimos. Si no quedate en el molde- sentenció el chico.

Entonces el inquisidor volvió a su reposera, resignado.

Simultáneamente, por aquellos tiempos proseguía el trato con su amada Elisa. Con quien hasta hacía pocos meses cursaban a diario y se recibieron.

Frecuentemente ella lo iba a visitar. Él la esperaba con la cena preparada. Les gustaba comer en el balcón. Después se recostaban y miraban alguna película. Dado que a la invitada le gustaba el chocolate blanco, su amigo siempre procuraba tener un trozo para convidarle. El cual solían compartir en la cama. En un juego tan erótico como afectivo, ella solía darle a Esteban en la boca. Las frutillas también eran buenas opciones al momento de servirse entre sí. 

En otras oportunidades preferían merendar en Puerto Madero, siempre en el mismo bar, donde ella pedía un croissant y él un scon de queso. Ambos con café, el mejor de la ciudad. Desde el lugar, cuyas mesas y sillones estaban en la vereda, observaban el dique. Podían pasar horas conversando. Incluso, hablarían sobre las orientaciones y gustos de cada cual. Conversarían sobre las experiencias que denotaran su bisexualidad.

La relación con Adriana jamás había alcanzado tanta profundidad.

Hubo una ocasión en la cual, aún no establecido financieramente, no podía costear el alquiler, impuestos y cuentas. Confesó su situación, anecdóticamente, a su amiga. Quien en el siguiente encuentro lo obligó a aceptar un sobre que contenía decenas de miles de pesos.

-          Amiga, estás loca, no puedo aceptar esto. Ni quiero. Me ponés en una posición muy fea. Lo agradezco, pero no lo quiero- aclaró él.

-          Mirá mi amor, es descortés que rechaces un regalo. Si puedo siempre voy a estar para ayudarte en lo que sea. Así que lo aceptás o lo dejo acá y que se lo lleve quien sea- expresó ella apoyando el colmado sobre en una mesa próxima.

Tras algunos momentos, cuando se estaban yendo y Elisa ni siquiera amagó a tomarlo.; lo hizo él, comprometiéndose a devolverlo. Aquel gesto significaba al menos treinta días de tranquilidad financiera para su modesta economía doméstica.

El detrimento de Hilda era progresivo. Había dejado de ser ella misma desde el 2012. Los desequilibrios se evidenciaban no solo en declaraciones inconexas, sino también en la merma del cuidado de su imagen, higiene personal y de su hogar. Llegó a tener diez mascotas a las cuales dedicaba más atención que a nada. Resultaban, aparentemente, un refugio. La independencia de su único hijo agravó la inestabilidad. Aún así, en aislados momentos de lucidez, lograba articular ciertos razonamientos:

-          Me gusta tu novia, Elisa- sugirió.

-          No mami, mi novia es Adriana. Elisa es una amiga- corrigió su hijo.

-          ¿Con cuál se aman? ¿a cuál extrañás más cuando no está? ¿con quién te podés mostrar como sos? mambos, miedos, sueños y gustos ¿quién está para vos cuando necesitás ayuda? no me respondas. Es ella- en su confusión, la madre pareció esbozar cierta verdad.

Intentando atribuir tales definiciones a Adriana, Esteban propuso cierta soltura en el vínculo. Entre tantas otras, expresando cuanto sentía por su amiga.

Una tarde volvían de comprar insumos. Cuando él compartió la anécdota de la desinteresada ayuda que Elisa le procurase ante las dificultades económicas atravesadas. Así mismo explicó a su pareja todas las vivencias atravesadas con la joven.

Estaba a punto de comentar su bisexualidad cuando ella lo interrumpió.

-          Me tenés cansada flaco, salís conmigo. Dejá de nombrarla. Te lo prohíbo. Una vez más que escucho su nombre y nos separamos.

Esteban, sin ánimos de confrontar y con la praxis que una incipiente experiencia amorosa le valdría, optó por ceder. Admitió no volver a referirse a su amiga.

No fue fácil.

Una mañana de mayo asistieron con Bastián a una entrevista con nuevos clientes. Se trataba de un caso que implicaría cuantiosos honorarios.

Durante el encuentro recibió un mensaje de Adriana:

-          Muchos éxitos allí. Cuando vuelvas no voy a estar. Es mejor así.

Su pareja intentaba contactarla infructuosamente. Procuró finalizar el trabajo cuanto antes para reencontrarse con ella. Explicó la situación a su hermano, quien lo secundó.

-          Andá que yo lo cierro. Cualquier cosa manteneme al tanto- indicó el abogado.

Al llegar encontró a la chica guardando sus pocas pertenencias en un modesto bolso. Su actitud sobradamente hostil dificultaba cualquier intento por entenderla. Por sorpresa estalló en llantos y se recostó abrazando una almohada mientras él la observaba, estupefacto. La escena resultaba demencial.

Las primeras pronunciaciones inteligibles de ella intentaban esbozar un pedido de separación. Que de inmediato Esteban declinaría.

Mientras él trabajaba, ella accedió a su computadora personal y, por extensión, a sus chats privados.

-          Leí un montón de conversaciones- introdujo Adriana sollozante- con minas, con tipos ¿estás enfermo? te gusta todo. Y esa puta de Elisa. Te dije que no quería saber más nada. Se dicen te amo entre ustedes ¡amigos las tetas, gordo hijo de puta! me estás cagando. A mí jamás me trataste con el cariño que le escribís a ella.

-          Ante todo, no deberías escudriñar mis conversaciones con otras personas. Ni mucho menos juzgarme por intereses sexuales anteriores a conocernos. Pero al margen de eso; no entendés la relación que tenemos con Elisa. Efectivamente somos amigos y nos amamos. Es un vínculo muy puro que puede coexistir a la perfección con nuestra relación. No son amenaza entre sí…

Las explicaciones continuaron durante horas hasta que Adriana sentenció:

-          Tenés que elegir. Si querés continuar lo nuestro no podés volver a tratarla jamás. Es tu última oportunidad. Bloqueala de todos lados o me voy.

Él, dubitativo, accedió.

No admitía que él amara a alguien más. Por supuesto, hay quienes podrían entender una relación monogámica en la cual las partes amasen a otras personas con quienes no tuviesen relaciones. Así como podrían entender esa misma relación monogámica en la cual las partes tuviesen relaciones con otras personas a las cuales no amasen. O no entender nada. Este sería el caso. Los tortuosos antecedentes habían sido suficiente, un verdadero problema. Y no estaba dispuesto a perder lo que hasta el momento entendía como una de las victorias más importantes de su vida: el noviazgo.

Cumplió lo indicado, más como una orden que como un acuerdo.

Elisa notó la desaparición del hombre que amaba y con el cual no tuvo el coraje para unirse. Consultó a sus amigos en común, quienes no brindaban respuestas. Intentó buscarlo en la facultad, en las cercanías de su departamento y llamarlo desde otros números telefónicos. El tiempo sería el único paliativo para tamaña pérdida, de ambos.

Para fortalecer la dañada confianza, los jóvenes decidieron empezar a convivir. Siendo que pasaban tantos días continuados juntos, era solo cuestión de poner en palabras lo que ambos sentían y, hasta cierto punto, ya ocurría. Ella solo poseía algunas prendas que llevó al departamento. Para cuyo orden Esteban compró una cajonera de madera. Así, su novia tendría un espacio propio para sus pertenencias.

El panorama, a pesar de la reciente crisis, era alentador.

Imperceptiblemente en el país surgieron los primeros casos de una enfermedad desconocida. Despertaba en el organismo síntomas similares a los de la gripe, dolores de garganta, pérdida de olfato, de gusto… y muerte.

La sorpresiva pandemia se esparcía rápidamente. Tanto como para que el presidente de la Nación decretase la cuarentena obligatoria en todo el país. Solo personal esencial podía cumplir con sus funciones habituales y utilizar el transporte público.

Entendiéndose por esencial aquellos que se dedicasen a oficios relacionados con el tratamiento de la enfermedad y afectados. Así como responsables del mantenimiento de servicios imprescindibles.

Se requirió la ayuda de los partidos políticos y su militancia.

Los correligionarios de la Ciudad de Buenos Aires tendrían a su cargo la administración de los hoteles que funcionaban como centros de aislamiento. Contrariando a Adriana, exponiendo su propia vida, Esteban aceptó la encomienda.

Fue designado a cargo de la administración de un hotel, donde residían doscientas personas en aislamiento por contagios. Administraba inventarios de insumos, su distribución, atendía las demandas y recepción de bienes personales de quienes permanecían en el lugar. Durante semanas, los militantes pondrían su vocación de servicio por sobre todo. Y quizás los beneficiarios nunca supieran quién veló por ellos; pero no importaba.

Una vez allí concluida la ayuda necesaria, requerirían a Esteban que en determinados días y horarios circulase por algunas zonas de la ciudad, con una identificación asignada por el gobierno local, solicitando a quienes no cumplieran las condiciones de circulación impuestas que sí lo hicieran.

Arribado el mes de agosto, harían al militante un último pedido. Necesitaban que con los demás armaran bolsones de alimentos no perecederos para distribuir en los barrios más vulnerables de la ciudad. También lo hizo.

Entonces la política, la real, sería uno de los actos de amor más puros. Porque no hay mayor entrega que la hecha, desinteresadamente, desde el anonimato.

Una noche, al llegar a casa, su novia lo puso al tanto de llamadas telefónicas y notas amenazantes recibidas. Estaban dirigidas a él por un anónimo. El número emisor era privado y las misivas impresas. No había indicios de quién podría tratarse. Lo tomó con calma. Prefirió, ante todo, higienizarse. Cenaron juntos y se sirvió una taza de café antes de analizar pormenorizadamente el vacuo contenido de los mensajes: amenazas, insultos, fragmentos de obras literarias y fotografías (de él, su novia, su madre).

Los hechos tienen la entidad que se les atribuye. Por lo cual el joven resolvió ignorar la cuestión.

En cambio, su pareja, temerosa, insistió en la necesidad de efectuar una denuncia penal en sede policial. Los estudios y su (modesta) experiencia profesional le valdrían predecir el sinsentido de aquella reacción. Ningún fiscal investigaría un puñado de hojas impresas con premisas escuetas y genéricas. Y, para no preocupar a nadie más, el incipiente doctor omitió comentar lo ocurrido. Entendió que podría tratarse de la actitud más prudente.

Transcurrían las semanas y con ellas se acumulaban más y más conminaciones.

El vínculo entre ambos jóvenes aún necesitaba sanearse. Y ceder a la insistencia de Adriana por mudarse podría aportar en aquel sentido. Iniciaron la búsqueda de otro departamento. En cuestión de días, por recomendación de un ex compañero de la facultad, consiguieron la posibilidad de ingresar a un dos ambientes. El valor del canon locativo era igual al de su vivienda actual. Recientemente pintado parecía un hogar ideal. Tramitaron los permisos legales correspondientes para llevar a cabo la mudanza, dado que la cuarentena decretada por el gobierno continuaba vigente.

Instalados en el nuevo departamento cesaron las encomiendas.

Por su parte el reinstalado Maestro Dionisio aprovechó los últimos meses para consolidar los cimientos de su nueva obra desde la logia Parisina. Donde años antes se había refugiado el hermano Atristain. Los aspirantes a iniciarse allí se contaban por cientos, en cuanto Románica no alcanzaba los veinte participantes por tenida. Su única logia aliada, Britania, guarnecía a cincuenta hermanos; los cuales no alcanzaban para equiparar las adhesiones de la corriente interna propugnada por el denominado modernismo. Miles de hermanos en todos los rincones de la Nación coincidirían con las aspiraciones relativistas y hedonistas para la centenaria orden.

-          No me pueden pedir que autorice veneraturas simultáneas, es completamente ilícito. La alevosía de tales manejos me pondría en el centro de las críticas…- refunfuñaba el Gran Maestro de la Nación, Astudillo. Cuando Atristain, con quien solía negociar, lo interrumpió.

-          ¿Cuáles críticas, Simón? dejate de joder. Si lo que estamos haciendo, precisamente, es sumar voluntades, no contrariarlas. A la vista de todos sos la autoridad que, a pesar de que nuestras leyes internas dispongan otra cosa, permite a las disidencias manejarse libremente. Y a diario somos más, como habrás notado. De hecho, lo que te estoy pidiendo es un primer paso de la sucesión que debés disponer. Como en la antigua Roma vas a emitir edictos de Milán y Tesalónica ¿ubicás?

-          Soy historiador, naturalmente muchacho. El primero permitió a los cristianos ejercer libremente su culto cuando, hasta entonces, estaba prohibido. Y el segundo los convirtió en la religión oficial del imperio. El problema es que están dando por hecho una sumisión por parte mía que no es tal- aclaró el hermano de mayor grado.

-          Si estás tan en desacuerdo te deberías haber levantado- razonó Tito “el mariscal”- nuestra alianza continúa siendo tan necesaria para vos como desagradable para nosotros. Pero quedate tranquilo que oportunamente concluirá.

-          ¡Ya lo creo! - gruñó el Gran Maestro.

-          No tenés ni un décimo de la autoridad moral de Politi. Y sin nosotros durarías a la cabeza del Supremo Consejo menos de una semana. Porque te quieren en la medida que sigamos reivindicando tu gestión como afín a nuestros valores. Que son, a su vez, los que entendemos mejores para la subsistencia de La Orden y sus hermanos. Ergo, limítate a brindarnos la autorización administrativa que Ángel te envió y sigamos siendo amigos ¿hay algo mejor que llevarse bien entre hermanos? - concluyó el doctor en bellas artes.

Ofuscado, el corpulento hombre de prominente bigote se retiró del salón.

Y en solo cuestión de días, el Supremo Consejo pronunció una venia de efectos individuales, fundada en circunstancias fácticas excepcionales, en cuya virtud el Maestro Tito “el mariscal” Dionisio podría ser electo para ejercer la veneratura en cuantas logias así lo quisieran según los mecanismos electivos previstos por normativas internas. O sea, una postulación aprobada unánimemente por los maestros y votación por bolillero entre todos los hermanos de cada logia.

Ambos arquitectos de La Nueva Orden se encontraban en el antiguo caserón del profesor de teatro para brindar. La libación se extendió durante toda la velada, llevaron a la práctica las premisas de su escuela de pensamiento. Sin vergüenza, priorizando los placeres por sobre todo lo demás, expresaron no solo con palabras cuánto amor sentían entre sí. Su éxito era el fruto de la sinergia con que coordinaban sus actos. El logro no era una extensión de uno de ellos, sino de ambos; de su vínculo.

Oportunamente y según lo previsto, en tres logias eligieron a Dionisio como Venerable Maestro, valiéndose de la dispensa provista por el Gran Maestro.

Uno de los primeros actos del hermano fue gestionar de manera coordinada todos los grupos para que se retroalimenten entre sí. En cuanto postulantes, actividades, recursos, asistentes y trabajos en general. Las arcas de las tres logias bastaban sobradamente para la financiación de iniciativas sociales. Sería la primera vez que La Orden intervendría, con las autorizaciones gubernamentales pertinentes, en cuestiones que trascendiesen los intereses de los propios muros. Por ejemplo, costearon la construcción y mantenimiento de varios comedores populares. Los hermanos, como parte de sus trabajos en La Orden, debían colaborar personalmente en aquellos establecimientos.

Otra novedad fue la apertura con que “el mariscal” y sus seguidores trataban el tema de la sociedad secreta. Propugnaban un menor hermetismo, mayor cercanía con los llamados (peyorativamente por la corriente tradicionalista) profanos, a quienes en cambio los modernistas identificarían como no iniciados. Y, para quienes quisieran involucrarse, facilitarían la burocracia de los trámites de ingreso. Ofrecerían un trato cálido y sensible, contrario al clasismo hasta entonces imperante.

Dieron curso a una campaña de difusión por la cual las centenas de solicitudes de aspirantes se convirtieron en miles. Mas no sería un problema administrarlas y contenerlas teniendo tres logias a disposición para dar respuesta.

La heterodoxia resultaría atractiva no solo para los ajenos, sino también para los propios. Hermanos de logias con posturas oficiales tradicionalistas o mesuradas migraban, ávidos por aggiornarse, a las filas del modernismo; entre las cuales se contabilizaban holgadamente legisladores locales de diecisiete provincias, diputados y senadores de casi todos los partidos políticos, fiscales, jueces y un sinfín de funcionarios administrativos. La mayoría vivía según los valores aprehendidos en la escuela de vida que significaría La Orden y, por extensión, el Maestro Dionisio.

El progreso parecía imparable.

Aunque hacía tiempo, por distintas circunstancias, los estudios de piano se habrían interrumpido, el trato con su mentor continuaba tan vigente como siempre. Los hermanos entendían que Esteban podría contar con muchas más herramientas para valerse en un potencial enfrentamiento contra su ex profesor de teatro y todo lo que representaba. Y aunque otrora Ariel hubiese ordenado al joven que declinase la proposición, las condiciones ya eran diferentes. En cuanto contexto y, más importante aún, internamente para el muchacho. Si se estimula a alguien a que atraviese situaciones para las que no está óptimamente preparado puede no aprovecharlas en su plenitud o, peor aún, perderse en ellas. Entonces, según el momento y la persona, la mejor opción podría ser esperar. Al final de cuentas nunca hay que ponderar los sueños por sobre la vida real.

Esta vez el chico estaba listo.

-          Siento que aún tengo cosas por aprender. Mejoré, sin dudas, desde la última vez que tratamos la cuestión. Pero también debo admitir que me asusta no estar a la altura de las pruebas de aumento de salario- confesó el muchacho.

-          Es cierto. No pretendemos que no temas. Si no que, justamente, enfrentes tus temores. Nadie está exento del miedo. Pero solo los mejores hombres lo vencen. Y no solo se trata de que ya estés en condiciones; necesitamos que lo estés. Sospechamos que tarde o temprano darán curso a una ofensiva en nuestra contra. Somos la reserva moral de una sociedad muy antigua, y hoy particularmente, minoría. El fortalecimiento del eslabón más débil de nuestra cadena es el de la totalidad. Te necesitamos fuerte- explicó el ex director.

Acordada la sujeción del aprendiz a las pruebas para un potencial aumento de salario, continuaron conversando sobre cuestiones generales de la hermandad, las malas condiciones del templo donde trabajaba la Logia Britania, la preocupación que ello importaba al maestro, y cómo su pupilo se sentía respecto de cuanto estaba atravesando.

Si bien el salario por sus trabajos como funcionario público resultaba útil, no alcanzaba para costear el mantenimiento del alquiler y dos personas adultas. Adriana no trabajaba, por lo que toda la carga económica del hogar recaía sobre los jóvenes hombros del flamante abogado. Precisamente, el derecho sería su salvavidas. Con Bastián mes a mes continuaban más y más casos. Naturalmente, cada uno resuelto significaban honorarios a cobrar. Así ambos muchachos consolidaron su patrimonio inicial. Como amigos, hermanos y socios.

El trabajo no era solo una vía para el enriquecimiento fiduciario. También se trataba de dos pasiones, la política y el derecho. En ese orden. Por no decir un medio de escape de todas sus demás preocupaciones: la compleja relación con su novia, el malestar de su madre y los conflictos en La Orden resultaban cada vez más amenazantes.

Oportunamente el ex preceptor le extendió una convocatoria para reunirse con Timoteo en el despacho. El joven concurrió.

-          Gracias por venir Esteban. Bastián por favor cerrá la puerta ¿café? - preguntaría el legislador que oficiaba como presidente del bloque parlamentario. El muchacho accedió- Ariel me indicó que aceptaste la posibilidad de ser evaluado para ascender de grado, lo que denominamos aumento de salario. Es un compromiso muy serio que tu mentor suele sobredimensionar. Motivo por el cual no estuvo de acuerdo en que lo fueras antes. El resto estimábamos que las condiciones estaban dadas. Pero corresponde respetar la voluntad de quien te apadrina. Ahora que todos coincidimos voy a explicarte algunas premisas para que te vayas preparando.

El venerable maestro abrió un cajón de su escritorio y apoyó sobre este, al menos, una decena de manuales. Eran libros antiguos, algunos casi deshechos. El denominador común sería el polvo entre sus hojas. El chico tomaba su café mientras oía atentamente las directrices del político:

-          Estas piezas se entregan a cada hermano de la logia que puede pasar de aprendiz a compañero. Se te entregan en préstamo. Porque su verdadero valor está en cuánto aprendas de ellos. Son complejos y están redactados con pautas lingüísticas obsoletas, pero parte de la evaluación es el esfuerzo por comprender. Aun así, no solo te limites a memorizar; es una equivocación más habitual de lo que querría admitir. Internalizá los conceptos. No solo procuraremos que conozcas fórmulas rituales, definiciones y razones de las cosas. También se pretenderá que desarrolles y expongas tus propias interpretaciones de cada elemento.

-          ¿Pasa algo si rindo mal? - consultó tímidamente el aprendiz.

-          Te matamos- sentenciaba su interlocutor entre risas- mentira, es un chiste. No te asustes. Si bien el cuadro de maestros resolvería sobre la procedencia de alguna sanción según cuán groseros hubieran sido tus desaciertos, entendemos que lo vas a hacer bien. Entonces no tendría sentido preocuparnos por, digamos, aplazos. Preparate a conciencia. Nos vemos el viernes 11 de diciembre- resolvió el anfitrión mientras abría la puerta para despedir a su invitado.

El muchacho había guardado los manuales en su maletín y se dirigiría, acompañado por su amigo, a La London para merendar. Café con leche, medialunas y jugo exprimido.

-          Todos nos ponemos nerviosos en ocasiones así. Pero está bien, significa que sos consciente de su importancia. Cuando la pasé opté por entenderla más como una oportunidad que como un desafío. Una oportunidad que, a su vez, implicaba el reconocimiento de un buen trabajo anterior y la expectativa de uno ulterior con igual calidad. Se trata de un premio; queda en cada quien aprovecharlo- relató Bastián.

Transcurrieron las semanas y, entre tantas vicisitudes propias de la cotidianeidad construida, se haría del tiempo suficiente para profundizar su formación. La bibliografía proporcionada ostentaba una redacción cuasi medieval. Términos en desuetudo y nociones ininteligibles. Mas, con el esmero necesario explotaría cada herramienta disponible para su comprensión. Más de una vez llamaría por teléfono a su socio y a su profesor con preguntas. Incluso se reuniría con el segundo; quien a pesar de ya no estar dándole clases de piano siempre que era necesario hacía un hueco en su demandada agenda para acompañar los procesos de su alumno. Internet, con prudencia, también serviría para esclarecer algunas nociones.

Imperceptiblemente llegó la fecha prevista.

Arrazabal había notificado sobre su asistencia a la evaluación, junto con los hermanos de Britania. Por primera vez después de tanto tiempo los trabajos en Románica contaron con la presencia de casi cien hermanos. Quizás sin la contención de su mentor, el muchacho habría sucumbido a la presión; pero no fue así.

Como la noche de su iniciación, al ingresar le ordenaron aguardar en la recepción. Vestía un saco y pantalón gris, camisa blanca, chaleco y corbata de moño azul. Los zapatos y el cinturón, de cuero marrón. Las medias, azules. La medalla de su logia mater colgando sobre el corazón, su anillo en el dedo meñique, la pulsera de plata, el reloj descompuesto en la otra muñeca. Por debajo de todo, un collar de plata con la figura del Papa. Eso era él por entonces, una conjunción de aristas específicas de realidades distintas (hasta opuestas). Eclecticismo puro.

Esperó por casi dos horas. Sabía que podría ocurrir. Mantenía más calma que en la oportunidad anterior, hacía años.

Cuando Bastián lo fue a buscar, todo estaba en condiciones. Iniciarían las pruebas.

Caminaron juntos por los pasillos del Palacio Kairós hasta las puertas del templo. Donde tantos hermanos aguardaban. Presidía, naturalmente, el Venerable Maestro Agathos. Con los golpes debidos ambos fueron recibidos, hermano mayor y menor. El primero guiando, el segundo tan verde aún. Ingresaron.

Como si estuvieran esperando el momento oportuno, instantes antes de dar curso al ritual solicitarían ingresar al lugar los hermanos Dionisio y Atristain. Nadie parecía esperarlos. Mas, por leyes internas, no se les podía negar el ingreso. Estaban sobrada y formalmente cualificados para concurrir. Entraron. La inquietud en algunos se notaba a flor de piel. Cerraban la puerta cuando una voz ronca detuvo a los guardas templos internos:

-          ¡Momento caballeros! - era el Gran Maestro Astudillo, parecía no haber alcanzado el paso de los otros dos visitantes. Agitado y con cierto esfuerzo, pasó por el pórtico que, en su caso, resultaba angosto.

Tanto el corpulento maestro como el controvertido Tito se ubicaron en la cabecera del encuentro, al lado de Timoteo.  

En primera instancia desnudarían el torso del aprendiz. Lo desprenderían de todas sus joyas y accesorios, supuestos símbolos de banalidad. Y lo vendarían, como en la iniciación…

Empezó un interrogatorio técnico sobre contenido teórico que el aprendiz debiera haber leído en los manuales. El diálogo era triangular, por lo cual los hermanos escribían sus interpelaciones en una hoja cuya lectura estaba siempre a cargo de “el griego” Agathos. Transmitida, Esteban debía responder a viva voz.

Llegado un momento de la prueba las dudas se tornarían personales. Opiniones, reflexiones y… experiencias. Hubo quien, desde el anonimato, creería procedente remitir al fenecido grupo de teatro en más de una oportunidad. O, quizás, hubieran sido varios los hermanos responsables.

Los ánimos se distendieron en cuanto el evaluado debió expedirse sobre sus vínculos.

-          Aquí encontré hermanos. Pero no en el sentido institucional del concepto. O sea, aunque nos llamemos así, no siempre nos tratamos coherentemente. Son evidentes las controversias entre nosotros. Solo un necio las negaría. Cientos de años nos llevaron a competir contra nosotros mismos en el peor de los sentidos ¿para qué? ¿por egos? ¿poder? una acepción significaría autosuperación, exaltación de las virtudes, actualización de potencias. En lugar de eso impera el boicot, la mezquindad y la traición. Algunos lo notamos. Y no casualmente somos quienes, en verdad, nos sentimos hermanados no por una institución, sino por conductas, afecto y el sueño del Bien Común. Lo siento con Bastián, Ariel y Timoteo, por ejemplo. No me avergüenza individualizar a quienes me honra llamar hermanos. Así como son tantos a los que el título les queda grande… eso es todo- concluyó el muchacho incómodamente desde el asiento asignado.

Seguidamente los presentes que así lo quisieran podían aproximarse, cada cual empuñando sus armas para, tras acomodarlas amenazantemente cerca del joven, tomar juramento de que lo dicho sería la verdad.

Mientras el venerable maestro Agathos pronunciaba la fórmula del extenso juramento el filo de la espada flamígera del maestro Dionisio, con una mirada tan extraña como su sonrisa, cortaba el cuello del aprendiz, quien permanecía en silencio. Quizás se trataba de parte del ritual…

No era el caso y el primero en observarlo sería el director Arrazabal, cuyo mandoble apartaría la empuñadura de su par. Ante unos pocos, atentos y exhortos hermanos conscientes de lo que ocurría, ambos hacían fuerza en direcciones opuestas.

Tras jurar la veracidad de todas las respuestas dadas durante la tenida, Tito “el mariscal” prevaleció en la disputa con Ariel.

Con una depurada técnica y rapidez envidiable, hundió el filo de su arma en el pecho de Esteban.

La sangre comenzó a manar, mientras el joven, lentamente, se desplomaba en el gran salón, a la vista de todos sus hermanos.

El profesor de piano dirigió el filo de su pesada arma a la cabeza del enemigo:

-          ¡Traidor! hace años lo denunciamos, juzgamos y condenamos. Todos son testigos del ataque a un hermano, así como de la injusticia de la nulidad de su expulsión. Gran Maestro, no tiene más opción, debe… - planteaba el mentor del joven herido hasta que la ofensiva de la espada flamígera, tras hacer a un lado la amenaza de su rival, hallara vía directa a su pierna.

El pesado hombre, herido, utilizaría todas sus fuerzas para desarmar exitosamente a Dionisio, quien espetó:

-          Traición fue calumniarme. Traición fue poner a mis afectos en mi propia contra. Traición fue dejarme solo cuando los necesité. Yo mismo inicié a la mayoría, los formé y tienen el tupé de socavarme. Todavía no entienden que no lidian conmigo, sino con las fuerzas que canalizo. Ascender aprendices no les va a servir para confrontarme.

-          Esa es la cuestión- sostuvo Astudillo- por cuanto usted funda sus pretensiones en la venganza contra sus propios hermanos, ellos intentan fortalecerse. Ni siquiera está contemplado en su proceder. Nadie, más que usted mismo, es responsable de su caída ¡daremos curso a las acciones pertinentes contra el venerable maestro! 

Capítulo 12: 2021

“Nos reímos del honor y luego nos sorprendemos de encontrar traidores entre nosotros”. Clive Staples Lewis.

Fue un verano tenso… la convivencia con ella resultaba tortuosa.

Parecían no poder evitar las peleas.

La disconformidad mutaba en irritabilidad y, finalmente, confrontaciones.

Las oportunidades en que primaba el amor eran las menos.

El vínculo se convertiría, imperceptiblemente, en un tedioso hábito. Un vicio.

Él no quería darse por vencido. Había sacrificado cuanto pudo, pero no era suficiente.

Por su parte, Adriana continuaba sin trabajo. Ergo, en los poco experimentados hombros de Esteban, aún, recaía el sostenimiento económico de la familia.

Hilda hacía meses había perdido el control de esfínteres. Su movilidad se había reducido drásticamente por lo cual no podía valerse por sí misma. Necesitaba la ayuda de su hijo para subsistir. Él acudía una vez por semana a su departamento, lo limpiaba, ordenaba, preparaba y etiquetaba viandas para cada día de la semana. Le hacía compañía.

Los celos de su novia se tradujeron en un planteo por el cual prohibió al joven visitar a su madre, o hablar telefónicamente con ella. Él, en su inexperiencia, cedió a tal orden.

Ante la inexplicable merma de casos del estudio jurídico que compartía con su socio, este se dedicó de lleno a la política mientras que Esteban debió complementar sus modestos ingresos con algo más.

Desde su niñez coleccionaba estampillas. Y hacía tiempo reflexionaba sobre la posibilidad de dedicarse a la compraventa.

Meticulosamente tasó su colección, una por una. El valor era de dos mil dólares americanos. Filtró solo aquellas que por cuestiones emocionales no estaba dispuesto a vender. Hecha la selección ordenó, fotografió y publicó la mayoría.

En los primeros tiempos, había días cuyas ventas no superarían los cincuenta pesos. Aún así, el orgullo era inconmensurable. Esperaba durante horas a que llegaran sus clientes. A veces jóvenes, otros mayores y, excepcionalmente, niños y niñas con sus padres; iniciándose en el pasatiempo que hacía tanto tiempo él cultivaba.

A medida que vendía entendía que debía, tarde o temprano, reinvertir en más stock. Eso si pretendía que su iniciativa prosperara. Indagó en diversos medios sobre los precios de cada estampilla y, al recaudar sus primeras decenas de miles, reinvertiría un porcentaje. A pesar de que los márgenes de ganancia por unidad oscilaran en el orden del cien por ciento, su novia desaprobaba el negocio. Tanto como para cuestionar que, si él invertía una determinada suma en mercadería para vender, ella podría valerse de una equivalente para comprar lo que quisiera: ropas, perfumes o cosméticos.

Pronto las sumas invertidas y ganadas ascenderían a escalas inesperadas dado el gran nivel cuanti- cualitativo de ventas. Compras por decenas de miles de pesos, perfeccionadas en operaciones inmediatas, significarían una opción tanto más atractiva que los cargos gubernamentales o los complejos casos jurídicos que atendían hasta hacía poco con Bastián. En los cuales, para cobrar honorarios, debían transcurrir una serie de operaciones (o sea, tiempo).

También aprendió a lidiar con las viscitudes de negociar lotes de mercadería. Por ejemplo, cuyo valor de reventa, individual y en un extenso plazo, proyectaría posibles ciento cincuenta mil pesos, pero cuyo vendedor pretendía cobrar cien mil por ellas. El margen, en esas condiciones, sería insuficiente. Siempre debía contemplar el riesgo (cierto) de no vender. La conservación de productos ilíquidos, de nicho, no es una opción atractiva para cualquier inversor. Logró negociarlo tanto como para que su precio descendiera a setenta y cinco mil pesos… había un único problema: no contaba con el dinero. Pero sabía de alguien que sí. Eugenio, su padre, había mantenido el trato mínimo indispensable con su hijo. No solía exteriorizar emociones y, quizás, tampoco tenerlas. Si le explicaba (y garantizaba) márgenes suficientes quizás financiaría un porcentaje de la operación.

Se reunieron en dos oportunidades. Durante horas, el muchacho acreditó la funcionalidad de su propuesta con antecedentes concretos. Su padre accedió a invertir el cincuenta por ciento del capital requerido. Pero en el plazo de una semana se le debería devolver con un cien por ciento de intereses. Fue un acuerdo.

Lo resuelto se cumplió al pie de la letra. No una, ni dos, al menos quince veces repitieron su modus operandi padre- hijo. El hombre estaba fascinado con la actividad comercial desarrollada por su primogénito. Nada parecía interesarle tanto como las ganancias económicas. Aquel muchacho destratado hoy significaba cuantiosos dividendos en sus cuentas… posiblemente convendría, incluso, fingir cierto interés personal. Hasta cariño.

Entre tanto, las peleas de la pareja continuaban y con ellas las amenazas de Adriana por abandonarlo. Estas solían acompañarse con episodios de violencia en los cuales rompía muebles, prendas, vajilla y demás. En una oportunidad tomaría la notebook que, tantos años atrás, Hilda y Sofía le regalaron a Esteban por Navidad. Colocó sus manos en ambos laterales de la pantalla y ejerció fuerza hasta partirla. Entonces, el muchacho entendió la gravedad de la situación a la vez que se quedó sin computadora. No podía permitirse costear una nueva y sus padres decían encontrarse en la misma situación. Resignado, entendió que su única opción sería esperar.

El viejo departamento evidenció mes a mes las condiciones de su esencia. Humedad en los muros, techos y suelos, así como desperfectos técnicos serían la excusa para que el joven llevara adelante su último intento por salvar la relación ¿cómo? mudándose. Entendería que cambiar su residencia, y las energías relacionadas al lugar, podrían ser lo necesario para subsanar aquel vínculo.

Ya con pocas energías tras un extenuante inicio del año, apoyado por la garantía que ofreciese su madre, encontraría un departamento óptimo ubicado a menos de diez cuadras de su comité. Si bien el canon locativo y las expensas resultarían significativamente más elevadas, el lujo de la unidad funcional lo valía. Buena ubicación, piscina, una estructura de lujo y seguridad todas las noches. Era la opción ideal.

Los jóvenes invirtieron casi todos sus ahorros no solo para costear el ingreso a la nueva vivienda, sino que invertirían en mobiliario. Particularmente una cama de lujo y su primer juego de comedor: dos sillones individuales, uno de dos cuerpos, todos de estilo Chesterfield, y una mesa ratona elevable.

Cambiar las energías imperantes en la relación no solo significaría reemplazar un lugar donde habitar por otro mejor, sino también equiparlo óptimamente.

Para entonces la pandemia mundial parecía un problema resuelto. O al menos era lo que evidenciaba el desinterés gubernamental por resguardar la vigencia y cumplimiento de la cuarentena obligatoria. Recientemente devenida en meras restricciones de circulación… de hecho, nada. Entonces en un lapso de racionalidad, Presidencia de la Nación regularizaría lo que todos sabían: ya se podía circular libremente. Por lo cual tantos malos entendidos encontrarían coto.

Arribado agosto inició la campaña electoral legislativa. Bastián habría sido designado hacía poco tiempo presidente de la juventud reformista porteña. Por tanto, la militancia juvenil del distrito sería su responsabilidad, pero ¿cómo una persona podría organizar a miles de correligionarios en toda una ciudad? delegando. Particularmente en la comuna cinco, donde militaban juntos desde hacía tanto tiempo, confiaría esa responsabilidad a Esteban. Él había atravesado decenas de campañas de distintas índoles en su militancia política. Todas las mesas de campaña se coordinaban vez a vez. Se valdría de tantísima experiencia para articular un inédito sistema. Contactó a cada militante a su cargo; les consultó días y horarios de disponibilidad. Concertó un diagrama permanente con individuos, días, horarios y locaciones a partir del cual todos sabrían quién, cuándo y dónde debían encontrarse semana a semana. Solo en casos de ausencias excepcionales se designaría un reemplazo por única vez.

El día de los comicios los resultados fueron sobradamente satisfactorios y los métodos del joven reconocidos tanto por sus pares como por sus hermanos.

Bastián fue electo legislador. Ocuparía la banca que a partir de diciembre Timoteo dejaría vacante. Es decir, el espacio partidario interno la conservaría.

La computadora, necesaria para tantas cosas, seguía siendo una asignatura pendiente. En un almuerzo Eugenio preguntó a Esteban, después de que este mencionase el tema, sobre si conocía a alguien que las ensamblase tras comprar los componentes por separado. El muchacho recomendó a su amigo Adriano. Él había construido su propia PC. Creía, tras conversarlo tantas veces, que su padre por primera vez tendría tamaño gesto. Las ganas serían motivo suficiente para dar curso a la ilusión.

Pasaron las semanas y proyectaba dónde la colocaría y todo lo que podría volver a hacer con el aparato.

Una tarde, mientras merendaba con sus amigos, les dijo:

-          Creo que mi viejo se va a poner la diez. Parece que te va a contratar para armarme una compu, amigo- comentó mientras miraba a Adriano- la verdad nunca creí que tuviera un gesto así conmigo. Pero puede ser que a partir de la movida de las estampillas se haya sensibilizado. Incluso podría ser una forma indirecta de agradecerme, también, por darle lugar en un negocio tan redituable. Al final de cuentas, siendo que se lleva el cincuenta por ciento de las ganancias de cada lote solo por financiar ese porcentaje mientras yo hago todo el laburo, hasta sería lógico.

-          Bro… - intentaba decir su amigo, las palabras parecían no querer ser pronunciadas- ya me contrató. Ayer me llamó y estaba esperando un buen momento para contarte, pero parece ser este. Esa máquina a la que te referís la ordenó para tu medio hermano. Va a invertir mil dólares entre componentes y mi mano de obra.

Tras agradecer la honestidad, Esteban se mantuvo en un incómodo silencio durante el resto del encuentro. Incomodidad proporcional a la amargura que genera la decepción de ilusiones que eran tan necesarias de cumplirse en este vínculo padre hijo.

Fueron tantísimos los desprecios propinados durante la vida como para perdonar otro.

Decidió no hablar nunca más con quien alguna vez considerase su padre.

Mucho tiempo recibió mensajes preguntando cómo estaba y demás.

Eugenio: - Hola pa, como estas?

Esteban: - Si me regalás la misma computadora que le regalaste a mi medio hermano hablamos, en caso contrario no me interesa.

Eugenio: - Para pa, no podes ser tan cerrado, la computadora va a cambiar nuestra relación?

Esteban: - La cambió.

Seguidamente bloqueó a Eugenio por todos los medios.

Las inseguridades de Adriana la hacían desconfiar de todo sin razón, permanentemente. Mientras que las de su novio lo hacían ceder; dio su venia para que ella accediera cuando quisiera a sus redes sociales, escudriñara conversaciones, contactos e interacciones virtuales. Le prohibiría llamar a las mujeres por sus nombres de pila o usar emojis en los chats. Así como agregar a determinadas en redes. Él obedecía.

Aunque agotado de trabajar, los domingos obligatoriamente la debería acompañar a visitar a sus padres y costear el almuerzo, así como postre y merienda. El viaje, desde Capital Federal hasta Lomas de Zamora, debía hacerse en taxi.

La Orden se convirtió en el refugio del extenuado muchacho. A pesar de la amenazante sombra que parecía ampliarse constantemente.

Dionisio seguía incorporando hermanos a La Orden y a su incipiente línea interna. Los contactos nuevos y los viejos consolidados, gracias a las negociaciones de su mano derecha, le valdrían el cargo de ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. No satisfechos con su triunfo en La Orden procuraron ampliar su perspectiva sobre altos mandos gubernamentales. E incidir, incluso, en disposiciones ejecutivas…

El poder legislativo local también se vería afectado. Trece de los sesenta legisladores porteños habrían dejado de responder a sus dirigentes partidarios internos para formar un interbloque tácito de iniciados. Todos bajo la órbita del flamante ministro.

La justicia en sus tantos estamentos no sería la excepción. Desde pinches de oficina hasta algunos miembros del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires obedecerían las disposiciones de Tito “el mariscal”. Por lo que a nadie sorprendería que se resolviera la falta de mérito en el proceso que se le iniciara hacía años. Esto implicaba que no pudiera trascender la etapa de instrucción, primera en todo caso penal. No se llegaría a juicio oral; mucho menos a una condena.

Decenas de logias en todo el país integraban la nómina de células controladas por el doctor en bellas artes (ahora, el ministro). Lo que es mucho dado que habría poco menos de cien en toda la Argentina. Las demás, mayoritariamente, permanecían neutrales. Dos mantenían las centenarias formas, dogmáticas y conservadoras, aunque eficaces. Eran Románica y Britania. Entre ambas eran apenas sesenta y tres hombres. Y, de todas formas, parecían próximos a prevalecer en la disputa contra el reinstalado hermano.

El único problema de la gigantesca red coordinada con Atristain era que, por el exabrupto del año anterior, el Gran Maestro Astudillo y todo el Supremo Consejo desconfiaría del hermano traidor. Aunque las heridas de Esteban y Ariel hubieran sanado sin mayores complicaciones, la osadía del ataque no podría permanecer impune.

-          La verdad nunca me gustó lidiar con este charlatán. Pero no tuve alternativa ¿vieron la cantidad de hermanos que conquistaron? ni Politi lo habría logrado. Necesitaba legitimidad de gestión, autoridad, aunque fuera ficticia, derivada de su apoyo. Si no, habría durado poco en este pesado cargo- aseveró Astudillo.

-          No es ningún charlatán- aclaró Arrazabal- si lo fuera no habría resultado tamaño desafío. Tuviste que presenciar con tus propios ojos la perversión de su conducta para admitir un nuevo juicio. Pero cometiste el error de anular la condena anterior. Lo mejor que se puede hacer con un error es remediarlo; esta es tu oportunidad. Debemos realizar un nuevo proceso. Esta vez en Britania. Románica es demasiado débil para llevarlo a cabo. Oficiaré como hermano inquisidor, tengo un interés legítimo para intervenir en tal rol ¿vas a ser el juez que lo condene?

El Venerable Maestro Agathos presenciaba la conversación en silencio. Interrumpía esporádicamente para realizar comentarios aislados. Con Ariel permanecían expectantes a la respuesta de su nuevo aliado.

-          Moriría defendiendo a La Orden junto a ustedes antes de vivir a la sombra de tan nefasto personaje. Lo detendremos juntos- accedió el Gran Maestro.

Los tres continuaron su cena en el histórico Club del Porvenir, bebieron whisky hasta entrada la madrugada. En tales términos se configuró una (sólida) resistencia al avasallante temperamento de la heterodoxia, configurada en el denominado modernismo.

Otro de los escapes de los que Esteban se valdría para subsanar las heridas de una frustrante rutina serían las clases de piano, que retomaría en la academia con su mentor. Y como habían acostumbrado, antes de practicar las lecciones semanales, compartían un tentempié mientras se pondrían al corriente.

-          Profe ¿puedo preguntar en qué quedó lo de Dionisio? porque está arrasando con todo. O al menos esa es la sensación que da hacia afuera- consultó el chico.

-          No, no podés. Son cuestiones que se tratan y resuelven en grados superiores. Por algo el abordaje de cuestiones está ordenado por niveles. Y aunque no corresponda al tuyo inmiscuirte, estoy en condiciones de transmitirte calma al respecto. Más importante que preocuparte por temas de maestros sería que estudies seriamente lo que debés tener sabido. Entiendo que aún te faltan contenidos por conocer- señaló el pianista.

-          Así es, pero ¿por qué tanta prisa? como aprendiz tuve años para formarme- manifestó extrañado su pupilo.

-          Es verdad. Tanto como que los tiempos cambiaron, las circunstancias, y yo te precisamos maestro- el ex director buscaría viejos biblioratos en su biblioteca. Recordaban a los que alguna vez le hubiera entregado Timoteo- antes de que preguntes, sí, lo son. Más complejos, extensos y antiguos que los anteriores. Acá encontrarás toda la sapiencia necesaria para merecer otro incremento de salario. Aprobado te nombrarán maestro. Así, y solo así, combatirás activamente no solo los avances del ministro, sino toda amenaza que surgiera en La Orden.

El joven abogado escudriñaba los manuales como un niño con juguete nuevo. Estaba, evidentemente, más entusiasmado por estudiar que por aprobar. Lo que era una buena señal. Nada da mejores resultados que lo hecho por la cosa en sí.

-          Cuando hayamos resuelto lo del traidor y tu ascenso, te voy a explicar secretos que van mucho más allá de La Orden. La cuestión más importante, siempre, es uno mismo. Todo empieza y termina allí. El resto es un eco. Si estás bien, el mundo igual. La hermandad, como tantos ámbitos posibles en la vida, es uno más donde tenés la oportunidad de profundizar el camino de la introspección. Te prometo que terminados los temas urgentes nos ocuparemos de lo importante- se explayó Ariel.

Esteban asintió.   

El flamante legislador electo Bastián Dicastillo, enterado de las vicisitudes financieras de su ex socio, le ofrecería un puesto como asesor. El salario, sumado a los dividendos del emprendimiento, podría resultar suficiente para el costoso estilo de vida que la convivencia implicaba. Dado el distanciamiento impuesto por Adriana, entre su novio y su suegra, él debió contratar una enfermera que la visitara a diario. Porque, aunque no la cuidara personalmente, tampoco la abandonaría.

Sería, entonces, cuestión de esperar hasta que su amigo asumiera para iniciar una gestión conjunta en la Legislatura Porteña.

El 3 de noviembre el muchacho cumplió veinticinco años. Celebró modestamente con su (distante) pareja. Él mismo se ocupó de preparar un delicioso almuerzo para compartir con ella y sus amigos. Ordenó prolijamente la mesa, sirvió rabas y vino blanco. Al finalizar, café con masas finas. Entre los tres jóvenes le compraron un nuevo reloj de muñeca, dado que el que usaba estaba descompuesto hacía tiempo.

Por la tarde merendó en un bar cercano a su casa con Bastián. Café y medialunas. Conversaron, como solían, sobre su construcción partidaria y fraterna.

Hacia la noche llegaron al departamento Ariel e Hilda. Él la pasó a buscar por su casa y la llevó. Excepcionalmente Adriana habría admitido invitarlos a cenar. El anfitrión preparó una picada. Queso Azul, Pategrás, Provolone, Romano, Brie, Port Salut, castañas de Cajú, pepinillos, jamón crudo y cocido, salame picado fino y cervezas frías. Previendo, acertadamente, la posibilidad de que Adriana no hubiera comprado una torta para el festejado, el profesor Arrazabal llevó una de bizcochuelo, crema y frutillas. La familia festejó.

Pocas semanas después los hermanos asumieron formalmente sus responsabilidades legislativas. Los jueves eran los días más complejos, dado que sesionaban en el recinto; donde debatían los proyectos aprobados en comisión y (excepcionalmente) presentados sobre tablas con acuerdos especiales. Siempre había alguna sorpresa con la cual lidiar. Pero el equipo coordinado por Bastián era tan ordenado como disciplinado, diestro en casi todas las materias. Estaban a la altura.

Una tarde al regresar a su hogar, encontró a su novia terminando de guardar sus pertenencias en bolsas de consorcio.

-          ¿Qué estás haciendo vida? - preguntó él, tan estupefacto como angustiado.

-          ¿No te das cuenta, imbécil? me voy. No te soporto más. Hace meses dejé de amarte y seguís intentando jugar a la familia feliz. Tuve que lidiar con tu vieja, que se mea y caga encima; la verdad ojalá se muera- despotricó Adriana.

-          Vida, no podés hablar así. Estás tomando una mala decisión, probablemente impulsiva. Quedate un ratito, merendemos y conversemos- respondió el chico.

Ella accedió. Él preparó pan tostado, untado con guacamole y un huevo poché sobre cada cual. Para beber, café con leche.

Intentó, por todos los medios, hacerla entrar en razón.  Pero fue en vano.

-          Listo, ya merendamos y te escuché. Pedime un auto y bájame las cosas- ordenó la muchacha.

Él obedeció. La despidió con un beso en la mejilla, deseándole suerte.

Una noche, por primera vez en mucho tiempo, permaneció en el comité con otros jóvenes durante la madrugada. Y fue entonces cuando su ex pareja lo llamó repetidamente por celular para interpelarlo. Ante la falta de respuesta (él no vio el celular que tenía sin volumen) lo insultó por mensajes de redes sociales. Al volver a su casa y notar la persistencia de las llamadas la atendería. Horas de conversación desembocaron en la conclusión de que debían permanecer separados y, más importante aún, el disgusto total por parte de Esteban respecto de la mujer que alguna vez amó. Los insultos, caprichos y toxicidades no eran algo con lo cual estuviera dispuesto a seguir lidiando. Aquel fue el paso más grande, internalizar la situación. Entonces dejó de amarla. O, quizás, asimiló que no lo hacía desde antes. Decidió merecer algo distinto. Pero, por, sobre todo, amarse.

Ella lo visitó intempestivamente. Reflexionaron sobre su vínculo hasta el amanecer; pediría una segunda oportunidad. Él la denegó. Porque, aunque la amara, ya no podrían tener una relación sana.

Las circunstancias le valieron una semana de angustias, donde ansioso esperaba que ella respondiera sus (mesurados) mensajes. Había un diálogo tímidamente fluido. Casi no podía pensar en nada más. Bastián lo notó, compró quesos, fiambres, vino, y lo invitó a compartir una tarde de lunes…

-          El riesgo de la soledad es tomarle el gusto ¿sabés? aunque todavía no lo puedas asimilar, te sacaste un peso enorme de encima, hermanito. Desde que te juntaste con esta piba suspendiste un proceso muy intenso de introspección que llevabas en curso. Más temprano que tarde vas a retomarlo y, a partir de ello, volver a crecer al ritmo que lo venías haciendo. Date tiempo- reflexionaba el ex preceptor.

-          Sí, puede ser, pero no es fácil que la cabeza domestique al corazón. Menos cuando se trata de hechos tan recientes. Quizás también es necesario atravesar un poco de sufrimiento para dar por cerrado el episodio. No toda historia tiene que terminar bien. O mal. Puede, creo, que solo terminen y ya. Y su significado resida en la existencia, no tanto en el desenlace- explicó su asesor.

-          No te enrosques. Cuanto más lo pienses va a ser peor. Seguramente hubo cosas buenas y malas. Tuviste una primera experiencia amorosa seria, prolongada y con convivencia. Aprendiste un montón. Ahora es mirar hacia adelante. Y, para ayudarte a mantener la mente ocupada, quiero encargarte algo. Con Timoteo estamos ocupándonos de la construcción política en todo el AMBA, así como algunas provincias específicas. Esto demanda tiempo y energía. Pero necesitamos mantener nuestra cuna protegida. Ahí entrás vos. Porque debe tratarse de alguien de confianza y capaz, lógicamente serías nuestra primera opción ¿podés? - preguntó Bastián.

-          ¿Tienen algo particular en mente? - replicó Esteban.

-          Nada. Tenés que, desde cero, diseñar, articular y concretar una red de contención en cuya virtud el territorio desde el cual empezamos a operar no solo continúe bajo nuestro control, sino que además siga creciendo- explicó el hermano mayor.

Esbozarían algunas nociones en voz alta durante horas. El menor de ellos mencionaría haber oído sobre cómo un grupo de jóvenes parinistas que estaba llevando a cabo actividades similares a las del Foro Político que funcionara años atrás en el Poixi. Quizás podrían adaptar tal formato a la comuna, de facto, a su cargo. Ambos lo creyeron sensato.

Transcurrieron varios días hasta que diera con la gente a cargo de la iniciativa, dentro del partido parinista porteño. Un militante sugeriría hablar con otros, y estos, a su vez, con terceros. Parecía una sucesión interminable hasta que, al llamar telefónicamente a un número indicado, lo atendiera una voz familiar.

-          Hola- dijo la voz masculina que respondió al llamado.

-          Buenas tardes… - saludó Esteban- desde el parinismo me pasaron este número para hablar sobre… - su voz, temblorosa, mermaba ante la desproporcionada emoción- ¿Aquiles?

-          Sí, me llamo Aquiles- respondió el hombre, que prosiguió tras algunos instantes- ¿Esteban? - consultó dubitativo.

Los silencios decían todo.

Te llamaba por un tema del partido, pero la verdad todo el sistema político me importa nada encontrándote ¿podríamos tomar algo? - preguntó el reformista. 

Esa misma tarde, sin perder un instante, ambos se reunieron en Las Violetas.

Esteban, como siempre, llegó puntual. Su invitado demoró media hora más de lo previsto. Ambos tenían el cabello húmedo. Por lo que parecían haberse bañado para la ocasión. El primero de ellos, lo llevaba peinado hacia atrás, vestía su tradicional conjunto, en esta oportunidad verde obscuro, de moño, chaleco, saco y pantalón de vestir. Camisa blanca, cinturón y zapatos de cuero negros. Un anillo en el meñique, pulsera de plata en la muñeca derecha y el nuevo reloj en la izquierda. En cambio, el último en arribar vestía un jean, alpargatas blancas y una camisa rosa salmón abierta casi hasta la mitad, a través de la cual lucía un pecho lampiño decorado por collares de madera. En las muñecas acumulaba casi una decena de pulseras artesanales de todos los colores. Llevaba el pelo largo, rubio, suelto y ondulado.

Eran una combinación extraña, pero, en igual medida, fascinante. Durante la merienda recordarían los tiempos en la secundaria, reflexionarían sobre política y cómo se había adaptado el Foro Político al formato partidario. De igual manera apoyaría al correligionario para que lo hiciera en su propio espacio. Las miradas atraídas por ambos caballeros alcanzaban (casi) la unanimidad del salón cuando sus manos se entrelazaron sobre la antigua mesa de mármol, entre las masitas finas y el té. La política fue una excusa.

-          Debo admitir que fue una grata sorpresa escucharte del otro lado del tono- planteó tímidamente el reformista.

-          Siempre tan formal- observaría su ex compañero con una mueca similar a una sonrisa- eso es lo que siempre me llamó la atención de vos, desde pibes. Correcto, serio, prudente y, después de todo, salvaje. Sos un misterio que no supe terminar de descifrar.

-          Quizás no quisimos que ocurra- complementaría Esteban- quizás fuera una manera de protegerme. Me separé de mi novia hace poco. Convivimos durante años y fue una experiencia compleja, digamos. Y poco después mirá donde nos encontramos. Como nos decía tu viejo en las clases: nada es casual.

-          Ni lo menciones por favor- interrumpió el parinista- cuando me enteré de lo que pasó con las chicas nos distanciamos. Decidí irme a vivir con unos parientes lejanos. Fue todo demasiado intenso.

Era una de esas ocasiones donde basta una mínima intuición para escuchar en silencio, sin hacer preguntas.

Conversaron hasta la hora de cenar, cuando el abogado, tras invitar a su ex compañero, se retiró. Al despedirse se besaron en la comisura de los labios.

Prontamente llegaría la fecha asignada para la evaluación. Y a pesar de todo lo acaecido, el muchacho habría estudiado suficientemente los contenidos básicos previstos. Aunque no hubiera podido profundizar tanto como en la ocasión anterior, cuando un año atrás lo ascendiesen al grado de compañero.

Al arribar al Palacio Kairós, esta vez no lo harían esperar en la recepción. Podría ingresar sin demoras al templo de Románica. Donde habría muchos menos hermanos de los que esperaba.

-          Somos solo nosotros, hermanito. Los miembros de Britania, en su templo, están juzgando a Dionisio por traición. Arrazabal, Astudillo y el Supremo Consejo conducen el proceso. Lo notificaron debidamente para esta noche. Debe concurrir bajo apercebimiento de tenerse por confeso. En cualquier caso, el hecho juzgado fue apreciado en flagrancia. Está acorralado. Lo vamos a expulsar. Sin su influencia sobre nuestros pares se termina la corrosión de raíz. Hoy se salva La Orden- ilustró “el griego” Agathos, discretamente.

Prosiguieron con el examen. Taparon los ojos del joven. Volvieron a quitarle sus accesorios y lo llevaron a una habitación, en la cual debía redactar sus últimas palabras, como hacía años. Una vez hecho, las debería recitar. Cumplió y, volviendo a tapar sus ojos, lo colocarían en un ataúd donde habría de permanecer durante minutos sin saber qué harían de él. Transcurrido el tiempo necesario lo sacarían y conducirían en un recorrido repleto de obstáculos, más extenso y difícil que todos los hechos hasta entonces.

Entre tanto, el trayecto era interrumpido para perforar las yemas de cada dedo de las manos del joven. La sangre se vertía en una calavera humana.

Le ordenaron pronunciar fórmulas rituales memorizadas; así como reflexiones sobre diversas cuestiones. En cuyas respuestas puso de manifiesto el especial cariño y admiración que sentía por su mentor, más allá de La Orden, Ariel.

-          Ser hermano no es algo que se aprenda de los manuales. Allí encontramos información, datos, argumentos. Pero ¿eso es La Orden? creo que no. Más bien, se trata de uno de tantos ámbitos que, en la vida, pueden motivar y acompañar los procesos introspectivos de las personas. La Orden puede ser una sociedad secreta, una pareja, tu grupo de amigos o la familia. Para mí, además de todo eso, lo es quien me guió durante años para convertirme en esto que ven aquí. Un manojo de experiencias, con aciertos, con errores, y un sinfín de cosas por aprehender. Pero con la conciencia, la humildad y las ganas para hacerlo. La institución ofreció un marco en el cual las enseñanzas de mi maestro alcanzaron aspectos que no habrían podido desde la profandad. Me atrevo, entonces, a aprovechar esta oportunidad para agradecerles por acompañar el vínculo en cuya virtud un padre sin hijos, día a día, educa a este hijo sin un padre. Gracias de parte de ambos.   

Emocionado, algo que no era frecuente, el “el griego” Agathos felicitó al nuevo maestro de la logia a quien investiría con tres toques de su alfanje.

Previamente todos beberían, uno por uno, de la calavera en la cual habrían volcado la sangre de su hermano. Allí mezclada con bebidas alcohólicas en una especie de cóctel.

Dionisio y Atristain, mientras tanto, permanecían en el antiguo caserón del ministro. Bebían un Merlot frente a la chimenea. Permanecían abrazados en un sillón, iluminados solo por el fuego cuyo calor no los afectaba dado el aire acondicionado que enfriaba el lugar.

-          No deberías ausentarte, va a ser aún peor. Dale, tenemos algunos minutos. Alistémonos y te acompaño- insistía Ángel.

-          Tranquilo querido. No tenés de qué preocuparte- aclaró “el mariscal” en un tono casi placentero.

-          Pero la notificación decía expresamente que en caso de ausencia te tendrían por culpable- cuestionaba, asustado, su invitado.

-          Que lo intenten- sentenció el anfitrión.

Para festejar el ascenso de Esteban, los presentes en Románica fueron a cenar.

Consumieron manjares y brindaron con el mejor vino. Invitó Bastián.

A pesar de la celebración, el muchacho continuaba interpelando la ausencia de los hermanos de Britania. Timoteo lo tranquilizó:

-          Tranquilo Esteban. Disfrutá tu momento. Ariel es el mejor de nosotros. Está respaldado por la máxima autoridad de la Nación, el Supremo Consejo y más de cincuenta hermanos. Ganamos.

Capítulo 13: 2022

“Amar a otra persona es ver el rostro de Dios”. Víctor Hugo.

Hacia fines de aquel 2021 la incertidumbre fue angustia. Y la angustia, dolor.

Cada noticiero pronunciaba la misma tragedia: un escape de gas había volado parte del Club del Porvenir. Y, para quienes lo sabían, el antiguo templo allí instalado. Donde habrían, infructuosamente, juzgado al (supuesto) hermano traidor.

-          Tragedia en el histórico restaurant de estilo. La torre más alta del palacio conocido como Club del Porvenir habría volado durante las últimas horas de ayer. La explosión ocurrió durante la noche. La distinguida concurrencia, entre políticos, empresarios y académicos deja un saldo de cuarenta y siete muertos irreconocibles, tres heridos e incontables desaparecidos. Fuerzas de seguridad trabajan arduamente escudriñando los escombros. Se debería a una supuesta pérdida de gas- explicaba el presentador del noticiero matutino, probablemente ignorando el trasfondo de los hechos.

La televisión reproducía imágenes espeluznantes. Cinco ambulancias y más de quince patrulleros decoraban la destruida fachada de lo que, hasta entonces, fuera el lugar de encuentro de ilustres personalidades de la Nación. La pared frontal estaba desparramada en plena calle; las cámaras enfocaban hacia adentro de la propiedad, retratando la más aterradora de las escenas imaginables. Se retiraban cadáveres continuamente. Torsos, extremidades y en pocos casos cuerpos completos. El denominador común era la carne quemada. Masas oscuras, inertes. Quizás, para colmo de males, el olor sería lo peor.

Los transeúntes gritaban de dolor, de pánico, o ambas (quién sabe).

¿Qué importaba el ascenso al grado de maestro en tales circunstancias? nada.

No solo se había perdido la posibilidad de querellar a quien Esteban entendía responsable de tantas malicias, sino, más importante aún, a su mentor, entre tantos otros hermanos.

Miraba atentamente, con los ojos colmados de lágrimas. El antiguo templo se había perdido para siempre.

En cuestión de minutos Bastián lo llamó:

-          Hermanito ¿dónde estás? paso a buscarte. Pasó algo grave; necesitamos reunirnos los que podamos.

-          Lo vi amigo. Está en todos los canales- pronunció el flamante maestro mientras sollozaba- no sé qué hacer, ni en La Orden ni personalmente.

-          Por lo pronto limítate a esperarme. Necesito saber dónde estás- insistió su hermano mayor.

-          En casa- respondió el muchacho.

-          En diez minutos estoy en la puerta- sentenció Dicastillo.

Partieron rumbo a la Legislatura Porteña. Ningún templo parecía una opción más segura.

Al llegar al despacho se reunieron con “el griego” Agathos y menos de una decena de hermanos.

-          Perdimos, caballeros. Lisa y llanamente perdimos. Por la noche, mientras trabajábamos en nuestra logia, habrían juzgado y quizás condenado a nuestro enemigo. En su lugar, los consensos alcanzados se suprimieron, así como la vida de tantos hermanos invaluables para la causa. El Gran Maestro Astudillo, el Supremo Consejo y el maestro Arrazabal, entre decenas de hombres que los secundaban. Las mayorías e influencias del adversario tornan presumible su aprovechamiento de la vacancia. Tienen todo en sus manos y nada podemos hacer al respecto. Al menos no sobre sus próximos pasos. Pero sí sobre los nuestros. Debemos apoyarnos más que nunca y despedir honradamente a los mártires. Concluiremos este año y en enero del próximo haremos un funeral conjunto para todos los muertos en la tragedia- desarrolló Timoteo.

Los presentes continuaron platicando durante horas, mientras bebían y brindaban por los caídos. Todo se mantuvo en calma hasta el primer mes de 2022.

Llegada la fecha concertada, los hermanos más pudientes costearon el ostentoso funeral de los caídos. Al cual concurrieron más de mil personas. El multitudinario cortejo partió desde el Palacio Kairós. Una caravana de vehículos escoltaba a los coches fúnebres. Llegaron al cementerio donde el cajón de cada fallecido sería cargado por sus afectos más próximos hasta la ubicación designada. Una inmensa fracción del armonioso predio, distinguida con símbolos de La Orden, se había apartado para la ocasión. Fueron enterrados en parcelas sucesivas. Como sugeriría, otrora, el maestro Hernández: “Los hermanos sean unidos…”.

Entre lágrimas, Timoteo, Bastián y Esteban se aproximaron al ataúd del venerable maestro Ariel Arrazabal. Acompañados por otros hombres lo cargaron sobre sus hombros e iniciaron la procesión. Esforzándose por no sucumbir a una crisis nerviosa que lo haría caer, el muchacho supo mantener la compostura suficientemente para depositar los restos de su mentor en el lugar correspondiente.

Aquella mañana también sepultaron al hasta entonces Gran Maestro Astudillo, entre otros.

Todos fueron despedidos por hermanos, familiares, amistades y, en el caso del artista Arrazabal, seguidores de sus obras.

Bastián tuvo a su cargo la pronunciación de un discurso en representación de La Orden:

-          Nos encontramos en las peores circunstancias que una persona pudiera afrontar. La pérdida, accidental, antinatural, anticipada, de seres queridos. Cada quien sabe qué lo trajo hasta aquí. Hay quienes conocerían a uno de nuestros anfitriones. Otros pueden haber conocido a varios y, los menos, a todos. Podemos concurrir por cariño, por deber, respeto o admiración… pero lo seguro es que el mundo no es lo mismo sin la luz de estos seres. No perdimos solo a los hermanos sino a cuanto representaban, tanto en su individualidad como en su conjunto. Fueron la cadena que intentó resguardarnos de males potenciales día a día más reales. Nuestra mejor opción es honrar su sacrificio. En nuestra cotidianeidad, día a día, mantengámonos íntegros, honrados. Tengamos principios claros y no transemos. Que el relativismo, disfrazado de progresismo, no copte nuestras convicciones más profundas. En la conciencia de cada quien hay un instinto natural que nos dirige hacia el bien; no nos apartemos. Hemos de repeler los vicios para congratularnos en la virtud.

Mientras exponía, Esteban vio llegar sonriente al ministro Dionisio, acompañado por Atristain y una comitiva, presumiblemente, de hermanos. Entre ellos había quienes parecían un servicio de seguridad privada. Cuando el joven atinó a dirigirse hacia él con ánimos de confrontación, “el griego” Agathos lo tomó fuertemente por el hombro. Bastaría una severa mirada de autoridad para ni intentarlo. Permaneció en su lugar junto al maestro.

-          No es el momento para dar batalla- espetó el ex legislador a su hermano menor.

-          No batallamos y aún así nos está ganando- cuestionó el chico.

-          ¿Cómo que ganando? en cualquier caso, se trata de un hermano. No de un asesino. Debemos ser cuidadosos con nuestras acusaciones. Oportunamente se designará a un nuevo Gran Maestro y se integrará un nuevo Supremo Consejo. Quizás sea convocado. Las pruebas sobre el hecho de traición contra vos y Ariel subsisten. Lo condenaremos. Te doy mi palabra- aseguró Timoteo.

-          Estamos siendo tibios… necesitamos adelantarnos a sus jugadas ¿esperás proceder institucionalmente una vez que se resuelva la acefalía? él te va a ganar de mano, no sé cómo. Pero lo hará. Debemos dejar de subestimar al enemigo- concluyó Esteban.

Dispuestos a marcharse, la secretaria del profesor recurriría a su alumno:

-          El profesor me dejó indicaciones expresas de que le entregara esto si alguna vez pasaba algo- le dio al muchacho la tarjeta de una escribanía- no sé de qué se trata. Pero si puedo ser de ayuda en algo, quedo a disposición. La academia cerrará, debo notificarle.

-          Gracias señora. Espero que continúe bien…- se despidió Esteban antes de partir.

-          ¡Aparicio! - gritó ella desde lejos mientras se aproximaba, tímidamente- él lo estimaba mucho.

La mañana siguiente contactó telefónicamente a la escribanía, desde donde requirieron que concurriera cuando pudiera. Se arregló y lo hizo en cuestión de horas.

Tras anunciarse en la recepción de la lujosa oficina lo invitaron a tomar asiento.

Al cabo de minutos un anciano lo llamó desde su despacho. Era el titular del lugar. Se presentaron.

-          Fui amigo de Ariel por décadas. Estuve ayer en el entierro. Es muy triste todo… el motivo de nuestro encuentro es su última voluntad ¿entendés a qué me refiero? - cuestionó el escribano.

-          Sinceramente no- aclaró confundido.

-          El testamento, nene- explicó el hombre de pie mientras escudriñaba un archivo polvoriento- acá está, este, hace algunos años, contemplando que nunca formó una familia, vino a visitarme preocupado. Decía haber construido mucho como para dejarlo librado al azar. Pensaba que le podían hacer algo o cosas así. Para mí siempre exageró. Pero en ese matete me pidió homologar un documento por el cual te designaba su único sucesor a título universal. Siendo que no disponía de herederos naturales ni hay legítima hereditaria que lo obstaculizara, le di luz verde. Basta tu aceptación para la recepción de los bienes que integrasen el patrimonio del señor Ariel Arrazabal en vida.

-          ¿Me nombró a mí? es muy extraño. Jamás lo mencionó. Ni hablamos de sus cuestiones económicas- dijo él.

-          Era un hombre discreto. Yo no pedí explicaciones. Solo me aseguré de la licitud del acto. Que es tal. Si aceptás el beneficio perfeccionaríamos la sucesión en cuestión de semanas. En el haber del profesor contabilizamos un inmueble habilitado como academia musical, otros cinco sin finalidad específica por lo que presumimos estarían destinados a viviendas y alquileres, dos vehículos, cinco plazos fijos por un millón de pesos cada uno, una cuenta bancaria con fondos por dos millones de dólares y… esto es inusual, no deberíamos individualizar muebles no registrables, pero… un piano de cola con la inscripción “Steinway&Sons”.

Tras firmar los documentos indicados, el octogenario profesional acompañaría personalmente al joven abogado para que registrara a su nombre, en las oficinas de gobierno, los bienes correspondientes.

Ni todo el dinero del mundo bastaría para reemplazar cuánto significaba su maestro. El último acto, post mortem, del hombre para con su tutelado, habría sido consolidar su bien estar económico financiero. Lo que, más importante aún, implicaría la posibilidad de concentrarse en aspectos más profundos de la vida. No heredó las cosas, sino la libertad de no estar sujeto a necesidad monetaria alguna.

Entre tanto procuró continuar sus actividades políticas. El año siguiente sería electoral y el reformismo era un frente de batalla aún vigente. Íntimamente vinculado a La Orden. Recordó cuanto había conversado con Aquiles sobre la adaptación del Foro Político al formato partidario. Empezó a diagramar cómo hacerlo.

Tras invitar a algunos correligionarios criteriosamente seleccionados dieron curso a la iniciativa. Se trataría de un espacio de estructura absolutamente horizontal. Sin autoridades electas ni impuestas. Cada quien detentaría el rol que fácticamente asumiera. Con respeto, todo el mundo podría decir lo que quisiera cuando quisiera. Y parte de ese respeto significaría la auto sujeción a un orden mínimo consensuado sobre qué tratarían encuentro por encuentro. Citarían especialistas y debatirían cómo podrían, desde la civilidad de los allí presentes, aportar a solucionar las problemáticas en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. Antes y después de cada debate habría una oportunidad para que, si alguien lo deseara, se explayara sobre lo que fuera.

A pesar de que Bastián no concurriera a las primeras reuniones dio su venia para llevarlas a cabo. Oportunidades en las cuales, inicialmente, no llegaron a ser diez participantes. Lo que no obstó los ánimos y alcanzaron, en el caso más extremo, las seis horas de debate.

Su siguiente movimiento, al comprobar la eficacia de la metodología implementada, sería masificarla en términos cuantitativos. Entonces contactaría a militantes de diversos comités de la comuna cinco, donde se ubicaban. Propondría que la actividad no se realizara solo en su comité, si no que rotara entre los interesados. Así los integrantes de cada cual se sumarían. En tales términos coordinaron un primer encuentro conjunto a realizarse en el mes de mayo. Allí debatieron durante tres horas sobre cuatro puntos previstos en el orden del día, alcanzando un pico de treinta y ocho asistentes. Fue un éxito rotundo que implementarían mes a mes. Recibirían a académicos, funcionarios ejecutivos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y legisladores, incluido el hermano Dicastillo.

Denominaron a la propuesta como Merienda Debate. Y, tras algunas, se conocería la nueva modalidad de participación y discusión política en todo el reformismo porteño.

En aquel marco surgió y concretaron la idea de una olla popular semanal en la cual servirían la cena todos los miércoles a quienes lo precisaran. Como hacía tiempo lo habría hecho la madre de Bastián. La primera vez fueron veinte porciones. Y, al cabo de pocos meses, cientos.

Orgulloso, contactó a su ex compañero de la secundaria para ponerlo en autos respecto del logro. Cuyo mérito querría compartir. O al menos agradecer.

Al reunirse a tomar un café, Aquiles notó mal a su amigo. Parecía alguien fuerte, serio y centrado; pero no aquella tarde. Así que tomó coraje y lo invitó a cenar. Considerando que a ambos les gustaba el tango pensó en un bar cercano donde había shows. Esteban aceptó y sus ojos brillosos bastaron para transmitir la emoción.

Pautaron el encuentro para el viernes por la noche. A las 23:00 hs. Aquiles lo buscó en su coche para llevarlo al lugar seleccionado.

Sobre las mesas había velas que alumbraban tímidamente el salón. Pidieron pastas, siguieron conversando. La política ya no importaba. Entre las palabras que pronunciaban, intentaban hallar el coraje para sostener sus miradas, aunque sea por breves instantes. Sonaba una interpretación sinfónica de “Por una Cabeza”.

-          ¿Te enseñó? – preguntó Aquiles, señalando la pista.

Su amigo asintió y se levantó casi en un acto reflejo.

Dieron algunos pasos. Indicó las posiciones correspondientes. Abrazaría a su acompañante mientras este lo tomaba por la cadera. Sus manos libres se entrelazaban.

Compartieron unos pocos y modestos movimientos.

La técnica, en un momento así, era lo de menos.

El coraje de ambos pudo más que cualquier prejuicio.

-          Tengo muchos mambos, mi viejo es un maldito, padezco ansiedad, soy inseguro… - dijo Aquiles.

-          Mirame a los ojos- ordenó Esteban- sos divino, tanto para gustarme, así que nunca lo dudes.

Se dieron el beso pendiente desde hacía tantos años.

Ante la estupefacta mirada del público continuaron bailando.

Volvieron a sentarse y, lejos de circundar sobre lo ocurrido, optaron por continuar conversando normalmente.

Aquiles llevó a Esteban hasta su casa y se despidieron con un abrazo.

Esa noche se encontraban en su lujoso caserón, Dionisio y Atristain.

-          ¿Sos consciente de la oportunidad que nos da la acefalía? podemos intentar cooptar el Supremo Consejo y hasta, quizás, designar al Gran Maestro. En esos términos el proceso que iban a realizarte se tornaría imposible. Porque corremos el riesgo de que aún pretendan intentarlo- desarrollaba Ángel.

-          No creo que sean tan imbéciles. El mensaje debería haber resultado lo suficientemente claro- detalló Tito “el mariscal”.

-          ¿Cuál mensaje? la explosión fue un accidente, hasta los peritos lo establecieron en sus informes- dijo el reformista.

-          Sí, un accidente. Tenés razón… uno muy conveniente- respondió, sonriente el ministro- ahora es cuestión de concretar lo que decís. No podemos permitir que esos fachos tengan mayoría en el Supremo Consejo. Y posiblemente intenten proponer a “el griego” Agathos como candidato a Gran Maestro. Soy el único en condiciones de competirle. Pero las batallas se ganan antes de librarse. En caso contrario es mejor ni invertir energías. Habría que tener armado el Supremo Consejo cuanto antes con gente de confianza ¿podés ocuparte? - preguntó el doctor en bellas artes.

Su hermano asintió. Contaban con las personas y recursos para hacerlo.

Semanas más tarde el maestro Agathos había terminado las diligencias para asumir la conducción de La Orden. Pondría fin a cualquier riesgo de prolongación del modernismo.

La designación correspondía al Supremo Consejo. Se notificaba a destinatarios selectos.

La puerta del despacho de Timoteo, quien por entonces ostentaba un cargo jerárquico en el ámbito de la Jefatura de Gabinete del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, fue golpeada con el código propio de los maestros. Yacía un sobre en el piso.

Dentro, un comunicado rezaba:

“Muy Queridos Hermanos;

Reunido en tenida extraordinaria para la elección del octagésimo segundo Gran Maestro de La Orden argentina, el Supremo Consejo resuelve por unanimidad honrar con el susodicho cargo, a partir de la suscripción de la presente, al Venerable Maestro Tito “el mariscal” Dionisio.

Sin más, os saludamos fraternalmente”.

Estupefacto, contactó a los pocos hermanos que aún sostenían una postura tradicionalista.

La Orden ya no era un lugar seguro. Y como su líder debía hacer lo que considerara mejor. Ofrecería una red alternativa de contacto y protección para quienes quisieran, pero resolvió unilateralmente abatir las columnas de su logia. Románica no continuaría sus trabajos.

Apoyado por los dos maestros con que contaba, Bastián y Esteban, buscó amparar a quienes que pudiera.

Alguna vez los hermanos modernistas habrían conversado con Astudillo sobre los edictos de Milán y Tesalónica. Sin el obstáculo de la conducta mesurada del difunto Gran Maestro, y como primer acto oficial, el Gran Maestro Dionisio legitimó al modernismo y lo consagró, basado en la voluntad mayoritaria, corriente oficial de La Orden argentina.

En todos los templos primaría el individualismo, el relativismo y el hedonismo.

Pasarían varios días sin que Esteban y Aquiles se volvieran a contactar. Hasta que el primero daría el paso. Le escribiría, en términos casuales. Aunque posiblemente habría preferido decirle cuánto le gustó saldar la deuda de hacía tantos años. Quizás el otro muchacho aceptara repetir la experiencia, conocerse, en otros términos, compartir más que una mera amistad. Al final de cuentas ya habían atravesado por ello y no pareció bastarles. Intercambiaron mensajes durante días hasta que acordaron reunirse para cenar en el departamento del abogado. Quien preparó una rica comida casera.

Al encontrarse los jóvenes se abrazaron, aunque ninguno atinó a nada más.

-          Porfa sacate los zapatos, es una obsesión que tengo con que no se ensucien los pisos. Ponete cómodo y en minutos sirvo todo ¿seleccionarías una peli? - indicó el anfitrión.

Aquiles obedeció. Se instaló en un sillón individual, lo que podría significar el mantenimiento de una distancia inconveniente para cualquier tipo de acercamiento. Eligió una comedia romántica e inició su reproducción mientras Esteban se acomodaba en el sillón de dos cuerpos, tras servir una pizza casera y cervezas frías.

Conversaron durante horas hasta que, habiendo tomado el coraje necesario, su invitado dijo:

-          Esteban, lo del otro día fue una confusión ¿sí? creo que no estaba del todo consciente de lo que hacía. Puede haber sido el alcohol, la emoción de la ocasión, o ambas. Además, mis inseguridades no son un factor alentador al momento de iniciar una relación amorosa, con todo lo que ello implica, con alguien que me importa tanto. No soy del todo responsable emocionalmente. Y en última instancia, nadie sabe sobre tu orientación sexual ni nada por el estilo ¿te mantendrías en el closet? ¿y a mí con vos? perdoname, pero es algo que jamás atravesé ni sería justo que pretendieras que hiciera por y con vos. Tengo muchas confusiones y no me gustás… todo fue como un shock.

-          Intuía que me plantearías algo por el estilo y debo confesar haber pensado mi respuesta con antelación. Así como vos sos honesto conmigo y siempre procuraré respetar esta voluntad que manifestás, yo debo serlo también. Yo sí estaba del todo consiente. Para mí el alcohol no tuvo nada que ver, pero sí la emoción de encontrarnos en una de las ocasiones más románticas de mi vida. Nunca pretendería meterte en el closet. Ni yo lo estoy. Que no ventile mis gustos no implica que los niegue. Simplemente no es algo que crea que deba confesar como si se tratara de un pecado o presumir como un mérito. Aunque respeto el fenómeno social, político y cultural del orgullo, en términos estrictamente personales no siento orgullo por mi orientación sexual. No es algo que elija pronunciar, sino vivir. La verdad es que querría intentar vivirla y compartirla con vos. Todo eso de confusión, shock y demás no te lo creo nada; aunque respete tu postura. Pero me parece una reverenda estupidez. No así lo de las inseguridades, que evidentemente las tenés y es algo sobre lo que solo vos mismo podés trabajar. Los de afuera, en la medida que lo permitas, solo podríamos acompañar. Entonces, en fin, me gustás y ya lo sabés. Pero como caballero que soy, jamás me voy a desubicar. Si alguna vez quisieras permitirnos intentar algo, con todo lo hermoso que eso sería, sabés que estoy para vos- se explayó el joven iniciado.

Continuaron la velada, así como tantas otras que compartirían los fines de semanas subsiguientes, inocentemente, charlando, comiendo y bebiendo hasta el amanecer. Incluso en una oportunidad la confianza y el cariño entre ambos excedería a la vergüenza del protocolar anfitrión quien se animaría a cantar karaoke.

De cualquier manera, el rechazo lo afectaba, era evidente. En ocasiones se asomaba alguna lágrima entre su habitual semblante serio, recorrería las mejillas hasta perderse en el aire. Decidió ignorarlas y mantener distancia de su pretendido. Jamás intentaría una conversación. Solo tendrían trato en la medida que fuese iniciado por Aquiles. Al cual respondería con cordialidad y la calidez meramente indispensable. Evitaría a toda costa cualquier nueva referencia a la atracción que le generaba.

Se reunieron con sus amigos para cenar. Él preparó pionono de queso azul y jamón crudo, paté de hígado casero y sándwiches de bondiola hervida en cerveza durante diez horas con pancitos y salsas caseras. Sirvió todo acompañado por algunas botellas de Cabernet Sauvignon, sería la uva ideal para las comidas de las que se trataba.

-          ¡Que bueno que está esto gordo! a ver si habilitás unos túperes después- planteó Héctor, mientras lanzaba un eructo que hizo avergonzar a sus amigos.

-          Y decinos qué te debemos- agregaría Emmanuel- hay algo que no nos estás contando.

-          Sí, siempre hablás un montón y estás medio tímido hoy ¿qué onda? - cuestionaría Adriano.

Mientras los demás comían y bebían gustosos, Esteban explicó la situación atravesada con Aquiles. Sin detallar de quién se trataba. Antes de que terminara Héctor lo interrumpió.

-          ¿Seguro que hablás de una mina?

-          No ¿por? - respondería Esteban lanzando una discreta mirada cómplice a Emmanuel, con quien mantenían un pacto tácito de silencio respecto de lo ocurrido años atrás.

-          Para saber en qué género putear. Es un histérico, boludo. Ya le dijiste lo que te pasa. A otra cosa. No te enrosques con gente así. Un día es todo color de rosa y en menos de una semana te da vuelta el tablero. Todo eso de excusas no se lo creo- sentenció el corpulento amigo mientras ingería de un solo bocado una rodaja de pionono y, a su vez, se servía dos sándwiches de bondiola con una sola mano.   

-          Por ahí no tenemos que ser tan terminantes- opinaría Adriano- si bien es cierto que no hay que involucrarse con gente así, es difícil elegir quién te gusta. Por lo pronto, además, hablaste de cierto cariño porque lo conociste hace tiempo ¿no será Aquiles? - el chico continuaría tras notar que Esteban asentía con la cabeza- evidentemente tiene mambos propios que resolver. Y si no quiere arriesgarse a perderte es porque te valora más que una calentura pasajera. Intenta cuidarte, aunque puedas no estar de acuerdo con la forma. Sus intenciones estoy seguro de que no son malas.

-          Tal cual. Para mí deberías seguir haciendo la tuya como él seguramente lo hará- agregó Emmanuel- sé cordial, respetuoso y bueno, como siempre. Limitate a compartir lo estrictamente necesario con él. Y, en la medida que lo sientas, ponete distancias a vos mismo. El trabajo que vos también debés realizar es interno. Permitite estar con otras personas. Y que lo que tenga que pasar, pase. Probablemente tu mejor opción por un tiempo sea evitar relaciones serias.

Esteban tomó todo lo sugerido por sus amigos, especialmente por Emmanuel, quien conocía aspectos de sí que ni él mismo se había animado a analizar en profundidad hasta entonces.

Empezaría a tener relaciones ocasionales con otras personas, varones y mujeres, sin involucrarse emocionalmente.

-          Que bueno eso amigo. Es esa eh, definitivamente- reaccionó Bastián cuando su hermano menor le contó la actitud asumida- la soledad es una aliada poderosísima, si sabés aprovecharla. Sabés que las relaciones ocasionales fueron mi especialidad - guiñó el ojo, con cierto aire de superioridad - y la única manera es no involucrándote. Si no te vas a volver loco hermanito. Es un paso pendiente para vos, tener relaciones ocasionales y dejar de sobrestimar tanto lo sexual. Es más, no te limites a nadie, hacé lo que tengas ganas, si querés tener sexo en la calle ¡hacelo!

-          Prefiero ir de a poco- declararía su asesor entre risas- pero así es, ya estuve con varias personas y a la primera de cambio que me salen con un planteo o pretensión les aclaro los tantos. Hay quienes lo aceptan y nos seguimos frecuentando meramente para pasarla bien un rato, y quienes optan por seguir su camino. Cuando aprendés a dejar ir a las personas te cae la ficha de lo fácil que es reemplazarlas y lo inmenso que es el mundo.

-          ¿Cómo llevás lo de Ariel? - interpeló el hermano mayor.

-          Como puedo amigo. Perdí lo más parecido que tuve a un padre en las peores circunstancias que puedo imaginar. Obvio que lo extraño y me hace más falta que a nadie. Lo último que hizo, incluso muerto, fue ocuparse de que no me faltara nada. Al menos en términos materiales. Así que puedo ocuparme de cuestiones más profundas que juntar el mango y no tengo problemas en financiar todos los cuidados que mi vieja necesita. Desde el funeral no habla, quedó catatónica, diagnosticaron los médicos. A diario tiene tres enfermeras con turnos de ocho horas. Y una mucama que va cuatro horas por día a cuidar a los perros y mantener la casa en orden. La visito tres veces por semana y le leo, le cuento cosas lindas; es lo único que puedo hacer- explicó el muchacho.

-          Menos mal que te separaste de Adriana. Te estarías volviendo loco con ella, y ya te habría afanado todo lo que te dejó Arrazabal. Que grande el maestro. Uno de los hombres más admirables que conocí. Y vos sos quien más aprendió de él. Se nota. Donde sea que esté seguramente siente orgullo del hombre que crió- aseveró el legislador con cierta emoción en su tono.

Mientras Esteban atinaba a dejar caer las primeras lágrimas su amigo retomaría la compostura:

-          Necesitamos diagramar cómo proceder el año que viene, electoral. Pensemos en términos de agrupación interna, no de individuos. Quiero ampliar. Tenemos mi banca acá, y aún no necesito renovarla, pero deberíamos diversificar con gente de confianza en ámbitos específicos que tengamos al alcance.

Pasarían horas asociando nombres con posibles cargos, electivos y discrecionales. Mientras les servían café con masitas finas a cada rato. La posibilidad concreta de que el candidato reformista a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires triunfara habilitaría un sinfín de puestos a cubrir, cuya única rivalidad sería interna, la línea que conducía Atristain en representación de los intereses de Dionisio. Pero como, en cualquier caso, ellos no bastarían para acaparar todos los puestos, podrían acaparar no solo el remanente sino también disputar los que estimaran imprescindibles.

-          ¿Y vos qué lugar deberías ocupar? - cuestionó Dicastillo.

-          La verdad ni idea amigo. Yo creo que soy útil al lado tuyo. Mi rol es acompañar- respondió tímidamente el pianista.

-          Ya no. Los roles de apoyo son para quienes aún no se desarrollaron lo suficiente para manejarse por cuenta propia. Una aptitud cada vez más difícil de encontrar en el sector público. Pero tener a hombres sobrecalificados en ciertos cargos implica un lucro cesante en recursos humanos ¿sabés que pienso? - introducía el legislador mientras el muchacho lo escuchaba atentamente- nadie trabajó como vos al reformismo de la comuna. Uniste a todos con las meriendas, te conocen, respetan, sos una autoridad moral. Todo lo que atravesaste en este último tiempo, con éxito, creo que te hace más que el candidato, la persona ideal para cuidar la cuna de nuestra construcción política. Vamos a trabajar para que presidas la Junta Comunal.

Tratarían la cuestión y las inseguridades del potencial comunero durante minutos hasta que arribara Timoteo al despacho.

-          Buenas tardes hermanitos ¿qué están pergeñando? - preguntaría el maestro entre risas cómplices- cuantas veces habré tenido conversaciones así. Enternece ver a las nuevas generaciones- se acomodó en un sillón y tras intercambiar saludos y cortesías con sus correligionarios proseguiría- voy a ser claro y directo con ustedes. La contienda en el marco de La Orden está completamente perdida. El modernismo acaparó todo. Desde la designación del Gran Maestro, pasando por la integración del Supremo Consejo, las veneraturas de la mayoría de las logias, las pocas no alineadas son neutrales, y las iniciaciones de profanos. Somos los menos. Para evitar riesgos innecesarios abatimos las columnas de Románica. Nuestra única aliada, Britania, fue destruida. No obstante, recuerdo las palabras que pronunciaste cuando te evaluamos por última vez, sacó un cuaderno y leyó: ser hermano no es algo que se aprenda de los manuales. Allí encontramos información, datos, argumentos. Pero ¿eso es La Orden? creo que no. Más bien, se trata de uno de tantos ámbitos que, en la vida, pueden motivar y acompañar los procesos introspectivos de las personas.

-          En realidad, yo lo dije, pero me lo enseñó el profe Ariel- confesó angustiado el menor de los presentes.

-          Un verdadero maestro. El mejor de nosotros. Y hasta en la ausencia nos marca el rumbo. Porque tenía razón. Una contienda interna en el ámbito de La Orden no tiene por qué significar la pérdida de nuestros valores y convicciones más íntimas. Porque lo que cuenta es lo que hacemos día a día. Mientras podamos acostarnos con la conciencia tranquila todas las noches triunfamos sobre la mayoría de nuestros enemigos. Porque la verdadera batalla siempre fue moral, no institucional. Llegar y verlos coordinarse como lo estaban haciendo es emocionante para un viejo político. Pero mientras haya nuevas generaciones que sostengan nuestros principios, todo habrá tenido sentido ¿no? - dijo “el griego” Agathos.

-          Es cierto, pero personalmente no planeo rendirme. Si bien La Orden no es imprescindible para dar la batalla en curso; que obviamente estuvo presente en toda la historia de la humanidad y ahora nosotros nos encontramos entre sus contendientes, así como tantos hermanos entre sus mártires, aún tenemos chances. Siempre, como tradicionalistas, observamos severamente los dogmas más antiguos y ortodoxos de la hermandad. Pero, sin apartarnos de aquella rectitud moral, tenemos un paso que dar. Inicié tratativas con las hermanas de La Orden femenina para construir, de su mano, logias mixtas. Comparten nuestra postura y preocupaciones. Nos albergarán y protegerán. Son más poderosas de lo que jamás fuimos nosotros y aunque, de momento, no puedan socavar las ambiciones de Dionisio y su séquito, intentaríamos organizar una nueva resistencia interna ¿cuento con ustedes? – interpeló Bastián.

Ambos hermanos, el menos y el mayor, suscribieron.

Eugenio tenía vistos algunos coches abandonados y precisaría que esa misma tarde los levantaran por él. Así que contactó a sus habituales empleados para el trabajo, delincuentes dedicados al hurto y robo de automotores para su comercialización en el mercado de usados.

-          No jefe, a las siete de la tarde imposible. Nos contrató un poronga para agitar a un par de giles reformistas o algo de eso. Se ve que tienen mambos vio- se excusó uno de ellos cuando su empleador los habría requerido.

El comerciante se preocupó, aunque su hijo no le dirigiera la palabra desde hacía tiempo. Astutamente decidió no preguntar y, en su lugar, estimular la ligereza con que el joven divulgaba sus compromisos.

-          Así que me reemplazan por un tiratira, pensé que me querían muchachos ¿me van a cambiar por un político de mierda? - les diría entre risas.

-          Pasa que este está metido en una sociedad secreta capo, corte brujo, y en una de esas no le cumplimos y nos engualicha todo. A veces nos llama para que le marquemos familias con pibitos. Al loco le caben los nenes es alto bufarra. Después nos pone la papa y adornamos a la familia, todos quedan chochos- se explayaba otro de los potenciales agresores.

Tras una plática tan amena como el padre de Esteban solía tener con sus proveedores habría atado los cabos suficientes para entender que su hijo podría ser uno de los objetivos. Alguna vez le habría comentado sobre un maestro de La Orden a la cual se unió de quien decían que gustaba de mantener relaciones sexuales con menores. Además de que el empresario sabía de la militancia política del muchacho.

Faltaba solo una hora para el evento y los hombres ya estaban en camino. Su hijo lo tenía bloqueado por todos los medios e Hilda no respondía el teléfono. Era imposible contactarlo. Quizás, por primera vez, se comportaría como un padre. Tomó el auto más veloz que tenía en la concesionaria en que se encontraba. Se dirigió desde Avenida La Plata y Metán hasta la intersección de Colectora Avenida Cantilo y presidente Dr. Raúl Alfonsín. La hora pico y la distancia resultaban variables desalentadoras si pretendía, además de llegar a tiempo, encontrar a Esteban para advertirle de la posible amenaza. No tendría más remedio que, valiéndose de las arriesgadas maniobras que solo un conductor tan versado como él sabría articular, sortear a los demás vehículos y, excepcionalmente, si las circunstancias lo admitían, semáforos.

Restaban escasos minutos y aún poco menos de la mitad del recorrido. En lo que parecería una nueva estrategia, ignoró un semáforo en rojo alevosamente frente a un patrullero, que empezó a seguirlo.

Llegó al lugar escoltado por este. Pocos minutos después del horario previsto. Al bajarse los oficiales lo interpelaron:

-          Señor, necesitamos los papeles del auto y vamos a secuestrar el vehículo- dijo uno de ellos.

-          Sí a todo lo que quieran. Escuchen atentamente. Yo voy con ustedes y pueden hacer conmigo lo que quieran. Pero dense cuenta que llamé su atención a propósito, necesito su ayuda. Soy agenciero de usados, suelo contratar turritos para que hagan laburos, y un par de ellos están por hacer una a mi hijo acá, me consta. Pueden llevarme y dejar que se salgan con la suya, o… - Eugenio les explicaba mientras habría la guantera y sacaba fajos y fajos de billetes. Los había puesto allí antes de partir- me permiten contratarlos por unas horas hasta salvar a mi hijo, después siguen con sus labores oficiales, y tienen toda mi cooperación. Son decenas de miles para cada uno.

Acompañado por sus escoltas ingresó al lugar. Había miles de personas, pero su temperamento, poca paciencia, ciento cincuenta kilos de peso y ambos uniformados escoltándolo implicaron que se abriera paso sin problemas. Cuando una encargada de recepción le indicó, desde lejos, que no podría pasar sin acreditarse y colocarse una pulsera bastaría una mirada para que la señorita guardara silencio.

Inició una desesperada búsqueda. Lo suficiente para que decidiera separarse de sus laderos. Describió sucintamente a su hijo y cómo procederían los agresores:

-          Lo van a pinchar, seguro, pero normalmente estos pibes no andan con la faca en la mano, descubierta, van a ver que están en cuero y llevan la remera tipo envuelta en la mano. Ustedes busquen por esos sectores y yo continúo por acá.

La concurrencia de miles de correligionarios habría sido un factor desfavorable.

Casi media hora después del horario previsto y con el primer orador exponiendo en el escenario, el hombre visibilizaría a uno de sus secuaces habituales. Se dirigía a su hijo. Pero ambos se ubicaban a casi cincuenta metros entre un mar de gentes. Corrió como pudo. Empujó a todos. Parecía un rinoceronte enfurecido.

Alcanzó justo a tiempo al agresor, a quien tomó por detrás del cuello. Este, en un acto reflejo, insertó su arma entre las costillas del hombre. Fuera de sí, el padre del muchacho se valdría de sus últimas fuerzas para levantar por el cuello, con una mano, al menudo malviviente mientras, con la otra, golpeaba salvajemente su rostro.  Mientras sentía el calor de la herida, la sangre brotaba debajo de su pecho y perdía el conocimiento, alcanzó a ver los ojos morados e inexpresivos del fallido sicario de su hijo, mientras el cuerpo se hacía demasiado pesado para seguir sosteniéndolo. Lo soltó, y el asesino se desplomó, inerte, en el piso de la sala.

Ambos cayeron al suelo ante un público horrorizado.

Incrédulo, Esteban observó la secuencia sin poder hacer nada. Todo había acontecido en pocos segundos. No supo más que tumbarse al lado del hombre a quien había ignorado durante tanto tiempo. Lucía canas y una barba desprolija. Estaba más gordo de lo que recordaba. Por primera vez vio lágrimas en su hinchado rostro. La sangre que los rodeaba asquearía a cualquiera, pero no parecía importar. El empresario intentaba mantener los ojos abiertos:

-          Nunca fuiste mi hijo. Pero siempre voy a ser tu papá- susurró, mientras exhaló su último suspiro.

Mientras personal médico intentaba resucitar al hombre, Bastián abrazó a su hermano menor y con todas sus fuerzas lo quitó del lugar. No debía estar allí. Timoteo tuvo que ayudarlo. Era difícil retenerlo.

Pasaron semanas desde el funeral. Sus hermanos lo ayudaron a organizarlo. Él ya no tenía fuerzas. Desde aquel trágico episodio pareció apagarse. Se limitaba, como una máquina, a cumplir con las funciones estrictamente necesarias para su supervivencia.

Una tarde, leía a su madre “El Principito”, de Antoine Saint Exupéry.

-          Adiós- dijo.

-          Adiós- dijo el zorro- mi secreto es muy simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos.

-          Lo esencial es invisible a los ojos- repitió el principito a fin de acordarse.

-          El tiempo que dedicaste por tu rosa, es lo que hace que ella sea tan importante para ti.

-          El tiempo que dediqué a mi rosa…- repitió el principito para no olvidar.

-          Los hombres ya no recuerdan esta verdad- dijo el zorro- en cambio tú, por favor… no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…

-          Soy responsable de mi rosa… - dijo en voz alta el principito a fin de recordar…

Sorpresivamente Hilda dijo algo, después de casi un año en silencio:

-          ¡Tocá el piano por favor, que la abuela escuche!

Pero el suyo estaba en su casa. Allí había depositado el piano de cola con la inscripción “Steinway&Sons”, de quien fuera su mentor. Jamás lo había tocado. No se había animado.

El primer progreso en el cuadro psiquiátrico de su madre ameritaba el esfuerzo.

Se acomodó en el banquillo e intentó presionar las teclas. Cuyas notas sonaban desafinadas y, en otros casos, el martillo correspondiente no alcanzaba a golpear las cuerdas, cuya vibración es lo que oirían. Algo obstaculizaba el mecanismo.

Echó un vistazo sobre el inmenso instrumento y observó un papel meticulosamente colocado allí. Lo tomó. Un sobre abierto con la dedicatoria “Para Esteban”.

Octubre de 2012

A mi cariñito Esteban;

Sos un niñito encantador. Pasaste mucho más de lo que una personita tan joven debería. Más impresionante aún es la endereza que supiste mantener. Me elegiste por confidente; es el honor más grande de toda mi vida. Espero estar a la altura. Seguramente habré cometido errores en tantos años. Pero me enorgullece admitir que cada uno que he notado, lo he intentado subsanar. Quizás esta carta sea uno, en tal caso me disculpo.

Es emocionante verte crecer. Salir adelante. Que los desaciertos ajenos no te atormenten.

Hace poquito me contaste lo que te hicieron unos compañeritos. Querías vengarte ¿no fue mejor irte y dejarlos atrás con sus miserias? no sé cuándo leerás esto. No sé si te lo entregaré. Pero, en cualquier caso, seguramente habrás llegado mucho más lejos de lo que te habría conducido la venganza.

Lo único mejor que una conciencia en paz, es acompañarla con ideas claras.

Hay quienes tienen la primera, pero carecen de las segundas; eso no basta.

Así que, como hasta ahora, nunca dejes de formarte.

Pero hay verdades que no encontrarás en ningún manual. Y siento en mi corazón que nadie puede negarlas a otra persona ¿sabés cuál es la más importante? la identidad.

Quien no sabe quién es no puede saber nada.

Eugenio no solía comportarse como un buen hombre. Hasta hoy no se hizo cargo de vos. Pero tuvo, al menos, la amabilidad de darte su apellido. Él amó a tu madre, como seguramente te ama a vos. Aunque no sepa actuar en consecuencia.

Nunca me agradó, pero siempre agradeceré que, al menos por un tiempo, los haya cuidado.

Era el amante de tu madre cuando quedó embarazada. Ella estaba de novia con un joven iniciado. Un caballero prometedor, culto, inteligente pero muy frío. Quizás esto último la distanció e hizo buscar calidez en otros brazos. Él, al enterarse, se separó y no quiso volver a saber de ella.  

Al nacer el varoncito fue inscripto como hijo de los amantes.

Jamás avisaron al hombre engañado.

No fue casual que, en un momento crítico, dada tu afición por la música, eligiéramos inscribirte en la academia.

Tampoco que él te aceptara.

Esteban, Ariel es tu papá.

Ahora que sabés tu verdad vas a poder ser plenamente quien elijas.

La única batalla real es la que libramos por superarnos a nosotros mismos.

Te ama, la abuela Sofía.

EL FIN

 

 

 

 

 

 

 

Glosario nominal

Ø  Esteban Aparicio/ Estoico Apolíneo. Quien no se deja llevar por las emociones en virtud de la razón.

Ø  Eugenio Aparicio/ Egoísmo Apolíneo. Quien se centra excesivamente en sí mismo, creyendo tener razón.

Ø  Hilda Katz/ Hybris Khaos. Quien desordena con su conducta impulsiva.

Ø  Sofía Cosmo/ Sofía Cosmo. Quien lo ordena todo con su sabiduría.

Ø  Ariel Arrazabal/ Areté Aristoi. Quien encarna la perfección como virtud.

Ø  Bastián Dicastillo/ Basileo Dikasterión. Quien gobierna virtuosamente a partir de las leyes más justas.

Ø  Timoteo “el griego” Agathos/ Timé Agathos. Quien se rige por el honor.

Ø  Tito “el mariscal” Dionisio/ Tyrannos Dionisíaco. Quien usurpa el poder valiéndose de ciertas pulsiones.

Ø  Aquiles Dionisio/ Akrasio Dionisíaco. Quien carece de la fuerza para llevar a cabo ciertas decisiones que siente correctas.

Ø  Ángel Atristain/ Anomos Átropos. Quien termina vidas sin regirse por norma alguna.

Ø  Simón Astudillo/ Symmachía Astenia. Quien no tiene más fuerza que la producida por sus alianzas.

Ø  Norberto Politi/ Nomos Politeia. Quien gobierna con imparcialidad según la ley.

Ø  Héctor Agraz/ Heterio Agrosia. Quien solo percibe aquello que está dispuesto a tolerar.

Ø  Adriano Eustaquio/ Ataraxio Eupateia. Quien puede ponerse en lugar de los demás en virtud de su tranquilidad.

Ø  Emmanuel Froilán/ Epitimiai Fronemos. Quien logra cambiar las cosas.

Ø  Adriana Hernández/ Apateia Erinus. Quien no produce nada. Es insignificante.

Ø  Elisa Eusse/ Eros Eudeimonía. Quien genera felicidad brindando su amor.